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arzobispo de bogotá

Vie 13 Ago 2021

La voz del Pastor | 15 de agosto de 2021

Reflexión de monseñor Luis José Rueda Aparicio, Arzobispo de Bogotá y primado de Colombia Lectura del Santo Evangelio segúnSan Lucas 1,39-55

Vie 30 Jul 2021

La voz del Pastor | 01 de agosto de 2021

Reflexión de monseñor Luis José Rueda Aparicio, Arzobispo de Bogotá y primado de Colombia Lectura del Santo Evangelio segúnMarcos 6,24-35

Vie 23 Jul 2021

La voz del Pastor | 25 de julio de 2021

Reflexión de monseñor Luis José Rueda Aparicio, Arzobispo de Bogotá y primado de Colombia Lectura del Santo Evangelio segúnMarcos 6,1-15

Jue 15 Jul 2021

La voz del Pastor | 18 de julio de 2021

Reflexión de monseñor Luis José Rueda Aparicio, Arzobispo de Bogotá y primado de Colombia Lectura del Santo Evangelio segúnMarcos 6,30-34

Vie 9 Jul 2021

La voz del Pastor | 11 de julio de 2021

Reflexión de monseñor Luis José Rueda Aparicio, Arzobispo de Bogotá y primado de Colombia Lectura del Santo Evangelio segúnMarcos 6,7-13

Vie 2 Jul 2021

Un mundo sin alma

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo -En varios países del mundo se está dando, desde hace algunos años, una movilización social, que ahora está presente también en Colombia. A esto se añade la tensión producida por la violencia que nos ha azotado en las últimas décadas y las preocupantes situaciones generadas a partir de la pandemia del Covid-19. Todo va alimentando la reacción agresiva de las masas, puede ser con motivaciones acomodadas o aun sin razones concretas, pero en el fondo señalando que algo no funciona bien. Este descontento que está paralizando el país, que promueve un vandalismo que destruye servicios indispensables que entre todos hemos construido, que saca lo mejor y lo peor de las personas, más que a situaciones particulares, se debe a las formas de vida que ha generado un modelo de civilización, cuyos únicos valores y fundamentos son económicos, tecnológicos y políticos. Así se ha creado una sociedad injusta, donde sólo una pequeña parte de la población aprovecha toda la riqueza y para ello utiliza el poder político. A esto se suma la corrupción en el manejo del estado y en la actuación de no pocos servidores públicos, quienes en lugar de pensar a profundidad en la organización y el desarrollo integral de la sociedad, en lamentables componendas políticas, dilapidan los recursos y aceptan todo lo que impongan grupos internos o agendas foráneas, que les permiten detentar el poder y todos sus beneficios. Así quedamos todos bajo unos estereotipos impuestos por unas elites que, con diversos intereses, se pelean el mundo. De otra parte, la búsqueda de comodidad, de lujos y de hedonismo, transformó la vida en un ámbito comercial, donde no se encuentra ni el verdadero concepto ni la forma adecuada de alcanzar la felicidad personal y el bienestar de todos. Esa falta de respeto por la dignidad humana, de ausencia de solidaridad entre todas las personas y de creciente insatisfacción, llega a un punto intolerable. Entonces, los estallidos sociales muestran que estamos frente a un modelo de sociedad mal construido, que debe cambiar. Ante esta realidad, por supuesto, los gobiernos y toda la sociedad deben realizar un dialogo serio para recomponer lo que marcha mal; la clase económica debe patrocinar proyectos audaces para ayudar a los sectores más vulnerables y superar la inequidad; todos debemos propiciar diversas iniciativas para ayudar a quienes están sin los recursos indispensables y aún sin la fortaleza interior para vivir. Pero es preciso pensar que esto no basta y que con el tiempo seguirán creciendo los problemas morales y sociales, que generan indignación y llevan a estallidos imparables. Es preciso ir al fondo. El mundo no puede ser un cuerpo sin alma. La persona humana tiene el deber moral de trabajar sobre sí misma para tener gobierno de su mundo interior a partir de la conciencia; de lo contrario, los instintos y pasiones nos deforman, esclavizan y enfrentan unos contra otros. La visión que, en gran parte, ha construido la sociedad de hoy sólo ha pensando en un bienestar exterior. Si no hay un referente trascendente es imposible encontrar sentido, la calidad humana disminuye, muchos grupos humanos quedan sin protección y sin futuro y la verdadera justicia social nunca llega. La sociedad ha sido víctima de un engaño: creer que la producción y generación de riqueza era el sentido mismo de la vida. Esa dinámica nos puso en una permanente ansiedad, en un terrible individualismo y por último en una lamentable polarización y confrontación. Junto a esto una creciente secularización nos volvió la vida más compleja, más acelerada, más frívola y más triste. La vida se empobreció al desvanecerse los conceptos esenciales de sabiduría, de virtud y de trascendencia. Cada uno inventando el sentido para vivir y muchos mendigándolo en ideologías, que siendo sólo ideas, no pueden responder a la realidad integral de la persona. Ciertamente es preciso atender los problemas inmediatos, pero es necesario pensar también en una respuesta a fondo. La alegría de vivir, la fraternidad, la unidad en torno al bien común no se logran por una campaña publicitaria, ni por la promulgación de una ley, ni por la manipulación ideológica con los potentes medios de hoy, menos todavía por una revolución violenta. La vida verdadera sólo puede venir al mundo por una larga transformación cultural que vaya dando a las personas la sabiduría para vivir bien y la motivación para conducir rectamente su vida. Ahí está el gran servicio de la Iglesia a la humanidad. Es preciso que nosotros veamos claro y que actuemos con más audacia. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Vie 25 Jun 2021

La voz del Pastor | 27 de junio de 2021

Reflexión de monseñor Luis José Rueda Aparicio, Arzobispo de Bogotá y primado de Colombia Lectura del Santo Evangelio segúnSan Marcos 5,21-24.35b-43

Sáb 19 Jun 2021

Inspirado en san José, arzobispo de Bogotá saluda a los padres de familia

En Colombia ya es tradición celebrar, el tercer domingo del mes de junio, el Día del Padre. La Iglesia se une a este homenaje reconociendo la labor de los padres y resaltando la figura de san José, patrono de los padres, quien fue llamado por Dios para servir directamente a la misión de Jesús mediante el ejercicio de la paternidad. Monseñor Luis José Rueda Aparicio, arzobispo de Bogotá y primado de Colombia, al expresar su saludo de felicitación en esta fecha y animar a los padres hacia el camino de una misión santificadora, ofrece tres pasos guiados desde la figura de san José, para vivir este momento. San José trabajador. El trabajo santifica El prelado pidió a los padres de familia que tienen su trabajo, fuere cual fuere, hacerlo cada día con entrega y hacer de él un espacio de santificación. “El trabajo no es un castigo, el trabajo es una dignificación y una santificación al estilo de San José. El trabajo tiene espiritualidad”. El papá debe ser fuerte, pero tierno como san José Recordó cómo, a ejemplo de San José, este hombre que vivió de cerca la ternura, expresada en el cariño y el afecto ofrecidos a su hijo Jesús y a María, los padres también deben cumplir esa misión de amar y guiar a la familia. “Esta ternura la necesitamos corrigiéndonos, amándonos y orientándonos, esa es la misión tierna de un papá al estilo de san José en el ambiente de la familia”, indicó. Necesitamos papás valientes en la fe Frente a este aspecto, el prelado resaltó la importancia de la presencia de Dios a través de la oración en familia, de manera especial cuando esta es animada por iniciativa del padre, siendo este capaz de mostrarse como misionero dentro del hogar. “Necesitamos papás que sean capaces de ser misioneros dentro del hogar, dentro de la familia. Que bello es ver a un papá orando con su esposa, hijos y nietos, porque se convierte en instrumento de Dios, para que toda su familia, a través de la oración, encuentre la presencia del Señor y de la Santísima Virgen”, puntualizó. Finalmente, agradeció a los padres el habernos dado el don de la vida, así como su presencia, su rostro y sus manos trabajadoras.