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misericordia

Vie 5 Feb 2016

Seamos pescadores de hombres, seamos testigos del Señor

A través del Bautismo, el Señor nos llama para que seamos testigos de su Palabra y posteriormente pescadores de hombres. En este caminar descubrimos nuestras limitaciones, pero también la misericordia de nuestro Dios. Este es el eje central de la reflexión que este domingo nos propone el Evangelio y que nos las presenta el cardenal Rubén Salazar Gómez, arzobispo de Bogotá y presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano - CELAM. Como hijos del Dios confiemos en el llamado que nos hace el Señor y dejando nuestros pecados seamos pescadores de hombres y testigos de su palabra. Escuchemos la reflexión de este domingo. [icon class='fa fa-youtube fa-2x' link='']Ir a lista de reproducción[/icon]

Lun 25 Ene 2016

“Muéstranos, Señor, tu misericordia”

Por: Ricardo Tobón Restrepo:Entremos con esta invocación del Salmo 85 en el año 2016. Que esta súplica, humilde y confiada, nos alcance la gracia de conocer mejor el corazón de Dios que está lleno de bondad y compasión para con todos; de ser profundamente sensibles, como él, frente a las necesidades y miserias de nuestros hermanos; de experimentar que en el camino que recorremos, a nivel personal o comunitario, no nos falta nunca la solicitud amorosa de su paternal providencia. A un nuevo año entramos siempre con inquietud frente a los serios desafíos que es necesario afrontar y con esperanza ante los logros y realizaciones que se podrán cosechar. Esto vale por lo que se refiere a los acontecimientos de la sociedad civil y también a la marcha de la Iglesia que avanza en la historia cumpliendo su misión. Es bueno mirar a la Iglesia así, en camino, en tensión permanente; sin caer en triunfalismos que ven todo realizado, ni en pesimismos que anuncian la decadencia y el fracaso. Los análisis negativos que se hacen, con frecuencia, responden a una comparación con una supuesta edad dorada que nunca ha existido. La lucha es una realidad permanente en la vida. Cada día, la Iglesia debe enfrentar retos nuevos, porque no está para conservar el mundo como es, sino para acompañarlo en una transformación, vislumbrando sus nuevas posibilidades. San Gregorio Magno tuvo la lucidez y el coraje, mientras la sociedad romana se desplomaba, de enviar monjes a evangelizar a los bárbaros. No podemos negar los problemas y las dificultades, pero es necesario ir adelante con la convicción paulina de que “el Evangelio es poder de Dios para salvar a todo el que cree”. No se trata, con un fundamentalismo nocivo, de empeñarnos en restaurar el pasado que ya no existe, sino de poner en acción la asombrosa capacidad que tiene el Evangelio para transformar la debilidad en fuerza. Basta que trabajemos con humildad, porque “llevamos este tesoro en vasijas de barro”. Concretamente, por lo que se refiere a la Iglesia, algunos miran con decepción el futuro por las dificultades que ella enfrenta. Sin embargo, la Iglesia nunca es una realidad terminada. Es la ilusión y el esfuerzo porque Cristo sea todo en todos. Sabemos que Dios va trabajando con esta “fuerza débil”, “que no cuenta”, para cambiar desde adentro el corazón humano y las poderosas dinámicas del mundo. No nos pueden paralizar ni el miedo ni la sensación de impotencia. La esperanza tiene que ser más fuerte que todas nuestras debilidades. Con esta convicción iniciemos este nuevo año. Tenemos muchas tareas que nos esperan. Debemos darle más vigor a toda la organización diocesana; seguir respondiendo a las crecientes exigencia administrativas; aprovechar cada vez más el ICAP, PROBIEN y Barrios de Jesús, instituciones que se renuevan según nuestras necesidades; continuar aprovechando las enormes posibilidades de la comunicación actual; buscar que se consoliden todos los lazos de comunión y de interacción para tener más vida y fecundidad en lo que somos y hacemos. Y todo, para lograr ser más eficaces y apostólicos en cuanto concierne a nuestra misión esencial que es la evangelización. Por tanto, para impulsar la catequesis, el trabajo pastoral con los jóvenes y las familias, la promoción de pequeñas comunidades e iniciativas de pastoral social. De un modo particular, pienso que debemos continuar consolidando el Centro Arquidiocesano de Evangelización, los Centros de Pastoral Familiar y la Fundación para la Educación. Este año, igualmente, nos espera poner en marcha el Centro Pastoral Pablo VI y la Fundación para las Obras Sociales de la Arquidiócesis. Feliz Año para todos y que el Señor nos muestre su misericordia. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Vie 22 Ene 2016

Comuniquemos con misericordia

Así animó el Papa en el mensaje con motivo de la 50 Jornada Mundial de las Comunicaciones: "Comunicación y misericordia" que se presentó este viernes 22 de enero, en la oficina de prensa del Vaticano. En primera instancia Francisco, recuerda que "lo que decimos y cómo lo decimos, cada palabra y cada gesto debería expersar la compasión, la ternura y el perdón de Dios para con todos", luego asegura que a travéz de la comunicación se pueden construir puentes para "favorecer el encuentro y la inclusión", esta misma actitud - precisó- se debe realizar en el ambiente digital. También anima a que el lenguaje de la política y la diplomacia se deje "inspirar" por la misericordia. Finalmente le pontífice ha dicho que para que la sociedad humana sea una familia es fundamental escuchar. "Comunicar significa compartir, y para compartir se necesita escuchar, acoger. Escuchar es mucho más que oír. Oír hace referencia al ámbito de la información; escuchar, sin embargo, evoca la comunicación, y necesita cercanía.". Comunicación y Misericordia: un encuentro fecundo Queridos hermanos y hermanas, El Año Santo de la Misericordia nos invita a reflexionar sobre la relación entre la comunicación y la misericordia. En efecto, la Iglesia, unida a Cristo, encarnación viva de Dios Misericordioso, está llamada a vivir la misericordia como rasgo distintivo de todo su ser y actuar. Lo que decimos y cómo lo decimos, cada palabra y cada gesto debería expresar la compasión, la ternura y el perdón de Dios para con todos. El amor, por su naturaleza, es comunicación, lleva a la apertura, no al aislamiento. Y si nuestro corazón y nuestros gestos están animados por la caridad, por el amor divino, nuestra comunicación será portadora de la fuerza de Dios. Como hijos de Dios estamos llamados a comunicar con todos, sin exclusión. En particular, es característico del lenguaje y de las acciones de la Iglesia transmitir misericordia, para tocar el corazón de las personas y sostenerlas en el camino hacia la plenitud de la vida, que Jesucristo, enviado por el Padre, ha venido a traer a todos. Se trata de acoger en nosotros y de difundir a nuestro alrededor el calor de la Iglesia Madre, de modo que Jesús sea conocido y amado, ese calor que da contenido a las palabras de la fe y que enciende, en la predicación y en el testimonio, la «chispa» que los hace vivos. La comunicación tiene el poder de crear puentes, de favorecer el encuentro y la inclusión, enriqueciendo de este modo la sociedad. Es hermoso ver personas que se afanan en elegir con cuidado las palabras y los gestos para superar las incomprensiones, curar la memoria herida y construir paz y armonía. Las palabras pueden construir puentes entre las personas, las familias, los grupos sociales y los pueblos. Y esto es posible tanto en el mundo físico como en el digital. Por tanto, que las palabras y las acciones sean apropiadas para ayudarnos a salir de los círculos viciosos de las condenas y las venganzas, que siguen enmarañando a individuos y naciones, y que llevan a expresarse con mensajes de odio. La palabra del cristiano, sin embargo, se propone hacer crecer la comunión e, incluso cuando debe condenar con firmeza el mal, trata de no romper nunca la relación y la comunicación. Quisiera, por tanto, invitar a las personas de buena voluntad a descubrir el poder de la misericordia de sanar las relaciones dañadas y de volver a llevar paz y armonía a las familias y a las comunidades. Todos sabemos en qué modo las viejas heridas y los resentimientos que arrastramos pueden atrapar a las personas e impedirles comunicarse y reconciliarse. Esto vale también para las relaciones entre los pueblos. En todos estos casos la misericordia es capaz de activar un nuevo modo de hablar y dialogar, como tan elocuentemente expresó Shakespeare: «La misericordia no es obligatoria, cae como la dulce lluvia del cielo sobre la tierra que está bajo ella. Es una doble bendición: bendice al que la concede y al que la recibe» (El mercader de Venecia, Acto IV, Escena I). Es deseable que también el lenguaje de la política y de la diplomacia se deje inspirar por la misericordia, que nunca da nada por perdido. Hago un llamamiento sobre todo a cuantos tienen responsabilidades institucionales, políticas y de formar la opinión pública, a que estén siempre atentos al modo de expresase cuando se refieren a quien piensa o actúa de forma distinta, o a quienes han cometido errores. Es fácil ceder a la tentación de aprovechar estas situaciones y alimentar de ese modo las llamas de la desconfianza, del miedo, del odio. Se necesita, sin embargo, valentía para orientar a las personas hacia procesos de reconciliación. Y es precisamente esa audacia positiva y creativa la que ofrece verdaderas soluciones a antiguos conflictos así como la oportunidad de realizar una paz duradera. «Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. […] Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios» (Mt 5,7.9). Cómo desearía que nuestro modo de comunicar, y también nuestro servicio de pastores de la Iglesia, nunca expresara el orgullo soberbio del triunfo sobre el enemigo, ni humillara a quienes la mentalidad del mundo considera perdedores y material de desecho. La misericordia puede ayudar a mitigar las adversidades de la vida y a ofrecer calor a quienes han conocido sólo la frialdad del juicio. Que el estilo de nuestra comunicación sea tal, que supere la lógica que separa netamente los pecadores de los justos. Nosotros podemos y debemos juzgar situaciones de pecado – violencia, corrupción, explotación, etc. –, pero no podemos juzgar a las personas, porque sólo Dios puede leer en profundidad sus corazones. Nuestra tarea es amonestar a quien se equivoca, denunciando la maldad y la injusticia de ciertos comportamientos, con el fin de liberar a las víctimas y de levantar al caído. El evangelio de Juan nos recuerda que «la verdad os hará libres» (Jn 8,32). Esta verdad es, en definitiva, Cristo mismo, cuya dulce misericordia es el modelo para nuestro modo de anunciar la verdad y condenar la injusticia. Nuestra primordial tarea es afirmar la verdad con amor (cf. Ef 4,15). Sólo palabras pronunciadas con amor y acompañadas de mansedumbre y misericordia tocan los corazones de quienes somos pecadores. Palabras y gestos duros y moralistas corren el riesgo hundir más a quienes querríamos conducir a la conversión y a la libertad, reforzando su sentido de negación y de defensa. Algunos piensan que una visión de la sociedad enraizada en la misericordia es injustificadamente idealista o excesivamente indulgente. Pero probemos a reflexionar sobre nuestras primeras experiencias de relación en el seno de la familia. Los padres nos han amado y apreciado más por lo que somos que por nuestras capacidades y nuestros éxitos. Los padres quieren naturalmente lo mejor para sus propios hijos, pero su amor nunca está condicionado por el alcance de los objetivos. La casa paterna es el lugar donde siempre eres acogido (cf. Lc 15,11-32). Quisiera alentar a todos a pensar en la sociedad humana, no como un espacio en el que los extraños compiten y buscan prevalecer, sino más bien como una casa o una familia, donde la puerta está siempre abierta y en la que sus miembros se acogen mutuamente. Para esto es fundamental escuchar. Comunicar significa compartir, y para compartir se necesita escuchar, acoger. Escuchar es mucho más que oír. Oír hace referencia al ámbito de la información; escuchar, sin embargo, evoca la comunicación, y necesita cercanía. La escucha nos permite asumir la actitud justa, dejando atrás la tranquila condición de espectadores, usuarios, consumidores. Escuchar significa también ser capaces de compartir preguntas y dudas, de recorrer un camino al lado del otro, de liberarse de cualquier presunción de omnipotencia y de poner humildemente las propias capacidades y los propios dones al servicio del bien común. Escuchar nunca es fácil. A veces es más cómodo fingir ser sordos. Escuchar significa prestar atención, tener deseo de comprender, de valorar, respetar, custodiar la palabra del otro. En la escucha se origina una especie de martirio, un sacrificio de sí mismo en el que se renueva el gesto realizado por Moisés ante la zarza ardiente: quitarse las sandalias en el «terreno sagrado» del encuentro con el otro que me habla (cf. Ex 3,5). Saber escuchar es una gracia inmensa, es un don que se ha de pedir para poder después ejercitarse practicándolo. También los correos electrónicos, los mensajes de texto, las redes sociales, los foros pueden ser formas de comunicación plenamente humanas. No es la tecnología la que determina si la comunicación es auténtica o no, sino el corazón del hombre y su capacidad para usar bien los medios a su disposición. Las redes sociales son capaces de favorecer las relaciones y de promover el bien de la sociedad, pero también pueden conducir a una ulterior polarización y división entre las personas y los grupos. El entorno digital es una plaza, un lugar de encuentro, donde se puede acariciar o herir, tener una provechosa discusión o un linchamiento moral. Pido que el Año Jubilar vivido en la misericordia «nos haga más abiertos al diálogo para conocernos y comprendernos mejor; elimine toda forma de cerrazón y desprecio, y aleje cualquier forma de violencia y de discriminación» (Misericordiae vultus, 23). También en red se construye una verdadera ciudadanía. El acceso a las redes digitales lleva consigo una responsabilidad por el otro, que no vemos pero que es real, tiene una dignidad que debe ser respetada. La red puede ser bien utilizada para hacer crecer una sociedad sana y abierta a la puesta en común. La comunicación, sus lugares y sus instrumentos han traído consigo un alargamiento de los horizontes para muchas personas. Esto es un don de Dios, y es también una gran responsabilidad. Me gusta definir este poder de la comunicación como «proximidad». El encuentro entre la comunicación y la misericordia es fecundo en la medida en que genera una proximidad que se hace cargo, consuela, cura, acompaña y celebra. En un mundo dividido, fragmentado, polarizado, comunicar con misericordia significa contribuir a la buena, libre y solidaria cercanía entre los hijos de Dios y los hermanos en humanidad. [icon class='fa fa-play' link='']Ir al mensaje[/icon] [icon class='fa fa-play' link='']Ir a mensajes[/icon] Foto:Internet

Sáb 9 Ene 2016

Con ocasión del Bautismo del Señor.

Con motivo de la festividad del bautismo del señor, monseñor Rigoberto Corredor Bermúdez, obispo de la diócesis de Pereira, manifestó que es una fiesta en la cual Cristo Jesús, con mucha humildad, va al río Jordán para ser bautizado por un bautismo de purificación, el cual, al mismo tiempo, lo revela como el salvador del mundo. “El significado del bautismo de Jesús nos encausa hacia una verdadera realidad. Ser bautizados significa seguir a Cristo Jesús, el maestro, el Señor, el Salvador, el Redentor”, aseveró el prelado. Monseñor Bermúdez, señaló que a la celebración de esta festividad, se une también la jornada mundial por la paz y el inicio del año de la misericordia, por lo tanto invita a todos los bautizados a que, en medio de estas celebraciones, se dejen sumergir en la aguas de Dios para obtener un espíritu arrepentido capaz de perdonar . Por último, deseó que el Espíritu Santo, que invadió a Jesús en su bautismo, también invada a cada uno de los fieles en Colombia para buscar la paz, la reconciliación y el perdón. Y para hacer del año de la misericordia un motivo de reencuentro entre los hermanos colombianos. Monseñor Rigoberto Corredor Bermudéz Obispo de la diócesis de Pereira

Dom 20 Dic 2015

“La Navidad es un proceso para caminar en la Fe”

Así describió la Navidad el obispo auxiliar de Medellín, monseñor Édgar Aristizábal Quintero, quien recordó además que esta época no se puede quedar solamente en eventos y celebraciones vacías. “Hay que unir el misterio de la Navidad que estamos celebrando, con el Año de la misericordia, por lo tanto hay que acogernos plenamente a Dios y su gracia misericordiosa en nuestra vida. Abrir nuestro corazón a Dios, disponernos a recibir su gracia y misericordia”, expresó el obispo. Monseñor Aristizábal Quintero advirtió que en esta época es importante pensar en la realidad que seguimos viviendo a nivel de nuestras familias, comunidades, en nuestro país y en el corazón de cada uno los hombres. Por último dijo que para ser artesanos del perdón, reconciliación y la paz, se hace necesario recordar y aplicar las obras de misericordia que tienen predilección por los más necesitados. Foto: Tomada de internet Audio: Mons. Édgar Aristizábal Quintero

Lun 7 Dic 2015

Tres pasos para vivir el Jubileo de la Misericordia

Ser artesanos del perdón, la reconciliación y la paz, es el itinerario que propone la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC) para vivir el Jubileo Extraordinario de la Misericordia que se inicia este martes 8 de diciembre, en el marco de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción. En una carta pastoral dirigida a ministros ordenados, consagrados(as), seminaristas y fieles cristianos, el episcopado recuerda que el jubileo nos permitirá practicar la misericordia con aquellos que sufren, con las víctimas de la violencia y de la injusticia social”. “Se trata de transformar el rostro herido de millones de colombianos en rostros cargados de fe y esperanza (…) por ello, este jubileo puede ser una nueva oportunidad para que demos un paso adelante y no nos permitamos un fracaso más en la búsqueda del perdón, la reconciliación y la paz”, señala la carta. El episcopado explica que ser artesanos del perdón es reconocer las culpas cometidas en diversos ámbitos y acercarse a la fuente del perdón; ser artesanos de la reconciliación es empezar a reconstruir con empeño, paciencia y tesón un tejido social que ha sido roto en muchos ámbitos; finalmente ser artesanos de la paz implica que caminar en busca de los hombres y mujeres que deambulan por las calles, para que los reconozcamos, los toquemos y los asistamos con cuidado. Los obispos recuerdan que, además de las obras de misericordia corporal, las obras de la misericordia espirituales deben tener especial interés para el creyente porque “con ellas podemos emprender un acompañamiento a los hermanos que por ignorancia se equivocan o no tienen el consejo oportuno para aprender a obrar correctamente en sus vidas”. Finalmente los prelados recuerdan que en la medida que practiquemos la misericordia “nuestro aporte a la construcción de la paz será más concreto”. [icon class='fa fa-download' link='']DESCARGA CARTA PASTORAL[/icon] [icon class='fa fa-download' link='']DESCARGA RITUAL CATEDRALES[/icon] [icon class='fa fa-download' link='']DESCARGA RITUALPARROQUIAS;[/icon] Foto:Reuters y AFP

Vie 6 Nov 2015

Misericordiosos como el Padre

Escrito por: MonseñorLuis Adriano Piedrahita Sandoval Terminando el mes de noviembre estaremos iniciando un nuevo año litúrgico con el tiempo del adviento, es decir, un tiempo que nos habla de la venida, el advenimiento, el acontecer de Dios en nuestra vida, y que nos invita a un avivamiento en los creyentes de la espera del Señor. Con dicho espíritu de esperanza cristiana ante el Señor que viene, comenzamos a vivir el año santo de la misericordia al que el Papa nos ha convocado, y ante el que aguardamos un paso intenso del Señor en medio de su pueblo. El ocho de diciembre, cuando estaremos celebrando la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen, el Santo Padre estará abriendo la Puerta Santa de la misericordia, “a través de la cual, cualquiera que entre podrá experimentar el amor de Dios que consuela, que perdona y ofrece esperanza”. Y el domingo siguiente se estará abriendo la Puerta Santa de la Misericordia en la Basílica de San Juan de Letrán, la catedral de la diócesis de Roma, y en cada una de las catedrales del mundo, entre ellas, naturalmente, en nuestra Catedral Basílica del “Sagrario y San Miguel” de la diócesis de Santa Marta. De esta manera, como lo ha pedido el Papa, estaremos directamente comprometidos a vivir este año Santo “como un momento extraordinario de gracia y de renovación espiritual”. En el transcurso de este año santo todos los fieles de la diócesis tendrán la oportunidad de peregrinar a algunos lugares señalados (La Catedral basílica, Jesús Divina Misericordia del Cisne, Jesús de la Divina Misericordia de Ciénaga, Señor de los Milagros de Fundación y Nuestra Señora del Tránsito de Salamina), como una imagen del camino que cada persona realiza en su existencia por este mundo hacia la casa del Padre. Quienes vivan con las debidas condiciones de conversión, de piedad, de reconciliación con Dios y con los hermanos, de perdón, teniendo en cuenta que la misericordia es una meta por alcanzar que requiere compromiso y sacrificio, dicha peregrinación les permitirá “dejarse abrazar por la misericordia de Dios y comprometerse a ser misericordiosos con los demás como el Padre lo es con nosotros”. De las gracias extraordinarias del jubileo no estarán excluidos los internos que se encuentran en la cárcel y los enfermos que se ven obligados a permanecer en sus lugares de estancia. Dispongámonos, pues, a recibir este año de la misericordia con las mentes y los corazones bien dispuestos a transitar el camino de la misericordia de Dios que nos ha hecho sus destinatarios privilegiados en el transcurso de nuestras vidas y se nos sigue manifestando continuamente. Contemplarla con mayor intensidad nos ha de llevar a abrir el corazón al perdón, a la reconciliación, y a cuantos viven en situaciones de precariedad y sufrimiento, para “curar las heridas con el óleo de la consolación, a vendarlas con la misericordia y a curarlas con la solidaridad y la debida atención”, como lo pide el Papa Francisco. + Luis Adriano Piedrahita Sandoval Obispo de Santa Marta