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Justicia

Sáb 22 Oct 2016

“Si queremos construir la paz tenemos que empezar por ser justos”, Mons. Salamanca

La justicia social es uno de los enfoques que marca el tercer día de la ExpoCatólica 206 y de esto precisamente nos habla monseñor Pedro Salamanca Mantilla, obispo auxiliar de Bogotá, recordando que para lograr la paz debemos ser justos con los demás. El prelado dijo que la justicia consiste en darle a cada cual lo que le corresponde y que tiene derecho. Resaltó que desafortunadamente la sociedad colombiana está marcada por un alto porcentaje de inequidad. “Desafortunadamente la sociedad colombiana es una sociedad inequitativa, las diferencias entre los ricos y los pobres son muy grandes, hay una brecha inmensa entre el nivel de riqueza entre los que más poseen y el nivel de los más pobres”. Entrevista: Mons. Pedro Salamanca Monseñor Salamanca se refirió a la inequidad marcada el campo laboral entre los patronos y empleados, donde los trabajadores no reciben un salario, ni un trato justo que le permita atender sus necesidades básicas tanto personales como familiares. Por último el jerarca expresó que si queremos amar y dar de lo nuestro a los demás, no podemos dejar de darle al otro lo que le pertenece.

Lun 29 Ago 2016

Ni uno más!

Por Mons. Pedro Mercado - Este 30 de agosto celebramos el Día Internacional que recuerda a las Víctimas de Desaparición Forzada, crimen inhumano y terrible que en nuestro país ha dejado miles de víctimas. La desaparición forzada es la privación de la libertad de una o varias personas mediante cualquier forma -aprehensión, detención o secuestro- seguida de su ocultamiento o de la negativa a reconocer dicha privación de libertad o de dar cualquier información sobre la suerte o el paradero de esa persona, privándola a la persona y a su familia de recursos y garantías legales. Durante muchas décadas el problema gravísimo de las desapariciones forzadas pasó inadvertido para el Estado colombiano y para la comunidad internacional. Gracias a las denuncias valerosas de diversas asociaciones y grupos de la sociedad civil, realizadas en medio de terribles amenazas y persecuciones, se ha ido tomando conciencia de la magnitud del problema, provocando así la reacción de las autoridades política a nivel nacional e internacional. Pero a pesar de que existe hoy mayor conciencia sobre la gravedad de este delito, nuestro país sigue ocupando un indignante lugar entre los países del mundo con un mayor número de desaparecidos cada año. Crítica es también la situación de seguridad de numerosos defensores de derechos humanos y líderes comunitarios que han tenido la valentía de denunciar públicamente la persistencia de este fenómeno en varias regiones del país y por manos de distintos actores de violencia, incluido el Estado. A esta lamentable realidad se unen las altísimas cifras de impunidad de este delito. La celebración de este día conmemorativo, que nos recuerda a las numerosas víctimas, en Colombia y en el mundo, de este crimen terrible, es una oportunidad magnífica para renovar -como Iglesia y como sociedad civil- nuestro firme compromiso de luchar contra este flagelo, que tanta desolación y dolor ha sembrado en nuestra Patria. Hoy hay un grito, una voluntad, que a todos nos une: !Ni uno más! Mons. Pedro F. Mercado Cepeda Secretario Adjunto del Episcopado para las Relaciones con el Estado.

Jue 1 Oct 2015

Justicia para la paz

Escrito por: Francisco de Roux Esta justicia nueva solo es posible si se da entre nosotros una verdadera metanoia personal y colectiva por la paz y la restauración de Colombia. En La Habana se dio a conocer el resumen del acuerdo sobre justicia, que fue recibido con entusiasmo por millones de colombianos y rechazado por la oposición política. Por otra parte, desde el campo jurídico y de derechos humanos se levantaron preguntas que tienen respuesta si se acepta una nueva comprensión de la justicia, que preserva y fortalece su vigor desde el objetivo supremo de la paz. Todos los elementos presentados en La Habana derivan su legitimidad de esta nueva comprensión de justicia que me atrevería a caracterizar como restaurativa-transicional y que es distinta de la penal y de la meramente transicional. Si las cortes y el Ministerio Público aceptan esta nueva comprensión, la justicia presentada en La Habana es legítima y consistente, pero no lo es si es entendida desde el paradigma penal o meramente transicional. Adentrarse en esta nueva comprensión requiere un cambio de mente, una metanoia por la causa de la paz. Se sabe que un problema de orden jurídico, o de cualquier orden, tiene sentido dentro del marco de comprensión o paradigma en que se plantea, y no puede resolverse desde otra comprensión sin cambiarle de sentido. Por eso, un problema jurídico, planteado desde el paradigma de la justicia restaurativa-transicional no encuentra solución ni a la impunidad ni a la no repetición si se lo trata de resolver desde el paradigma penal o meramente transicional. Dentro del paradigma penal, se hace justicia metiendo en la cárcel al culpable. Dentro del paradigma transicional, el problema se resuelve cuando por decir la verdad se paga una cárcel ampliamente recortada, como en la justicia que se aplicó a cerca de 70.000 crímenes de los paramilitares que no tenían la categoría de rebelión, en un proceso de logros importantes pero de muchos problemas sin resolver: victimarios de gravísimos crímenes liberados de toda responsabilidad en ocho años que salen a la inseguridad jurídica y física, miles de víctimas temerosas esperando reparación, y el paramilitarismo reciclado en las 'bacrim'. El texto que conocemos públicamente de lo acordado en La Habana establece un paradigma de justicia restaurativa-transicional nuevo, que se aplica a los responsables del conflicto armado de todos los lados y que, poniendo primero a las víctimas, supera las dificultades anteriores de la justicia penal y meramente transicional. Aquí se hace justicia no cuando se paga cárcel –si bien hay restricciones de libertad–, sino cuando el victimario, una vez dejadas las armas, ejecuta obligaciones consecuentes con el objetivo supremo de la paz actuando como restaurador de sus propias víctimas y de la sociedad, en acciones definidas para superar el mal causado. Se crea la jurisdicción especial para la paz, que investiga y juzga a los máximos responsables de crímenes graves que son condenados a restricciones de la libertad bajo condiciones especiales y diferenciadas. Restricciones que son asumidas por los responsables como contribución a la seguridad de las víctimas y al proceso de paz, al tiempo que esos mismos responsables se involucran, como sujetos activos de justicia, en tareas de restauración. En este contexto riguroso de no impunidad, la decisión de reparación y no repetición y el arrepentimiento puesto en obras por quien causó inmenso sufrimiento humano en la guerra dan lugar a la restauración del mismo victimario y a la posibilidad pública del perdón si las víctimas quieren. Quedando claro que quien no acepta las condiciones de verdad y responsabilidad ante la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad pasa a la justicia penal ordinaria. Esta justicia nueva, muy valorada internacionalmente, cuidadosamente acordada, solo es posible si se da entre nosotros una verdadera metanoia personal y colectiva por la paz y la restauración de Colombia. Publicado en diario El Tiempo