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monseñor josé libardo garcés

Jue 8 Jul 2021

El perdón y la reconciliación que llevan a la paz

Por: Mons. José Libardo Garcés Monsalve - A nivel mundial, particularmente en Colombia y en nuestras fami­lias, el ser humano está pasando por una crisis de convivencia, manifes­tado esto en corazones llenos de odio y resentimiento que generan cada día más violencia y confusión al interno del grupo familiar y de la sociedad. Se escucha desde distintos enfoques que es necesario un proceso de perdón y recon­ciliación para llegar a la paz. Sin embar­go, no se llega a la tan anhelada paz, tan querida por todos, porque en la huma­nidad prevalece el uso de la fuerza y la violencia para resolver sus conflictos, al tiempo que se desea vivir en paz. Al hablar de perdón y reconciliación se está tocando un aspecto central de la fe cristiana. Muchas situaciones persona­les, familiares, sociales, etc., que se viven en conflicto, hacen necesario un proceso de perdón y reconciliación, pero no se concreta quitando a Dios del centro de la vida, de tal manera, que la virtud de la fe es definitiva cuando se quiere hablar de perdón y reconciliación y por eso es que a las comunidades cristianas en Colom­bia, hay que pedirles como primera obra en el trabajo de la reconciliación, que se encuentren para rezar. La oración es el clamor de quien no se resigna a vivir en el odio, el resentimiento, la violencia y la guerra. El perdón y la reconciliación son virtu­des cristianas que brotan de un corazón que está en gracia de Dios, nos permi­te ver la dimensión del don de Dios en nuestras vidas. Nacen estas virtudes de la reconciliación con Dios, mediante el perdón de los pecados que recibimos, cuando arrepentidos nos acercamos al sacramento de la penitencia a implo­rar la misericordia que viene del Padre y que mediante el perdón nos deja re­conciliados con Él. Estar en gracia de Dios, perdonados y reconciliados son características fundamentales de la fe cristiana. El perdón y la reconciliación son gra­cias de Dios y por eso no son fruto de un mero esfuerzo humano, sino que son dones gratuitos de Dios, a los que el cre­yente se abre, con la disposición de reci­birlos, haciéndose el cristiano testigo de la Misericordia del Padre y convirtién­dose en instrumento de la misma, frente a los hermanos. Un cora­zón en paz con Dios, que está en gracia de Dios, es capaz de transmitir este don a los demás, mediante el perdón y la reconciliación en la vi­vencia de las relaciones con los otros. No hay reconciliación y paz sin perdón, y todo tiene su origen en Dios Padre que envió a su Hijo Jesu­cristo, para que nos reconciliara con Él y efectivamente así lo hizo desde la Cruz, cuando nos otorgó su perdón y nos dejó el mandato de perdonar a los hermanos. El origen del perdón es la experiencia que Jesús tiene de lo que es la Misericor­dia infinita del Padre y por eso desde la Cruz lanza esa petición de perdón para toda la humanidad pecadora y necesita­da de reconciliación: “Padre, perdóna­les porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34). Es por esto que ninguna ley civil y nin­gún poder humano podrá obligar a nadie a conceder y pedir el perdón. Solo la ley moral lo hace porque tiene su funda­mento en Dios mismo que siembra en nosotros la semilla del perdón y la re­conciliación, en el perdón que Él mismo nos ofrece, del cual somos testigos y por gracia de Dios y desde la fe, somos instrumentos de la misericordia del Padre. Para los creyentes la reconciliación con Dios es condición básica y necesaria para la reconciliación humana. Hemos de estar reconciliados con Dios si que­remos vivir reconciliados entre los seres humanos, así lo decimos en la oración del Padre Nuestro: “Perdónanos nues­tras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden” (Mt 6, 12). Como cristianos creemos que el agente principal del perdón y la reconciliación es Dios. Orar por el per­dón y la reconciliación es mostrar que estamos convencidos que esto no es una lucha humana, sino un don de Dios. Esto, no declina nuestra dedicación activa por vivir perdona­dos y reconciliados, sino que nos dispone abrien­do el corazón a esta gracia de Dios. La oración estimula nuestra actividad y creatividad en trabajar por un mundo y una Colombia perdonada y reconcilia­da. Siempre en el mundo los grandes ar­tífices y trabajadores de la paz han sido personas de oración ferviente al Señor, pidiendo constantemente el perdón y la reconciliación que nos lleva a la verda­dera paz. Con Dios al centro de la vida y vivien­do en su gracia y en oración fervien­te, un instrumento fundamental en el proceso del perdón y la reconciliación es el diálogo, tan añorado en estos tiempos de violencia y dificultad en nuestra patria, válido para resolver conflictos familiares, vecinales, socia­les, políticos, etc. El diálogo ha evitado muchos enfrentamientos violentos a lo largo de la historia, en todos los sectores sociales. Dialogar implica escuchar de verdad las razones del adversario y estar dispuestos a modificar nuestra posición. Con la gracia de Dios en el corazón, el diálogo que lleva al perdón y la recon­ciliación se busca como un beneficio para el otro, sin Dios al centro se bus­ca el perdón y la reconciliación como un beneficio egoísta para sí mismo. La paz que nos trae el Señor, no como la que da el mundo sino Dios, implica una búsqueda continua del bien del otro, que lleva finalmente a trabajar de manera incansable por el bien común. Esto es un aprendizaje que se hace desde la fe, dejándonos educar por Dios mismo, que quiere que seamos sus hijos y entre no­sotros verdaderos hermanos. Aparecida expresó esta verdad diciendo: “Es necesario educar y favorecer en nuestros pueblos todos los gestos, obras y caminos de reconciliación y amistad social, de cooperación e integración. La comunión alcanzada en la sangre recon­ciliadora de Cristo nos da fuerza para ser constructores de puentes, anunciadores de verdad, bálsamo para las heridas. La reconciliación está en el corazón de la vida cristiana. Es iniciativa propia de Dios en busca de nuestra amistad, que comporta consigo la necesaria reconci­liación con el hermano. Se trata de una reconciliación que necesitamos en los diversos ámbitos, en todos y entre todos los países. Esta reconciliación fraterna presupone la reconciliación con Dios, fuente única de gracia y de perdón, que alcanza su expresión y realización en el sacramento de la penitencia que Dios nos regala a través de la Iglesia” (DA 535). Que Nuestro Señor Jesucristo, por in­tercesión de la Santísima Virgen María y del glorioso Patriarca san José, nos concedan la gracia de vivir en Colombia perdonados, reconciliados y en paz. En unión de oraciones, reciban mi bendición. + José Libardo Garcés Monsalve Obispo de la Diócesis Málaga Soatá y Administrador Apostólico de la Diócesis de Cúcuta

Mié 16 Jun 2021

Diócesis de Cúcuta inaugura nuevo centro de formación en el Asilo Andresen

La Diócesis de Cúcuta, encaminada a fortalecer día a día el proceso evangelizador en medio del contexto cultural y social complejo en el que se encuentra esta jurisdicción eclesiástica, marcada, sobre todo, por un fenómeno migratorio próximo a cumplir seis años, continúa promoviendo y acogiendo a los hermanos más necesitados. En medio de la pandemia, la fe no aísla a los servidores de esta Iglesia Particular, que buscan la manera de salir al encuentro con las personas más vulnerables. Precisamente, desde la Fundación Pía Autónoma Asilo Andresen, cada uno de los meses desde que se decretó la emergencia sanitaria en el país, ha entregado mercados y paquetes de higiene a las familias de los niños beneficiarios tanto del Asilo, como del Centro de Caridad de Ayuda Infantil 'La Niña María', este último proyecto tuvo que ser suspendido, pero a los hogares de los niños, ha seguido llegando la ayuda alimentaria por parte de la Iglesia Católica. En este segundo semestre del año 2021, gracias al impulso de monseñor José Libardo Garcés Monsalve, Administrador Apostólico de la Diócesis de Cúcuta, de reactivar todas las acciones pastorales y evangelizadoras, el Asilo Andresen inició un nuevo proyecto, con la coordinación de su representante legal, el padre José Elver Rojas Herrera y los sacerdotes Omar Leonardo Arias Quijano, capellán del Asilo, y Germán Omar Hernández Pinto, administrador; se trata de una obra social, orientada a ser centro de formación para los padres de las 180 familias ya caracterizadas, los cuales son migrantes venezolanos y colombianos retornados, quienes tendrán la oportunidad de tener mayores posibilidades de obtener un sustento económico. Delicias ‘La Niña María’ Este es el nombre que se le ha dado a la panadería del Asilo Andresen, y de esta manera, se materializa el centro de formación que la Diócesis de Cúcuta quiere brindarles a estos padres de familia, quienes serán capacitados en panadería, repostería y cocina, donde descubrirán de forma muy práctica, que ellos pueden iniciar sus propios negocios, “sin que los limite la falsa creencia de que, para ello, se requiere gran inversión de dinero”, así lo asegura el chef y formador del proyecto, Luis Gerardo Molano. Por su parte, el padre Omar Arias, expresa que este es el modo de “enseñarlos a pescar”. Además, la visión del proyecto, es que este sea auto sostenible, y lo producido por los aprendices, pueda así mismo, ser comercializado. Inicialmente, se inscribieron 80 personas, de las cuales se seleccionaron 36 participantes, quienes serán divididos en tres grupos (para evitar contagios y propagación de COVID-19 en el desarrollo del aprendizaje). Las clases se realizarán los días lunes, martes y miércoles, durante seis semanas. Este primer ciclo de formación tendrá una duración de 72 horas, iniciando el próximo martes 15 de junio. Los módulos y toda la metodología fueron organizados por el chef y la hermana Liliana del Carmen Chacón Madrid, Agustina Recoleta del Corazón de Jesús. Los participantes aprenderán el arte de la panadería y a cocinar productos de la región: churros, arepas, empanadas, y alimentos que garanticen un fácil emprendimiento sin mayores recursos. Delicias ‘La Niña María’, también quiere destacarse en la producción de una línea especial saludable, iniciando con la elaboración de un pan completamente libre de grasas y azúcar, pero considerablemente agradable al paladar. Otro de las tareas que se proyectó para la panadería, es que, con las comidas que se elaboren, se organicen kits alimenticios, para ser llevados a la caseta que la Diócesis de Cúcuta tiene ubicada en el kilómetro 2, vía a Los Vados (municipio de Los Patios), la cual por precepto del señor Obispo, será re-abierta de forma permanente, para atender a los migrantes caminantes. Cabe destacar, que esta iniciativa arrancará gracias a donaciones y con limitados recursos, pero aún hacen falta más implementos y materia prima, para poder aumentar la cantidad de cupos en los cursos. Se espera que, gracias a la Divina Providencia y la caridad de Cristo, Delicias ‘La Niña María’, pueda crecer y recibir muchas más familias, para cambiar sus realidades, por sueños cumplidos y la esperanza de salir adelante. Fuente: Centro de comunicaciones Diócesis de Cúcuta

Mar 4 Mayo 2021

Para ser buen pastor, se necesita amar

Por: Mons. José Libardo Garcés Monsalve - Desde el Antiguo Testamento ante la presencia de tantos malos pastores que condujeron al pueblo a la desgracia, al exilio, a la dispersión, surge el deseo tanto en el pueblo como en los profetas, de tener a Dios como Pastor, que Dios mismo venga a guiar a su rebaño. Anhelo que Dios recibe como una súplica a la cual responde: “les daré pastores según mi corazón que los apacienten con conocimiento e inteligencia” (Jr 3, 15). Dentro de los signos que presenta el evangelista san Juan, está el de Jesús como el Buen Pastor, que anuncia públicamente el sentido de su misión: “he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10). Jesús Buen Pastor conoce, escucha, cuida y da la vida por las ovejas. No es un asalariado que vive de las ovejas, sino que vive con y para las ovejas. No las engaña prometiéndoles lo que nunca va a darles. Más bien, las consuela y si se pierden sale en su búsqueda, y al encontrarlas, las trae sobre sus hombros nuevamente al redil. El único camino para ser un buen pastor al estilo de Jesús, es amar. El que ama, escucha, conoce, cuida y llega a dar la vida por lo que ama. Así, se lo hizo conocer Jesús a su amigo Pedro a quien iba a poner de pastor al frente de su rebaño: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?” Él le respondió: “Sí, Señor, Tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis corderos” (Jn 21, 15-25). Cuando el sacerdote ama a Dios y se deja amar por Él, se gasta y se desgasta por el rebaño que el Señor le ha encomendado. La prioridad es la comunidad, sufre y se alegra con ellos, los anima, acompaña y defiende de cuanto pueda hacerle daño. El buen Pastor no calla ante las injusticias que se cometen en contra de los más pobres e indefensos de su rebaño, denuncia públicamente todo lo que atente contra la vida y la dignidad de quienes claman misericordia. En la Diócesis de Cúcuta hay buenos pastores que acompañan a los migrantes, asisten a los enfermos, visitan a los internos de la cárcel, dan de comer a los hambrientos, cuidan a los niños y mujeres, y capacitan técnicamente a quienes necesitan de un arte para contar con mejores oportunidades de trabajo, celebran la Eucaristía donde parten y comparten el Cuerpo de Jesús como alimento de vida eterna. La pregunta de Jesús sigue siendo la misma: “¿Me amas más que éstos?” y esta pregunta es para los jóvenes de los colegios y universidades que en su pensamiento tienen como deseo cambiar el mundo a mejores condiciones de como lo han encontrado. Estos jóvenes han de ser buenos pastores, buenos ciudadanos, buenos profesionales, buenos padres de familia, buenos servidores públicos. El llamado es a ser buenos y eso implica aprender a amar la obra que nos han encomendado. Pues no hay nada más angustioso y deprimente que hacer las cosas porque toca y no porque nacen de un corazón lleno de amor. El que quiera ser buen pastor debe vivir la gratuidad. En palabras del Papa Francisco: “quien no vive la gratuidad fraterna, convierte su existencia en un comercio ansioso, está siempre midiendo lo que da y lo que recibe a cambio” (Fra-telli Tutti #140). El buen pastor se da sin medidas, sin reservas, su vida es como un cirio encendido que entre más luz ofrece más se desgasta. + José Libardo Garcés Monsalve Administrador Apostólico de la Diócesis de Cúcuta

Lun 1 Feb 2021

Cúcuta ya tiene administrador apostólico

Mediante decreto de la Congregación para los Obispos y por voluntad del Papa Francisco, fue nombrado como administrador apostólico de la diócesis de Cúcuta a monseñor José Libardo Garcés Monsalve, actual obispo de la Diócesis de Málaga-Soatá. La sede episcopal de Cúcuta estaba vacante, una vez que, quien actuaba como obispo titular, monseñor Víctor Manuel Ochoa Cadavid, fuera nombrado como obispo castrense de Colombia. Tras conocer su nombramiento, el nuevo administrador apostólico envió un video mensaje dirigido a los sacerdotes, seminaristas, religiosas, autoridades civiles, militares y de policía y a los feligreses, expresándoles su deseo de acompañarlos con la oración y “con la intención de ayudar en el crecimiento en la fe, la esperanza y la caridad, para seguir construyendo entre todos una comunidad viva de fe al servicio de Dios y de los más pobres y necesitados”.