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Segundo Domingo de Cuaresma

Mar 16 Feb 2016

Brillemos con la luz de Cristo

En el segundo domingo de Cuaresma, la Palabra nos plantea la transfiguración del Señor que nos muestra la meta en el caminar de nuestra vida y visualiza la gloria de la resurrección. El cardenal Rubén Salazar Gómez, arzobispo de Bogotá y presidente del CELAM, nos presenta este escenario en su habitual reflexión de los domingo, en el que puntualiza que antes de pasar por la transfiguración el Señor nos recuerda que hay una camino de pasión. El purpurado, también explica que el medio para transfigurarnos con Cristo es escuchar siempre su Palabra para que poco a poco nuestras vidas se vayan transformando y nos convirtamos en imágenes transparentes del Señor. [icon class='fa fa-youtube fa-2x' link='']Ir a lista de reproducción[/icon]

Mar 16 Feb 2016

Señor: ¡Transfórmame!

La Liturgia de la Palabra de este domingo es una invitación clara y directa a hacer la voluntad del Señor, para ser transformados a su imagen. Jesús, como a sus discípulos, también nos muestra de manera anticipada el esplendor de su gloria. Escuchemos atentos. Lecturas [icon class='fa fa-play' link='']Primera lectura: Génesis 15,5-12.17-18[/icon] [icon class='fa fa-play' link='']Salmo de respuesta: 27(26),1.7-8.9abc.13-14 (R. 1a)[/icon] [icon class='fa fa-play' link='']Segunda lectura: Filipenses 3,17 - 4,1[/icon] [icon class='fa fa-play' link='']Evangelio: Lucas 9,28b-36[/icon] [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO BÍBLICO[/icon] El Evangelio del segundo domingo de Cuaresma nos trae el episodio de la Transfiguración. Lucas, en su evangelio, dice también el motivo por el que Jesús aquel día «subió al monte»: lo hizo «para orar». Fue la oración la que hizo su vestido blanco como la nieve y su rostro resplandeciente como el sol. Deseamos partir de este episodio para examinar el lugar que ocupa en toda la vida de Cristo la oración y qué nos dice ésta sobre la identidad profunda de su persona. La clave de lectura y de reflexión de este relato nos la trae San Pablo, que en la segunda lectura nos recuerda que nuestra verdadera patria es el cielo y que Jesús mismo «transfigurará nuestro cuerpo frágil en cuerpo glorioso como el suyo». La Transfiguración de Jesús es un signo y una profecía de aquello que será de nosotros un día en la patria definitiva. Aquello que ha hecho la cabeza debe completarse en el cuerpo: no solo la Pasión, sino también la Transfiguración. Nuestra vida cristiana se desarrolla entre un ser y un llegar a ser: el ya, pero todavía no de nuestra vida cristiana es la transformación en Cristo Jesús; debemos llegar a ser otros cristos, para llegar a ser hombres perfectos, «a la medida del Señor», como lo afirma San Pablo en la carta a los Efesios (4,13), y para ello debemos subir a la montaña, donde de operará de manera definitiva nuestra propia transfiguración. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO SITUACIONAL[/icon] Aquí nos podemos preguntar: ¿Quién y cómo es el hombre transformado en Cristo? Es uno que tiene como alimento hacer la voluntad del Padre, es alguien que se deja conducir dócilmente por el Espíritu, sea que lo lleve al desierto o a lo alto del monte. El hombre transformado en Cristo es uno que ama a los hermanos hasta dar la vida por ellos (tiempo, afecto, bienes espirituales y materiales). Es alguien que se deja seducir por la pasión por el Reino, y que no antepone nada a él, dispuesto a darlo todo sin esperar nada a cambio, sino solo la amistad con Cristo el Señor. Esta entrega sin medida es justamente el comienzo de la verdadera transfiguración. En tres momentos podemos resumir nuestra entrega generosa a Cristo: conocerlo, imitarlo y comulgarlo. Debemos ser apasionados en el verdadero conocimiento de Cristo, un deseo ardiente de oír hablar de él, y buscar una permanente y efectiva comunicación con Él, en una relación personal, viva y verdadera. Acercarnos a la Palabra de Dios, lo mismo que al Magisterio vivo de la Iglesia, nos da la seguridad de que lo estamos conociendo. Este tal conocimiento de Cristo nos debe llevar necesariamente a imitarlo. El «escucharlo» que nos recuerda el Evangelio, es un imperativo para ser puesto en marcha cuanto antes. La cruz se convierte en la clave de todo, ya que entre ella y la transfiguración hay una relación directa, semejante a la muerte y a la resurrección de Cristo. Debemos llegar hasta tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús (Cf. Flp 2,5). Lo que nos salva no es nuestra voluntad de ser salvados, sino la voluntad de Dios de salvarnos, o sea su gracia. Es Él quien nos reviste del manto de la salvación. La comunión de vida con Cristo alcanza su máxima expresión en el sacramento de la Eucaristía, que es el sacramento por excelencia de nuestra transfiguración en Cristo. En la Eucaristía, más que tomarlo a Él, es Él quien nos toma a nosotros y nos convierte en Él. El efecto saludable de la Eucaristía es convertirnos en aquello que comulgamos, como nos los recuerda San León Magno y San Agustín. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO CELEBRATIVO[/icon] Jesús no fue al desierto para ser tentado sino para orar y hacer penitencia, ni subió al monte para transfigurarse sino también para orar: era esta su intención. La Trasfiguración fue en cierta forma el efecto de la oración. Esto es de importancia máxima para nuestra transformación: no hay asimilación a Cristo sin oración, y sin aquel tipo de oración que Jesús nos ha mostrado: con calma, en silencio, en un lugar solitario. Nunca lograremos ser buenos cristianos sin el recurso de la oración. Jesús nos lo repite siempre, «velen y oren»; velar y orar sin cansarnos jamás. La Eucaristía que estamos celebrando es oración de acción de gracias al Señor, por todos los beneficios que a diario nos concede, y en esta acción de gracias Él también nos alimenta con su Cuerpo y con su Sangre. El Padre también nos ha dicho: «Este es mi Hijo, escúchenlo». Y a nosotros que lo hemos escuchado en su Palabra, se nos da también en alimento, para que al final de nuestro peregrinar terreno seamos conformados a su cuerpo glorioso. [icon class='fa fa-play' link='']Recomendaciones prácticas[/icon] La escucha de la narración de la Transfiguración es invitación a los cristianos a afianzar la fe en el misterio de la muerte y resurrección de Cristo, para adherir en plena fidelidad a la alianza, a la voluntad de Dios, y ser verdaderos discípulos de Cristo. Proponer a los fieles la práctica de las obras de misericordia en este Tiempo de Cuaresma, muy recomendadas por el Papa Francisco para este Año Jubilar. En el marco del Año de la Misericordia, aprovechar el Tiempo de Cuaresma para ganar la indulgencia plenaria. Recordar que mañana lunes 22 de febrero, es la Fiesta de la Cátedra de San Pedro, Apóstol; invitar a orar de manera especial por el Santo Padre el Papa Francisco.