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Mar adentro - blog

Lun 2 Dic 2024

Adviento: tiempo de conversión y esperanza

Por Pbro. Gerardo Andrés Guayacán Cruz - El Adviento es uno de los períodos más significativos del calendario litúrgico cristiano. No solo marca el inicio del año litúrgico, sino que nos invita a una profunda reflexión teológica sobre el misterio de la Encarnación y la segunda venida de Cristo.La palabra "Adviento" proviene del latín adventus, que significa "venida", y se refiere a la espera de la venida de Cristo, tanto en su nacimiento en Belén como en su prometido regreso al final de los tiempos, la Parusía.El núcleo teológico del Adviento se encuentra en la celebración del misterio de la Encarnación. En el corazón de la fe cristiana, se halla la afirmación de que Dios, en su infinita misericordia, se hizo carne en la persona de Jesús. La Encarnación no es solo un evento histórico, sino un acto de salvación universal, en el que el Dios mismo se hace Hombre para redimir a la humanidad del pecado y la muerte.Este misterio tiene dos profundas implicaciones teológicas. Primero, destaca la gracia de Dios: el Salvador no llega como un rey imponente, sino como un niño frágil nacido en la pobreza, revelando que el amor de Dios no tiene fronteras y se ofrece gratuitamente a todos. Segundo, la Encarnación señala la unión de lo divino y lo humano en la persona de Cristo, (la unión hipostática de Cristo, verdadero Dios y verdadero Hombre).Además de su vínculo con la primera venida de Cristo, el Adviento también nos introduce en una dimensión escatológica. El término escatología, en la teología cristiana, se refiere a la Parusía, o segunda venida de Cristo al final de los tiempos. En el Adviento, se profundiza en la expectativa escatológica, recordando que la venida de Cristo no se limita a su nacimiento en Belén, sino que apunta a su regreso en gloria para juzgar a vivos y muertos. El Adviento, por tanto, es una invitación a vivir en tensión entre “el ya y el todavía no” de la salvación.En la lectura de los textos bíblicos de Adviento, especialmente los del Evangelio de Mateo, Marcos y Lucas, se subraya la necesidad de estar vigilantes y preparados para la venida definitiva del Señor. Los evangelios nos recuerdan que, así como el pueblo de Israel aguardaba al Mesías, los cristianos debemos vivir como si la venida de Cristo pudiera ocurrir en cualquier momento. Esta esperanza escatológica no es motivo de temor, sino de aliento, pues los cristianos sabemos que, con la segunda venida, se consumará el Reino de Dios, un Reino de justicia, paz y bienaventuranza eterna.Uno de los aspectos más profundos de este tiempo litúrgico es el de la Esperanza. Esta virtud no solo nos hace mirar al pasado, hacia el nacimiento del Señor, sino también hacia el futuro, hacia la esperanza de su regreso glorioso. El Adviento nos recuerda que nuestra vida cristiana es una constante espera de esa promesa, y nos anima a vivir con la certeza de que la victoria final de Dios es nuestra esperanza.La esperanza cristiana es activa y transformadora. No es una espera pasiva o resignada, sino una espera que nos mueve a vivir de acuerdo con los valores del Evangelio, a ser agentes de paz, justicia y amor en un mundo que tanto lo necesita. En este sentido, el Adviento es también un tiempo para recordar que somos llamados a colaborar en la construcción del Reino de Dios aquí y ahora.El Adviento es también tiempo de conversión. La figura de Juan el Bautista, que aparece en los evangelios de este tiempo litúrgico, nos recuerda la necesidad de "preparar el camino del Señor". Juan predicaba una conversión radical: arrepentirse de los pecados y hacer que nuestros corazones estén preparados para recibir al Salvador.El llamado a la conversión durante estos días siguientes, es un llamado a abrir nuestras vidas a la acción de Dios, a permitir que Él entre en nuestro ser y nos transforme. Es un tiempo para sanar las heridas del alma, para reconciliarnos con Dios y con los demás, y para dejar atrás todo lo que nos aleja de Él.La Iglesia nos recuerda que la salvación es una obra iniciada en la Encarnación y que es una realidad viva en nuestra vida cotidiana. Que este Adviento sea un momento para renovar nuestra fe, para abrir nuestro corazón a Cristo y para vivir en la esperanza de la venida del Señor.Que éste sea un tiempo especialmente gozoso, con esa alegría incontenida de quien está esperando a alguien sumamente amado, sumamente deseado.Pbro. Gerardo Andrés Guayacán CruzSacerdote de la Diócesis de Duitama-Sogamoso

