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predicación orante

Mié 11 Abr 2018

Dejemos los miedos y dudas, construyamos paz y esperanza

La Palabra de este domingo nos recuerda el testimonio de quienes fueron testigos de la pasión, muerte y resurrección del Santo y del Justo, el autor de la vida, quien murió por nuestros pecados y los del mundo entero; a quien Dios resucitó de entre los muertos y quien es el Mesías, que está presente en nuestro caminar y nos invita a trabajar con amor y esperanza en la construcción de caminos de conversión y perdón, de esperanza y encuentro. Salmo Sal 4,2.4.7.9(R. Cfr. 7b) Segunda lectura: 1Jn 2,1-5ª Evangelio: Lc 24,35-48 Primera lectura: Hch 3,13-15.17-19 Introducción La Palabra de este domingo nos recuerda el testimonio de quienes fueron testigos de la pasión, muerte y resurrección del Santo y del Justo, el autor de la vida, quien murió por nuestros pecados y los del mundo entero; a quien Dios resucitó de entre los muertos y quien es el Mesías, que está presente en nuestro caminar y nos invita a creer y a trabajar con amor y esperanza en la construcción de caminos de conversión y perdón, de esperanza y encuentro, de convivencia humana y caridad, para que compartamos la alegría de ser constructores de Paz y esperanza, como nos lo recordó su santidad el Papa Francisco en su reciente visita a Colombia: ¡Sigan adelante! ¡no se dejen vencer, no se dejen engañar, no pierdan la alegría, no pierdan la esperanza, no pierdan la sonrisa! ¡Sigan así! (Primeras palabras, Nunciatura Apostólica, Bogotá, 6 de septiembre de 2017) ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? En los Hechos, escuchamos que Pedro inicia su mensaje identificando al Dios de Israel, como el Dios de nuestros padres, quien es el mismo Dios de Jesús, a quien resucito: “El Dios de Abraham, y de Isaac, y de Jacob, el Dios de nuestros padres”(griego: pateron). E identifica a Dios con estos patriarcas para recordarnos que Abraham, Isaac, y Jacob son los progenitores, “padres”, la fuente originaria, la semilla fundante, del pueblo de Israel. Su siervo Jesús, Cristo, a quien el Dios de Israel “ha glorificado, como lo había prometido a su Hijo amado, Jesús”. Gloria que se refiere al señorío y la majestad de Dios. Gloria de Dios, revelada a la humanidad, principalmente de tres formas: En el tabernáculo y en el templo, a través de la presencia Divina; en obras mesiánicas de Salvación; y en el juicio. Gloria que Dios comparte con Jesús. Gloria de Dios y gloria de Cristo quien revela su presencia en nosotros y en la comunidad, en su obra salvadora y en el juicio. Pedro le habla al pueblo de Jesús de forma categórica: “Dios… ha glorificado a su siervo Jesús, al que ustedes entregaron y de quien renegaron ante Pilato, cuando había decidido soltarlo”, para mostrar que Jesús ha sido traicionado, entregado en manos de pecadores y matado como un criminal. Así deja claro ante la multitud que ellos fueron los responsables de la muerte de Jesús, el Mesías, al exigir que Pilato soltara a un asesino, Barrabás, y condenara a Jesús. Pero Pedro abre la puerta del perdón y advierte “mas ahora, hermanos,sé que por ignorancia lo hicieron, igual que sus autoridades”, con lo que pasa del juicio a la gracia. Por lo que se concluye: Juicio sin gracia destruye, y, a la vez, gracia sin juicio es ‘gracia barata’, “el enemigo asesino de nuestra iglesia” (Dietrich Bonhoeffer,The Cost of Discipleship). Necesitamos el perdón de Dios y nuestro arrepentimiento. El Salmo 4, es una oración de la tarde, con invocación al “Dios de mi justicia” por quien “en paz me acuesto”, con la insistencia en que "Dios es el único necesario". La "confianza" en Dios está en abandonarse en el sueño, en el silencio de esta muerte aparente con la seguridad que vamos a despertar. San Juan, en su primera carta, nos presenta a Jesucristo, sacrificado por nuestros pecados, quien había advertido su muerte para “que se cumpliera todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos…”, había invitado a guardar sus mandamientos, a ser fieles, como signo de que lo conocemos, y a amar y alabar a Dios con sentimientos de gratitud. San Lucas identifica, al discípulo misionero, quien reconoce a Jesús y tiene un estilo de vida: de paz y alegría, de conversión y perdón, de encuentro y testimonio; diferente al mundo, que sigue el sistema anti Dios, por lo que rechaza permanecer en Él y vivir como Él, como señales del auténtico cristiano, que cree que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios venido en cuerpo humano; obedecela Palabrade Dios; y que vive la paz y ama, perdona y sirve a los hermanos. Hasta a los mismos discípulos se les dificulta aceptar los acontecimientos de la pasión y muerte, creen que todo había terminado con la muerte del Señor; pero se encuentran con la sorpresa de Dios, al resucitar a Jesús, quien se les manifiesta en el camino de Emaús, en el cenáculo y otros lugares donde irrumpe para quitar el miedo y la pesadumbre e impulsarlos a ser testigos y anunciadores de la nueva verdad: ¡el Señor resucitó! Él quiere reconfortar a los suyos en la fe y que se tome conciencia de su presencia, de su compañía, por eso los invita a que lo toquen, a que le palpen sus heridas y le den comida. Come con ellos y les recuerda los momentos vividos para que se cumpliesen las Escrituras. DESCARGA PREDICACIÓN ORANTE ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? El Señor Jesús ayuda a los discípulos a superar el miedo y terror, el espanto y la incredulidad. Les muestra las manos y los pies, diciendo: “¡Soy yo!”, y manda palpar el cuerpo, diciendo: “Porque un espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo tengo.” Muestra sus manos y sus pies, porque en ellos están las marcas de los clavos. Cristo resucitado es Jesús de Nazaret, el mismo que fue muerto en la Cruz, y no un Cristo fantasma como imaginaban los discípulos viéndolo. Les pide palpar su cuerpo, porque la resurrección es resurrección de la persona toda, cuerpo y alma. Nada que ver con los griegos y la teoría de inmortalidad del alma o con la reencarnación. Dios, de forma maravillosa, cumplió en Jesús, su designio. Jesús, el enviado, desarrolló la mayor parte de su vida pública en la tierra, con sus discípulos, y les había anunciado todo lo relacionado con Él en las Escrituras, por eso ahora al hablarles les abrió el entendimiento y comprendieron lo sucedido. El Papa Francisco, en la Misa en Villavicencio, aludiendo a la beatificación de los mártires Monseñor Jesús Emilio Jaramillo Monsalve y del Padre Pedro María Ramírez Ramos, nos recuerda que: Jesús es el Emmanuel que nace y el Emmanuel que nos acompaña en cada día, el Dios con nosotros que nace, el Dios que se sacrifica por nosotros, resucita y camina con nosotros hasta el fin del mundo; y se manifestó en quienes dice: “son la expresión de un pueblo que quiere salir del pantano de la violencia y el rencor.”. (Homilía, Villavicencio, 8 septiembre de 2017). ¿Qué me sugiera la Palabra que debo decirle a la comunidad? El Señor Jesús está presente entre nosotros, pero hoy encontramos opiniones diversas y contradictorias acerca del testimonio que damos los cristianos. Están los que dicen que: estamos lejos de ser testigos, que nuestro comportamientoen lugar de ser buena noticia, por ser portadores de la Palabra de Dios, es muy dudoso, temeroso y tímido. Otros opinan que: necesitamos experimentar su presencia resucitada para convertirnos y renovarnos, porque nos falta fe. Y están los que afirman que: en la medida que reconocemos que su amor actúa en nuestras vidas y nos dejamos llenar de su Espíritu, podemos caminar día a día siendo testimonios vivos para otros hermanos. Este reconocer en nuestro camino al Resucitado, experimentarlo en nuestra vida, nos da el poder ser testigos, ser lámparas y senderos para anunciarlo, como el Mesías. Se trata, por tanto de invitar a reconocerlo y confiar en su Misericordia de Hijo de Dios; dejar las dudas y terror y, por el contrario, verlo y escucharlo en quienes esperan compasión; comprender las Escrituras y tener actitudes de misericordia en la oración y la acción, en la palabra y la vida y en la acogida y el trato; convertirnos y a agradecer el regalo de la salvación con una vida fraterna y solidaria, de perdón y paz; ser apóstoles de misericordia y hacer de los mandamientos vida que nos lleve a amar y servir a los otros y nos prepare para el encuentro definitivo con el Señor, y a vivir de fe y amor para tener fortaleza en la lucha y consuelo en las dificultades. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Como la incredulidad y la duda se anidan en nuestro corazón, nos debilitan espiritualmente y nos confunden en las certezas de la fe, necesitamos colocar nuestra vida ante la presencia de Dios y su Hijo Resucitado, que es quien nos ayuda a superar todas las sombras, los vacíos y las fragilidades humanas, nos renueva con su poder y nos impulsa a ser testigos del amor revelado y a asumir nuestra misión como discípulos misioneros suyos. Uno de los modos de encuentro con Jesucristo, y que la celebración Eucarística debe fortalecer en nosotros, son los pobres. El Papa Francisco, en su visita a Colombia y concretamente en su intervención en el ángelus, en Cartagena, nos anima a descubrir cómo el Señor nos enseña y nos habla a través del ejemplo de los sencillos y de los que menos cuentan: “Son los pobres, los humildes, los que contemplan la presencia de Dios, a quienes se revela el misterio del amor de Dios con mayor nitidez”. (Ángelus y visita a la casa santuario de san Pedro Claver, Cartagena, 10 de septiembre 2017).

Jue 5 Abr 2018

Fe, amor, perdón y paz crean fraternidad y solidaridad

Estamos convencidos de la presencia del Señor Resucitado. El mensaje bíblico de este domingo de la Divina Misericordia, nos conduce a mirar y reconocer que la fe y el amor, el perdón y la paz, crean fraternidad y solidaridad; por eso demos “gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.” Escuchemos atentos. Primera lectura: Hch 4,32-35 Salmo Sal 118(117),2-4.15c-16a+17-18. 22-24 (R.1) Segunda lectura: 1Jn 5,1-6 Evangelio: Jn 20,19-31 Introducción La Palabra de Dios para este domingo, nos orienta y nos presenta testimonios de cómo la comunidad cristiana debe identificarse por la fe y el amor, la misericordia y la confianza en Dios, nuestro Padre. Igualmente, nos encamina a encontrarnos con Jesús de Nazaret para que podamos comprender y tener experiencia del amor misericordioso de Dios, quien cumple su designio de salvar la humanidad por amor y en el amor. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Los textos bíblicos dicen: que la comunidad cristiana se identifica por la fe y el amor, la misericordia y la confianza. Cada texto muestra cómo el amor a los otros es fruto del amor a Dios y del creer que Jesús es el Hijo de Dios; cómo el testimonio que dan los apóstoles de su resurrección y presencia, lleva a la vida de comunidad y comunica espíritu de servicio activo; y cómo el encuentro con Jesús resucitado como Señor contagia alegría y empuja a confesar la experiencia de la novedad de vida, a disfrutar la paz y a vivir de fe y de confianza. El Salmo refleja los misterios redentores de la vida de Cristo, quien lo cantó al final de la Última Cena y en la acción de gracias de la Nueva Alianza, que inauguraba con la Eucaristía. En los Hechos se refleja el optimismo y la conducta ejemplar de los primeros cristianos, quienes escuchan el testimonio valeroso de los apóstoles, están unidos y comparten todo. Sin duda, María está presente y con sus cuidados maternales y sus delicadezas femeninas crea el ambiente de familia y de comunidad con el que acompaña el nacimiento de la Iglesia. La primera Carta de San Juan, dice que el Espíritu es quien da testimonio acerca de Jesucristo, quien vino por el agua y la sangre. Él es el Mesías, el Hijo de Dios, anunciado, nacido, muerto y resucitada, en quien el amor venció la muerte. El relato evangélico de la aparición del Resucitado a sus discípulos, el primer día de la semana, en una casa en Jerusalén, donde estaban con las puertas cerradas por miedo a los judíos, nos recuerda que, tras la muerte de Jesús, la fe de los apóstoles tambalea y queda en riesgo, igual que la fe de sus discípulos y todos los suyos; pero que se robustece al escuchar el saludo de paz, al ver sus manos y costado, al renovar el envío y recibir el soplo del Espíritu. Jesús, el hijo de María, ahora resucitado, es el Hijo de Dios, Redentor y Salvador de Israel. Es el Mesías esperado por todos los pueblos, naciones y por la humanidad entera. Al que llamaban “Rabbí” -Maestro-, ahora Tomás le dice: “Señor mío” y “Dios mío". Comienzan las nuevas realidades: a la muerte y al miedo, le suceden las apariciones y la alegría; a la entrega en la Última Cena, le sigue la presencia del Señor y Dios vivo que les acompañará siempre; María, la “Madre de Jesús”, será para los apóstoles y discípulos ‘Madre del Señor’, o ‘de mi Señor’, por lo que crece su alegría, al cumplir la misión de la entrega misericordiosa de su Hijo desde la Cruz, de cuidar sus hijos, de hacer que crean en el Hijo de Dios y tengan vida eterna. DESCARGA LAS ORIENTACIONES PARA LA HOMILÍA ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? Si miramos hacia Jesús de Nazaret, crucificado, y creemos en Cristo resucitado, podremos comprender el gran amor misericordioso de Dios, quien se hace carne en Jesucristo, actúa en la Iglesia, madre de toda la humanidad, mediante el Señor Jesús, quien, de forma sencilla y maravillosa, cumple su designio de salvar la humanidad por amor, y cumple la voluntad del Padre: que todos se salven. La fe de quienes entienden que Jesús es el Mesías, sin haber visto la persona de Cristo, muerto y resucitado, hace sentir tal alegría que es capaz de transfigurar al cristiano y darle la seguridad de la salvación, meta de la fe, el amor y la esperanza. Fe, la que en Tomás se torna experiencia espiritual que lo reta a crecer en la Palabra sin ver; y que motiva en la comunidad cristiana actitudes alegres y profundas de escucha, oración, perdón, servicio y disponibilidad para la fracción comunitaria del pan y para colocar los bienes al servicio de los otros, lo que despierta admiración y motiva a adherirse al grupo. ¿Qué me sugiera la Palabra que debo decirle a la comunidad? Dios me ama, nos ama a todos y ama toda la creación. En su visita, el Santo Padre Francisco nos invitó a soñar, arriesgar, dejar el miedo y a tomar iniciativas. Motivó al pueblo colombiano y, especialmente, a los jóvenes, reunidos en la Plaza de Bolívar, a reconocer el amor de Dios, “Dios nos ama con amor de Padre y nos anima a seguir buscando la Paz” y a repetir con él: “Dios nos ama.” Es Voz, que con entusiasmo allí proclamó y quiere ser repetida en toda la tierra: Dios me ama, Dios nos ama a todos, Dios es misericordioso. Igualmente, el Papa nos dijo, en la el Plaza de la Macarena, en Medellín: “Todos somos pecadores, todos necesitamos del perdón y la misericordia de Dios para levantarnos cada día; Él arranca lo que no está bien y hemos hecho mal, lo echa fuera de la viña, lo quema. Nos deja limpios para poder dar fruto. Así es la fidelidad misericordiosa de Dios para con su pueblo, del que somos parte. Él nunca nos dejará tirados al costado del camino, nunca. Dios hace de todo para evitar que el pecado nos venza y que después nos cierre las puertas de nuestra vida a un futuro de esperanza y de gozo. Él hace de todo para evitar eso, y si no lo logra se queda al lado, hasta que se me ocurra mirar para arriba, porque me doy cuenta que estoy caído. Así es Él”. (Encuentro con sacerdotes, religiosos, consagrados, seminaristas y sus familias, Medellín, 9 de septiembre de 2017). La fe en Jesús, el Cristo, nos hace merecedores de su acción misericordiosa y su bendición divina de salvación. Es por esto que la fiesta de la Divina Misericordia, que se nos propone a la luz del evangelio de hoy, es un impulso a reconocer la bondad divina, a agradecer su inmenso amor y a fortalecer nuestra fe de tal modo que nos ayude a amarlo y a amarnos más; nos recuerda las ideas que el Santo Padre Francisco expresó en la bula “Misericordiae Vultus”, al convocar el Jubileo de la Misericordia, el 13 de marzo de 2015, y que podemos tener presentes para tener experiencia de la misericordia divina: 1°. Jesucristo es el rostro de la Misericordia de Dios Padre, a quien nos revela. 2°. Contemplemos el misterio de la misericordia para ser compasivos y misericordiosos. 3°. La misericordia de Dios es una realidad concreta, que pide actitudes de buen trato, de palabra sincera, oración y servicio fiel. 4°. Jesús nos revela a Dios Padre, compasivo y misericordioso, que vence el pecado, y nos pide atesorar perdón y paz, fraternidad y solidaridad, para el encuentro definitivo con el Señor. 5°. La Iglesia está invitada a anunciar con alegría el perdón. 6°. Ser apóstoles de misericordia, que está dictada por el amor y centrada en la persona humana para comunicarla de modo que muchos más disfruten sus delicias. 6°. Todo cristiano está llamado a ser un oasis de misericordia: de fe y amor, de benevolencia y entrega, de fortaleza en las luchas y consuelo en las dificultades de cada persona. 7°. La misericordia de Dios, se refleja en el estilo de compromiso y vida de cada persona. 8°. Vivir las obras de misericordia, espirituales y corporales, lleva la riqueza de Jesús. 9°. El Sacramento de la Reconciliación expresa la grandeza de la misericordia y el cambio. 10°. Acoger la llamada a la conversión y cambiar de vida, supera toda justicia y toda devoción ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? La misericordia posee un valor que sobrepasa todo límite, porque nos comunica con Dios y nos impulsa a ir a los otros y favorecer el encuentro. El vivir el encuentro con Jesucristo nos lleva a reconocer a Jesús como Hijo de Dios, a amar al Padre que le da el ser y al Espíritu que da testimonio de Él, para que fortalecidos en la fe manifestemos el amor a los hijos de Dios con actitudes, palabras y vivencia de los mandamientos. Este Domingo es para sentir la bondad de Dios, celebrar y confiar en la Misericordia Divina y para corresponder con actitudes de misericordia al prójimo, quien merece un trato amable y acogedor, palabras de ánimo, acciones positivas, oración constante y comprensión con justos y pecadores; practicando la caridad con el extraño y asumiendo el compromiso: perdónanos nuestras ofensas como nosotros perdonamos a quienes nos ofenden… y la sentencia: la fe sin obras de nada sirve para así vivir con gozo y dar gracias a Dios junto con toda la Iglesia.

Vie 30 Mar 2018

La adhesión de corazón y mente a Cristo cambia la vida

Primera lectura: Hch 10,34a.37-43 Salmo Sal 118(117),1-2. 15c+16a+17.22-23 (R. 24) Segunda lectura: Col 3,1-4 o 1Co 5,6b-8 Evangelio: Jn 20,1-9 Introducción La importancia de la homilía en este día de Pascua, la encontramos en la enseñanza del Papa Benedicto XVI: «Es importante reafirmar esta verdad fundamental de nuestra fe, cuya verdad histórica está ampliamente documentada, aunque hoy, como en el pasado, no faltan quienes de formas diversas la ponen en duda o incluso la niegan. El debilitamiento de la fe en la resurrección de Jesús debilita, como consecuencia, el testimonio de los creyentes. En efecto, si falla en la Iglesia la fe en la Resurrección, todo se paraliza, todo se derrumba. Por el contrario, la adhesión de corazón y de mente a Cristo muerto y resucitado cambia la vida e ilumina la existencia de las personas y de los pueblos». (Audiencia, 26 de marzo de 2008). ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Hch 10,34a.37-43 El libro de los Hechos de los Apóstoles es de alguna manera el cumplimiento del mandato misionero que está en el Evangelio y el contenido de esa misión es de carácter universal y se encarna en la persona de Jesucristo resucitado. Cuando Pablo presenta su discurso en el areópago, en medio de incomprensiones y burlas, demuestra que la esperanza cristiana en la resurrección y en la vida eterna es parte fundamental del mensaje misionero de la comunidad primitiva. Algunos elementos significativos del texto: El contexto de esta lectura es la visita que hace Pedro a la casa de Cornelio (10,24); es un signo que revela que el acontecimiento de la resurrección no hace acepción de personas, ni de pueblos, ni de culturas: es de carácter universal; llega incluso a la casa de un pagano, (10,34). El apóstol Pedro debe enfrentarse al reto de comer alimentos considerados impuros (10,9-20), ciertamente, Lucas advierte al lector que se trata de una visión que debe ser entendida como un ejercicio pedagógico para que Pedro entienda que la resurrección de Cristo trasciende normas y tradiciones. Es de singular importancia, que Lucas advierte que la iniciativa es “divina”. La misión que Pedro lleva adelante es guiada por la fuerza del Espíritu del Resucitado, que le permite entender que la obra que realiza no conoce fronteras. La enseñanza del apóstol enfatiza en la novedad del acontecimiento que anuncia; hace una especie de síntesis de la historia de la salvación que llega a plenitud con el acontecimiento de la Resurrección, que los hace testigos y da certeza que la fe se alimenta en el encuentro con el resucitado “nosotros que hemos comido y bebido con él después de la resurrección… (10,41). Innegable la alusión al misterio Eucarístico. El texto revela los contenidos del kerigma de la Iglesia primitiva. Salmo Sal 118(117),1-2. 15c+16a+17.22-23 (R. 24) El salmo 117 evoca la historia de la victoria de un rey e incluye una liturgia de acción de gracias. Un personaje importante -probablemente, el rey o el pueblo entero, personificado en este personaje- ha tenido que librar una fuerte batalla contra el enemigo. El combate ha sido recio y el peligro grande; la misma vida ha estado en trance. Ante las dificultades, se acudió al Señor, y el Señor mostró su poder, (Directorio Franciscano, la oración de cada día). Segunda lectura: Col 3,1-4 o 1Co 5,6b-8 La carta a los colosenses es una respuesta clara al temor del apóstol frente a tendencias que cuestionaban la centralidad de Cristo en el mundo. Dos aspectos importantes. El texto tiene una identidad profundamente bautismal, quien ha resucitado con Cristo se abre a la vida de Dios y esa participación se logra en el Bautismo. Si el Bautizado ha recibido la gracia que emerge de su inmersión en el Misterio Pascual, el apóstol le presenta unos compromisos: Creer en Cristo, pasar de las tinieblas a la luz (los bienes de arriba), vivir en búsqueda de la gloria de Dios, búsqueda que se va concretando en la vida cotidiana. “Vivir con Cristo escondido en Dios”, es la certeza del hombre nuevo transformado por Cristo resucitado que en el Bautismo ha superado la realidad del primer Adán y está llamado a reproducir la imagen del segundo Adán, Cristo, (1Cor 15,45). Evangelio Jn 20,1-9 El evangelio de Juan hace una lectura de las palabras y obras de Jesús, inspirado en el acontecimiento de la resurrección. Para Juan, la Fe y el Amor son el equipaje de quien dejándose guiar por el Espíritu, busca la verdad plena, Jesucristo resucitado. Algunas claves de lectura: La afirmación inicial “el primer día de la semana, muy de mañana” tiene dos notas interesantes: evoca el primer día de la creación, día de luz (Gn 1,5) y un adverbio de tiempo “muy de mañana” que aporta información sobre el momento en que ocurrió la resurrección. Se desvela el principio de continuidad propio de la historia de la salvación: Si Dios es el creador, también es el agente activo en la resurrección. Sin embargo, se ofrece un elemento contradictorio “va temprano al sepulcro cuando todavía estaba oscuro”, es una referencia a la falsa concepción de la muerte, ella no dimensiona la victoria de Jesús, por eso se llena de miedo, de angustia ante la realidad de la loza corrida y el sepulcro vacío. Los personajes: Magdalena, Pedro y el otro discípulo, interpelan al lector para que intente caracterizarlos: Magdalena es para el cuarto evangelista una auténtica discípula, lo acompañó en la Cruz y lo busca con pasión en la oscuridad del sepulcro. Pedro, encarna la figura del hombre experimentado en la serenidad, sin afanes pero con diligencia, observa la tumba vacía y los lienzos en su lugar. El discípulo amado, cuyo nombre no desvela el texto, es quien reconoce la primacía de Pedro al dejarlo entrar de primero a la tumba; es quien al entrar “vio y creyó”, los lienzos son signo que Jesús ha sido liberado de la muerte. Llama la atención la recurrencia con la cual el texto utiliza la palabra “Sepulcro” constituyéndose en el elemento articulador del mensaje, es una forma de insistir en la memoria de la muerte y de forma pedagógica es el camino para el encuentro con el resucitado. “Vio y creyó”. El «discípulo, a quien tanto quería Jesús», entró en el sepulcro vacío «vio y creyó». Lo que «vio» con sus ojos fue que en el sepulcro no estaba el cuerpo de Jesús, sino «las vendas en el suelo». El creer del discípulo no fue causado por lo que vieron sus ojos, sino más bien por lo que vio su corazón (Ef 1,18). Los discípulos entienden las Escrituras en el acontecimiento de la resurrección y comprenden la integridad de su ministerio. La resurrección despierta en los discípulos una nueva manera de leer las Escrituras. (Joseph Ratzinger, Jesús de Nazaret II, 295-299). ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? La Magdalena busca al Señor en medio de la oscuridad del Sepulcro y como no logra entender todavía la victoria de Cristo sobre la muerte, el desconcierto se apodera de ella. Nosotros ungidos por la fuerza del resucitado ¿dónde lo estamos buscando? En el ejercicio de nuestro ministerio sacerdotal ¿encontramos rasgos de la constancia de la Magdalena en la búsqueda del Señor?; ¿sabemos ceder el lugar a ejemplo del discípulo amado?; ¿nuestro ver y creer nos permiten acoger y tener fe en el resucitado? ¿hemos asumido la obediencia de la fe? Si Cristo resucitado es portador de una nueva vida y en la fe he identificado al crucificado con el resucitado ¿cómo me relaciono con los crucificados de la comunidad de la cual soy pastor propio? “Los invito a no tener miedo de tocar la carne herida de la propia historia y de la historia de su gente…sólo Dios es Señor y a ninguna otra causa se debe someter nuestra alma de pastores”, (Papa Francisco, Visita a Colombia, encuentro con los obispos, Bogotá, 7 de septiembre de 2017). Como sacerdotes somos predicadores de la Palabra, debemos enseñar no nuestra sabiduría sino la Palabra de Dios. ¿entiendo, oro y predico la Palabra bajo la vivencia y el encuentro personal con el resucitado? ¿Qué me sugiera la Palabra que debo decirle a la comunidad? El acontecimiento histórico de la Resurrección del Señor es universal, es para todos los pueblos y todas las culturas, no excluye a nadie y hemos participado de este misterio por el sacramento del Bautismo y somos constituidos discípulos misioneros, “en todos los bautizados, desde el primero hasta el último, actúa la fuerza santificadora del Espíritu que impulsa a evangelizar” (EG 119). La Resurrección de Cristo nos confirma que Dios es amigo de la vida, Él “no es un Dios de muertos sino de vivos” y nos habilita y envía como defensores de la vida y constructores de paz “ante las densas tinieblas que la amenazan y destruyen: las tinieblas de la injusticia y la inequidad social, las tinieblas corruptoras de los intereses personales o grupales…las tinieblas del irrespeto por la vida humana que siega a diario la existencia de tantos inocentes…” (Papa Francisco, Visita Apostólica a Colombia, Homilía, Bogotá, 7 de septiembre de 2017). La experiencia del discípulo amado ante la tumba vacía, enseña que “la fe es creerle a Él, creer que es verdad que nos ama, que vive, que es capaz de intervenir misteriosamente, que no nos abandona, que saca bien del mal con su poder y con su infinita creatividad. Es creer que Él marcha victorioso en la historia…la resurrección del Señor ha penetrado la historia, no ha resucitado en vano…” (EG 278). El encuentro vivo con el Resucitado nos cambia la vida, permite que las víctimas de los diversos conflictos puedan superar su condición, mirándose en el crucificado que venciendo la muerte es el sobreviviente que nos dice: “Colombia, abre tu corazón de Pueblo de Dios, déjate reconciliar. No le temas a la verdad ni a la justicia” (Papa Francisco, Visita Apostólica a Colombia, gran encuentro de oración por la reconciliación nacional, Villavicencio, 8 de septiembre de 2017). ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? El resucitado nos invita a hacer el camino del discípulo amado: ver y creer. Ver en las comunidades y en las personas la acción del Espíritu Santo que suscita una “viva experiencia de Dios y de su amor”. El encuentro con Jesús resucitado hace del discípulo misionero un servidor de la Palabra que lo acerca a los más pobres y necesitados y lo invita “a no tener miedo de tocar la carne de Cristo en los pobres”.

Jue 29 Mar 2018

Pascua: Con lámparas encendidas, esperamos al Señor resucitado

Lecturas: 1ª lectura: Gn 1,1 - 2,2 (forma larga) o Gn 1,1. 26-31a (forma breve) Sal 104(103), 1-2a.5-6.10+12.13-14ab.24+35c (R. Cfr. 30) o Sal 33(32),4-5.6-7.12-13.20+22 (R. 5a). 2ª lectura: Gn 22,1-18 (forma larga) o Gn 22, 1-2.9a.10-13.15-18 (forma breve) Sal 16(15), 5+8.9-10.11 (R. 1). 3ª lectura: Éx 14,15 - 15,1 (nunca se puede omitir) Sal Éx 15,1-2ab.2cd.3-4. 5-6.17-18 (R. 1a). 4ª lectura: Is 54,5-14 Sal 30(29),3-4.5-6.12ac-13 (R. 2a). 5ª lectura: Is 55,1-11 Sal Is 12,2-3.4bcd.5-6 (R. 3). 6ª lectura: Ba 3,9-15.32 - 4,4 Sal 19(18),8. 9.10.11 (R. Jn 6,68c). 7ª lectura: Ez 36,16-17a.18-28 / Sal 42(41),3. 5bcd; 43(42),3.4 o, cuando se celebra el Bautismo, Sal 51(50), 12-13.14-15.18-19 (R. 12a) o Sal Is 12,2-3.4bcd.5-6 (R. 3). Lecturas del Nuevo Testamento: Rm 6,3-11 / Sal 118 (117),1-2.15c+16a+17.22-23 / Mc 16,1-7 Introducción La Vigilia Pascual (VP) está caracterizada por la abundancia de los signos de la creación: la luz, en el rito de la bendición del fuego nuevo y el valor teológico del Cirio Pascual; el Gloria, el Aleluya, el agua, elemento natural con el cual la Iglesia materializa la grandeza del bautismo; la Eucaristía y una característica esencial de esta celebración es llevar a la comunidad a un encuentro orante con la Palabra de Dios. La liturgia de la Palabra nos presenta una visión amplia de la historia de la salvación y de manera progresiva introduce a la comunidad de fe a la contemplación de los principales acontecimientos. Las etapas de la historia de la salvación presentes en la Pascua del Señor se convierten en Pascua de la Iglesia (Rom 6,3-11) en el sacramento del Bautismo y, en la celebración Eucarística. (Augé Matías, a través del año litúrgico, 169). Las oraciones que se dicen después de las lecturas del Antiguo Testamento interpretan los pasajes bíblicos proclamados en clave: cristológica, eclesial y sacramental. Las lecturas que la Iglesia proclama en la Vigilia Pascual, se pueden distribuir, por razones pedagógicas, en tres bloques: a) Creación e historia de la salvación; b) anuncios proféticos; c) la palabra se cumple en la persona de Cristo. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? A. Creación e historia de la salvación Gn 1,1 – 2,2 La acción creadora de Dios tiene como centro de su amor al hombre quien es constituido sagrario de la confianza divina. Una expresión de la misericordia de Dios es asociar al ser humano a la obra de la creación. La misión del hombre en la creación es parte del proyecto de Dios. La figura literaria del “jardín del Edén” tiene un valor profundamente teológico, con ella se expresan aspectos fundamentales: El bienestar por excelencia, la felicidad, la comunión misteriosa de Dios con el hombre donde él es el soberano de la historia. Gn 22,1-18 o Gn 22, 1-2.9a.10-13.15-18 El llamado de Dios a Abrahán está marcado por la dimensión de universalidad, lo que acontece en él, sus dudas, temores, fatigas, son el camino que debe recorrer para hacer la opción por el Dios de la promesa y constituirse en padre y modelo de la fe para la humanidad. La columna vertebral de esta narración se encuentra en el texto “toma a tu hijo único, a Isaac, ve a la zona de Moriá y sacrifícalo en mi honor, en el monte que te voy a indicar”. Nos ayuda a entender la presencia de este texto en la vigilia pascual el hecho que Isaac es figura de Jesús, “el predilecto, el amado del Padre” (Jn 3,16; Rom 8,32), Aquel a quien reconocemos como el “sacramento de nuestra fe”. Éx 14,15 - 15,1 Esta lectura contiene la narración de la acción liberadora de Dios sobre su pueblo. En este texto se pueden identificar dos momentos: La acción de Moisés que pone en alto su bastón, extiende su mano y el mar se divide y el resultado de esta acción es el paso del pueblo a la libertad (Ex 14,16). La obediencia de Moisés a Yahvé es sino de fe. El segundo momento es la angustia y el temor del pueblo que se enfrenta a Moisés que los exhorta a permanecer y a contemplar el signo de la nube que los cobija y los “oculta” de la mirada de los egipcios. La acción de Yahvé no se hace esperar: levanta el viento, acción que va más allá de lo natural y genera asombro y pánico entre el ejército egipcio que perece. Dios obra a favor de su pueblo como soberano y Señor y el pueblo confirmó su fe en Él (Ex 14,31). B. Anuncios proféticos y esperanza cierta Is 54,5-14 Sal 30(29),3-4.5-6.12ac-13 (R. 2a). Isaías presenta la figura del esposo y la esposa para significar la relación entre Dios y el pueblo. Dios como el esposo fiel y el pueblo como la esposa infiel a quien Dios-esposo ha creado y a pesar de la infidelidad, la vuelve a llamar y a tomar como propiedad. La manera de ser de Dios rompe la lógica de la tradición israelita sobre la fidelidad que era considerada sagrada y quebrantarla traía consigo graves castigos. El profeta expresa que el poder de Dios supera esa realidad y él se mantiene fiel a su palabra de salvación. El trasfondo de este texto es la Alianza de Dios con su pueblo. Is 55,1-11Sal Is 12,2-3.4bcd.5-6 (R. 3). Dios soberano dirige la historia de todos los pueblos e invita a participar de los dones de la nueva Alianza. En la figura de la lluvia que cae sobre la tierra se desvela una sana dependencia en la cual la promesa de una tierra no solo la da Dios, sino que es Él quien la riega, la cuida y cultiva. Apertura a la novedad de Dios. La acción misericordiosa de Dios es un llamado permanente a modificar conductas, a entrar en el sagrario de la propia conciencia y confrontarse con la Alianza. Contemplar los planes de Dios. En la expresión “mis planes no son vuestros planes, el lector debe fijar su mirada en un Dios que es universal, espiritual y salvador; su grandeza no le impide ser cercano, providente, misericordioso y bueno. Ba 3,9-15.32 - 4,4Sal 19(18),8. 9.10.11 (R. Jn 6,68). El texto de Baruc centra su mensaje en el pueblo que fue exiliado y se encuentra en Babilonia. Su predicación describe lo que significa para el pueblo la ciudad santa de Jerusalén, que con su templo y prácticas religiosas es el fundamento de su identidad y anuncia que ese amor por la tierra santa provocará el regreso y la restauración definitiva. Destacamos dos ideas: El profeta con sutileza confronta al pueblo con su realidad. El dolor de saberse fuera de su tierra es la consecuencia de haber suplantado el camino de Dios y trasgredido la Alianza. El profeta le sugiere al pueblo caminar en el esplendor de Dios y debe hacer memorial de las enseñanzas de la ley de la cual emerge la luz; los exiliados deben hacer conciencia que su mayor gloria es Dios, que están llamados a ser ejemplo para los otros pueblos y deben asumir su misión desde la Palabra del Señor. Ez 36,16-17a.18-28 / Sal 42(41),3. 5bcd; 43(42),3.4 o, cuando se celebra el Bautismo, Sal 51(50), 12-13.14-15.18-19 (R. 12a) o Sal Is 12,2-3.4bcd.5-6 (R. 3). El profeta Ezequiel invita a entender la Palabra de Yahvé que ilumina e interpreta la historia de su pueblo, y en medio del sufrimiento quiere sacarlo de su realidad de víctima y permitirle, ya no solamente desde una culpa colectiva, sino individual, ser sobreviviente en la nueva Alianza. La esperanza ocupa el centro del mensaje que busca hacer una lectura de las causas que originaron el exilio del pueblo elegido e identificar los caminos para volver a Dios. Entre las causas está la inclinación a la idolatría que generó una conducta social contraria al fundamento de la Alianza, “no tendrás otro Dios fuera de mi” (Ex 20,1-6). El comportamiento equivocado del pueblo ha profanado el nombre de Yahvé, han olvidado que Dios comprometió su nombre, y por la dignidad de su nombre devuelve la esperanza al pueblo. El honor del nombre de Yahvé es la salvación de su pueblo. La reunificación del pueblo en Jerusalén es la nueva esperanza; una nueva creación donde se infunde un espíritu nuevo que es figura de Cristo resucitado que sopla sobre los apóstoles y les confía la misión de la nueva creación. C. La Palabra se cumple en la persona de Cristo Rm 6,3-11 / Sal 118 (117),1-2.15c+16a+17.22-23 La salvación y la vida son el centro del texto. La Participación en la vida y la salvación obrada por Cristo, el apóstol la presenta en dos momentos: Participamos en el misterio de la pasión, muerte y resurrección del Señor por la gracia del Bautismo. Somos redimidos sumergiéndonos en la vida sacramental, en la cual muere el hombre viejo y emerge la nueva vida. ¡He aquí! la razón de la liturgia Bautismal en esta noche santa. El hecho que Cristo haya asumido nuestro pecado en el Misterio Pascual es la mayor expresión de la solidaridad de Dios con la humanidad 1.9 Mc 16,1-7 La estructura de este pasaje del evangelio ofrece cuatros momentos: El signo de encontrar la piedra corrida y la evidencia del sepulcro vacío expresan la realidad de la Resurrección, pero exigen la experiencia personal y comunitaria del Cristo vivo para identificar al Resucitado con el Crucificado. La realidad del sepulcro vacío genera fascinación, temores, dudas, admiración, se está ante la presencia de lo divino. Algo que trasciende la materialidad está sucediendo y los signos externos pasan a un segundo lugar y lo que se debe privilegiar es el contenido del mensaje que nos da la razón por la cual el sepulcro está vacío. ¡Cristo ha Resucitado! La Resurrección lo es todo, la víctima de la Cruz es el sobreviviente por excelencia, es la nueva vida. Es imposible estar en la presencia de Dios y guardarse para sí lo vivido. Las tinieblas del miedo y de la duda se han disipado con la realidad de la resurrección; el testimonio de las mujeres llena de nuevo contenido y significado la creación entera e introduce a la humanidad en el misterio de Dios. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? Enseña el Papa Francisco “el predicador debe ser el primero en tener una familiaridad personal con la Palabra de Dios…necesita acercarse a la Palabra con un corazón dócil y orante antes de preparar concretamente lo que uno va a decir en la predicación, primero tiene que aceptar ser herido por esa Palabra que es viva y eficaz…” (EG 149-150). Confrontemos nuestra vida y ministerio. La obra de la creación también ha sido entregada a mi cuidado, en ella, Dios actúa la salvación para mí. Como miembro de ese nuevo pueblo estoy llamado a la fidelidad y a una vida coherente que refleje mi opción por Cristo. El pecado original del pueblo de Israel fue su inclinación a la Idolatría. Es importante que podamos identificar esos nuevos ídolos que nos apartan de la Nueva Alanza en Cristo. Como consagrados hemos sido revestidos del sacerdocio de Cristo, somos un nuevo Moisés que debe escuchar la Palabra de Dios para llevar la acción liberadora de Dios. Esto exige obediencia, contemplación, momentos de presencia en el sepulcro vacío para admirarnos, dejarnos seducir por la presencia del Resucitado; un tomar en serio la conversión pastoral para glorificar el nombre de Dios en el servicio oblativo a los Hermanos. Los Sacerdotes y consagrados tenemos la tentación de pensar que tenemos claridad teológica y espiritual frente al Misterio Pascual y su presencia en los sacramentos que celebramos. Hoy es una oportunidad para preguntarse qué sé del Bautismo, pero más aún, ¿cómo vivo mi propio Bautismo? Mi proceso de conversión personal, me permite en esta VP afirmar realmente con la secuencia: “Sabemos que Cristo verdaderamente ha resucitado de entre los muertos” y ¿vive planamente en mí? ¿Qué me sugiera la Palabra que debo decirle a la comunidad? “Un predicador es un contemplativo de la Palabra y también un contemplativo del pueblo” (EG 154). Compartimos lo contemplado con la comunidad. Reconocer el señorío de Dios sobre la historia de la humanidad. Él hace presencia de manera silenciosa pero eficaz y requiere del discípulo una vigilancia permanente para contemplar el paso de la providencia de Dios por su propia vida, por la historia y la cultura. El Papa Francisco nos enseña: “Colombia es una nación bendecida de muchísimas maneras: la naturaleza pródiga no sólo permite la admiración por su belleza, sino que también invita a un cuidadoso respeto por su biodiversidad...Colombia es rica por la calidad humana de sus gentes…” (Encuentro con las autoridades, Bogotá, 7 de septiembre de 2017). Caminar es la actividad que debe realizar toda quien se siente llamado a cooperar con Dios en el cuidado de la creación y en la promoción integral de las de los pueblos. Pero caminar no de cualquier manera, sino en plena libertad, y como Abraham, tener la certeza que “lo acompaña el don de la fe y la esperanza que palpita en el corazón de su pueblo y su cultura”. “los pasos dados hacen crecer la esperanza, en la convicción que la búsqueda de la paz es un trabajo siempre abierto… y que exige el compromiso de todos…” (Papa Francisco, Visita Apostólica a Colombia, encuentro con las autoridades, Bogotá, 7 de septiembre de 2017). Escuchar como Moisés la Palabra de Dios que tiene poder para transformar el miedo, la persecución, la muerte, la injusticia, la esclavitud en una oportunidad de nueva vida. Tenemos un trabajo por hacer “que nos pide no decaer en el esfuerzo por construir la unidad de la nación y, a pesar de los obstáculos, diferencias y distintos enfoques sobre la manera de lograr la convivencia pacífica, persistir en la lucha para favorecer la cultura del encuentro que exigen colocar en el centro a la persona humana, su altísima dignidad y el respeto por el bien común” (Papa Francisco, Visita Apostólica a Colombia, encuentro con las autoridades, Bogotá, 7 de septiembre de 2017). Conversión es un llamado permanente del mensaje profético. El pueblo reconoció su infidelidad, su desobediencia. Colombia, sus regiones, debe reconocer las raíces que alimentan tanta violencia. Una de ellas es “cuando el hombre se aparta de Dios, cuando el corazón humano busca sus fines lejos de Dios, hiriendo, abusando, dominando, destruyendo y ultrajando” (CEC. Artesanos del perdón, la reconciliación y la paz, 21). Convertirnos exige una opción por Cristo resucitado; Él es “el primer paso y es un paso irreversible. Proviene de la libertad de un amor que todo lo precede”. Convertirse es asumir el camino que el Papa Francisco propone: a. el todo es superior a la parte; b. el tiempo superior al espacio; c. la realidad es superior a la idea; d. la unidad es superior al conflicto (EG 217-237). Vivir con el resucitado es tener la certeza que “aquellos que lo reconocen y lo acogen reciben en herencia el don de ser introducidos en la libertad de poder cumplir siempre con Él ese primer paso.” (Papa Francisco, Visita Apostólica a Colombia, encuentro con los Obispos, Bogotá, 7 de septiembre de 2017). Orar. La Iglesia atenta a la Palabra de Dios, entiende que el mensaje liberador y salvífico de Dios, contemplado en Cristo Resucitado, requiere una respuesta: La oración para creer y entender que la verdadera paz está entre nosotros. Orar con el resucitado es vivir la grandeza del Bautismo y de la Eucaristía, por eso la Pascua de Cristo es Pascua sacramental de la Iglesia. El resucitado “nos pide que recemos juntos; que nuestra oración sea sinfónica, con matices personales, diversas acentuaciones, pero que alce de modo conjunto un mismo clamor… (Papa Francisco, Visita Apostólica a Colombia, Homilía, Cartagena, 10 de septiembre 2017). “Primerear”, es el testimonio de la Magdalena que toma la iniciativa de ir a buscar al Señor; vive la novedad del misterio en el sepulcro vacío y corre a anunciar a los apóstoles lo que ha visto y oído. La Iglesia, iluminada con la luz del Resucitado, sabe que en el pueblo se actualiza el Misterio de la entrega oblativa de Jesús que libera del pecado y, “renunciando a la pretensión de controlar aquello que no es su obra sino la de Dios, permanece con Jesús, aun cuando su nido y su resguardo es la Cruz” (Papa Francisco, Visita Apostólica a Colombia, encuentro con el CELAM, Bogotá, 7 de septiembre de 2017). “Primerear” desde el resucitado es salir, involucrarse, ser testigo del Señor resucitado que nos ha “primereado” en el amor (1Jn 4,10). La comunidad que celebra la Resurrección, descubre su identidad misionera, encarna una espiritualidad de éxodo que conduce a la reconciliación, el perdón y la paz (Papa Francisco, Mensaje jornada mundial de las misiones 2017). ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? La autenticidad del espíritu misionero del bautizado se anima y fortalece asumiendo la espiritualidad que tiene el Misterio Pascual de Cristo: Conocimiento sublime de Jesucristo (Fip 3,8): Oración, formación, apostolado. Ser fuente de auténtica esperanza. Le está prohibido al misionero la “quejumbrosidad”, la esperanza viene de lo alto, el Señor es siempre fiel. Hacer el trabajo evangelizador con pasión “poner el corazón en todo lo que hagamos, pasión de joven enamorado y de anciano sabio, pasión que transforma las ideas en utopías viables, pasión en el trabajo de nuestras manos, pasión que nos convierte en continuos peregrinos en la Iglesia”.

