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Monseñor Ricardo Tobón

Vie 30 Jul 2021

Izquierda y derecha

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo -En todas las épocas y lugares se ha dado la confrontación de visiones y posiciones sobre diversos aspectos de la realidad, de acuerdo con la formación, las características y las experiencias de las personas y de los grupos sociales. Con frecuencia, esa pluralidad de acercamientos para interpretar y asumir la educación, la economía, la cultura y, sobre todo, la política, se ha canalizado en dos actitudes, generalmente antagónicas, que llevan incluso a profundos grados de polarización. Dichas posiciones contrapuestas, que se han denominando “izquierda” y “derecha”, se orientan, en general, la primera al cambio y la segunda a la conservación de ideas, costumbres e instituciones. En Colombia, dentro de nuestro proceso histórico y social, hemos vivido siempre este juego de fuerzas, que, en este momento, aparece más radical. Analizando esta situación, se me han ocurrido algunas reflexiones que podrían servir para ubicarnos y actuar acertadamente; las sugiero a partir de los siguientes elementos. En el ser humano, a nivel personal y colectivo, existe una doble tendencia; de una parte, a avanzar, innovar, cambiar, impulsar y, de otra, a mantener lo que se ha logrado, a conservar lo que se ha adquirido, a proteger el patrimonio. Ambas actitudes son necesarias para el cabal desarrollo de la persona y de la sociedad; es tan importante cuidar lo que se tiene, como avanzar hacia algo mejor. Para hacer un buen viaje, se necesita usar el freno y el acelerador del vehículo. Estas tendencias, si no se las conduce adecuadamente, quedan a merced de las pasiones o pulsiones de la estructura personal o de una manipulación foránea y pueden dar lugar a fanatismos intelectuales, sociales, políticos o religiosos. En sí mismas, estas tendencias no son buenas ni malas. Éticamente dependen de la sabiduría y la rectitud moral con las que las administremos en orden a proteger y dinamizar la vida social y la evolución de la humanidad. Se puede decir que toda persona actúa desde la derecha y desde la izquierda, según sus posiciones y necesidades. Puede darse, incluso, que algunos muy progresistas en unos campos, en otros sean excesivamente conservadores. No es difícil percibir, cuando se dan posiciones ciegas y radicalizadas, que, en general, en la derecha se refugian las personas inseguras y en la izquierda militan sobre todo personas resentidas. El centro, en el sentido estricto de encontrar un término medio en las posiciones enfrentadas, generalmente no existe. Las mejores decisiones llegan de la opción por mantener o por cambiar, según lo impongan la sabiduría y la fraternidad. La polarización se da cuando la formación personal o la cultura ciudadana de una sociedad no logran ver, integrar y aceptar sabiamente los principios y valores fundantes de una adecuada convivencia y de un desarrollo integral y para todos. La buena administración de esta doble e importante dinámica del ser humano exige buen criterio, recta intención, compromiso social y verdadera disposición al diálogo. Es decir, descubrir juntos cuándo se usa el “freno” y cuándo el “acelerador”. Para los cristianos se trata de discernir el proyecto de Dios sobre nosotros. Una persona sabia y recta, en el fondo, no es de izquierda ni de derecha. No se deja llevar por las pasiones sino que, según la enseñanza del Evangelio, conociendo los secretos del Reino de Dios, sabe sacar de su tesoro lo nuevo y lo viejo (Mt 13,52). + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Mar 6 Jul 2021

“Es necesario superar las visiones individuales y avanzar todos con el proyecto de Dios”

Insistió monseñor Ricardo Antonio Tobón, arzobispo de Medellín, durante la santa Misa con la que inició el segundo día de Asamblea Plenaria del Episcopado Colombiano, desarrollada en Bogotá. Retomando las lecturas del día, el prelado exhortó a los obispos del país a “liberar y purificar el corazón para que no estemos pegados a nuestra visión, a nuestros propósitos a nuestro modo de actuar, sino que tengamos la capacidad de hacer solo y todo lo que Dios quiere”. “Este fue el secreto de la libertad de Jesús”, señaló, precisando que también es “el secreto para nuestra comunión, para nuestra fraternidad. ¡No cada uno, sino todos con el proyecto de Dios!”. Refiriéndose a la primera jornada de trabajo en la Conferencia Episcopal de Colombia, en la que reflexionaron sobre la realidad del país, su complejidad social, cultural, política y económica, monseñor Tobón afirmó que “es preciso, en primer lugar, acrecentar nuestra realidad con Cristo, en palabras de san Pedro, tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús; entonces, vamos a sentir dolor por todos los que están abatidos, especialmente por los más pobres y desamparados; vamos a sufrir por que la mies se pierde; vamos a tener ilusión y fuerza; vamos a tener viento y fuego, para continuar la misión”. Finalmente, pidió la asistencia el Espíritu Santo, “que nos haga capaces de aportar lo que nos corresponde en este mundo (…) Teniendo presente que no tenemos una misión individual, sino que somos el cuerpo del Señor; somos una comunidad apostólica, donde la misión del uno se complementa con la del otro, donde la misión que uno comienza el otro la continua”.

Vie 2 Jul 2021

Un mundo sin alma

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo -En varios países del mundo se está dando, desde hace algunos años, una movilización social, que ahora está presente también en Colombia. A esto se añade la tensión producida por la violencia que nos ha azotado en las últimas décadas y las preocupantes situaciones generadas a partir de la pandemia del Covid-19. Todo va alimentando la reacción agresiva de las masas, puede ser con motivaciones acomodadas o aun sin razones concretas, pero en el fondo señalando que algo no funciona bien. Este descontento que está paralizando el país, que promueve un vandalismo que destruye servicios indispensables que entre todos hemos construido, que saca lo mejor y lo peor de las personas, más que a situaciones particulares, se debe a las formas de vida que ha generado un modelo de civilización, cuyos únicos valores y fundamentos son económicos, tecnológicos y políticos. Así se ha creado una sociedad injusta, donde sólo una pequeña parte de la población aprovecha toda la riqueza y para ello utiliza el poder político. A esto se suma la corrupción en el manejo del estado y en la actuación de no pocos servidores públicos, quienes en lugar de pensar a profundidad en la organización y el desarrollo integral de la sociedad, en lamentables componendas políticas, dilapidan los recursos y aceptan todo lo que impongan grupos internos o agendas foráneas, que les permiten detentar el poder y todos sus beneficios. Así quedamos todos bajo unos estereotipos impuestos por unas elites que, con diversos intereses, se pelean el mundo. De otra parte, la búsqueda de comodidad, de lujos y de hedonismo, transformó la vida en un ámbito comercial, donde no se encuentra ni el verdadero concepto ni la forma adecuada de alcanzar la felicidad personal y el bienestar de todos. Esa falta de respeto por la dignidad humana, de ausencia de solidaridad entre todas las personas y de creciente insatisfacción, llega a un punto intolerable. Entonces, los estallidos sociales muestran que estamos frente a un modelo de sociedad mal construido, que debe cambiar. Ante esta realidad, por supuesto, los gobiernos y toda la sociedad deben realizar un dialogo serio para recomponer lo que marcha mal; la clase económica debe patrocinar proyectos audaces para ayudar a los sectores más vulnerables y superar la inequidad; todos debemos propiciar diversas iniciativas para ayudar a quienes están sin los recursos indispensables y aún sin la fortaleza interior para vivir. Pero es preciso pensar que esto no basta y que con el tiempo seguirán creciendo los problemas morales y sociales, que generan indignación y llevan a estallidos imparables. Es preciso ir al fondo. El mundo no puede ser un cuerpo sin alma. La persona humana tiene el deber moral de trabajar sobre sí misma para tener gobierno de su mundo interior a partir de la conciencia; de lo contrario, los instintos y pasiones nos deforman, esclavizan y enfrentan unos contra otros. La visión que, en gran parte, ha construido la sociedad de hoy sólo ha pensando en un bienestar exterior. Si no hay un referente trascendente es imposible encontrar sentido, la calidad humana disminuye, muchos grupos humanos quedan sin protección y sin futuro y la verdadera justicia social nunca llega. La sociedad ha sido víctima de un engaño: creer que la producción y generación de riqueza era el sentido mismo de la vida. Esa dinámica nos puso en una permanente ansiedad, en un terrible individualismo y por último en una lamentable polarización y confrontación. Junto a esto una creciente secularización nos volvió la vida más compleja, más acelerada, más frívola y más triste. La vida se empobreció al desvanecerse los conceptos esenciales de sabiduría, de virtud y de trascendencia. Cada uno inventando el sentido para vivir y muchos mendigándolo en ideologías, que siendo sólo ideas, no pueden responder a la realidad integral de la persona. Ciertamente es preciso atender los problemas inmediatos, pero es necesario pensar también en una respuesta a fondo. La alegría de vivir, la fraternidad, la unidad en torno al bien común no se logran por una campaña publicitaria, ni por la promulgación de una ley, ni por la manipulación ideológica con los potentes medios de hoy, menos todavía por una revolución violenta. La vida verdadera sólo puede venir al mundo por una larga transformación cultural que vaya dando a las personas la sabiduría para vivir bien y la motivación para conducir rectamente su vida. Ahí está el gran servicio de la Iglesia a la humanidad. Es preciso que nosotros veamos claro y que actuemos con más audacia. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Jue 17 Jun 2021

Vivamos una nueva oportunidad

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo - Atravesamos, a primera vista, un momento confuso y difícil. Vivimos situaciones que cada día nos alejan de lo que teníamos y hacíamos antes. Sin entrar en un análisis de fondo, podemos sintetizar en hechos concretos la realidad que nos preocupa: el aumento de los enfermos por Covid-19 hasta una ocupación total de los hospitales, la ausencia y aumento de los que mueren cada día, la situación de desempleo y pobreza que pasan muchas familias, el clima de angustia y de agresividad que se vive en algunos hogares. También vemos que la vida social está turbada por la acción de grupos al margen de la ley, la fragilidad de la institucionalidad, la polarización política, el descontento con algunos gobernantes y servicios, la mentira y el engaño con informaciones falsas, el incremento del consumo de drogas, la proliferación de robos y acciones abusivas contra la población. A esto habría que añadir la indisciplina social para afrontar esta pandemia y la incertidumbre frente al presente y el futuro. Sin embargo, no podemos despistarnos frente a nuestro tiempo, el que hemos configurado y el que Dios ha permitido. Esta es nuestra hora y ésta es la página de la historia en las que debemos hacer presente el proyecto de salvación que anuncia el Evangelio. No debemos caer en el pesimismo de que no podemos hacer nada o en la inactividad esperando que vengan nuevas posibilidades. Nada está perdido. Estamos en un tiempo de creación y, aunque con un parto doloroso, un nuevo mundo se puede abrir ante nuestros ojos. Esta es una ocasión para purificarnos de tanto egoísmo, para ir a lo esencial, para integrarnos a partir de metas verdaderas, para asumir el cambio profundo que necesita nuestra inequitativa y superficial sociedad. Hemos estado muy dispersos y enceguecidos por cosas inútiles y a veces verdaderamente perversas. Este puede ser un momento decisivo en el que, los que no entendamos o asumamos en serio este llamamiento a construir una nueva humanidad, podemos fracasar; me refiero a personas e instituciones. A nivel de nuestra Iglesia arquidiocesana y de la misión pastoral que nos incumbe, que también están seriamente afectadas por esta situación, tenemos muchas tareas concretas para realizar y que, a la vez, son un gran aporte al bienestar de toda la sociedad. Lo primero es crecer en una profunda espiritualidad que nos una verdaderamente a Dios y nos haga más fuertes y disponibles para el servicio. Luego, mantener, perfeccionar e incrementar los programas pastorales, que con esfuerzo hemos venido desarrollando. Esta es la mejor forma de acompañar y de ofrecer vida a nuestra comunidad. Y esto lo podemos desplegar en muchas acciones precisas, necesarias y de gran eficacia: los templos abiertos con una liturgia viva y espacios de oración, la atención a los niños y a los jóvenes, las zonas de escucha y de celebración de la Confesión, las homilías que den sentido y fortaleza para vivir este momento, los programas de ayuda a familias y personas necesitadas, la animación de grupos y pequeñas comunidades, el trabajo apostólico con los enfermos y con sus cuidadores, la acogida de las exequias como un momento de consolación y de esperanza. Si estamos asentados en la roca fuerte de la fe, seremos capaces de aligerar el equipaje, lograremos enfrentar el sufrimiento y las carencias con espíritu de pobres, sabremos dar respuesta a lo que venga aunque no sepamos todavía qué es lo que viene. En cambio, fracasaremos si nos mueven pasiones pasajeras: el afán de dinero, la indiferencia y la desidia, la soberbia y el aislamiento, la murmuración y el miedo. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Sáb 20 Feb 2021

Mons. Tobón: "Cada tentación es una oportunidad para escoger de nuevo a Dios"

En este primer domingo de Cuaresma, tomando el texto del evangelio de san Marcos que nos presenta a Jesús en el desierto tentado por el demonio, el arzobispo de Medellín y vicepresidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, monseñor Ricardo Tobón Restrepo, dijo que así mismo nosotros podemos tener estas tentaciones, las cuales deben ser asumidas como oportunidades para volver a Dios, mejorar como personas y vivir la conversión. “Tenemos que ver que las tentaciones son también una oportunidad para repensar nuestra vida, para mirar lo que somos y lo que tenemos que hacer. Cada tentación es una oportunidad para escoger de nuevo a Dios”. Monseñor Tobón Restrepo exhortó para que, a ejemplo de Jesús, quien después de ser tentado salió a predicar la Buena Nueva, consideremos que “es necesario que nosotros nos convirtamos, es preciso creer, que hay que abrirnos al amor de Dios”. El prelado resaltó la importancia que han tenido los "cuarenta días" en la vida de muchos personajes bíblicos, incluyendo a Jesús estando presente entre la humanidad. “Con cuarenta días del diluvio Dios purificó a la humanidad; con cuarenta días en la montaña, Dios le reveló su plan a Moisés; a Elías que estuvo en el monte Horeb 40 días orando, Dios se le mostró de un modo fascinante, y el mismo Jesús estuvo 40 días en el desierto afirmándose en su decisión de servir solo a Dios y de entregar la vida por todos nosotros”. Señaló que en la vida de todo católico estos 40 días de la Cuaresma ha de ser un tiempo importante para agradecer a Dios, un momento que no se debe desperdiciar, antes bien, debe ser aprovechado para ayudar a aquellos que más lo necesitan. “Tenemos que agradecer a Dios, hemos recibido muchas gracias de Él, por tanto tenemos que vivir, amar y responder”.

Vie 6 Nov 2020

Arquidiócesis de Medellín: IV Encuentro de Economía y Empresa

La Arquidiócesis de Medellín, siguiendo con su tarea de anunciar el Evangelio, en esta ocasión comprometida en el ámbito de la economía en tiempo de pandemia, realizará el próximo 11 de noviembre el IV Encuentro de Economía y Empresa. Monseñor Ricardo Tobón Restrepo, Arzobispo de Medellín, será el encargado de hacer la apertura al evento que tendrá como tema de reflexión:“La Economía Solidaria ante los nuevos retos del mundo”. En un boletín de prensa sus organizadores han señalado que “en este tiempo en el que vivimos una emergencia sanitaria global, se hace necesario hacer una lectura a la crisis económica mundial, producto de la pandemia, que nos lleve a pensar y actuar a favor de una Economía Solidaria, que favorezca todos los niveles de la sociedad”. Se trata de dar una mirada desde la Doctrina Social de la Iglesia a la economía en la pospandemia, por ello se desarrollarán tres ponencias y un testimonio, que luego darán pie para abrir a un foro con los ponentes y asistentes. Este evento que es coordinado por la delegación arzobispal de cultura, se transmitirá de manera gratuita a través de la plataforma Webex de la Universidad Eafit, a partir de las 4:00 p.m. extendiéndose hasta las 6:30 p.m. Para participar puede ingresar [icon class='fa fa-download fa-2x'] AQUÍ[/icon] Público objetivo: Empresarios y profesionales que hacen parte de la pequeña, mediana y gran empresa, estudiantes de economía y carreras afines, asociaciones empresariales, grupos pastorales parroquiales de economía y empresa, personas que estén desarrollando un emprendimiento empresarial y público en general que esté interesado en la temática, tanto de Colombia como de otros países. Ponentes: Cardenal Álvaro RamazziniImeri (Guatemala). Obispo de la diócesis de Huehuetenango en Guatemala.Es doctor en Derecho Canónico dela Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Fue profesor y rector del Seminario Mayor de Guatemala y director de la Conferencia Episcopal de Guatemala (CEG), de la que actualmente es vocal y también director de la Comisión Episcopal de Justicia y Solidaridad. En el 2010 fue nombrado Embajador de la Paz de Guatemala. En el 2019 fue nombrado cardenal por el papa Francisco. Es un firme protector de los más desfavorecidos, los migrantes y los indígenas, así como un defensor de las causas medioambientales. Jesús Alonso Botero García (Colombia). Docente de la Escuela de Economía y Finanzas de la Universidad EAFIT. Estudió Economía Industrial en la Universidad de Medellín y realizó la Especialización en Política Económica en la Universidad de Antioquia. Ha escrito varios libros y dirigido distintas investigaciones. Ha sido empresario, gerente de varias empresas y miembro en Juntas Directivas de empresas del sector eléctrico. Sergio Hernando Arango Arredondo (Colombia). Consultor de StrategicThinking y Coush, Especialista en mercadeo y estudios en Alta Gerencia en la Universidad de Los Andes. Empresario con más de 20 años de experiencia en el acompañamiento de procesos de trasformación empresarial en distintas compañías colombianas. Testimonio: Gloria Stella Guevara Velásquez (Colombia). Directora de Compass Católico Colombia y representante legal de la Corporación Condeus (Con Dios). Estudió Diseño Gráfico en Bellas Artes y es fotógrafa profesional. Coordina y dicta los cursos de Compass en Colombia, de la mano de la comunidad religiosa de las Hijas del Fiat. Es administradora del hogar. Fuente: Oficina de comunicaciones Arquidiócesis de Medellín

Mar 22 Sep 2020

Iglesia en Antioquia saluda a profesionales de la salud y agradece su entrega

En el marco celebrativo de la Semana Pastoral de la Salud que vivió del 14 al 19 de septiembre la arquidiócesis de Medellín, el arzobispo de esta ciudad, monseñor Ricardo Tobón Restrepo, dijo que en este tiempo de pandemia se ha hecho más sensible en las personas vivir momentos de enfermedad y muerte. “Por eso tenemos que acudir a Dios, el único que puede darnos una palabra que ilumine este misterio de nuestra caducidad y que nos dé fortaleza y esperanza en los momentos de prueba”. Recordó como la persona de Jesús dedicó su ministerio para atender a los enfermos, dándoles consuelo y regalándoles la salud física y espiritual. “Es un momento para encontrarnos con nuestra condición humana, todos somos hijos de Dios con una dignidad incomparable, pero también somos frágiles”. En este contexto, resaltó la labor y el carisma que Dios les dio a tantos profesionales de la salud y les expresó su saludo de gratitud por el servicio prestado en favor de los enfermos. “Pienso en los médicos, enfermeros, enfermeras, en todo el personal de las clínicas y hospitales, pienso en los curadores de los enfermos, que trabajo tan necesario y a la vez exigente, que trabajo tan hermoso y tan abnegado (...) En nombre de la Iglesia saludo, felicito y agradezco a todos los que sirven a los enfermos, y les digo que se sientan felices de haber recibido este don y la posibilidad de cumplir este servicio a Cristo que padece en cada uno de los que están enfermos”, aseveró.

Lun 22 Jul 2019

Economía y dignidad humana

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo - Uno de los temas de reflexión, en la pasada Asamblea de la Conferencia Episcopal de Colombia, fue: “La economía al servicio de la dignidad humana y del bien común”. Así se asumía la tarea que la Iglesia tiene de analizar realidades como el trabajo, la producción, la distribución y el consumo de bienes y servicios; todas ellas en relación con el sentido de la existencia del ser humano, la calidad de vida particularmente de los más pobres y el proyecto presente y futuro de la sociedad. El discernimiento en esta materia reviste importancia y actualidad también porque hoy, en tantos casos, todo se mira y se aprecia sólo desde la perspectiva económica. A la vez, es en este campo donde aparecen situaciones profundamente preocupantes como la pobreza, el desempleo, la desigual distribución de los bienes, la carencia de servicios indispensables, que afectan a grandes sectores de la población. Es una situación inadmisible que más de mil millones de seres humanos vivan en la miseria. A la base de todo esto está el egoísmo que no sólo olvida, sino que excluye a los demás, una concepción equivocada de la vida centrada en el dinero, la ignorancia acerca del destino universal de los bienes y de la propiedad, el manejo irresponsable y deshonesto de los recursos, el aprovechamiento utilitarista de los valores económicos por parte de los países más fuertes. En nuestro país, en buena parte, la economía ha estado marcada por el narcotráfico y utilizada para la violencia. Por eso, el Papa Francisco ha dicho, en varias ocasiones, que la crisis económica es una crisis ética y antropológica. En relación con este tema de la economía, constatamos en nuestra sociedad, con gran preocupación, especialmente tres grandes males: la inequidad, la corrupción y la insensibilidad social. La desigualdad económica es una bomba de tiempo; el Santo Padre señala que la inequidad es la raíz de todos los desastres sociales. La corrupción es el cáncer de la economía, expropia el bien común, destruye la esperanza frente a proyectos futuros. La insensibilidad social es una calamidad muy grave, porque vacía nuestra vida de sentido. Esta realidad prueba que es necesario volver al Evangelio. Jesús nos dejó unos criterios esenciales e insuperables de comportamiento: la confianza en la providencia de Dios, que siempre nos cuida (Mt 6,25-32); la libertad frente a los bienes materiales, que no son más que la vida (Lc 12,13-21); la generosidad para poner lo que somos y tenemos al servicio de los demás (Lc 10,25-37); la responsabilidad en la administración de lo que se nos ha confiado (Mt 25,14-30); el compromiso en favor de los pobres y necesitados (Mt 25,35-45). Dentro de la evangelización de lo social, debemos comenzar los cristianos por formarnos nosotros mismos de acuerdo con la enseñanza de Jesús desarrollada ampliamente por la doctrina de la Iglesia, a fin de dar un testimonio nítido de libertad, honestidad, justicia y generosidad en el uso de todos los dones recibidos. Sólo el amor nos permitirá ser una comunidad signo de la interdependencia de la humanidad en términos de relación fraterna, de comunión de bienes y servicios y de participación responsable en la administración del mundo. Luego, nuestra misión es colocar en el centro de la economía la dignidad de la persona humana y el bien común. En nuestras catequesis, en los diálogos personales y en las demás ocasiones que tengamos, sacerdotes y laicos, con sentido profético, debemos anunciar valores esenciales como la honestidad, la responsabilidad, la justicia y la solidaridad. Debemos inspirar una economía con ética que garantice la vida humana, la protección de la familia, la igualdad social, la dignidad de los trabajadores, la ayuda a los más vulnerables, los derechos de las generaciones futuras y el cuidado del medio ambiente. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín