Jue 2 Abr 2020
“Hacer misión sin oración y sin sonreír de nada nos podrá servir”
Este es el legado que deja la hermana Johana Rivera Ramos, primera religiosa fallecida en el país el pasado viernes 27 de marzo en Cartagena, por cuenta del coronavirus. Así lo describe la hermana María José Alamar, superiora de la Comunidad Franciscana de la Inmaculada a la que pertenecía la religiosa.
Con una sonrisa nerviosa, pero de gozo, la hermana María José recuerda como “el hacer oración permanente era una de las características de Johana, esto la hermana lo tenía muy clavado en ella, muchas veces nos lo recordaba a nosotras las más mayores, hay que orar más y así lo hacíamos”.
En diálogo con el departamento de comunicaciones de la Conferencia Episcopal de Colombia, compartió como el 14 de marzo las hermanas Consuelo Vilaplana, Johana Rivera y ella acatando las indicaciones de cuarentena preventiva decretadas por cuenta del coronavirus, se aislaron en su casa ubicada en el barrio Santa Lucía de Cartagena, sin que pasara nunca por sus mentes el desenlace del fallecimiento de la hermana Johana.
“Aún estamos intentando asimilar lo que pasó, nunca sospechamos que lo de su enfermedad fuera coronavirus. El 15 de marzo la hermana Johana dio muestras de una leve amigdalitis, esto lo vimos normal, pero su afectación se fue complicando con una neumonía, luego pasó a convertirse en un edema pulmonar. Realmente esto es muy complejo y difícil de entender”, aseveró la religiosa.
Quién era la religiosa Johana Rivera
Esta misionera nació en San Martín de Loba, un municipio al sur del departamento de Bolívar, el pasado 10 de enero acababa de cumplir 33 años de edad. Hacía parte de una familia humilde y muy católica que la integran su mamá y tres hermanas, después de que su padre y un hermano fallecieran.
La hermana María José, cuenta como Johana antes de ingresar a la vida religiosa estudió Derecho en la Universidad Popular del Cesar y Teología en el Seminario Provincial San Carlos Borromeo; desde el 2010 se acerca a la Comunidad de las Hermanas Franciscanas de la Inmaculada; en el 2012 se vincula definitivamente; en el 2015 hizo sus primeros votos en la parroquia de San Nicolás de la Roca
Siendo ya parte de la comunidad es enviada a Perú en donde estuvo por dos años. En Cusco trabajó con una comunidad de niños sordos, más tarde se fue a Lima y posteriormente en 2019 regresó a Cartagena para reencontrarse con sus dos compañeras y su familia.
Desde entonces la hermana Johana se trasladó al municipio de Arjona, lugar donde se dedicó a trabajar en la catequesis con niños y ancianos, así lo relata la religiosa María José, quien dijo “que la misión pastoral que estaba por emprender próximamente era poner en funcionamiento un aula de apoyo y refuerzo pedagógico de los niños, ya teníamos todas las instalaciones para que ella iniciara el proyecto”.
La religiosa estuvo también vinculada a la Arquidiócesis de Cartagena, donde colaboró con las Pastorales Juvenil y Familiar de esta Iglesia particular.
La hermana María José cuenta con gran tristeza que la semana pasada, el 25 de marzo, la religiosa Johana debía realizar la profesión perpetua “esto desafortunadamente no se dio, pero estamos seguras que desde el cielo ella hizo sus votos definitivos ante el Señor”.
“Siempre será recordada como una persona muy sonriente, luchadora, entregada con alma, vida y corazón. La extrañaremos nosotras, pero también los niños, los jóvenes y las familias que vieron en ella un gran testimonio de vida”, puntualizó la religiosa.
Su partida nos enseña que debemos entregarlo todo por la misión
Aunque la muerte de la religiosa sorprendió a sus compañeras, más cuando se enteraron que había sido por contagio del coronavirus, ellas creen que “independientemente de dónde haya cogido el virus, lo adquirió haciendo el bien y entregando su vida a la misión”.
Para María José, el llamado a la Vida Religiosa, que hoy deja la partida de la hermana Johana, es no alejarse de la misión encomendada, ni de la oración. “Yo pienso que la misión, pero fundada en la oración, esto nos tiene que hacer ver esta realidad, aunque no la entendamos”.
Gracias Johana: ¡te queremos, Johana, te queremos!
Con estas sentidas palabras el arzobispo de Cartagena, monseñor Jorge Enrique Jiménez Carvajal, brindó un homenaje a la religiosa fallecida y dijo “hoy en día que sentimos tanta fragilidad en nuestras vidas y estamos asustados; el testimonio de la Hermana Johana, nos estimula. Ella siempre fue sí a todo lo que Dios nuestro Padre le pidió”.