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darío monsalve

Mié 2 Nov 2022

“Aprender a despedirse” (Papa Francisco)

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía – Una Carta Apostólica en forma de “Motu Proprio”, dada a la Iglesia por el Papa Francisco el 12 de febrero de 2018, con el titular indicado para este artículo editorial, iluminado por la lectura de Los Hechos de Los Apóstoles (20,17-27), me permite también iluminar mi inminente paso de arzobispo titular a emérito de Cali. Pido excusas a todos los que lean o escuchen, por valerme de esta página en La Voz Católica para algo tan íntimo y personal, valiéndome de las palabras del Santo Padre: “La conclusión de un oficio eclesial debe ser considerada parte integrante del mismo servicio, en cuanto requiere una nueva forma de disponibilidad”. Movido por estos sentimientos anuncié desde fines del año 2021 que éste año de 2022 sería, entre todos los programas indicados, “un año de transición hacia un nuevo ministerio arzobispal en la arquidiócesis”. Y así lo hemos vivido, cuando en Pascua fue publicado el nombramiento del Arzobispo Coadjutor, con derecho a sucesión, quien tomó posesión canónica de dicha designación y nombramiento el 14 de mayo. En este mes de noviembre, serán ya seis meses de esta generosa y noble transición del otrora Obispo Auxiliar, Monseñor Luis Fernando Rodriguez Velasquez, hacia el pleno ejercicio como arzobispo titular de Cali. De cara al remate e inicio de año, le he pedido a Monseñor Luis Fernando asumir todas mis funciones y estoy, igualmente, solicitando al Santo Padre el Papa Francisco la aceptación de mi renuncia, a tenor de los cánones del Derecho. “Quien se dispone a presentar la renuncia necesita prepararse adecuadamente ante Dios, despojándose de los deseos de poder y de la pretensión de ser indispensable. Esto permitirá atravesar con paz y confianza tal momento, que de otra forma podría ser doloroso y conflictivo. Al mismo tiempo, quien asume en la verdad esta necesidad de despedirse, debe discernir en la oración como vivir la etapa que está por iniciar, elaborando un nuevo proyecto de vida, marcado, en lo que sea posible, por la austeridad, humildad, oración de intercesión, tiempo dedicado a la lectura y disponibilidad para ofrecer servicios pastorales sencillos”. Desde el 1o. de Agosto de 2010 hasta ahora, he gozado de la acogida, la fraternidad episcopal y del presbiterio, la inclusión en el corazón, en la oración y en la afectuosa vida de familia de Dios, que religiosos y fieles, en parroquias e instituciones, me han testimoniado con intensidad. He visto la acción del Señor en todos y a través de quienes compartimos el ministerio apostólico en su servicio: obispos, presbíteros y diáconos. En la Arquidiócesis, en la Provincia Eclesiástica y en la Región, he vivido y compartido el sentido y la misión de la Iglesia. Con los más pobres y los sectores involucrados como víctimas, actores o soporte de tandiversos conflictos, se han consolidado vínculos de compromiso por la convivencia pacífica y por la búsqueda de oportunidades incluyentes sin injusticia ni violencia. La vida humana como proyecto de amor a fondo, desde el Amor Incontenible de Dios, en los diversos estados de vida cristiana, la he constatado en las parejas de cónyuges y en la revalidación del sacramento de la comunión y misión con Cristo Jesús, en la Eucaristía, en el amor célibe y esponsal de sacerdotes y vida consagrada y en el matrimonial y familiar de los casados. He visto testimonios admirables de entrega y sacrificio por los demás y por los más pobres y oprimidos. He compartido la solicitud pastoral por las poblaciones afro descendientes, por la población recluida en cárceles, por las gentes campesinas e indígenas, por migrantes, desalojados y desplazados. Serán siempre un desafío y un clamor de justicia para la consciencia de feligreses, consagrados y pastores. He sido testigo del abnegado y fructífero servicio de educadores, colaboradores de las Casas Episcopales y de la Curia, delegados y Vicarios episcopales, servidores laicos, monasterios, congregaciones, sociedades apostólicas, pequeñas comunidades y asociaciones laicales. Nuestros niños, adolescentes y jóvenes, las mujeres, los adultos mayores, los universitarios y la academia, los empresarios y políticos, los comunicadores sociales, son sectores humanos e institucionales específicos, a los que reconozco poca cercanía personal y pastoral en estos años. Las autoridades civiles y de las demás ramas de lo público, me han merecido siempre el respeto y aprecio y, si bien no son destinatarios distinguidos por mi atención pastoral, hemos gozado de su apertura y cooperación con la Iglesia de Cali, en bien de las poblaciones más necesitadas de acceso a la comida, el cuidado, la salud, la educación y las mesas de paz. Desde Meléndez, bajo un alero acogedor, que reúne los ruidos de la calle y el trinar de las aves, y desde la Curia arquidiocesana en el centro de Cali, pude seguir día a día, durante esta docena de años, el vivir eclesial de la arquidiócesis, de la ciudad y región, así como acompañar algunos procesos de paz nacional, compartiéndolos, frecuentemente, con la diplomacia y comunidad internacional. “Aprender a despedirse”, como lo indica el Papa Francisco, no es vivir una ruptura sino ejercitarse en la voluntad de Dios y en las virtudes existenciales, en la gratitud, la humildad, el desprendimiento y la continuidad de la llama que aún sirve y deberá consumirse hasta desaparecer en la Luz que la enciende. A todos, tres palabras: Gracias, Perdón y Esperanza. Los “tiempos difíciles” que vivimos juntos desde la pandemia y la protesta social, no los seduzcan, por ninguna razón, al desespero de lo maléfico, lo violento, lo engañoso, lo que nos divide. Es hora de sumarnos y multiplicar el amor y el pan, de cuidar la “casa común” y la familia, de trabajar unidos por el mañana mejor, por la paz y las oportunidades para todos. Los bendigo con Jesús, con María y con la Iglesia Católica. Los bendiga Dios a todos con su Misericordia y su Providencia. + Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali

Vie 18 Feb 2022

Cuarto día. Informativo: ‘ASÍ VA LA ASAMBLEA’

Los siguientes fueron algunos de los momentos más destacados de la agenda desarrollada por los obispos, durante su cuarto día cesión en la CXII Asamblea Plenaria de Episcopado. Ofrecemos otra entrega más del informativo ‘ASÍ VA LA ASAMBLEA’. Estos fueron los principales temas: - En el marco de esta Asamblea, los obispos de las jurisdicciones eclesiásticas del departamento del chocó, concretamente de las diócesis de Quibdó, Istmina–Tadó y Apartadó se pronunciaron, frente a la grave situación humanitaria y social que viven sus comunidades. - En este contexto, se adelantó una rueda de prensa, presidida por Mons. Luis José Rueda, presidente de la Conferencia Episcopal, donde estuvieron presentes 13 de los obispos que están en territorios donde el conflicto no da tregua. Algunos de los prelados manifestaron sus preocupaciones y expresaron su respaldo a los obispos de las Diócesis de Quibdó, Apartadó e Istmina. - Avanzando con el proceso de escucha sinodal, los obispos recibieron y escucharon los aportes de algunas organizaciones y representantes de carácter educativo y social, entre los que se destacó la participación de Byte Ruth Consuelo Chaparro, lideresa social y etnoeducadora comunitaria. - Como es costumbre cada año, para esta fecha, se presentó a los señores obispos la propuesta de la campaña Dona Nobis, que busca reunir fondos para la obra evangelizadora de la Iglesia Católica en nuestro país. Conózca los detalles AQUÍ.

Jue 18 Abr 2019

Confesar la verdad nos hará libres

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - Semana Santa es nuestra oportunidad de cruzar la mirada con Jesús, de vivir su PASO por nuestras vidas. La Iglesia en Cali convoca a los fieles y a quienes buscan un nuevo acercamiento a la persona del Señor Jesús, revelación de Dios en nuestra propia naturaleza y realidad humana, a abrirle la agenda, la casa y el corazón a los días santos. Las parroquias y centros de culto estarán también abiertos y dedicados a la liturgia, a las celebraciones y al sacramento de la reconciliación con Dios que el mismo Cristo nos confió. CONFESAR LA VERDAD se ha convertido en el gran desafío de nuestras vidas. Es el acto de encontrarse con Cristo y dejar que él rescate la conciencia de cada persona, difusa en las cosas y afanes de la vida. Tomar conciencia de lo que estoy siendo y haciendo, junto a Jesús, nos abre a la gracia del CAMBIO DE ACTITUD ante la vida, las relaciones con los demás y la percepción de los acontecimientos. Es la gracia de detenerse y agradecer, de escuchar una palabra iluminadora y reconocer mi parte en las cosas. Es la gracia de vivir la vida como proceso de conversión permanente. El sacramento de la CONFESIÓN nos permite este ejercicio de cinco puntos: *examen de conciencia, *contrición de corazón, *propósito de enmienda, *confesión de boca y *satisfacción de obra. Este ejercicio es también el que debemos aplicar a nuestra vida de parejas y esposos, de corrección fraterna en familias y comunidades de vida. Y, por supuesto, en la construcción de paz y reconciliación que las realidades nos reclaman a todos. CONFESAR LA VERDAD que nos hace libres en Jesús y abre la puerta al perdón, la corrección y la reparación es también la opción para una sociedad herida, en la que algunos hacen víctimas a muchos, en la que todos necesitamos oportunidad de vida y de cambio, de reconciliación y paz. Este es el GRAN DESAFÍO que Dios, en Jesús, nos hace ahora y aquí. Respondámosle con decisión. + DARÍO DE JESÚS MONSALVE MEJÍA Arzobispo de Cali

Vie 18 Ene 2019

Iglesia en Cali clama por la no violencia contra la mujer

El Arzobispo de Cali, monseñor Darío de Jesús Monsalve Mejía, lideró el lucernario que se realizó este martes 15 de enero, por las víctimas de la violencia y en honor a la joven Lady Johana asesinada a finales del año pasado. Durante una velatón, el prelado explicó que el ‘Lucernario de oración’, fue convocado para que el asesinato de la joven no quede olvidado, advirtiendo además, que este espacio fue un homenaje a Lady Johana y a las mujeres colombianas. Así mismo, el Arzobispo dijo “queremos decirle a Lady Johana: ‘Vives’, tu espíritu lo invitamos para nos acompañe en esta plegaria por la vida. Para que todas las mujeres sacrificadas en esta oleada de feminicidios que azota a Colombia, para reivindicar alma y espíritus de las víctimas de esta violencia interminable por las que no nos hemos podido unir”. Por su parte la Vicaría para la Reconciliación y la Paz de esta Jurisdicción, recordó que este fue un espacio de protesta contra los feminicidios y los asesinatos de las mujeres en el Valle del Cauca e invitaron junto a la comunidad y las organizaciones sociales a defender la vida, a exigir seguridad, justicia y resultados en el esclarecimiento de las investigaciones de estos lamentables hechos de violencias contra la mujer. “Esta jornada permitió visibilizar las duras situaciones que afrontan las mujeres en la ciudad caleña, la falta de garantías y protección de la vida de las mujeres por parte del Estado y la ineficiencia de las rutas de atención cuando se hacen las respectivas denuncias”, señala un mensaje emitido por la Vicaría. Entre gritos, cantos, proclamas y consignas, la comunidad manifestó a la ciudad vallecaucana entera, que está cansada de tanta violencia, que las mujeres, las niñas y los niños deben ser respetados, amados y valorados con el derecho de coexistir en medio de la diferencia.

Lun 17 Dic 2018

“Del Señor somos” y del domingo vivimos

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - La Iglesia es la eucaristía. Por la eucaristía, la Iglesia renueva constantemente su ser de “Iglesia de la Pascua”. Por ella, constituida por muchos pueblos, se transforma en un solo Pueblo, gracias a una sola MESA, que el Señor ha preparado para nosotros. Las primeras comunidades cristianas eran, por ello, asiduas a la celebración dominical de la eucaristía; para ellos resultaba algo connatural. Era, como lo entendemos hoy, fuente y cumbre de toda evangelización, pues en ella se sentían comunidad reunida y enviada (misa- misión), a comunicar el gozo de la Pascua, la alegría de la salvación, el anuncio de un futuro posible ya en Jesús y las primeras comunidades, con el poder y la fuerza interior y comunitaria del Amor. La eucaristía, nos dijo en tiempos recientes, San Juan Pablo II, “ha de ser principio y proyecto de misión. Entrar en comunión con Cristo en el Memorial de la Pascua significa, al mismo tiempo, experimentar el deber de hacerse misionero del acontecimiento que aquel rito actualiza. La despedida final de cada Misa constituye una consigna que impulsa al cristiano a comprometerse en la propagación del Evangelio y en la animación constante de la sociedad” (Mane Nobiscum Domine: “Quédate con nosotros Señor”, 24). Como para los primeros cristianos, para nosotros la eucaristía no solamente nos permite el encuentro con Cristo Resucitado en la Comunidad, animada por el Espíritu Santo con la Palabra, con el Sacramento del Sacrificio y el Ministerio sacerdotal y diaconal, sino que, como le gustaba decir a San Juan Crisóstomo, nos permite descubrir, entre tanta tragedia, sufrimiento y exclusión, a Jesucristo “EN EL ALTAR DEL POBRE”. La eucaristía es “la Mesa y Misa del mundo” porque es anticipación de “la Mesa y Misa del Cielo”, de la consumación definitiva del mundo. Por ello se ha de celebrar también “sobre el altar del mundo”, como esperanza de la humanidad transformada en Cristo e himno del universo. Desde estas apreciaciones podemos entender que nuestro Plan Quinquenal de Pastoral en la Arquidiocesis de Cali, tenga como fuente, camino, cumbre y pedagogía participativa, la celebración dominical de la Eucaristía, la Pascua que se prolonga en los domingos del Año Litúrgico. Que la comprensión y vivencia de la Eucaristía dominical, esté iluminada también desde la espiritual Esponsal y Familiar de la Mesa Eucarística, “Banquete de Bodas del Cordero”, Mesa del Hijo y de los “hijos adoptados en Él”, y Pan que el Padre Celestial sirve a los primeros invitados, que no le corresponden, al pueblo de Israel, y a todos los excluidos de la humanidad, para integrarlos a la Mesa Común, a la Familia surgida con Cristo Jesús. Desde los Santos Esposos de Nazaret, María y José, desde el misterio del Reino de Dios y de quienes se acogen a su Palabra y Voluntad, desde el don de María, hecho al pie de la Cruz, la Iglesia necesita mantener este “timbre esponsal y familiar”, inicio de un tejido social que tiene su raíz teológica en la Nueva Creación, en la nueva humanidad y familia que surge con Jesús. “Del Señor somos”, dice Pablo en Romanos14,8. “Y del Domingo vivimos”, añadimos nosotros en este inicio del quinquenio 2019-2023. Nuestro énfasis está entonces en afirmar a Cristo Jesús como SEÑOR DE LA NUEVA CREACIÓN, EL KYRIOS, Señor glorioso, por medio de la resurrección. Pascua y Pentecostés tuvieron lugar en el mismo día de la Semana, el primero, sellando la Nueva Economía de Cristo y la Iglesia, la Nueva Alianza de la salvación. El Domingo, Día del Señor, desde los comienzos, era la cena que recordaba el misterio pascual de Cristo y, al mismo tiempo, la espera de su segunda venida. Ya San Justino daba como razón para el nombre de DOMINICUM, Domingo, el Señorío de Jesús “por ser el PRIMER DÍA en que Dios creó el mundo, y el día en que Cristo Resucitó de entre los muertos”. Y la fe de las primeras generaciones, como la de los mártires de Abitene, en el siglo IV, proclamaba esta consigna: “Sine Dominico non possumus”: “NO PODEMOS VIVIR SIN CELEBRAR EL DÍA DEL SEÑOR” (Didascalia de los apóstoles). Y en el mismo siglo IV, después de Constantino, el Domingo se convertiría ya en “el día del descanso”, para darle espacio al encuentro con el Resucitado, a la Eucaristía y a la Asamblea, al “Altar del pobre”, al descanso y a la vida en común, en la comunidad de esposos y de la familia, a la fiesta y la esperanza, cifradas en la victoria de Cristo. Que este Año 2019 sea nuestro inicio de LA RECUPERACIÓN DEL DÍA DOMINGO, como tiempo y espacio de la espiritualidad cristiana, eucarística, eclesial, social y familiar. Que nos propongamos, al menos, recuperar con nuestras feligresías, en este año, los SIETE DOMINGOS imprescindibles: de Ramos, de Pascua, de Octava pascual (de La Misericordia), de Pentecostés, Corpus Christi, de la Jornada Mundial de los pobres (33 del tiempo ordinario), y de Cristo Rey del Universo. A todos les llegue mi saludo afectuoso de Año Nuevo y mi oración y bendición por un Año del Señor bien vivido y con la abundancia de los bienes divinos y de los que construimos los humanos para el bien común. A todos nos acompañen el Amor esponsal de María y José, de Cristo y la Iglesia, el Amor familiar del Hogar de Nazaret. Feliz año 2019. + Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali

Vie 16 Nov 2018

Arzobispo de Cali celebra 25 años de episcopado

Con una eucaristía en el Santuario Señor Jesús de la Divina Misericordia, ubicado en el barrio El Pondaje, en el oriente de Cali, el arzobispo de esta ciudad, monseñor Darío de Jesús Monsalve Mejía, celebró sus Bodas de Plata episcopales. Al acto litúrgico de acción de gracias por “la vida y la misión pastoral” del Arzobispo de Cali, asistieron 13 obispos, 50 sacerdotes, familiares, delegaciones de Bahía Málaga y de otras regiones del país, donde antes ejerció su vida religiosa, fueron aproximadamente unas mil personas. Durante su homilía el prelado pidió perdón por sus pecados e hizo hincapié a los momentos actuales “tenemos todos la amenaza de sentirnos solos, sin líderes, como ovejas perdidas”, pero invitó a los presentes a “buscar ser hombres y mujeres capaces de sacrificarse por los demás persiguiendo el anhelo de la paz, la convivencia y la reconciliación”. Como muestras de afecto y reconocimiento por la labor pastoral realizada en la capital del Valle durante los ocho años que lleva en esta ciudad, el arzobispo de Cali, recibió varias exaltaciones: La Alcaldía de Santiago de Cali le otorgó la Medalla Sebastián de Belalcazar, grado Cruz de Comendador; la Gobernación del Valle del Cauca, la Medalla Ciudades Confederadas en el grado Gran Cruz Oficial; Fenalco le otorgó una placa expresando su reconocimiento al arzobispo por su importante labor durante su vida ministerial en beneficio de la región y el país, mientras la Universidad San Buenaventura, la Pontificia Universidad Javeriana, la Universidad San Buenaventura y la Fundación Universitaria Católica Lumen Gentium, también le otorgaron reconocimiento por su trabajo pastoral en estas instituciones.. Durante su discurso de agradecimiento, monseñor Monsalve Mejía resaltó la fuerza de Dios en su trabajo pastoral e hizo la invitación a la comunión entre la sociedad colombiana."Dios ha plantado la mesa de la Eucaristía de la Redención, del Sacrificio Único y Suficiente de Cristo Jesús (...) Desde esta mesa del ágape jubilar de mis 25 años de obispo, los invito a seguir construyendo la sociedad que Dios quiere, la comunidad de Iglesia que Cristo Jesús inició con Los Doce y Los 72 discípulos, los hogares y la patria que hagan posible una vida con sentido, bondad, justicia, belleza y paz", agregó. En estos 25 años, Monseñor Darío ha trabajado incansablemente por la sociedad colombiana, desde el fomento de la paz, la evangelización a partir de los valores infundidos por Jesucristo y la humildad, la cual lo llevó a pedirle al papa Francisco, "Le ruego que me bendiga porque lo necesito mucho me ayudará a mantener paz en mi corazón y servirle a mi gente en Cali y Colombia".

Sáb 3 Nov 2018

El ministerio apostólico del Obispo

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - El Espíritu Santo y la Iglesia me conceden la gracia de celebrar 25 años de episcopado el 15 de noviembre de 2018, memoria libre de San Alberto Magno, obispo y doctor de la Iglesia. Al dar gracias al “Pastor y Obispo de nuestras almas”, Jesucristo, (1Pe2,25), acompañado con la Iglesia de Cali, a la que fui destinado por el Papa, ahora emérito, Benedicto XVI, desde mediados del año 2010, y bendecido con el inmenso apoyo de mis hermanos Obispos Auxiliares, Luis Fernando y Juan Carlos, confieso sinceramente mi alegría, no obstante la inmensa desproporción existente entre el ministerio confiado y mi capacidad humana, limitada por mi condición de pecador y por el peso de mis defectos. Dirijo, por ello, mi mirada a Dios y su gracia, e invito a todos a reconocer la acción del Señor, de quien “somos siervos inútiles”, en deuda del deber ser y del deber hacer que él nos pide (Lc17,10). Él es y será siempre “El Poderoso que hace obras grandes” por quienes, como María, se dejen conducir a la “humildad de su esclava”. Que me incluya siempre yo mismo, y me incluyan ustedes todos, los creyentes, en la oración por mi conversión a la humildad y gratuidad, al amor incondicional y fiel. “Por la gracia de Dios, soy lo que soy”, testimonia San Pablo (1Cor15,10), al considerarse indigno del nombre de apóstol, de enviado del Señor Jesús. “Como el Padre me envió, también yo los envío”, dice el Señor Resucitado a sus discípulos (Jn20,21). “Esta divina misión confiada por Cristo a los apóstoles ha de durar hasta el fin del mundo (Mt28,20), puesto que el Evangelio que ellos deben propagar es el principio de toda vida para la Iglesia. Esta es la razón por la cual los apóstoles se cuidaron de establecer sucesores en esta sociedad jerárquicamente organizada” (Vaticano II, Lumen Gentium,20). Hay, pues, una continuidad ininterrumpida de los apóstoles a los obispos, o mejor, del colegio de los apóstoles y su misión apostólica al colegio episcopal. Es lo que se denomina sucesión apostólica, que lo es, también y siempre, colegial, pues la sucesión es colectiva: cada obispo es sucesor de los apóstoles, pero no lo es de un apóstol determinado, salvo el Obispo de Roma que sí sucede al apóstol Pedro. La sucesión como continuación y herencia sacramental, trasmitida con el sacramento del orden, con el que se recibe la plenitud del sacerdocio, está unida con la “misión y ministerio apostólico” de enseñar, santificar, pastorear, enviar y ser principio y fundamento visible de unidad en su Iglesia local o porción del Pueblo de Dios que le ha sido confiada al Obispo. El Papa Juan Pablo II, hoy santo de la Iglesia, quien me eligió como Obispo y quien había ordenado al arzobispo Paolo Romeo, entonces Nuncio en Colombia y hoy Cardenal emérito de Palermo, Italia, definió al obispo como “servidor del Evangelio para la esperanza del mundo”, y trazó el perfil del obispo ideal con estas palabras: “la figura ideal del obispo es la del pastor que, configurado con Cristo en la santidad de vida, se entrega generosamente por la Iglesia que se le ha encomendado, llevando al mismo tiempo en el corazón la solicitud por todas las Iglesias del mundo” ( “Pastores Gregis”,1). Mirando el recorrido en estos preciosos cinco lustros, debo reconocer que han sido “las gracias de estado”, es decir, la asistencia que Dios da a los hombres para poder cumplir bien su propio deber de estado y santificarse, tanto en lo exterior, creando una situación favorable al cumplimiento del propio deber, como en lo interior, concediéndole las gracias actuales apropiadas, lo que ha enriquecido cada etapa, cada momento y pasaje de este itinerario vivido. Las gracias de estado tienen como efecto ponernos en condiciones de dar a Dios la respuesta que espera de cada uno de nosotros en particular, en su situación concreta. En esta celebración jubilar de “bodas de plata” en la consagración episcopal, no puedo menos que agradecer al Señor y al Padre de la Heredad, ofrendándome con Cristo en el misterio eucarístico y renovando mis compromisos y promesas del día de la ordenación. Con actitud penitente y disponibilidad de corazón, pido perdón al Señor, a la Iglesia y a cada persona a la que le he fallado de palabra, obra y omisión. Confío el resto de mi vida al querer de Dios. Él bendiga y recompense a quienes me concedan su indulgencia y me dé la gracia de poder acompañar, sostener y alentar en la fe, en la misión y en la fidelidad de todos a Cristo, a su Iglesia y a la humanidad y dignidad de cada persona a la que estemos destinados. Mi abrazo y bendición a toda la amada Iglesia arquidiocesana de Cali. Seamos testigos y servidores de la esperanza cristiana, cuando los tiempos y realidades desdicen tanto de la vida, del amor y de la paz. + Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali

Vie 31 Ago 2018

Nuestros hermanos venezolanos

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - Cali es paso obligado a los países suramericanos. Por eso es destino de gran parte del flujo de migración forzosa de venezolanos. Muchos han llegado ya. No hay cifras precisas, pero son cientos de miles, porque siguen y seguirán llegando por varios años. No se trata de algo pasajero. La situación que lo origina tenderá a agravarlo, sea cual fuere el desenlace. Porque más que un absurdo sistema ideológico y político, se trata de una situación estructural de vieja data: han sido una economía y sociedad subsidiadas, dependientes del petróleo. Tardarán en salir de allí y nivelarse con la economía internacional. Entendiendo lo anterior, Cali y Colombia entera tienen el deber de dar respuestas adecuadas y de fondo, no de evasivas, ni de meros trámites documentales, “para una migración ordenada, segura y legal”. Mucho menos de justificaciones egoístas o declaraciones de impotencia, para cerrarles puertas y dejarlos a la deriva en calles y carreteras. Y la respuesta nos obliga a todos. Son rostros, situaciones, manos y grupos de hermanos nuestros, que claman ante nosotros y ponen a prueba nuestros valores más profundos: los de acoger, respetar, servir, compartir, proteger, acompañar, restaurar, animar, integrar, dignificar. Somos los ciudadanos, las familias, las organizaciones comunales, los propietarios de tierras, los empresarios y comunicadores, los voluntariados, las Iglesias, quienes los sentimos a nuestro lado, quienes no podemos chutar la responsabilidad a otros, ni dejarnos infestar por la indiferencia o actitudes oportunistas y agresivas. La magnitud del reto nos compromete a organizarnos cada vez mejor, con el apoyo local e internacional de organizaciones humanitarias, con la presión sobre nuestros elusivos gobernantes. Para nosotros, Iglesia Católica, es la hora de Jesús, la hora de la misericordia: “lo que hacen o dejen de hacer a uno de estos, lo hacen o dejan de hacer conmigo”. Es la misericordia de las obras, o al revés, las “obras de misericordia” inmediatas, pero unidas a esa lucha de los pueblos y naciones de la tierra para erradicar el hambre, la sed, la desnudez, el despojo, la exclusión, la enfermedad, el crimen y el delito, las prisiones, la tristeza y la soledad de quienes sufren, de las víctimas sin discriminación alguna: (Mateo 25,31-40). Es deber del creyente en Cristo Jesús y de su Iglesia, encontrarlo a Él en el pobre y la víctima, no solo en la Biblia y la liturgia. Es deber del colectivo social, animado por los creyentes, erradicar de las culturas, pacífica y democráticamente, las causas de la inhumanidad y de la exclusión, de las injusticias y monopolios. La fe no son meros actos caritativos, ni mero culto e Iglesias, sino también esfuerzos válidos por transformar el mundo en “Civilización del Amor”, en Reino de Dios, contenido en Jesús como Evangelio viviente. Este mes de septiembre, mes bíblico de Las Sagradas Escrituras, fundamentadas en la Persona de Cristo Jesús, mes de Los Migrantes, mes de la Paz y de los derechos humanos (San Pedro Claver, semana por la paz), entre otros motivos, mueva a las Iglesias cristianas y Católicas que están en Cali, a todas nuestras parroquias, instituciones y obras, a APERSONARNOS DE NUESTROS HERMANOS VENEZOLANOS. “Nadie se acueste en Cali sin oír la voz del prójimo venezolano”, podríamos decir, recordando al inolvidable padre Alfonso Hurtado, “el de la explosión de Cali el 7 de agosto de 1956”, como quedó en la mente y corazón de los caleños. A nuestra Pastoral de Migrantes, a la Pastoral Social y Banco de Alimentos, a nuestros voluntariados, les agradezco su sacrificio por esta población migrante y refugiada. A la naciente Delegación de Pastoral Bíblica, conformada con la Facultad de Teología de Unicatolica, los aliento a impulsar, desde la espiritualidad discipular, este compromiso de fe y de acción eclesial. + Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali