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aborto en Colombia

Lun 26 Feb 2024

Iglesia promoverá proyecto nacional para impulsar la vida en Colombia

La Conferencia Episcopal de Colombia reunió a los delegados de la pastoral de la vida de diversas jurisdicciones del país para construir las bases de lo que será un proyecto nacional que impulse la vida humana desde distintos niveles y la sitúe en el centro del compromiso eclesial.Al encuentro, desarrollado del 20 al 22 de febrero en Bogotá, asistieron 28 representantes, entre sacerdotes, religiosas y laicos, de 14 diócesis y arquidiócesis. Desde abril de 2016, este es el cuarto encuentro de este tipo que convoca el Departamento de Promoción y Defensa de la Vida del Secretariado Permanente del Episcopado Colombia (SPEC). Monseñor Francisco Antonio Ceballos Escobar, obispo de Riohacha y presidente de la Comisión Episcopal de Promoción y Defensa de la Vida, lideró el espacio.Entre las principales estrategias propuestas para este plan, fruto de los espacios de diálogo y trabajo conjunto desarrolladas durante la reunión, se destacan: la necesidad de brindar mayor formación a las personas vinculadas a estas pastorales, el trabajo conjunto entre provincias eclesiásticas, y la articulación de los diferentes actores y sectores que propenden por la vida. Acciones que, según afirman organizadores y participantes, permitirán alcanzar un mejor impacto eclesial, así como mayor incidencia a nivel social y legislativo.“Primeramente saber el activo que tenemos, qué diócesis tienen la pastoral de defensa y promoción de la vida humana. Luego, encontrarnos como agentes de pastoral para crear proyectos comunes y, de esa manera, tener un poco más de fuerza de injerencia con una voz que sea escuchada por los diferentes sectores de la sociedad”, afirmó monseñor Ceballos sobre la motivación y los alcances de este encuentro.Para el obispo de Riohacha, otro de los grandes desafíos que abordará este plan se enmarca en la necesidad de lograr mayor incidencia sobre actual agenda legislativa del país en temas asociados a la vida. Agenda que, según ha dicho, parece favorecer más una “cultura de la muerte”.“Qué bueno que nosotros como Iglesia también formemos la conciencia de los legisladores, porque muchas veces legislan sin conocimientos concretos y si nosotros nos ofrecemos dar algunas pautas de conocimiento, de la ética misma, pienso que ellos lo pensarán dos veces antes de tomar las decisiones”, agregó el prelado.El encuentro contó con la intervención de diversos especialistas en el tema de la vida. Estos, abordaron dimensiones como la situación jurídica de la promoción y defensa de la vida en Colombia, actualización que estuvo a cargo de la abogada Ana María Idárraga Martínez, vinculada a la Clínica Jurídica de Interés Público y Derechos Humanos de la Universidad de La Sabana.En el espacio también se socializaron algunas experiencias pastorales significativas en torno a la promoción y cuidado de la vida humana. Entre ellas, el Centro de Orientación para la vida y la familia de la Diócesis del Espinal; la iniciativa sobre dignidad Humana y salud mental que se impulsa desde el Obispado Castrense; el programa “Viñedo de Raquel”, fundamentado en el acompañamiento psicológico y espiritual para el apoyo a la sanación después de un aborto; así como el “Itinerario espiritual de acompañamiento a la gestación”.Existen otras iniciativas impulsadas a nivel de Iglesias particulares expuestas durante el encuentro que también han dado importantes frutos pero que, a través de este plan, se podrían fortalecer. Por ejemplo, en la Arquidiócesis de Cartagena se lleva a cabo el impulso de la pastoral de la vida con rostro social y solidario a través de diversos programas desde los que se atiende y acompaña a niñas y adolescentes que han sufrido abusos o violencias en sus entornos familiares, escolares o comunitarios, como el caso de Talitha Qum; o la Casa María Revive que atiende a personas en situación de calle. Además, el trabajo articulado con la pastoral hospitalaria que atiende a los enfermos y familiares.“Estamos obviamente trabajando para que el tema de la defensa de la vida también vaya cubriendo los inicios y los finales de la vida, sobre todo cuando se trata del tema de aborto y todo el tema de la eutanasia y encarnizamiento terapéutico”, agrega el padre Víctor Antonio Bustamante, delegado de esta jurisdicción.Desde la Diócesis de Chiquinquirá y a través de comunidades religiosas como las Hijas Misioneras del Siquén de María, quienes atienden tanto a familias en crisis, como a aquellas que se quieren conformar. También, acompañan a jóvenes que están por tener hijos, o a quienes ya teniéndolos enfrentan dificultades para transmitirles los valores cristianos, especialmente los asociados al cuidado de la vida, al respeto del que está por nacer y también del abuelo.“Desde la Iglesia tenemos ese gran reto de formarnos más profundamente en temas de bioética, en temas de cuidado también e involucramiento con las familias para volver a recordar nuestros valores, nuestra moral cristiana a cada una de estas familias. Es muy importante que nos articulemos, que esa formación no sea aislada, que somos una sola Iglesia y que, como Cristo es uno, nosotros también estamos llamados no solo a formarnos, a ejecutar juntos, sino a permanecer siempre con el mismo objetivo y horizonte”, expresa la hermana Natividad del Sagrado Corazón de Jesús, delegada de esta Iglesia particular en Boyacá.Por su parte, la Diócesis de San José del Guaviare realiza un trabajo permanente por la defensa de la vida en articulación directa con la organización de acción internacional conocida como '40 días por la vida'. Sin embargo, trabajan ya en la conformación de una pastoral diocesana de la vida que les permita unir todas las dimensiones y esfuerzos.“Se va a formar la pastoral del sufrimiento, que es la que articula hospitales, la parte de los geriátricos, cárcel, vulnerabilidad y de mamas en crisis de aborto y situaciones relacionadas con suicidios”, afirma Ibeth Unda Rayo, Virgen Consagrada, representante de estas diócesis en el departamento del Guaviare.A continuación, vea el informe audiovisual del evento:

Mié 1 Nov 2023

Se acaba la vida, no el amor

Por Mons. Miguel Fernando González Mariño - Una antigua lápida decía: “terminus vitae, non amoris”. Se acaba la vida, no el amor. “Para este fin de amor hemos sido creados", dice San Juan de la Cruz.Cada año en el mes de noviembre nuestra santa madre la Iglesia, muy pedagógicamente nos recuerda la realidad más evidente de nuestra vida: que un día tendremos que morir. A pesar de ser tan evidente, el mundo se empeña por evadirla, desconocerla o desfigurarla, y en el peor de los casos, jugar con ella de las más diversas formas, queriéndole arrebatar a Dios su soberanía como el único Señor y dador de vida. Algunos científicos se creen con el derecho de fabricar, manipular y matar embriones humanos. Hay también, magistrados que, con aberrante soberbia, les conceden a las madres el derecho de matar a sus hijos antes de que nazcan. Es tan insidiosa la insistencia de “la cultura de la muerte” que hoy en día atentan contra sus vidas o directamente piden la muerte ya no solo adultos desesperados por graves problemas o enfermos terminales en gran sufrimiento, sino también adolescentes y cada vez más niños y jóvenes, que están comenzando a vivir y por cualquier contrariedad les parece que no vale la pena vivir. Lo cierto es que hoy, son cada vez más los imbuidos por la cultura del descarte que demuestran que, quien no valora la muerte, es porque no valora la vida.Cuando san Pablo escribió “Para mí la vida es Cristo y morir una ganancia” (Flp 1,21) no padecía de ideación suicida, ni mucho menos. El suicida es el que quiere erróneamente escaparse de la vida, huir, evadirlo todo. En cambio, para tener la convicción de Pablo, se requiere estar enamorado de Cristo. Para ver la muerte como una ganancia, Pablo primero asumió a Cristo, no solo como un maestro, o como un modelo a seguir, sino como su vida misma, la razón de su existencia, y entonces toda su vida en esta tierra, cada día y cada momento los utilizó para asimilarse más a Cristo, para tener sus mismos sentimientos, su misma forma de pensar, de tratar al prójimo, y a sí mismo como hijos de Dios. En fin, preparó su alma para encontrarse cara a cara con Él, para vivir en Él eternamente.“La muerte es el final de la vida terrena” dice el Catecismo de la Iglesia Católica (1007) y agrega que “el recuerdo de nuestra mortalidad sirve también para hacernos pensar que no contamos más que con un tiempo limitado para llevar a término nuestra vida.” Y en qué puede consistir “llevar a término nuestra vida” sino en aprender a amar y, como dice el Papa Francisco, como dice el Papa Francisco en términos futbolísticos: la vida terrena es como el campo de entrenamiento para el gran partido. Estamos aquí para “entrenarnos en el amor. La vida eterna que nuestro Padre Dios nos ofrece es vivir no junto a Él sino en Él, que es Amor absoluto, o sea que para estar en el cielo ciertamente tenemos que ser “expertos en amar.” Todo el evangelio es una continua exposición de cómo Jesús ama, me ama, incluso hasta dar su vida por mi salvación. “Qué bonita que es la vida” dice la conocida canción. Pero toda su belleza sólo se reconoce cuando la asumimos como el único medio que Dios nos presenta para llegar al cielo, cuando vivimos con los pies muy en la tierra pero el corazón en el cielo, puesto en Dios, cumpliendo a cabalidad los deberes de cada día, queriendo ayudar a hacer más feliz la vida de nuestros hermanos, ayudándoles a conocer, ya aquí en este mundo una muestra del infinito amor de Dios. Cuando valoramos así la vida, en su justa medida, valoramos entonces la muerte, como lo que es: el momento del abrazo del Padre que nos acoge en su casa. Entonces sí entendemos porque hay que morir para vivir. Mortem, terminus vitae, non amoris.+Miguel Fernando González MariñoObispo de la Diócesis de El Espinal