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colombia

Mié 28 Sep 2016

Iglesia convoca a jornada de oración por Colombia

La Conferencia Episcopal de Colombia (CEC) invitó al pueblo colombiano a celebrar una Jornada de Oración por la paz ante el Santísimo Sacramento el próximo jueves 29 de septiembre en todas las comunidades parroquiales, movimientos apostólicos, seminarios y casas de formación religiosa. En una carta del 20 de septiembre firmada por Mons. Elkin Fernando Álvarez Botero, Secretario General del Episcopado, se informa que la CEC preparó “ayuda litúrgica que incluye textos bíblicos, reflexiones y oraciones que pueden motivar a las comunidades reunidas para la oración delante del Santísimo Sacramento”. Monseñor Álvarez Botero será el encargado de presidir la eucaristía que se celebrará mañana jueves 29 a las 7:00 am en la sede de la Conferencia Episcopal. Luego de este acto litúrgico se realizará a las 8:00 am.la Hora Santa guiada por el padre Jairo Montoya, director del Departamento de Liturgia del Episcopado. Esta jornada de oración será transmitida por el canal católico CRISTOVISIÓN. Descarga esquema de oración Descarga Invitación Descarga temas de los mensajes Descarga Artículo de opinión Mons. Ricardo Tobón Restrepo

Mar 27 Sep 2016

Jornada de oración por Colombia

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo - La Conferencia Episcopal nos ha invitado para que, el próximo 29 de septiembre, hagamos en todas las parroquias, en cada una de las instituciones católicas y a nivel personal una Jornada de Oración por Colombia. Pablo VI enseñaba que la oración es un recurso muy valioso para construir la sociedad “por sus maravillosas energías de tonificación moral y de impetración de trascendentes factores divinos, de innovaciones espirituales y políticas; y por la posibilidad que ella ofrece a cada uno para examinarse individualmente y sinceramente acerca de las raíces del rencor y de la violencia que pudieran encontrarse en su corazón” (1.1.1967). El Catecismo de la Iglesia Católica nos indica que la intercesión es una oración de petición que nos conforma muy de cerca con la oración de Jesús, quien es “capaz de salvar perfectamente a los que por El se llegan Dios, ya que está siempre vivo para interceder en su favor” (Hb 7,25). Luego señala que interceder es lo propio de un corazón conforme a la misericordia de Dios, porque el que intercede busca “no su propio interés sino el de los demás” (Fil 2,4). Y añade, finalmente, que las primeras comunidades cristianas vivieron intensamente esta forma de participación, llamadas a orar “por todos los hombres y por todos los constituidos en autoridad” (Hech 12,5; 1 Tim2,1; CCE 2634 ss). Orar por Colombia es ver a Dios vivo que actúa en las historia de los pueblos y pedirle que venga en nuestra ayuda porque lo necesitamos. Es presentarle nuestras heridas para que las cure y entregarle todo lo que nos agobia para que nos sostenga y alivie. Es decirle que queremos ser una nación libre y justa para que nos ayude a desarrollar nuestra identidad. Es ponernos ante Él para que nos llame desde adentro a la verdad y a la solidaridad. Es permitirle que nos purifique de los pecados que están corrompiendo la personalidad propia que debe tener nuestra patria. Es lograr, con su luz y con su fuerza, acrecentar nuestro compromiso de trabajar decididamente por el bien común. Sin estos elementos la nación no existe. Debemos orar para tener la libertad de los hijos de Dios. Sólo con esa libertad se pueden superar la lucha entre grupos y facciones, la confrontación ideológica que oscurece el horizonte de una nación, la brecha entre ricos y pobres, el egoísmo que clasifica, atropella y excluye a los otros, el odio que genera divisiones, venganzas y muerte. El camino de los hijos de Dios lleva a buscar en todo la verdad y a desterrar el mal. Este es un camino de sabiduría que se debe aprender a recorrer cada día. La señal de que vamos por el camino de Dios es que va desapareciendo el temor, la violencia y la angustia. Por este camino se va llegando a un desarrollo integral para todos y se va renovando la esperanza. El temor y la desesperanza matan a un pueblo. Todas las personas se pueden equivocar, todos los recursos pueden resultar insuficientes, todos los proyectos pueden fallar; el único que no defrauda es Dios. Por eso, debemos apoyarnos totalmente en Él. Un pueblo que ora, es un pueblo que se encuentra con su responsabilidad y su destino, que se convierte y se une para un trabajo en común, que se abre al proyecto de Dios y se compromete a realizarlo. Esta Jornada de Oración implica ponernos a disposición de Dios para que se realice su voluntad sobre nosotros; permitir que él ilumine y dirija nuestra vida para que a través de nosotros haga lo mejor que sea posible en este momento de nuestra patria. Un pueblo sin espíritu nunca será justo, ni libre, ni feliz. Necesitamos a Dios. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Mié 7 Sep 2016

Plebiscito

Por: Mons. Ismael Rueda Sierra - Es un hecho la convocación al plebiscito por parte del Presidente, fijado para el domingo 2 de octubre, con el propósito de conocer el parecer de los ciudadanos en relación con los Acuerdos de la Habana con las FARC, para poner fin al conflicto armado con ese grupo. No cabe duda de la grande agitación política y de opinión que tanto el proceso de paz como esta convocatoria ha despertado en los diferentes sectores sociales y políticos del país, al punto de generar una inevitable polarización, dado que la respuesta única a la pregunta formulada, será el “sí”o el “no”. No hay opción intermedia. No se contempla el voto en blanco y la abstención no reportaría toma de posición sobre la decisión democrática; sólo por omisión, podría pesar en el mínimo requerido. A este propósito, la Iglesia, con el fin de acompañar este ejercicio ciudadano, ha entregado un mensaje en la Asamblea Plenaria, celebrada en julio último, documento en el cual hace un discernimiento sobre las raíces de la violencia, los compromisos pastorales asumidos por el episcopado y la invitación a ser “Artesanos de La Paz”. En un párrafo imprescindible para entender la posición sobre el plebiscito, y aclarar posibles equívocos que se han venido presentando sobre el asunto, los obispos manifestamos: “Convocamos al pueblo colombiano a participar en la consulta sobre los Acuerdos de La Habana, de manera responsable, con un voto informado y a conciencia, que exprese libremente su opinión, como ejercicio efectivo de la democracia y con el debido respeto de lo que la mayoría finalmente determine”. En efecto, queda claro que hay una invitación a participar, en primer lugar; por otra parte, que el objeto de la consulta son los acuerdos de La Habana, no la paz, que es un valor y un deber procurarla y buscarla siempre, además una exigencia permanente, el construirla. Sobre el modo, se pide responsabilidad, tratándose de decisión tan delicada y en consecuencia, por lo que es necesario responder. El voto debe ser informado de manera que, al conocer el contenido y verdad de los acuerdos, garantice la siguiente condición esencial que legitima la decisión tomada que es “en conciencia”. La desinformación es contraria a este requisito. La conciencia informada es la que en últimas responde por una decisión, pues sopesa y discierne los elementos de bien y riesgos que tal decisión implica en la real construcción, en este caso, del bien común y consecuentemente, de aporte eficaz a la incesante construcción de la paz. El voto debe ser libre, por tanto no sometido a ningún tipo de coacción física o moral o producto de promesas o recompensas indebidas. Finalmente, como forma parte del régimen democrático, en cuanto a resultados electorales se refiere, que la mayoría es quien da la pauta de la consulta, deben ser respetados y aplicados con las consecuencias que de ellos se deriven. Por último, es necesario que el discernimiento vaya acompañado de incesante oración para entender el designio de Dios en este momento de nuestra historia, de modo que podamos avanzar en la construcción de un mundo mejor para todos. Con mi fraterno saludo y bendición. + Ismael Rueda Sierra Arzobispo dé Bucaramanga

Mar 6 Sep 2016

La Paz que debemos buscar

Por Mons. Víctor Manuel Ochoa Cadavid - Nos llama el deber cristiano y ciudadano a comprometernos con la construcción de la paz y de la reconciliación de nuestra patria. Por eso, es hora que se sienta la voz de la Iglesia. Como Obispos de esta nación hemos pedido un voto informado y en conciencia, con re-flexión y análisis. La Iglesia es experta en humanidad. Conoce al hombre y sabe qué hay en el corazón de todos porque parte de un principio sublime: “El verbo se hizo carne y habitó entre noso-tros” (Jn 1, 14). Por ello, hay una autoridad moral indiscutible cuando se le propone al pueblo principios y verdades que sirven para vivir. Nuestra decisión debe estar fundada en la conciencia informada y libre. ¿Cuál es la urgencia presente en Colombia? Desde tiempos del profeta Amós (Amós 9, 11) sigue siendo necesidad recurrente aquello que bellamente se nos decía: “En aquel día levantaré la choza caída de David; repararé sus grietas, restauraré sus ruinas y la reconstruiré tal como era en días pasados”. Es desde la unidad como se reconstruye. He ahí el protagonismo eclesial. Así la Iglesia posee por vocación, misión e institución que proceden del mismo Señor de la Historia y del dueño de la vida y de la paz, la sensibilidad y aptitud especial para invitarnos a reconstruir la unidad, para hacer una opción decidida y firme por los necesitados, por los sedientos de justicia, por los que más han sufrido en décadas de conflictos y hostilidades. Hay ahora anhelo de una paz duradera y estable, pero desde la fe sabemos que esa paz se consigue con un proceso que la misma Palabra de Dios ha iluminado. Es un camino que se inicia con un valeroso reconocimiento de los errores cometidos, que prosigue con una también valerosa revisión de la conciencia nacional que debe aprender a pedir perdón, y luego se ha de iluminar con la alegría de manos que se tienden, sinceras y limpias, al encuentro del que pide reconciliación y suplica el perdón. No se ha concluido aún el camino de esta paz deseada y buscada. No se puede negar la importancia de un trabajo largo que ahora llega a unos acuerdos que buscan tiempos de paz y de esperanza. Pero debemos decidir en conciencia, reconociendo que lo pactado compromete decisivamente muchos campos de la vida nacional y que es preciso informarnos con el mayor cuidado y con la más clara conciencia acerca de los alcances de todas las cosas, para que no tengamos el dolor de caer en la injusticia, en el desprecio de tantos dolores sufridos por todos de uno u otro modo. Hay temas que tienen que ser sopesados con cuidado y serenidad. Hay que prepararnos con conciencia para decidir en una consulta que se llama plebiscito. La misma palabra es ya comprometedora porque, según la etimología de la expresión, plebiscito es lo que el pueblo conoce, sabe, entiende y asume. Por eso debemos decidir con plena conciencia. No podemos apresurarnos ni dejarnos impactar con impresiones parcializadas. Tenemos en nuestras manos la posibilidad de valorar o juzgar unos términos de un acuerdo y debemos hacerlo con libertad. Pensemos si de verdad lo pactado coincide con el anhelo de todos o simplemente representa la aspiración de unos u otros. Pensemos si de verdad este sería el camino acertado, es necesario detenerse a calibrar y sopesar todos los factores que, sumados, harían posible una paz digna, justa y verdadera. Cada uno debe decidir. Sugiero que nos apoyemos en la oración, que nos inspiremos en la Palabra de Dios, que tengamos el valor de reconocer las bondades, pero también de sopesar los límites de lo que algunos colombianos han logrado acordar. Necesitamos grandes espacios de oración en estos días y, con espíritu de fe, propongo una gran campaña de adoración eucarística en nuestras parroquias. Sería gravísimo desde nuestra misión de pastores impulsar una u otra posición, a riesgo de parcializarnos. Pero es mi deber invitar a la prudencia, a la decisión seria y consciente. No puede optarse por algo que desconozca la verdad y la justicia, que desprecie el dolor de tantas víctimas. No podemos olvidar que para obtener el perdón por tantos dolores hace falta pedirlo desde el corazón y que nuestra gran misión es reconstruir el corazón de Colombia sin que quede humillada la verdad y la justicia. La Paz es inaplazable, juntos, como colombianos tenemos que encontrar caminos de diálogo y reconciliación en los cuales todos desde diversas visiones -en el respeto de los valores de la persona humana- construyamos un futuro de esperanza. Dios nos ilumine. Por Monseñor Víctor Manuel Ochoa Cadavid Obispo de la diócesis de Cúcuta

Lun 5 Sep 2016

Sí o No

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo - Del 4 al 11 de septiembre celebraremos, una vez más, la Semana por la Paz. Una iniciativa que, promovida por la Iglesia, tiene ya un largo recorrido en Colombia. Se trata de un llamamiento a orar por la paz, a aprender a vivir en paz, a trabajar en la construcción de la paz. Es un ejercicio necesario porque la paz nunca está terminada. La paz es un estado de realización integral que una sociedad está creando permanentemente. Este año llega la Semana de la Paz cuando nos preparamos a participar en la consulta popular que se tendrá sobre los acuerdos que ha hecho el Gobierno Nacional con las FARC en La Habana. Es claro que debemos participar en el plebiscito, como ha señalado la Conferencia Episcopal de Colombia, con un voto informado, libre consciente y responsable. Esto significa que debemos estudiar dichos acuerdos para conocer todas las implicaciones que tienen en la vida y en el futuro del país y, poniendo el bien de la patria por encima de intereses particulares, tomar posición frente a ellos. Como se ha repetido, la Iglesia Católica no llama a votar por el “sí” o por el “no”, sino a una serena reflexión que lleve a optar, en conciencia, por lo que se juzgue más conveniente. La Iglesia debe acompañar a los hijos que tiene en una y otra orilla, por tanto no puede caer en la polarización que vive el país; debe evitar compromisos con partidos y grupos, para no repetir discutibles experiencias del pasado; debe mantener la unidad, para no generar desorientación y confusión con una dispersión de voces; debe desechar visiones recortadas y politizadas de la paz, porque sabe a ciencia cierta que la paz auténtica no llega mientras no se implanten la justicia, la verdad, la libertad y la solidaridad en la sociedad; debe respetar y promover siempre la conciencia y la libertad de cada persona. Como Iglesia tenemos que seguir trabajando por la paz con nuestros medios más eficaces: la evangelización, camino que lleva el corazón humano a pasar del egoísmo y el odio al amor; la práctica de la misericordia que nos pide el Papa Francisco en este año, para no quedarnos en palabras sino llegar a obras concretas; la conformación de pequeñas comunidades, espacios privilegiados para vivir la conversión y la fraternidad; el compromiso generoso y efectivo con los más pobres y necesitados; la acción pastoral en todos los sectores y especialmente, aunque exija sacrificios, en los más violentos. Si bien hay que valorar los análisis que se van haciendo a los acuerdos de La Habana y a los diversos elementos que ellos entrañan, para facilitar un voto consciente y responsable en el plebiscito, no podemos permitir, de otra parte, que la discusión por el “sí” o por el “no” sea otra fuente de discordias y agresividad o que haga crecer la desconfianza que ya existe en un amplio sector del país. Sobre todo, no se puede admitir que la discusión por el “sí” o por el “no” se vuelva una distracción y una evasión que nos hacen olvidar graves problemas y realidades que, lejos de estar resueltos, amenazan hoy seriamente la paz. Concretamente, no habrá paz si la educación no alcanza la calidad necesaria para hacer de los colombianos hombres y mujeres de bien, si no se protege la familia, si sigue creciendo el desempleo, si la economía se desacelera generando inestabilidad social, si el sistema de salud no funciona y obtener un servicio requiere una tutela, si la justicia no actúa y la impunidad campea por todas partes, si la corrupción sigue siendo el cáncer de nuestra sociedad, si la institucionalidad es cada vez más errática para garantizar una democracia con libertad y orden. ¡Se requieren tantas cosas para tener paz! + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Mié 31 Ago 2016

