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Opinión

Vie 16 Oct 2015

La soledad del sacerdote

Escrito por: P. Raúl Ortiz Toro Quizá la mayoría de lectores saben por qué estoy escribiendo este artículo. No diré nombres ni circunstancias. Si no lo saben, no hace falta. Solo me limitaré a decir que los sacerdotes somos seres vulnerables. Sublimes administradores de una gracia particular que nos trasciende, pero así mismo, delicados seres humanos. A veces nos mostramos tan duros que parecemos impermeables, pasamos como seres objetivos en todo sentido, perfectos hasta en el más mínimo detalle. Pero no es así. El aura de santidad que nos rodea, en un descuido, en una ligereza o imprudencia, se puede volver una corona de espinas que nos hace sudar sangre o que hiere a la Iglesia. Y si no somos perfectos, al menos así aparecemos en las exigencias y en el imaginario colectivo de nuestros feligreses y nuestras familias. Rodeados de gente, a veces hasta la saciedad, terminamos el domingo en la soledad del sagrario o en la soledad de la habitación, poblados de presencias desvanecidas que con el paso del día se fueron volviendo ausencias. En los primeros años de sacerdocio, en esa misma soledad de la meditación, luego de que el trajín del día ha dado paso al silencio de la conciencia, se llega a pensar: ¿Me habré equivocado? ¿Cómo será una vida por fuera del sacerdocio? ¿Tiene sentido desgastarme por seres anónimos? Preguntas que para muchos surgieron esa noche antes de la ordenación diaconal y sacerdotal en la que poco dormimos. Pero luego, afortunadamente, con el pasar de los años, las dudas van dando paso a la confirmación de que Dios no se equivoca cuando llama, sino que somos nosotros los que nos equivocamos al no ser lo suficientemente generosos; y se empiezan a concatenar tantas satisfacciones: el abrazo de quien no te conoce pero te agradece porque lo has escuchado en confesión, la sonrisa de los niños cuando los bendices, el sentir que eres un instrumento para que nazcan hijos para el cielo, la palabra sencilla que llegó al corazón de alguien que necesitaba ese consuelo, el bien que logras con un buen gesto y con tu trabajo silencioso que no sale en los periódicos... Y descubres que todo empezó un día, cuando te sentiste llamado. Hubo un momento inicial: Ir al seminario, ser un santo sacerdote, ayudar a las personas como Cristo. Y así surgió el Amor que todo lo abarca. Y las ilusiones, porque todos hemos querido cambiar el mundo con nuestra misión y en todos se ha albergado el ideal de la santidad. En un momento de desespero, de angustia ante la realidad, de frustración por la pérdida de la identidad, el sacerdote experimenta ese tipo de soledad que no es benévola, diferente a aquella otra necesaria y justa que deja escuchar los latidos del corazón de Dios en la oración. De la que hablo es de la soledad que hizo perder el sentido de lo que movió su primer amor a Cristo. Esa soledad que dejó escapar el pensamiento encaminado a la posibilidad de una presencia y compañía que luego, con el tiempo, será frustración; y es que G. Bernanos, en su "Diario de un cura rural" lo dijo mejor: "un verdadero sacerdote no es nunca amado". Y es verdad, porque así él no quiera, su vida es de Dios, que sabe reclamar lo que siempre ha sido suyo. Una oración por nuestros sacerdotes nos vendría muy bien en este momento. P. Raúl Ortiz Toro Docente del Seminario Mayor San José de Popayán [email protected]

Jue 15 Oct 2015

Sereno reclamo ante un fallo

Escrito por: Mons. Libardo Ramírez Gómez Hemos tenido fallo de la Corte Suprema (07-10-15), para algunos "histórico" porque se ha condenado a una Diócesis de la Iglesia Católica a dar considerable cantidad de dinero a los padres de unos menores, que lamentablemente fueron abusados sexualmente por un Sacerdote perteneciente a este Iglesia. Diversas reacciones se han tenido ante algo que pone en la mira a una entidad de milenaria tradición, bien llamada "madre y maestra" de pueblos y generaciones, que ha cultivado entre todos sus integrantes rectitud y limpieza de costumbres, pero en la cual, compuesta por elemento humano, aparecen fallas que ella lamenta, y sobre las cuales aplica duras sanciones. Mi primera reacción es compartir el dolor de nuestra madre Iglesia, y condenar los dolorosos desvíos de hijos suyos, a quienes ha procurado formar con gran solicitud, pero con algunos que la deshonran y entristecen con comportamientos como los del aludido Sacerdote, cuyo castigo a varios años de prisión acepta, como sanción ejemplar a quienes traspasan sus enseñanzas. Pero el fallo va más allá de ese plano, al imponer sanciones a esa madre diligente, que ha procurado por todos los medios formar bien a sus hijos, como sí fuera ella responsable de delitos de uno de ellos, en condiciones incontrolables, y sin estar en ello representándola.Muchos, por falta de objetiva visión, están de acuerdo con jueces que obstinadamente desoyen razonamientos serios y de hondo calado como los expuestos en bien ponderado recurso ante la Corte Suprema por eminente jurista, ante anterior fallo del Tribunal Superior de Ibagué, que condenó, en forma similar, a la comunidad diocesana de Líbano-Honda. Que llegue a unos dolidos padres alivio material, es signo de condolencia humanitaria compartible, pero es inaceptable que sea como aplicación de la justicia, cuando ha habido solícito comportamiento del Obispo de la entidad sancionada, y que toda una feligresía haga esa erogación, pues no es para sus directivos sino para toda ella la sanción. Insisten los condenadores a esa comunidad diocesana en que el Sacerdote estaba "actuando dentro de sus funciones, aprovechándose de su actividad pastoral y sacerdotal", cuando lo ocurrido fue en vía totalmente contraria de ello. No fue con ocasión de un Sacramento, ni en convocatoria a una actividad parroquial, sino como ayuda personal a una familia necesitada, a quien se daba la mano hospedando a unos niños, pero que, por proclives instintos, viene a realizarse algo totalmente personal, nada en relación con su misión de pastor. Mil vueltas da el texto del fallo para tratar de convencer de su tesis condenatoria contra la Iglesia, con manifiesta desatención a ponderados razonamientos jurídicos en contra, que les fueron expuestos. Importante tarea tienen connotados juristas para exponer las inconsistencias de este proceso, en busca de ponderada justicia, para que sea revisado. En el fondo lo grave no es tanto la cuantiosa suma de dinero que deban aportar la feligresía de una Diócesis, sino en lo que bien se ha señalado como "ultrajante a la madre Iglesia", al colocarla, desenfocadamente, unos jueces, como delincuente, que ha de "pedir perdón", de algo en nada culpable, pues con solicitud hizo cuanto le correspondía. Con repetidas citas del Derecho Canónico se han querido reforzar los fallos condenatorios a la Diócesis, tapando los oídos a los evidentes llamados a no acudir a esa respetable legislación, que no es la que ha de dirimir en el caso lo de "responsabilidad civil", y cuya interpretación y aplicación, no corresponden a Jueces no versados en esa materia, sino a la misma Iglesia. Con serena imparcialidad se hace este reclamo de verdadera justicia, dejando de lado cierto gozo que manifiestan algunos porque se castigue a nuestra querida madre Iglesia, siempre responsable y honesta. + Libardo Ramírez Gómez Expresidente del Tribunal Eclesiástico Nacional Email: [email protected]

Mié 14 Oct 2015

¿De qué nos quejamos?

Escrito por: Mons. Froilán Casas Ortiz Muchos colombianos parecen plañideras, lloran por todo y no dan solución a nada. Vamos a cumplir doscientos años de vida republicana y el progreso ha sido exiguo en muchos aspectos. Tenemos uno de los países más ricos del mundo: variedad de recursos naturales, rica biodiversidad, dos océanos, excelente orografía, grandes recursos hídricos, riqueza mineral, hidrocarburos explotados sin suficiente racionalidad; en cultura, tenemos muchas fortalezas. Sin embargo, seguimos en la pobreza. El problema es un buen número de colombianos. Acabamos de dar el grito de independencia y ya nos dividimos: federalistas y centralistas; la "patria boba" es una muestra de nuestra incapacidad para ser libres. Cuando los buitres ven que los leones pelean por la presa cazada, llegan a disfrutar del banquete. Por las peleas internas, perdimos el istmo de Panamá y, por la misma razón, perdimos una buena parte de la Amazonía. Somos tan cerrados de mente y tan llenos de terquedad, que no aprendemos de los errores. ¡Qué pueblo tan indómito! ¿Estamos llamados a vivir así? Pues, no. El cambio es cuestión de voluntad. Si queremos cambiar, cambiamos. Excúsenme decirles, el problema es que no se nos da la gana cambiar. Con frecuencia el orgullo, obnubila la inteligencia. Mire usted otras realidades del planeta, vayámonos para Finlandia: el himno nacional dice ... "somos un país pobre, no tiene oro. El recurso que tenemos es nuestro pueblo". ¿No será que en Colombia la ecuación es el revés? Veamos las siguientes cifras: es un país que busca responder a dos grandes retos: educación y corrupción. La presidente finlandesa Tarja Halonen dice: "Fuerte inversión en educación y transparencia en el gobierno". Pregunto: en Colombia, ¿los educadores están dando la talla a una nueva Colombia? ¿La trasparencia es la carta de presentación de los gobiernos? Del dicho al hecho hay mucho trecho. Un pueblo educado sabrá elegir a dirigentes honestos y competentes. Éstos elegirán a los mejores asesores. Un pueblo inteligente no permite corruptos ni incompetentes. Un pueblo ignorante desperdicia sus recursos y se empobrece. Un pueblo ignorante vive de ilusiones y no toma la decisión de construir la historia. A veces pareciera que una parte de la clase dirigente quiere mantener la pobreza, para tener los votos cautivos en las elecciones. Un pueblo educado sabe muy bien diferenciar un discurso serio de una retórica barata. Un pueblo educado prospera también en condiciones adversas. Nosotros vivimos exportando compasión; así nunca seremos gestores de nuestro propio desarrollo. Finlandia es un pueblo que no hace ruido y es eficiente. Aquí vivimos cacareando grandezas, viendo en la estrechez de nuestra mente miope y atrofiada. Vivimos la cultura del pan y circo. Los éxitos en algunos deportes en lugar de generarnos autoestima, los tomamos como consuelo a nuestras miserias. Somos un pueblo anárquico, la cultura ciudadana está por los pies. Un ejemplo, ¿se respetan las cebras? Qué dice usted de la contaminación visual, auditiva, etc. ¡Ah! Somos un país libre. Sí, pero mi libertad va hasta donde empieza el derecho del otro. La historia del: "¿usted no saben quién soy yo?", es una muestra de nuestro arribismo y nuestra falta del sentido de las proporciones. La pésima educación campea en instituciones educativas y gubernamentales. Definitivamente el subdesarrollo es mental. + Froilán Casas Ortiz Obispo de Neiva

Mar 13 Oct 2015

¿Divorcio católico?

Escrito por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo La ligereza y el sensacionalismo con los que algunos medios de comunicación acostumbran manejar la información ha causado, a partir del Motu Proprio Mitis Iudex Dominus Iesus del Papa Francisco, no pocas fantasías y suposiciones sobre la doctrina y la práctica de la Iglesia Católica con relación al matrimonio. Muchas personas han quedado con preguntas como éstas: ¿Han variado las disposiciones de la Iglesia sobre el matrimonio? ¿Ahora se pueden anular los matrimonios contraídos? ¿La necesidad de responder a la realidad de hoy ha llevado a la Iglesia a establecer una especie de "divorcio express"? Es bueno, entonces, aclarar que la doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio, que viene desde Cristo, se mantiene. La nulidad de los matrimonios no se concede sino que se declara cuando se comprueba que existe desde el momento de la celebración. Por tanto, lo que el Papa ha establecido ahora es una reforma en el proceso para estudiar y declarar la nulidad de aquellos matrimonios que, por falta de consentimiento, por defecto de forma canónica o por algún impedimento, no fueron realmente válidos. Esta reforma, de otra parte, se esperaba porque la habían propuesto varios canonistas y la había pedido el Sínodo del año pasado. Desde el comienzo de su documento, el Papa subraya que este nuevo procedimiento deja a salvo "el principio de la indisolubilidad del matrimonio". El matrimonio católico sigue siendo una realidad que se configura, como dijo Jesús, con lo que Dios ha establecido desde "el principio"; no deja de ser el sacramento en el que los esposos reciben la vocación de entregarse para siempre el uno al otro, como Cristo, que amó y se entregó por la Iglesia. De ninguna manera se puede pensar que la Iglesia reconoce ahora un matrimonio temporal o menos estable. El Papa quiere hacer más ágiles los procesos para declarar la nulidad a fin de ayudar a las necesidades de las parejas cuya convivencia se hace difícil ya que no ha habido un matrimonio válido y verdadero, pues se han casado sin clara consciencia de lo que hacían, o sin la debida libertad, o con una idea falsa o incompleta del sacramento. En estos casos es normal que las parejas se pregunten si hay alguna salida para rehacer su vida o si deben cargar para siempre y con grave daño su error, su pecado, su ligereza, o las situaciones que viciaron la validez de su matrimonio. Esta reforma no es, entonces, para multiplicar los motivos que favorecen la nulidad de los matrimonios, sino para favorecer la agilidad de los procesos. El Papa no ha tomado la vía administrativa, sino que ha mantenido la vía judicial, como lo explicó en el regreso de su reciente viaje apostólico a Estados Unidos, para tutelar con el orden judicial la verdad y seriedad del vínculo matrimonial, ya que el hombre no puede separar lo que Dios ha unido. El que sea suficiente una sola instancia, manteniendo siempre el derecho de apelación, que puede llegar hasta la Santa Sede, no afecta la formalidad y prudencia de los juicios. Ahora puede ser necesario recibir algunas precisiones de tipo jurídico de parte de los Dicasterios Romanos y ciertas orientaciones de la Conferencia Episcopal para adecuar los tribunales y sus servicios a fin de que, actuando con plazos más cortos, los jueces puedan, después de serios análisis de las pruebas y los testimonios, llegar a la certeza moral que, en último término, exige dictar una sentencia. Junto a esto, es necesario, dada la confusión que se ha creado, que los sacerdotes ofrezcan una paciente y adecuada atención a los esposos que tienen dificultades para no mandarlos directamente al tribunal sino para ayudarles en un primer discernimiento que les dé los criterios precisos con que deben proceder. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Sáb 10 Oct 2015

Familia, esperanza de la humanidad

Escrito por: Mons. Edgar de Jesús García Gil Ver Cuando el abuelo materno Pedro, siendo muy niño, me llevaba sobre su cabalgadura a la finca del "otro lado" del Rio Cauca o a las tierras buenas de "Guacará", tomábamos de su mano la leche recién ordeñada, me enseñaba a jugar trompo en la mano, y, los domingos, iba con él a la Misa parroquial, de una manera o de otra yo iba grabando en mi alma que la familia era la mejor cuna para vivir en seguridad, para aprender las cosas importantes de la vida y para saber compartir la vida con generosidad. En la otra orilla de mi familia, la abuela paterna Ana Joaquina, envuelta en su pañolón negro, y con su sonrisa maternal, al terminar de rezar a la hora del ángelus, el santo rosario, me decía: Que Dios lo bendiga y lo haga un santo Jesuita. ¡Cómo amaba la abuela a los Jesuitas! Fue ella la que exigió que mi nombre Edgar, pagano para su época, tuviera el "de Jesús" para que realmente fuera cristiano. Y así quede en la partida de bautismo. Estos detalles muestran como la familia es la mejor transmisora de la fe de nuestros pueblos. Juzgar Es cierto que ahora tenemos otros tiempos, otras culturas, otras ideologías. Pero lo perenne de los principios cristianos sobre la familia no pasa, sino que se va contextualizando en lo que ahora llamamos cambio de época. La vocación y la misión de la familia hoy es el tema que ha tratado el Sínodo Ordinario de los obispos en Roma. El papa Francisco al inicio del Sínodo afirmó: "se podría decir que el 'espíritu familiar' es la carta magna de la Iglesia". Además, el mundo necesita una "robusta inyección" de este espíritu puesto que en la sociedad no se le da el debido "peso, reconocimiento y apoyo". Y esta ha sido la diligente tarea que los padres sinodales, los matrimonios y familias, han construido durante tres semanas para poder seguir fortaleciendo la comunidad familiar, como el mejor patrimonio de la humanidad y como la mejor garantía para construir una verdadera civilización del amor. "El sacramento del matrimonio, como unión fiel e indisoluble entre un hombre una mujer llamados a acogerse mutuamente y a acoger la vida, es una gracia grande para la familia humana" I.L. 99 Es importante, lo dijeron los padres sinodales, reconocer las semillas del Verbo, es decir, las bondades de la vida matrimonial en cada continente, en cada cultura, en cada grupo humano y saber descubrir cuatro constantes que garantizan la base para un sacramento. "Cuando la unión alcanza una estabilidad notable mediante un vínculo público, está connotada de afecto profundo, de responsabilidad por la prole, de capacidad de superar las pruebas, puede ser vista como una ocasión de acompañamiento en la evolución hacia el sacramento del matrimonio". Actuar La vocación y la misión de la familia es ser la primera comunión de amor entre los hombres donde se tejen y se aprenden los principales valores de la vida humana como el amor misericordioso que siempre es sacrificado, el perdonar y ser perdonado, el amar y ser amado, el compartir en solidaridad para apagar el egoísmo de la sociedad consumista, el crecer juntos en familia valorando todas las edades (niños, adolescentes, jóvenes, adultos y abuelos) donde cada uno es una riqueza de vida para todos. Estos valores y muchos más consolidan a lo largo de la historia de cada familia una auténtica calidad de vida, de realización personal, que hace de cada persona una verdadera imagen y semejanza de Dios. Es cierto que son muchas las situaciones nuevas que hoy viven las familias del mundo y que la Iglesia, maestra en humanidad, pide atender con solicitud de caridad pastoral, aportando sobre todo un testimonio de inagotable misericordia para que las heridas se sanen y se pueda mostrar con paciencia y prontitud la belleza del matrimonio y de la familia en el designio eterno de Dios. El sínodo de la Familia en Roma ha sido una señal indiscutible de comunión, pero también de sabiduría que ilumina siempre el caminar diario de los hombres, de sus compromisos fundamentales basados en el amor, de su vida de pareja, de matrimonio y de familia que el mundo necesita para seguir adelante con esperanza y con un optimismo no ilusorio sino basado en la realidad propia de cada uno, de cada nación, de cada raza y de cada cultura. + Édgar de Jesús García Gil Obispo de Palmira

Vie 9 Oct 2015

Justos pagan por pecadores.

P. Juan Álvaro Zapata Torres Justos pagan por pecadores ha sido una realidad a lo largo de la historia de la humanidad, en particular en la vida de la Iglesia. El primero de ellos fue el mismo Jesús, quien libre de culpa, justo e inocente, asumió sobre sí el pecado del mundo y murió en la cruz para dar la salvación a todos. Hoy esta historia se repite de muchas otras formas a través de los misioneros asesinados por la fe, los cristianos perseguidos, los cientos de miles de obispos, sacerdotes y religiosos que viven fiel y radicalmente su consagración, pero que a causa de unos cuantos incoherentes y faltos de honestidad, son medidos con el mismo rasero. Es justo que los pecadores o culpables por cualquier delito, falta o aberración que hayan cometido (laicos, sacerdotes o consagrados), paguen por sus acciones y paguen con todo el rigor de la ley y la justicia, pero no está bien que se haga pagar a los inocentes por las acciones de los que libre, voluntaria y conscientemente se apartaron de la verdad, de la moral y del evangelio. En el caso concreto de los pocos sacerdotes que viven una dicotomía en sus vidas es mejor apartarse del ministerio. Quien ama en verdad a Dios y a su Iglesia no la lastima, no la corona con las espinas de la humillación, del escarnio público o del rechazo de muchos. Tampoco le da latigazos con sus incoherencias y mentiras, no le da escupitajos por medio de sus injustos reclamos, exigencias o mal ejercicio de su ministerio. Ni mucho menos pone en ridículo a los miles que se esmeran por vivir en rectitud su entrega. El pueblo de Dios merece pastores que los acerquen a su Señor, que revelen con su vida al Salvador y no lo contrario. No en vano nos dice la Palabra: "Pero al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos, y le hundan en lo profundo del mar" (Mt 18,6). En los seminarios no ha de importar primero el número y luego la calidad. La delicada responsabilidad que tienen los formadores en los seminarios es de alta proyección, no solo beneficiarán a una persona sino que impactarán a toda la Iglesia y la sociedad, de ahí que los procesos de discernimiento han de ser obligatorios, estructurados, claros, intensos, integrales y procesuales, para que se compruebe que quienes son admitidos a la formación sacerdotal cuenten con todos los elementos necesarios, para dar una respuesta idónea conforme a la misión que se les va a confiar. Asimismo, si existen dudas de frente a una persona es mejor no admitirla o retirarla del seminario antes que pensar que con el tiempo esas dudas desaparecerán por arte de magia. Los formadores han de ser verdaderos maestros, su misión no es simplemente transmitir unos conocimientos o nociones de fe, es ante todo la de dar testimonio de lo que debe ser un sacerdote, revelar con palabras y obras la radicalidad del evangelio que ha impregnado sus propias vidas. Es ser cernidores, solo dejar pasar a aquellos que muestran la idoneidad para el ministerio. Es ser hermanos mayores, que saben educar, corregir y orientar hacia la meta de ser alter Christus. Por lo tanto, la compasión no puede llevarnos a dejar pasar a todos y la lastima no es un argumento formativo, ni mucho menos cristiano. Por ello, es importante que en los equipos de formadores exista unidad de criterios y apoyo mutuo a la hora de tomar decisiones de frente a un candidato, para que antes de pensar en favoritismos o amistad, se piense en el bien de la Iglesia y en la exigencia que pide Dios a quienes llama para el ministerio sacerdotal. Quien hoy es seminarista ha de pensar si su vocación es propia o es del Señor, si está dispuesto a vivir la coherencia y entrega que este ministerio exige, y si en verdad ama a la Iglesia con todo su corazón, para darse plenamente a favor de ella y del evangelio. Asimismo, si cuenta con las herramientas humanas, cristianas y vocacionales suficientes para corresponder a tan alta y santa misión. Si algo faltara es mejor hacer un pare temporal o definitivo, para no ir contracorriente y hacer que mañana por un capricho o por falta de honestidad personal, termine cooperando para que nuevamente justos paguen por pecadores. P. Juan Álvaro Zapata Torres Secretario adjunto Conferencia Episcopal de Colombia

Jue 8 Oct 2015

El abrazo de la Iglesia a las familias

El pasado 24 de octubre concluyó en Roma el Sínodo sobre la familia. Fueron numerosas las conjeturas e interpretaciones de diversos medios de comunicación, que desde la búsqueda de sensacionalismo o desde sus intereses ideológicos, conducían el agua a su propio molino. De modo particular, se quiso reducir la reflexión de esta asamblea episcopal al tema de la comunión eucarística para los divorciados vueltos a casar. Infortunadamente, no pocas personas se quedaron con la visión recortada o con las suposiciones de dichos medios de comunicación. El contenido real de la reflexión sinodal quedó consignado en las 94 proposiciones, llenas de sugerencias y de esperanza, que, aprobadas por la mayoría, le fueron consignadas al Papa para la elaboración de un documento conclusivo. Pero no le corresponde, ahora, sólo al Papa hacer una reflexión más, sino a toda la comunidad eclesial seguir caminando con las familias, desafiadas por muchas pruebas y a la vez sostenidas por la fuerza de Dios, para ayudarlas a vivir su profunda identidad y a realizar su indispensable misión en la Iglesia y en el mundo. La primera conclusión que podemos sacar de estos dos años de reflexión de la Iglesia es la necesidad de contemplar y agradecer el don de Dios que es la familia. Tenemos que hacer hincapié en la belleza de la familia: iglesia doméstica basada en el matrimonio entre varón y mujer, célula fundamental de la sociedad, puerto seguro de los sentimientos más profundos, único punto de conexión en una época fragmentada, parte integral de la ecología humana. Debemos incluso hacer más significativo el lenguaje de la Iglesia, para que el anuncio del Evangelio de la familia responda realmente a las aspiraciones más grandes del ser humano. Luego, urge sentir el deber de acompañar las situaciones familiares complejas y la realidad de las familias heridas o en situación irregular. Esto requiere un especial discernimiento de acuerdo con la enseñanza de la Iglesia y con la experiencia de la gracia de Dios. Entre las ''sombras'' que se proyectan hoy sobre la familia el Sínodo cita el fanatismo político-religioso hostil al cristianismo, el creciente individualismo, la ideología de género, los conflictos, la pobreza, la inseguridad laboral, la coerción económica que excluye a la familia de la educación y la cultura, la globalización de la indiferencia que pone al dinero y no al ser humano en el centro de la sociedad, la pornografía y el descenso de la natalidad. Tiene en cuenta a los inmigrantes, a los refugiados, a los perseguidos, cuyas familias se disgregan y son víctimas que debemos acoger. No se olvida de las viudas y los viudos, de los discapacitados, de los ancianos y de los célibes por su compromiso en la Iglesia y la sociedad. Habla de la necesidad de valorizar la identidad y el papel del varón y de la mujer. De otra parte, dice que las personas con tendencia homosexual no pueden ser discriminadas. Frente a las dificultades de la familia no se trata solamente de decir que todo está bien o presentar una normativa, sino de tener el coraje de escuchar, acoger con ternura y buscar maneras de curar las heridas. La reflexión sinodal insiste en la necesidad de reforzar la preparación para el matrimonio, que no puede quedarse en cuatro o cinco clases antes de la boda. Es necesario formar la personalidad y la afectividad de los jóvenes para que aprendan a ser felices entregándose mutuamente. Hace un llamamiento a las instituciones, a las autoridades y a los católicos que participan en la política para que promuevan y protejan la familia y la vida, porque una sociedad que las descuida pierde su apertura al futuro. Es difícil sintetizar tantos temas; lo fundamental es acoger la invitación del Sínodo a trabajar seriamente porque cada familia sienta el abrazo de la Iglesia y el amparo de la misericordia de Dios. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Mié 7 Oct 2015

Mes misionero

Por: Mons. Luis Adriano Piedrahita - Nos encontramos en el mes de Octubre, tradicionalmente llamado por la Iglesia el mes de las misiones. En él se nos invita a orar y reflexionar sobre la acción evangelizadora de la Iglesia, que es la de todo bautizado. A través de ella se anuncia el Evangelio, se testimonia a Jesús, para que todas las personas lleguen a conocerlo, amarlo, seguirlo y comprometerse con él en la construcción del Reino de Dios. Es un momento para que los católicos volvamos de nuevo al mandato de Jesús: "Vayan, pues, y hagan discípulos a todas las gentes". Podemos decir que este tiempo es un momento apropiado para que pensemos en la catolicidad, es decir, en la vocación universal de la Iglesia. "Creo en la Iglesia católica", recitamos en el Credo. Creemos en una Iglesia que tiene como vocación extenderse por todas partes, ir por todo el mundo invitando a todos los hombres y mujeres a convertirse al Evangelio, y esto se logra a través de su actividad misionera. Los invito a avivar nuestro espíritu misionero y el de nuestras comunidades, grupos apostólicos y movimientos eclesiales, como lo establece como un reto importante nuestro plan de pastoral diocesano, el de "fortalecer el proceso de la Nueva Evangelización en la Iglesia diocesana propuesto por la Iglesia en Aparecida, que oriente el camino al discipulado para descubrir la vocación misionera de todo bautizado y el papel protagónico de las pequeñas comunidades". Y qué mejor oportunidad para tener dicho avivamiento que ésta, cuando se nos pide mostrar solidaridad con las misiones llamadas "Ad gentes", con las cuales muchos hermanos nuestros, sacerdotes, religiosas, laicos, dejan todo, hogar, patria, bienes, bienestar, cultura, y se arriesgan a hacer la aventura de ir a culturas y países que no son los suyos con el fin de anunciar a Jesús. "La fe se fortalece dándola", nos decía san Juan Pablo II. Para vivir dicha solidaridad, la Iglesia nos invita a orar por las misiones, a ofrecer sacrificios por ellas, a apoyarlas económicamente, a ofrecer al Señor por ellas nuestros quehaceres cotidianos, y también a responder, sobre todo los niños y jóvenes, a un posible llamado a engrosar las filas de los misioneros y misioneras. La diócesis vive el mes misionero de este año cuando se siente regocijada con el honor que se le ha dispensado de ser escogida como sede del VII Congreso Nacional de Infancia y adolescencia misionera a realizarse del primero al cuatro de julio del año próximo. Alrededor de mil doscientos niños de todo el país se encontrarán en Santa Marta celebrando y compartiendo su amor a Jesús y el compromiso de darlo a conocer, con el tema: Misioneros apasionados, testigos de la ternura de Dios y anunciadores de su amor", y bajo el bello lema: "niños y adolescentes misioneros, sed grandes como Jesús y pequeños para Dios". Pongamos en oración al Señor esta intención por el buen éxito del VII Coniam a realizarse en nuestra bella y acogedora ciudad de Santa Marta, y vivamos su preparación con una creciente alegría y un dedicado compromiso. + Luis Adriano Piedrahita Sandoval Obispo de Santa Marta