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sacerdote

Mié 22 Mar 2017

El presbítero para el cambio de época

Por: +Gabriel Villa Vahos. Obispo de Ocaña: El Documento de Aparecida afirmó que estamos viviendo un cambio de época. Se abre paso un nuevo período de la historia con desafíos y exigencias, caracterizado por el desconcierto generalizado que se propaga por nuevas turbulencias sociales, por la difusión de una cultura lejana y hostil a la tradición cristiana, por la emergencia de variadas ofertas religiosas, que tratan de responder a su manera a la sed de Dios que manifiestan nuestros pueblos. Hemos pasado de una sociedad de cristiandad a una sociedad pluricultural, pluri-religiosa, con distintas tendencias, matices y necesidades. En este contexto debe mirarse hoy el ministerio presbiteral. Como advirtió Juan Pablo II, hay una fisonomía esencial del presbítero que no cambia: deberá asemejarse a Cristo. No obstante, la Iglesia y el presbítero se renuevan y adaptan por fidelidad a Cristo y en este sentido el presbítero de hoy deberá reflejar a Cristo Buen Pastor en medio de una cultura y una sociedad nueva. Esto le pide: Pasar del pedestal a la participación: ponerse en actitud de servicio y comunión. Se requiere que el presbítero acentúe la corresponsabilidad de los bautizados, de cara al bienestar de la Iglesia. Que se relacione más con la gente a la que sirve y esté dispuesto a escuchar. Pasar del predicador clásico a portador del misterio: las homilías no deben estar pensadas para derramar nuevos conocimientos e inspiración en mentes y corazones vacíos, sino para contribuir a que la gente pueda hacerse más consciente del Dios que lleva dentro y ama a todos. Pasar del estilo llanero solitario al ministerio en colaboración: descubrir a feligreses que posean carismas ministeriales, invitarlos a ponerse al servicio de la comunidad y favorecer el desarrollo de sus dones y talentos específicos. Presbítero, diácono, coordinador de catequesis, coordinador de liturgia, animador de jóvenes, etc. forman un equipo pastoral que sirve a los feligreses. Pasar de la espiritualidad monástica a una espiritualidad inspirada en la caridad pastoral: durante siglos, la espiritualidad presbiteral ha estado profundamente influida por las grandes órdenes monásticas y por congregaciones mendicantes. El ritmo de la vida parroquial requiere una espiritualidad que se alimente del propio ejercicio del ministerio, de la caridad pastoral, “aquella virtud con la que imitamos a Cristo en su entrega de sí mismo y de su servicio” y “determina el modo de pensar y de actuar, el modo de comportarse con la gente”(PDV 23). Pasar de salvar almas a liberar personas: desde la perspectiva del presbítero al servicio del culto su función principal consistía en salvar almas a través de la atención pastoral y la celebración de los sacramentos. Alguien que es solidario con las “víctimas” de este mundo globalizado. Llevar a los fieles a que sientan la necesidad de vincular Evangelio y vida cotidiana. Su profundidad espiritual lo debe impulsar al compromiso con los hermanos, especialmente los más desprotegidos. No se trata de filantropía, sino de compromiso que emerge desde la misma coherencia evangélica. Pasar de reyes dominadores a servidores humildes de la grey: Cristo es el Cordero, el Pastor, el Siervo. Y el presbítero no es ni dueño ni propietario, sino administrador y servidor; el hombre desinteresado, magnánimo y auténtico. Pasar del maestro doctor a la sabiduría de un corazón que escucha: Se requieren testigos del misterio, que hablen de lo que viven. Pasar del residente al itinerante. No vale hoy quedarse en el templo esperando la llegada de los fieles, sino salir al encuentro, en especial de las personas necesitadas. El misionero no está atado a ningún grupo, sector o movimiento, por importante que éste sea. Se requiere pasar de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera. Pasar de la atención a la masa al cuidado personal de cada uno de los fieles: Hoy se exige pastoreo personal, para una cultura de la reconciliación y de la solidaridad. Trato cercano con las personas. Pasar de oficiante de servicios religiosos, a presidente de la fiesta de la vida y de la bendición. Para compartir con la comunidad sus alegrías, sus tristezas y esperanzas. Celebraciones que no sean meros ritos vacíos o acontecimientos sociales sino celebraciones de fe que integran a la comunidad y las conectan con el Dios vivo y verdadero. +Gabriel Villa Vahos. Obispo de Ocaña

Mié 22 Feb 2017

“Sin el sacerdote se pone en peligro la vida de la Iglesia”

Por: Mons. Héctor Cubillos Peña - “Sin el sacerdote se pone en peligro la vida de la Iglesia” - El tema del presente editorial viene a hacer eco del tema del pasado mes de septiembre de 2016 que trata sobre la necesidad de orar y trabajar espiritual y apostólicamente por las vocaciones sacerdotales. El número de jóvenes que piensan en el sacerdocio es cada vez menor. El ingreso de aspirantes al Seminario en el 2017 se ha reducido a su más mínima expresión ¿Qué está pasando? A todos los miembros de la Iglesia incumbe esta situación. No podemos quedarnos tranquilos como si no estuviera pasando algo que tiene importancia, la falta de vocaciones es una responsabilidad de toda la Iglesia: ministros, consagrados, familias y fieles. El sacerdote tiene una importancia trascendental para la Iglesia: sin él la Palabra de Dios deja de tener fuerza; sin él, no puede haber perdón para los pecadores, sin él Jesús el Pan de vida no llega a ser el alimento para la vida eterna; sin sacerdote, la vida de la comunidad cristiana pierde la guía y el horizonte; en definitiva sin el sacerdote se pone en peligro la vida de la Iglesia, su misión evangelizadora; es decir su fidelidad a lo que Jesús ha querido de ella como instrumento de salvación. Sin el sacerdote, el mal aprisiona más a sus esclavos y acrecienta su poder. Sin sacerdotes el mundo, las culturas, las sociedades no tienen posibilidad de ver la luz y recibir el amor salvador. Cada uno de nosotros es, como creyente, lo que ha recibido de un sacerdote. Estamos asistiendo a un fenómeno muy preocupante de olvido de Dios. Del vivir de cada día en muchísimos seres humanos, conocidos o desconocidos, Dios ha sido relegado, olvidado, desalojado del corazón de las personas y de las relaciones sociales. Y cuando Dios no cuenta, la vida humana cae en el peligro, la amenaza de la destrucción y la muerte. La corrupción, la violencia, los vicios actuales, la falta de la moral son indicadores palpables que no se pueden negar. Pero no solo asistimos a la expulsión de Dios de la vida que propone la publicidad y la sociedad; estamos también asistiendo al combate y al rechazo directo de la Iglesia. Los casos de sacerdotes con caídas graves contra la moral son amplificados y censurados por los medios de comunicación; las autoridades eclesiásticas son “condenados” casi a muerte; vistos como un mal para la sociedad. Sí, le quieren quitar el derecho a la predicación del Evangelio y anular el servicio que ellas puedan prestar en favor de los demás y en especial de los más pobres y necesitados. El anterior panorama incide de manera especial en los jóvenes los cuales además son deslumbrados por las oportunidades e invitación que ofrece el mundo del éxito, el goce personal, la riqueza o el poder. Hoy es más difícil que un joven o incluso un niño pueda ser capaz de escuchar un posible llamado de Jesús. Además porque la vida familiar de muchos hogares y la educación de ninguna manera son medios de transmisión de la voz de Dios. La cuestión no es la de que Dios haya dejado de llamar, porque El sigue llamando, nunca ha dejado de hacerlo ni lo dejará de hacer en el futuro. Lo grave es más bien la sordera que se ha extendido y agudizado para impedir que el llamado divino sea escuchado. ¿Qué hemos de hacer nosotros? Nunca hemos de olvidar la orden del Señor: “Rogad al dueño de la mies que envíe operarios a la mies” (Mt.9, 38) la súplica por las vocaciones sacerdotales no puede suspenderse. Hay que insistir día y noche, con la confianza y perseverancia; no para conseguir que Dios se despierte y atienda nuestras plegarias, sino para que acrecentemos la conciencia de la necesidad y urgencia de las vocaciones al sacerdocio. En otras palabras, pedimos en la oración por que sabemos de la gran importancia de los sacerdotes. De cada familia debe brotar una plegaria, de cada grupo apostólico debe elevarse una oración; en cada misa una petición, en cada acción apostólica de la parroquia, de los movimientos y grupos ha de dirigirse esta misma petición. Nuestra Iglesia diocesana de Zipaquirá ha de ser un coro permanente de día y noche y en todo rincón que pida al Padre del Cielo el envío de vocaciones. Los Comités Vocacionales han de ejercer este apostolado; no puede hoy existir ni una sola parroquia en donde no haya un comité de vocaciones. Su inexistencia sería la manifestación más grande de indiferencia e insolidaridad para con la Iglesia y el mundo. Además de la oración se hace absolutamente necesaria la formación de las vocaciones, la búsqueda, el lanzar las redes. Eso fue lo que hizo el Señor al llamar a sus discípulos. Se acercó a ellos a la orilla del lago en donde se encontraban y los llamó por su nombre: Pedro, Juan, Santiago y así los demás. Hoy también es necesario acercarse a los jóvenes y llamarlos por su nombre: los papás a los hijos, los maestros a sus alumnos, los sacerdotes a los acólitos, a los jóvenes que se encuentran en los colegios, en los campos deportivos, en las esquinas de las cuadras, en las familias, en los grupos juveniles; hoy los catequistas han de llamar por su nombre a sus niños y jóvenes catequizados en la preparación a los sacramentos. Ir como el Señor a donde se encuentran; también han de llamar los agentes de pastoral a los jóvenes del vecindario, a los de sus familiares. La búsqueda ha de ser permanente. Las parroquias han de acoger la presencia de los sacerdotes y jóvenes de la pastoral vocacional. Como Jesús, todos hemos de fijar la mirada en ellos en quienes podemos descubrir cualidades y disposiciones para escuchar el llamado del Señor a través de nuestra invitación. El hacer despertar la responsabilidad vocacional de todos los fieles es una tarea de los sacerdotes y de los comités vocacionales parroquiales. Confiemos en el Señor y trabajemos para hacer realidad una primavera vocacional. + Héctor Cubillos Peña Obispo de Zipaquirá

Lun 16 Ene 2017

Libro sobre la formación humana y afectiva en los sacerdotes

El Consejo Episcopal Latinoamericano - CELAM presenta "La integridad del sacerdote, Formación humana y afectiva", un instrumento dirigido a formadores de la vida sacerdotal y consagrada. [tabs class="horizontal"][tab title="PRESENTACIÓN" icon="Icon name 1"] En este instrumento se abordan temas como las fortalezas y debilidades que se perciben en los candidatos y ministros ordenados, en las diferentes dimensiones formativas, y su correlación específica con la madurez humano-afectiva; la antropología cristiana a la luz de las ciencias humanas; los valores y su internalización en el proceso formativo; los bloqueos y obstáculos, tanto personales como institucionales, en el camino de la santidad; el significado de los conceptos de autoridad y paternidad en la Iglesia. [/tab][tab title="DETALLE" icon="icon name 2"] Autor(a): Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) Catálogo: Catequesis Idioma: Español Número de Páginas: 464 Editora: Editorial CELAM Año de publicación:2016 Dimensiones: 17 cm x 21 cm ISBN: 978-958-625-814-2 [/tab][tab title="COMENTARIOS" icon="Icon name 1"] (function(d, s, id) { var js, fjs = d.getElementsByTagName(s)[0]; if (d.getElementById(id)) return; js = d.createElement(s); js.id = id; js.src = "//connect.facebook.net/es_LA/sdk.js#xfbml=1&version=v2.5"; fjs.parentNode.insertBefore(js, fjs); }(document, 'script', 'facebook-jssdk')); [/tab][/tabs] Mayores informes: PBX: 437 55 40 Ext. 264 Celular: 3138808447 Correo electrónico: [email protected]

Mar 25 Oct 2016

Padre Silverio Suárez fue llamado para ser General de la Policía

El padre Silverio Ernesto Suárez, capellán y coronel de la Policía Nacional ha sido llamado, junto a 53 coroneles, para que inicie el Curso Estratégico de Seguridad Pública (CESEP) que le permitirá iniciar curso de ascenso al grado de brigadier general, alcanzando la primera estrella en diciembre de 2017. El Coronel Silverio, nació el 26 de enero de 1961, después de haber trabajado en el periódico El Tiempo en su rol de Comunicador Social, ingresó a la Policía Nacional en donde desarrolló su trabajo profesional como Jefe de Prensa de la Escuela General Santander y de la Dirección General de la Policía Nacional, allí es donde surgió su vocación sacerdotal, la cual cristalizó en la Universidad de la Sabana, Seminario Mayor de Bogotá y el Seminario Castrense “Jesucristo Redentor”. El padre Silverio Suárez sirve a la Policía hace 23 años y ejerce el ministerio sacerdotal hace 17. Con esta primera estrella del generalato, el Padre Silverio es consciente que estará enfocada al fortalecimiento de los valores, la consolidación del Proceso de Paz y el fortalecimiento de las familias al interior de la Policía Nacional. El sacerdote ha manifestado que su labor como General de la Policía Nacional será la de fortalecer los valores, animar la espiritualidad en la institución policial y ayudar a la reconciliación y la paz en Colombia.

Lun 3 Oct 2016

CELAM publica libro acerca de la integridad del sacerdote

El Consejo Episcopal Latinoamericano - CELAM presenta "La integridad del sacerdote, Formación humana y afectiva", un instrumento dirigido a formadores de la vida sacerdotal y consagrada. En este instrumento se abordan temas como las fortalezas y debilidades que se perciben en los candidatos y ministros ordenados, en las diferentes dimensiones formativas, y su correlación específica con la madurez humano-afectiva; la antropología cristiana a la luz de las ciencias humanas; los valores y su internalización en el proceso formativo; los bloqueos y obstáculos, tanto personales como institucionales, en el camino de la santidad; el significado de los conceptos de autoridad y paternidad en la Iglesia. En la presentación del libro, monseñor Ángel Villa Vahos, obispo de la Diócesis de Ocaña (Colombia), destacó el proceso que ha llevado la realización de este instrumento. "Ha sido un trabajo serio y metódico, realizado con entrega y amor por la Iglesia, y presentado con la esperanza de que sea de utilidad para quienes se dedican a la apasionante y dedicada tarea de la formación para la vida sacerdotal y consagrada en América Latina y El Caribe." Por su parte el Secretario General del CELAM, monseñor Juan Espinoza Jiménez, calificó este instrumento como "un maravilloso testimonio (…) en favor de profesores, laicos comprometidos, obispos, rectores de seminarios, formadores y profesionales de la área de la salud (piscólogía)". El libro puede ser adquirido en la librería de la Conferencia Episcopal de Colombia.

Vie 16 Oct 2015

La soledad del sacerdote

Escrito por: P. Raúl Ortiz Toro Quizá la mayoría de lectores saben por qué estoy escribiendo este artículo. No diré nombres ni circunstancias. Si no lo saben, no hace falta. Solo me limitaré a decir que los sacerdotes somos seres vulnerables. Sublimes administradores de una gracia particular que nos trasciende, pero así mismo, delicados seres humanos. A veces nos mostramos tan duros que parecemos impermeables, pasamos como seres objetivos en todo sentido, perfectos hasta en el más mínimo detalle. Pero no es así. El aura de santidad que nos rodea, en un descuido, en una ligereza o imprudencia, se puede volver una corona de espinas que nos hace sudar sangre o que hiere a la Iglesia. Y si no somos perfectos, al menos así aparecemos en las exigencias y en el imaginario colectivo de nuestros feligreses y nuestras familias. Rodeados de gente, a veces hasta la saciedad, terminamos el domingo en la soledad del sagrario o en la soledad de la habitación, poblados de presencias desvanecidas que con el paso del día se fueron volviendo ausencias. En los primeros años de sacerdocio, en esa misma soledad de la meditación, luego de que el trajín del día ha dado paso al silencio de la conciencia, se llega a pensar: ¿Me habré equivocado? ¿Cómo será una vida por fuera del sacerdocio? ¿Tiene sentido desgastarme por seres anónimos? Preguntas que para muchos surgieron esa noche antes de la ordenación diaconal y sacerdotal en la que poco dormimos. Pero luego, afortunadamente, con el pasar de los años, las dudas van dando paso a la confirmación de que Dios no se equivoca cuando llama, sino que somos nosotros los que nos equivocamos al no ser lo suficientemente generosos; y se empiezan a concatenar tantas satisfacciones: el abrazo de quien no te conoce pero te agradece porque lo has escuchado en confesión, la sonrisa de los niños cuando los bendices, el sentir que eres un instrumento para que nazcan hijos para el cielo, la palabra sencilla que llegó al corazón de alguien que necesitaba ese consuelo, el bien que logras con un buen gesto y con tu trabajo silencioso que no sale en los periódicos... Y descubres que todo empezó un día, cuando te sentiste llamado. Hubo un momento inicial: Ir al seminario, ser un santo sacerdote, ayudar a las personas como Cristo. Y así surgió el Amor que todo lo abarca. Y las ilusiones, porque todos hemos querido cambiar el mundo con nuestra misión y en todos se ha albergado el ideal de la santidad. En un momento de desespero, de angustia ante la realidad, de frustración por la pérdida de la identidad, el sacerdote experimenta ese tipo de soledad que no es benévola, diferente a aquella otra necesaria y justa que deja escuchar los latidos del corazón de Dios en la oración. De la que hablo es de la soledad que hizo perder el sentido de lo que movió su primer amor a Cristo. Esa soledad que dejó escapar el pensamiento encaminado a la posibilidad de una presencia y compañía que luego, con el tiempo, será frustración; y es que G. Bernanos, en su "Diario de un cura rural" lo dijo mejor: "un verdadero sacerdote no es nunca amado". Y es verdad, porque así él no quiera, su vida es de Dios, que sabe reclamar lo que siempre ha sido suyo. Una oración por nuestros sacerdotes nos vendría muy bien en este momento. P. Raúl Ortiz Toro Docente del Seminario Mayor San José de Popayán [email protected]

Jue 8 Oct 2015

"condena por pederastia es una ofensa contra la Iglesia": Mons. Castro

Con estas palabras el presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, monseñor Luis Augusto Castro Quiroga, rechazó la sentencia de la Corte Suprema de Justicia sobre un caso de pederastia. "No tengo en este momento presente si haya casos de pederastia, creo que ha habido en el pasado algunos pero son casos muy excepcionales como para decir que la Iglesia Católica es responsable, esto sencillamente es una ofensa a la Iglesia", apuntó. En diálogo con RCN la radio el jerarca indicó que hasta la fecha la Iglesia no ha sido notificada oficialmente sobre la sentencia de la Corte Suprema de Justicia, que condena a esta institución por un caso de pederastia. Monseñor Castro Quiroga afirmó que el sacerdote cuyo caso motivó la sentencia de la Corte debe responder de forma individual y no hacerse extensiva la condena a toda la institución. "Qué sentido tiene una condena a la Iglesia católica, es decir, a los católicos de Colombia, qué culpabilidad puede haber por parte de la Iglesia como tal frente a una cosa privada de un individuo y que no está de ninguna manera dentro de lo que la Iglesia pide a sus sacerdotes", añadió. "Uno no entiende cómo, por un acto individual, personal, totalmente contrario a lo que pide y enseña la Iglesia, después se condene, no sé si haya casos parecidos con otras instituciones, por ejemplo, en el campo de la educación, cuántos profesores no pudieron estar implicados en esto, y jamás se ha dicho que queda castigado el Ministerio de Educación o el Gobierno por estas cosas, porque son actos individuales". Finalmente, el presidente de la Conferencia Episcopal rechazó ese tipo de actos que están claramente prohibidos por los estatutos y dijo que no se puede decir que la Iglesia ha tenido algún tipo de participación en los mismos.

Mar 6 Oct 2015

Sacerdotes se ponen los guayos por alcanzar Copa de la Fe

Con la presencia de 420 sacerdotes de 20 jurisdicciones eclesiásticas del país ha comenzado la tercera versión de la Copa de la Fe, evento organizado por la Conferencia Episcopal de Colombia. Este evento deportivo tiene como objetivo ser un signo de unidad en la Iglesia y demostrar que a través del juego limpio se puede construir caminos de reconciliación, perdón y paz. La inauguración se realizó en el Centro de Agentes y Patrulleros de la Policía Nacional en Bogotá. Contó con la presencia de monseñor Ettore Balestrero, Nuncio Apostólico en Colombia, monseñor José Daniel Falla Robles, Secretario General del episcopado, monseñor Fabio Suscún Mutis, obispo del Ordinariato Castrense, monseñor Jorge Alberto Ossa Soto, obispo de Santa Rosa de Osos y monseñor Héctor Cubillos Peña, obispo de Zipaquirá. Monseñor José Daniel Falla Robles destacó la Copa de la Fe como un espacio para evangelizar, para compartir más que competir y para dar testimonio de unidad. Por su parte, monseñor Ettore Balestero ha recordado a los sacerdotes que a través del juego limpio es posible demostrar que en el país puede existir reconciliación y perdón. Además - aseguró - que estos espacios pone, no solo al presbiterio, sino al país en perspectiva de paz. El nuncio destacó la realización del Confesatón. " Este espacio es un ejemplo de vivir la integralidad y unidad en la Iglesia, subrayó. En el confesatón 350 sacerdotes estarán presentes en el Centro Comercial Gran Estación brindando el Sacramento de la Reconciliación. Esto se realizará el 6 y 7 de octubre de 12 m a 2 pm y de 5 a 7 pm. En el ámbito deportivo se jugarán 10 partidos por día entre las 8 am y 2 pm. La final será el viernes nueve de octubre en canchas de Compensar.