Papa Francisco no participará en elección de magistrados para tribunal de paz

A través de un mensaje enviado por la Secretaría de Estado Vaticano el Papa Francisco reitera su complacencia por el cierre de las negociaciones entre el Gobierno colombiano y el grupo de las FARC-EP. “El Santo Padre se complace con la noticia del cierre de las negociaciones entre el Gobierno y las FARC-EP, como conclusión del intenso proceso que se llevó a cabo en los últimos años” En su misiva el Vaticano declina participar en la elección del tribunal especial que juzgará los delitos más graves del conflicto armado en Colombia. "Considerando la vocación universal de la Iglesia (...) sería más apropiado que dicha tarea sea confiada a otras instancias" explica el comunicado. El Papa Francisco encomienda el proceso de paz en Colombia a la materna protección de la Santa Madre de Dios, Reina de la Paz, e invoca el don del Espíritu Santo para que ilumine el corazón y la mente de quienes están llamados a construir el bien común de la nación colombiana. Foto: Tomada de internet

Mié 10 Ago 2016

¡Marchemos por la familia!

Por Monseñor Pedro Mercado Cepeda.- La comunidad educativa, no solo confesional sino también pública y laica, junto a numerosas Asociaciones de Padres de familia, Iglesias y comunidades de fe, han manifestado al Gobierno y a la opinión pública nacional su honda y creciente turbación por las directrices emitidas por el Ministerio de Educación Nacional con el fin de revisar y ajustar los Proyectos Educativos Institucionales –PEI- y los Manuales de convivencia de todos los colegios del país, públicos y privados. La violencia escolar, en sus diversas manifestaciones (discriminación, matoneo o bullying) es un tema que causa profunda preocupación a los padres de familia, a las autoridades académicas y a la entera sociedad, incluida la Iglesia, que no ha sido nunca ajena a esta problemática. Ha sido, de hecho, pionera en la lucha contra este terrible y creciente flagelo. Mucho antes de que las instituciones del Estado –Corte Constitucional, Congreso de la República o Ministerio de Educación- posaran su mirada sobre el problema, la Iglesia en Colombia había dedicado al tema al menos dos Congresos Nacionales –el último de ellos promovido por el Departamento de Educación de la Conferencia Episcopal de Colombia en el 2012- que dieron pautas, muy concretas, para establecer una convivencia escolar fundada en el respeto, la tolerancia y el diálogo. Durante muchos años, desde un enfoque educativo integral -basado en el fortalecimiento de las habilidades relacionales de los estudiantes y de sus familias, del cultivo de virtudes y valores personales- se han conformado grupos de prevención antibullying, se han establecido pautas para brindar atención integral a las víctimas de matoneo y se han fortalecido las “escuelas de padres”, incluyendo mecanismos para la resolución pacífica de los conflictos intrafamiliares, dada la fuerte relación causal entre la violencia escolar y la violencia en las familias. Se trata pues de una perspectiva incluyente que aborda el problema desde sus más profundas y variadas causas. Lamentablemente, hasta el momento el Ministerio de Educación ha desconocido la riqueza de estas experiencias, pretendiendo abordar la compleja problemática de la discriminación y de la violencia escolar desde el reductivo enfoque de la “ideología de género”. Este enfoque ideológico, que el Cardenal Salazar ha definido como “peligroso y destructivo”, no ha sido invención de la Ministra Parody. Se ha convertido en pieza imprescindible de las políticas estatales, no solo de este gobierno, que –hay que reconocerlo y denunciarlo- ha terminado potenciando la nefasta influencia de esta ideología, hasta el punto de incluir sus postulados en el texto de los acuerdos de paz. Es pues claro, que el problema al que nos enfrentamos es mucho mayor y más grave que el de las modificaciones de los manuales de convivencia escolar. La ideología de género, incluida en los acuerdos de paz, entrará –sin mayores debates- a hacer parte de nuestro ordenamiento constitucional. Algo se tendrá que decir también sobre esto… Es en definitiva este enfoque ideológico sesgado, y no la lucha contra la discriminación o la violencia escolar, causa común de todos, el motivo fundamental de las preocupaciones, controversias y debates originados por las directivas ministeriales. No se puede tapar el sol con un dedo. Basta leer la lista de las instituciones contratadas por el Ministerio –aparentemente sin previa licitación- para poner en entredicho su objetividad y neutralidad. Y basta leer el contenido de las propuestas y las preguntas dirigidas a los rectores para darse cuenta que el objetivo perseguido por el Ministerio extralimita sustancialmente las competencias que la Corte Constitucional le confió. A juicio de varios expertos constitucionalistas, el Ministerio se extralimitó en su interpretación de la Sentencia T-478 de 2015. Dicha providencia no era un “cheque en blanco” que daba al Ministerio potestad omnímoda para imponer por decreto una ideología, desconociendo la sana pluralidad social y el respeto de otros derechos constitucionales amparados por la jurisprudencia de la misma Corte, como la libertad religiosa, la libertad de conciencia, la libertad de enseñanza, la autonomía educativa o el derecho de los padres a educar a sus hijos según sus valores y convicciones éticas, morales y religiosas, etc. Estos son los derechos que, como ciudadanos, reclamamos. Pero todo tiene una solución. Existe siempre el recurso al dialogo. Estoy convencido de que la Señora Ministra escuchará el justificado clamor de la sociedad colombiana y los argumentos de millones de padres de familia que quieren –como ella- luchar contra la discriminación y la violencia, sin tener por ello que renunciar a su inalienable derecho a ser los principales educadores y formadores de sus hijos. De parte nuestra, como ha dicho el Cardenal Salazar, la voluntad de dialogar y de contribuir al bien común persiste siempre. Confío entonces en que, muy pronto, pueda establecerse entre el Ministerio de Educación, las Iglesias y los padres de familia un diálogo fecundo, con presencia de otros grupos sociales, que pueda enriquecer la lucha conjunta contra la violencia escolar y la discriminación, también contra las personas con tendencia homosexual, cuya dignidad y derechos deben ser siempre respetados. Esa es también misión que nos compete. A quienes participan en las marchas por la familia, convocadas en distintas ciudades, quiero animarlos a ser auténticos testigos. Que su comportamiento, gestos y palabras, reflejen siempre la justicia de su causa y el amor de Cristo por todas las personas, sea cual sea su condición. Recuerden que no nos manifestamos en contra de nadie –persona o grupo social- sino a favor de la familia, de sus derechos y libertades. Mons. Pedro Mercado Cepeda Secretario Adjunto de la Conferencia Episcopal de Colombia para las Relaciones con el Estado Vicario Judicial de la Arquidiócesis de Bogotá

