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Padre Raúl Ortiz Toro

Mar 14 Mar 2023

CEC acogió diálogo interreligioso e intersectorial por la vida, la familia y la libertad religiosa

En la tarde de este lunes 13 de marzo, la sede de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC) en Bogotá fue escenario de encuentro para el desarrollo de un diálogo entre representantes de diferentes iglesias, sectores políticos y universidades del país que tienen como propósito fundamental aportar ideas para la construcción y presentación de proyectos de ley en materia de defensa de la vida, la familia y la libertad religiosa. El encuentro fue convocado por la Comisión Accidental creada con este enfoque en el Congreso de la República bajo la resolución 2815 del 19 de octubre de 2022. El Departamento de Promoción para la Unidad y el Diálogo (PUD) de la CEC, a través del padre Raúl Ortiz Toro, sirvió como facilitador de la reunión. También estuvieron presentes monseñor Luis Manuel Alí Herrera, Obispo auxiliar de Bogotá y Secretario General de la Conferencia Episcopal de Colombia y el padre Nelson Ortiz Rozo, director del Departamento de Matrimonio y Familia, así como del Departamento de Promoción y Defensa de la vida. Los temas de la agenda legislativa que más preocupan a los participantes Uno de los objetivos específicos del espacio consistía en identificar puntos de interés común en la agenda legislativa del país para fundamentarlos en investigación técnica, científica y académica con el fin de presentar proyectos de ley pertinentes en esta materia con el concurso de dicha comisión. En este sentido, temas como la protección de la objeción de conciencia que incluya no solo a médicos sino también a enfermeras y personal administrativo, los focos de interés en el Plan Nacional de Desarrollo, la Ley de Sometimiento y la necesidad de impulsar leyes que protejan a la mujer con embarazos en crisis o inesperadas, cobraron un protagonismo especial en la discusión. Unir esfuerzos en la recolección de firmas para el Referendo Provida Otro de los tópicos abordados durante la reunión fue el Referendo Provida, mecanismo de participación ciudadana a través del cual se busca recolectar al menos dos millones de firmas válidas que permitan consultar a los colombianos la modificación de tres artículos de la Constitución Política para proteger a los bebés por nacer, velar por la objeción de conciencia y garantizar que en el país no exista el derecho al aborto o a la interrupción voluntaria del embarazo. Proceso para el cual el Consejo Nacional Electoral ha extendido el plazo hasta el próximo 15 de abril. Al respecto, se ha hecho énfasis en la necesidad de seguir sumando esfuerzos que permitan alcanzar la meta. Las necesidades de articulación De acuerdo con el padre Raúl Ortiz, tres son las necesidades de articulación más urgentes que se tienen para darle continuidad a este propósito: 1. La articulación de los temas: Vida, familia y libertad religiosa. 2. La articulación de los facilitadores: academia, sector interreligioso y sector legislativo. 3. La articulación de los métodos de incidencia social. “Ha sido una ocasión privilegiada para hacer la apuesta por el valor de la familia y la vida en nuestro país, reconociendo que Colombia es un pueblo de la vida y por la vida”, afirmó el padre Nelson Ortiz, quien además recordó que se trata de un paso fundamental unir esfuerzos que permitan dar respuesta inmediata a la urgencia que se vive de cara a la Sentencia C-055 del 2022 y a las recientes regulaciones del Ministerio de Salud. Sobre la Comisión Accidental para la Defensa de la Vida, la Familia y la Libertad Religiosa Esta comisión está integrada por congresistas afines a la protección de la vida desde la concepción hasta la muerte natural, la salvaguarda de la familia conforme a lo dispuesto en el artículo 42 de la Constitución Política y la defensa de las garantías para el ejercicio de la libertad religiosa y de cultos en el contexto de los recientes acontecimientos nacionales e internacionales. El grupo tiene asignadas las siguientes funciones: 1. Estudiar, analizar y presentar a la plenaria o a las comisiones correspondientes, iniciativas legislativas que promuevan la defensa de la vida, la familia y la libertad religiosa. 2. Articular acciones de gestión entre autoridades nacionales y territoriales con la finalidad de promover la defensa de la vida, la familia, y la libertad religiosa en Colombia. 3. Y las demás que considere los miembros de esta comisión. Conozca más detalles a través del video:

Mar 3 Nov 2015

¿Dar culto a los muertos?

Escrito por: P. Raúl Ortiz Toro. El mes de noviembre es tradicionalmente llamado "mes de los fieles difuntos" debido a que el 2 de este mes se conmemora a quienes ya han salido de esta vida. Para el ser humano, la muerte es la "situación límite" que suele experimentarse con mayor incertidumbre, temor y miedo. Por este motivo, en todas las culturas antiguas y modernas, de diversos modos, suele haber una rememoración de quienes ya no están físicamente como un modo de enfrentar lo desconocido y prepararse para ese acontecimiento por el cual todo ser vivo debe pasar. Contrario a lo que se piensa, el cristiano verdadero no da culto a los muertos sino que conmemora a quienes ya pasaron de este mundo a la eternidad. Conmemorar significa hacer memoria viva de un acontecimiento o de una persona. Por este motivo la correcta actitud en este mes ha de ser: 1.Dar gracias a Dios por los seres queridos difuntos (familiares, amigos, benefactores e incluso desconocidos) pues durante su vida mortal seguramente nos dejaron buenos recuerdos, buenas actitudes, el regalo de su fe y su testimonio de vida. Si se trata de los padres o abuelos, dar gracias a Dios por la transmisión de la vida de la cual ellos hicieron parte como instrumentos del Señor. 2. Orar para que el Señor perdone los pecados por los cuales el difunto no haya pedido perdón en el Sacramento de la Confesión. Lo dice el salmo 142: "Ningún hombre es inocente frente a Ti"; todos cometemos errores, somos frágiles y por ello la existencia del Purgatorio es incuestionable: se trata de la "purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo" (Catecismo, No. 1030). Seríamos un poco soberbios si quisiéramos quitar el purgatorio, pretendiéndonos demasiado perfectos y purificados para pasar de la muerte física al gozo eterno del cielo. No está de más anotar que el purgatorio no es un lugar; tampoco allí existe el tiempo. Por eso no nos preguntamos: ¿Dónde está ubicado? ¿Cuánto tiempo tendré que pasar allí? El purgatorio es un estado, un proceso, no una realidad espacio temporal. 3. Basados en el conocido texto de 2 Macabeos 12, 46 donde Judas Macabeo ofrece un sacrificio expiatorio en favor de los muertos, los cristianos católicos ofrecemos sufragios en su favor, especialmente la celebración de la Santa Eucaristía. Pero también la Iglesia recomienda "las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos" (Catecismo No. 1032). De modo que en estos días podemos aplicar estas obras de religión por ellos; a propósito, las eucaristías no se han de celebrar "A las almas" sino "Por los fieles difuntos", un término más preciso que adopta el Catecismo; suele existir la creencia de que las almas de los difuntos hacen favores, conceden gracias y obran milagros. Si bien es cierto que el Catecismo explica que "Nuestra oración por los difuntos puede no solamente ayudarles, sino también hacer eficaz su intercesión en nuestro favor" (No. 958), no obstante quien obra la gracia es Dios mismo con su infinito poder. 4. Conmemorar a los fieles difuntos es también hacer un examen de nuestra vida; cantamos en la liturgia: "Somos los peregrinos, que vamos hacia el cielo...". Eso implica estar con las lámparas encendidas, es decir, hacer el bien, acercarnos con frecuencia a la oración, apreciar lo que tenemos. La muerte ha de volvernos sensatos, como lo dice el salmista: "Ayúdanos, Señor, a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón prudente" (salmo 90). P. Raúl Ortiz Toro Docente del Seminario Mayor San José de Popayán [email protected]

Vie 16 Oct 2015

La soledad del sacerdote

Escrito por: P. Raúl Ortiz Toro Quizá la mayoría de lectores saben por qué estoy escribiendo este artículo. No diré nombres ni circunstancias. Si no lo saben, no hace falta. Solo me limitaré a decir que los sacerdotes somos seres vulnerables. Sublimes administradores de una gracia particular que nos trasciende, pero así mismo, delicados seres humanos. A veces nos mostramos tan duros que parecemos impermeables, pasamos como seres objetivos en todo sentido, perfectos hasta en el más mínimo detalle. Pero no es así. El aura de santidad que nos rodea, en un descuido, en una ligereza o imprudencia, se puede volver una corona de espinas que nos hace sudar sangre o que hiere a la Iglesia. Y si no somos perfectos, al menos así aparecemos en las exigencias y en el imaginario colectivo de nuestros feligreses y nuestras familias. Rodeados de gente, a veces hasta la saciedad, terminamos el domingo en la soledad del sagrario o en la soledad de la habitación, poblados de presencias desvanecidas que con el paso del día se fueron volviendo ausencias. En los primeros años de sacerdocio, en esa misma soledad de la meditación, luego de que el trajín del día ha dado paso al silencio de la conciencia, se llega a pensar: ¿Me habré equivocado? ¿Cómo será una vida por fuera del sacerdocio? ¿Tiene sentido desgastarme por seres anónimos? Preguntas que para muchos surgieron esa noche antes de la ordenación diaconal y sacerdotal en la que poco dormimos. Pero luego, afortunadamente, con el pasar de los años, las dudas van dando paso a la confirmación de que Dios no se equivoca cuando llama, sino que somos nosotros los que nos equivocamos al no ser lo suficientemente generosos; y se empiezan a concatenar tantas satisfacciones: el abrazo de quien no te conoce pero te agradece porque lo has escuchado en confesión, la sonrisa de los niños cuando los bendices, el sentir que eres un instrumento para que nazcan hijos para el cielo, la palabra sencilla que llegó al corazón de alguien que necesitaba ese consuelo, el bien que logras con un buen gesto y con tu trabajo silencioso que no sale en los periódicos... Y descubres que todo empezó un día, cuando te sentiste llamado. Hubo un momento inicial: Ir al seminario, ser un santo sacerdote, ayudar a las personas como Cristo. Y así surgió el Amor que todo lo abarca. Y las ilusiones, porque todos hemos querido cambiar el mundo con nuestra misión y en todos se ha albergado el ideal de la santidad. En un momento de desespero, de angustia ante la realidad, de frustración por la pérdida de la identidad, el sacerdote experimenta ese tipo de soledad que no es benévola, diferente a aquella otra necesaria y justa que deja escuchar los latidos del corazón de Dios en la oración. De la que hablo es de la soledad que hizo perder el sentido de lo que movió su primer amor a Cristo. Esa soledad que dejó escapar el pensamiento encaminado a la posibilidad de una presencia y compañía que luego, con el tiempo, será frustración; y es que G. Bernanos, en su "Diario de un cura rural" lo dijo mejor: "un verdadero sacerdote no es nunca amado". Y es verdad, porque así él no quiera, su vida es de Dios, que sabe reclamar lo que siempre ha sido suyo. Una oración por nuestros sacerdotes nos vendría muy bien en este momento. P. Raúl Ortiz Toro Docente del Seminario Mayor San José de Popayán [email protected]