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diócesis de Cúcuta

Lun 28 Abr 2025

“Hoy la Iglesia quiere vivir una profunda renovación misionera” Papa Francisco

Por Mons. José Libardo Garcés Monsalve- El Ministerio del Papa en la Iglesia Católica está fundamentado en la Palabra de Dios cuando Jesús dice: “Yo te digo: Tú eres Pedro y sobre está piedra edificaré mi Iglesia y el poder de la muerte no podrá con ella” (Mt 16, 18) y cumple su misión evangelizadora con el único propósito de extender el Reino de Dios por todas partes, haciendo presente a Nuestro Señor Jesucristo que transforma la vida de cada creyente. La imagen de Pedro, la vimos plasmada en el Papa Francisco quien ha guiado a la Iglesia por caminos de evangelización en salida misionera.Como bautizados y creyentes en Cristo nos hemos unido en oración desde el lunes 21 de abril, cuando conocimos la noticia del fallecimiento del Papa Francisco. Entregamos a todos los bau-tizados, creyentes y personas de buena voluntad de la Diócesis esta edición especial del Periódico La Verdad, como un homenaje de esta Iglesia Particular, a quien fue el sucesor de Pedro y Vicario de Cristo desde el 13 de marzo de 2013 hasta el 21 de abril de 2025.Jorge Mario Bergoglio desde que vivió su ministerio apostólico en Buenos Aires se caracterizó por vivir el Evangelio y el anuncio de Jesucristo en salida misionera y al iniciar su pontificado tuvo la convicción que “Hoy la Iglesia quiere vivir una profunda renovación misionera” y para eso planteó desde el principio en la Encíclica Evangelii Gaudium (El Gozo del Evangelio) la necesidad de una profunda conversión que consiste “en salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio” (EG 20).Como creyentes y evangelizadores recibimos como testamento espiritual el llamado a una sincera conversión personal, pastoral y de las estructuras, de acuerdo con lo que nos enseñan los documentos de la Iglesia, conscientes que lo que se nos pide a todos es disponernos a la conversión como adhesión personal a Jesucristo nuestra Esperanza y la voluntad de caminar juntos en su seguimiento, siendo este momento inicial la raíz y el cimiento sin los cuales todos los demás esfuerzos resultan artificiales. Esto significa un cambio profundo de actitud, que conlleva a una transformación de nuestra vida en Cristo (Cfr. Documento de Aparecida 278b, 366), para salir en misión a anunciar la alegría del Evangelio: “Espero que todas las comunidades procuren poner los medios necesarios para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están. Ya no nos sirve una simple administración” (EG 25).Caminando juntos desde la conversión personal, tenemos la fortaleza que nos da la gracia para vivir la audacia de hacer más evangélica, discipular y participativa, la manera como pensamos y realizamos la pastoral (Cfr. DA 368), en este sentido “la conversión pastoral exige que se pase de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera. Así será posi-ble que el único programa del Evangelio siga introduciéndose en la historia de cada comunidad eclesial con nuevo ardor misionero, haciendo que la Iglesia se manifieste como una madre que sale al encuentro, una casa acogedora, una escuela permanente de comunión misionera” (DA 370).La entrega y vocación que encarnó en su misión el Papa Francisco fue un gran testimonio para la Iglesia, ya que desde siempre recibió encargos de gran responsabilidad, que, aunque nunca los esperó, los ejerció con generosidad, serenidad y humildad, pero también con seriedad y determinación. El espíritu misionero lo dejó plasmado en su aporte en la reunión de los Obispos en Aparecida, donde colaboró con mucha dedicación en el documento final, que es una hoja de ruta importante del camino evangelizador de la Iglesia en salida misionera.Para la Iglesia ha sido una gran pérdida, un hombre de fe, un Evangelio vivo que, desde su servicio eclesial y preocupación por la Evangelización en las periferias físicas y existenciales, contribuyó para que el Evangelio de Jesucristo fuera comprendido en los diversos ámbitos en los que se mueve el ser humano. Ahora, en la gloria de Dios, hemos ganado un intercesor que pedirá al Señor, para que la Iglesia, en salida misionera, continúe su misión anunciando a Jesucristo. El Señor en su gran bondad y proveyendo lo mejor para su Iglesia, concede para cada tiempo los pastores eximios a la altura de las exigencias de las épocas, y desde los carismas que el Espíritu Santo infunde en ellos, sirven oportunamente para seguir guiando la Iglesia, en medio de muchas tormentas que intentan derrumbarla, pero con la certeza que “el poder de la muerte no podrá con ella” (Mt 16, 18)Damos gracias a Dios por la vida y testimonio de Su Santidad, el Papa Francisco, y nos unimos en oración constante con toda la Iglesia Universal, para que esté gozando de la Gloria de Dios que predicó con fe y anunció con fervor por la evangelización.Pidamos al Señor que siga guiando a la Iglesia por caminos de fe, esperanza y caridad, de manera que todos nos sintamos protegidos por la gracia de Dios y así cumplamos con el mandato misio-nero Sean mis testigos, en el Proceso Evangelizador de nuestra Diócesis, hasta que lleguemos un día a gozar de la plenitud de Dios en su Gloria. Que la Santísima Virgen María y el Glorioso Patriarca San José, alcancen del Señor todas las gracias y bendiciones necesarias, para que practicando la enseñanza que nos ha dejado el Papa Francisco, con su convicción: “Hoy la Iglesia quiere vivir una profunda renovación misionera” nos ayude a crecer en santidad y a prepararnos también nosotros un día para llegar a la gloria de Dios.En unión de oraciones, reciban mi bendición.+José Libardo Garcés MonsalveObispo de la Diócesis de Cúcuta

Mar 11 Feb 2025

Sean mis testigos (Hech 1, 8)

Por Mons. José Libardo Garcés Monsalve - Nuestro lema pastoral para este año 2025, en la Diócesis de Cúcuta, es el mandato del Señor, cuando estaba con los discípulos antes de la Ascensión al cielo y deja instrucciones para continuar la obra misionera, diciendo: “Ustedes recibirán la fuerza del Espíritu Santo, Él vendrá sobre ustedes para que sean mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los extremos de la tierra” (Hech 1, 8). Este mandato lo tomamos hoy en la Iglesia en salida misionera para ir a todos los pueblos a hacer discípulos misioneros del Señor: “Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos y bautícenlos para consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, enseñándoles a poner por obra todo lo que les he mandado. Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el final de los tiempos” (Mt 28, 19 - 20).Para asumir con fervor espiritual este mandato misionero es necesario tener un encuentro con Jesucristo, pues vamos en salida misionera a transmitir no una idea de Dios, sino una experiencia con Jesucristo que está vivo, de quien experimentamos su perdón y su amor misericordioso. El Papa Francisco así nos lo recuerda cuando afirma: “¡Cuánto bien nos hace dejar que Él vuelva a tocar nuestra existencia y nos lance a comunicar su vida nueva!” Entonces, lo que ocurre es que, en definitiva, ‘lo que hemos visto y oído es lo que anunciamos’ (1Jn 1, 3) (Evangeli Gaudium 264), porque es una gran noticia que no podemos dejar para nosotros mismos, sino que deseamos que sea conocida por todos en el mundo, de la que nosotros somos sus testigos.Es posible sostenerse en la vida siendo testigos de Jesucristo, si estamos en plena unidad con Él, mediante el estado de gracia en el que nos esforzamos en permane-cer, auxiliados por la oración contemplativa que nos permite entrar en comunión con el Señor de corazón a corazón, para experimentar la gracia de Dios, que nos lleva por caminos de santidad. El Papa Francisco nos lo recuerda cuando afirma: “La mejor motivación para decidirse a comunicar el Evangelio es contemplarlo con amor, es detenerse en sus páginas y leerlo con el corazón. Si lo abordamos de esa manera, su belleza nos asombra, vuelve a cautivarnos una y otra vez. Para esto urge recobrar un espíritu contemplativo, que nos permita redescubrir cada día que somos depositarios de un bien que humaniza, que ayuda a llevar una vida nueva. No hay nada mejor para transmitir a los demás” (EG 264).Para entender profundamente el mandato del Señor para ser sus testigos, se hace necesario un encuentro personal con Jesucristo, que es el amor sin límites que nos salva. Nuestro Señor Jesucristo entregó su vida en la cruz por todos nosotros, mostrándonos cuánto nos ama. Un discípulo misionero tiene que experimentar el amor de Dios que salva y por eso el corazón, ardiendo de fervor por la evangelización, suscita en el misionero el deseo vehemente de anunciar al Señor por todas partes. Así lo expresa el Papa Francisco: “La primera motivación para evangelizar es el amor de Jesús que hemos recibido, esa experiencia de ser salvados por Él que nos mueve a amarlo siempre más” (EG 264). No es posible anunciar a Jesucristo con la vida, si no se ha experimentado su amor misericordioso, que perdona y salva.Es por esto que el misionero tiene que ser un contemplativo de Jesucristo Crucificado, que en gracia de Dios comunique el Evangelio, que es camino, verdad y vida que nos lleva hasta el Padre y con el cual se identifica cada día. Sin la gracia de Dios, sin la oración, sin el alimento de la Eucaristía diaria, no es posible ser un verdadero discípulo misionero del Señor. Se podrán hacer muchas actividades, pero no se comunica con valentía la persona de Jesucristo y su Evangelio. Así lo expresa el Documento de Aparecida: “El Espíritu Santo, que el Padre nos regala, nos identifica con Jesús - Camino, abriéndonos a su misterio de salvación para que seamos hijos suyos y hermanos unos de otros; nos identifica con Jesús - Verdad, enseñándonos a renunciar a nuestras mentiras y propias am-biciones, y nos identifica con Jesús - Vida, permitiéndonos abrazar su plan de amor y entregarnos para que otros ‘tenga vida en Él’” (137).La espiritualidad misionera centrada en Jesucristo, hace que el discípulo viva desde dentro su condición de cristiano, que produce el fervor por la misión, es decir, por vivir en anuncio constante del Evangelio con la vida entregada a Dios y con las palabras que brotan de un corazón en gracia, para ser sus testigos. Aparecida nos lo enseña cuando afirma: “La admiración por la persona de Jesús, su llamada y su mirada de amor buscan suscitar una respuesta consciente y libre desde lo más íntimo del corazón del discípulo, una adhesión de toda su persona al saber que Cristo lo llama por su nombre. Es un ‘si’ que compromete radicalmente la libertad del discípulo a entregarse a Jesucristo Camino, Verdad y Vida” (DA 136), para seguirlo radicalmente asumiendo la propia cruz, unida a la cruz del Señor, cumpliendo con el mandato misionero de ser sus testigos por todos los confines de la tierra.Hoy recibimos con la alegría de los hijos de Dios el mandato del Señor: Sean mis testigos (Cf Hech 1, 8) y de rodillas frente al Santísimo Sacramento, mirando y contemplando el Crucificado, abrimos nuestro corazón a la gracia de Dios, dejando que Él nos contemple, reconociendo su mirada de amor para con nosotros, recibiendo su perdón y comunicando este encuentro con Jesucristo en salida misionera, por todos los confines de nuestra Diócesis. Que la Santísima Virgen María y el Glorioso Patriarca San José, alcancen del Señor la gracia de sentirnos todos los días llamados y enviados por el Señor a ser testigos de su cruz y resurrección.En unión de oraciones,reciban mi bendición.+José Libardo Garcés MonsalveObispo de la Diócesis de Cúcuta

Vie 31 Ene 2025

Peregrinos de Esperanza

Por Mons. José Libardo Garcés Monsalve - Para la gloria de Dios y el bien de la Iglesia que amamos, comenzamos el año 2025 con ánimos renovados y un fervor pastoral fortalecido, para llevar a cabo la evangelización en nuestra Diócesis de Cúcuta. Damos gracias a Dios por el trabajo pastoral y el compromiso apostólico de todos nuestros sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas, seminaristas, animadores de la evangelización y fieles de cada una de las parroquias e instituciones diocesanas, que hasta el momento se han desgastado dando lo mejor de sí para llevar a todos al encuentro con Jesucristo, respondiendo al llamado de ser testigos del Evangelio por todas partes.Hemos sido convocados por el Papa Francisco para vivir el Jubileo, un tiempo de gracia del Señor que tiene como lema “Peregrinos de la Esperanza”, que nos ayuda a seguir con alegría el anuncio del Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo. Para llevar a cabo esta tarea, les garantizo a todos mi oración constante de rodillas frente al Santísimo Sacramento y la celebración diaria de la Eucaristía, con la intención de ayudarles en su crecimiento en la fe, la esperanza y la caridad, para responder al llamado del Señor de ser sus testigos por todos los confines de la tierra: “Ustedes recibirán la fuerza del Espíritu Santo; Él vendrá sobre ustedes para que SEAN MIS TESTIGOS en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los extremos de la tierra” (Hch 1,8).El Espíritu Santo, con su presencia constante, es el motor y la fuerza que nos mantiene siempre en pie, con los ojos fijos en el Señor y los pies en la tierra para cumplir con la misión que Dios mismo nos ha confiado. Así lo afirma el Papa Francisco en la Bula de convocación del Jubileo: “En efecto, el Espíritu Santo, con su presencia perenne en el camino de la Iglesia, irradia en los creyentes la luz de la esperanza. Él la mantiene encendida como una llama que nunca se apaga, para dar apoyo y vigor a nuestra vida. La esperanza cristiana no engaña ni defrauda porque está fundada en la certeza de que nada ni nadie podrá separarnos nunca del amor divino”.Frente a tanta incertidumbre por la que atraviesa el ser humano en el mundo actual, el Jubileo de la Esperanza es un momento de gracia para recibir el perdón de Dios por nuestros pecados y también para fortalecer la centralidad de la vida en Cristo, quien nos sostiene en medio de las dificultades y tribulaciones que enfrentamos cada día. El Papa Francisco citando la carta a los Romanos nos dice: “¿Quién podrá entonces separarnos del amor de Cristo? ¿Las tribulaciones, las angustias, la persecución, el hambre, la desnudez, los peligros o la espada? Pero en todo esto obtenemos una amplia victoria gracias a aquel que nos amó. Porque tengo la certeza de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Rm 8, 35.37-39). He aquí por qué esta esperanza no cede ante las dificultades: porque se fundamenta en la fe y se nutre de la caridad; así hace posible que sigamos adelante en la vida”.Tenemos certeza de que con la fuerza del Espíritu Santo mantenemos viva nuestra fe, esperanza y caridad; somos sostenidos para seguir como peregrinos de la esperanza en gracia a Dios, dando testimonio de Jesucristo en el cumplimiento de nuestra misión y en el trabajo misionero que cada uno realiza aún en medio de sufrimientos y dificultades. Al respecto san Pablo nos anima diciendo: “Por la fe en Cristo hemos llegado a obtener esta situación de gracia en la que vivimos y de la que nos sentimos orgullosos; esperando participar en la gloria de Dios. Y no solo esto: hasta los sufrimientos nos hacen sentir orgullosos; sabiendo que los sufrimientos producen paciencia; la paciencia produce virtud sólida; y esta virtud sólida produce esperanza: una esperanza que no defrauda” (Rm 5, 2-5) y nos mantiene en pie en el combate espiritual para seguir adelante caminando juntos en la gracia de Dios.Con la fe puesta en el Señor, nos disponemos a caminar este año como peregrinos de la esperanza; abiertos a la gracia del perdón que viene de Dios para vivir en familia y comunidad la caridad cristiana. Este será el fruto maduro de esta peregrinación que realizaremos durante todo el año: anunciar con salida misionera la palabra, el mensaje y la persona de Nuestro Señor Jesucristo cumpliendo con el mandato que nos ha dejado: “Sean mis testigos; vivan la fe” en todos los lugares y ambientes donde compartimos diariamente.En unión de oraciones, reciban mi bendición.+José Libardo Garcés MonsalveObispo de la Diócesis de Cúcuta

Mié 16 Oct 2024

Todos llamados al seguimiento de Jesús

Por Mons. José Libardo Garcés Monsalve, Obispo de la Diócesis de Cúcuta - Avanzamos en el mes de octubre dedicado en la Iglesia a la oración, reflexión y ayuda a las misiones, con el llamado a tomar conciencia de la tarea evangelizadora de la Iglesia, que en salida misionera, sigue llamando a todos al seguimiento de Jesús.En el pasado, en la familia se transmitían las verdades fundamentales de la fe, que permitían al niño y al joven optar por el Señor; hoy la parroquia en salida misionera, debe convocar mediante el proceso evangelizador, para que el seguimiento de Jesús sea una realidad en muchos hogares y ambientes. La tarea de la Iglesia sigue siendo la de cumplir con el mandato del Señor de ir a todos para anunciarles el mensaje de salvación, la Buena Nueva del Evangelio.San Pablo VI así lo enseña cuando afirma: “No obstante estas adversidades, la Iglesia reaviva su inspiración más profunda, la que le viene directamente del Maestro: ¡A todo el mundo! ¡A toda creatura! ¡Hasta los confines de la tierra! Como una llamada a no encadenar el anuncio evangélico limitándolo a un sector de la humanidad o a una clase de hombres o a un solo tipo de cultura” (Evangelii Nuntiandi, 50). Este llamado que nos hace el Papa nos tiene que mover a todos a desarrollar la creatividad para llegar a los distintos sectores de la parroquia.Hay que salir del ámbito del despacho parroquial. En palabras del Papa Francisco, hay que tener presente llegar con la evangelización a los tres ámbitos de la pastoral: “En primer lugar el ámbito de la pastoral ordinaria, animada por el fuego del Espíritu, para encender los corazones de los fieles que regularmente frecuentan la comunidad. En segundo lugar, el ámbito de las personas bautizadas que no viven las exigencias del bautismo, no tienen una pertenencia cordial a la Iglesia y ya no experimentan el consuelo de la fe. Finalmente, está el ámbito de quienes no conocen a Jesucristo o siempre lo han rechazado” (Evangelii gaudium, 14). Revisando nuestra acción misionera en el proceso evangelizador, hemos cuidado con diligencia el primer ámbito de la pastoral, encendiendo el corazón de los fieles que conservan una fe católica intensa y sincera, buscando que los creyentes respondan cada vez mejor y con toda su vida al amor de Dios.Nos hace falta ir a buscar a los que están en el ámbito de los que no viven las exigencias del bautismo, que es un grupo amplio de fieles. Y mucho más descuidado, se encuentran los del tercer ámbito, aquellos que no conocen a Jesucristo o lo rechazan abiertamente. El mandato de la salida misionera debe abarcar el segundo y tercer ámbito, y para llegar a todos, debemos convocar a los que tenemos en el primer ámbito de la pastoral, para que se comprometan en el anuncio gozoso del mensaje de Jesucristo en todos los ambientes, recordando lo que nos dice el Papa Francisco que: “los cristianos tienen el deber de anunciar el Evangelio sin excluir a nadie, no como quien impone una obligación, sino como quien comparte una alegría, señala un horizonte bello, ofrece un banquete deseable” (EG 14).En el credo proclamamos que la Iglesia es católica, esto quiere decir universal, y la universalidad tiene que estar en la mente del evangelizador, para llegar con la fuerza del Evangelio a todas partes. Recordemos que el Señor es quien conduce la misión; nosotros somos instrumentos que entregamos nuestra vida al servicio del Evangelio. Esta certeza nos ayuda a vencer los miedos de entrar a ciertos sectores de la sociedad y arriesgarnos a ir; aún si nos rechazan en un primer momento, no desistir en la tarea evangelizadora, ya que sabemos, vamos en el nombre del Señor y tenemos la certeza de que Él mismo nos ha dejado en el Evangelio: “sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el final de los tiempos” (Mt 28, 20).Esto implica tener fervor por la evangelización, que en el misionero se percibe con fuerza cuando está en gracia de Dios. Un sacerdote, un misionero en gracia de Dios, es capaz de salir de su habitual situación de confort y dar la vida por Jesucristo. No es posible ser un misionero fervoroso estando en situación permanente de pecado. Todos somos pecadores, pero lo que se espera de un sacerdote, de un misionero es que no permanezca en situación de pecado por mucho tiempo, que, frente al pecado, busque de inmediato el sacramento de la confesión, reciba el perdón, y sienta la necesidad de ir a anunciar la misericordia de Dios por todas partes.Frente a esta realidad, necesitamos comunicar que todos están llamados al seguimiento de Jesús. Queda de parte del misionero hacer vida el llamado del Papa Francisco cuando dice: “la actividad misionera representa aún hoy día el mayor desafío para la Iglesia y la causa misionera debe ser la primera” (EG 15), de tal manera que lo tenemos que hacer presente con la salida misionera a la que estamos convocados todos, con la conciencia de que: “cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio” (EG 20).En nuestra Diócesis de Cúcuta estamos con la disponibilidad de cumplir el mandato del Señor, de convocarlos a todos para que sigan a Jesucristo que es Camino, Verdad y Vida, que nos lleva hasta el Padre Celestial. Que la Santísima Virgen María, estrella de la evangelización y el glorioso patriarca san José, fiel custodio de la fe, alcancen de Nuestro Señor Jesucristo el fervor pastoral, para estar siempre en salida misionera.En unión de oraciones, reciban mi bendición.

Mar 1 Oct 2024

La Palabra de Dios, corazón del trabajo evangelizador

Por Mons. José Libardo Garcés Monsalve, Obispo de la Diócesis de Cúcuta - Concluimos el mes de septiembre que lo hemos dedicado a la oración pidiendo por la paz, para recibirla como don de Dios y transmitirla a los hermanos, y en torno a la memoria de san Jerónimo, centramos nuestra reflexión en la Palabra de Dios que debe estar en el centro del trabajo evangelizador, para conocer y amar a Jesucristo, iluminados por el lema pastoral para este mes que dice: “Tú eres el Cristo, con tu Palabra danos la paz”.El Papa Francisco continuamente nos sigue llamando a través de su magisterio, a fortalecer la conciencia misionera, que es el mandato de Jesucristo desde el principio: “Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos y bautícenlos para consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, enseñándoles a poner por obra todo lo que les he mandado. Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el final de los tiempos” (Mt 28, 19 - 20), como una invitación a compartir la fe con los hermanos, que hoy se hace realidad en nuestra Iglesia Particular que está en salida misionera y desea transmitir la Palabra de Dios por todas partes.El centro de la evangelización es Jesucristo, a quien damos a conocer en salida misionera, por tanto, la Palabra de Dios ha de ser el corazón de todo el proceso evangelizador. El Papa Francisco lo enfatiza cuando dice: “Las Sagradas Escrituras son fuente de la evangelización. Por lo tanto, hace falta formarse continuamente en la escucha de la Palabra. La Iglesia no evangeliza si no se deja continuamente evangelizar. Es indispensable que la Palabra de Dios sea cada vez más el corazón de toda actividad eclesial” (Evangelii Gaudium 174).La misión de la Iglesia es anunciar la Palabra de Dios a tantas personas que no conocen a Jesús; que el Papa Francisco lo recuerda como la tarea prioritaria de la Iglesia: “quiero recordar ahora la tarea que nos apremia en cualquier época y lugar, porque no puede haber auténtica evangelización sin la proclamación explícita de que Jesús es el Señor, y sin que exista un primado de la proclamación de Jesucristo en cualquier actividad de evangelización” (EG 110), que está contenido en la Palabra de Dios, y por esta razón, la fuente de la predicación y la evangelización se encuentra en las Sagradas Escrituras.El alimento del discípulo misionero está en el Pan de la Palabra y en el Pan de la Eucaristía, que se sirven diariamente en la Santa Misa que celebramos con piedad para transformar nuestra vida en Cristo y salir a anunciarlo, no como una teoría, sino como una experiencia de vida. El Papa Francisco así lo enfatiza cuando nos enseña que: “La Palabra de Dios escuchada y celebrada, sobre todo en la Eucaristía, alimenta y refuerza interiormente a los cristianos y los vuelve capaces de un auténtico testimonio evangélico en la vida cotidiana” (EG 174).La evangelización es tarea de la Iglesia, entendiendo aquí el llamado de todos los bautizados a trasmitir el Evangelio a los demás, porque ese tesoro que se recibe no puede quedar escondido, hay que comunicarlo a otros. Así nos lo enseñó el Papa Benedicto XVI: “No podemos guardar para nosotros las palabras de vida eterna que hemos recibido en el encuentro con Jesucristo: son para todos. Toda persona de nuestro tiempo, lo sepa o no, necesita de este anuncio. El Señor mismo, suscita entre los hombres nueva hambre y sed de las palabras del Señor. Nos corresponde a nosotros la responsabilidad de transmitir lo que, a su vez, hemos recibido por gracia” (Verbum Domini 91).En esta enseñanza entendemos todos los cristianos que la misión de la Iglesia es transmitir la Palabra de Dios, que no puede ser algo opcional, ni un añadido en la vida de fe que recibimos en el bautismo, sino que es un mandato para todos, pues se trata de participar en la vida y misión de la Iglesia. Esta tarea corresponde a cada uno de nosotros. Así lo repite el Papa Benedicto XVI cuando afirma que: “la misión de anunciar la Palabra de Dios es un cometido de todos los discípulos de Jesucristo, como consecuencia de su bautismo. Ningún creyente en Cristo puede sentirse ajeno a esta responsabilidad que proviene de su pertenencia sacramental al Cuerpo de Cristo. Se debe despertar esta conciencia en cada familia, parroquia, comunidad, asociación y movimiento eclesial. La Iglesia como misterio de comunión, es toda ella misionera y, cada uno en su propio estado de vida, está llamado a dar una contribución incisiva al anuncio cristiano” (VD 94).Como bautizados comprometidos con el anuncio de la Palabra de Dios, sigamos en salida misionera, porque “la actividad misionera representa aún hoy día el mayor desafío para la Iglesia, y la causa misionera debe ser la primera” (EG 15). Es tarea prioritaria en todos los lugares donde nos encontramos, que transmitamos a nuestros hermanos la profesión de fe que hacemos hoy con Pedro, diciendo: “Tú eres el Cristo, con tu Palabra danos la paz”.Que la Santísima Virgen María y el Glorioso Patriarca san José, alcancen de Nuestro Señor Jesucristo el fervor misionero para cumplir con la misión de la Iglesia de anunciar la Palabra de Dios por todas partes.En unión de oraciones,reciban mi bendición.

Mar 3 Sep 2024

La paz esté con ustedes (Jn 20, 19)

Por Mons. José Libardo Garcés Monsalve - En el desarrollo del proceso de evangelización de la Diócesis de Cúcuta, comenzamos este mes de septiembre enmarcado por la celebración de la Semana por la Paz y la reflexión en torno a la Palabra de Dios, con el lema del proceso pastoral: “Tú eres el Cristo, con tu Palabra danos la paz”, inspirados por la Palabra de Dios que nos dice: “Estén siempre alegres en el Señor; les repito, estén alegres. Que todo el mundo los conozca por su bondad. El Señor está cerca. Que nada los angustie; al contrario, en cualquier situación presenten sus deseos a Dios orando, suplicando y dando gracias. Y la paz de Dios, que supera cualquier razonamiento, protegerá sus corazones y pensamientos por medio de Cristo Jesús” (Flp 4, 4-7).En Colombia y en el mundo podemos decir que nos angustia la situación de guerra que afrontamos y el deterioro de la dignidad de la persona, así como todos los atentados y amenazas en contra de la vida y de la familia. Frente a este panorama desolador, retomamos las palabras del Apóstol san Pablo a los Filipenses, que nos dice que nada nos angustie, en cualquier situación presentemos nuestros deseos a Dios orando, suplicando y dando gracias (Cf Flp 4, 6), con la certeza que la paz de Dios, por medio de Jesucristo, estará siempre con nosotros. Esta certeza la tenemos desde el mismo momento en que Jesús se presentó como el resucitado: “La paz les dejo, mi paz les doy. Una paz que el mundo no les puede dar” (Jn 14, 27), que implica trabajar intensamente por tener en la vida a Nuestro Señor Jesucristo que nos conduce a la verdadera paz, mediante el perdón y la reconciliación con nuestros hermanos.La misión de Jesucristo en esta tierra fue conducirnos a la paz, reunir a los que están dispersos y divididos y establecer la paz entre los que crean divisiones. Su misión desde la cruz fue devolvernos la paz con Dios, perdida a causa del pecado y que lo escuchamos desde la primera palabra cuando nos otorga el perdón misericordioso, “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34), que implica dejarnos limpios de todo lo que se opone a Dios y librarnos de odios, resentimientos, rencores, venganzas y violencias que destruyen nuestras relaciones familiares y comunitarias y hacen que la paz comience a agonizar.Dejemos a un lado nuestras amarguras, resentimientos y tristezas. Oremos por nuestros enemigos, perdonemos de corazón a quien nos ha ofendido y pidamos perdón por las ofensas que hemos hecho a nuestros hermanos. Deseemos la santidad, porque he aquí que Dios hace nuevas todas las cosas. No temamos, no tengamos angustia alguna, estamos en las manos de Dios (Cf. Flp 4, 6). La Eucaristía que vivimos con fervor es nuestro alimento, es la esperanza y la paz que nos conforta y una vez fortalecidos, queremos transmitir la vida nueva a nuestros hermanos, a nuestra familia y nuestras relaciones sociales, porque la paz que viene de lo alto está con nosotros y desde nuestro corazón se transmite a todos los que habitan a nuestro lado.Jesucristo es la revelación suprema, la manifestación decisiva del Padre para decirle al mundo que no reina el mal, ni el odio, ni la venganza, ni la violencia, sino que reina el Señor, que ha venido a traernos amor, perdón, reconciliación, paz y una vida renovada en Él, para que todos tengamos paz en la tierra.El Papa Francisco en el mensaje por la paz del año 2017 nos dice: “Para los cristianos la no violencia no es un mero comportamiento táctico, sino más bien un modo de ser de la persona, la actitud de quien está tan convencido del amor de Dios y de su poder, que no tiene miedo de afrontar el mal únicamente con las armas del amor y de la verdad. El amor a los enemigos constituye el núcleo de la revolución cristiana. Precisamente, el Evangelio del amen a sus enemigos (Cf. Lc 6, 27) es considerado como la carta magna de la no violencia cristiana, que no se debe entender como un rendirse ante el mal, sino como responder al mal con el bien (Cf. Rm 12, 17-21), rompiendo de este modo la cadena de la injusticia” (Mensaje por la Paz, 2017, 3).Debemos procurar llevar perdón, reconciliación y paz a la familia, a nuestro lugar de trabajo, a la calle, a las relaciones sociales. El mundo está triste e inquieto y tiene necesidad de la paz y de la alegría que el Señor Resucitado nos ha dejado, al decirnos: “La paz esté con ustedes” (Jn 20, 19). ¡Cuántos han encontrado el camino que lleva a Dios en el testimonio sonriente de un buen cristiano que trabaja por la paz! La paz en el corazón es una enorme ayuda para la familia, para todas las personas que entran en contacto con quien está en paz interior, porque lleva a presentar el mensaje de Cristo de una forma amable y positiva, mediante el perdón y la reconciliación.Los invito a que trabajemos juntos por el perdón y la reconciliación y en oración contemplativa, de rodillas frente al Santísimo Sacramento, mirando y contemplando el Crucificado, recibamos la paz que viene de lo alto como un don de Dios que queremos transmitir a los demás, a través del perdón a nuestros enemigos tal como nos lo pide Jesús en el Evangelio (Cf. Lc 6, 27) y puestos en las manos de Nuestro Señor Jesucristo, que es nuestra esperanza y nuestra paz y bajo la protección y amparo de la Santísima Virgen María y del Glorioso Patriarca San José, que nos protegen, imploremos la paz para nosotros, para nuestras familias y para el mundo entero, diciendo: “Tú eres el Cristo, con tu Palabra danos la Paz”.+José Libardo Garcés MonsalveObispo de Cúcuta

Mar 20 Ago 2024

Caminar con Jesucristo en el anuncio del Evangelio

Por Mons. José Libardo Garcés Monsalve - En el desarrollo del Proceso de Evangelización de la Diócesis de Cúcuta, este mes de agosto lo dedicamos a la fiesta diocesana, para hacer memoria de los Obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas, seminaristas, agentes de pastoral y fieles, que han hecho historia de salvación caminando desde Cristo en el anuncio del Evangelio, comprometidos por llevar la Palabra de Dios a todos los confines de la Diócesis, cumpliendo con el mandato misionero que el Señor nos ha dejado: “Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos y bautícenlos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a poner por obra todo lo que les he mandado. Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el final de los tiempos” (Mt 28, 19-20).La certeza que nos da Jesús de estar con nosotros todos los días hasta el final de los tiempos, ha acompañado a la Iglesia durante más de dos milenios, y a nuestra Diócesis durante 68 años de trabajo evangelizador y se ha avivado ahora en nuestros corazones con el compromiso misionero de todos los evangelizadores, quienes, ahora estamos al frente de esta misión que realizamos en el nombre del Señor.La fuerza inspiradora para seguir en salida misionera predicando el Evangelio la recibimos del mismo Jesucristo, con quien queremos tener un encuentro personal, para salir a anunciar aquello que hemos visto y oído y lo experimentamos en nuestra vida transformada por la gracia de Dios, conscientes que el Evangelio es la propuesta del Señor, que está con nosotros cada día de nuestra vida en el esfuerzode traer al redil a las ovejas que se encuentran perdidas. Para esto tenemos que renovar el corazón, porque el programa ya está en la persona de Jesucristo. Así nos lo enseña san Juan Pablo II: “No se trata, pues, de inventar un nuevo programa. El programa ya existe. Es el de siempre, recogido por el Evangelio y la Tradición viva. Se centra, en definitiva, en Cristo mismo, al que hay que conocer, amar e imitar, para vivir en Él la vida trinitaria y transformar con Él la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celeste” (Novo Millennio Ineunte 29).Todos los evangelizadores tenemos la tarea de centrar nuestra vida en Jesucristo y caminar con Él en las personas más pobres, necesitadas y alejadas. Se hace necesario el anuncio del Evangelio en la vida diaria, persona a persona, en medio de la informalidad del diario vivir, así lo propone el Papa Francisco cuando nos dice: “Hoy que la Iglesia quiere vivir una profunda renovación misionera, hay una forma de predicación que nos compete a todos como tarea cotidiana. Se trata de llevar el Evangelio a las personas que cada uno trata, tanto a los más cercanos como a los desconocidos. Es la predicación informal que se puede realizar en medio de una conversación y también es la que realiza un misionero cuando visita un hogar. Ser discípulo es tener la disposición permanente de llevar a otros el amor de Jesús y eso se produce espontáneamente en cualquier lugar: en la calle, la plaza, el trabajo, o en un camino” (Evangelii Gaudium 127).Al celebrar la fiesta diocesana a lo largo de este mes, se trata de fortalecer en cada uno el compromiso misionero, que comienza en su ambiente familiar y luego pasa a otros escenarios de la vida diaria, pero también nos comprometemos con el estado permanente de misión que estamos viviendo en los sectores de cada una de las parroquias, visitando constantemente a los iniciados en la fe, con el fin de darles a todos el contenido fundamental de la evangelización como nos lo enseña el Papa Francisco: “En la evangelización se trata de recordar siempre el anuncio fundamental: el amor personal de Dios que se hizo hombre, se entregó por nosotros y está vivo ofreciendo su salvación y su amistad. Es el anuncio que se comparte con una actitud humilde y testimonial de quien siempre sabe aprender” (EG 127).El anuncio fundamental de la evangelización tenemos que profundizarlo cada día en la oración contemplativa, de rodillas frente al Santísimo Sacramento, mirando y contemplando el Crucificado. Sin la oración el trabajo que se realiza se convierte en acción social y activismo desgastante. Con el poder de la oración nuestro quehacer pastoral es anuncio de Jesucristo. El Papa Francisco así lo insiste en su magisterio cuando afirma: “Evangelizadores con Espíritu quiere decir evangelizadores que oran y trabajan. Desde el punto de vista de la evangelización, no sirven las propuestas místicas sin un fuerte compromiso social y misionero, ni los discursos y praxis sociales y pastorales sin una espiritualidad que transforme el corazón. Sin momentos detenidos de adoración, de encuentro orante con la Palabra, de diálogo sincero con el Señor, las tareas fácilmente se vacían de sentido, nos debilitamos por el cansancio y las dificultades, y el fervor se apaga” (EG 262).Como bautizados seguimos comprometidos en la Diócesis de Cúcuta con la iniciación cristiana de muchos bautizados para fortalecerlos en la fe, esperanza y caridad y hacerlos discípulos del Señor y misioneros en la Iglesia, para gloria de Dios y salvación nuestra y de nuestros hermanos; que lleguemos a decir juntos: Tú eres el Cristo, condúcenos al Padre. Que la Santísima Virgen María y el Glorioso Patriarca San José, alcancen del Señor todas las gracias y bendiciones necesarias, para vivir la misión evangelizadora en nuestra Iglesia Particular en salida misionera, caminando con Cristo en el anuncio del Evangelio.+José Libardo Garcés Monsalve Obispo de Cúcuta

