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evangelio

Lun 13 Feb 2017

Amemos a quienes nos hacen daño y amemos mucho

Hoy debemos estar especialmente atentos y receptivos. Jesús nos va a dar su lección de amor máximo, de amor de infinitud divina, que a todos nos va a costar entender: nos dice que hay que amar a los enemigos. Dios es amor y el amor a los demás es la verdadera esencial del cristianismo, pero hoy el Maestro nos pide lo más difícil: amar a quienes nos hacen daño y mucho. Participemos con fe. Lecturas [icon class='fa fa-play' link=''] Primera lectura: Lv 19,1-2.17-18[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Salmo: 103(102),1-2.3-4.8+10.12-13 (R. 8a)[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Segunda lectura: 1Co 3,16-23[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Evangelio: Mt 5, 38-48[/icon] [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO BÍBLICO[/icon] ¡El punto de referencia de toda moral es el mismo Dios! Sed santos, porque yo, el Señor vuestro Dios, soy santo. Las prescripciones que se recogen en este capítulo 19 del Levítico, atañen a todo el pueblo. La santidad según la Escritura tiene un sentido más amplio que el uso que se hace en teología y en la espiritualidad. La santidad de Dios queda esclarecida cuando se realiza su proyecto. Y siempre tiene un sentido comunitario con consecuencias para la vida cotidiana y para la vida cultual. La santidad es uno de los atributos esenciales del Dios de Israel (Lv 11,44-45; 19,2; 20,7.26; 21,8; 22,32s). Pablo quiere reafirmar la unidad de la Iglesia amenazada seriamente en Corinto. La comunidad cristiana, cuerpo de Cristo (1Cor 12; Rm 12), es el verdadero templo donde habita la gloria de Dios y donde es colocada la nueva alianza. La escuela joánica interpreta las palabras de Jesús con motivo de la expulsión de los vendedores como el cuerpo glorioso de Cristo: Pero el templo del que hablaba Jesús era su propio cuerpo (Jn 2, 21). Por tanto, sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto. En este relato del evangelio, según san Mateo, Jesús sigue explicando a sus discípulos lo que significa, no sólo cumplir la Ley, sino darle plenitud. Les pone unos ejemplos fáciles de entender para ellos: la ley del talión permitía a los judíos el cobrarse el “ojo por ojo y diente por diente” a la hora de aplicar una venganza al enemigo que les había ofendido; pues bien, Jesús les dice que la perfección de esta ley va mucho más allá que el mero cumplimiento de la misma, y aconseja a sus discípulos que no sólo no se venguen, sino que traten a los que les han ofendido con benevolencia y hasta con generosidad. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO SITUACIONAL[/icon] El amor rompe la cadena del odio. En las civilizaciones mesopotámicas se estableció la Ley del Talión para evitar venganzas desmedidas. La venganza sería proporcional al daño recibido. Jesús, en cambio, propone el perdón absoluto. Amor y perdón, dos palabras claves en el mensaje de las lecturas de este domingo. Fáciles de pronunciar, pero difíciles de practicar. Amar a los que nos aman puede ser interesado. El mérito está en amar a aquél que no nos puede devolver el amor, e incluso a aquél que nos odia. El Levítico advierte al pueblo para que deje a un lado el odio, el rencor y la venganza. Llega incluso a decir que cada uno debe “amar al prójimo como a uno mismo”. Jesús no sólo habla de amor al prójimo, sino también de amor al enemigo. ¿Cómo voy a amar a quien me hace daño? ¿Pide Jesús algo imposible de practicar? Para hacer vida esta petición del Señor podemos hacer alusión a la Exhortación Apostólica del santo Padre Amoris Laetitia, cuando nos habla de la paciencia: “Tener paciencia no es dejar que nos maltraten continuamente, o tolerar agresiones físicas, o permitir que nos traten como objetos. El problema es cuando exigimos que las relaciones sean celestiales o que las personas sean perfectas, o cuando nos colocamos en el centro y esperamos que sólo se cumpla la propia voluntad (…) Esta paciencia se afianza cuando reconozco que el otro también tiene derecho a vivir en esta tierra junto a mí, así como es. No importa si es un estorbo para mí, si altera mis planes, si me molesta con su modo de ser o con sus ideas, si no es todo lo que yo esperaba.” (A.L 92) [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO CELEBRATIVO[/icon] El amor al enemigo es un amor que acaba con el enemigo, pero no con el hombre. Es la única fuerza que puede batirse cuerpo a cuerpo con el odio. Frente al enemigo se pueden adoptar varias actitudes: suponer que no es enemigo, imaginar que aquí no ha pasado nada y no tomarlo en cuenta, en cuyo caso todo seguirá igual; o enfrentarse al enemigo y responder a su agresión con las mismas armas, oponiendo odio al odio, en cuyo caso siempre vencerá el odio y caeremos en la espiral de la violencia; o, finalmente, y ésta es la actitud que nos pide Jesús, amar al enemigo y hacer bien a los que nos odian, conscientes de que el mejor bien que podemos hacer al enemigo es despojarlo de sus armas para ganarlo como hombre. Al rezar hoy el Padrenuestro no seamos hipócritas. Seamos sinceros al decir “perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Seamos comprensivos y compasivos como lo es Dios con nosotros. Sólo así nos daremos cuenta de que lo que parece imposible es posible. [icon class='fa fa-play' link='']Recomendaciones prácticas[/icon] Resaltar en cartelera la frase: “El Señor es compasivo y misericordioso”. Insistir en las palabras: amor, perdón, oración y hacer el bien. Hoy como acto penitencial al comienzo de la Misa se puede hacer el Rito para la Bendición y Aspersión con el agua, siguiendo el “Formulario I”, p. 1053 del Misal. Se puede utilizar Plegarias Eucarísticas: “De la Reconciliación II”, p. 508 del Misal. Motivar a la comunidad para que la oración del Señor sea orada de manera despacio y siendo conscientes especialmente de la súplica: “como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Enfatizar en el gesto de la paz. Que sea un momento vivido desde el corazón que lleve a la comunidad a fomentar la paz. Tener presente que esta semana, el miércoles 22, es la fiesta de la Cátedra de san Pedro, apóstol.

Jue 9 Feb 2017

"Tu Palabra, Señor, es la verdad y tu ley nuestra libertad"

Tu Palabra, Señor, es la verdad y tu ley nuestra libertad. Esta palabra que canta la ley del amor, llegue a cada corazón y señale a cada persona y a toda la comunidad su camino de esperanza y de fraternidad. Escuchemos. Lecturas [icon class='fa fa-play' link=''] Primera lectura: Is 58,7-10[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Primera lectura: Sir 15, 15-20[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Salmo: 119(118), 1-2.4-5.17-18.33-34 (R. cf. 33a)[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Evangelio: Mt 5,17-37 (forma larga) o Mt 5,20-22a.27-28.33-34a.37 (forma breve).[/icon] [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO BÍBLICO[/icon] El libro del Eclesiástico o Sirácide nos indicará la urgencia de vivir los mandamientos y de hacer de ellos un camino seguro para nuestra vida. La actitud del mundo frente a las normas siempre será polémica, pero los creyentes no podemos olvidar que Dios no nos ofrece los mandamientos como un código, son una amplia senda de esperanza que determina las relaciones con Dios y con los hermanos en clave de amor. El salmo 119, (118) que es el más largo de la Biblia, es un canto a la ley de Dios, pero es también un consejo prolongado y gozoso que invita al creyente a regular su vida con una ley de amor y de esperanza que se concreta en la fraternidad, en la convivencia, en la bondad. San Pablo sigue presentando su ministerio a una comunidad tan difícil como la de Corinto. Allí las actitudes del Apóstol y las instrucciones que da se convierten en un reto que contrasta con el caos moral que se vivía en aquella ciudad turbulenta, tan parecida a nuestro mundo de hoy. El Evangelio hace del Monte de las Bienaventuranzas un nuevo Sinaí, en el que Jesús no desbarata la ley sino que la clarifica la traduce en clave de misericordia, proponiéndole a aquellos testigos y a nosotros los actuales oyentes, que todo se renueva, que la ley de Dios se hace práctica y se entenderá ahora como la clave para la construcción de una sociedad que conviva en la armonía bajo el “dulce yugo” del amor. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO SITUACIONAL[/icon] Vivimos hoy una tentación dramática: el relativismo. Es, no sólo una tendencia nefasta que quiere y propone un mundo sin normas y sin referentes firmes, sino también una temible escuela de vida sin compromiso y de vida sin futuro. Jesús, con paciente alegría, va releyendo la Ley. Alaba su perfección pero propone su actuación en una vida ejemplaren la que la constante “pero yo os digo” nos indica que Jesús, lee la ley con los ojos de la misericordia y, como si fuera un músico que quiere hacer una interpretación magistral de un clásico, le da los acentos nuevos para que aparezca en todo su esplendor la inspiración de Dios-amor. La Ley de Dios es perfecta, pero el corazón humano la fue volviendo una carga terrible que, en tiempos de Jesús, era puesta sobre los débiles hombros del pueblo por los fariseos. Hoy podríamos caer en una situación semejante si no renovamos nuestra fe en el amor de Dios que nos llama a la perfección y a la santidad. La clave es el amor, la inspiración es el amor, la fuerza es el amor. El amor a Dios nos pide fidelidad a su intención y fidelidad al hacer de sus leyes un camino de esperanza que debe ser recorrido por todos en comunión y en esperanza. Jesús no cambia lo esencial, le da esencia amorosa y fiel a todo lo que Dios había dispuesto, purificando la voluntad de Dios de las añadiduras y componendas de los fariseos. Estamos ante el deber de conocer el amor de Dios y vivirlo, de hacer de la nueva ley, que es la misericordia, el mejor camino para encontrar al final de la vida la corona que Dios ha preparado para el que vive en su amor y en su presencia. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO CELEBRATIVO[/icon] El monte de las Bienaventuranzas es un nuevo Sinaí, en el que Jesús, quiere inscribir la ley del amor en nuestros corazones y no en lajas de piedra. Aceptemos el reto y hagamos de nuestra celebración una fiesta de esperanza en la que la ley de Dios es proclamada: la antigua celebrada con amor como camino que nos preparó para la nueva alianza, la ley iluminada por cristo, como sendero por el que la Iglesia ha de seguir caminando como “pueblo que tiene como meta el Reino y como ley el precepto del amor”, de lo que habla uno de los prefacios del Misal. [icon class='fa fa-play' link='']Recomendaciones prácticas[/icon] Resaltar la frase: «No he venido a abolir la Ley y los Profetas (…) sino a dar cumplimiento». Insistir en las palabras: ley, amor, justicia y misericordia. Para el acto penitencial de la Misa se puede seguir el Formulario 3, con la invitación “Jesucristo, el Justo, intercede…” y con la invocación para el Tiempo Ordinario II, p. 344 del Misal. Puede ser útil emplear la Plegaria Eucarística IV, con su prefacio propio, que nos recuerda la historia de amor fiel de Dios por su pueblo que culmina en la Pascua de Jesús y se prolonga en la vida de la Iglesia. Qué bueno fuera cantar en comunión el bello himno “Dios es amor” compuesto por De Roux y Briceño, tan común en los tiempos del congreso Eucarístico que presidió entre nosotros el Beato Paulo VI. .

Jue 2 Feb 2017

"Ustedes son la sal de la tierra y la luz del mundo"

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Mié 1 Feb 2017

Ser luz es aprender a imitar la actitud del profeta

La palabra del Señor siempre viva nos llama hoy al testimonio gozoso y al compromiso de ser luz y vida para todos. Que estas lecturas que se van a proclamar despierten en nosotros la llamada a iluminar el mundo con la luz de la fe. Escuchemos. Lecturas [icon class='fa fa-play' link=''] Primera lectura: Is 58,7-10[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Salmo: 112(111),4-5.6-7.8a+9 (R. 4a)[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Segunda lectura: 1Co 2,1-5[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Evangelio: Mt 5,13-16.[/icon] [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO BÍBLICO[/icon] ¿Qué dice la Escritura? Isaías nos propone nuestra vocación de luz. El profeta en esta tercera parte de su libro, está empeñado en que Israel recuerde el amor de Dios y descubra cómo la vida que ha recobrado necesita signos concretos de fidelidad a Dios que se reflejen en la opción por los que sufren. El Salmo 112 insiste en la luz. Se es luz y se ofrece luz cuando el que cree hace de su vida una oportunidad para mostrar que la justicia verdadera se traduce en amor generoso, en confiada esperanza, en amor entregado con piedad a los que nos necesitan. Pablo, en la confianza que refleja este pasaje, retrata la grandeza de su ministerio como un servicio a Cristo y como un compromiso con el Crucificado que es la expresión plena del amor de Dios. El Evangelio nos recuerda, como decíamos antes, nuestra vocación de luz, la llamada que hace Jesús al comienzo de su ministerio para que lo que acaba de ser anunciado en las bienaventuranzas haga de los creyentes el faro que ilumine al mundo y la sal que de sabor a la historia. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO SITUACIONAL[/icon] Acabamos de celebrar el 2 de febrero el recuerdo de la entrada de Jesús al templo, en el que se proclamaba a Cristo como “lumen Gentium”, luz de las gentes. El mundo en el que vivimos necesita de una presencia más viva y más activa de los creyentes. Hemos de ser los abanderados de la justicia, los signos vivos de la misericordia, la expresión concreta del amor de Dios que Jesús proclamaba como bienaventuranza el domingo pasado. Ser luz hoy es aprender a imitar la actitud del profeta, del apóstol, del salmista, que preparan la alegría del evangelio, anunciando al pueblo que camina en tinieblas que el que quiera ser fiel a Dios tiene que ser un signo de esperanza, una señal segura de vida y de fe para todos. Cada vez es más urgente que en un país en conflictos constantes y en incertidumbres evidentes, la fe sirva de orientación, el creyente sea como un faro que, en medio de la tormenta, le asegura a la nave que se estremece en la tempestad, la cercanía del puerto seguro. Ser sal es aprender que la vida humana, tantas veces insípida, cuando no amargada, necesita el sabor inconfundible que le puede aportar el que es fiel a Dios y traduce su fidelidad en compromiso misericordioso con el que sufre, con el que requiere compañía, con el que ha perdido la esperanza. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO CELEBRATIVO[/icon] Convendría recordar este domingo la reciente fiesta de la luz del dos de febrero, para que cada uno sienta que la luz que ese día recibió junto a María, la Madre del Salvador, siga encendida y reflejada en una vida de fe y de compromiso. Es urgente recordar que en el Bautismo, se nos dio la luz, y que, también, en otro tiempo, se ponía un poco de sal en los labios del bautizado para recordarle su vocación de luz y de fe, para comprometerlo a formarse en la fe para ser testigo vivo del amor y de la vida de Dios. [icon class='fa fa-play' link='']Recomendaciones prácticas[/icon] Que los cantos hablen de ser luz y de la misión profética del creyente. En muchas comunidades se está iniciando la catequesis. Recordar que es misión de todos ser luz y ser sal de la tierra, mediante el compromiso con todos y con el testimonio de una fe que tiene raíces, pero que también da frutos. Sería oportuno utilizar el Prefacio Dominical I: «Misterio Pascual y pueblo de Dios», p. 383 del Misal, por recordar que fuimos llamados por Dios de las tinieblas a su luz admirable, para proclamar ante el mundo sus maravillas. Recordar que esta semana: Del lunes 6 al viernes 10 de febrero se llevará a cabo la CII Asamblea Plenaria del Episcopado Colombiano. Tener presente en as oraciones a los Señores Obispos, pidiendo por el éxito de la Asamblea y el bien de la Iglesia que peregrina en Colombia. El sábado 11 de febrero, es la memoria libre de Nuestra Señora de Lourdes y se celebra la Jornada Mundial del Enfermo.

Vie 27 Ene 2017

Jesucristo, rostro humano de Dios y divino del hombre

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Lun 23 Ene 2017

Las bienaventuranzas nos revelan el amor de Dios

Con frecuencia oímos hablar de planes, de proyectos o de metas. Hoy la Escritura Sagrada nos indica el programa de vida del cristiano que es el de las bienaventuranzas. Pongamos toda la atención del corazón a la proclamación de la Palabra de Dios, pues en ella encontraremos la “lámpara que guía nuestros pasos” (Sal 118,105). Lecturas [icon class='fa fa-play' link=''] Primera lectura: So 2,3; 3,12-13[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Salmo: 146(145), 6c-7.8-9a.9bc-10 (R. Mt 5,3a)[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Segunda lectura: 1Co 1,26-31[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Evangelio: Mt 5,1-12a[/icon] [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO BÍBLICO[/icon] ¿Qué dice la Escritura? Hoy escuchamos, en la primera lectura, un pasaje bien conocido del profeta Sofonías. En una época dura y compleja de la vida del pueblo de Israel, cuando aparece muy cercana la perspectiva del exilio, el Señor promete un “resto fiel” que buscará al Señor con humildad y confianza. Así se introduce la figura teológica de los pobres de Yavé, que no se refiere a una clase sociológica, sino a aquellos que siguen con sencillez y humildad los caminos del Señor, que guardan sus mandamientos, que hacen depender toda su vida del amor del Señor. La misma realidad se celebra en el Salmo que, justamente, recuerda, como en un cántico sin término, las acciones de Dios a favor de los pobres en el espíritu. También el trozo que hemos escuchado de la carta a los Corintios recoge la línea veterotestamentaria que ya hemos señalado, aplicada a una comunidad cristiana. La vida en Cristo no puede fundarse en glorias o conquistas humanas, sino en el amor y misericordia de Dios que nos ha escogido. Se habla, además, del modo de proceder de Dios, en ocasiones desconcertante, porque elige lo débil, lo que no cuenta. Bien sabemos que el pasaje evangélico de San Mateo que se lee hoy en la liturgia, el de las Bienaventuranzas, introduce el llamado Discurso de la Montaña, en el que se anuncia el Reino de Dios, su identidad, su dinámica y sus exigencias. Las palabras de Jesús, que sin duda desconciertan, se refieren al modo de actuar de Dios y, de modo especialísimo, hablan del mismo Cristo en cuya vida y mensaje se refleja cada una de las bienaventuranzas. ¿Qué me dice la Escritura? Como María, en su visita a Isabel, la Iglesia debe lograr la comprensión del modo de ser y de actuar de Dios: “Él derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos…” (Lc 1, 46ss.). Sólo los humildes y sencillos, los que pertenecen al resto que Dios se ha elegido, así como los describe el profeta Sofonías, pueden descubrir el misterio de la acción misericordiosa de Dios. Lo afirma el mismo Cristo en su alabanza al Padre: “…has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla” (Lc 10,21). Dios nos ofrece la felicidad verdadera, la que no se acaba y la que no se compara con la aparente dicha que nos dejan algunas cosas del mundo. En efecto, las bienaventuranzas hacen evidente un nuevo orden, aquel que surge del plan de Dios; las bienaventuranzas nos