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monseñor Víctor Manuel Ochoa

Dom 7 Jun 2020

La fuerza de Dios

Por: Mons. Víctor Manuel Ochoa Cadavid - La fiesta solemne de Pentecostés, es la fiesta de la Iglesia, por excelencia, en ella hemos recibido el don del Espíritu Santo, que nos anima y nos fortalece para dar testimonio de Jesucristo resucitado, hasta los confines extremos de la tierra. El bellísimo relato de Pentecostés que encontramos en el libro de los Hechos de los Apóstoles pone a la Santísima Virgen María y a los Apóstoles recibiendo esa fuerza, ese ardor que los lleva a salir, de un lugar encerrado a predicar con alegría al Señor en todos los lugares y a todas las personas. Celebrar Pentecostés, hoy en nuestra Iglesia particular, es vivir en la Iglesia la experiencia profunda del Espíritu Santo, que “hace nuevas todas las cosas” (Ap 21, 5). Pidiendo el Espíritu Santo, tenemos que descubrirlo como fuerza creadora. La primera frase de la Sagrada Escritura se refiere a esa presencia creadora: “…la tierra era algo informe y vacío, las tinieblas cubrían el abismo, y el Espíritu de Dios se cernía sobre las aguas” (Gen 1, 2). La última expresión de la Escritura también nos habla del Espíritu Santo: “El Espíritu y la Esposa dicen: «¡Ven!», y el que escucha debe decir: «¡Ven!». Que venga el que tiene sed, y el que quiera, que beba gratuitamente del agua de la vida” (Ap 22, 17). El Espíritu Santo es Persona Divina, es alguien y no algo, por ello puede ser enviado, regalado, dado con amor a quienes le saben pedir, esperar y acoger. Su acción fecunda ilumina los caminos de los Patriarcas, impulsa a Moisés por el desierto, acompaña las gestas gloriosas del Pueblo de Dios, se hace presente en el clamor de los Salmos, llena la vida de los Profetas, es la Sabiduría revelada, es la fuerza de los que aman a Dios. Esta persona de la Trinidad, anima, alienta, inspira la Palabra con la cual Dios habló a los hombres. El Espíritu Santo actúa en el misterio de la Encarnación, desciende sobre Jesús en el Jordán, mantiene un diálogo permanente con Jesús, lo sostiene y lo acompaña. Por eso en la sinagoga de Nazaret Jesús expresa como se cumple en él la profecía de Isaías (Isaías 61, 1ss) «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la buena nueva…» (Lucas 4,18). Somos la Iglesia del Espíritu Santo por excelencia, por vocación, por presencia amorosa de Dios que nos regala este don admirable para que tenga principio, sentido y fin nuestra vida pastoral, nuestra vida de fe, nuestra vida de caridad. Es el Espíritu quien nos anima y nos fortalece en la tarea de anunciar a Jesucristo resucitado, como lo hicieron en su momento los Apóstoles, llevando su Evangelio a todos los confines de la tierra y, como hoy, con gran fuerza continuamos haciéndolo. Con razón el Espíritu Santo es llamado alma de la Iglesia (León XIII en la Encíclica Divinum illud munus, 1897: Denzinger-Schönmetzer, n. 3.328) arquitecto del reino, maestro y pedagogo de la fe, aliento y camino, compañía y defensa, luz y esperanza de la comunidad creyente, sobre todo en estos tiempos de crisis, de soledad, de desaliento. Estos días que van transcurriendo en la experiencia del confinamiento, cuando se ha revelado de modo más evidente nuestra fragilidad y nuestra vulnerabilidad, hemos de aprender la lección de silencio que nos pide abrirnos a la gracia del Espíritu Santo, dejarlo actuar sin que lo impidan nuestras desesperaciones, dejar que nos mueva y acompañe, dejar que despierte, como ya lo ha hecho, iniciativas gozosas de evangelización, recursos ingeniosos para llegar a nuestros hermanos con una catequesis viva, con una palabra de aliento, con una motivación para trabajar decididamente por una promoción de la humanidad que no se quede en un simple proceso horizontal de solidaridad, sino que se motive porque aquel a quien busco, sirvo, acompaño y sostengo, es alguien que como yo posee el Espíritu Santo por la gracia de los sacramentos o porque en todo ser humano hay semillas del mismo Espíritu para despertar y alentar a que crezcan y den fruto. Es el Espíritu Santo el que anima y realiza la caridad de Jesucristo. El Espíritu es dado a la Iglesia de diversos modos. Es bello constatar que, siendo uno, se manifiesta de diversos modos: Gobierna en quien gobierna, predica en quien predica, sirve en quien sirve, porque sin Él todo sería estéril, todo sería mera acción humana. Con su fuerza la autoridad ilumina, la predicación enseña, la caridad llena de amor de Dios las obras de misericordia que, precisamente, son inspiradas por el Espíritu Santo y son bendecidas cuando se realizan en nombre del amor de Dios. Con Pentecostés no acaba la Pascua, en Pentecostés se sueltan las amarras de la nave de la Iglesia, para que “al impulso del amor confiado” del Espíritu Santo (Prefacio Eucarístico, Pentecostés), pase por este mar atormentado de la historia llenando de luz y de alegría cada acción humana, cada servicio, cada apostolado. Pidamos todos con mucha fe el don del Espíritu Santo, que nos avive a todos en nuestra vida cristiana y en nuestra tarea eclesial, a cada uno en su camino y misión, en su ministerio para aquellos que tenemos responsabilidades de Iglesia. El día de Pentecostés la Santa Virgen, María de Nazareth, estaba llena de alegría y esperanza, pidamos a ella que proteja y bendiga a nuestras comunidades en estos tiempos complejos y de prueba. Ven Espíritu Divino, fuerza, vida y esperanza de la Iglesia y de la humanidad. + Víctor Manuel Ochoa Cadavid Obispo Diócesis de Cúcuta

Mié 26 Feb 2020

Cúcuta ya cuenta oficialmente con la primera Basílica Menor

Como Sacrosanta Basílica, saludó Monseñor Víctor Manuel Ochoa Cadavid, Obispo de la Diócesis de Cúcuta, a esta nueva casa real, que llena de dones y privilegios a Norte de Santander. Este 22 de febrero de 2020 con una Eucaristía, presidida por Monseñor Víctor Manuel Ochoa Cadavid, fue oficialmente elevada la parroquia San Luis Gonzaga a Basílica Menor, dignidad que fue otorgada el pasado 30 de octubre de 2019 por Su Santidad, el Papa Francisco. A la ceremonia de concesión del título de Basílica Menor de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, asistieron el Secretario de la Nunciatura Apostólica en Colombia, el padre italiano Giovanni Bicchierri; Monseñor Héctor Epalza Quintero, Obispo Emérito de Buenaventura; Monseñor Omar Alberto Sánchez Cubillos, Obispo de la Diócesis de Tibú; el presbiterio diocesano; seminaristas; autoridades civiles; miembros de la Policía Nacional y fieles laicos. La gran romería que se congrega en la parroquia San Luis Gonzaga, fue uno de los méritos por los que el Papa Francisco concedió el título de Basílica Menor, lo cual se apreció en esta ceremonia, donde el Templo recibió gran aglomeración de feligreses tanto adentro, como afuera, por lo que fue necesaria la instalación de dos pantallas gigantes, para que los fieles y personas de buena voluntad no perdieran detalle de este momento santo e histórico. En su homilía, el Obispo de esta Iglesia Particular expresó su agradecimiento al Papa Francisco: “Al Santo Padre va nuestro recuerdo agradecido, nuestra devoción filial, la intención de escucharlo y amarlo, como "Centro de la Unidad de la Iglesia", orando por su ministerio como sucesor de Pedro en su Cátedra de Roma”. Recordando que por ser Basílica, las intenciones de la Eucaristía serán a diario también por el Papa. Monseñor manifiesta que este título del que ahora goza no sólo una comunidad, sino una región entera, es la “infinita bondad de Dios”, quien “nos revela su amor con la prueba más grande: la Encarnación del Verbo”. Gracias a la Santísima Virgen María, en este pueblo de Dios que peregrina en la zona de frontera, “miramos con amor y devoción hoy más que nunca el rostro de Cristo, el Hijo bendito en los brazos de una Madre que también nos mira y acoge a nosotros”. Desde esta Basílica, Monseñor Víctor afirma que “seguiremos pidiendo por el don de la paz, para que se viva la reconciliación y la justicia social, para que reine entre nosotros el diálogo”. De igual forma, a los pies de la Reina del cielo, añade el señor Obispo: “imploramos por tus hijos que vienen de Venezuela, pedimos por ellos, por sus necesidades, acógelos dentro de tu manto”. Finalmente, Monseñor en nombre de la Diócesis de Cúcuta, se compromete con ‘La Chinita’, como le dicen a Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, a agradecerle a diario por su protección, a ratificar la fe y devoción, vivir como hermanos, mantener la esperanza, ser fieles al Evangelio y expresar el afecto agradecido por el Papa Francisco que “nos conoce y nos ama, porque sabe que en esta tierra bendita amamos lo que es el amor de su corazón de padre: el pobre, el migrante, el que lleva sobre su corazón el dolor de Cristo aumentado en tantas dolorosas experiencias de humillación de desplazamiento y de marginación”.

Mié 26 Ago 2015

Iglesia de Cúcuta habilita puntos de atención a deportados

Cuatro sacerdotes y nueve diáconos de la Diócesis de Cúcuta, junto con monseñor Víctor Manuel Ochoa Cadavid, están al frente de la asistencia que esta Iglesia Particular hace a quienes han sido deportados y retornados desde Venezuela. Actualmente la Diócesis habilitó diferentes puntos de atención para asistir a los afectados, uno de ellos es el Centro de Migraciones que brinda asistencia a 200 personas, otros dos albergues ubicados en los corregimientos de La Parada y Juan Frio, pertenecientes al municipio de Villa del Rosario, los cuales han contado también con el apoyo de la comunidad que ha hecho diferentes aportes alimentarios. [Descargar comunicado]