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votaciones

Sáb 24 Oct 2015

Defendamos los derechos y deberes con una sana votación

Escrito por: Mons. Edgar de Jesús García Gil Primera: Defender los derechos de Dios y los deberes que todos tenemos frente a Dios por ser profundamente creyentes, respetando la libertad religiosa de cada una de las personas que viven en nuestro realidad colombiana. Siendo personas de testimonio en la verdad, bondad, belleza y unidad de Dios, del hombre y de la creación, y no mercaderes proselitistas que le apostamos al mejor pagador o comprador de votos. Segunda: Valorar y respetar la dignidad, los derechos y deberes de la personas humanas reconociendo que cada uno es un hermano o una hermana y que merece todo nuestro respeto aunque su ideología política sea diferente a la nuestra. Siendo justos y caritativos con los más necesitados de nuestra sociedad. Siendo muy sensibles y defensores de los derechos fundamentales de nuestros pueblos como la vida en todos sus estadios. No a la guerra, no al conflicto armado, no al aborto ni a la eutanasia. Atentos al trabajo, al alimento, a la educación, a la vivienda, a la recreación, al matrimonio, a la unidad familiar. No dispuestos hacerle juego a las maquinarias politiqueras que manipulan la opinión pública y convierten nuestra débil democracia en una figura vergonzosa. Tercera: Cuidar y guardar la "casa común", como dice el Papa Francisco, es decir, el equilibrio majestuoso de la creación para que en el presente y en el futuro todas las generaciones tengan un lugar digno y hermoso. Fomentar, por lo tanto, una sana conciencia ecológica frente al mundo creado. No permitir en los programas políticos un planeta tierra basurero, sin agua y sin oxígeno limpios por la catastrófica depredación de los que se dejaron arrastrar por los intereses mezquinos y egoístas de personas y empresas sin conciencia ecológica que solo les interesaba sus propios intereses económicos. Por supuesto que en nuestra democracia debemos ejercer nuestro deber de votar a conciencia por aquellas personas que según nuestro criterio pueden llevar nuestro país por los caminos de la auténtica justicia, la reconciliación, el perdón y la paz. No a las Empresas politiqueras que han herido profundamente la democracia colombiana convirtiendo el arte de la política en una feria de mercaderes. Tu decisión de votar o no votar decide, aunque no te parezca, lo mejor o lo peor para Colombia. + Édgar de Jesús García Gil Obispo de Palmira

Mié 21 Oct 2015

Convocados a votar

Escrito por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo El próximo domingo estamos llamados a elegir gobernadores, alcaldes, ediles y concejales. En primer lugar, debemos valorar, aunque con sus limitaciones, el sistema democrático que tenemos y que siempre debemos salvaguardar. Luego, nos corresponde asumir a todos, y en particular a los católicos, la responsabilidad y el deber ciudadano de votar con madurez política teniendo en cuenta, ante todo, el bien común. No podemos ignorar que de las personas que elegimos depende, en buena parte, la estabilidad, la honesta administración y el progreso de nuestro país. Conducir el camino histórico de un pueblo no es fácil; máxime, con las delicadas y complejas situaciones que vivimos. La economía requiere un manejo muy cuidadoso y técnico en medio de la realidad global que de una u otra forma nos afecta y desafía. Aclimatar la auténtica paz, que es un desarrollo integral y sostenible para todos, es una tarea que no admite los simplismos o politizaciones en que a veces caemos. Llegar a una transformación cultural, mediante una educación escolar y ciudadana, que se asiente sobre valores indefectibles, no es cosa que se consigue de un día para otro. En la raíz de los retos que debemos afrontar está la crisis ética de nuestra sociedad. Hemos entrado en un desconcierto moral en el que honesto y deshonesto, bueno y malo, verdadero y falso no pasan de ser palabras. Obramos como si bueno fuera lo que nos agrada, lo que nos produce dinero, lo que nos da poder como individuos o como grupo. Pensamos que mentir es un ingrediente indispensable de la convivencia y del éxito personal. Actuamos como si la honestidad fuera para los demás, pues cada uno debe aprovechar la oportunidad de lucro y de poder que, a cualquier precio, se le ofrece. Las consecuencias son temibles. Con el derrumbe de la ética se ponen en juego la dignidad y los derechos de las personas; valen más los bienes materiales que la vida humana; la actividad económica y política ya no está al servicio del bien común; el progreso integral de la sociedad queda supeditado a los mecanismos casi anónimos de la producción; y el proyecto del país cede ante los intereses particulares. Así se llega, por ejemplo, a poner en cuestión la vida del ser humano por el aborto y la eutanasia, a cometer delitos en nombre de la ley o de los derechos, a utilizar todo tipo de trampas y mentiras para imponer los propios y ocultos proyectos. De esto se sigue el quebrantamiento de las bases del Estado de derecho, el crecimiento de la indiferencia e insolidaridad con los más pobres y necesitados, la opción de los jóvenes de evadir la realidad mediante el degradante consumo de las drogas, la vida frívola y vacía de la sociedad manipulada por ciertos medios de comunicación, la búsqueda compulsiva de diversión y sexo, y, por último, el recurso a la violencia como forma de conseguir lo que se quiere, aniquilando si se necesita a los demás. El deterioro ético, al que se va llegando como inconscientemente, genera un estilo de sociedad realmente invivible. Por tanto, debemos tomar en serio las próximas elecciones para reforzar la vida moral de nuestra sociedad, para superar diversas formas de corrupción, para defender y promover el valor de la persona humana como base de todo ordenamiento social, político y económico. Esto exige apoyar con el voto a los candidatos que sabemos que son honestos, que defienden la institución familiar, que promueven una educación con valores profundamente humanos. Debemos favorecer a los políticos que, al menos, están menos lejos de estos propósitos planteados. No se puede desperdiciar ni vender el voto. Nos corresponde elegir, a conciencia, no sólo entre la paz y la guerra, sino también entre la justicia y la injusticia, entre la verdad y la mentira, entre el bien y el mal. No es pequeña la responsabilidad de votar. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín