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monseñor josé libardo garcés

Sáb 11 Mar 2023

Caminemos juntos en la acción catequética

Por: Monseñor José Libardo Garcés Monsalve -El Proceso Evangelizador de la Iglesia que estamos desarrollando en estas entregas editoriales, nos pone hoy a reflexionar sobre la acción catequética, que está prevista en la evangelización para “los que optan por el Evangelio y para los que necesitan completar o reestructurar su iniciación” (Directorio General para la Catequesis #49), esto quiere decir un proceso de formación continuo que está al servicio de la profesión de fe. Quien encuentra a Jesucristo siente en su corazón un deseo intenso por conocerlo más íntimamente manifestando su cercanía y celo por el Evangelio, haciéndose su discípulo (cfr. DC, 2020, 34). Esta condición de discípulo que el creyente va desarrollando es lo que pone en acción el proceso de la catequesis, que consiste en el crecer de la fe con la perseverancia que brota del amor vivo y entrañable por la persona, el mensaje y la palabra de Nuestro Señor Jesucristo, que tiene sus raíces en el primer anuncio y el ‘kerygma’ propios de la acción misionera. Así lo expresa el Papa Francisco cuando afirma: “Hemos redescubierto que también en la catequesis tiene un rol fundamental el primer anuncio o kerygma, que debe ocupar el centro de la actividad evangelizadora y de todo intento de renovación eclesial. El kerygma es trinitario Es el fuego del Espíritu que se dona en forma de lenguas y nos hace creer en Jesucristo, que con su muerte y resurrección nos revela y nos comunica la misericordia infinita el Padre. En la boca del catequista vuelve a resonar siempre el primer anuncio: Jesucristo te ama, dio la vida para salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada día para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte. Esto es lo que hay que volver a anunciar de una forma o de otra a lo largo de la catequesis, en todas sus etapas y momentos” (Evangelii Gaudium #164). Esto quiere decir que la catequesis no es un acto aislado en el proceso evangelizador de la Iglesia, sino que tiene sus raíces en el primer anuncio propio de la acción misionera, que se enriquece con una formación continua, orgánica y sistemática que propicia un auténtico seguimiento de Jesucristo y ayuda al crecimiento en la fe cristiana. “La catequesis es una formación básica, esencial, centrada en lo nuclear de la experiencia cristiana, en las certezas básicas de la fe y en los valores evangélicos fundamentales. La catequesis pone los cimientos del edificio espiritual del cristiano, alimenta las raíces de su vida de fe, capacitándole para recibir el posterior alimento sólido en la vida ordinaria de la comunidad cristiana” (DGC #67), de esta manera la catequesis ejerce “tareas de iniciación, de educación y de instrucción” (DGC #68). La acción catequética no es un acto aislado sino parte de un proceso que conecta muy bien con la acción misionera, que llama a la fe y con la acción pastoral, que la nutre continuamente, avivando el crecimiento de la adhesión a Jesucristo y comunicándolo en una acción pastoral concreta, donde el cristiano se convierte en un auténtico misionero, haciéndolo capaz de vivir la vida cristiana en un estado de conversión, como transformación de la vida en Cristo y luego transmitirla a los otros, ya que “dicha acción catequética no se limita al creyente individual, sino que está destinada a toda la comunidad cristiana para apoyar el compromiso misionero de la evangelización. La catequesis también fomenta la inserción de los individuos y de la comunidad en el con-texto social y cultural, ayudando a la lectura cristiana de la historia y promoviendo el compromiso social de los cristianos” (DC, 2020, 73). De aquí se desprende que la acción catequética en la vida del cristiano no es algo circunstancial u ocasional, para recibir la primera comunión o la confirmación, sino que está al servicio de la educación permanente en la fe y por eso se relaciona con todas las dimensiones de la vida cristiana que deben tener su centralidad en Jesucristo reconociendo que “en el centro de todo proceso de catequesis está el encuentro vivo con Cristo. El fin definitivo de la catequesis es poner a uno no sólo en contacto sino en comunión, en intimidad con Jesucristo: sólo Él puede conducirnos al amor del Padre en el Espíritu y hacernos partícipes de la vida de la Santísima Trinidad. La comunión con Cristo es el centro de la vida cristiana y, en consecuencia, el centro de la acción catequética” (DC, 2020, 75). En este sentido tenemos que proponernos entre todos revisar nuestros procesos de catequesis para los sacramentos de iniciación cristiana, que se convierten en muchos casos en simples requisitos de unos pocos meses para recibir un sacramento y nunca más volver a la Iglesia a seguir profundizando en la fe, desdibujando de esa manera la vida cristiana y sacramental. Tenemos que volver a “catequesis orientada a formar personas que conozcan cada vez más a Jesucristo y su Evangelio de salvación liberadora, que vivan un encuentro profundo con Él y que elijan su estilo de vida y sus mismos sentimientos, comprometiéndose a llevar a cabo, en las situaciones históricas en las que viven, la misión de Cristo, es decir el anuncio del Reino de Dios” (DC, 2020, 75). Con esta reflexión los convoco a todos a seguir profundizando en la acción catequética, como parte esencial del Proceso Evangelizador de la Iglesia, que hace madurar la conversión inicial y ayuda a los cristianos a dar un significado pleno a su propia existencia, educándolos en la mentalidad de fe conforme al Evangelio, hasta que gradualmente lleguen a sentir, pensar y actuar con los sentimientos de Cristo. Que la Santísima Virgen María y el glorioso Patriarca san José, alcancen del Señor todas las bendiciones y gracias para que caminemos juntos en la acción catequética, para formar muchos discípulos misioneros del Señor entusiasmados con el anuncio gozoso del Evangelio. En unión de oraciones, caminemos juntos, viviendo nuestra vocación. +​​​​​Monseñor José Libardo Garcés Monsalve Obispo de la Diócesis de Cúcuta

Mié 22 Feb 2023

Caminemos juntos con el Proceso Evangelizador de la Iglesia

Por: Monseñor José Libardo Garcés Monsalve - Jesús cuando convocó a sus discípulos en Galilea, les encomendó la tarea evangelizadora, haciendo que la Iglesia desde el principio se identifique con esta misión: “vayan y hagan discípulos a todos los pueblos y bautícenlos para consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, enseñándoles a poner por obra todo lo que les he mandado. Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el final de los tiempos” (Mt 28, 16-20), recibiendo este mandato como su vocación esencial, porque “evangelizar constituye la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de Cristo en la Santa Misa, memorial de su muerte y resurrección gloriosa” (Evangelii nuntiandi #14). La Iglesia tiene el mandato de llevar a todo el mundo la Magnífica Noticia del acontecimiento que cambia la historia del ser humano y de la sociedad. Cada persona cuando recibe el anuncio de Jesucristo y responde con la conversión, que significa transformación de la propia vida en Cristo, renueva no solamente su vida personal, sino que todo el entorno donde vive comienza a ser iluminado por la gracia, porque el Reino de Dios llega con toda su fuerza para transformar el mundo: “El plazo se ha cumplido. El Reino de Dios está llegando. Conviértanse y crean en el Evangelio” (Mc 1, 15). El mensaje es el mismo, pero los contextos cambian y por eso los desafíos para evangelizar necesitan evangelizadores con mucho fervor e ímpetu misionero, que sigamos sin desfallecer en la misión encomendada por Jesús, con la certeza que Él está con nosotros todos los días hasta el final de los tiempos (cfr. Mt 28, 20), de tal manera que, se nos pide ser instrumentos dóciles a la gracia de Dios, poniendo toda la confianza únicamente en Él y dejándonos iluminar cada día por el Espíritu Santo, que con sus dones, nos va capacitando para esta tarea que es de Dios, pues “no habrá nunca Evangelización posible sin la acción del Espíritu Santo” (EN 75). La Iglesia siempre actúa con el poder del Espíritu Santo y se ha dejado renovar por Él. Toda la acción pastoral debe ser dócil a la moción y luz del Espíritu Santo, ya que es Él quien orienta y renueva la misión evangelizadora en la Iglesia. Para dejar obrar el Espíritu Santo en la vida de la Iglesia, es necesario asumir en serio el llamado a la conversión: “conviértanse y crean en el Evangelio” (Mc 1, 15), que significa el retorno a Dios, el cambio de mentalidad, es decir transformación de la vida en Cristo, hasta llegar a decir con san Pablo: “Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal 2, 20), dando testimonio de su proceso de conversión, afirmando: “Para mí la vida es Cristo” (Flp 1, 21). En nuestra Diócesis de Cúcuta queremos dejarnos iluminar por el Espíritu Santo, siguiendo el Proceso Evangelizador que la Iglesia ha aplicado desde siempre para evangelizar. Somos conscientes del mandato de Jesús, de ir por todas partes a anunciar el Evangelio, y por eso queremos poner en práctica con la mayor fidelidad posible ese mandato misionero de Jesús, con la certeza que todo tiene que brotar de una oración constante, de rodillas frente al Santísimo Sacramento, para poder tener el discernimiento suficiente que nos impulse al acompañamiento de todas las personas, para que puedan crecer en el fe, la esperanza y la caridad y perseveren en la gracia de Dios, siempre con la confianza puesta en Él. Siguiendo la enseñanza de la Iglesia en su magisterio, vamos a continuar con el desarrollo del Plan de Evangelización de la Diócesis de Cúcuta, inspirado en el proceso por el que la Iglesia, movida por el Espíritu Santo, anuncia y difunde el Evangelio en todo el mundo, de tal manera que, impulsada por la caridad, impregna y transforma a toda la sociedad, dando testimonio entre las gentes de la nueva manera de vivir en Cristo, proclamando explícitamente el Evangelio mediante el primer anuncio que llama a la conversión; iniciando en la fe y la vida cristiana mediante la catequesis a los que se convierten a Jesucristo, alimentando la fe de los fieles mediante la Eucaristía y la caridad y suscitando permanentemente a la misión, anunciando a Jesucristo con palabras y obras (cfr. Directorio General para la Catequesis #48). De esa manera, en fidelidad a Jesucristo y la Iglesia, con renovado fervor pastoral y en salida misionera, nos disponemos a fortalecer el proceso evangelizador, que según lo sintetiza el Directorio General para la Catequesis del año 1997, “está estructurado en etapas o momentos esenciales: La acción misionera para los no creyentes y para los que viven en la indiferencia religiosa; la acción catequética para los que optan por el Evangelio y para los que necesitan completar o reestructurar su iniciación; y la acción pastoral para los fieles cristianos ya maduros, en el seno de la comunidad cristiana. Estos momentos no son etapas cerradas, ya que tratan de dar el alimento evangélico más adecuado al crecimiento espiritual de cada persona o de la misma comunidad” (DGC 49, cfr. DGC, 2020, 31-35). Al avanzar en este nuevo año pastoral, los convoco para que “caminemos juntos”, dejándonos orientar por la luz del Espíritu Santo que ilumina nuestros pasos y nos saca de la oscuridad que deja el mal y como fruto del seguimiento de Cristo, alimentados por la Eucaristía, brote un caudal de caridad en nuestra Diócesis, que nos permita hacer presente el mandamiento del amor, que sea luz para muchos que viven en las tinieblas del pecado. Que nuestra caridad sea la voz de Dios para que muchas personas amen a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismos. El camino para crecer y salvarse es vivir plenamente la vida de Jesucristo en la familia y en la parroquia. Hagamos de nuestras familias y ambientes parroquiales lugares de fe, esperanza y caridad que nos lleven a la salvación y que orienten la vida de muchas personas con la luz de Cristo que ilumina nuestra vida. En unión de oraciones, “caminemos juntos, renovando nuestra fe”. + José Libardo Garcés Monsalve Obispo de la Diócesis de Cúcuta

Vie 16 Dic 2022

“La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1, 14)

Por: Monseñor José Libardo Garcés Monsalve - Estamos próximos a comenzar la Novena de Navidad que nos prepara para celebrar el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, que viene a darnos la salvación: “Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros y hemos visto su gloria” (Jn 1, 14), que nos da la luz para no tropezar en las tinieblas del mal y el pecado. Jesús se nos presenta como la estrella que guía nuestros pasos en el caminar de la vida, para que lleguemos un día a contemplar la gloria de Dios. Las reflexiones navideñas tienen como tema principal el lema del trabajo pastoral para el 2023 que nos dice: “Caminemos juntos”, iluminados por la pregunta del profeta Amós: “¿Caminan acaso dos juntos, sin haberse puesto de acuerdo”? (Am 3, 3), que nos ayudará a fortalecer el “encuentro con Jesucristo” desde la fe, la esperanza y la caridad, como pilares importantes que debemos fortalecer en este tiempo de gracia que el Señor nos concede y que nos lleva a consolidar los vínculos familiares, en ambiente de oración que nos pone en relación directa con Nuestro Señor Jesucristo, que viene a nuestro encuentro a habitar en medio de nosotros, hasta llevarnos un día a participar de su gloria. En el itinerario de vida cristiana de nuestras familias, tenemos el recurso de contemplar a Jesús que nace en la familia de Nazaret, para traernos la paz, dejándonos transformar por la gracia de Dios que sana nuestros corazones y nuestros hogares y de esa manera caminemos juntos, celebrando la vida, con ánimo renovado y con la esperanza puesta en el Señor. Así lo expresa el Documento de Aparecida cuando afirma: “En el seno de una familia, la persona descubre los motivos y el camino para pertenecer a la familia de Dios. De ella recibimos la vida, la primera experiencia del amor y de la fe. El gran tesoro de la educación de los hijos en la fe consiste en la experiencia de una vida familiar que recibe la fe, la conserva, la celebra, la transmite y testimonia” (DA 118). Con estas palabras de Aparecida reconocemos el valor de la fe en la vida familiar, que nos permite crear ambientes sanos y fraternos, ayudados por la comunidad de creyentes que es la Iglesia, que celebra con gozo el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, que se ha hecho hombre, para abrirnos caminos de conversión y que de esa manera caminemos juntos, celebrando la vida; fortalecidos por la gracia de Dios, dando testimonio del perdón la reconciliación y la paz en la familia, recibiendo al pie del pesebre el regalo más grande que nos trae Jesús. Al prepararnos para la Navidad tengamos presente la necesidad de crecer en la fe en el Señor Jesús, fortalecer la esperanza en Él y vivir la caridad personal y comunitariamente. Interioricemos durante este tiempo el mensaje concreto que el Señor nos ofrece en su Palabra, para recibir su perdón y crecer en la reconciliación y la paz que sostiene nuestra vida personal y familiar. Los animo a valorar el hogar como lugar de encuentro con Dios y con los hermanos, haciendo de la reunión familiar para la Novena de Navidad, un espacio donde brille la gracia y la presencia de Dios, tal como nos lo enseña Aparecida cuando dice: “Creemos que ‘la familia es imagen de Dios que, en su misterio más íntimo no es una soledad, sino una familia’. En la comunión de amor de las tres Personas divinas, nuestras familias tienen su origen, su modelo perfecto, su motivación más bella y su último destino” (DA 434). Navidad es celebrar el encuentro con Jesucristo, que viene a nosotros y se queda para iluminar nuestros pasos por el camino del perdón, la reconciliación y la paz, invitándonos a comunicar la Buena Nueva del Evangelio. Que el gozo de la Navidad, en donde contemplamos a Jesús entre nosotros, nos mueva a reflexionar y a buscar nuevas maneras de ser solidarios, para continuar en el año venidero participando con entusiasmo en la construcción de una sociedad más fraterna y que caminemos juntos, celebrando la vida en comunión, participación y misión, escuchando juntos, en familia, al Espíritu Santo. A todos les auguro que el Niño Jesús los colme de bendiciones en esta Navidad que vamos a celebrar y les deseo un año nuevo 2023, lleno de muchas gracias del Señor, para que recibamos el perdón de Dios que viene a nuestros corazones, invitándonos a perdonar a los hermanos, para vivir reconciliados y en paz con todos y que en familia caminemos juntos celebrando la vida y abrazando la Cruz del Señor fortalecidos por la gracia de Dios, podamos ser instrumentos de paz para muchos hermanos nuestros. Que la Santísima Virgen María, madre de la Paz y el glorioso Patriarca san José, custodio del niño Jesús, alcancen del Señor la gracia de vivir este tiempo en la espera gozosa del Señor. En unión de oraciones, reciban mi bendición + José Libardo Garcés Monsalve Obispo de la Diócesis de Cúcuta

Vie 2 Dic 2022

Preparémonos para la venida del Señor

Por: Monseñor José Libardo Garcés Monsalve - Comenzamos un nuevo Año Litúrgico con el Tiempo de Adviento que posee una doble característica, en primer lugar, es el tiempo de preparación a la Navidad, solemnidad que conmemora la primera venida del Hijo de Dios en la carne, cuando Jesús se hace uno de nosotros, “y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1, 14); y es a su vez, el momento que hace que todos dirijamos la atención a esperar el segundo advenimiento de Cristo, un tiempo de esperanza, por la llegada del momento en que participaremos de la gloria de Dios, en el encuentro con el Señor cara a cara. Desde el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo y el regreso al Padre en la gloriosa Ascensión al Cielo, tenemos la certeza que Él siempre está con nosotros y camina con nosotros, “sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el final de los tiempos” (Mt 28, 20). Esta certeza ha acompañado a la Iglesia a lo largo de toda su historia y en cada celebración de la Navidad, vuelve a resonar en nuestro corazón, al prepararnos paso a paso para la segunda venida del Señor. De la presencia permanente del Señor, debemos sacar un impulso renovado en la vida cristiana, con el deseo interior de caminar desde Cristo y con Cristo, en un proceso de conversión constante que es transformación de la vida en Él y que renovamos con alegría y fervor interior al comenzar este Tiempo de Adviento, como preparación para que Jesús siga naciendo en nuestro corazón. Todo el trabajo pastoral y la evangelización que realizamos a lo largo del año, tiene como objetivo hacer que Jesús se quede en el corazón de muchas personas, para que al celebrar su nacimiento en cada corazón, cada creyente tenga un nuevo nacimiento para tener la vida eterna, porque “el que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios” (Jn 3, 3), de tal manera que, el proyecto pastoral tiene a Jesucristo como centro a quien “hay que conocer, amar e imitar, para vivir en Él la vida trinitaria y transformar con Él la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celeste” (‘Novo Millennio Ineunte’ #29), que preparamos en este Tiempo de Adviento cantando con entusiasmo “ven Señor Jesús” (1 Cor 16, 20). El Hijo de Dios que se hizo hombre por amor al ser humano, sigue realizando su obra en nosotros, por eso tenemos que disponer el corazón para convertirnos en testigos de su gracia y también ser instrumentos de ese don para los demás. Prepararnos para celebrar la Navidad, es contemplar a Jesús que nos invita una vez más a ponernos en salida misionera: “Vayan pues y hagan discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28, 19). El mandato misionero nos introduce en el misterio mismo de la Encarnación, invitándonos a tener el fervor y el ardor para comunicar ese mensaje, así como lo hicieron los primeros cristianos. Para ello, tenemos la certeza que contamos con la fuerza del mismo Espíritu que fue enviado en Pentecostés y que nos entusiasma hoy a comunicar el mensaje de salvación, animados por la esperanza en Jesucristo que lo trasforma y lo renueva todo. Comenzamos un tiempo del año, en el que vamos a estar muy saturados por lo que el comercio ofrece para preparar la Navidad, que termina por opacar y desdibujar el verdadero sentido del Adviento como preparación para celebrar el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo. Contemplemos en cada una de estas semanas a Jesús, que viene a salvarnos, abramos el corazón a la gracia de Dios y dispongámonos con un corazón limpio a celebrar este tiempo, como un momento de gracia para caminar con Cristo, siguiéndolo a Él que es Camino, Verdad y Vida, que nos lleva hasta el Padre (cf. Jn 14, 6). Por otra parte, este Tiempo de Adviento nos invita a detenernos desde el silencio del corazón a captar la presencia de Dios en nuestra vida y la importancia de la gracia de Dios que habita en nuestros corazones, que es luz para nuestras vidas que no todos perciben, pero que los cristianos reconocemos como la luz de Cristo que ilumina nuestros corazones. Tendremos muchas luces externas en este tiempo, que iluminan las calles y las casas, pero no dejemos apagar la luz de Jesucristo que quiere iluminar el camino de cada uno, para vivir caminando desde Cristo, sin las tinieblas del mal y del pecado. Como creyentes en Cristo, nosotros tenemos la misión de ser reflejo de la luz de Cristo, que iluminó la noche de Belén donde nació Jesús como “Luz del mundo” (Jn 8, 12) y nos pidió que fuéramos luz para los pueblos, “ustedes son la luz del mundo” (Mt 5, 14), cumpliendo el mandato misionero que será posible si nos abrimos a la gracia que nos trae este Tiempo de Adviento y nos hace hombres nuevos en Jesucristo Nuestro Señor, que está con nosotros todos los días hasta el final de los tiempos (cf. Mt 28, 20), mientras que anhelamos la segunda venida del Señor. Que la Santísima Virgen María, Madre de la Esperanza y el glorioso Patriarca san José, custodio del Niño Jesús, alcancen del Señor la gracia de vivir este tiempo en la espera gozosa del Señor. Agradecidos, sigamos adelante. En unión de oraciones, reciban mi bendición. + José Libardo Garcés Monsalve Obispo de la Diócesis de Cúcuta

Jue 22 Sep 2022

La misión de la Iglesia es anunciar la Palabra de Dios

Por: Mons. José Libardo Garcés Monsalve - Avanzamos en este mes de septiembre que en sus comienzos ha estado dedicado a orar por la paz, recibirla en el corazón como don de Dios y llamados a trasmitirla a nuestros hermanos, y ahora seguimos con esa intención, reforzando nuestro compromiso con la escucha atenta de la Palabra de Dios, con el llamado que nos hace la Iglesia y nuestra Diócesis de Cúcuta a reflexionar sobre el contenido de las Escrituras en la próxima Semana Bíblica para la que nos preparamos, que fortalecerá el Proceso Evangelizador de la Iglesia Particular, que este mes tiene como lema: “El amor todo lo puede, sigamos adelante”. El llamado insistente que el Papa Francisco nos sigue haciendo es el fortalecimiento en la Iglesia de la conciencia misionera, que es el mandato de Jesucristo desde los orígenes: “Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos y bautícenlos para consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, enseñándoles a poner por obra todo lo que les he mandado. Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el final de los tiempos” (Mt 28, 19-20), como una invitación a compartir la fe con los hermanos, que hoy se hace realidad en nuestra Iglesia particular que está en salida misionera y desea transmitir la Palabra de Dios por todas partes. La misión de la Iglesia es anunciar la Palabra de Dios a tantas personas que no conocen a Jesús, para ello, el Papa Francisco lo recuerda como la tarea prioritaria de la Iglesia: “quiero recordar ahora la tarea que nos apremia en cualquier época y lugar, porque no puede haber auténtica evangelización sin la proclamación explícita de que Jesús es el Señor, y sin que exista un primado de la proclamación de Jesucristo en cualquier actividad de evangelización” (EG 110), que está contenido en la Palabra de Dios y por esta razón, la fuente de la predicación y la evangelización se encuentra en las Sagradas Escrituras, que contienen la fuente de nuestra salvación. La Evangelización es tarea de la Iglesia, entendiendo aquí el llamado a todos los bautizados a trasmitir el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo a los demás, porque ese tesoro que se recibe no puede quedar escondido, hay que comunicarlo a otros para que también tengan la alegría de conocer a Jesús. Así nos lo enseñó el Papa Benedicto XVI en ‘Verbum Domini’: “No podemos guardar para nosotros las palabras de vida eterna que hemos recibido en el encuentro con Jesucristo: son para todos. Toda persona de nuestro tiempo, lo sepa o no, necesita de este anuncio. El Señor mismo, suscita entre los hombres nueva hambre y sed de las palabras del Señor. Nos corresponde a nosotros la responsabilidad de transmitir lo que, a su vez, hemos recibido por gracia” (VD 91). Con esto, todos los cristianos entendemos que la misión de la Iglesia de transmitir la Palabra de Dios, no puede ser algo opcional, ni un agregado a nuestra vida de fe, esperanza y caridad, sino que es el núcleo de nuestro ser de cristianos que estamos llamados a comunicar como prioridad en nuestra vida, pues se trata de participar en la vida y misión de la Iglesia, escuchando la voz del Espíritu Santo que nos ilumina la manera como debemos comunicar hoy a Nuestro Señor Jesucristo. Se hace necesario para los cristianos redescubrir cada vez más la prioridad y la urgencia de anunciar la Palabra de Dios, para que el Reino de Jesucristo llegue y crezca en todos los corazones y familias de nuestras comunidades cristianas. Esta tarea corresponde a cada uno de nosotros, así lo repite el Papa Benedicto XVI cuando afirma que “la misión de anunciar la Palabra de Dios es un cometido de todos los discípulos de Jesucristo, como consecuencia de su bautismo. Ningún creyente en Cristo puede sentirse ajeno a esta responsabilidad que proviene de su pertenencia sacramental al Cuerpo de Cristo. Se debe despertar esta conciencia en cada familia, parroquia, comunidad, asociación y movimiento eclesial. La Iglesia como misterio de comunión, es toda ella misionera y, cada uno en su propio estado de vida, está llamado a dar una contribución incisiva al anuncio cristiano” (VD 94). Con este llamado que hace Benedicto XVI a todos a participar en la misión de la Iglesia de trasmitir la Palabra de Dios por todas partes, invito a todos los bautizados, familias, parroquias, comunidades cristianas, asociaciones y movimientos apostólicos de nuestra Diócesis de Cúcuta a redoblar los esfuerzos por la evangelización y cada uno desde su carisma y don que ha recibido del Espíritu Santo se ponga en salida misionera, para transmitir la fe a otros que no conocen a Jesús, porque “la actividad misionera representa aún hoy día el mayor desafío para la Iglesia y la causa misionera debe ser la primera” (EG 15). Como cristianos comprometidos sigamos en salida misionera, anunciando la Palabra de Dios por todas partes. Que esta Semana Bíblica (del 25 de septiembre al 2 de octubre) que vamos a vivir juntos, sea un momento especial de gracia para interiorizar la Palabra de Dios, conocer y amar más a Jesucristo y comunicarlo a nuestros hermanos, incluyendo a aquellos que no lo conocen o lo rechazan abiertamente. Que la Santísima Virgen María y el glorioso Patriarca san José, alcancen del Nuestro Señor Jesucristo el fervor misionero para cumplir con la misión de la Iglesia de anunciar la Palabra de Dios por todas partes. En unión de oraciones, reciban mi bendición. + José Libardo Garcés Monsalve Obispo de la Diócesis de Cúcuta

Dom 4 Sep 2022

Emisora VOX DEI de la Diócesis de Cúcuta llega renovada al público

Después de un largo trabajo, gracias a la Fundación Papal (The Papal Foundation), a la Conferencia Episcopal Italiana y a la Providencia Divina, la Emisora Vox Dei culminó el proyecto de modernización que fue impulsado hace un par de años por el noveno obispo de la Diócesis de Cúcuta, monseñor Víctor Manuel Ochoa Cadavid. Al llegar monseñor José Libardo Garcés Monsalve como décimo obispo de esta Iglesia Particular, se terminaron de concretizar acciones, y este jueves 1 de septiembre, impartió la bendición de la renovación de los estudios y los equipos, en un acto protocolario que tuvo como invitados a monseñor Óscar Urbina Ortega, fundador de la emisora; los sacerdotes del Consejo de Gobierno diocesano; las autoridades civiles y militares de Cúcuta y Norte de Santander; aliados comerciales; y coordinadores de los programas radiales; a quienes el obispo de Cúcuta presentó a la Emisora Vox Dei, como “una emisora al servicio de la comunidad y del Evangelio, del anuncio gozoso de Nuestro Señor Jesucristo”, cuyo fin no es económico, porque es un instrumento al servicio del pueblo de Dios. Desde la distancia, monseñor Víctor Manuel Ochoa Cadavid, obispo Castrense de Colombia, envió un mensaje de comunión para los medios de comunicación diocesanos y para esta Diócesis, por la que asegura sentir un gran afecto y a la que aún acompaña con su oración. “Puse todo el empeño para la modernización de nuestro transmisor de 10 KW RD S digital que ha mejorado y potenciado grandemente la señal; también la modernización de los estudios... Mis felicitaciones de corazón para la Diócesis de Cúcuta… Queremos poner a Jesucristo en el corazón, en la vida, en cada actuación de nuestra Iglesia y la llamo “nuestra”, porque sigo afectivamente unido a ustedes y les ofrezco mi oración y cariño”. Mons. Víctor Ochoa. El director del Centro de Comunicaciones de la Diócesis de Cúcuta, el presbítero Diego Eduardo Fonseca Pineda, dio unas palabras a los asistentes y a quienes siguieron la transmisión del evento en vivo (redes sociales y la emisora), donde a través de un breve repaso, detalló lo que ha sido la historia de esta herramienta de la evangelización y lo que significa para esta zona de frontera que a través de los años ha enfrentado diversas y difíciles realidades. Lea aquí el discurso completo. El brindis estuvo a cargo del fundador de la emisora, monseñor Óscar Urbina, quien relató la historia de cómo nació este medio de comunicación y cómo san José fue proveyendo lo necesario para que la Frecuencia de la Esperanza y la Paz, fuese un hecho. Como dato curioso, la emisora que se compró, perteneció a protestantes; desde un diálogo que sostuvo monseñor Óscar Urbina con un padre de la Conferencia Episcopal Italiana, hasta gestiones en Colombia, se fue materializando el proyecto de una emisora que respondiera al clamor de los fieles bautizados por un medio de comunicación que cultivara los valores cristianos en la región. Finalmente, monseñor Urbina aseguró que cuando una institución cumple años de existencia y permanece fuerte, esto tiene “una gran validez” y significa “un gran futuro”. En octubre de este año, el Centro de Comunicaciones de la Diócesis de Cúcuta celebra el aniversario de los medios diocesanos, entre ellos, la Emisora Vox Dei cumpliendo 17 años, siendo el instrumento de evangelización radial de Norte de Santander, construyendo una sociedad reconciliada y en paz. Fuente: Centro de comunicaciones Diócesis de Cúcuta

Vie 6 Mayo 2022

Con 112 graduandos finaliza en Cúcuta cuarto curso de ‘Medios de vida sostenible’

El proyecto ‘Medios de vida sostenible’ de la Diócesis de Cúcuta que capacita en modistería, confección y costura básica, a migrantes venezolanos y colombianos retornados, graduó su cuarta promoción, gracias al apoyo de Adveniat. El pasado sábado 30 de abril se realizó la ceremonia de graduación, donde 112 graduandos recibieron de manos del Obispo de esta Iglesia Particular, Monseñor José Libardo Garcés Monsalve, el diploma que certifica que cumplieron satisfactoriamente las 160 horas del curso, en las instalaciones del Centro de Formación Beato Luis Variara. Monseñor aseguró que son muchas “cabezas de hogar”, las personas que han aprovechado la oportunidad de recibir una formación adecuada, y que hoy día les permiten tener su propio emprendimiento o mejores posibilidades laborales. Por su parte, Walter Antelís, coordinador del proyecto, manifestó que esta iniciativa “ha revolucionado” la visión de muchos migrantes, quienes encontraron en la Iglesia Católica que peregrina en la jurisdicción eclesiástica de Cúcuta, el apoyo necesario para “resarcir sus sueños” y buscar la mejor manera de llevar el sustento a sus hogares. Con esta cuarta promoción, ya son 320 los beneficiarios de ‘Medios de vida sostenible’; en esta ocasión, de los 112 graduandos seis fueron hombres, que se animaron a instruirse en el arte de la modistería. Fuente: Centro de comunicaciones de la Diócesis de Cúcuta

Lun 28 Mar 2022

San José, maestro de la escucha

Por: Mons. José Libardo Garcés Monsalve - Hemos celebrado la solem­nidad de san José, patrono de la Iglesia Universal, de nuestra Diócesis y de varias ins­tituciones de nuestra Iglesia Par­ticular. Son muchas las virtudes que hemos reflexionado sobre la figura de san José, pero en este momento lo vamos a considerar como maestro de la escucha. San José escuchó todo lo que Dios le pedía y en el silencio de su vida lo pudo realizar, en una acti­tud obediente a la voluntad de Dios. El Evangelio nos presenta a san José en silencio, sin embar­go, toda su vida es una escucha atenta de la llamada del Señor, con corazón abierto y disponible para todo lo que Dios le pide. San José escuchando en silencio supo contemplar el misterio del plan de Dios, que se hizo hombre como nosotros, para perdonarnos y lle­varnos a la vida eterna. El Papa Francisco ha convocado a la Iglesia Universal a participar del sínodo, que tiene como lema: “Por una Iglesia sinodal: comu­nión, participación y misión”, haciendo énfasis en la necesidad de la escucha de unos para con otros, realidad tan difícil de con­cretizar en una sociedad del ruido, de los afanes, del individualismo y la ansiedad, que impide arrodi­llarse en silencio a escuchar; en primer lugar, la Palabra de Dios que nos guía, nos orienta y nos ilumina, pero también escuchar al otro, que necesita una escucha atenta, compasiva y misericordio­sa, capaz de mirar el dolor ajeno y hacerlo propio. Escuchar significa hospedar al otro en el propio co­razón, y por eso la escucha es una puesta en práctica de la caridad, es la obra de caridad más necesa­ria, sencilla y eficaz en el momen­to presente. El ambiente familiar hoy necesita muchos espacios de escucha, el esposo que escuche a la esposa, la esposa que escuche al esposo, y como padres escuchen a los hijos, estos también escuchen a sus pa­dres y juntos escuchen al Espíritu Santo, para descubrir entre todos la voluntad de Dios, de tal mane­ra que en el hogar no prevalece el que más grite, maltrate o alce la voz, sino quien sea capaz de permanecer en silencio escuchan­do al otro, sin pedir muchas razones y explicaciones, sino hospedando al próji­mo en la propia vida, para compartir juntos las alegrías y las tris­tezas, los aciertos y desaciertos del diario vivir. San José con una fe firme nos en­seña a escuchar la voz de Dios, con la disposición de la obedien­cia a su voluntad y con gran doci­lidad, a su Palabra. La misión que se le confiaba no era fácil de en­tender en el momento, sin embar­go, con la simplicidad de su vida interior, supo contemplar al Señor y obedecer sus mandatos desde una vida silenciosa. San José que vivió en silencio fue el primero en escuchar la Palabra. Al respecto San Juan Pablo II en ‘Redempto­ris Custos’ (Custodio del Reden­tor) afirma: “El clima de silencio que acompaña a todo cuanto concierne a la figura de José se extiende también a su trabajo de carpintero en su casa de Nazaret. Se trata de un silencio que revela de manera especial el perfil in­terior de esta figura. Los Evan­gelios hablan exclusivamente de lo que José ‘hizo’, pero permite descubrir en estas ‘acciones’, envueltas en el silencio, un clima de profunda contemplación del misterio de Dios” (RC 25). Este silencio es contemplativo del misterio de Dios, que como luz ilumina a todo ser humano, por eso san José habló más con el si­lencio que con las palabras, él que conoce su misión, la cumple totalmente y está completamen­te atento y presente para hacer la volun­tad de Dios, en una actitud de obedien­cia sin límites. San José el hombre de la fe, de la disponibili­dad, de la obedien­cia y de la entrega de sí mismo para realizar los pla­nes de Dios y servir a la humani­dad, es modelo en nuestro camino de vida cristiana y en mostrar con el ejemplo de vida el Evangelio a todos los que nos encontramos ca­minando juntos en la misión que cumplimos. Desde el primado de la Gracia de Dios y de la vida interior en cada uno, san José enseña la sumisión a Dios, como disponibilidad para dedicar la vida de tiempo com­pleto a las cosas que se refieren al servicio del Señor, logrando ha­cer su voluntad, desde el ejercicio piadoso y devoto a las cosas del Padre Celestial, que ocupaban el tiempo del niño Jesús, desde que estaba en el templo en medio de los doctores de la ley escuchándo­los y haciéndoles preguntas (Cf. Lc 2, 46 - 49). Ser cristiano hoy teniendo como modelo a san José, es vivir la fe sin buscar protagonismos, vivir la esperanza con la confianza pues­ta en Dios, aún en los momentos de dolor, saber estar como Ma­ría al pie de la Cruz, esperando la promesa de la salvación y vi­vir en cada momento la caridad como amor total a Dios, en quien vivimos, nos movemos y existi­mos, también amando al prójimo en una entrega de total donación y escucha, sobre todo a los más pobres, sencillos y humildes que están frente a nosotros. La Iglesia siempre ha mirado a María y a José como modelos y patronos, reconociendo que ellos, no sólo merecieron el honor de ser llamados a formar la familia en la que el salvador del mundo quiso nacer, sino que son el signo de la familia que Él ha querido reunir; la Iglesia sinodal: comunión, participación y misión. Que la contemplación de la figura de san José nos ayude a todos nosotros a ponernos en camino, dejando que la Palabra de Dios sea nuestra luz, para que así, encendido nuestro corazón por ella (Cf. Lc 24, 32), podamos ser auténticos discípu­los de Jesús y transformar la vida en Él, siguiéndolo como Camino, Verdad y Vida, en la acogida de la Palabra de Dios y en la escucha de unos para con los otros caminan­do juntos. Para todos, mi oración y mi bendición. + José Libardo Garcés Monsalve Obispo de la Diócesis de Cúcuta