revelan el amor de Dios, su voluntad salvífica, lo que pasa en cada persona cuando acepta el reinado de Dios en su vida. Hay que tener presente que las bienaventuranzas no proclaman una especie de resignación y de pasividad frente al sufrimiento. La dicha no está en llorar, sino en el consuelo que se recibe de Dios; no está en sufrir, sino en heredar la tierra; no está en tener hambre y sed de justicia, sino en quedar saciado. ¿Qué me sugiere la Palabra para decirle a la comunidad? Si queremos encontrar la felicidad verdadera, la que el Señor nos promete, tenemos que vivir en el espíritu de las Bienaventuranzas. El Papa Francisco nos decía en una de sus homilías: “Si alguno de ustedes hace la pregunta: ¿Qué hay que hacer para convertirse en buen cristiano?, aquí tenemos la respuesta de Jesús que nos indica tan ‘contracorriente’ respecto a lo que habitualmente se hace en el mundo”. El mismo Santo Padre afirmaba: “las bienaventuranzas son el programa de vida del cristiano”. Hay que invitar a nuestras comunidades a hacer de las bienaventuranzas no sólo el programa de cada persona, sino también el itinerario de fe y de práctica de la acción evangelizadora. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO SITUACIONAL[/icon] Si miramos a nuestro alrededor, observaremos que cada vez más se impone, con fuerza destructora, un estilo de vida que etiqueta como triunfadores o vencedores a los que ostentan el poder, el tener y el placer. Y muchas dinámicas sociales sirven a estos propósitos. El Señor nos propone un ideal bien distinto: el de aceptar su reinado en nuestra vida, el de asemejarnos a Cristo, el de encontrar la dicha en su amor y misericordia. Las bienaventuranzas deben representar para cada uno y para la comunidad un desafío permanente: el de buscar la felicidad en las cosas del Señor, confiarnos totalmente en su amor, ver las cosas como Dios las ve, aceptar su reino y seguirlo fielmente. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO CELEBRATIVO[/icon] La Eucaristía es la fuente y cumbre de la vida cristiana; en ella escuchamos la Palabra que nos anima y recibimos el alimento que nos fortalece para caminar hacia la eterna bienaventuranza. Pidamos de manera especial en esta celebración que podamos ser testigos del Reino de Dios, o lo que es igual, que nuestra vida cristiana sea ejemplo vivo de la validez de las bienaventuranzas. [icon class='fa fa-play' link='']Recomendaciones prácticas[/icon] Convendría hacer una cartelera con la frase: “Dichosos los que tienen espíritu de pobres”. La Plegaria eucarística de hoy pudiera ser la de para diversas circunstancias 4: «Jesús, que pasó haciendo el bien», p. 529 del Misal, por destacar la cercanía de Jesús con los pequeños, pobres, enfermos, pecadores, oprimidos y afligidos. Tener presente que esta semana, el jueves 2 de febrero, es la fiesta de la Presentación del Señor: Jornada Mundial de la Vida Consagrada. La liturgia propone un esquema sencillo de bendición de los cirios y con procesión o sin ella, antes de comenzar la eucaristía. Recordar que del lunes 6 al viernes 10 de febrero se llevará a cabo la CII Asamblea Plenaria del Episcopado Colombiano. Tener presente en las oraciones a los Señores Obispos, pidiendo por el éxito de la Asamblea y el bien de la Iglesia que peregrina en Colombia.

Jue 19 Ene 2017

Cristo es la Luz del mundo

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Lun 16 Ene 2017

¡Gozo, alegría, esperanza y unidad!

Las lecturas en este día nos hablan de gozo, de alegría, de esperanza, de luz grande para los pueblos, de unidad. Todo ello es expresión de la salvación que sólo Dios nos puede ofrecer. Deseosos de recibir estos dones, escuchemos con atención lo que nos dice el Señor. Lecturas [icon class='fa fa-play' link=''] Primera lectura: Is 8,23b - 9,3 [/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Salmo: 27(26),1.4.13-14 (R. 1a)[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Segunda lectura: 1Co 1,10-13.17[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Evangelio: Mt 4,12-23 (forma larga) o Mt 4,12-17 (forma breve)[/icon] [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO BÍBLICO[/icon] ¿Qué dice la Escritura? La primera lectura, del profeta Isaías, nos trae un oráculo de esperanza. El Señor anuncia el gozo, la alegría y la libertad, después de un período cargado de desolación, guerra y división. La imagen más elocuente tiene que ver con el contraste entre la oscuridad y la luz; y se llega a esta última sólo por la acción salvífica de Dios. En la misma línea, el salmo 26 nos habla de la acción de Dios con imágenes vivas: “El Señor es mi luz y mi salvación,…es la defensa de mi vida”. Es un salmo de confianza, que invita a esperar en el Señor con gozo y con ánimo decidido. La segunda lectura es una invitación a la unidad. La hace el apóstol Pablo a una comunidad en la que ha penetrado con fuerza la contraposición entre diversas facciones: “unos de Pablo, otros de Apolo, otros de Pedro”. Por eso, habla de los peligros de las divisiones y del sectarismo. Frente a ellos, la conciencia clara debe ser que Cristo no está dividido. La escena evangélica nos presenta tres momentos del inicio del ministerio público de Jesús: Una introducción teológica de este ministerio, el llamado a la conversión y la elección de los discípulos. Podemos decir que esta imagen de apertura a la misión de Cristo contiene, en sí mismo, la alegría del Evangelio, es la inauguración del reinado de Dios que se acoge con la conversión del corazón. ¿Qué me dice la Escritura? La Palabra hoy nos pone delante la alegría del Evangelio, el gozo de la acción salvífica del Señor, así como la luz y la libertad que sólo encontramos en él. Frente a este acontecimiento mesiánico único y maravilloso, el Señor nos pide una actitud de acogida; ¿cómo? En primer lugar, con el reconocimiento de la luz que disipa las tinieblas; ver esa luz grande. Esta imagen tiene mucha fuerza en las lecturas de hoy. Cristo es la luz del mundo, lo dirá él mismo (cf. Jn 8,12); y continuará: “el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”. En segundo lugar, es una exigencia responder con la confianza puesta absolutamente en él. No nos salvará nadie más, hay que esperar totalmente en la bondad y en la misericordia del Señor. Y, en tercer lugar, respondemos con la conversión de nuestra vida. Acoger el reinado de Dios es volver realmente a él, orientados por el atractivo de su gracia. En una palabra, como lo sugiere el Evangelio, se trata de ser sus discípulos y misioneros. ¿Qué me sugiere la Palabra para decirle a la comunidad? ¡Qué hermosos son los pies del mensajero que anuncia la paz! (cf. Is 52,7) Como lo hace la Palabra, que es viva y eficaz, debemos presentar a nuestras comunidades el gozo, la alegría, la salvación, la libertad que provienen del amor de Dios. Recordemos que el Papa Benedicto XVI nos insistía en el atractivo y belleza del Evangelio. Esta Buena Nueva es luz y es roca firme. Pero también, es necesario que hagamos conscientes a nuestras comunidades de lo que significa acoger el reinado de Dios en nuestra vida, para experimentar la alegría del Evangelio. El llamado que Jesús hace a los discípulos lo hace también hoy a cada uno y a la comunidad. Es la misma invitación de Aparecida, la cual debe resonar hoy con renovado vigor: “Formación de los discípulos misioneros, para que nuestros pueblos en él tengan vida”. Sí; en el discipulado misionero podemos vivir la promesa salvífica del Señor. No se puede olvidar finalmente, la invitación a la unidad que nos ha hecho San Pablo. El discipulado no solo es vocación sino también con-vocación. Las divisiones, las rivalidades, el sectarismo impiden o retrasan la tarea de la Evangelización. Sólo podremos ser testigos de la alegría del Evangelio cuando estamos unidos. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO SITUACIONAL[/icon] La Palabra nos debe impulsar en este día hacia esa luz que encontramos en la Buena Nueva. Sin duda que también hemos pasado y aun experimentamos el poder de las “sombras” en muchas situaciones. Nuestras familias, nuestras comunidades, nuestro país, sólo podrán salir de la oscuridad avanzando hacia la luz que es Cristo. Pero también hemos de darnos cuenta de la insistencia en la formación de los discípulos misioneros. No es una cuestión sólo de cursos o de conocimientos académicos, sino de una experiencia del encuentro con el Señor. Hay que acoger el Reino de Dios. Y para ello tenemos que escuchar el llamado a la conversión. Hoy nos tenemos que preguntar ¿qué pasos hemos de dar?, ¿cómo acogemos mejor la luz de Dios?, ¿qué conversión nos pide el Señor? Y hay una insistencia particular: vivir la unidad. Hay que acabar con todas las rivalidades, las divisiones, los grupismos y los sectarismos. No debe haber ni motivos ni espacios en la Iglesia para luchar unos contra otros. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO CELEBRATIVO[/icon] La Eucaristía es el banquete de la unidad; ella edifica la comunidad eclesial. En este domingo hemos de pedir al Señor que nos fortalezca en la unidad, de modo que superemos todas las divisiones y rivalidades; también porque en ella está la fuerza de la Evangelización, según la afirmación del mismo Señor: “Que todos sean uno para que el mundo crea” (Jn 17,21). [icon class='fa fa-play' link='']Recomendaciones prácticas[/icon] Insistir en la imagen más elocuente que presenta la liturgia de la Palabra para este día, y que tiene que ver con el contraste entre la oscuridad y la luz; y se llega a esta última sólo por la acción salvífica de Dios. Se podría colocar en cartelera la frase: “El Señor es mi luz y mi salvación”. Pudiera sugerirse la Plegaria Eucarística IV, con su prefacio propio, p. 456 del Misal, ya que presenta un sumario de la historia de la salvación. Tener presente que esta semana, el miércoles 25, es la fiesta de la Conversión de san Pablo, apóstol.