Mié 26 Jun 2024

“Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt 16, 18)

Por Mons. José Libardo Garcés Monsalve - Avanzamos en el desarrollo de nuestro Proceso Evangelizador de la Diócesis de Cúcuta, con el lema “Tú eres el Cristo” (Mc 8, 29), que el evangelista Mateo complementa con la respuesta de Jesús a Pedro: “Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque eso no te lo ha revelado ningún mortal, sino mi Padre que está en los cielos. Yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará” (Mt 16, 17-18). Siendo esta Palabra de Jesús una verdad fundamental de nuestra fe, sobre la cual se basa la certeza que Jesucristo fundó la Iglesia y eligió a Pedro y a sus sucesores como piedra angular de la misma, “Te daré las llaves del Reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo” (Mt 16, 19). Esto es lo que le da fuerza y solidez a la fe y por eso proclamamos con fervor que nuestra Iglesia es apostólica.En el Apóstol Pedro, columna de la Iglesia, tenemos un testigo de Jesucristo, cuya profesión de fe, es manifestación de su deseo constante de entregar toda su vida a la voluntad de Dios. En la respuesta que dio a Jesús cuando fue interrogado sobre quién era Él para los apóstoles, está contenida toda la misión del Señor a quien seguimos como camino, verdad y vida, cuando cada uno de nosotros hace profesión de fe en Él, pronunciando con Pedro: “Tú eres el Cristo” (Mc 8, 29), inspirándonos a responder debidamente a la vocación recibida en la vida sacerdotal, religiosa, matrimonial y familiar.Pedro fue elegido por el Señor para la misión de ser el primero entre los apóstoles, él es la piedra sobre la cual se edificó la Iglesia, “sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará” (Mt 16, 18), quien junto con los demás apóstoles y luego con los sucesores garantizan la apostolicidad de la Iglesia, que llega hoy hasta el Papa Francisco, que en este momento es Pedro, para cada uno de los creyentes en Cristo, en comunión con todos los obispos.Próximamente celebramos con toda la Iglesia la solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, y con esta celebración estamos llamados a renovar nuestra comunión con la Iglesia universal en la persona del Papa Francisco, en quien los católicos tenemos una roca firme de nuestra fe, porque Jesucristo quiso edificar su Iglesia sobre Pedro y sus sucesores. En sus enseñanzas y escritos encontramos magisterio firme, para hacer frente a los oleajes de confusión doctrinal que hoy en día aparecen en muchos ambientes que desorientan a los cristianos.En el Papa, los obispos y los sacerdotes fieles, es decir, en todos aquellos que reconocen la autoridad del Romano Pontífice, siguen su Magisterio y transmiten sus enseñanzas; encontramos al mismo Cristo, Buen Pastor, que guía a sus ovejas a la salvación eterna. Escuchemos su voz, sigamos sus huellas, imitemos su ejemplo de amor, santidad y entrega incondicional para el bien de toda la humanidad y la Iglesia.Los católicos en comunión con Pedro, tenemos la misión de defender y proclamar la fe católica, en obediencia al Papa, dando testimonio de unidad y comunión en los distintos ambientes en los que cada uno se encuentra a nivel familiar, parroquial, laboral y social. Así lo expresa Aparecida cuando dice: “No hay discipulado sin comunión. Ante la tentación muy presente en la cultura actual, de ser cristianos sin Iglesia y las nuevas búsquedas espirituales individualistas. Afirmamos que la fe en Jesucristo nos llegó a través de la comunidad eclesial y ella ‘nos da una familia, la familia universal de Dios en la Iglesia Católica. La Fe nos libera del aislamiento del yo, porque nos lleva a la comunión. Esto significa que una dimensión constitutiva del acontecimiento cristiano es la pertenencia a una comunidad concreta, en la que podemos vivir una experiencia permanente de discipulado y de comunión con los sucesores de los apóstoles y con el Papa” (Documento de Aparecida 156).Esta verdad viene reforzada con el testimonio de vida de los últimos Papas que hemos tenido, quienes han mantenido la fe, la esperanza, la paz y la comunión, aún en medio de muchos sufrimientos y momentos de cruz en el cumplimiento de su misión apostólica, recibiendo del Espíritu Santo la fortaleza para no temer subirse a la Cruz con Cristo, en las contrariedades de cada día que trae predicar y defender el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo, en comunión con toda la Iglesia, con la certeza que el poder del infierno no derrotará a la Iglesia (Cf Mt 16, 18) porque está unida a la roca firme que es Nuestro Señor Jesucristo.Al celebrar a los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, nos unimos a la jornada del Óbolo de San Pedro y oramos particularmente por las intenciones del Papa Francisco, de modo que en todo momento reciba la gracia del Espíritu Santo, que lo llene de sabiduría para continuar conduciendo a la Iglesia e iluminando todas las realidades del mundo con la luz del Evangelio y trabajando por la comunión y la unidad de toda la Iglesia. Que la Santísima Virgen María y el Glorioso Patriarca San José nos ayuden a decir con Pedro: “Tú eres el Cristo” (Mc 8, 29), para vivir en comunión con Jesucristo y con la Iglesia universal, unidos al Papa Francisco, hoy Pedro, piedra firme de la Iglesia para nosotros.En unión de oraciones,reciban mi bendición.+José Libardo Garcés MonsalveObispo de la Diócesis de Cúcuta