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predicación orante

Mié 3 Oct 2018

El matrimonio cristiano cumple al plan divino de la creación

La Palabra Divina hoy nos propone, en primer lugar, el relato de la creación de la mujer; luego, nos ofrece el Salmo en el que se recuerda la inmensa dignidad de la que comparte la existencia y le da sentido, gozo y alegría a la familia humana; por su parte, la Carta a los Hebreos nos “hermana” con el mismo Dios; y, finalmente, el Evangelio vuelve a recordarnos que el matrimonio cristiano une al hombre y la mujer como cumplimiento del plan divino de la creación. Primera lectura: Gn 2,18-24 Salmo Sal 126(127),1-2.3.4-5a.5b-6 (R. cf. 5) Segunda lectura: Hb 2,9-11 Evangelio: Mc 10,2-16 (forma larga) o Mc 10, 2-12 (forma breve) ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? La Palabra de Dios expresa en toda su dignidad y plenitud la familia humana, le da origen divino, la eleva a la altísima categoría de generadora de la vida y la santifica con la gracia sacramental que encuentra su origen en la misma voluntad creadora. La institución familiar así consolidada genera la originalidad de la familia cristiana, procedente de la tradición hebraica, santificando la monogamia, proponiendo en la fidelidad conyugal un signo de la acción de Dios, santificando la unión de los esposos, dando sentido a la originalidad de una familia en la que un hombre y una mujer abiertos a la vida, son co-creadores y comparten con el Autor de la vida el honor de generarla, procrearla, dignificarla. La palabra hogar, no sólo identifica un fuego encendido en el que se encuentra motivación para el encuentro, define en su riqueza expresiva la familia como espacio propio para que la vida surja, para que los esposos den significado a su amor generando comunión de bienes y de esperanzas. La familia es el escenario de la primera formación humana para la vida, el espacio propio del perdón que reconcilia y del amor que genera vida. Superadas las ideas de una sociedad que dividía los roles de los géneros, nos propone una complementariedad que respeta su diversidad y la realiza en la comunión, en la unidad, en la complementariedad creativa y gozosa. ¿Qué me sugiere la Palabra que debo decirle a la comunidad? Más que citar un párrafo específico del magisterio del Papa Francisco en su visita, debemos recordar el gozo esperanzador que iluminó su corazón al ver que le acogían las familias, al ver el orgullo con el que los padres pedían para sus hijos una mirada y una bendición. En el camino de encuentro y reconciliación que se ha emprendido, ha de rescatarse la institución familiar tan amenazada por las tendencias sociales, por la imposición de una ideología de género que quiere sustituir la originalidad de la voluntad creadora. Hay que reiterar el llamado eclesial que reconoce en la mujer un signo irrefutable del amor de Dios y la pone delante del hombre no para que le sirva sino para que sea amada en su grandeza, en su altísima dignidad, en su misión generadora de vida, en su identidad como madre, en su misión de formadora de la vida, en su carácter de constructora y de determinante de los valores sociales. La invitación a valorarla, a darle su auténtico papel en la sociedad, fue expresada en el discurso del Papa Francisco al CELAM, en el que resaltó la dignidad de la mujer en la gesta evangelizadora y en la creación de la identidad de la actual sociedad humana. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Cristo santifica y da la dignidad sacramental a la unión del hombre y la mujer, retomando y bendiciendo la experiencia ya consagrada en la voluntad del Creador. Ser “una carne” es aprender a sentir en comunión, a vivir en comunión, a dignificar la procreación de la vida, a defender la familia, santuario y realidad no negociable, a prevenir para que no se impongan ideologías que desconocen la voluntad creadora y el original designio de la creación.

Mié 19 Sep 2018

El verdadero discípulo está dispuesto a la cruz

Primera lectura: Sb 2,12.17-20 Salmo Sal 54(53),3-4.5.6+8 (R. 6b) Segunda lectura: St 3,16–4,3 Evangelio: Mc 9,30-37 Introducción. Hoy la Palabra ilumina nuestra vida y nos confronta distinguiendo, en primer lugar, entre el justo y el impío; entre quien posee la sabiduría de Dios o quien posee la sabiduría del mundo. Quién es verdaderamente importante en el Reino de los cielos. En segundo lugar, la Palabra nos hace mirar al interior de la comunidad: la envidia destruye las sanas relaciones y coincide con el tema de la sabiduría del mundo. En tercer lugar, la Palabra nos lleva a descubrir al verdadero discípulo de Jesús, aquel que está dispuesto a compartir su mismo destino: la cruz. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El libro de la Sabiduría en su capítulo 2, reproduce los sentimientos y las actitudes de los impíos de frente a la existencia humana, a la vida presente, a los justos y a su conducta. Los impíos y los justos que se enfrentan en los vv. 10-20 son hombres concretos. Los justos son los fieles que viven en la ciudad de Alejandría, en el primer siglo antes de Cristo, circundados de paganos y de judíos que han caído en la indiferencia; estos dos últimos grupos son los impíos. La razón principal que coloca a los unos contra los otros es de orden religioso: los primeros tienen fe, los segundos no la tienen. Los justos resultan incómodos ante la presencia de los impíos porque: a) se enfrentan a nuestro modo de obrar; b) nos echan en cara faltas contra la ley; c) nos culpan de faltas contra nuestra educación; d) se glorían de tener el conocimiento de Dios; e) se llaman a sí mismos hijos del Señor. En los vv. 17-20, los impíos emprenden contra los justos una despiadada persecución conduciéndolos hasta la muerte. El apóstol Santiago en su carta ayuda a mirar las características de quien posee la sabiduría divina y de quien no la posee. En relación con lo que se ha dicho de los impíos y los justos, nos ayuda a entender que el impío tiene en su corazón amarga envidia y espíritu de contienda; pero esta sabiduría no proviene de lo alto, sino que es terrena, natural y demoníaca (St 3,15). En cambio el justo posee otra sabiduría que viene de lo alto, es pura, pacífica, complaciente, dócil, llena de compasión y buenos frutos, imparcial, sin hipocresía. Hace pensar en los bienaventurados, los felices, porque producen frutos de justicia y procuran la paz. En el Evangelio, Jesús anuncia su muerte: “El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará”. Se relaciona este acontecimiento con lo que decía antes el libro de la Sabiduría donde los impíos dicen: “Pues si el justo es hijo de Dios, él le asistirá y le librará de la mano de los enemigos. Sometámosle al ultraje y al tormento, para conocer su temple y probar su entereza. Condenémosle a una muerte afrentosa, pues, según él, Dios le visitará” (Sab 2, 18-20). Aquí ya estamos pensando en Jesús como el Justo, sometido al ultraje de los que no le conocen: los impíos. Conviene mirar la actitud de los discípulos. Dice el vv. 32: “No entendían lo que les decía”. Llama la atención el diálogo que realizaban mientras Jesús viene hablando de su muerte: “Habían discutido entre sí quién era el mayor”. La enseñanza de Jesús es totalmente novedosa frente a la mentalidad de la época: “Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos”. Para comprender el mensaje de Jesús, y recibirlo a Él, es necesario transformarse en pequeños, como los niños. El soberbio, no tiene la capacidad ni de entender su mensaje ni recibir a Jesús mismo. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? Los discípulos de Jesús reflejan también una mentalidad similar a la nuestra. Esperaban un Mesías poderoso y guerrero, capaz de liberar al pueblo judío del yugo romano. Tenían pretensiones y querían también escalar en la búsqueda de “puestos” y honores. Así que, mientras Jesús está hablando de su misión: “el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán, y después de muerto, a los tres días resucitará”, algunos de sus discípulos conversan sobre ¿quién era el más importante entre ellos? El Maestro entra a corregir la mentalidad y a dar la clave de la vida y de la felicidad, para que quienes le sigan las puedan alcanzar: “Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”. Esta mentalidad es contraria a nuestra común manera de pensar: Hacerse el último, sin buscar reconocimientos y títulos, sin esperar alabanzas y recompensas por lo que hacemos, no buscando sino en todo “Amar y servir”, más bien actuar considerando superiores a los demás, sin vanagloria, es decir, buscando únicamente la gloria de Dios en todo momento. Entonces seremos “pequeños”, seremos los “pobres” según el Evangelio del Reino, quienes colocan la confianza en Dios mismo y no en sus propias fuerzas; seremos como los niños que transparentemente y sinceramente reconocen sus límites, perdonan rápidamente y se olvidan del mal causado, viven alegres en toda circunstancia y se alegran con el triunfo del otro. La soberbia hace que, contrario a las actitudes del pequeño, se suscite en nosotros la envidia. Y dice el apóstol Santiago en la lectura de hoy, que: “Donde hay envidias y peleas, hay desorden y toda clase de males”. Además nos revela de dónde vienen las guerras y los conflictos entre nosotros: “De los deseos de placer que combaten en nuestro cuerpo”. La verdad es que “codiciamos lo que no podemos tener” y es por esto por lo que terminamos asesinando, matando al otro para obtener lo que nosotros queremos. Ambicionamos tantas cosas y no podemos alcanzarlas, entonces ¡litigamos! ¿Qué me sugiere la Palabra en lo que debo decirle a la comunidad? Analizando un poco nuestra sociedad: ¿quién es el más importante? Nuestros padres frecuentemente nos han colocado medidas y tallas procurando suscitar en nosotros el deseo de “ser alguien en la vida”. En el fondo de esta motivación se esconden, unas razones que circulan en el común de las personas: tener comodidades para vivir; dinero suficiente para gastar y satisfacer todos los placeres que le vienen ofrecidos por el mundo; no pasar necesidades; no tener angustias por la precariedad. Estas “justificaciones” hacen que pasemos toda la existencia luchando por alcanzar estas “metas” y…por ser tan elevadas, con frecuencia se experimenta la frustración, el desaliento, la decepción y el fracaso. ¿Qué tal que la medida o la talla fuese un poco más baja para ir subiendo por escalas los niveles experimentando felicidad a cada momento que pasa? Si nuestra manera de pensar correspondiera a la que nos ofrece Jesús: ¿Cómo sería nuestra vida? ¿Qué lograríamos al hacernos servidores de los demás? Haciéndonos los últimos, ¿qué alcanzaríamos? ¿Por qué nos cuesta tanto hacernos pequeños? La Palabra nos revela un secreto para alcanzar la verdadera felicidad: hacernos como los niños. El pequeño no siente envidia y se alegra por el bien que le sucede al otro. El impío, es decir, quien no conoce a Dios, se confronta con aquel que sí le conoce y le ama y termina detestándole porque, el creyente, con su manera de vivir le denuncia su misma existencia. Dice Jesús: “Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras; pero el que obra la verdad va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios” (Jn 3, 20-21). ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? El Señor Jesús, “siendo de condición divina no alardeó de su categoría de Dios, sino que se anonadó, despojándose de sí mismo…se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y una muerte de cruz” (Filp 2,6-8). El Señor se hace pequeño, humilde. La imagen del niño, es muy apropiada para comprender la intención de Jesús: enseñar que la autoridad de la Iglesia no viene por el poder, sino por el servicio. El primero es el siervo de todos. Así nos ha manifestado Dios Padre su amor misericordioso: “No se ha reservado para sí mismo a su Hijo único, sino que nos lo entregó para que todos por Él obtuviéramos la Vida eterna (Rom 8,32) Jesús es la misma verdad, es el verdadero Justo, Él es nuestra Paz. En la cruz ha perdonado a los impíos que le están matando, porque “no saben lo que hacen”. Quien llega a perdonar, es porque ha llegado a hacerse pequeño, ha dejado destruir en él su soberbia. Por Cristo, con Él y en Él, hemos obtenido la victoria sobre la muerte; Él se ha hecho tan pequeño como para quedarse en un pedazo de pan y en un poco de vino, para que nosotros, comiendo y bebiendo del mismo pan y del mismo vino pudiéramos tener la máxima felicidad, la vida en plenitud. Sólo en Jesús, la “Misericordia y la Verdad se encuentran, la Justicia y la paz se abrazan”.

Mié 12 Sep 2018

¿Quién dicen que soy yo?

Primera lectura: Is 50,5-9a Salmo Sal 115 (114),1-2.3-4.5-6.8-9 (R. cf. Lc 9,57) Segunda lectura: St 2,14-18 Evangelio: Mc 8,27-35 Introducción El encuentro con la Palabra que vamos reflexionar en esta celebración dominical, entre otras, nos ofrece las siguientes ideas temáticas: Reconocimiento y seguimiento de Jesús en una vida manifestada con la Fe y con las obras. Concientizarnos que para vivir hay que morir para resucitar a una vida nueva; tomar la cruz y seguir a Jesús. Ser discípulo misionero implica ser consecuente con la misión de Jesús para alcanzar la herencia prometida de la resurrección. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? La liturgia de la palabra, particularmente el Evangelio presenta una especie de confrontación entre lo que la gente pensaba de Jesús, y lo que pensaban sus discípulos, respecto a lo que El proponía para verdaderamente ser sus discípulos. El Evangelio de hoy muestra la diversidad de prospectivas entre Jesús y Pedro, en las cuales, comúnmente nos encontramos nosotros mismos. Nos dice el evangelista Marcos: “En aquel tiempo Jesús partió con sus discípulos hacia una ciudad en torno a Cesarea de Filipo, y por la vía interrogaba a sus discípulos diciendo: “¿quién dice la gente que soy yo?”. Y ellos respondieron: unos dicen que “Juan el Bautista, otros que Elías y otros uno de los profetas”. Pero ustedes replico: ¿y ustedes quién dicen que yo sea? Pedro le responde: “tú eres el Cristo”. Y les impide a ellos de no hablar ello con ninguno. Da la impresión que Jesús, conociendo los pensamientos y la profundidad del corazón de los suyos, con firmeza los saca de los falsos sueños y de las falsas expectativas que tienen a cerca de Él, sorprendiéndolos con su verdadera visión de Mesías: “Y comenzó a enseñarles que el hijo del hombre debía sufrir mucho, ser condenado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, para luego ser asesinado y a los tres días resucitar”, Jesús pronunciaba abiertamente este discurso. Pedro lo llevo aparte y comenzó a reprenderle. Pero Jesús se volvió, miró a los discípulos y reprendió a pedro diciéndole: “apártate de mí satanás, tú piensas como los hombres no como Dios”. No tenía todavía una perspectiva de vida del Maestro: una visión divina, eterna, de grande valentía para difundir el evangelio, sobre todo no podía tener la disposición de poner en riesgo la misma vida terrena, por la vida eterna, como acontecerá después de la venida del Espíritu Santo, en pentecostés. Podemos comprender la perplejidad de los discípulos, que terminará en el miedo y la fuga, el día del arresto de Jesús y durante su pasión y muerte… cómo fueron caídas las esperanzas que habían cultivado. ¿Qué me dice la sagrada Escritura? Será el Espíritu Santo que clarificará el verdadero plan de Dios sobre los discípulos, al punto que, después de pentecostés, serán hombres diversos, de verdad seguidores del Maestro: dejando el miedo, afrontarán todo tipo de obstáculos, de sufrimiento, de persecución, de prueba, hasta el martirio. Tal vez los apóstoles veían en Jesús, que tenía palabras de verdad ligada a la potencia de los milagros, un mañana aquí en la tierra lleno de gloria. Eran de verdad pobres los apóstoles: pescadores sin un mañana… se parecían a tanta gente de hoy que no tenían ni siquiera la fuerza de “soñar”, conscientes de que estos sueños muchas veces son sólo castillos en el aire, golpeados por la fatiga del día a día o, como otros, guiados por un sueño de grandeza humana, sin escrúpulos, marginando la posibilidad de una actitud simple de los apóstoles, que termina siempre en dejar un sin sabor en la boca. Sólo quien ha tenido la fortuna de nacer y vivir en familia, donde la fe estaba en el primer puesto, sin falsas ambiciones, puede entender la belleza de no tener sueños simplemente humanos, sino deseos de la realidad eterna. Hoy la Sagrada Escritura me invita a formular diversas preguntas existenciales para la vida: Aparece la pregunta fundamental que nos podrimos formular personalmente: ¿Quién es Jesús para mí?, ¿cuáles son los tiempos mejores para mí como ser humano? ¿Considero los tiempos en los cuales los sueños terrenos no van más allá de la belleza física, del estar bien y contar humanamente en la sociedad o del tiempo de la simplicidad evangélica, que da espacio a Dios, a las virtudes, a la generosidad en el amor? ¿Qué me sugiere la Palabra que debo decirle a la comunidad? Nos sucede también a nosotros, a veces, de concebir nuestra fe, como una serie de “seguridades” que vienen de Dios, pero como una “garantía” contra las dificultades de la vida. Frente a esta tentación humana, Jesús dice a sus discípulos, y hoy a nosotros: “el que quiera ser mi discípulo, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y sígame”. Sabemos que ningún ser humano puede escapar del sufrimiento y del dolor, o también a momentos de grande angustia, ligados a nuestro ser de creaturas frágiles, sujetos a los límites y a las precariedades de nuestra vida terrena, que se manifiesta de tantos modos. Aparece, en la liturgia de la palabra, el verdadero sentido del “poner a prueba nuestra fe”, confirmar la presencia de Dios en nuestra vida, el amor personal y fiel de cada uno por Jesús. En reiteradas ocasiones Jesús les pedía a sus Discípulos: “Meteos bien esto en la cabeza”. Jesús trata de hacer caer en cuenta a sus discípulos de la novedad de su propuesta de salvación. Debe ser que Jesús sabía bien que sus discípulos eran cabeciduros. O simplemente les pasaba lo que nos puede pasar nosotros, que a veces hay cosas que no nos gusta oír, y que, por lo tanto, no las oímos. Los discípulos, animados por Pedro, habían tomado conciencia de que Jesús es el Mesías, el enviado de Dios para liberar al pueblo de Israel de la opresión y la injusticia. Esto lo sabe Jesús. Como buen maestro y pedagogo sabe que los discípulos han dado un paso al frente. Ahora saben que él es el Mesías, pero no tienen idea de qué tipo de Mesías es Jesús. Más bien tienen muy claro cómo les gustaría a ellos que Jesús fuese Mesías.Cuando Jesús les da esta trágica noticia: “Al hijo del hombre deberá sufrir mucho y ser entregado en manos de los ancianos y morir”, esta afirmación de Jesús les cambia por completo el horizonte. Por eso, sabía Jesús que les iba a costar comprender su peculiar manera de ser Mesías: estar cerca de los pobres y sencillos, siendo testigo del amor de Dios para los marginados y excluidos y encontrándose con los poderosos sin armas, renunciando a toda violencia. Asumiendo que al final las fuerzas del mal podrían ganar la batalla (¡pero no la guerra!). La muerte no tiene la última palabra. Jesús les anuncia también que al tercer día resucitará. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Como es natural, los discípulos no entendían. Tampoco querían entender algo que estaba tan lejos de sus expectativas. Sentían que lo que decía Jesús era verdad, pero les daba miedo asumir esa verdad. A ellos, como tantas veces a nosotros, les costaba entender que la resurrección pasa por la muerte y que no puede ser de otra manera. La invitación de Jesús sigue vigente para nosotros: “El que quiera salvar su vida la perderá, pero el que pierda su vida por causa mía y el Evangelio la salvara”. El Papa Francisco continuamente nos invita a ser discípulos misioneros del Evangelio con alegría y venciendo los miedos y temores que puede suscitar la misión, aunque, si a veces, esto implique correr la misma suerte del maestro.

Mié 5 Sep 2018

Cristo acoge e integra a los excluidos

Primera lectura: Is 35,4-7a Salmo Sal 146(145),7.8-9a.9bc-10 (R. 1) Segunda lectura: St 2,1-5 Evangelio: Mc 7,31-37 Introducción Partiendo del Evangelio que se nos ofrece para nuestra celebración en este domingo, presento tres idas temáticas de reflexión: Con la llegada de Jesús se inicia una nueva creación. Jesús inaugura un nuevo tiempo de Salvación, hace oír a los sordos y hablar a los mudos. Frente a la cultura del descarte Jesús manifiesta una nueva cultura de la acogida y de la integración, restaurando la vida de los excluidos por la enfermedad y el abandono. Jesús, con sus signos de amor y misericordia, capacita al ser humano para ser oyentes del mensaje de salvación, y para anunciar el Evangelio en medio de la mudez insensata del mundo que rechaza la verdad y plenitud de vida en el Señor. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El Evangelista San Marcos, relata cómo a Jesús le presentan un sordo que además hablaba con dificultad. Lo presentan no pidiéndole que lo cure, sino que imponga las manos sobre él. Jesús reacciona a la solicitud metiéndole sus dedos en los oídos y tocando la lengua con su saliva. Los gestos de Jesús con el sordo mudo, muestran su deseo de comunicar con alguien que no oye y no puede hablar. Es el lenguaje de los gestos. Se podría pensar que, el sordomudo, representa el mundo pagano: es sordo respecto al proyecto de Dios y mudo porque es incapaz de alabarlo. También para estos llega el poder salvador de Jesús. Nos encontramos con un pasaje exclusivo de Marcos. Con un hecho milagroso situado en un territorio pagano, cerca al lago donde Jesús permanece por algún tiempo, el mar de Galilea, atravesando por la Decápolis, de población pagana, abarcado por la cultura helenista. La multitud reacciona proclamando que Jesús ha venido a inaugurar un tiempo nuevo. En el libro del Génesis (1, 31) al hablar de la creación, se decía “y vio Dios que todo aquello que había hecho era muy bueno” y aquí de nuevo la gente dice: “todo lo ha hecho bien”. Con Jesús estamos al inicio de una nueva Creación. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? En la tradición profética, la sordera o la ceguera eran figura de la resistencia al mensaje de Dios como lo relata el profeta (Isaías 6, 9), pero aquellos que lo padecían no eran conscientes de esto, son otros los que se lamentan del defecto y van donde Jesús. En la primera lectura, el termino sordomudo aparece en Isaías 35, 6, donde se trata del éxodo de Babilonia. En realidad, sordomudos son los discípulos, que no aparecen en la escena, y que no habían comprendido las últimas palabras de Jesús (7, 18). La palabra “balbuciente” indica, en el relato, un individuo que no habla normalmente, en el plano simbólico alude a hablar de los discípulos, que transmiten un mensaje diferente de aquel de Jesús. El obstáculo, que impide a los discípulos aceptar el mensaje de Jesús (sordera) que sugiere el verdadero mensaje (balbuciente) es la ideología nacionalista y exclusiva del judaísmo: creen todavía en la superioridad judía y no quieren aceptar la igualdad de todos los pueblos en relación al Reino. ¿Qué me sugiere la Palabra que debo decirle a la comunidad? El Papa Francisco, continuamente manifiesta su rechazo a la cultura del descarte, proponiendo una actitud incluyente. La liturgia de la Palabra invita a valorar esta dimensión universal de la propuesta salvadora de Cristo. Jesús aprovecha, esta petición de imponer las manos sobre el enfermo, ante la actitud excluyente de los discípulos. Al entrar en contacto con los otros pueblos (la rivera pagana del lago) los discípulos muestran un total rechazo a todo aquello que no es judío. El verbo suplicar, indica una mayor insistencia que el simple “pedir”, y señala el gran interés de los intermediarios por el sordo. No suplican a Jesús que lo cure, sino que le imponga la mano, gesto que es símbolo de la transmisión de la fuerza vital; con esto bastaría para cambiar la situación. En esta curación se resalta la materialidad de la acción de Jesús (signos y contacto material), la clandestinidad con la cual circunda la acción es la expresión de los sentimientos de Jesús. La acción de Jesús es doble, según el doble defecto del hombre: primero le mete los dedos en el oído, indicando que, no obstante, la resistencia que presentan los discípulos, es capaz de hacer llegar a ellos el mensaje del universalismo. Después le toca la lengua con su saliva. El dedo transmite poder; penetra y abre el oído (salmo 40, 7: has hecho el modo que te escuchara). Los antiguos atribuían a la saliva cualidades curativas: la de Jesús es milagrosa. Alzando los ojos al cielo indica “de donde viene la ayuda” (salmo 121,1; 123,1). Marcos expresa la orden de Jesús con el término arameo, indicando con esto, de nuevo, que el hecho o acción es referida a Israel (Mc. 5,41; 7,11, etc.), en este caso al nuevo Israel, representado por los doce. De hecho, el oído se abre y su hablar es ya sin defectos, en el doble sentido, narrativo y figurado. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Todos y cada uno de los bautizados, han recibido la triple misión de ser sacerdote, profeta y rey; lleva en su ADN espiritual la impronta de ser discípulo misionero. Hemos sido creados por Dios y para Dios en la perfección de todo lo creado. El evangelio de hoy termina diciendo “todo lo ha hecho bien”. Los presentes, extraordinariamente impresionados, lanzan una exclamación que recuerda la acción creadora del Génesis 1, y de la profecía de Isaías 35, 5-6 propuesta en la primera lectura. El creador todo lo ha hecho bien, el redentor recrea con su bondad. Jesús prohíbe divulgar el hecho porque sabe que esta apertura no es definitiva (Mc 8,18). Sin embargo, el reiterado aviso de Jesús, los presentes son optimistas, piensan que todo se encuentra en orden. La impresión es enorme. Algunas veces se exagera la importancia que el evangelio de Marcos atribuye a la prohibición de divulgar la curación, como si Jesús tuviera un secreto para esconder. Cuando pide silencio, obtiene el resultado contrario; cuando más lo prohíbe, más la buena noticia se difunde (Mc 1,28.45). El mensaje se va universalizando sin fronteras y sin exclusión de raza, pueblo y nación. El plural “sordos y mudos”, de la frase final, que se refiere a la única curación precedente, se podría pensar que, insinúa de nuevo que el sordo es una figura representativa. El sordomudo es, por lo tanto, una imagen de toda la humanidad, que tiene necesidad de ser curada. Todo el pueblo es sordomudo. El profeta Isaías anunció un tiempo de salvación, cuando “se abrirán los oídos de los sordos y la lengua de los mudos gritarán de júbilo” (Is. 35,5). Jesús es el salvador esperado. Aquello que era anuncio, ahora es realidad. Una realidad, que se realiza en territorio pagano, porque la misericordia de Dios es para todos los hombres y todos los pueblos.

Jue 30 Ago 2018

Conjuguemos la ley y el amor

Primera lectura: Dt 4,1-2.6-8 Salmo Sal 15(14),2-3a.3bc-4ab.5 (R. 1a) Segunda lectura: St 1,17-18.21b-22.27 Evangelio: Mc 7,1-8.14-15. 21-23 Introducción Anotemos tres ideas temáticas que ofrecen las lecturas que se nos ofrecen para esta domínica: Cercanía de Dios a su creatura humana y justicia de la Ley Divina. Escuchar la Palabra de Dios para ponerla en práctica. Saber conjugar la ley y el amor. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Las lecturas de hoy siguen la línea exhortativa. En la primera, aparece Moisés ejerciendo su liderazgo y exponiendo una serie de leyes y normas que preparan al pueblo para tomar posesión de la tierra que les ha dado Yahvé. Leyes para poner en práctica, crecer en sabiduría y cultivar una sana convivencia que abra caminos para el progreso de la nación, pero, ante todo, leyes y normas para sentir la cercanía permanente de Dios. Se trata, pues, de hacer tomar conciencia al pueblo de que Dios los liberó de la esclavitud de Egipto y los acompaña ahora en su camino hacia una absoluta libertad en una tierra que será propia. Un Dios cercano, justo y fiel. Por su parte, Santiago centra a sus lectores en la necesidad de atender la Palabra de Dios para ponerla en práctica y no contentarse sólo con escucharla. Califica la Palabra de Dios como “ley perfecta de la libertad” que le permite al hombre alcanzar una religiosidad auténtica que agrada a Dios. “Si alguno piensa que se comporta como un hombre religioso y no solo no domina su lengua, sino que conserva pervertido su corazón, su religiosidad es falsa.” Asimismo, en el evangelio de Marcos propuesto para hoy se cuestiona la coherencia religiosa de los discípulos de Jesús, lo que permite al Señor indicar que la salvación del ser humano no tiene su fuente en la observancia legalista, de apariencia externa e hipócrita como la han venido presentando los fariseos con su estilo de vida y práctica de la fe. Propone Jesús, más bien, una observancia al ‘mandamiento de Dios’ desde el corazón del hombre, pues es ahí, en la intimidad de cada ser humano, donde se forman las grandes maldades que manchan al mismo hombre y le impiden ser un instrumento de Dios entre sus semejantes. El corazón humano: fuente de pureza e impureza. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? La Palabra, contenida en los textos de este domingo, nos anima a descubrir la cercanía de Dios en la cotidianidad de nuestra realidad humana y comunitaria. Las leyes y normas propuestas por Dios como camino de salvación deben comprenderse como el deseo del Padre Bueno de estar cerca de sus hijos para que de los corazones de éstos siempre broten sentimientos y deseos de amor, esperanza, justicia, reconciliación, perdón y paz. Para esto, tenemos que abrirnos a la escucha de la Palabra y llevarla a la práctica en la realidad del día a día. Se trata de una apertura permanente y total que nos conduzca a la conversión para, así, acoger en nuestro corazón la luz del Evangelio. Es en el corazón humano donde nacen la pureza y la impureza. ¿Qué me sugiere la Palabra que debo decirle a la comunidad? Vale la pena insistirle a la comunidad en la necesidad de escuchar la Palabra de Dios con actitud propositiva, es decir, siempre dispuestos a nutrirnos de ella para poder ser mensajeros de paz y progreso en nuestras comunidades, líderes de inclusión y defensores de la vida. Ser auténticos y alegres discípulos misioneros del Señor. Es decir, que no basta escuchar la Palabra, comprenderla, reflexionar o predicarla; sino que es “justo y necesario” convertir esa Palabra en estilo de vida, en motor de conversión y en alimento que nutre la esperanza en la vida eterna. Que la Palabra nos conmueva, nos estremezca y hasta nos haga entrar en crisis existencial, para sentirnos necesitados de Dios y, aún más, sentir la necesidad del Señor de querernos cerca de Él. Muy acordes a este tema están las palabras del papa Francisco en su reciente visita a Colombia: “Me dirijo ahora a todos, niños, jóvenes, adultos y ancianos, como quien quiere ser portador de esperanza: que las dificultades no los opriman, que la violencia no los derrumbe, que el mal no los venza. Creemos que Jesús, con su amor y misericordia que permanecen para siempre, ha vencido el mal, el pecado y la muerte. Sólo basta salir a su encuentro. Los invito al compromiso, no al cumplimiento, en la renovación de la sociedad, para que sea justa, estable, fecunda. Desde este lugar, los animo a afianzarse en el Señor, es el único que nos sostiene y alienta para poder contribuir a la reconciliación y a la paz.” (Saludo del Santo Padre al pueblo colombiano, Bogotá, 7 de septiembre de 2017). ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Crecer en conciencia sobre el anhelo del Señor de querer estar siempre cerca a todos y cada uno de nosotros, debe animarnos a retomar el camino de la vida con mayor alegría y espíritu de conquista por un proyecto de vida que se extienda hasta la eternidad.

Jue 16 Ago 2018

Jesús es el alimento, el perdón y el verdadero camino a seguir

Primera lectura: Pr 9,1-6 Salmo Sal 34(33),2-3.10-11.12-13.14-15(R. cf. 9a) Segunda lectura: Ef 5,15-20 Evangelio: Jn 6,51-58 Introducción Existe, en nuestra cultura y en las sociedades de hoy, un hecho que nos puede introducir a la comprensión del Evangelio de este domingo, y son las encuestas y el sondeo de las opiniones. Se practica un poco por todas partes, pero sobre todo en el ámbito político y comercial. También ante la predicación del Señor Jesús aparece un sondeo de diversas opiniones, con fines educativos y de exhortaciones: estaban entre los que lo oían personas que lo aceptaban y otros que les costaba entenderlo en su discurso del Pan de Vida. En los Proverbios el Señor nos llama a ser sensatos, sabios e inteligentes para que gustemos de su bondadosa presencia. Invitación que nos repite el salmo 33: ¡Gusten y vean qué bueno es el Señor! Igual San Pablo, en su carta a los Efesios, nos recuerda que debemos ser agradecidos y estar atentos para descubrir cuál es la voluntad de Dios y a ser dóciles a su Espíritu que nos conduce por el camino del bien y nos advierte cómo rechazar el mal. Continúa el Señor Jesús el discurso del Pan de Vida y ahora enfatiza que se nos da como pan vivo, su “carne entregada para que el mundo tenga vida.”-cordero-; en lugar del maná, comida que sostuvo temporalmente al pueblo en el desierto. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Nuestro Dios, por su inmenso amor y misericordia, nunca nos abandona, sino que nos cuida siempre y nos da lo que más necesitamos: la vida presente y el alimento para sostenerla; la sabiduría, la inteligencia y la luz del Espíritu que nos permite descubrir su voluntad. Al Señor Jesús, lo celebramos en la Eucaristía, memorial de su entrega, y lo vivimos día a día en la comunión con los otros y con preferencia en la vida fraterna y solidaria cuando compartimos el pan y el amor. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? La Sagrada Escritura me dice que el pueblo de Dios se vio liberado de la esclavitud del Faraón en Egipto gracias a la sangre y a la carne del cordero que les salvó la vida y les dio fuerzas para iniciar por el desierto el camino de la libertad. El acontecimiento del éxodo dio al pueblo de Dios una vida y libertad limitadas. Ahora el Señor Jesús se hace presente como el liberador y salvador definitivo, por eso se me presenta como el nuevo cordero que da su carne como alimento y su sangre como bebida salvadora para que todo el que lo reciba y tenga vida en plenitud, vida eterna: “el que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna vida eterna y yo lo resucitaré en el último día.” El Señor Jesús es el pan que me sostiene en el diario caminar, me comunica la paz y me fortalece en las debilidades y carencias cotidianas. Me motiva a trascender y mirar más allá, a nunca desanimarme en medio de la lucha y a rechazar toda situación de desánimo o depresión, de relativismo e indiferencia donde da igual vivir que morir. Cristo me anima a unirme a Él e imitarlo, a escucharlo y recibirlo porque es Él quien sostiene mi vida histórica y me garantiza vida eterna. En la medida que cada uno recibamos al Señor Jesús y dejemos que se haga vida en nuestra vida, viviremos la alegría de construir comunidades de fe, paz y amor. Cristo nos capacita para esta misión, pues Él mismo nos ha: «Yo soy el pan de la vida… El que cree tiene vida eterna». ¿Qué me sugiere la Palabra que debo decirle a la comunidad? El Señor Jesús al hacernos parte de su cuerpo y de su sangre salvadora anima nuestra vida, tanto para el tiempo presente, como para el futuro. Por tanto, también Él se hace parte de mis preocupaciones, alegrías y esperanzas, de mis problemas, luchas y logros, a la vez que su voz ilumina toda la realidad de mi historia. Él es el alimento, el perdón y el verdadero camino a seguir. Él es también la voz que nos mueve a rechazar la violencia, el engaño, el aborto y todos los males que atentan contra la vida humana y la casa común, voz de salvación “que debe llegar con fuerza al corazón del hombre para interpelar su libertad, invitándolo a un éxodo permanente desde la propia autoreferencialidad, hacia la comunión con Dios y con los demás hermanos”, como nos lo recuerda el papa Francisco en su vista a Colombia (Encuentro con el Comité Directivo del CELAM, jueves 7 de septiembre de 2017). La violencia es inhumana y todas las actitudes que van contra la persona y la naturaleza nunca construyen y por tanto en nada pueden ser aprobadas por la Iglesia. Al destruir, destruyen el amor, la paz, la fraternidad y, sobre todo, las esperanzas de luchar y mejorar, mientras que la Iglesia debe seguir invitando al bien y predicando los valores del Reino, paz y justicia, vida y verdad, amor y libertad…, sin condenar a nadie. Se puede, aquí, hacer alusión a algunas expresiones de Monseñor Oscar Romero, quien decía: “Cuando se construye así la historia -qué hermoso- coincide con la historia de la salvación; hay paz. Pero esto es muy profundo y no todos lo comprenden, y por eso, dice Cristo, que lo que va a surgir inmediatamente ante esta doctrina es la crítica y la división… una de las cartas más bonitas que llegan en esta semana es aquella que dice: "Lo que más me admira de la Iglesia de estos días es que, a pesar de haber sufrido tantos atropellos y hasta asesinatos, nunca se le ha oído una palabra de odio ni de venganza, sino siempre una palabra de amor y de conversión". ¡Qué bien captan las almas humildes las intenciones de la Iglesia! Y yo me alegro de que así se sienta, mientras que otros siguen tercos en acusar a la Iglesia de violenta y que es causa de los males. Los que escuchan sin perjuicios, sin intereses egoístas, escuchan el verdadero lenguaje de la Iglesia: No a la violencia; un llamamiento a la conversión de los pecadores, como dije aquí el día de las exequias del Padre Grande, "¿Quién sabe si los asesinos de esta víctima me están escuchando por radio? Sepan que no los odiamos, que pedimos a Dios que se arrepientan" y vengan con nosotros un día a recibir el pan que Dios da con un beso de amor, aun a los pecadores, aun a los asesinos. Qué alegría sentiría la Iglesia el día en que todos los que han escrito o pagado escritos o usado armas, a humillar pueblos, o torturando gente con un sentido tan brutal de la vida, se convirtieran, vieran que eso no puede ser y volvieran arrepentidos a pedirle perdón a Dios, que todavía los está esperando. Desde luego que Dios les da vida a los pecadores; es porque está esperando. Ojalá, queridos amigos que me están escuchando (tal vez humillados de lo que han hecho, porque la violencia nunca es un orgullo, y el que golpea a otro hombre siempre siente la vergüenza; él está más humillado que el mismo golpeado) sientan de veras que eso es vergonzoso, sobre todo en un país que se llama civilizado y que si de veras le queremos dar un rostro bello a nuestra patria, lavémosla en la conciencia íntima sobre todo de los que son culpables, causantes, patrocinadores, tolerantes, alcahuetes, de esta situación de muerte que no puede seguir” (Homilía, 14 de agosto de 1977). ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? El Señor Jesús al dar su vida, comunicó la vida a la humanidad y a todo el mundo y la sigue comunicando. Hoy al hablarme me anima y me fortalece, me pide aceptarlo y recibirlo para tornarse uno conmigo y hacer que le encuentre sentido a mi vida. Su voz de ánimo y fuerza me comunica su vida abundante, vida que sólo Dios da en el tiempo presente y que, al encontrarle gusto a mi vida, al experimentar la libertad y el deseo de ser feliz en plenitud, me lleva a compartir y servir a los demás, y, al mismo tiempo a querer resucitar el último día, ir más allá de la historia: llegar a mi realización humana, a mi felicidad y vida en plenitud.

Jue 9 Ago 2018

El Señor Jesús se nos ofrece como “el pan vivo que ha bajado del cielo.”

Primera lectura: 1R 19,4-8 Salmo Sal 34(33),2-3.4-5.6-7.8-9 (R. cf. 9a) Segunda lectura: Ef 4,30–5,2 Evangelio: Jn 6,41-51 Introducción La vida de fe del cristiano se manifiesta mediante el testimonio de su palabra que acoge y perdona; mediante sus actitudes de bondad, misericordia y compasión y mediante el seguimiento del Señor con espíritu de fidelidad. Las luchas, angustias y dolores, que acompañan a todo ser humano, nos impulsan a confiar más en Dios, quién es el único capaz de vencer el mal y hasta la muerte. 1. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El libro primero de los reyes nos relata cómo Dios acompaña al profeta Elías en su huida por el desierto y lo sostiene con pan y agua para que reconforte sus fuerzas cuando siente que va a desfallecer y quiere claudicar. San Pablo en carta a los Efesios, nos invita imitar a Dios quien nos perdona, nos salva, nos tolera y nos ama sin medida, hasta entregar a su Hijo en sacrificio por nosotros. En los domingos que hemos transcurrido y en los siguientes venimos escuchando, amasando y gustando el pan del cielo que nos presenta al Señor Jesús y nos comunica felicidad y vida eterna. La afirmación “‘Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo”, indica la persona de Jesús que es el centro de la vida histórica y trascendente de todo ser humano. 2. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? Al decir el Señor Jesús “Yo soy el pan de la vida…”, nos invita a reconocerlo como centro de nuestra vida toda: presente y futura; de toda vida humana; a ver que en Él están las respuestas a todas nuestras necesidades auténticas, tanto materiales como espirituales, a sentir cómo en el Señor Jesús se cumplen nuestros grandes anhelos y deseos humanos: la felicidad y la paz en plenitud. La mayor misericordia de Dios se manifiesta en el regalo que nos ofrece y que recibimos del Señor Jesús: su propio Cuerpo y Sangre en la Eucaristía donde se nos da como perdón y salvación, como alimento y comunión con Dios y con la comunidad. Por lo que nuestro primer sentimiento es exclamar: ¡Gracias Señor, qué bueno eres! Es maravilloso disfrutar de la misericordia y la bondad de Dios. Él siempre nos da y siempre quiere lo mejor para todos sus hijos: nos creó, nos liberó, nos salvó y se ha quedado con nosotros en el insondable misterio del pan y vino, su Cuerpo y su Sangre, que nos alimenta para la vida y la Vida eterna. Por eso cantamos con regocijo: “Eucaristía milagro de amor, Eucaristía presencia del Señor” 3. ¿Qué me sugiere la Palabra que debo decirle a la comunidad? Jesús nos ha hablado ya de los que comieron de los cinco panes y de los dos peces hasta saciarse; ahora nos encamina para que nos encontremos con otro alimento más necesario y valioso: el Pan que da vida eterna a todo el que crea en Él y lo reciba. Es el Señor Jesús quien le da gusto y sentido a nuestra vida y nos fortalece en los momentos de desánimo y de desierto, de desilusión y desencanto. Nuestra vida limitada e histórica, en la que nos asaltan constantemente el dolor, la violencia y la tragedia, cuando buscamos la paz y la justicia, cuando anhelamos compasión y verdad, sólo encuentra con Él y en Él plenitud, Él la convierte en vida definitiva, plena y feliz. Recordemos que el Santo Padre Francisco, en su visita a Colombia, en el Parque Las Malocas, en Villavicencio, hacía alusión a esta realidad, decía: “Estoy conmovido. Son historias de sufrimiento y de amargura, pero también y, sobre todo, historias de amor y perdón que nos hablan de vida y esperanza; no dejar que el odio y, la venganza o el dolor se apoderen de nuestro corazón.” Y mencionaba el salmo 85, enfatizándolo en cuanto oráculo final: “El amor y la verdad se encontrarán, la justicia y la paz se abrazarán…” Siempre hay una esperanza, una humilde y valiente palabra de vida. Si volvemos nuestra mirada a los profetas vemos que anunciaban desgracias, que llegaron; pero también anunciaban una esperanza de vida y salvación. Por tanto vivamos en la presencia de quien nos ha dado la Vida, nos la sostiene y nos promete llevarnos a la vida eterna. 4. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? El encuentro con el Señor Jesucristo me impulsa a disfrutar de la bondad del Señor, a saciarme de su presencia que nos garantiza que está en y con nosotros y que con Él y en Él ya hemos comenzado nuestra vida definitiva: Él es el Pan y es el Camino que nos lleva a “una vida más plena y feliz.”

Vie 3 Ago 2018

Yo soy el pan de vida

Primera lectura: Ex 16,2-4.12-15 Salmo Sal 78 (77),3+4bc.23-24.25+54 (R. cf. Jn 6,32) Segunda lectura: Ef 4,17.20-24 Evangelio: Jn 6,24-35 Introducción: La palabra de Dios para este Domingo nos a plantea tres líneas de reflexión; en la primera, el pueblo de Israel sigue clamando ayuda y Dios sigue respondiendo con amor misericordioso. En la segunda línea, Pablo sigue insistiendo a los efesios en la importancia de alcanzar la configuración con el amor de Cristo en un espíritu renovado, la comunidad debe ser fiel a los principios propios de la vida en el Espíritu; y la tercera línea, es guiada por Juan en el evangelio, que presenta a Jesús que se auto denomina “el pan de vida”. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El pueblo de Israel, en su camino a la tierra prometida, sentía que las vicisitudes apremiaban y las carencias aparecían, lo que llevó a los Israelitas a sublevarse contra su líder y padre Moisés. El hambre y la sed se convierten en más que una necesidad apremiante, en una realidad que lleva al pueblo al sufrimiento. Israel es un pueblo que vive de los recuerdos, por ello añoran volver a comer las cebollas amargas de Egipto como un signo del malestar por el que estaban atravesando. Pero es allí donde sale a relucir que, una de las expresiones más grandes del amor de Dios en el Antiguo Testamento, está centrada en la figura de un Dios clemente y misericordioso, que, al escuchar el clamor del pueblo, acude con respuestas concretas a satisfacer las necesidades de sus creaturas. La primera lectura del libro del Éxodo presenta al pueblo israelita en el desierto que ante el hambre que padece, no solo murmura contra Moisés, sino que añora la amargura de la esclavitud en el país de Egipto y en signo de rechazo a lo que están viviendo, piensan en la miseria en la que vivían y orquestan una irrupción. Pero, Dios se adelanta a los acontecimientos y en un gesto de bondad, le habla al gran patriarca de la ley, a Moisés, y le promete, después de ver la aflicción de su pueblo, una lluvia copiosa de alimento que cae del cielo. Es así como el texto nos narra, la manera en que Dios responde a su pueblo y cumpliendo su palabra, da de comer a los mismos que alzaban su voz contra él. El pueblo después de ser saciado, frena su ímpetu y posteriormente, aclama sobre él la clemencia de su Dios y Señor. Pero ese mismo pueblo como muestra de su fidelidad al Señor, está llamado a la alabanza, por los dones recibidos, en especial aquellos que sacian las necesidades básicas de aquel que alaba a Dios. En una manifestación del amor que el pueblo de Israel siente por su Dios y Señor, se canta la historia, el legado y el trasegar de la acción de Dios a su pueblo. Las alabanzas a Yahvé por las maravillas que ha realizado, casi que, evocando literalmente las acciones de Dios por sus elegidos, cuando en la travesía por el desierto, encontraron la paz y pudieron suplir sus necesidades por la fidelidad que mantuvieron al Dios de sus generaciones. Por su parte, Pablo apóstol de los gentiles, sigue recomendándole a los Efesios, la importancia de la renovación en el Espíritu y que ello, será la manera de ser hombres nuevos, dispuestos a participar del gran banquete del amor que Jesús nos trae en su manifestación como pan bajado del cielo. Continuando la reflexión sobre las palabras del gran discurso del pan de vida, presentado por evangelio de Juan, se encuentra la razón del porqué se puede hacer de Jesús, el verdadero pan para vivir en abundancia. Para penetrar más en esta reflexión y para acercar a la comunidad a participar en el banquete prometido por Jesús en el evangelio, el Papa Benedicto XVI, en la exhortación apostólica Sacramentum Caritatis, nos invita a contemplar la eucaristía como misterio que se ha creer, misterio que se ha de celebrar y misterio que se ha de vivir En efecto, dice el Papa Benedicto XVI que la eucaristía es un misterio que se ha creer: La obra de Dios es que crean en quien él ha enviado… para participar de la abundancia del alimento que nos viene del cielo en la persona de Jesús, nos hace un llamado a centrarnos en el creer, y ello se realiza en la medida en que sigamos en nuestras vidas las obras que realiza Jesús; no podemos desconocer la fuerza que nos da el saber que en la persona Divina de Jesús encontramos la fortaleza para ser verdaderos testigos de sus obras. Si tenemos fe, la celebración de la eucaristía se nos convierte para nosotros en un verdadero banquete en el que Dios se entrega en su Hijo amado en bien de la humanidad. Celebrar la eucaristía sin creer, se convierte en un signo de religiosidad sin compromiso alguno. La celebración dominical es una ruta, es un mapa espiritual en la vida del creyente. Por ello el creer en el misterio de un Dios que se hace pan para alimentar a su pueblo, es evocar al pueblo de Israel saciándose del pan del Cielo. Ya no es pan celeste, ahora es Cristo mismo, quien ha bajado del Cielo y se queda en el corazón de la comunidad que se nutre de su palabra, su ejemplo y amor. Continúa también afirmando Benedicto XVI que la eucaristía es un misterio que se ha de celebrar: Señor danos siempre de ese pan… Nuestra actitud de cara a la eucaristía debe estar centrada en una experiencia profunda de alegría y fraternidad, el cristiano está llamado a optar por la vida, pues la eucaristía celebra la vida. Como todos los sacramentos tienen una dimensión social/comunitaria, la eucaristía va más allá del rito, ella es un compromiso real con la fe del otro. Celebrar es acoger con amor aquello de lo cual hacemos memoria. Finalmente, expresa el Papa Benedicto XVI que la eucaristía es un misterio que se ha de vivir: Yo soy el pan de vida… El mismo Jesús en el texto de Juan, nos da una respuesta a muchos interrogantes. La proclamación de Jesús como el pan de vida, es mucho más que una metáfora, Dios es el pan de vida, en medio del sin sentido de la vida, que las comunidades muchas veces experimentan, la evocación reiterada al Éxodo, nos hace conectarnos con el nombre de Dios; de nuevo resuena en el corazón de los creyentes la respuesta de Yahvé: “Yo soy el que soy”, Dios es el que es, y en esa dimensión lo descubrimos cercano, dando vida en el pan. El Papa Francisco insiste también, en que la esencia de nuestra fe debe estar centrada en la alegría de acoger con amor el gozo del evangelio y celebrar esa experiencia del amor en la eucaristía.