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monseñor ismael rueda

Mié 12 Jun 2019

Más consumo

Por: Mons. Ismael Rueda Sierra - Con sobrada razón la Presidencia de la Conferencia Episcopal en su comunicado al respecto, como muchos otros sectores de opinión, hemos manifestado nuestra “preocupación y desconcierto” por la decisión de la Corte Constitucional de eliminar dos incisos del Código de Policía que impedían el consumo de alcohol y sustancias psicoactivas en lugares públicos. La realidad cotidiana, que parece en “crescendo”, en relación con la producción, distribución, comercialización y consumo de estupefacientes en nuestro país, que desafortunadamente permea los diferentes ambientes de nuestras ciudades y del campo, generando dolorosa situaciones de adicción, inseguridad, homicidios por retaliaciones entre grupos y otros males, serían una primera razón para pensar en lo desafortunado de tal decisión. Un país que quiere con esforzado sacrificios, construir una paz duradera, a la postre va a encontrar además en este campo, serios impedimentos cuando el problema fundamental de las drogas, que tanto daño nos ha hecho, tenga más mecanismos de retroalimentación. En las visitas pastorales que realizamos a parroquias y sectores especialmente de la ciudad, hemos encontrado un problema común, reconocido por los párrocos, padres de familia, instituciones educativas, autoridades, así como por los mismos jóvenes que habitan estos ambientes, como es la paulatina colonización de espacios públicos (parques, canchas de deporte y calles), normalmente destinados para el ejercicio de actividades que miran al bien común, sana convivencia y construcción social, invadidos ahora por parte de personas y grupos dedicados a la distribución y al consumo, generando entre los habitantes del lugar, miedo y mucha inseguridad para utilizarlos. Por otra parte y en segundo lugar, cabe preguntarse una vez más, si el libre desarrollo de la personalidad no tiene por objeto entonces y principalmente, el crecimiento integral de la persona humana teniendo en cuenta su dignidad, derechos y deberes, talentos y valores que miran al bien de su proyecto de vida que no, por el contrario, aquello que a la postre resulta nocivo para su auténtico crecimiento y plenitud. La dolorosa experiencia cotidiana de ver tantas situaciones lamentables de jóvenes y aun niños farmacodependientes, no puede evitar que pensemos que existe una contradicción en el modo de interpretar la libertad, cuyo ejercicio ha de buscar siempre el bien de la persona, unida a la comunidad. Y es justamente este segundo aspecto de la responsabilidad social de la conducta personal, la que permite argumentar también que los derechos y libertades individuales llegan hasta dónde empiezan los derechos de los demás. Es principio necesario por considerar, a la hora de tomar decisiones como la que comentamos, en la búsqueda del bien común. Por lo menos en la antropología cristiana, es claro que hay un nexo indisoluble y corresponsable entre persona-comunidad. El pacífico discernimiento que todos debemos hacer sobre la materia, buscando el mayor bien especialmente de las nuevas generaciones con sus familias, afectadas de modo particular, presupone la acción de todos los sectores sociales para trabajar en la prevención mediante procesos educativos conducentes a tomar conciencia del mal que entraña el consumo de drogas y el bien que supone el sano crecimiento de las personas, además de las acciones constructivas que miran al buen uso del tiempo libre de niños, jóvenes y ciudadanos en general a través de la utilización adecuada de espacios públicos y aún privados destinados al deporte, la sana recreación y la integración social, entre otros medios y lograr así su “descolonización”. + Ismael Rueda Sierra Arzobispo de Bucaramanga

Jue 16 Mayo 2019

¡Día de la madre!

Por: Mons. Ismael Rueda Sierra - Necesario reconocer, por decirlo así, a dos madres inseparables: nuestra madre terrenal, la de cada uno de nosotros y a María, Madre de la Iglesia y de la humanidad. En el mes de mayo, es costumbre resaltar esta doble maternidad en ambientes civiles y culturales, así como también, eclesiales. Y es muy loable que suceda, pues el reconocimiento de la maternidad, va asociado necesariamente al valor del respeto, cuidado y transmisión de la vida humana y su dignidad inalienable, valor sin el cual no podría existir equilibrada y coherentemente, incluso la misma sociedad. En términos tan positivos, en relación con la maternidad hay abundante pensamiento a nivel universal, pero sin duda existe una atalaya permanente en su valoración, entre otras expresiones religiosas, en la tradición judeocristiana. Y no podemos olvidar que este pensamiento va asociado por consecuencia, al reconocimiento de la dignidad de la mujer, sus derechos y deberes y del lugar propio que ha de ocupar en la construcción social, cultural y eclesial. Quisiera simplemente, por confirmar esta apreciación, citar textualmente al papa Francisco con ocasión de la Audiencia General del 7 de enero de 2015, año del Sínodo de la Familia, cuando se refirió especialmente al significado y situación de las madres: “Toda persona humana debe la vida a una madre y casi siempre debe a ella mucho de la propia existencia sucesiva, de la formación humana y espiritual. Pero la madre, aun siendo muy exaltada desde el punto de vista simbólico - tantas poesías, tantas cosas bellas que se dicen poéticamente de la madre – es poco escuchada y poco ayudada en la vida cotidiana, poco considerada en su rol central en la sociedad”. Sin duda es una descripción realista de la maternidad en nuestros días en la que la comunidad cristiana, en primer lugar, “las madres, dispuestas a tantos sacrificios por los propios hijos y a menudo también por aquellos de los otros, deberían ser más escuchadas. Sería necesario – continúa Francisco – comprender más su lucha cotidiana para ser eficientes en el trabajo y atentas y afectuosas en familia; sería necesario entender mejor a qué aspiran para expresar los frutos mejores y auténticos de su emancipación”. Hasta aquí la cita. La celebración cada año del Día de la Madre, sería la mejor ocasión entre otras, para rendir el debido homenaje de amor, reconocimiento y valoración de nuestras madres, hecho en ambiente de verdadera paz, fraternidad y espíritu de genuina integración familiar. Así sería lo mejor y de hecho en el ambiente general se procura hacerlo de esta manera. Sin embargo, y es lo que quisiera resaltar en esta reflexión, es vergonzoso por lo menos en lo que se registra de Colombia, el resultado tan lamentable en homicidios por altercados, multiplicación exponencial de riñas, conflictos de pareja etc. registrados por el Instituto de Medicina Legal que considera este día como ¡el más violento del año!!! ¿No es ello signo patente de una sociedad que así se ha des-compuesto? Las cifras no dejan mentir: en 2017, fueron reportados 121 homicidios, 1.159 situaciones de violencia interpersonal, 518 de violencia de pareja, 2.012 de violencia intrafamiliar y 186 casos de violencia sexual. En 2018 aumentaron los homicidios y nos faltan los reportes de la fiesta de la madre de este año 2019. No es este resultado, motivo para pensar con preocupación y sacar conclusiones? + Ismael Rueda Sierra Arzobispo de Bucaramanga

Mié 10 Abr 2019

¡Cristo vive y es joven!

Por: Mons. Ismael Rueda Sierra -Nada mejor que aludir en esta ocasión, a la Exhortación Post Sinodal que el Santo Padre Francisco acaba de entregar “a los jóvenes y a todo el Pueblo de Dios”, pues resulta muy propicia en este tiempo de preparación cuaresmal y celebración de la Pascua del Señor. Sí, Jesús está vivo, porque ha resucitado y ha devuelto la juventud a un mundo y a una humanidad subyugada por el pecado. Es la nueva creación, fruto de la victoria sobre la muerte y sobre una “cultura” que ha heredado tristezas y periferias existenciales. Profunda reflexión, saber que todo lo que Cristo vivo “toca”, se vuelve joven, se renueva, se llena de vida. Por esa razón el encuentro con Jesús que siempre está con nosotros porque nunca se va, es garantía para empezar siempre a pesar de los miedos, rencores y fracasos. El mismo Papa advierte que estas palabras no son únicamente para los jóvenes sino para todo el Pueblo de Dios, pastores y fieles, invitados a vivir la novedad y la juventud de Cristo. Y que el resultado de estas reflexiones son fruto del discernimiento sinodal consignadas en el Documento final, las más significativas, pero que representan un cúmulo de miles de voces escuchadas a creyentes y no creyentes, estos últimos, que incluso suscitaron en el Papa, nuevas preguntas. Capítulo a capítulo va desarrollando armónicamente una lección de vida partiendo de la presencia protagónica, a los ojos de Dios, en la Sagrada Escritura, de muchos jóvenes elegidos por él para realizar sus planes, teniendo en cuenta las características propias de su identidad; por ejemplo, José, el soñador, que siendo de los pequeños de la familia, en la flor de su juventud le confió una importante tarea en favor de sus hermanos, en Egipto. Del mismo modo, desfilan en esta elección de Dios, Gedeón, Samuel, el rey David, elegido siendo un muchacho y el mismo rey Salomón quien exclama ante el reto de suceder a su Padre “Soy un joven muchacho y no sé por dónde empezar y terminar” (Cfr.IRe 3,7), exclamación similar salida de los labios de Jeremías. Y qué decir de la joven Rut, generosa, comprometida y perseverante para vencer obstáculos y salir adelante. Un paradigma en el Nuevo Testamento, es el joven de la parábola del hijo pródigo, que puede reflejar los deseos de autonomía y libertad que mal interpretados pueden generar un desastre en el proyecto de vida. Pero el resultado que hace ver el Señor, es la capacidad de aquel joven para asumir el cambio, saber volver, saberse levantar. Contrasta con su hermano que no obstante también sus pocos años, tiene ya un corazón envejecido. Pero sin duda es Jesús quien a lo largo de toda su misión, aparece como el siempre joven y por eso sus palabras, sus signos y actitudes son una transparencia permanente del valor propio de ser joven. Jesús es por tanto inspiración para todo joven que busca madurar y cumplir una misión, compartiendo con la familia, con su pueblo, sin aislarse ni separarse, sino que a través de la cotidianidad de la vida, como lo hizo Jesús, reconociendo a su Padre, compartiendo con sus discípulos, compadecido de los débiles y los pobres, los enfermos y los pecadores. No desconoció el sufrimiento ni la incomprensión: “En Jesús todos los jóvenes pueden reconocerse”(Cf # 31). Mirando a Cristo la Iglesia también está llamada a rejuvenecerse, en un tiempo en el que, se notan en su rostro muchas arrugas y sonrojos por las infidelidades de sus hijos, rostro que las nuevas generaciones ayudarán a recrear. “En el corazón de la iglesia resplandece María”. Llamados por el Papa, como lo hiciera en Panamá, en la Jornada Mundial de la Juventud pasada, como el “ahora de Dios”, están llamados los jóvenes a transformar, unidos a todo el Pueblo de Dios, las diversas situaciones que ha generado un mundo en crisis, con un subproducto de crimen organizado, violencia en diferentes formas, esclavitud y explotación sexual, tráfico de drogas, migraciones etc. situaciones muchas veces, en las que son tanto protagonistas como víctimas. Y todo ello, en el vastísimo contexto de un mundo digital. Pero siempre hay una salida con esperanza, porque “Dios te ama”, “Cristo te salva” y, “¡Él vive!, con la fuerza del Espíritu Santo. Fraterno saludo Pascual y bendición. + Ismael Rueda Sierra Arzobispo de Bucaramanga

Jue 21 Mar 2019

Conversión ecológica

Por: Mons. Ismael Rueda Sierra - Estamos en el corazón de la cuaresma 2019 y así nos preparamos para la gran celebración pascual de este año. El mensaje anual del Papa en la ocasión, es siempre referente esencial para vivirla. A partir de un texto de la Carta a los Romanos desarrolla su reflexión: “La creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios” (Rm 8,19). La obra salvadora del Señor es dinámica e integral e incluye la historia y a toda la creación. Espíritu, alma y cuerpo en la unidad esencial del ser humano, son sujeto inseparable de esta acción misericordiosa de Dios con la humanidad. La cuaresma nos lleva a reflexionar nuevamente sobre el efecto destructivo del pecado, con el desequilibrio resultante y que en consecuencia, también genera la pérdida de la armonía con las demás criaturas y en concreto, con el medio ambiente. Reconocemos la bondad de la creación que Dios confió bajo su responsabilidad inmediata al hombre, a quien se la entregó por amor. Más aún al reconocer que es el hombre la “única creatura terrestre a quien Dios ha amado por sí mismo” (LG 24) como afirma el concilio Vaticano II. El ejercicio recomendado de la oración, el ayuno y la limosna para este tiempo, vivido con discreción y en profundidad de sentido, son sin duda una oportunidad para vincularlos con la responsabilidad ecológica en lo personal y comunitario y qué bueno si pudiera dejar como fruto, opciones políticas, legislativas y culturales en el manejo responsable del medio ambiente. Concretamente el ayuno que implica privarnos, poner límites y ubicar donde corresponde, entre otros aspectos, los bienes o recursos materiales en relación con el bien integral de las personas, debería llevar también a la convicción sobre el papel de esta práctica ascética para detener la depredación irresponsable de la naturaleza y reafirmar con convicción, lejos de utilitarismos y conveniencias económico- políticas, una ética sobre el uso adecuado de los recursos naturales, con previsión de futuro y con amplia conciencia solidaria. Por otra parte, hay una relación profunda entre la exigencia cuaresmal de mirar con espíritu de conversión la ayuda a los pobres y a quienes se encuentran en las periferias existenciales y lo que se constata cada vez más en el mundo global, como consecuencia del desorden ecológico, que termina afectando de manera directa y gravemente a los pueblos y personas menos favorecidas. La encíclica “Laudato Si” reflexiona ampliamente sobre ello al hablar, por ejemplo, de la degradación social y deterioro de la calidad de la vida humana o del cambio climático cuando dice: “Muchos pobres viven en lugares particularmente afectados por fenómenos relacionados con el calentamiento, y sus medios de subsistencia dependen fuertemente de las reservas naturales y de los servicios ecosistémicos, como la agricultura, la pesca y los recursos forestales” (LS. 25). Todo ello genera inequidades e injusticia, como ya lo denunciaban también los profetas desde el Antiguo Testamento, refiriéndose justamente al ayuno que quiere el Señor. Y otro escenario no será posible sin una conversión ecológica, hacia un nuevo estilo de vida distinto al consumismo compulsivo, como por ejemplo, con humildad y pobreza evangélica, lo testimoniara San Francisco de Asís. + Ismael Rueda Sierra Arzobispo de Bucaramanga

Mié 20 Feb 2019

Juventud en Sinodalidad

Por: Mons. Ismael Rueda Sierra - Podría parecer extraño el título, pues a menudo cuando se habla de “sinodalidad”, expresión utilizada ahora tanto por el Santo Padre Francisco, podría pensarse especialmente en el Colegio de los obispos en unión con el Papa, en la tarea de discernir conjuntamente para el bien de la Iglesia y la humanidad. Sin embargo, llama la atención que ahora cuando se ha dado a conocer en edición propia, el documento final de la pasada XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, sobre los jóvenes, la fe y su vocación, aparece una novedad allí expresada: “En este Sínodo hemos experimentado que la colegialidad que une a los obispos cum Petro et sub Petro en la preocupación por el Pueblo de Dios está llamada a articularse y enriquecerse a través de la práctica de la sinodalidad en todos los niveles”(#119). Y en el número siguiente como respuesta por ahora a una pregunta que también hoy nos hacemos, de si vendrá un documento final del Santo Padre, llamado tradicionalmente “Exhortación Postsinodal”, se declara: “El final de los trabajos de la asamblea y el documento que recoge los frutos no cierran el proceso sinodal, sino que constituyen una de sus etapas. Dado que las condiciones concretas, las posibilidades reales y las necesidades urgentes de los jóvenes son muy diferentes entre países y continentes, aún en la comunión de la única fe, invitamos a las Conferencias Episcopales y a las Iglesias particulares a que continúen este camino, comprometiéndose en proceso de discernimiento comunitario que incluyan también a quienes no son obispos en las deliberaciones, como lo hizo este Sínodo….. Esperamos que en estos caminos participen familias, institutos religiosos, asociaciones y, sobre todo, los jóvenes, de manera que la “llama” de lo que hemos experimentado estos días se difunda” (#120). No cabe duda de que, con ocasión de este discernimiento sobre el mundo de los jóvenes que hace hoy la Iglesia universal, se da un paso muy importante en la participación efectiva de todo el Pueblo de Dios, no solamente en las consultas, sino incluido el discernimiento y la toma de decisiones en los diferentes campos del apostolado y actividad misionera “ad intra” y “ad extra” de la Iglesia. Un gran paso inaugurado por el Concilio, pero en retraso para su plena y eficaz aplicación. Por otra parte, hemos podido vivir la experiencia de la Jornada Mundial de la Juventud en Panamá, al final del mes pasado, presidida por el papa Francisco y con la presencia de innumerables jóvenes de todo el mundo. Su preparación y realización ha sido también ya una muestra en la práctica de esta sinodalidad de los jóvenes, dispuestos a hacer propia y caminar juntos la vida de la Iglesia en los nuevos tiempos. A partir de escucharlos, compartir con ellos un mensaje, el de Jesús, en el lenguaje propio y con las expresiones típicas del mundo juvenil; reconociendo que son el “ahora de Dios”, como se lo repitió Francisco, va tomando fuerza un paradigma, cargado de esperanza para la renovación de la Iglesia y la humanidad. + Ismael Rueda Sierra Arzobispo de Bucaramanga