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Opinión

Jue 2 Feb 2023

Un año sinodal

Por: Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - De nuevo mi saludo en el inicio del año 2023. Deseo a todos lo mejor de lo mejor. Dios los acompañe. Como dice el salmo 36, “encomienden sus caminos al Señor, confíen en Él y él actuará”. En general cuando se da inicio a un nuevo año son muchas las ilusiones, los proyectos, los deseos que pasan por las mentes de todos. Ese “confiar en el Señor” es clave para entender que nuestro destino está en las manos de Dios, y él no nos deja solos. Sin duda que el contexto actual en el que nos encontramos no es fácil. Si hablamos de lo económico, los índices de pobreza son altos, la afectación que tendrá el incremento de los salarios, para muchos, es grande. Nadie puede negar que todo sube y los aumentos de los salarios rápidamente se esfuman. Por otro lado, la problemática social también es compleja. Muertes, violencia, abusos de toda índole, desempleo, desplazamientos y otros fenómenos hacen parte de las noticias cotidianas. En lo político, seguimos confiando en la consolidación de los programas prometidos en orden a la paz, la justicia social, la erradicación de la corrupción y la protección de la dignidad humana de hombres y mujeres de todas las edades. A todo lo anterior, hay que agregar la afectación negativa que ha tenido en la economía local y nacional la ola invernal con los desastres que han ocasionado, que ha llevado, como bien se sabe, a la declaración de la calamidad pública por parte de las administraciones civiles ante la evidencia de las vías cerradas, deslaves que destruyen casas, familias que han perdido todo por las inundaciones, carestía de los alimentos, etc. Sin que cerremos los ojos a estas realidades, debemos recordar lo que el Señor nos dice en su evangelio: “Todo es posible para quien tiene fe”. Así es. Los invito para que el nuevo año no sea el de la desesperanza, sino el de la esperanza. Si sabemos que Dios está con nosotros, vale la pena tener presente lo que durante la pandemia el papa Francisco nos decía cuando nos invitaba a remar juntos, a sentirnos parte de la misma barca. Nadie se salva solo, lo ha dicho el Papa en varias ocasiones. Así, nadie piense que solo va a salir airoso de lo que estamos viviendo. Necesitamos poner en práctica la sinodalidad. Es necesario repetirlo una y mil veces, que la clave para lograr superar las adversidades es estar unidos, caminar juntos, sentir que estamos participando todos de una misma realidad que estamos llamados a convertirla en oportunidad de vida. Por eso este año será el de la sinodalidad, no solo desde la perspectiva eclesial, sino desde lo social. Cuando como ciudadanos aprendamos a vivir sinodalmente, seguro que todo va a ser mejor. Este es el aporte que la Iglesia siempre ha hecho, es el aporte que ahora queremos hacer todavía más visible. Para la Arquidiócesis también será el año de la sinodalidad. Varios eventos vamos a tener en esta línea: pre-sínodos con los jóvenes, con las familias y las parroquias. Una gran asamblea sinodal arquidiocesana tendremos en el segundo semestre, en consonancia con el Sínodo que el papa ha convocado en Roma, que tendrá como tema "Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión". Oremos para que dejándonos guiar por el Espíritu Santo, seamos capaces de aprender a desaprender, y caminemos sinodalmente, mirando el futuro con ilusión. + Luis Fernando Rodríguez Velásquez Arzobispo coadjutor de Cali

Vie 27 Ene 2023

Diócesis de Cúcuta en salida misionera

Por: Monseñor José Libardo Garcés Monsalve - Para la gloria de Dios y bien de la Iglesia que amamos, comenzamos el año 2023 con ánimos renovados y fervor pastoral fortalecido, para llevar a cabo la evangelización en nuestra Diócesis de Cúcuta. Damos gracias a Dios por el trabajo pastoral y compromiso apostólico de todos nuestros sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas, seminaristas y fieles de cada una de nuestras parroquias, que hasta el momento se han desgastado dando lo mejor de sí para llevar a todos a Nuestro Señor Jesucristo, respondiendo a ese mandato misionero de ir por todas partes a predicar el Evangelio del Señor. Para llevar a cabo esta tarea con la alegría de los hijos de Dios, les garantizo a todos mi oración constante de rodillas frente al Santísimo Sacramento y la celebración diaria de la Eucaristía, con la intención de ayudarles en su crecimiento en la fe, la esperanza y la caridad, para seguir caminando juntos, en el fortalecimiento de una comunidad viva de fe al servicio de Dios y de la Iglesia. El llamado permanente del Papa Francisco a ser Iglesia en salida misionera, lo percibo muy vivo en cada uno de los evangelizadores de nuestra Diócesis, ya que encuentro sacerdotes, diáconos, seminaristas, religiosos, religiosas y animadores de la evangelización comprometidos con la tarea evangelizadora, mediante el Proceso Evangelizador de la Iglesia Particular (PEIP), con una conciencia clara de ser comunidades de creyentes en las cuales se realizan y se viven los misterios de la Iglesia Universal, que es Una, Santa, Católica y Apostólica. Mi compromiso constante consiste en animarlos para que sigan comunicando la alegría que produce el encuentro con Jesucristo, que es nuestra esperanza. Seguiré dedicando todo mi tiempo y mi esfuerzo para acompañar en primer lugar a los sacerdotes, invitándolos a caminar juntos viviendo este ministerio santo en gracia de Dios y en salida misionera. También seguiré dedicando tiempo para acompañar a las instituciones diocesanas, con el fin de que puedan seguir siendo ejemplo de caridad en el desempeño de su misión y finalmente, quiero seguir acompañando a los feligreses en cada una de las parroquias, con las visitas pastorales y la administración del sacramento de la confirmación, fortaleciendo con ello la acción misionera en cada una de las comunidades parroquiales. Los invito a asumir como actitud fundamental para continuar este proceso, la acogida de la Santísima Virgen María a la Palabra de Dios, junto con la obediencia a la Iglesia evidenciada en la adhesión alegre y solidaria a nuestro Santo Padre, el Papa Francisco y entendida como comunión eclesial, que nos introduce en la comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo y que la hacemos visible en nuestra Iglesia Particular, con nuestro compromiso de evangelizar en salida misionera (cf. Evangelii Gaudium #20), que consiste “en salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio” (EG 20). Nuestro punto de partida tiene que ser una sincera conversión personal, pastoral y de las estructuras, de acuerdo con lo que nos enseñan los documentos de la Iglesia, conscientes que lo que se nos pide a todos es disponernos a la conversión como adhesión personal a Jesucristo, nuestra esperanza, y a la voluntad de caminar juntos en su seguimiento, siendo este momento inicial la raíz y el cimiento sin los cuales todos los demás esfuerzos resultan artificiales. Esto significa un cambio profundo de actitud, que conlleva a una transformación de nuestra vida en Cristo (Cfr. Documento de Aparecida #278b, 366). Caminando juntos desde la conversión personal, tenemos la fortaleza que nos da la gracia para vivir la audacia de hacer más evangélica, discipular y participativa, la manera como pensamos y realizamos la pastoral (cfr. DA 368). En este sentido, “la conversión pastoral exige que se pase de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera. Así será posible que el único programa del Evangelio siga introduciéndose en la historia de cada comunidad eclesial con nuevo ardor misionero, haciendo que la Iglesia se manifieste como una madre que sale al encuentro, una casa acogedora, una escuela permanente de comunión misionera” (DA 370). Todo este proceso tiene su culmen y realización en la conversión de las estructuras, que solo puede entenderse en tanto que ellas se vuelvan más misioneras y que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los animadores de la evangelización en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a estar con Él y vivir en su presencia (cfr. EG 27). Nuestra fuerza está en la Palabra de Nuestro Señor Jesucristo, que es nuestra esperanza y que nos manda en salida misionera a evangelizar al mundo entero (cfr. Mt, 28, 19 - 20), que identificamos como nuestra misión, conscientes de que la fuerza interna, proviene del Espíritu Santo a Quien reconocemos como primer protagonista en la tarea del anuncio del Evangelio (cfr. Evangelii nuntiandi #75). En este compromiso misionero contamos con la protección maternal de la Santísima Virgen María y del Glorioso Patriarca San José, nuestro patrono, quienes escucharon la Palabra de Dios y entregaron su vida para hacer su voluntad. Con María y San José queremos renovar nuestro compromiso de cumplir nuestra tarea en salida misionera, para encontrar a nuestros hermanos, entregarles la Palabra de Dios, acercarlos a Nuestro Señor Jesucristo y comprometerlos a vivir sin temores la alegría del Evangelio. En unión de oraciones, reciban mi bendición. + José Libardo Garcés Monsalve Obispo de la Diócesis de Cúcuta

Dom 22 Ene 2023

Otros temas para iluminar

Por: Diario El Catolicismo - El panorama para la población colombiana en el presente año no parece muy tranquilo. Ya hemos comentado el que se refiere a la paz. Pero en el horizonte también vienen asuntos de la mayor repercusión social. Por una parte, el Gobierno Nacional está por presentar una reforma al sistema de salud y también al sistema del ahorro pensional. Por otra, cada vez es más notable la importancia negativa que empieza a tener la inflación, cuyos niveles no veía el país hace muchos años y que ha tocado casi todo, pero especialmente el rubro de los alimentos, generando o ahondando más la situación de precariedad de muchas familias colombianas. Y no es menor el problema de desempleo, que no logra disminuir en forma importante, mientras la informalidad ocupa a millones de ciudadanos, con todas las limitaciones y carencias que este modo de trabajo conlleva. Ningún asunto es de poca monta. Como los temas son tan complejos y prácticamente de especialistas, es importante que desde donde se pueda hacerlo, incluyendo a la misma Iglesia, se den luces a los ciudadanos. Hoy en día la gran tentación, tanto del Gobierno como de algunos sectores de la población, es tomar decisiones sin suficiente fundamento y, a la larga, empeorarlo todo. El muy conocido populismo que arroja a la miseria a tanta gente. Sin embargo, no hay que desconocer que sí se requieren cambios profundos en muchos sectores para que el bienestar llegue cada vez a más personas en todo el país. Pero a estos cambios hay que ponerles manejo impecable, cero corrupción y muy alta gerencia para que los sienta la gran mayoría de la población. De lo contrario, todo seguirá igual o tal vez peor. Quizás el primer criterio en las grandes reformas debe ser el de lograr realizar el mayor bien común posible con todo lo que se propone, decide y ejecuta, por supuesto partiendo de la base que lo que está funcionando bien no hay que destruirlo, sino fortalecerlo. La democracia es el sistema de las mayorías y se trata de beneficiarlas en la medida de las posibilidades reales. Un segundo criterio debería ser la conciencia clara de que el progreso y el bienestar de todos es un proceso largo y nunca automático, pero que se puede acelerar en muchos aspectos. En tercer lugar, debe brillar el uso inmaculado de los recursos que, en un país como Colombia, son limitados: no alcanza para todo y no todo se puede hacer al mismo tiempo. A veces, se sabe, por tratar de hacer mucho, se hace poco. A esto se debe añadir que Colombia ya tiene una deuda externa muy abultada y seguir creciéndola no es otra cosa que dirigir el país a una crisis que llegará tarde o temprano, porque las deudas hay que pagarlas. Y, el cuarto criterio tiene que ver con generar más riqueza y no solo pensar en gastar … porque el dinero se acaba. A la ciudadanía hay que darle instrumentos para que apoye o no lo que se le propone. Los impuestos salen de su bolsillo, el ahorro pensional también, los pagos por salud por supuesto. Tiene la ciudadanía todo el derecho a estar bien informada en todo lo que se quiera hacer en estos y otros aspectos que tocan directamente su vida. Y los mismos ciudadanos deben vigilar cada proyecto, cada debate, cada decisión que tenga que ver con su vida cotidiana. El Estado y todas sus instituciones, lo mismo que las instituciones privadas que manejan aspectos como la salud o la pensión de las personas, todos tienen que recordar una y otra vez que su razón de ser y su primer deber moral es responderle a la gente para que pueda vivir dignamente. Desde la Iglesia, en concreto desde su doctrina social, se puede contribuir con conceptos e ideas significativas para que una ciudadanía en tantos aspectos confundida, y también los dirigentes, se orienten bien, y pensando siempre en el bien común, construyan, entre todos, una sociedad más justa, equilibrada y donde todos puedan vivir bien y progresar siempre. Fuente: Oficina Arquidiocesana de Comunicaciones de Bogotá

Mié 18 Ene 2023

“Yo no me preparo para un fin, sino para un encuentro”: Benedicto XVI

Por: Monseñor José Libardo Garcés Monsalve - El Ministerio Petrino en la Iglesia Católica se fundamenta en el texto bíblico del Evangelio de san Mateo que enseña: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt 16, 18). Con esta certeza que proporciona la Palabra de Dios, comprendemos que la misión que desempeña cada uno de los Pontífices de la Iglesia Católica, es una elección de Dios que responde a su voluntad y al plan de salvación para la humanidad. Como fieles bautizados, creyentes en Cristo, estuvimos unidos en oración desde el pasado 28 de diciembre, cuando conocimos la noticia que Su Santidad, el Papa emérito Benedicto XVI, experimentaba complicaciones en su salud. Después de su partida a la Casa del Padre, el sábado 31 de diciembre de 2022, queremos presentarles a los bautizados de la Diócesis de Cúcuta esta edición especial del Periódico La Verdad, como un homenaje de esta Iglesia Particular, a quien fue el sucesor de Pedro y Vicario de Cristo desde el año 2005 a 2013. Joseph Ratzinger sufrió los horrores y las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, experiencia dolorosa, que le dio la fuerza interior y la luz necesaria para rechazar, desde su magisterio, el nazismo y todas las políticas que atentan contra la libertad y los derechos humanos. Decía en Auschwitz: “Hablar en este lugar de horror, cúmulo de crímenes contra Dios y contra los seres humanos sin igual en la historia resulta casi imposible. Es especialmente difícil y opresivo para un Papa que viene de Alemania”, lo que le permitió en su humildad como persona, ver de cerca la miseria humana causada por el pecado y el horror de la guerra, para enfrentarlos con decisión y claridad. Recordamos al Papa emérito Benedicto XVI, como un hombre de fe profunda, amor al estudio, dedicado a la academia y de gran producción intelectual, que aportó fe y doctrina en diversas etapas de su vida, dejándonos un legado del que todos nos beneficiamos, porque con su doctrina profundizamos más en la fe en Nuestro Señor Jesucristo. Su experiencia cristiana, recibida desde el hogar y vivida con gran fervor, le llevó a entender la fe como un encuentro personal con Jesucristo que debe ser anunciado: “No se puede encontrar a Cristo y no darlo a conocer a los demás. Por tanto, no se guarden a Cristo para ustedes mismos. Comuniquen a los demás la alegría de su fe. El mundo necesita el testimonio de su fe, necesita ciertamente a Dios” (Mensaje a la juventud en Madrid), enseñándonos que el cristiano no se prepara para un fin de la vida, sino que la fe en Jesucristo prepara al creyente para un encuentro con Él. La entrega y vocación que encarnó en su misión, fue un gran testimonio para la Iglesia, ya que desde muy joven recibió encargos de gran responsabilidad, que, aunque nunca los esperó, los ejerció con generosidad, serenidad y humildad, pero también con seriedad y determinación, mostrando con ello que su único deseo siempre fue ser “un humilde servidor de la viña del Señor”, como lo afirmó el día que fue elegido Papa en el año 2005. Inició su servicio prominente en la Iglesia como asesor teológico del Concilio Vaticano II, brillando por su grandeza intelectual. Posteriormente fue Arzobispo de Munich y Frisinga (Alemania); Cardenal, Prefecto para la Doctrina de la Fe y decano del Colegio Cardenalicio. A pesar de su admirable capacidad intelectual, su humildad era lo que más brillaba en su persona. Fue claro e íntegro en sus declaraciones, habló de forma certera, denunciando desde el Evangelio los terribles males que aquejaban en su momento al mundo y a la fe cristiana. Su humildad fue gracias a la indiscutible confianza en el Señor, haciendo en todo la voluntad de Dios, que guio su ministerio desde el momento de su ordenación sacerdotal en el año 1951. Para la Iglesia ha sido una gran pérdida, un hombre de fe, que, desde su servicio eclesial y la producción intelectual, contribuyó para que el Evangelio de Jesucristo fuera comprendido en los diversos ámbitos en los que se mueve el ser humano. Ahora, en la gloria de Dios, hemos ganado un intercesor que pedirá al Señor, para que la Iglesia, en salida misionera, continúe su misión anunciando a Jesucristo. El Señor en su gran bondad y proveyendo lo mejor para su Iglesia, concede para cada tiempo los pastores eximios a la altura de las exigencias de las épocas, y desde los carismas que el Espíritu Santo infunde en ellos, sirven oportunamente para seguir guiando la Iglesia, en medio de muchas tormentas que la intentan derrumbar. Damos gracias a Dios por la vida y testimonio de Su Santidad, el Papa emérito Benedicto XVI, y nos unimos en oración constante con toda la Iglesia Universal, para que esté gozando de la gloria de Dios que predicó con fe y que explicó con la razón a través de sus escritos. Pidamos al Señor que siga guiando a la Iglesia por caminos de fe, esperanza y caridad, de manera que todos nos sintamos protegidos por la gracia de Dios y así, caminemos juntos, en salida misionera, como hijos de Dios, en el Proceso Evangelizador de nuestra Diócesis, hasta que lleguemos un día a gozar de la plenitud de Dios en su gloria. Que la Santísima Virgen María y el glorioso Patriarca san José, alcancen del Señor todas las gracias y bendiciones necesarias, para que practicando la enseñanza que nos ha dejado el Papa emérito Benedicto XVI, podamos crecer en santidad y nos preparemos también nosotros un día no para un fin de nuestra vida, sino para un encuentro con el Señor. En unión de oraciones, reciban mi bendición. + José Libardo Garcés Monsalve Obispo de la Diócesis de Cúcuta

Sáb 7 Ene 2023

Un delicado compromiso

Se ha conocido la respuesta que la Conferencia Episcopal de Colombia ha dado a la mesa de diálogo entre el Gobierno Nacional y el grupo guerrillero ELN y en la cual acepta ser acompañante de la misma. Allí se designa al Padre Héctor Fabio Henao y a los arzobispos Omar Alberto Sánchez Cubillos, de Popayán, y Darío Monsalve Mejía, emérito de Cali, como representantes de la Iglesia en esa mesa. Acepta, pues, la Iglesia una tarea muy delicada pues este grupo violento, el ELN, ha sido y sigue siendo de un radicalismo que, no solo ha causado mucho dolor y muchas muertes a lo largo y ancho del país, sino que también se caracteriza por una gran incapacidad de empatía con los propósitos de paz y esfuerzos en el mismo sentido que se han hecho ya varias veces. Para la Iglesia, la colaboración en las tareas de construir la paz dondequiera sea necesario, hace parte natural de la misión recibida de su divino fundador, Jesucristo. Alabó él mismo a quienes trabajan por la paz. Y amplia es la experiencia que, a través de sacerdotes, obispos, religiosos y religiosas, comunidades de fe, se tiene para abordar esta nueva misión. Sin duda alguna, la Iglesia católica, en cada uno de sus pastores y en sus instituciones, sigue siendo como un oasis o un punto de encuentro en la dura realidad colombiana y al cual pueden acudir todos los que quieran en busca de construir una nueva nación, caracterizada por la justicia y el respeto de los derechos de todos los ciudadanos. En este sentido, lo que puede ofrecer la Iglesia, además de su experiencia y capacidad de escucha, es su autoridad moral y su sincero deseo de una paz para todos. Pero si la historia violenta del ELN es muy difícil de lidiar, no menos lo será el descubrir la posición real, profunda y a largo plazo que tiene el gobierno actual. En la opinión pública, en los ciudadanos de bien, hay una gran preocupación por la forma más bien blanda y condescendiente con que se está mirando y tratando a muchos actores violentos como, por ejemplo, la llamada ´primera línea’, el Clan del Golfo –narcotraficantes puros- y quedaría la impresión de que gozarán de mayor atención que los reclamos de la gran mayoría de los ciudadanos pacíficos y trabajadores del país. Para nadie es un secreto que la inclinación política del actual gobierno es de corte revolucionario y que en esa ideología se trata de subvertir todo orden establecido y no debe haber lugar a engaños. A cada afirmación del gobierno actual hay que buscarle su verdadera intención. Le corresponde, entonces, a los representantes de la Iglesia católica, es decir de todos los bautizados y no solo de la Conferencia Episcopal, tener una clara conciencia, en primer lugar, de su misión en favor de la paz, como lo manda el Evangelio y las muchas ingratitudes e incomprensiones que esto conlleva. Pero también una gran clarividencia acerca de en medio de quienes estarán sentados y cuáles son los verdaderos objetivos que buscan y si en realidad y en el fondo son diferentes. Ojalá todo sea para el bien, no de unos pocos, que es como últimamente se toman decisiones en el país, sino de toda la nación, de la totalidad de los ciudadanos y del territorio y, asimismo, que las atrocidades cometidas no queden impunes porque quedaría el mismo sinsabor que ha dejado el proceso con las Farc, en el cual lo más inhumano ha quedado bajo el manto del olvido. Mucho tiene por hacer en esta nueva tarea el Espíritu Santo. Fuente: Oficina Arquidiocesana de Comunicaciones de Bogotá

Vie 23 Dic 2022

¡Dios, hogar y dignidad humana!

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - Llega la Navidad de cada año, nueve meses después de unas anunciaciones misteriosas a una pareja nazaretana, hebrea, de estrato uno o dos, sometidos a la sociedad esclavista y al imperio romano, al judaísmo y al nomadismo que dictan los poderosos del establecimiento. Se trata de María, una joven que ya está desposada con José, pero aún no se ha completado el tiempo para celebrar como esposos sus bodas. Los dos se ven en apuros ante la elección divina para “semejante ministerio”, de maternidad sin concurso de varón y de esponsalidad con una mujer en gestación de otra autoría. Pero traducen su apuro en un SÍ desde la fe y asumen como esposos la misión de brindarle un hogar a Dios en las genealogías humanas. Nace un niño en improvisada pensión de ganados, entre el rumiar de un buey y el rebuzne de una mula. Un excluido, un descartado, un destechado, pero de descendencia davídica y de origen misterioso, como invasor de tierras, como huésped no buscado, que pidió lugar y aunque “existía desde el principio, y todo fue hecho por Él”, “se hizo carne y acampó entre nosotros”. El universo, especialmente el Occidente de la tierra, concentra su mirada en este pesebre, que contabiliza los calendarios en un antes y después de Cristo, así vivamos sin que Cristo sea el centro, el eje, el núcleo y la potencia que mueva vidas e historias, pueblos y culturas. Aunque Navidad parezca sólo un mero pretexto para poner luces que esconden defraudaciones presupuestales, o músicas y tiernas letras que esconden villanías y llantos, la bondad del trigo que Dios sembró al encarnarse en toda naturaleza humana, y la armonía impresa al universo todo, puede brillar en cada Noche de Navidad. En este contexto de la Noche Buena y del Nacimiento del Dios hecho hombre, de la Palabra hecha vida y de la vida hecha luz de los hombres, surgen tres verdades que la humanidad no debería separar, porque se auto destruye si no las mantiene en sana armonía: DIOS, HOGAR Y DIGNIDAD HUMANA. Dios es Amor. La Navidad, la Cruz, la Resurrección y Pentecostés con sus lenguas de fuego, nos hacen sabernos amados, desposados, habitados y habitantes de una casa común, con el mismo idioma del amor que vence diversidades y distancias. Jesús es el milagro de la intimidad solidaria de Dios con cada ser humano. Es la dicha de una Presencia que transforma en divina compañía el vacío de lo humano. Dios se hace hombre en el hogar de los esposos, formando una familia, un hogar de fe, de amor y de vida. Este hogar de Jesús lo forman esposos que se saben amados de Dios y que se aman entre ellos, para cumplir juntos una misión, un ministerio confiado por Dios. Son esposos abiertos a la estabilidad de su relación, a la exclusividad de su intimidad y a la fecundidad que comunica y protege la vida. Forman un hogar típico e ideal, que es el pesebre eterno de Dios, el hogar de Belén y Nazaret. Quizás los caminos no sean siempre los mismos de la pareja humana, pero toda persona, toda vida humana, necesita nacer, crecer y estar en un hogar de amor, de respeto y de generoso compartir. Todos ellos son los “hogares de Dios”. Desde ellos se construye la gran familia humana, la de los que “no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios”, como dice hoy el prólogo de San Juan. ¡Y la dignidad humana! Proclama la Navidad que Dios incluye en su Amor a todos. Y se hace hombre, pobre y solidario en el dolor y con la causa de la justicia en cada área de la vida, para elevar a todo ser humano a la excelsa dignidad de hijo de Dios, de heredero victorioso, a un nivel superior al de los mismos ángeles, como declara la lectura de Hebreos. ¡Ningún ser humano sin dignidad reconocida, sin derechos cumplidos, sin deberes y oportunidades abiertas al crecimiento del alma y al ensanchamiento del corazón, a la construcción de una humanidad igualitaria y unida desde sus identidades y diversidades. Solo esta trilogía inseparable garantizará la armonía entre Dios y la Humanidad, este compartir humano divino, y este compartir fraterno y ambiental, que profetiza bellamente la Noche y el Día de las Navidad! + Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo emérito de Cali

Mar 20 Dic 2022

Navidad sinodal

Por: Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - Durante el año 2022 hemos sido convocados por el Papa Francisco a apropiarnos de un estilo particular de vida que es la sinodalidad. Si partimos del significado de la palabra sínodo, que es “caminar juntos”, el tiempo de adviento y de navidad recogen buena parte de sus características, pues son días en los que la familia se reúne, los sectores en los barrios y comunidades territoriales se congregan, y en las parroquias se promueve el rezo de la novena de preparación para el nacimiento del Niño Dios en la que participan fieles de todas las edades. La sinodalidad implica estar juntos, caminar juntos, tener sentimientos comunes, mirar el futuro con esperanza, porque sabemos que está siempre en las manos de Dios. Pero este año estos tiempos litúrgicos llegan en contextos históricos muy complejos. A nivel mundial, incrementos de acciones bélicas, guerra entre Rusia y Ucrania que no termina, etc. A nivel local también estamos pasando por situaciones de aumento de la pobreza, de la violencia y de la incertidumbre en buena parte de la población. Esto puede hacer pensar que no hay motivos para celebrar el adviento y la navidad. Por el contrario, el adviento habla de esperanza. Para el que tiene fe, las situaciones de adversidad pasarán. Esperamos los cielos y tierra nuevos que se nos han prometido, por lo que no podemos dejar de vivir plenamente este tiempo, que finalmente, es tiempo de gracia. Y para vivir mejor el adviento, que nos prepara para la navidad, es necesario volver a casa, restablecer los vínculos rotos, ser solidarios con los pobres y acompañar a los que están o se sienten solos. Es la manera como la sinodalidad se vuelve acto concreto. Son los sentimientos de gozo que se comparten y hacen posible que los tristes recobren la alegría, y los que anidan en sus corazones la desesperanza reconozcan que Dios no ha abandonado a su pueblo. La invitación es clara: ¡a vivir en su auténtico significado el adviento y la navidad! Dios, que por amor asume nuestra condición humana, y nace en el portal de Belén, haga posible que los sueños y anhelos que tenemos se cumplan. Los invito a vivir el adviento y la navidad 2022 en clave de sinodalidad, para que escuchemos la voz de la Iglesia y para que escuchemos también lo que el Espíritu nos dice. Para ello, la Arquidiócesis publica el texto de las reflexiones para la novena de navidad de este año. Otra forma de vivir la sinodalidad es sentir que vale la apena dar gracias. ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, él ser humano para darle poder?, dice el salmo 8. ¿Quiénes somos nosotros para que Dios se haga hijo de hombre, y se “abaje”, asumiendo nuestra condición humana? En realidad, no somos nada, no merecemos tan grande distinción. Dios, en su infinita misericordia, nos envió a su Hijo para que tuviéramos vida. Esa es la navidad. Por esto no nos queda sino dar gracias a Dios y con el coro de los ángeles, glorificar por siempre a Dios y suplicar de él su paz. Esos sentimientos de gratitud son los que tenemos en la Arquidiócesis por la vida y el ministerio de Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía, quien nos ha acompañado por más de doce años, poniendo al servicio de esta Iglesia particular de Cali toda su persona y todo su ser. Esta edición de la Voz católica quiere ser un signo más del aprecio y gratitud al arzobispo saliente. Baste solo con que cada uno de los lectores haga un recuento de las experiencias vividas con Mons. Darío, para descubrir como el Señor ha hecho grandes maravillas a través de su persona. Como su sucesor, me llena de satisfacción haber podido compartir con él más de ocho años de ministerio episcopal en Cali, por lo que puedo dar fe de sus desvelos, de su entrega, de su persistencia, de su amor de Iglesia y de la incansable búsqueda para hacer de Cali un pueblo que camine de la mano de Dios y que se comprometa a sanar heridas y vivir en paz. Ni las dificultades, ni las limitaciones propias del ministerio, ni los fracasos en algunos proyectos emprendidos, ni los inexorables años que llegan le quitaron la alegría de saberse servidor, pastor y guía. Con toda la comunidad arquidiocesana, damos gracias a Dios por su vida y la obra que realizó en medio de nosotros. Imploramos sobre él su abundante bendición. + Luis Fernando Rodríguez Velásquez Arzobispo de Cali

Vie 16 Dic 2022

“La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1, 14)

Por: Monseñor José Libardo Garcés Monsalve - Estamos próximos a comenzar la Novena de Navidad que nos prepara para celebrar el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, que viene a darnos la salvación: “Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros y hemos visto su gloria” (Jn 1, 14), que nos da la luz para no tropezar en las tinieblas del mal y el pecado. Jesús se nos presenta como la estrella que guía nuestros pasos en el caminar de la vida, para que lleguemos un día a contemplar la gloria de Dios. Las reflexiones navideñas tienen como tema principal el lema del trabajo pastoral para el 2023 que nos dice: “Caminemos juntos”, iluminados por la pregunta del profeta Amós: “¿Caminan acaso dos juntos, sin haberse puesto de acuerdo”? (Am 3, 3), que nos ayudará a fortalecer el “encuentro con Jesucristo” desde la fe, la esperanza y la caridad, como pilares importantes que debemos fortalecer en este tiempo de gracia que el Señor nos concede y que nos lleva a consolidar los vínculos familiares, en ambiente de oración que nos pone en relación directa con Nuestro Señor Jesucristo, que viene a nuestro encuentro a habitar en medio de nosotros, hasta llevarnos un día a participar de su gloria. En el itinerario de vida cristiana de nuestras familias, tenemos el recurso de contemplar a Jesús que nace en la familia de Nazaret, para traernos la paz, dejándonos transformar por la gracia de Dios que sana nuestros corazones y nuestros hogares y de esa manera caminemos juntos, celebrando la vida, con ánimo renovado y con la esperanza puesta en el Señor. Así lo expresa el Documento de Aparecida cuando afirma: “En el seno de una familia, la persona descubre los motivos y el camino para pertenecer a la familia de Dios. De ella recibimos la vida, la primera experiencia del amor y de la fe. El gran tesoro de la educación de los hijos en la fe consiste en la experiencia de una vida familiar que recibe la fe, la conserva, la celebra, la transmite y testimonia” (DA 118). Con estas palabras de Aparecida reconocemos el valor de la fe en la vida familiar, que nos permite crear ambientes sanos y fraternos, ayudados por la comunidad de creyentes que es la Iglesia, que celebra con gozo el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, que se ha hecho hombre, para abrirnos caminos de conversión y que de esa manera caminemos juntos, celebrando la vida; fortalecidos por la gracia de Dios, dando testimonio del perdón la reconciliación y la paz en la familia, recibiendo al pie del pesebre el regalo más grande que nos trae Jesús. Al prepararnos para la Navidad tengamos presente la necesidad de crecer en la fe en el Señor Jesús, fortalecer la esperanza en Él y vivir la caridad personal y comunitariamente. Interioricemos durante este tiempo el mensaje concreto que el Señor nos ofrece en su Palabra, para recibir su perdón y crecer en la reconciliación y la paz que sostiene nuestra vida personal y familiar. Los animo a valorar el hogar como lugar de encuentro con Dios y con los hermanos, haciendo de la reunión familiar para la Novena de Navidad, un espacio donde brille la gracia y la presencia de Dios, tal como nos lo enseña Aparecida cuando dice: “Creemos que ‘la familia es imagen de Dios que, en su misterio más íntimo no es una soledad, sino una familia’. En la comunión de amor de las tres Personas divinas, nuestras familias tienen su origen, su modelo perfecto, su motivación más bella y su último destino” (DA 434). Navidad es celebrar el encuentro con Jesucristo, que viene a nosotros y se queda para iluminar nuestros pasos por el camino del perdón, la reconciliación y la paz, invitándonos a comunicar la Buena Nueva del Evangelio. Que el gozo de la Navidad, en donde contemplamos a Jesús entre nosotros, nos mueva a reflexionar y a buscar nuevas maneras de ser solidarios, para continuar en el año venidero participando con entusiasmo en la construcción de una sociedad más fraterna y que caminemos juntos, celebrando la vida en comunión, participación y misión, escuchando juntos, en familia, al Espíritu Santo. A todos les auguro que el Niño Jesús los colme de bendiciones en esta Navidad que vamos a celebrar y les deseo un año nuevo 2023, lleno de muchas gracias del Señor, para que recibamos el perdón de Dios que viene a nuestros corazones, invitándonos a perdonar a los hermanos, para vivir reconciliados y en paz con todos y que en familia caminemos juntos celebrando la vida y abrazando la Cruz del Señor fortalecidos por la gracia de Dios, podamos ser instrumentos de paz para muchos hermanos nuestros. Que la Santísima Virgen María, madre de la Paz y el glorioso Patriarca san José, custodio del niño Jesús, alcancen del Señor la gracia de vivir este tiempo en la espera gozosa del Señor. En unión de oraciones, reciban mi bendición + José Libardo Garcés Monsalve Obispo de la Diócesis de Cúcuta