Vie 9 Mayo 2025
LEÓN XIV: RENOVADO IMPULSO PARA LA IGLESIA MISIONERA EN EL SIGLO XXI
Por Pbro. Mauricio Rey - Con el corazón aún palpitante por la emoción y el silencio respetuoso que se apoderó de la Plaza de San Pedro, la humanidad ha sido testigo de un nuevo comienzo. El Papa León XIV, recién elegido sucesor de Pedro, ha salido al balcón no como un gobernante, sino como un hermano entre hermanos, como un pastor que llega con los pies descalzos ante el dolor del mundo, con los brazos abiertos para abrazar a todos.“Con ustedes soy cristiano, para ustedes soy obispo”, ha citado las palabras de San Agustín, con la sencillez de quien ha comprendido que el verdadero liderazgo nace del servicio humilde y comprometido. Su voz, serena y firme, ha resonado como una invitación clara, “Tenemos que buscar juntos cómo ser una Iglesia misionera que construya puentes de diálogo, siempre abierta a todos aquellos que tienen necesidad de nuestra caridad, presencia, diálogo y amor.”No es un lema. No es una frase más. Es una hoja de ruta espiritual para toda la Iglesia. El Papa León XIV nos propone una Iglesia que no se encierra en sus templos, sino que se deja tocar por las heridas del mundo. Una Iglesia que no condena desde lejos, sino que se acerca, escucha, llora, acompaña y, sobre todo, ama sin condiciones.Su primer gesto ha sido un llamado a la paz. A una paz verdadera, que nace de corazones reconciliados, de pueblos que se miran a los ojos y se reconocen hermanos. No es una paz ingenua, sino valiente. Una paz que exige renunciar al orgullo, tender la mano primero, y apostar por la reconciliación como camino y posterior meta.El Papa León XIV nos recuerda que ser Iglesia hoy significa estar en movimiento, caminar juntos entre pastores, laicos, consagrados, dejando atrás las comodidades, los miedos, los privilegios, para salir al encuentro del que está caído en el camino. Una Iglesia en salida, como tantas veces lo pidió el Papa Francisco. Una Iglesia madre, no aduana; casa abierta, no fortaleza cerrada.Y su mirada a Roma no fue casual. Con gratitud y afecto, recordó a esta ciudad como un símbolo del mundo entero. Porque Roma, con sus contrastes, sus luces y sombras, es el reflejo de lo que somos: un mosaico de humanidad que clama por sentido, por justicia, por esperanza. Y allí, en ese clamor, León XIV se hace presente como testigo de la misericordia de Dios.El nuevo Papa no ha llegado con promesas vacías. Ha llegado con el Evangelio en el corazón y con la firme convicción de que la caridad es el lenguaje más creíble de la fe. Nos anima a dejarnos transformar por el amor, a tocar las llagas de Cristo en los pobres, en los migrantes, en los descartados, en quienes viven la soledad o el rechazo.Este es el comienzo de una nueva etapa. No se trata de grandes discursos, sino de pequeños gestos cargados de fe. El Papa León XIV ha plantado una semilla, y nos toca a nosotros regarla con nuestra entrega cotidiana. Nos ha recordado que la Iglesia no tiene otro sentido sino el de ser sacramento del encuentro entre Dios y los hombres, y para ello debe estar dispuesta a abrazar a todos, especialmente a los que más necesitan consuelo, dignidad y amor.Con el papa León XIV, la Iglesia vuelve a mirarse a sí misma como discípula y servidora, como comunidad de creyentes peregrinos, unidos en la esperanza. Y eso nos renueva. Nos llama. Nos compromete. Porque la santidad de nuestro tiempo será misionera o no será. Será puente o será muro. Será luz o será silencio.Que este nuevo pontificado sea tiempo de gracia. Que caminemos juntos como Pueblo de Dios, unidos en la fe, en la esperanza y en la caridad, con la certeza de que el amor de Cristo todo lo renueva, pues tiene la potencia, la fuerza y la capacidad de hacer nuevas las cosas.