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vocación

Vie 23 Feb 2018

La parroquia

Por: Mons. Ismael Rueda Sierra - La CV Asamblea Plenaria del Episcopado Colombiano, celebrada al principio de este mes, tuvo como tema central el tema de la parroquia como corazón de la nueva evangelización. Fue un discernimiento muy ponderado, actual y necesario por cuanto la realidad de la comunidad parroquial, su renovación y adecuación en el servicio del anuncio misionero del evangelio, ocupa un lugar, sin duda, relevante a la hora de definir cualquier itinerario pastoral. Hay un legado fundamental que proviene del Concilio Vaticano II, que plantea el desafío de la renovación de la Iglesia y en ella de todas sus estructuras y comunidades concretas. Considerada la Iglesia como Pueblo de Dios, busca que la comunión y la participación como acción corresponsable de todos sus miembros, pastores y laicos, cada uno de ellos según su vocación y carismas, construya la iglesia misionera. De esta manera, inspirada en la eclesiología y espiritualidad de comunión, la Iglesia crece y se fortalece como comunidad de comunidades. Tanto el resultado de una evaluación previa que se hizo sobre la realidad de las parroquias en nuestro país, consultadas diversas jurisdicciones eclesiásticas, así como la presentación y discernimiento sobre la identidad y misión de la parroquia con base en los anteriores criterios, habida cuenta el contexto social y cultural en que estamos inmersos, fue motivo para el examen que hiciéramos los obispos, en la espera de contribuir a que esta estructura e institución fundamental, además tan antigua del Pueblo de Dios, despegue definitivamente hacia su plena renovación, asumiendo los retos de la ahora presente. Importante resaltar los énfasis que fueron apareciendo a la hora de precisar lo que en últimas define la identidad y misión de nuestras parroquias, a la luz de la misma identidad y misión de la Iglesia, empeñada en una nueva evangelización. En efecto, y con el ánimo de resumir estas características, podemos ver en primer lugar el anuncio del kerigma, es decir el gozoso anuncio del Señor que invita a la conversión y al encuentro con Él, sin el cual, resultaría difícil construir todas las demás notas que definen la parroquia. En segundo lugar, la parroquia promueve la iniciación cristiana que va trazando un camino de madurez en la fe y que partiendo del bautismo, conduce a los creyentes a la responsable opción de su vocación específica y a su convencida participación en la vida y misión de la Iglesia. Como tercer aspecto se puede señalar la dimensión comunitaria. No se puede construir Iglesia que no sea comunidad al mismo tiempo. Llamados a participar en la común- unión a la que el Señor nos invita, la parroquia se va construyendo como comunidad de pequeñas comunidades, grupos y movimientos, invitados todos a vivir la espiritualidad de comunión, además camino seguro de santificación. Por último aparece como esencial la dimensión misionera. Parroquias en salida misionera, con vocación de llevar el testimonio y la Palabra de la experiencia vivida en el Señor a otros ambientes y realidades donde el Evangelio no ha llegado o se ha enfriado el corazón de las personas. Todas y cada una de estas características, hechas vida y aplicadas a través de los planes pastorales convenidos para cada Iglesia particular, con un conocimiento permanente de la realidad y de los signos de los tiempos, serán también motivo de transformación social y contribución esencial para construir una cultura del encuentro, de la convivencia y de la paz. + Ismael Rueda Sierra Arzobispo de Bucaramanga

Lun 20 Feb 2017

El don de la vocación presbiteral

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo - La Asamblea de los Obispos de Colombia, que se realizó la semana pasada, tuvo como objetivo central el estudio de la nueva “Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis” que, con la aprobación del Papa Francisco, fue publicada el 8 de diciembre de 2016. Esta versión actualiza el documento aparecido por primera vez en 1970; se propone concretamente, mirando en su conjunto la formación de los sacerdotes, asumir el magisterio pontificio sobre el particular y dar orientaciones precisas que respondan a los grandes desafíos que tenemos actualmente. La formación, inicial y permanente, de los sacerdotes debe ser comprendida en una visión única, integral, comunitaria y misionera. Comienza con el bautismo, se perfecciona con los otros sacramentos de la iniciación cristiana, se vive como un proceso de discipulado, capacita para la entrega de sí mismo en la caridad pastoral, exige un carácter eminentemente comunitario y continúa durante toda la vida. Una de las novedades del documento es mostrar la necesidad de la continuidad en el proceso formativo que se inicia en la familia y la parroquia, se desarrolla en el seminario y se prolonga en el ministerio. El ministerio ordenado tiene su origen más profundo en el designio amoroso de Dios que, sellado con la sangre de su Hijo e impulsado en el tiempo con la fuerza de su Espíritu, consagra y envía a unos elegidos para que a través del servicio sacerdotal conduzcan a su pueblo. Así lo que expresa el profeta Jeremías cuando pone en la boca de Dios esta promesa ardiente: “Les daré pastores según mi corazón”. Por eso, toda la formación sacerdotal, inicial y permanente, se orienta a configurar pastores que sirvan al pueblo con el mismo amor de Dios. Para lograr esto, la Ratio propone que la formación inicial se estructure en cuatro etapas. La etapa propedéutica, que ayuda al seminarista en su maduración humana y cristiana. La etapa discipular lo guía en la afirmación consciente y libre de su opción de seguir siempre a Jesús. La etapa de configuración lo impulsa en un camino espiritual para identificarlo con Cristo Siervo, Pastor, Sacerdote y Cabeza de la Iglesia. La etapa pastoral lo lleva a comprender que su vocación y misión se viven en la inserción en un presbiterio y entregado generosamente a la comunidad eclesial. La formación permanente, por su parte, conduce a que la experiencia discipular de quien es llamado al sacerdocio no se interrumpa jamás. Así, el sacerdote, bajo la acción del Espíritu Santo y con la ayuda de sus hermanos presbíteros, se mantiene en un proceso de continua configuración con Cristo. Es un camino de conversión para reavivar constantemente el don recibido. Así va superando todos los desafíos: la experiencia de la propia debilidad, el riesgo de sentirse funcionario, el reto de la cultura contemporánea, la atracción del poder y la riqueza, la fidelidad al celibato y el propósito de entregarse hasta el final. Nos llegan muy oportunas las directrices de la Ratio en este momento en el que, con justa razón, el mundo nos reclama a los sacerdotes que seamos íntegros, auténticos, responsables y capaces de entregar la vida. Es un llamamiento a que toda la Arquidiócesis se sienta comprometida con la búsqueda, acompañamiento e integración en la vida eclesial de los candidatos que van al Seminario, de acoger a los que no terminan el proceso en el Seminario pues deben ser después los mejores laicos en sus parroquias y de lograr que cada sacerdote se responsabilice seriamente del don que ha recibido y lo ofrezca eficazmente a los demás. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín