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Opinión

Lun 5 Oct 2015

¿Qué esperar del Sínodo de la Familia 2015?

Escrito por: P. Daniel Rodrigo Bustamante Goyeneche Vivimos un momento decisivo en este Sínodo de la Familia porque está en juego algo de la máxima importancia: la fidelidad de la Iglesia. No podemos pensar que el asunto al que se enfrenta el Sínodo es de poca importancia. Se trata de ser fieles a las enseñanzas de la Iglesia, para que cada vez con mayor fuerza, la Iglesia sea la voz que anuncia con valentía y fidelidad que no todo es opinable, pues existe una Verdad, que es absoluta, y que está por encima del ser humano, y a la que éste se debe someter con humildad. El Sínodo de los Obispos sobre la Familia se está preguntando si los divorciados vueltos a casar pueden ser admitidos por la Iglesia a la Comunión eucarística. Es un asunto grave. La respuesta a esta pregunta ya había sido dada con extraordinaria autoridad por los Romanos Pontífices precedentes, San Juan Pablo II y Benedicto XVI. La dictadura del relativismo, que se ha impuesto en la mayor parte del mundo, y de una manera casi total en los países llamados «desarrollados», quiere imponerse también dentro de la Iglesia. Se quiere que la Iglesia deje de denunciar el pecado, bajo la excusa de que, en ciertos «casos particulares», el pecado ya no es tal. En definitiva, la ley de Dios, sus mandamientos, no tienen un valor absoluto, sino que deben ser aplicados a cada caso concreto de manera «misericordiosa», quedando, al final, relegados al olvido: una teoría abstracta que no rige la vida particular de todos y cada uno de los hombres. Si la Iglesia cediese en este punto, el mundo seguiría pidiendo a la Iglesia que cediese más, que acabase de entender «su verdad», la verdad de que todo es relativo y opinable, de que no existen un bien y un mal objetivos a los que el hombre se debe someter, sino que es el hombre el que decide en cada momento lo que es bueno y malo, según le dicte su propia conciencia, independizada de la Verdad. Es por ello que La XIV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, convocada por el papa Francisco bajo el lema «Los desafíos, la vocación y la misión de la familia », se desarrollará en la Ciudad del Vaticano entre el 4 y el 25 de octubre de 2015, para encontrar caminos pastorales, que ayuden a vivir a los cristianos, su fe de modo completo. Además de la no utilización del latín como idioma oficial, sustituido por primera vez por el italiano, este Sínodo se caracteriza por que tratará un tema tan importante y crucial en la vida de la sociedad y de la Iglesia como es la Familia, así lo ha recordado en varias ocasiones el Papa Francisco. Al finalizar este Sínodo el Santo Padre presentará una exhortación apostólica postsinodal conclusiva sobre el tema. Desde los contenidos, los dos sínodos conforman una unidad en dos etapas, con un período en medio de casi un año. El teólogo y arzobispo de Chieti-Vasto, Bruno Forte, secretario especial del sínodo, señaló que ese período intermedio podría resultar determinante: «La gran novedad de la metodología del sínodo, que antes aparecía encorsetado, es este período entre los dos sínodos, porque va a involucrar a la base de la Iglesia, a los demás obispos y a los fieles». Por todo lo dicho, es de esperarse que este Sínodo se mantendrá, como no puede ser de otro modo, en la Doctrina de Iglesia y se buscará superar algunas limitaciones de orden pastoral que, por nuestra pereza o por nuestro orgullo o por otra serie de motivos, de pronto alejan a algunas personas, no le dan el espacio que se merecen o necesitan y no se atiende en sus heridas. Es decir, habrá ciertamente un esfuerzo por estirar el servicio pastoral más allá de una rutina o de una comodidad. Ésta es la gran lucha a la que se enfrenta el Sínodo de la Familia, y en la que todos debemos actuar. Por ello, como María, y con Ella, debemos llegar junto a Jesús, hasta la Cruz, y permanecer allí fieles a Él, dando testimonio de la Verdad. Daniel Bustamante Goyeneche Pbro. Director Departamento de Matrimonio y Familia Conferencia Episcopal de Colombia [email protected]

Vie 2 Oct 2015

Lo que cultivas, crece

Escrito por: Mons. Froilán Casas Ortiz Por lo que he leído y compartido con los expertos en sicología y, también, por supuesto, por la experiencia de mi labor pastoral; los problemas mentales son "creación" del sujeto que los padece. Los problemas son reales subjetivamente, pero, a la par, son producto de su imaginación "creativa". Sacarle de la mente esto al paciente, es tarea titánica. Es verdad que hay fármacos que ayudan, pero si el paciente no se ayuda, nunca se superará el problema. Todos estamos en el límite de cualquier anomalía síquica. Por algo dice la sabiduría popular que de músico, poeta y loco; todos tenemos un poco. Uno encuentra en el diario vivir un buen número de personas que salen de los parámetros de la "normalidad". Unas personas son más propensas que otras a sufrir trastornos mentales. Influye mucho el ambiente familiar y social, pero también la herencia. A todo eso se agrega que lo que se cultiva, crece. Si tienes animadversión por una persona y cultivas esa fobia, podrás llegar, incluso, a deshacerte de esa persona, por cualquier medio. Si te crees feo (a) y cultivas ese sentimiento, te lleva a la frustración de la vida, a ser misógino o misántropo. Puedes caer en una depresión en donde tú pierdes los deseos de vivir. Todo te fastidia, hasta tú mismo no te soportas. Un criterio de salida de esta situación: acepta tu realidad y transfórmala. A problema, solución. Si lloras por haber perdido el sol, las lágrimas no te dejan ver las estrellas. Hay gente que vive en muerte, porque no descubre la hermosura de vivir. Dos hombres se encuentran frente a un rosal: el uno dice "qué tristeza, las rosas tienen espinas". El otro, viendo el mismo rosal, afirma: "Qué hermoso, hasta las espinas tienen rosas". ¿Cuál es tu actitud ante la vida, ante los problemas? ¿Será que con llorarlos se arreglan? ¿Tú crees que los problemas te los arreglan otros? Nadie hace por ti lo que tú no hagas por ti mismo. El problema eres tú, luego la solución eres tú. Sacúdete, tú puedes hacer mucho por ti. No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy. Quiero darte algunos ejemplos de hombres luchadores. Demóstenes, fue el mejor orador de Atenas en su tiempo. Lo llamaban en su adolescencia, "el martillador" = tartamudo. Así le decía su enemigo del Senado, Esquines. Pues mira, con enorme esfuerzo se propuso arreglar su voz, recorriendo la playa y gritándole al sol, moviendo piedrecillas en su boca; hasta que logró ser el mejor orador de su ciudad. El premio Nobel de Física, Stephen Hawking, a pesar de sus discapacidades físicas y de las progresivas limitaciones impuestas por la enfermedad degenerativa que padece, sigue escribiendo y sus investigaciones son objetos de congresos. Ludwig van Beethoven compuso la famosa novena sinfonía cuando ya estaba sordo. La famosa cantante francesa, hija de una prostituta y casi abandonada en la calle, Edith Piaf, llegó al podio de los aplausos, especialmente con la canción NON, JE NE REGRETTE RIEN = No, yo no me arrepiento de nada. El derrotado y postrado Japón, después de Hiroshima y Nagasaki, ha llegado a ser una de las economías más pujantes del mundo. Sé positivo, toma la decisión ya, de buenos deseos está lleno el infierno. + Froilán Casas Ortíz Obispo de Neiva

Jue 1 Oct 2015

Justicia para la paz

Escrito por: Francisco de Roux Esta justicia nueva solo es posible si se da entre nosotros una verdadera metanoia personal y colectiva por la paz y la restauración de Colombia. En La Habana se dio a conocer el resumen del acuerdo sobre justicia, que fue recibido con entusiasmo por millones de colombianos y rechazado por la oposición política. Por otra parte, desde el campo jurídico y de derechos humanos se levantaron preguntas que tienen respuesta si se acepta una nueva comprensión de la justicia, que preserva y fortalece su vigor desde el objetivo supremo de la paz. Todos los elementos presentados en La Habana derivan su legitimidad de esta nueva comprensión de justicia que me atrevería a caracterizar como restaurativa-transicional y que es distinta de la penal y de la meramente transicional. Si las cortes y el Ministerio Público aceptan esta nueva comprensión, la justicia presentada en La Habana es legítima y consistente, pero no lo es si es entendida desde el paradigma penal o meramente transicional. Adentrarse en esta nueva comprensión requiere un cambio de mente, una metanoia por la causa de la paz. Se sabe que un problema de orden jurídico, o de cualquier orden, tiene sentido dentro del marco de comprensión o paradigma en que se plantea, y no puede resolverse desde otra comprensión sin cambiarle de sentido. Por eso, un problema jurídico, planteado desde el paradigma de la justicia restaurativa-transicional no encuentra solución ni a la impunidad ni a la no repetición si se lo trata de resolver desde el paradigma penal o meramente transicional. Dentro del paradigma penal, se hace justicia metiendo en la cárcel al culpable. Dentro del paradigma transicional, el problema se resuelve cuando por decir la verdad se paga una cárcel ampliamente recortada, como en la justicia que se aplicó a cerca de 70.000 crímenes de los paramilitares que no tenían la categoría de rebelión, en un proceso de logros importantes pero de muchos problemas sin resolver: victimarios de gravísimos crímenes liberados de toda responsabilidad en ocho años que salen a la inseguridad jurídica y física, miles de víctimas temerosas esperando reparación, y el paramilitarismo reciclado en las 'bacrim'. El texto que conocemos públicamente de lo acordado en La Habana establece un paradigma de justicia restaurativa-transicional nuevo, que se aplica a los responsables del conflicto armado de todos los lados y que, poniendo primero a las víctimas, supera las dificultades anteriores de la justicia penal y meramente transicional. Aquí se hace justicia no cuando se paga cárcel –si bien hay restricciones de libertad–, sino cuando el victimario, una vez dejadas las armas, ejecuta obligaciones consecuentes con el objetivo supremo de la paz actuando como restaurador de sus propias víctimas y de la sociedad, en acciones definidas para superar el mal causado. Se crea la jurisdicción especial para la paz, que investiga y juzga a los máximos responsables de crímenes graves que son condenados a restricciones de la libertad bajo condiciones especiales y diferenciadas. Restricciones que son asumidas por los responsables como contribución a la seguridad de las víctimas y al proceso de paz, al tiempo que esos mismos responsables se involucran, como sujetos activos de justicia, en tareas de restauración. En este contexto riguroso de no impunidad, la decisión de reparación y no repetición y el arrepentimiento puesto en obras por quien causó inmenso sufrimiento humano en la guerra dan lugar a la restauración del mismo victimario y a la posibilidad pública del perdón si las víctimas quieren. Quedando claro que quien no acepta las condiciones de verdad y responsabilidad ante la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad pasa a la justicia penal ordinaria. Esta justicia nueva, muy valorada internacionalmente, cuidadosamente acordada, solo es posible si se da entre nosotros una verdadera metanoia personal y colectiva por la paz y la restauración de Colombia. Publicado en diario El Tiempo