Lun 8 Ago 2016

"La paz debe llevar a una suma interminable de gestos de solidaridad y de justicia social":obispo Castrense

En el marco de los 197 años del Ejército Nacional, el obispo castrense, Monseñor Fabio Suescún Mutis, quien presidió una ceremonia eucarística, deseo un feliz cumpleaños a todos los miembros de esta institución y les agradeció su entrega y dedicación. El prelado dijo que Colombia espera un país que sea defendido como hasta ahora por las Fuerzas Militares y de Policía, “ellos nos han protegido y nos han librado del mal, ellos nos guiarán por sendas de justicia, de respeto y de protección”. El obispo también pidió emprender la "tarea de ser constructores y artesanos de una nueva Colombia", actuando todos los ciudadanos "de manera transparente, lejos de la corrupción". Monseñor Suescún Mutis reclamó responsabilidad para "educar en y para la paz", en los diferentes ámbitos sociales. "La paz debe llevar a una suma interminable de gestos de solidaridad y de justicia social, que son y deben ser nuestro patrimonio nacional", comentó. Al impartir la bendición a las tropas, dijo “queremos que todo cambie, no más muertes, no más víctimas del minado de nuestro país, no más derramamiento de sangre, ni pérdida de nuestros recursos”. A la ceremonia religiosa asistieron el nuncio apostólico, Ettore Balestrero, así como el presidente de la República, Juan Manuel Santos Calderón, buena parte del cuerpo diplomático acreditado en Colombia, el presidente del Congreso, Luis Fernando Velasco, entre otros invitados.