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democracia

Sáb 28 Mayo 2022

Elegir lo mejor para todos

De nuevo los colombianos son llamados a las urnas, en esta ocasión, para dar inicio a la elección de quién será el nuevo Presidente de la República. Por los siguientes cuatro años. Esto ya es un dato positivo y que hay que valorar: la democracia colombiana, pese a todo lo que se diga, sigue rodando ordenadamente y dando a los ciudadanos la oportunidad de elegir a los candidatos y candidatas de su preferencia. Esto no se puede afirmar de todas las naciones, incluyendo algunos países de la región. La vieja democracia de Colombia, ajada y maltrecha, sigue siendo la atmósfera de la vida política del país y este es un valor que ha crecido a lo largo de la vida republicana y que hay que cuidar como un bien precioso. ¿A quién elegir? ¿Por quién votar? La Iglesia, a través de la Conferencia Episcopal de Colombia, como lo viene haciendo hace ya muchos años, invita, en primer lugar, a que todos los ciudadanos ejerzan efectivamente el derecho al voto. Es la mejor herramienta para hacerse partícipes del destino político de su propia patria. Invita a hacerlo libre y conscientemente. Propone que el criterio para escoger sea el de mirar quién está más y realmente interesado por el bien común de la sociedad, de todas las personas. Y, también, quién tiene una especial atención y preocupación por la población más pobre y más vulnerable. La Iglesia, por supuesto, no va a sugerir ningún nombre en concreto, porque esa no es su misión. Trata de ayudar a iluminar las conciencias para que cada persona tome decisiones con la mejor información y criterios posibles. A algunas personas les impresiona la pugnacidad de la contienda electoral. Así ha sido. Pero esto también es signo de una democracia vigorosa que deja campo amplio para el debate, para la crítica, incluso contra el actual gobierno y contra el Estado, sin que ello genere consecuencias negativas o de represión para nadie. Es nuestra democracia un sistema que, aunque imperfecto, da amplia cabida a la libertad de expresión, de prensa, de opinión. La democracia colombiana ha soportado embestidas fuertes de los violentos, de organizaciones nacionales e internacionales interesadas en desprestigiarla, de gobiernos no democráticos, quizás de todo el mundo, y, sin embargo, se ha sostenido, básicamente porque los colombianos están lejos de querer perder su libertad en cualquier sentido. A pesar de todos sus defectos, este sistema de elección popular de los dignatarios del Estado a nivel local y nacional, sigue siendo el preferido en Colombia. Entonces, desde la Iglesia se invita a todos los ciudadanos a hacer uso efectivo de la democracia y en forma masiva. No se debe olvidar, por ejemplo, que en buena medida la desmovilización de las Farc obedeció a una creciente presión ciudadana contra la violencia. Cuando un pueblo se moviliza y lo hace libre y pacíficamente, es difícil que algo lo pueda detener. No hay que dejar que espíritus violentos o autoritarios, muchos menos maquinarias criminales, se tomen por asalto la vida colombiana y para eso, de nuevo insistimos, la mejor herramienta no es las armas, es el voto. Y, como en el pasodoble, “ni se compra ni se vende”. Ojalá Colombia viva una fiesta democrática en la jornada del 29 de mayo de 2022 y que el o los ganadores tengan como valor supremo el bien común de toda la sociedad, no solo de un partido, una clase, un sector. 50 millones de colombianos tienen derecho a ser libres y a ir mejorando sus condiciones de vida en un entorno democrático, seguro y equitativo. Fuente: Oficina Arquidiocesana de Comunicaciones - El Catolicismo

Vie 20 Mayo 2022

Obispos: “La participación en la vida política es una obligación moral”

El mensaje que envían los obispos al pueblo colombiano a pocos días de las elecciones presidenciales, es una exhortación a participar “activa y conscientemente” de estos comicios. Los prelados señalan que ante las distintas opciones que se ofrecen para ejercer el derecho al voto, es importante aplicar tres verbos: distinguir, ponderar y valorar, esto, agregan “es lo que llamamos el arte de la búsqueda democrática del bien común”. “Hoy más que nunca necesitamos de esta capacidad para reflexionar sobre la realidad en la cual vivimos y reconocer las causas profundas de nuestros males sociales, sin dejar de mirar las grandes potencialidades que tenemos para progresar unidos”. A través de un comunicado invitan a los colombianos a cuestionarse sobre ¿En qué Colombia queremos vivir mañana?. Responder este interrogante observan los obispos, permitirá motivar y dar la posibilidad de “engendrar ideales para el bien de todos”. “Al participar, superamos el pesimismo y el miedo que nos llevan a desconfiar permanentemente unos de otros. El sueño compartido de un país mejor para todos nos permite recuperar la confianza ciudadana en las instituciones, si logramos entregar su dirección a las personas que consideramos más dispuestas a servir al bien común”. En este contexto, invitan a participar de esta jornada electoral recodando que, “a pesar de nuestras circunstancias, el voto es la herramienta sin violencia más poderosa que tiene una sociedad democrática para determinar su futuro; cuando votamos, hacemos que nuestras voces sean escuchadas”. La misiva fue firmada por los obispos Luis José Rueda Aparicio, arzobispo de Bogotá y presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia - CEC; Ómar Alberto Sánchez Cubillos, arzobispo de Popayán y vicepresidente de la CEC, y Luis Manuel Alí Herrera, obispo auxiliar de Bogotá y secretario general de la CEC. El comunicado finaliza con una cita contenida en el Evangelii Gaudium, exhortación apostólica del papa Francisco: “Recordemos que el ser ciudadano fiel es una virtud y la participación en la vida política es una obligación moral”. [icon class='fa fa-download fa-2x'] Descargar comunicado[/icon]

Vie 18 Mar 2022

Firma nacional por una cultura política y la no violencia en la campaña electoral

El Secretariado Nacional de Pastoral Social – Cáritas Colombiana (SNPS-CC) como uno de los representantes de la sociedad civil del Consejo Nacional de Paz, Reconciliación y Convivencia observa con preocupación la violencia y los niveles de estigmatización contra líderes políticos y sociales que afecta la democracia y el debate político constructivo en Colombia. De acuerdo con el Quinto informe preelectoral de violencia contra líderes políticos, sociales y comunales -13 de marzo de 2021 a 13 de enero de 2022- realizado por la Misión de Observación Electoral (MOE), en lo que va del calendario preelectoral se han registrado 180 hechos de violencia contra líderes políticos (que representan el 39,6% del total de casos), por lo que se trata del segundo tipo de liderazgo más afectado. Se presentó un aumento de 89.5% en los hechos de violencia frente al 2017, así como un incremento de 24.1% en los hechos letales (al pasar de 29 a 36) contra este liderazgo. Dicho panorama genera preocupación pues si la violencia contra líderes políticos se está recrudeciendo desde el año preelectoral, el desarrollo de las elecciones en el 2022 puede presentar una situación devastadora. Como respuesta al panorama anterior, el pasado 8 de marzo, presidentes y representantes de diversos partidos políticos suscribieron el Pacto por la vida, una cultura política pacífica, por la democracia y la no violencia en las elecciones y en el ejercicio político, la firma tuvo lugar en la Casa de Nariño y su objetivo principal fue contribuir a la eliminación de los hechos de violencia, estigmatización e intolerancia relacionadas con la contienda política. Para esto, los partidos se comprometieron a propender por una cultura política basada en el reconocimiento y en el respeto por el opositor político, rechazar públicamente y denunciar ante las autoridades competentes todo lo que amenaza el funcionamiento de la democracia que afecta la participación política, utilizar de manera responsable y respetuosa los espacios en medios de comunicación y redes sociales, promover el ejercicio libre y consciente de los derechos políticos de toda la ciudadanía e impulsar, respetar y reconocer la participación paritaria de las mujeres. Como firmantes del Pacto estuvieron presentes directores y representantes de los partidos: Conservador, Partido de la U, Cambio Radical, Polo Democrático, Alianza Verde, Comunes, GSC Colombia Justa y Libres, MIRA, MAIS, Colombia humana, entre otros. Se contó con la participación del presidente de la república, Ivan Duque, el ministro del interior, Daniel Palacios, el registrador nacional, Alexander Vega y el director del SNPS-CC, Monseñor Héctor Fabio Henao. La iniciativa del Pacto es liderada por el Consejo Nacional de paz, reconciliación y convivencia, conformado por 105 representantes: 35 de la institucionalidad y 70 de la sociedad civil –de 36 sectores-, cumpliendo funciones como órgano asesor y consultivo del Gobierno Nacional, cuyas tareas centrales son asesorar la política de paz, reconciliación, convivencia y no estigmatización, además de facilitar la colaboración armónica de las entidades y órganos del Estado en el tema. Desde el SNPS-CC, la iniciativa del Pacto por una cultura política y la no violencia en la campaña electoral, fue liderada y acompañada por el proyecto Estrategias del Diálogo Social, el cual, busca el desescalamiento de la violencia en el país y la implementación de mecanismos de diálogo como una un camino hacia la resolución pacífica de conflictos. Este proyecto es financiado por Caritas Francia, Caritas España y Cáritas Escocía. Fuente información y fotos: Of. comunicaciones SNPS-CC

Vie 11 Mar 2022

“Elijamos bien, salgamos a votar”: Mons. Omar Sánchez

A pocos días de las elecciones parlamentarias en Colombia, monseñor Omar Alberto Sánchez Cubillos, Arzobispo de Popayán y vicepresidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, recordó la importancia que tiene el participar activamente en el proceso electoral. A través de un video mensaje, se refirió al alto índice de abstencionismo que ha tenido el país en los últimos años, por tanto, dijo que, “no puede ser que muy pocos decidan el destino de muchos, es necesario que nos apropiemos de nuestra vocación democrática, que entendamos el valor de un voto y que ese voto sume en la construcción de este país”. El prelado también advirtió que, no vale lamentarnos después si elegimos a las personas equivocadas. “No podremos lamentarnos después de las situaciones que van apareciendo en el país y que nos roban la esperanza, si no hemos sabido acompañar este proceso electoral, eligiendo a quienes merecen que estén gobernando esta patria en las distintas instancias”. Finalmente, observó que, si el país elige mal, esto hará que se profundice la crisis actual. “Es el momento de que no le entreguemos el país a políticos que, como diría el Papa, no les duele la sociedad, no les duele el pueblo y no les duele el sufrimiento de los pobres, elijamos bien salgamos a votar”.

Jue 10 Mar 2022

A ejercer la democracia

Ha llegado el momento para que los colombianos elijan a las personas que los representarán en el congreso de la República. Como representantes a la cámara o como senadores. Las circunstancias políticas actuales, tanto a nivel interno como externo, ameritan que los ciudadanos se tomen muy en serio su derecho y deber a votar y escoger libremente a quienes consideren lo pueden hacer de la mejor manera posible. No es suficiente la crítica feroz que suele darse en torno al Congreso. En todo caso, este cuerpo colegiado es el origen de las leyes de las República y no es sabio desentenderse de su composición. Además, tiene la tarea de ser como el garante de la democracia en nuestra nación, y todos los analistas coinciden en señalar que ésta se encuentra bajo asedio en el mundo entero. Vale la pena destacar que la democracia colombiana, aun siendo bastante imperfecta, permite tanto las campañas como la libre elección por parte de los nacionales. Debates, concentraciones, foros, publicidad, publicaciones políticas, todo esto que ahora es tan visible, es signo de que tenemos una democracia palpitante y que abarca a la mayoría del territorio del país. Todo lo que conllevan las campañas políticas es un buen indicador de que en Colombia hay gusto por la democracia y que hoy, prácticamente nadie, está dispuesto a ser gobernado a nivel local o nacional, sin ser antes escuchado y tenido en cuenta. De la misma manera, desde aquí debe nacer la capacidad de reconocer a quienes triunfan y la de darle espacio a las llamadas oposiciones, las cuales finalmente sirven para controlar posibles desmanes de las mayorías. Y no está de más que el ciudadano se haga consiente de lo importante que es su presencia en las urnas para dar paso a personas que realmente merezcan por méritos e integridad realizar la tarea legislativa de la nación. Y, al mismo tiempo, cerrar el paso a quienes han hecho de la política un negocio, un nido de corrupción sin límites, una actividad hereditaria, una toma del poder para su propio provecho. Hoy, cada persona mayor de edad llamada a elegir cuenta con muchos medios para informarse verazmente de los programas de los candidatos a senado y cámara, lo mismo que de su probidad ética para aspirar a ocupar una curul. Se requiere una ciudadanía cada vez más activa en este sentido o de lo contrario sus quejas caerán en el vacío o se le devolverán al no participar debida y cuidadosamente en la contienda electoral. ¡Cuánto mal hace cada voto cambiado por un tamal, un mercado o unas tejas! Mucho más de lo que el “beneficiario” pudiera imaginarse. La Iglesia, en su largo deambular por la historia, ha realizado su misión bajo todo tipo de modos de gobiernos y ninguno le es desconocido y tampoco absoluto. En medio de la limitación de cada uno de ellos, sin embargo, ha visto en la democracia un modelo político que abre muchas posibilidades a todos los ciudadanos, cuando funciona bien. Y por eso mismo la Iglesia anima, como ya lo han hecho recientemente los obispos católicos de Colombia, a que todos los bautizados y a todas las personas de buena voluntad se conviertan en verdaderos actores políticos de su propia vida, de sus familias y de toda la sociedad. Hay campo para ello y es necesario aprovecharlo para que no sea ocupado indebidamente por nadie. Y la Iglesia también conoce los dolores y despojos del autoritarismo y de las dictaduras y por eso los desaconseja de plano. Que cada colombiana y cada colombiano manifiesten su amor a la patria haciéndose verdaderos actores de la democracia, con el voto libre e informado. No es poco lo que está en juego y a todas luces está claro que se requieren mujeres y hombres nuevos, íntegros y capaces, para darle más impulso al progreso de Colombia. En la actualidad, más que el miedo, lo que debe mover a la ciudadanía es un sueño de construcción del bien común, de la convivencia pacífica y de la justicia social extendida hasta el último rincón de Colombia. Y de la protección de la libertad. Imposible ser pasivo en esta hora crucial de la nación. Oficina Arquidiocesana de Comunicaciones Fuente:Dirección El Catolicismo

Mar 8 Mar 2022

¡Tiempo de Democracia!

Por: Mons. Carlos Arturo Quintero Gómez - Es tiempo de democracia, es tiempo de preparación para ir a las urnas, escenario democrático, en el que los colombianos podemos decidir quiénes serán los hombres y mujeres que van a legislar y quienes van a representar nuestros departamentos y ciudades. Un ejercicio que debe realizarse desde la libertad, la responsabilidad ciudadana y la justicia. De ahí que es infame, cuando constatamos las irreverencias en los foros políticos; cómo las contiendas electorales se tiñen de insultos, intrigas, desavenencias, injurias. Algunos recurren para su defensa, a los ataques con improperios sacando los trapitos al sol, ventilando debilidades humanas y tratando de poner el dedo en la llaga de aquello que más ‘duele’ a un candidato, pero es seguro que, pasando las contiendas electorales, les veamos tomando café, estrechando la mano, posando para una foto; en fin, este es un craso error, si se quiere defender una auténtica democracia. Los candidatos, deberían pensar no en sus intereses personales sino en el bien común, tener respeto por los electores y jamás herir las susceptibilidades de los contradictores. Es lamentable reconocer que los trazos de una corrupción que busca permear todos los ambientes, termine opacando la belleza de una contienda electoral que debería darse, desde la presentación de programas de gobierno, pasando por la cercanía de los candidatos con los ciudadanos e incluso con una mirada solidaria hacia los más pobres y vulnerables. La Misión de Observación Electoral (MOE) ha hecho denuncias ante estos abusos; los organismos de control no son ajenos a estas denuncias callejeras, muchas de la cuales no se cursan en dichos organismos, por la inoperancia e ineficiencia. En la calle se escuchan muchas voces que advierten contratos a tres meses, con el objetivo de ganar adeptos; exigencia a trabajadores, quienes deben garantizar, para conservar su puesto de trabajo, un grupo de electores de entre familiares y amigos o la solicitud a los mismos empleados de organizar en los barrios y veredas encuentros con determinados candidatos, para lo cual son los mismos trabajadores los que tienen que garantizar los refrigerios y la acogida. Quizás algunos, al leer este artículo pensarán: ‘siempre ha sido así’, ‘esta es una costumbre de tiempos inmemoriales’, ‘es una realidad nacional’; sin embargo, yo me pregunto, si esto es así, ¿cuándo vamos a cambiar? Indudablemente las prácticas y costumbres malsanas las podemos cambiar; esa decisión es de cada uno, tanto los candidatos quienes deberían sentir vergüenza al reducir sus candidaturas a promesas politiqueras acompañadas de ofertas de trabajo, entrega de material para adecuación o construcción de viviendas, entrega de mercados, ayuda para pago de servicios públicos, etc. Los candidatos deberían dar testimonio de transparencia, sencillez y respeto por los otros. Jamás debería un buen candidato, honesto y responsable, ofrecer privilegios o dádivas a cambio de votos. Igualmente, en el caso de los ciudadanos, deberíamos sentir vergüenza cuando vendemos nuestra conciencia, cuando nos untamos de corrupción y nos empeñamos a un candidato, para otorgarle nuestro voto. Como padre y pastor de esta Diócesis de Armenia, quiero invitar a todos los quindianos y a los colombianos, a votar bien, a pensar en el bien común; ningún sacerdote, diácono, seminaristas, religioso(a), puede incursionar en la política; no nos toca decir por quién votar, aunque asumimos como ciudadanos, nuestro compromiso con la democracia; también vamos a las urnas y lo debemos hacer con libertad y responsabilidad. No podemos usar el púlpito para invitar a votar por alguien en particular, más sí para ayudar a los ciudadanos a tomar conciencia de un deber cívico y patriótico, aún a sabiendas que hay movimientos políticos, que se presentan abiertamente ‘religiosos’ y se aprovechan de la ‘libertad de culto’ para ganar adeptos, haciendo un proselitismo dañino y perjudicial para una sociedad que necesita testigos y maestros y no más polarizaciones y divisiones. La Iglesia no da permiso a sus clérigos para que lideren partidos políticos o participen de contiendas electorales. A todos les llamo a la cordura, a que voten y, antes de hacerlo, a que conozcan los planes de gobierno y no se dejen llevar por las falsas promesas. + Carlos Arturo Quintero Gómez Obispo de Armenia

Lun 14 Feb 2022

Volvernos territorios democráticos

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - En este año electoral nos sentimos desbordados por las realidades que se vienen dando en el mundo y en el país. La crisis sanitaria La crisis sanitaria, por el desencadenamiento sistemático de virosis y pandemias cuyas causas reales y colectivas no se desvelan con objetividad ni se afrontan aún, afecta todas las áreas de la vida humana. Los efectos y el control sobre el contagio requirieron un esfuerzo gigantesco y rápido para producir vacunas, que ya van hacia una cuarta dosis. Esfuerzos que aún deben ser correspondidos, sin falta, por toda la población, accediendo a vacunarnos y manteniendo medidas de bioseguridad. Por crisis sanitaria entendemos no sólo la producida por el COVID y sus mutantes. Hay muchos aspectos de nuestra realidad en acceso a la salud y manejo del sistema en Colombia, que pone en evidencia la pérdida del control público y privado del bien de la salud, su cobertura, su calidad y seguridad, la crisis por corrupción en la gestión de EPS, que generan la inviabilidad de “los hospitales de los pobres”, como el San Juan de Dios de Cali. Cuidar la salud humana y cuidar la salud del ecosistema son también esfuerzos que requieren articularse en contenidos y formas. El cambio climático Como un tsunami, el calentamiento global, causado por las actividades humanas que elevan la temperatura de la atmósfera y de los océanos, provocando el efecto invernadero, obliga a toda la humanidad y a los países mayormente responsables a una carrera contrarreloj por el cambio climático. En pocos años tendremos que pasar de los hidrocarburos a limpias y renovables fuentes de energía. Toda nuestra movilidad, nuestro hábitat y modos de producción se someten a calendarios de transformaciones precisas, si queremos recuperar el planeta, sus ecosistemas y su biosfera. El “cuidado de la casa común”, de los recursos naturales y de todo el medio ambiente y los entornos en que habitamos y actuamos, es tarea que obliga a cada persona, desde el niño hasta el anciano, exigiendo educarnos y disciplinarnos en esta materia. Como individuos, como ciudad y país, como Iglesia educadora, tenemos que conocer los pasos a dar en cada campo, desde el uso de energía solar hasta carros eléctricos, desde limpieza colectiva de canales y vías, hasta suspensión y cambio de productos y empaques no biodegradables. Una pastoral de la tierra y del territorio, un compromiso cristiano y comunitario, permanente, con este propósito, exige empeño y voluntariado de feligresías y de sectores socio ambientales, en la jurisdicción geográfica de nuestras parroquias. Armas, armados y violencia creciente Hace más grave aún la situación, y acongoja el alma de todos, la pobreza que se vuelve miseria y la violencia que se convierte en armamentismo y reclutamiento, en rebatiña de cuerpos armados por el control territorial, perdiendo la fuerza de la razón, del derecho y de la palabra. La tragedia que viven nuestras regiones, los indígenas y poblaciones negras, los campesinos y fronteras, las zonas periféricas urbanas, los torrentes migratorios que deambulan por Colombia, es horripilante. Una pastoral que anuncie la No Violencia de la Cruz de Cristo, que proclame y cultive el respeto por toda vida humana y por la vida humana toda, desde el óvulo fecundado hasta las cenizas del cuerpo y la soberanía del espíritu sobre la materia, es prioritaria en esta cultura de fuerza y eliminación genocida de seres humanos. La vida humana como propiedad de Dios y responsabilidad de los progenitores, de las sociedades y de todos los estados del mundo, debe ser la inspiración de toda ley y de todo proceso educativo. ¿Cómo hacerla lucha y causa de cada creyente y de toda comunidad eclesial? En nuestra realidad nacional, este panorama de violencia y de pobreza que se vuelve miseria se hace más dramático aún con las economías ilícitas y el narcotráfico, lo mismo que con la corrupción y abusos del poder público para enriquecerse. Sistema político clasista A ello se le suman el centralismo autoritario y la incertidumbre de vivir atrapados por un sistema político que se cierra, de modo intransigente y represivo, a toda transformación estructural por la inclusión masiva de población en tierra, trabajo y empleo, vivienda digna, ingreso garantizado, oportunidades universales y ciertas, protección a la vida humana, a la célula familiar, a la paz y convivencia civil como tarea de la fuerza pública en vez del fomento a la guerra interna y armamentismo por supuestas amenazas externas. Esto convierte al modelo colombiano en un blindado poder plutocrático, del dinero y lo financiero, de acumulación ilimitada y feroz de bienes y capitales, recurriendo a despojos y muertes, a la “compra venta” del estado por maquinarias burocráticas y contratantes. Como Iglesia católica, no podemos anclarnos en conveniencias políticas o diplomáticas, sin un claro profetismo de evidenciar la realidad y proponer alternativas de inspiración en el Evangelio y en la Soberanía del Amor, entendido como “Amor de la Cruz”, no exento de rechazo y persecución, incluso de martirio. Un país donde el mismo DANE (Departamento Nacional de Estadísticas), señala que más de 22 millones de personas tienen que pasar el día con menos de 10 mil pesos, y en donde las cifras de violencia, corrupción, informalidad y criminalidad son tan espantosas, no pueden “domesticar” el cristianismo como mera religiosidad popular o mero pulular de Iglesias biblicistas, algunas como partidos electorales y adheridas a las fuerzas intransigentes de nuestra sociedad. Año de elecciones y nuevo Gobierno No es un contexto alentador el nuestro, enmarcado en procesos geopolíticos de vecindad continental que presionan a que la vía electoral sea en Colombia una trasparente posibilidad de cambio pacífico y democrático. En este marco proceloso entramos en el año electoral 2022. Y vivimos la realidad urbana, regional y nacional, que aún resuena con los dolorosos enfrentamientos y muertos entre civiles y policías, los ataques a militares y de ellos a cuerpos armados ilegales, los bloqueos y daños graves a bienes sociales y públicos. Duelen, a más no poder las violencias y masacres agudizadas en territorios como Arauca y toda la gran frontera con Venezuela, el Pacífico y Suroccidente, Bajo Cauca y otras regiones. Violencias que denuncian un gigantesco poder armado que muta sus apariencias y actúa con planes de exterminio sistemático y acciones terroristas de miedo y amenaza. En este contexto es más importante el votante que el voto, la voluntad de cooperar en propósitos colectivos de supervivencia, solidaridad y paz, que las afiliaciones y los carnets partidistas. La democracia se vuelve más asamblearia y horizontal que meras filas ante las urnas y espera de resultados, más por nombres y pactos “históricos” entre aspirantes al poder, que pactos sociales y populares entre quienes deben concertar cambios y transformaciones territoriales. Asistimos más al sainete de peleas y ofensas que a la escucha de las poblaciones en los territorios, las propuestas sociales de cambio y los programas de gobierno propuestos. “Veo un gran bosque de candidatos y un enorme desierto de propuestas”, decía al respecto el Arzobispo de Bogotá, monseñor Rueda Aparicio. Cambiar de camino Cuando arrecian crisis como las que viven nuestras comunidades y Consejos Comunitarios del Bajo Calima y Cuencas de los ríos sobre el Pacífico, sólo queda esta certeza de que la masa social popular, ajena a armados, a plataformas ideológicas y a partidos políticos de confrontación, fortalezcan sus vínculos para la supervivencia colectiva. Hay que unir hacia dentro de los territorios y hacia afuera de las autonomías, una verdadera red de salvamento y resistencia comunitaria, fortaleciendo vínculos comunicacionales, solidarios y fraternos con las otras comunidades, tejiendo solidaridades regionales y nacionales. entre las poblaciones urbanas y las periféricas. En otras palabras, llega la hora en que más que electorado tradicional vamos a tener que volvernos un sujeto colectivo en cada territorio y ciudad, un pueblo que rehace sus discursos y actitudes sociales y se reorganiza para no recurrir ni al desplazamiento forzoso, ni a huir del país, ni a caer en la trampa de matarnos unos a otros, dejando empoderar de los territorios a hordas armadas e intereses oportunistas sobre ellos. A este propósito es indispensable la unión de ejes sociales e institucionales, de gobiernos locales, Iglesia o Iglesias, empresarios, Academia y Comunidad Internacional, que conciten al encuentro, a la confianza en la vía del diálogo y la concertación, del acuerdo y el consenso, al reconocimiento del otro, la interlocución y el consenso. Muchas poblaciones indígenas, negras y campesinas tienen bases y experiencia, capacidad instalada, saberes y conocimientos acumulados que los han hecho y harán fuertes ante esta oleada de nuevas violencias y multiplicación estratégica de actores armados para desestabilizarlos y debilitarlos. Requerirán del apoyo humanitario y la mano tendida de gobiernos y sociedades locales y regionales, así como del invaluable acompañamiento y el aporte de recursos que ha venido haciendo la Comunidad Internacional. Que esta “campaña electoral” no sea capitalizada por las violencias que quieren el caos, supuestamente para derribarlo todo y comenzar de nuevo, como predicaron los falsos idearios de la “lucha armada”, ni por las violencias intransigentes y sangrienta a de quienes están dispuestos a todo y al “todo vale”, con tal de que nada les cambie y se mantengan sus intereses, sus modelos, sus abusos. Ni mucho menos por las violencias y bombazos de los capos del narcotráfico, ajenos a toda consideración humana y social, que quieren volver el mundo un gran supermercado de sus alucinógenos y alucinadas idolatrías del dinero. Llamado a una nueva democracia Los llamamos a unirnos en aras de que sobrevivamos todos y sobreviva nuestra nación como patria digna, civilizada y con futuro. Dios no nos habla ahora tanto por medio de discursos. En esta Torre de Babel de estos tiempos, en estos “diluvios universales” nos habla por medio de las realidades. Ellas son los “profetas” y “los signos de los tiempos” que necesitamos escuchar todos. Es a ellas a las que hay que escuchar, para que así estemos dispuestos a escucharnos unos a otros, a recoger todas las propuestas pacíficas, a llegar pronto a los propósitos comunes y a definir los proyectos colectivos y prioritarios en cada territorio y ciudad. Una democracia de realidades asumidas y de unidad en las diversidades, de igualdad en la común dignidad humana y de consensos en el bien común, el desarme social, la paz y el desarrollo armónico, será la que ponga al centro el derecho y el respeto por toda vida y por la vida toda. Es la “democracia horizontal “más que la vertical y centralista. Que se centra en el ejercicio territorial, de calles, veredas e instituciones, más que en conceptos de derechas, centros e izquierdas. Que nos preparemos y estemos listos para acompañar al pueblo colombiano en estos trances históricos y para convocar a todos los armados legales e ilegales, a toda la sociedad y el nuevo Gobierno, a la comunidad internacional y los pueblos vecinos del continente, a un nuevo y completo proceso popular de paz en Colombia. +Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali

Jue 25 Nov 2021

Iglesia anima a seguir construyendo un proyecto de Nación basado en el bien común

En vísperas del inicio del tiempo litúrgico de Adviento, con el que la Iglesia se prepara espiritualmente para la celebración de la Navidad, los obispos envían un mensaje al pueblo colombiano en el que recuerdan algunos aspectos que han marcado la vida de los ciudadanos durante este año y hacen recomendaciones frente a lo que se avecina para el país, en materia de política y democrática. En su misiva enumeran los tiempos de luces y sombras que los colombianos han tenido que enfrentar como: pandemia, reaparición de formas de violencia armada, marchas, protesta social, reactivación económica, gestos concretos de solidaridad, retorno a los trabajos y a las aulas, entre otros. “Estas situaciones, -agregan- dolorosas y esperanzadoras a la vez, nos han concedido vestirnos con el sayal del luto y los atavíos de fiesta”. Un diálogo social permanente, franco y persistente Afirman, que, mientras se prende la primera vela de la corona de Adviento, el pueblo de Dios se ve iluminado “por el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios, que nos anima a despojarnos de los atuendos de aflicción y a vestirnos de galas festivas con la convicción de que, por la práctica de una buena política, la del servicio desinteresado y del diálogo social permanente, brotarán los frutos de paz y de justicia que necesitamos todos y cada uno de los colombianos”. Este diálogo agregan, debe ser franco y persistente, “fundado en la consciencia de que somos, como colombianos, un solo pueblo, en y desde nuestras diversidades, con una riqueza y un patrimonio natural y cultural”. Los obispos recuerdan lo ya manifestado por el Papa Francisco en la Encíclica Fratelli Tutti, 199: “Un país crece cuando sus diversas riquezas culturales dialogan de manera constructiva: la cultura popular, la universitaria, la juvenil, la artística, la tecnológica, la cultura económica, la cultura de la familia y la de los medios de comunicación”. Un debate político que permita construir democracia Al referirse a los próximos comicios electorales que se avecinan para el año entrante, los prelados animan a los colombianos a asumir los desafíos de “un debate político que permita construir democracia al reconocer que tenemos una responsabilidad social de unos para con otros”. Finalmente, al desear un bendecido camino de Adviento, piden la intercesión de la Virgen María para que ella, ayude al pueblo colombiano a seguir construyendo un “proyecto de Nación basado en el bien común”. La misiva, es firmada por Mons. Luis José Rueda Aparicio, arzobispo de Bogotá y presidente de la Conferencia Episcopal; Mons. Omar Alberto Sánchez Cubillos, OP, arzobispo de Popayán y vicepresidente de la Conferencia Episcopal; y Mons. Luis Manuel Alí Herrera, obispo auxiliar de Bogotá y secretario general del episcopado. DESCARGAR MENSAJE DE ADVIENTO [icon class='fa fa-download fa-2x'] AQUÍ[/icon]