Mié 23 Oct 2024

El Leccionario Propio de los Santos y Misas Comunes

Por Pbro. Jairo de Jesús Ramírez Ramírez - El 30 de septiembre del corriente año 2024, en la memoria litúrgica de san Jerónimo, el Dicasterio del Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, sorprendió a la Iglesia colombiana con la aprobación del Leccionario del Propio de los Santos y Misas Comunes (cf. Prot. No. 180/24). Se trata del Volumen No. IV del Leccionario de la Misa, que da continuidad a la perspectiva del trabajo iniciado por los Señores Obispos de la entonces Comisión Episcopal de Liturgia, quienes emprendieron la delicada labor de disponer la nueva versión en español del Ordo Lectionum Missae, de 26 de mayo de 1969 y 21 de junio de 1981, con un lenguaje más asequible al Pueblo fiel de Dios (Cf. SC, n. 36).Los primeros volúmenes en ser aprobados fueron: el Leccionario de la Misa para los domingos y fiestas del Señor (año A); el Leccionario de la Misa para las ferias de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua; el Leccionario de la Misa para las ferias del Tiempo Ordinario (año par) y el Leccionario de la Misa para las ferias del Tiempo Ordinario (año impar), aprobados el 13 de mayo de 2017 (Prot. 579/16). Más adelante, el Leccionario de la Misa para los domingos y fiestas del Señor (año B), aprobado el 10 de agosto de 2017, (Prot. N. 400/17). Finalmente, el Leccionario para los domingos y fiestas del Señor (año C), aprobado el 3 de diciembre de 2018 (Prot. 417/18). La confección del nuevo volumen ha significado un largo camino. En primer lugar, fue necesario confrontar el Calendario Propio de Colombia con lo establecido en distintos documentos de la Iglesia Universal. Luego de una atenta investigación histórica, teológica y pastoral, la Comisión Episcopal de Liturgia –con la ayuda de varios peritos–, presentó una propuesta seleccionando los santos más relevantes de orden nacional, que fue aprobada por el Episcopado Colombiano reunido en la CXIV Asamblea Plenaria, en su sesión del 9 de febrero de 2023, con 71 votos positivos, de 72 votantes, una vez escuchado y revisado el trabajo. Seguidamente, se solicitó la confirmatio al Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, que fue obtenida el 9 de noviembre de 2023, con protocolo N. 190/23.Con la aprobación del Calendario Propio de Colombia, provino la serie de lecturas para las celebraciones de los santos. Por tanto, este volumen recoge los Santos del Calendario General, además, la Bienaventurada Virgen María de Guadalupe, patrona de América (12 de diciembre); santo Toribio de Mogrovejo, Obispo, patrono de los Obispos de América Latina (23 de marzo); santa Rosa de Lima, virgen, patrona de América Latina (23 de agosto). También, las fiestas y los santos propios de Colombia: La exaltación de la Santa Cruz (3 de mayo); santos Felipe y Santiago, apóstoles (4 de mayo); santa María Bernarda Bütler, virgen (19 de mayo); Nuestro Señor Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote (jueves después de la Solemnidad de Pentecostés); Bienaventurada Virgen María del Rosario de Chiquinquirá, patrona de Colombia (9 de julio); san Ezequiel Moreno, obispo (19 de agosto); san Pedro Claver, presbítero (9 de septiembre); san Luis Bertrán, presbítero (9 de octubre); y, santa Laura de Santa Catalina de Siena Montoya y Upegui, virgen (21 de octubre). Finalmente, la serie de lecturas del común de santos en las que se proponen los textos más oportunos para las diversas categorías (mártires, pastores, vírgenes, etc.); y una cantidad de textos que hablan de la santidad en general (Cf. OGLM, n. 70, 2).Durante los últimos sesenta años el Episcopado colombiano ha hecho grandes esfuerzos para que la Palabra de Dios llegue en la propia lengua a todos los rincones del país. Entre estos, se destaca, la decisión de adoptar como texto bíblico para la confección y edición de los Leccionarios de la Misa, la “Sagrada Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española”, que acababa de recibir de la Santa Sede, con fecha 29 de junio de 2010, la primera recognitio de una traducción del texto bíblico entero para uso en la liturgia, realizada por expertos (cf. XC Asamblea Plenaria. Acta No. 5, 11 de febrero de 2011).La adaptación de la Biblia Española al uso colombiano consistió, entre otras cosas, en el cambio del uso del pronombre personal vosotros por ustedes, así como el de algunas palabras de uso corriente en España que presentan dificultad de comprensión en el contexto cultural colombiano7. Estos cambios fueron aprobados por el Episcopado Colombiano durante la XCV Asamblea Plenaria, en la sesión del 11 de julio de 2013, y confirmados por la Santa Sede, el 25 de marzo de 2015, bajo el protocolo N. 542/13/L, marcando un hito importante en la historia de la liturgia del país.De este modo los señores obispos de Colombia respondieron a los Padres conciliares del Vaticano II que ordenaron abrir con mayor amplitud los “tesoros de la Palabra divina” (SC, n., 35), ofreciendo una mayor abundancia y variedad de lecturas bíblicas y hacer “traducciones exactas y adaptadas en diversas lenguas partiendo de los textos originales” (SC, n. 22).Al anunciar, pues, la llegada del volumen del Leccionario para las celebraciones de los santos, nos ponemos bajo la mirada de Dios, a quien glorifica la asamblea de los santos, “nos ofrece el ejemplo de sus vidas, la ayuda de su intercesión y la participación en su destino, para que, ayudados por tan innumerables testigos, corramos victoriosos la carrera que se nos propone y con ellos alcancemos la corona inmarcesible de la gloria”, como reza el Prefacio de los Santos I . Así deseamos contribuir a la vida profunda de la Iglesia y de su actividad evangelizadora. El nuevo texto litúrgico estará disponible en la librería de la Conferencia Episcopal de Colombia a partir del mes de enero del año 2025.Pbro. Jairo de Jesús Ramírez RamírezDirector del Departamento de LiturgiaSecretariado Permanente del Episcopado Colombiano

Vie 18 Oct 2024

¡Vayan e inviten a todos al banquete!

Por Pbro. Samir de Jesús García Valencia - Ha llegado la hora de celebrar en todas las 78 jurisdicciones eclesiásticas de la Iglesia en Colombia, el OCTUBRE MISIONERO 2024. Gracias al Papa Pío XI, quien dio un impulso especialísimo al ser y quehacer eclesial que es LA MISIÓN y LAS MISIONES.Desde el año 1926 la Iglesia, presente en todos los continentes, lleva a cabo este significativo acontecimiento en el décimo mes de cada año. Es una oportunidad para recordar nuestro compromiso misionero, especialmente Ad Gentes, como lo indicó el Señor Resucitado: “Vayan al mundo entero y anuncien el Evangelio” (Mc 16, 15).El 28 de febrero de 1926 el Papa Pío XI recordaba a la Iglesia universal su sentido fundamental al indicar que la Iglesia no tiene otra razón de ser sino la de hacer partícipes a todos los hombres de la redención salvadora, extendiendo por todo el mundo el reino de Cristo (Cf. Encíclica Rerum Ecclesiae, 2). Y, en este contexto, un rescripto de la Sagrada Congregación de Ritos, firmada por el Prefecto Cardenal Vicco, con fecha del 14 de abril de 1926, fue el acta de fundación del DOMUND (Domingo Mundial de las Misiones), que se convirtió en el día más importante del mes misionero para unirnos como familia universal y contribuir con nuestras oraciones, sacrificios y ofrendas para apoyar LA MISIÓN que el Señor ha confiado a toda la comunidad de bautizados.En este sentido, el Santo Padre Francisco en el mensaje para la XCVIII Jornada Mundial de las Misiones de este año 2024, inspirado en la parábola evangélica del banquete nupcial, Mt 22, 1-14, titulado “Vayan e inviten a todos al banquete” (Cf. v. 9), también nos dice:“La misión universal requiere el compromiso de todos. Por eso es necesario continuar el camino hacia una Iglesia al servicio del Evangelio completamente sinodal-misionera. La sinodalidad es de por sí misionera y, viceversa, la misión es siempre sinodal. Por tanto, una estrecha cooperación misionera resulta hoy aún más urgente y necesaria en la Iglesia universal, así como en las Iglesias particulares. Siguiendo la línea del Concilio Vaticano II y de mis predecesores, recomiendo a todas las diócesis del mundo el servicio de las Obras Misionales Pontificias, que son los medios primarios para «infundir en los católicos, desde la infancia, el sentido verdaderamente universal y misionero, y de recoger eficazmente los subsidios para bien de todas las misiones, según las necesidades de cada una» (Decr. Ad Gentes, 38). Por esta razón, las colectas de la Jornada Mundial de las Misiones, en todas las Iglesias locales, están enteramente destinadas al Fondo Universal de Solidaridad que la Obra Pontificia de la Propagación de la Fe distribuye después, en nombre del Papa, para las necesidades de todas las misiones de la Iglesia. Pidamos al Señor que nos guíe y nos ayude a ser una Iglesia más sinodal y más misionera”. (Mensaje del Santo Padre Francisco para la XCVIII Jornada Mundial de las Misiones 2024).Qué bueno, entonces, que todos los bautizados presentes en la Iglesia que peregrina en Colombia, podamos aprovechar esta ocasión tan especial del Octubre Misionero para animar, fortalecer y continuar formándonos en la conciencia universal de LA MISIÓN. Nuestras oraciones, sacrificios y ofrenda económica serán un gesto concreto, afectivo y efectivo, para seguir respondiendo generosamente a la invitación de Cristo de ir al mundo entero y anunciar el Evangelio (Mc 16,15).Durante la celebración del XIII Congreso Nacional Misionero, Gran Congreso Centenario, en el pasado mes de julio, en Bogotá, todos los que estábamos allí presentes y quienes se unían a través de la virtualidad entonábamos con fuerza el lema del Congreso: En la Iglesia misionera, ¡COLOMBIA DE PRIMERA! Este lema no era solo un grito folclórico, fue el impulso del Espíritu Santo que invitaba a la Iglesia en Colombia a continuar comprometiéndose generosamente con la tarea misionera encomendada por Cristo Resucitado.Es preciso, entonces, que retomemos, con pasión y decisión, lo que la Iglesia Universal nos pide: estar en salida misionera con la especificidad de buscar a quienes no conocen a Cristo aquí, allí y allá. Iglesia de Colombia: ¡Este es tu momento! ¡El kairós de la misión ad gentes! Iglesia de Colombia: ¡El mundo católico espera mucho de ti! ¡Iglesia de Colombia: eres la única en el concierto Latinoamericano y del Caribe, en donde las Sandalias del Pescador de Galilea, representado en sus Vicarios, ha pisado tus suelos: ¡San Paulo VI, San Juan Pablo II y Francisco! ¡Que resuenen nuevamente entre nosotros sus mensajes de compromiso misionero! (cf. Homilía del Excmo. Mons. Mario de Jesús Álvarez Gómez, durante la Celebración del XIII Congreso Nacional Misionero, Bogotá, 6 de julio de 2024).Vivamos entonces este Octubre Misionero 2024 dejándonos impulsar por la fuerza del Espíritu Santo que renueva continuamente la Iglesia y muestra siempre los nuevos caminos de LA MISIÓN. Iglesia en Colombia tu vocación es MISIÓN.Pbro. Samir García ValenciaDirector del Centro Nacional Misionero CECDirector Nacional OMP de Colombia

Jue 17 Oct 2024

Una infamia criminal

Por P. Mario García Isaza - La Superintendencia de Salud emitió, el pasado 20 de septiembre, una Circular Externa, la 2024150000000011-5, “por la cual se imparten instrucciones generales de inspección, vigilancia y control para la garantía del derecho a la salud de personas trans en Colombia”.Se trata de un mamotreto de 23 páginas, cuyo contenido, cuyas determinaciones, impartidas con carácter de obligatoriedad, son profundamente inmorales, sencillamente aberrantes y criminales.Subyace al documento en mención, como sucede en tantos otros de nuestras Cortes y otros organismos oficiales, el fatal desconocimiento o la negación de la existencia de una Ley Natural, que, por serlo, es anterior y está por encima de toda ley positiva; desconocimiento o negación que llevan, inevitablemente, a aberraciones como son el presentar como un derecho el asesinato de los nonatos, o la eliminación por eutanasia de quien sufre o es considerado inútil, o la asimilación con el matrimonio de uniones anormales y vitandas, o la corrupción de los niños y adolescentes mediante la imposición de la ideología de género…La malhadada circular trae a cuento más de 25 resoluciones de nuestra Corte Constitucional, siempre tan deslumbrada en materia de ética y tan empeñada en zapar los cimientos cristianos de la sociedad colombiana, que supuestamente dan pie a las escabrosas normas de la Supersalud. Me refiero especialmente al apartado H de la circular, dedicado a “infancias y adolescencias trans en proceso de desarrollo” (?) Y que pretende “asegurarle a esta población un desarrollo saludable y apoyo en la afirmación y/o expresión de género”. Es un intento siniestro, sellado con veladas y tortuosas amenazas de sanción, de promover, como algo positivo, normal y hasta plausible, la perplejidad afectivo-sexual y el cambio de sexo; es decir, violentar la naturaleza, otorgarle el sello de normal a lo que no lo es, torcerle el cuello a lo establecido por el Creador del hombre y de todo cuanto existe.“A imagen de Dios los creó. Hombre y mujer los creó”, reza el Libro del Génesis.Hace la Circular de la Superintendencia, afirmaciones contraevidentes, que no se sostienen ante las leyes de la sicología, ni siquiera ante el más elemental sentido común. Resulta casi risible afirmar, como lo hace apoyándose en la Sentencia T-447 de la Corte, que “a los cinco años los niños desarrollan su identidad de género” ¿Se habrán asomado los togados de la Corte y el Superintendente Leal a un manual de sicología evolutiva? No parece. Y basándose en semejante dislate, establece la Circular que los niños, óigase bien, tienen derecho a pedir, y los médicos obligación de atenderlos, que se les practique una intervención quirúrgica o se les suministre una medicación para cambiar de sexo, y que no solamente no es necesario, sino que constituye una intromisión indebida, pedir o esperar la autorización o aprobación de los padres. Y se despacha con afirmaciones insensatas, como ésta: “la protección o reconocimiento de esa identidad (sexual) por medio de procedimientos médicos no están sujetos a cumplir determinada edad, ni existe ninguna evidencia científica que así lo sustente”; para establecer consecuentemente que “en los casos de intersexualidad (?) el consentimiento sustituto para la definición de sexo es válido…solamente cuando se emite antes de ese umbral” (los cinco años) Y más patochadas: “Los menores de edad son los únicos que pueden decidir sobre su vida y libertad, las cuales incluyen el sexo como elemento relevante de su identidad” ¡Por Dios! ¿Se percatarán de la barbaridad en que incurren? Porque, según eso, los adultos no gozan de esa autonomía y libertad.Habría campo para muchas otras consideraciones sobre esta Circular de la Superintendencia, que es una verdadera infamia. Habría, por ejemplo, que hacer énfasis en que con esas determinaciones se violan y pisotean de forma imperdonable el derecho y la autoridad de los padres de familia. Ya, en virtud de decisiones como las de esta circular, se ha llegado al colmo de que una niña de nueve años que llega con sus padres a un consultorio médico, sea recibida por el profesional de la salud con interrogantes como éste: ¿Cómo te percibes: niña o niño? Y, atérrense ustedes: el Presidente ha tratado de delincuentes a unos padres de familia que han protestado contra este adefesio moral de la superintendencia, y ha amenazado con denunciarlos penalmente.Ante esta actuación abusiva y grotesca de la Superintendencia, deberían darse una protesta y rechazo multitudinarios de la sociedad colombiana.Se ha convocado una marcha de protesta para el próximo 19 de octubre, con el objetivo de pedir la revocatoria inmediata de la nefasta circular. Vale la pena apoyar esta convocatoria, y dejar oír nuestra voz de rechazo ante estos atentados protervos contra la inocencia de nuestros niños.P. Mario García Isaza c.m.

Mié 16 Oct 2024

Canonización del beato José Allamano

Por P. Carlos Alberto Zuluaga Benjumea, IMC - El próximo 20 de octubre de 2024 tendrá lugar en la Plaza de San Pedro en Roma, en el marco de la Jornada Mundial de Las Misiones (DOMUND), un acontecimiento extraordinario para la Iglesia Católica, especialmente para los Misioneros y las Misioneras de la Consolata. También porque entre varios beatos que serán proclamados santos por el Papa Francisco se encuentra uno que sin haber estado nunca en misiones, es más misionero que muchos, pues es el Padre Fundador de los Misioneros y Misioneras de la Consolata.Giuseppe Allamano nació en Castel Nuovo D’Asti el 21 de enero de 1851. Desde niño, gracias a la piedad de sus padres Giuseppe Allamano y María Cafasso y a los lazos de parentesco con un tío que será santo, José Cafasso, mostró inclinación hacia la vida sacerdotal y entendiendo, ya desde temprana edad, lo que dirá luego a sus aspirantes que: “El Señor me llama hoy y no sé si me llamará mañana”, ingresó al Colegio de Don Bosco, que era también su paisano. Sin embargo, también por designio divino, no se quedó allí, sino que pasó al seminario diocesano donde fue ordenado sacerdote a la edad de 22 años, después de pasar todas las etapas de formación.Un personaje que lo marcó profundamente fue el Cardenal Guglielmo Massaia con la narración de sus experiencias misioneras en Etiopía. Esa especie de fijación que se creó en él, lo llevó a pensar en la necesidad de compartir la exagerada abundancia de clero de la Diócesis de Turín con las gentes del África, tan necesitadas del anuncio del mensaje de Jesucristo.Poco a poco fue contagiando con su entusiasmo, acompañado de mucha oración a los pies de La Consolata, patrona de Turín, en cuyo Santuario pasó muchos años como Rector, a compañeros del Clero diocesano hasta llegar a dar origen a una comunidad de Misioneros en 1901 y de Misioneras en 1910, destinados a la evangelización en África.La propuesta del carisma por él sentido y vivido, a pesar de que siguió siendo sacerdote diocesano, tuvo una gran acogida y pronto crecieron las dos familias y expandieron su acción misionera a muchos países con presencia en la actualidad en 24 de ellos en cuatro continentes.Inicialmente el carisma fue exclusivamente “Ad gentes”, es decir para los no cristianos; sin embargo, las circunstancias geográficas e históricas junto con las reflexiones de los Capítulos Generales han hecho que la acción evangelizadora de los Misioneros y Misioneras de la Consolata se ejerza también en otras realidades de la vida moderna aparentemente ya evangelizadas: las periferias urbanas, la juventud, las minorías étnicas, la justicia y la paz, el cuidado de la creación, el perdón y la reconciliación, etc.Entre los muchos contenidos de la doctrina del Santo Fundador José Allamano que quiere a sus Misioneros eucarísticos, marianos y papalinos hay dos fundamentales expresados así: “Los quiero primero santos y después misioneros” y la otra refiriéndose a la acción misionera y su efecto en los evangelizados: “Amarán una religión que además de hacerlos más felices en esta vida les prometa la vida eterna”. Eso es lo que tratan de vivir y hacer actualmente los Misioneros y Misioneras de la Consolata presentes en Colombia desde el 12 de diciembre de 1947.*Artículo de autoría conjunta / Misioneros y Misioneras de la Consolata

Mar 1 Oct 2024

El grito de los Migrantes y Refugiados

Por Pbro. Rafael Castillo Torres - Este domingo, 29 de septiembre, la Iglesia universal celebra la Jornada Mundial del Migrante y Refugiado bajo el lema “Dios camina con su pueblo”, precisamente porque, como nos ha dicho el Papa Francisco en su mensaje para esta jornada, “muchos emigrantes experimentan a Dios como compañero de viaje, guía y ancla de salvación. Se encomiendan a él antes de partir y a él acuden en situaciones de necesidad. En él buscan consuelo en los momentos de desesperación”.Como Pastoral Social/ Cáritas colombiana vemos, en esta jornada, una gran oportunidad para agradecer a Dios e ir consolidando todas las acciones que nuestras parroquias, comunidades, instituciones, servicios diocesanos y ‘Comunidad de Protección’, han venido realizando por nuestros hermanos migrantes y comunidades de acogida, a partir de las cuatro acciones que nos ha sugerido el Papa Francisco: Acoger, Proteger, Promover e Integrar.Acciones que evidenciamos en los muchos espacios de convivencia, formación, incidencia y reflexión que se tienen con ellos; en los encuentros con distintos actores que, igualmente, sirven y acompañan tanto de la institucionalidad como de la cooperación; en la riqueza de los intercambios comunitarios y buenas prácticas de organizaciones de migrantes, así como en los momentos de oración y celebración con ellos, en los cuales hemos aprendido que, con el aporte de todos, que es pobreza compartida, acontece en su pueblo, un Dios salvador que multiplica y hace crecer los dones que sostienen la esperanza.Las experiencias de caridad en la frontera, expresadas en los encuentros y contacto directo de los señores obispos de Colombia, Venezuela, Ecuador, Panamá y Centro América y, más recientemente, el encuentro de obispos de Norteamérica, Centroamérica y el Caribe, así como las visitas y acciones conjuntas a las rutas migratorias del Tapón de Darién, tanto en Necoclí como en el Vicarito Apostólico del Darién en Panamá, en Riohacha, Cúcuta e Ipiales; el acompañamiento cercano del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral de la Santa Sede y de las Nunciaturas Apostólicas de nuestros países; los mensajes recibidos de manera directa de parte del Papa Francisco y el acompañamiento que hemos realizado a esa otra frontera de mar territorial del Vicarito Apostólico de San Andrés y Providencia en límites con Nicaragua y cercanos a Costa Rica, ruta de migración riesgosa en la que igualmente han desaparecido embarcaciones y personas, nos ha mostrado, no solo la magnitud del fenómeno sino también su complejidad.Un consenso práctico de estos esfuerzos sinodales de frontera ha sido el compromiso de abordar este desafío global, tanto en lo social como en lo eclesial, desde los criterios pastorales que nos ha dado el Papa Francisco: el tiempo es superior al espacio; la unidad prevalece sobre el conflicto; la realidad es más importante que la idea; el todo es superior a la parte, sencillamente porque todo está conectado.Igualmente, estos encuentros, dadas las experiencias encontradas y las escuchas realizadas nos han colocado ante la urgencia de remontarnos al origen de nuestra solicitud pastoral por nuestros hermanos migrantes y refugiados. Solicitud que tiene su origen cuando se da a luz la vida humana, en un grito. Un grito que escuchamos en el Tapón del Darién y en las aguas del Caribe; en Rumichaca y en Arauca; en Riohacha y en Cúcuta y que todos sentimos en carne propia. Es una solicitud pastoral que no nace ni de una teoría ni de una doctrina en particular, sino de esa larga y compleja madeja de gritos y de “ayes” de hermanos migrantes y refugiados que van clamando, mientras caminan desde el sur hacia el norte.Como Iglesia hemos tomado la decisión de responder a esos gritos. Queremos incidir en una legislación justa en nuestros Estados; en la codificación de normas si hacen falta; en la concreción de pactos y protocolos, porque creemos que todas ellas son posteriores a esa instancia primordial del “escuchar” y “sentir” el grito de quien se ha convertido en víctima, de quien ha sido despojado de su dignidad o de sus derechos. Es un gran aprendizaje que nos ha dejado el acompañamiento cercano del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral.Nuestra pastoral de la movilidad humana, y en particular nuestro acompañamiento a las familias migrantes y refugiadas, ha de partir siempre, no de una declaración o un instrumento jurídico, sino de una experiencia, de un dolor ajeno sentido como propio. Si tenemos que buscar una expresión que sea anterior y que permita trascender toda posición religiosa, “neutral” o ideológica, una expresión que permita que la exterioridad irrumpa en nuestro mundo íntimo y nos movilice hacia una opción por la justicia y los derechos humanos con este pueblo en marcha, nos tenemos que remitir a la protopalabra, la exclamación o interjección de dolor, consecuencia inmediata del traumatismo sentido.El ¡AY! de dolor producido en las familias migrantes y refugiadas por la realidad de sus países, por la trata de personas, así como por las estructuras mafiosas que han hecho de su tragedia un negocio, nos están indicando de manera inmediata no algo sino alguien. El que escucha el grito de dolor queda sobrecogido, porque el signo irrumpe en su mundo cotidiano e integrado, el sonido, el ruido casi, que permite vislumbrar la presencia ausente de alguien en el dolor. “He escuchado el clamor que le arranca su opresión (al pueblo)” (Ex 3,8); “... y lanzando un gran grito, expiró” (Mc 15,37). El grito, antes que la palabra, es quizá el signo más lejano de lo ideológico. Es el límite de la revelación humana y divina, que situándose fuera del sistema lo pone en cuestión. Es un grito que nos ha puesto en camino en la certeza de que Dios camina al ritmo de su Pueblo.Pbro. Rafael Castillo TorresDirector del Secretariado Nacional de Pastoral Social / Cáritas Colombiana

Lun 9 Sep 2024

Arquitectos y Artesanos de Paz

Por Pbro. Rafael Castillo Torres - La paz para Colombia es una tarea en permanente construcción que exige lo mejor de las personas, comunidades e instituciones. Hemos dado inicio a esta XXXVII Semana por la Paz con el lema “Uniendo voces, construimos país”. Es un inicio en el que la Iglesia nos ha exhortado a ser arquitectos del diseño original que nos demanda la construcción de la paz, expresada en políticas públicas de Estado que nacen, no solo del ámbito legislativo, sino también de un acuerdo decente en la negociación, que no piensa únicamente en los intereses de las partes, ni el cálculo político de un gobierno de turno, sino en el mayor bien de una nación que anhela la reconciliación.Los arquitectos, me ha enseñado una amiga, suelen unir la belleza del arte con la técnica. Y ello porque deben diseñar muy bien, construir muy bien y proyectar muy bien, procurando integrar, de manera armónica, la belleza del diseño con el entorno del paisaje y la geografía humana de los espacios urbanos.Una pregunta que viene bien hacernos es la siguiente: ¿Qué debemos tomar en consideración para colocar la piedra angular que nos exige la arquitectura institucional de la paz? La Conferencia Episcopal de Colombia ha dado cuatro postulados que bien podrían ser los buenos “horcones esquineros” que sostienen el ‘Edificio de la Paz’:•"Cuidemos y protejamos, en todo momento, la dignidad e integridad de la vida humana: ¡Que pare todo atentado y homicidio! •Desmontemos el lenguaje polarizante que descalifica al otro y genera odio: ¡Escuchémonos con respeto para llegar a acuerdos! •Seamos sensibles al sufrimiento de los más pobres y vulnerables que siempre terminan siendo los más afectados: ¡Venzamos la indiferencia!•Valoremos y conservemos la institucionalidad estatal y social: ¡Que cada persona se sienta realizada en sus más profundos anhelos y las familias encuentren un entorno favorable para el desarrollo humano integral!"Pero la Iglesia, igualmente, a través de la oración prevista para esta Semana por la Paz, nos invita a ser artesanos y sembradores de paz. De la arquitectura, el cálculo preciso; del sembrador y el artesano un trabajo paciente, realizado en silencio y despacio. Tanto el sembrador como el artesano, mantienen la esperanza y la certeza de que “las cosas buenas requieren tiempo”. Son trabajos hechos a mano y en espera paciente; no programados de forma mecanizada; son lo más lejos de una producción industrial en serie; están por lo general impregnados de estética y creatividad, son originales; nacen de una cultura, de una realidad social; de una visión del mundo y de las personas. Siempre expresan la fuerza de lo simbólico, que une y que encierra la tradición de una cultura como su experiencia de Dios. El hacer las cosas a mano, es lo determinante del producto del artesano; el saber que la mano de Dios acaricia la tierra, es la esperanza del sembrador. Por ello es importante que, durante esta semana y todo el mes de septiembre, podamos visibilizar los esfuerzos de miles de sembradores y artesanos que allá, en sus territorios, están trabajando diariamente haciendo las paces territoriales con propuestas que dignifican la vida.Nuestro anhelo, el cual pedimos con fe a Jesús, Príncipe de la Paz, y a su Madre María, Reina de la Paz, es que los valores del Evangelio se traduzcan en actitudes y comportamientos que generen una corriente de pensamiento y de buenos propósitos en la búsqueda de la reconciliación y de la paz. Por ello, tanto en la arquitectura como en la artesanía, es fundamental la alianza con las universidades, la institucionalidad, los empresarios, las comunidades educativas, los sectores sociales, redes sociales, así como con los periodistas y medios de comunicación masivos y comunitarios. Mantengamos la esperanza y la convicción de que sí es posible incidir en la transformación directa de los imaginarios que permiten el surgimiento de la reconciliación y la paz en Colombia.Pbro. Rafael Castillo TorresDirector del Secretariado Nacional de Pastoral Social / Cáritas Colombiana

Vie 6 Sep 2024

Sacerdote, Eucaristía, Iglesia

Por P. José Antonio Díaz - “Desde hace más de medio siglo, cada día, a partir de aquel 2 de noviembre de 1946 en que celebré mi primera Misa en la cripta de San Leonardo de la catedral del Wawel en Cracovia, mis ojos se han fijado en la hostia y el cáliz en los que, en cierto modo, el tiempo y el espacio se han «concentrado» y se ha representado de manera viviente el drama del Gólgota, desvelando su misteriosa «contemporaneidad». Cada día, mi fe ha podido reconocer en el pan y en el vino consagrados al divino Caminante que un día se puso al lado de los dos discípulos de Emaús para abrirles los ojos a la luz y el corazón a la esperanza (cf. Lc 24, 3.35)”.Estas eran las palabras escritas por Juan Pablo II en su encíclica sobre la Eucaristía Ecclesia de Eucharistia, n° 59, dando testimonio del misterio que vivía cada día en la celebración eucarística. Este testimonio, tan personal y cautivante, demuestra, mucho mejor que cualquier razonamiento abstracto, el carácter esencial de la Eucaristía para la vida y la identidad del presbítero, cumbre y fuente verdadera de todo lo que éste es y hace. No entendería un sacerdote que no viviera a plenitud el misterio que celebra.Precisamente, este ejemplo me alienta a reflexionar sobre la relación que existe entre el sacerdote y el sacramento eucarístico, memorial de la pascua del Señor, dirigiéndome como hermano a mis hermanos presbíteros, pero también, para que los fieles en general conozcan la relación profunda, la verdadera espiritualidad, que debe existir entre el sacerdote, la Eucaristía y la Iglesia.Particularmente, a mis hermanos sacerdotes, los invito a reflexionar sobre el mayor don colocado en nuestras manos y sobre las razones que hacen de la Eucaristía el acontecimiento que da sentido, fuerza y belleza a cada uno de nuestros días. Pensar en el momento sublime en el que celebraremos, junto al pueblo de Dios, o incluso, solos, el Santo Sacrificio.Me permito comenzar con la pregunta que me han planteado muchas veces algunas personas: ¿por qué celebrar la Eucaristía cada día? ¿No será suficiente con el encuentro dominical en el que está reunida toda la comunidad cristiana? ¿Y por qué celebrar la Eucaristía estando solo o ante dos personas? ¿No se vacía así del sentido comunitario que tiene la celebración?Se podría responder a estas preguntas sólo con argumentos teológicos, pero quiero hacerlo también bajo la luz de la vivencia espiritual contenida en las palabras del Papa Polaco, y citadas al comienzo de este escrito, pues son un testimonio profundo y convincente. Las preguntas mencionadas no se podrían responder sin plantearse otras igualmente importantes: ¿por qué somos sacerdotes? ¿Quién nos ha llamado para dar nuestra vida por el servicio de la reconciliación, la Eucaristía y la caridad? Solo hay una respuesta posible: Jesús. Somos sacerdotes porque así lo ha querido Él, porque para ello nos ha llamado y nos ha amado, y aún sigue queriéndonos y amándonos por ello, Él que es siempre fiel en el amor.Decimos, entonces, el sentido de nuestra vida, la razón verdadera de nuestra vocación sacerdotal, no está en algo, aunque fuera lo más hermoso del mundo, sino en Alguien. Es decir, ese Alguien es Cristo el Señor. Somos sacerdotes porque un día Él nos llamó desde nuestra realidad histórica. Cada uno sabe cómo: en la palabra de un testigo, en el ejemplo de alguna persona, en un gesto de caridad que nos ha tocado el corazón, en el silencio de un camino de escucha y oración, tal vez en el dolor de una vida que de repente nos pareció desperdiciada sin Él.A la correspondiente invitación a seguirle le dijimos que sí. En realidad, no hubiéramos podido ser sacerdotes, y serlo, a pesar de todo, en la fidelidad, si no hubiéramos recibido de Él una invitación. Es precisamente este amor el que nos ha inspirado a todas las obras que hemos hecho por los demás: desde la acogida hasta la escucha perseverante y paciente de los demás y el esfuerzo transmitirles el sentido y la belleza de la vida vivida por Dios y su Evangelio, hasta las obras de caridad y el compromiso de trabajar por la justicia, compartiendo en especial la realidad del pobre y tratando de ser la voz de quien no tiene voz. Un sacerdote no lo es por sí mismo, ni por capricho, ni persiguiendo un interés personal, es sacerdote porque Jesús lo ha llamado para esa vocación. No podemos olvidar que nuestro sacerdocio está para el servicio de la comunidad de los creyentes, es decir, la Iglesia; tenemos la función de servir en el nombre de Cristo al Pueblo de Dios. Por eso, un sacerdote no podría ejercer la misión para la que ha sido llamado por Jesús, si niega la comunión con la Iglesia.Todo este testimonio me ayuda a explicar la razón por la que considero necesario celebrar cada día la Eucaristía: aquí no se trata de un precepto, sino de una real necesidad, no sólo emotiva sino profunda e ineludible. Se trata de la necesidad urgente que debe tener todo sacerdote de colmar su vida cada día con la de Jesús. ¿Dónde podríamos encontrarlo sino allí en donde Él nos ha prometido y garantizado el don de Su presencia? «Éste es mi cuerpo, éste es el cáliz de la nueva y eterna alianza, derramado por vosotros y por todos para remisión de los pecados» (Mc 14,22-25; Mt 26,26-29; Lc 22,19-20) (cf. Bruno Forte, Sacerdote y Eucaristía). Las diferentes versiones del Nuevo Testamento sobre la institución de la Eucaristía permiten suponer que la tradición de la Última Cena de Jesús con sus discípulos fue tomando forma literaria en las distintas comunidades, que, fieles al mandato del Maestro, celebraron desde el principio el memorial del Señor (cf. 1 Co 11,23-25).Cada sacerdote hace posible, por mandato de Jesús, y en comunión con el Obispo, ese memorial. Los sacerdotes en primer lugar somos calurosamente invitados a descubrir nuestra identidad sacerdotal, que se vive, especialmente, en la celebración de la Eucaristía. Por eso, la importancia de la relación sacramental que debe existir entre el presbítero y el Obispo, que forman el corazón palpitante de la entera comunidad diocesana. No se entendería nunca un presbítero que rompa la unidad, la armonía y la obediencia que debe existir con su Obispo. Como recordaba en un artículo anterior: del Obispo, se recibe la potestad sacramental y la autorización jerárquica para tal ministerio. La Exhortación Apostólica Post-sinodal Pastores Dabo Vobis, afirma: «En verdad no se da ministerio sacerdotal sino en la comunión con el Sumo Pontífice y con el Colegio episcopal, particularmente con el proprio Obispo, hacia los cuales debe observarse obediencia y respeto» (PDV 28).El amor a la Iglesia, como misterio de comunión para la misión, se aprende del amor del mismo Cristo, que "amó a la Iglesia y se entregó en sacrificio por ella" (Ef 5,25). Citando a Juan Pablo II, cuando afirmaba que "la santa Misa es absolutamente el centro de mi vida y de cada jornada" (Discurso del 27 de octubre de 1995, a los treinta años del Decreto Presbyterorum Ordinis), el Papa Benedicto XVI comenta: "Del mismo modo, la obediencia a Cristo, que corrige la desobediencia de Adán, se concretiza en la obediencia eclesial, que para el sacerdote es, en la práctica cotidiana, en primer lugar, su propio Obispo" (Benedicto XVI, Discurso 13 mayo).La celebración eucarística nos une a Cristo, dejándonos transformar por él, también en su obediencia a los designios del Padre. Por esto, nuestra obediencia "personifica a Cristo obediente" (Benedicto XVI, Discurso 13 mayo) (cf. Tema para la Jornada Mundial de Oración por la Santificación de los Sacerdotes: 3 junio 2005); siendo desobedientes atentamos contra esta unidad querida por el Señor.No se puede olvidar, que la comunión de los sacerdotes con el Obispo redunda en bien de la gente, de los fieles. De unas buenas relaciones los mayores beneficiarios son los fieles, las comunidades. En cualquier circunstancia, pensemos en el bien de la gente. Si uno de nosotros decide romper con esta comunión, rompe con Cristo y con la Iglesia.Para terminar, permítanme formular una última pregunta: ¿Es válida la Eucaristía de un sacerdote que está suspendido o en desobediencia? La situación de un sacerdote suspendido presenta un serio problema teológico - sacramental: Por una parte, la Iglesia le prohíbe el ejercicio del sagrado ministerio; por otra el sacramento del Orden imprime carácter; por consiguiente, quien lo recibió seguirá siendo siempre sacerdote. ¿Se lesiona de alguna manera la coherencia y comunión de la Iglesia?No olvidemos que la función estrictamente sacerdotal es la celebración de la Eucaristía. Todo sacerdote y solamente el sacerdote es ministro de la Eucaristía. Juan Pablo II recuerda: "Debéis celebrar la Eucaristía que es la raíz y la razón de ser de vuestro sacerdocio. Seréis sacerdotes, ante todo, para celebrar y actualizar el sacerdocio de Cristo..." "La Eucaristía se convierte así en el misterio, que debe plasmar interiormente vuestra existencia". (Ordenación sacerdotal de Valencia – España 8 noviembre 1982).Pero volvamos a la pregunta anterior, ¿la Eucaristía celebrada por un sacerdote suspendido o desobediente es válida? La comunión ¿es un sacramento real? Sobre el tema de la validez de la Eucaristía la Iglesia ya ha dado criterios bastante claros. Una Eucaristía es “válida” si en ella realmente sucede la consagración del Cuerpo y Sangre de Cristo. Por tanto, la consagración realmente sucede si y sólo el sacerdote que preside tiene intención de hacer lo que hace la Iglesia con este sacramento. Esto quiere decir, que la validez simplemente significa que Cristo se hace realmente presente por ministerio del sacerdote.Según la enseñanza anterior, una misa puede ser plenamente válida en circunstancias dignas o indignas. En alguna parte leía: como Cristo en su Pasión, así también Cristo en la Eucaristía está literalmente “en nuestras manos” para ser honrado y adorado, como Él realmente merece, o para ser ofendido y calumniado, como a veces sucede, o como cuando un sacerdote está en estado permanente, sin ningún tipo de contrición, en desobediencia. Por eso, en un clima de oración y penitencia, se tiene que decir: nadie está obligado a asistir, es más, no se debería asistir a una celebración eucarística que, aunque sea válida con un sacerdote suspendido o desobediente, pues termina por volverse en un espectáculo que ofende a Nuestro Señor.“Buen pastor, pan verdadero, oh Jesús, ten piedad de nosotros:aliméntanos y defiéndenos, condúcenos a los bienes eternos en la tierra de los vivos.Tú que todo lo sabes y puedes, que nos alimentas en la tierra,guía a tus hermanos al banquete del cieloen el gozo de tus santos. Amén”»(Ecclesia de Eucharistia, n° 62).P. José Antonio Díaz HernándezCanciller Diócesis de Santa Marta