Pasar al contenido principal

hijos

Lun 4 Abr 2016

La familia marca la conducta humana

Escrito por: Mons. Froilan Casas Ortiz. No entiendo cómo con alguna frecuencia escucho a los padres de familia sobre el incorrecto comportamiento de sus hijos. Pregunto ¿acaso no son hijos suyos? Usted cosecha lo que siembra. ¿Qué sembró usted en su hijo desde el momento mismo de la concepción? ¡Ah! Ahora, pague las consecuencias. Uno no es hijo del vecino. El ejemplo entra por casa, ¿qué formó en sus hijos? La mejor escuela de formación es el ejemplo. Si usted ha sido tramposo en los negocios, en su trabajo, ¿qué vieron sus hijos? Si usted maltrató a su cónyuge, ¿qué será de sus hijos? Si usted evadía los impuestos haciendo trampas o buscando privilegios y excepciones, ¿Qué pedirán sus hijos mañana? Si usted conduce embriagado, parquea en sitios prohibidos, no respeta las señales de tránsito, ¿qué harán sus hijos mañana? Si usted es tan desordenado en su pequeña o grande economía, en donde le debe a cada santo una vela, en donde gana diez y gasta quince, ¿qué harán sus hijos mañana? No les enseñe a sus hijos qué pueden comprar con el dinero, enséñeles qué no pueden comprar con el dinero. Si usted es alcahueta de sus hijos, cubriéndolos para que el médico les dé la incapacidad para justificar la no asistencia escolar, cuando en realidad se fueron a un paseo que usted organizó en pleno período académico, ¿sus hijos dirán la verdad mañana? A usted mismo lo engañarán. La sabiduría popular nos ofrece sendos mensajes al respecto: de tal palo, tal astilla; hijo de tigre, sale pintado; de tales padres, tales hijos. En el Altiplano Cundiboyacense se utiliza un refrán muy significativo, aplicado especialmente a las mujeres: las ovejas por la lana y las hijas por la mama. Permítanme contarles esta historia familiar del Gran Gandhi: un día Gandhi le pidió a su hijo que llevara el auto al taller de mecánica automotriz, pues tenía una pequeña avería. Habiéndolo llevado hacia las nueve de la mañana, esperó que su hijo se lo trajera antes de la cinco de la tarde, -era un taller conocido por su responsabilidad, cumplimiento y honestidad-. El famoso abogado indio esperaba el automóvil a la hora acordada, esperó hasta la seis de la tarde. Ante la tardanza, telefoneó al taller para enterarse de lo ocurrido. Del taller le respondieron que el vehículo había sido entregado a las once y media de la mañana. El Señor Gandhi decidió irse a su hogar, como era su costumbre después del trabajo del día. Se puso muy preocupado por el temor que le hubiese sucedido algo grave a su hijo. Cuando el hijo regresó a casa hacia las siete de la noche, le preguntó el padre qué había pasado. El hijo le respondió que le habían entregado el auto reparado a las seis de la tarde y por eso no le había podido cumplir el compromiso adquirido. El padre abrazó a su hijo y comenzó a llorar diciéndole: -¡Hijo mío dime cuándo te enseñé mentir, si eso ha ocurrido te pido perdón!-. El hijo comprendió perfectamente el mensaje, se arrodilló y le pidió perdón a su padre. Ante el ejemplo no hay argumentos o palabras que valgan. + Mons. Froilan Casas Ortiz Obispo de la diócesis de Neiva