Mié 28 Mar 2018

Viernes Santo: Centremos nuestra mirada en la cruz

Primera lectura: Is 52,13 - 53,12 Salmo Sal 31(30),2+6. 12-13.15-16.17+25 (R. 6a) Segunda lectura: Hb 4,14-16; 5,7-9 Evangelio: Jn 18,1 - 19,42 Introducción En este día celebramos la muerte de Jesús como paso necesario hacia la resurrección, este recuerdo está lleno de esperanza y de victoria. Es un día centrado en la cruz, pero no con aire de tristeza, sino de celebración, ya que Cristo Jesús, como Sumo Sacerdote, en nombre de toda la humanidad, se ha entregado voluntariamente a la muerte para salvarnos a todos. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El profeta Isaías nos anuncia uno de los momentos culmen de la revelación veterotestamentaria: el cuarto cántico del Siervo de Yahveh. Este siervo se presenta ante los demás, en primer lugar, como raíz de tierra árida o flor gris del desierto sin profundidad ni colorido. El Siervo es presentado como despreciado y abandonado por todos. Es condenado a la muerte. Ahora bien, no era culpable, nos dice Isaías. Al contrario, es a causa de nuestras faltas como ha llegado a esta situación. Pero lo que aparecía como un oprobio se ha convertido en una exaltación. Será elevado. Cuando su vida parecía acabar en un fracaso y en soledad, llevaba el pecado de las muchedumbres. Su vida da fruto, verá su descendencia. Será colmado. La vida, muerte y revivificación del Siervo han sido el único modo de aplacar la ira divina, de satisfacer por los pecados de judíos y gentiles conjuntamente. Abandonado en manos de Yahveh, el Siervo ha conseguido lo que no consiguiera ni el Israel histórico con la multitud de sacrificios. Por eso en él se cumplirá la promesa abrahámica de vida perenne expresada en fecundidad. Asimismo, todos los rasgos atribuidos al Siervo de Yahveh, del Israel de la fe, los evangelistas, inspirados por el mismo Dios, lo vieron realizado plenamente en el Jesús histórico de Nazaret. El salmo 31 (30) es un canto individual de acción de gracias en el que se expresa la actitud de quien ha sido liberado de sus aflicciones y alaba a Dios en el templo. Al inicio del salmo se expresa la súplica de un acusado inocente, de un enfermo, de un moribundo, expuesto a la persecución: es un maldito, excluido de la comunidad, y “que produce miedo en sus amigos”, porque se lo considera como objeto de desecho. Se huye de él como de un apestado. La parte final del salmo es la dulce oración de intimidad de un huésped de Yahveh: a pesar de las acusaciones injustas de que es objeto este moribundo, continúa cantando la felicidad de su vida de intimidad con Dios: “¡Qué grande es tu bondad, Yahvé! La reservas para tus adeptos… ¡Bendito Yahvé que me ha brindado maravillas de amor! ¡Tengan valor, y firme el corazón, ustedes, los que esperan en Yahvé! La carta a los Hebreros nos presenta el sumo Sacerdocio de Cristo como un incentivo más para la perseverancia. La argumentación tiene delante el patrón del Antiguo Testamento. Una vez al año, el gran día de la expiación, el sumo sacerdote judío entraba en el santo de los santos, con la sangre de las víctimas, para llevar a cabo la expiación de los pecados de todo el pueblo. Sobre este patrón familiar a todos los judíos, se describe la función sacerdotal. Allí, ante Dios, ejerce su oficio sacerdotal a favor de todos los hombres. Cristo siendo Hijo de Dios se compadece de nosotros, comprende nuestra fragilidad y asume la condición de sumo sacerdote de forma renovada. Él desde esta condición, asume nuestra humanidad, menos en el pecado, para enseñarnos el camino a Dios y ofrecernos su salvación. Por ello, la lectura nos invita a acercarnos con confianza al Trono de la Gracia, con la seguridad de encontrar auxilio y misericordia por nuestros pecados y la fortaleza que nos sustenta en la lucha diaria. En el relato completo de la pasión según san Juan, se evidencia una de las características del Jesús joánico durante la pasión: su soberanía. Jesús se presenta como el hombre libre que camina hacia su muerte con plena conciencia. La cruz no lo agarra desprevenido. Habría podido escapar, pero se deja atar porque da su vida para que todos tengan vida (Jn 18,1-19,42). De esta manera, está cumplido el plan de Dios para redimir al hombre. Esta entrega plena de Jesús en la cruz es testimonio de algo sublime, que nos lleva a preguntarnos ¿por qué Dios permitió que su Hijo viviera tantos vejámenes y muriera en cruz, si Él hubiera podido decir una palabra para dar el perdón a todos los hombres? La respuesta a esto solo tiene una razón: el amor. Jesús mismo declaró su libertad de compadecerse de toda la humanidad y de entregar su vida por la redención de todos. Asimismo, este don pleno de su amor es la invitación a que sepamos, creamos y comprendamos, ante pruebas tan absolutas, la inmensidad sin límites de ese amor que nos tienen. Ahora sabemos, en cuanto al Padre, que "Dios amó tanto al mundo, que dio su Hijo unigénito" (3, 16); y en cuanto al Hijo, que "nadie puede tener amor más grande que el dar la vida" (15, 13). En definitiva, el empeño de Dios es el de todo amante: que se conozca la magnitud de su amor, y, al ver las pruebas indudables, se crea que ese amor es verdad, aunque parezca imposible. De ahí que, si Dios entregó a su Hijo como prueba de su amor, el fruto sólo será para los que así lo crean (3, 16, in fine). El que así descubre el más íntimo secreto del Corazón de un Dios amante, ha tocado el fondo mismo de la sabiduría, y su espíritu queda para siempre fijado en el amor (Cfr. Ef. 1, 17). ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? En este camino del Triduo Pascual llegamos al gran acontecimiento de la salvación por medio de la muerte en cruz de Cristo-Jesús. Por eso, con fe cantamos ¡Victoria, tu reinarás; oh Cruz tú nos salvarás! Esta aclamación recoge la más profunda significación de la Cruz y la misión que adquirimos los discípulos del Maestro. A propósito de esto, el Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda, ante este gran misterio de fe y amor, que “la muerte violenta de Jesús no fue fruto del azar en una desgraciada constelación de circunstancias. Pertenece al misterio del designio de Dios, como lo explica san Pedro a los judíos de Jerusalén ya en su primer discurso de Pentecostés: "Fue entregado según el determinado designio y previo conocimiento de Dios" (Hch2, 23). Este lenguaje bíblico no significa que los que han "entregado a Jesús" (Hch3, 13) fuesen solamente ejecutores pasivos de un drama escrito de antemano por Dios”. (CIC 599) Por lo tanto, al morir Jesús por nuestros pecados entendemos que este designio divino de salvación a través de la muerte del "Siervo, el Justo" (Is53, 11; Cfr.Hch3, 14) es misterio de redención universal, es decir, de rescate que libera a los hombres de la esclavitud del pecado (Cfr.Is53, 11-12;Jn8, 34-36). La muerte redentora de Jesús cumple, en particular, la profecía del Siervo doliente (Cfr.Is53, 7-8 yHch8, 32-35). Jesús mismo presentó el sentido de su vida y de su muerte a la luz del Siervo doliente (Cfr.Mt20, 28). Después de su Resurrección dio esta interpretación de las Escrituras a los discípulos de Emaús (Cfr.Lc24, 25-27), luego a los propios apóstoles (Cfr.Lc24, 44-45). (Cfr. CIC 601) Entendemos como creyentes que éramos nosotros, la humanidad, la que debía sufrir tantos vejámenes y dolores por habernos negado a obedecer la ley divina. En realidad, todos hemos pecado mucho. Y por nuestros pecados fue tenido por maldito quien no conoció el pecado, para liberarnos de la antigua maldición. Si alguien merecía la cruz era cada ser humano, cada uno de nosotros, porque a pesar de su entrega, muchas veces seguimos repitiendo los actos que nos apartan de su voluntad y de su amor. Actualizar el misterio de la salvación desde la cruz ha de motivarnos, para que de este Triduo Pascual nos comprometamos a emprender con mayor decisión la vida de santidad. No llegaremos efectivamente a la perfección y a la total unión con Dios, sino anteponiendo su amor a la vida terrena y proponiéndonos luchar animosamente por la verdad. Bellamente lo expresó nuestro Señor Jesucristo: “El que no coge su cruz y me sigue, no es digno de mí”. En efecto, tomar la cruz significa, renunciar al mundo y posponer todo aquello que nos aparta de su amor. Por consiguiente, los que seguimos a Cristo estamos también con él crucificados, muriendo a nuestra antigua conducta, somos introducidos en una vida nueva conforme al evangelio. Por eso decía Pablo: “Los que son de Cristo Jesús han crucificado su carne con sus pasiones y sus deseos”. Y nuevamente, como hablando de sí, dice de todos: “Para la ley yo estoy muerto, porque la ley me ha dado muerte; pero así vivo para Dios. Estoy crucificado con Cristo: vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí”. Y a los Colosenses les dice: “Si moristeis con Cristo a lo elemental del mundo, ¿por qué os sometéis a reglas como si aún vivierais sujetos al mundo? De hecho, la muerte del elemento mundano que hay en nosotros nos introduce en la conversión y en la vida de Cristo”. En consecuencia, si Cristo en la Cruz es la suprema expresión del amor del Padre, es necesario anunciar a los hermanos que en la Cruz se produce el más auténtico y genuino encuentro con Dios. Que Dios a los que ama los prueba, como un buen Padre que es. Por los sufrimientos, Jesús aprendió a obedecer y encontrarse con la voluntad genuina de Dios. Y eso se produce en sus discípulos. El creyente es un testigo vivo, en medio del mundo, del amor de Dios desde y en la cruz dolorosa y gozosa. Sólo el creyente puede transmitir esta sabiduría y poder del amor de Dios. Y el mundo lo necesita. ¿Qué me sugiera la Palabra que debo decirle a la comunidad? En este día solemne y de gracia se requiere insistir en el don de la entrega libre y por amor de Cristo en la cruz, para la salvación de toda la humanidad. Es oportuno hacer evidenciar todo aquello que llevó a que el Señor fuera conducido al Gólgota y crucificado, pero además que se reconozca que hoy nuevamente, de muchas formas, llevamos a Cristo a la cruz: cuando destruimos al otro con palabras y obras, cuando atentamos contra la justicia, la verdad, la paz y el cuidado del medio ambiente. En consecuencia, es necesario recordarle a todo el santo pueblo fiel de Dios que para ser discípulo de Cristo hay que renunciar a todo (incluso a sí mismo), tomar su Cruz y seguirle; que para ser discípulos de Jesús es necesario permanecer fieles a su Palabra que es la verdad y que es la única que proporciona la libertad; que la Cruz de Cristo es el valor que subvierte todos los demás valores en los que el hombre cree encontrar su libertad y su felicidad como son el poder, el bienestar, el prestigio, la ciencia humana; que conseguida la liberación, el discípulo descubre que la Cruz es un motivo de gloria, es el único valor que merece realmente su atención. Finalmente, hacer ver que, si es posible conseguir la libertad de los hijos de Dios, porque Cristo en la Cruz es la suprema expresión del amor del Padre en favor de la humanidad esclavizada por lo único que no la deja realizarse: el pecado. Sólo se puede amar al otro de verdad en la dimensión de la Cruz, es decir, cuando se descubre y se experimenta el amor que el Padre nos tiene a todos los hombres. Por eso podemos comprender la fuerza liberadora de la Cruz. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? El encuentro con la persona de Cristo transforma la existencia del ser humano. Quien se encuentra íntimamente con el Señor no podrá seguir siendo el mismo, su vida se fundará plenamente en Él y se proyectará buscando dar gloria a su nombre. Por eso, si queremos que este Triduo Pascual nos lance a una misión de evangelización, es necesario recordar las palabras que el Papa Francisco dirigió a los fieles el 03 Jul/16, en el rezo del Ángelus: “la misión del cristiano en el mundo es una misión estupenda y destinada a todos y ninguno está excluido; ella requiere mucha generosidad y sobre todo la mirada y el corazón dirigida a lo alto para invocar la ayuda del Señor. Hay mucha necesidad de cristianos que testimonien con alegría el Evangelio cada día”.

Lun 26 Mar 2018

Jueves Santo: Eucaristía, sacerdocio y amor

Primera lectura: Éx 12,1-8.11-14 Salmo Sal 116(115),12-13. 15+16bc.17-18 Segunda lectura: 1Co 11,23-26 Evangelio: Jn 13,1-15 Introducción Con la celebración de esta eucaristía se da inicio al solemne Triduo Pascual y se nos remite a la Pascua judía, la cual es actualizada y plenificada por Jesucristo. Esta celebración de la cena del Señor desarrolla tres elementos centrales: la institución de la Eucaristía, la institución del Sacerdocio y el mandamiento del amor. Estos tres momentos no deben ser vistos como elementos independientes o diferentes, antes bien, se iluminan y complementan mutuamente. Por lo tanto, es un día cargado de calor humano, en el cual acogemos los grandes regalos que el Señor nos deja como testamento. Hoy es una jornada para reforzar los vínculos que nos unen como hermanos en la fe. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? En la lectura del Éxodo, entre el anuncio y el hecho de la muerte de los primogénitos se inserta la institución de la Pascua judía. Es la fiesta de la liberación en el seno mismo de la opresión en Egipto, de ahí que, es la conmemoración anual más importante para el pueblo hebreo. El nombre de la Pascua se deriva del hebreo pésaj que se asocia con el verbo pasaj, que significa saltar, pasar por alto, y se lo hace aludir al paso del Señor, cuyo ángel exterminador “pasa por alto” dejando a salvo las casas señaladas en sus dinteles con la sangre del cordero. La sangre propiciatoria se pone en relación con la décima plaga y con la liberación de los primogénitos hebreos. El tema de los primogénitos toma cuerpo en este contexto, porque a raíz de ser rescatados por Dios de la muerte, se convierten en su propiedad. El carácter apresurado y como ya en viaje de la Pascua primitiva y el carácter provisional de la fiesta de los Ácimos se orientan hacia la situación presurosa de los hebreos que salen de Egipto. La Pascua no es solo memoria, es celebración de un pasado que se apropia y se revive sacramentalmente. Por ello, el significado pleno de la Pascua del Antiguo Testamento debe buscarse en la Pascua del Nuevo, igual que la Alianza hecha por Dios con su pueblo encuentra su sello y cumbre en la muerte y resurrección de Jesús. El salmo 116 (115) en la tradición cristiana se ha meditado desde la perspectiva del martirio, pero luego se ha enfatizado su carácter eucarístico, por la referencia al cáliz de la salvación. Con verdad profesamos que Cristo fue el primer mártir, dio su vida por la salvación de la humanidad, para superar el odio, la mentira, las injusticias y todo el mal que destruyera al ser humano y lo alejara de Dios. Por ello, sus versículos recogen los sentimientos del orante que mantiene alta la llama de la fe y espera en la respuesta de su Señor. Tiene la certeza que solo Dios podrá liberarlo del momento del dolor y será respuesta a sus interrogantes y fortaleza en la lucha. Este salmo al inicio del memorial de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, es una llamada a la esperanza, a confiar en Dios que no abandona a su criatura, ni siquiera en los momentos difíciles. Por consiguiente, el salmista profesa humildemente y con alegría su pertenencia a la casa de Dios, a la familia de las criaturas unidas a él en el amor y en la fidelidad. En la segunda lectura san Pablo se dirige a los Corintios, en ella encontramos el testimonio más antiguo de la celebración eucarística. El Apóstol transmite la tradición que a su vez recibió de los discípulos de Jesús, anuncia que dicha celebración no es un acto que recuerde algo pasado, sino que es una legítima actualización de dicho misterio de salvación, porque en ella se anuncia y acontece nuevamente la muerte del Señor para la redención de muchos. El relato de la Pascua judía, que se narraba en la primera lectura, adquiere ahora un nuevo y pleno sentido, porque se hace el anuncio de la liberación del pueblo bajo el signo del cuerpo y de la sangre que se entrega bajo las especies eucarísticas del pan y del vino. Es el mismo rito de la alianza y de la reconciliación, con paralelos que permiten comprender la celebración cristiana desde el sentido de la Pascua originaria: la noche de la salida de Egipto//la noche de la Pasión; el cordero del Éxodo//el cordero pascual; el memorial de las pruebas del desierto//el memorial del sacrificio de Jesús. En el evangelio de san Juan constamos que Jesús antes de partir de esta vida, anuncia que ha llegado su hora, celebra la última cena con sus discípulos y desea que ellos comprendan, con un gesto simbólico, qué significa su misión, por ello, realiza el lavatorio de los pies. Este acto es un anticipo de su muerte en la cruz, un modo profético de explicar el contundente significado de su vida, muerte y resurrección. Jesús busca una implicación personal en lo escenificado: no se trata de que seamos simples espectadores, sino que pasemos a la acción: “Os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis lo que yo he hecho”. Este amor hasta el extremo que venos en Jesús, es lo que sacramentalmente recibimos en la eucaristía, una entrega plena, generosa, desinteresada, todo por amor. Es el amor lo que une íntimamente los tres elementos centrales de la celebración de hoy (eucaristía, sacerdocio y amor fraterno). Asimismo, Jesús se ciñe para no morir odiando, sino amando. Esta es la lucha entre la luz y las tinieblas, entre el proyecto de Dios y el del mundo. Jesús va hacia su propia muerte, representada como hemos dicho en el Lavatorio, luchando, ceñido con el cinturón de la paz. Va a morir por todos, por eso lava también los pies a Judas que está sentado a la mesa. Jesús les seca los pies con el paño ceñido, sin quitarlo, porque muere luchando; no le han impuesto la muerte desde fuera según la visión joánica. Ese cinturón no volverá a quitarlo, es una imagen más, como se nota en Jn 13,12, en el sentido de que lo llevará hasta el momento de la cruz en que se cumple real y teológicamente su hora, que es también la hora de la glorificación. Por eso, se ciñe antes del lavatorio de los pies porque representa su muerte soteriológica. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? El don de la pureza es un acto de Dios. El hombre por sí mismo no puede hacerse digno de Dios, por más que se someta a cualquier proceso de purificación. En esta Palabra que nos actualiza el acontecimiento de la Pascua, Jesús expresa de manera prácticamente sintética lo sublime del misterio de salvación. El Dios que desciende hacia nosotros nos hace puros. La pureza es un don. Por ello, para poder percibir el paso de Dios he de procurar disponer el corazón, estar pronto para dejar lo que el Señor me pide abandonar, para crecer en su amor y avivar el servicio a los hermanos. Esta es la Pascua y el Señor viene a mí, dispuesto he de recibirlo, dejarme lavar los pies y alimentarme con su Cuerpo y Sangre que me otorgan la salvación. ¿Qué me sugiera la Palabra que debo decirle a la comunidad? El Papa Benedicto XVI nos recordaba que para Juan la entrega de Jesús y su acción continuada en sus discípulos van juntas. Los Padres de la Iglesia han resumido la diferencia de los dos aspectos, así como sus relaciones recíprocas, en las categorías desacramentumyexemplum: consacramentumno entienden aquí un determinado sacramento aislado, sino todo el misterio de Cristo en su conjunto –de su vida y de su muerte-, en el que Él se acerca a nosotros los hombres y entra en nosotros mediante su Espíritu y nos transforma. Pero, precisamente porque este sacramentum“purifica” verdaderamente al hombre, lo renueva desde dentro, se convierte también en la dinámica de una nueva existencia. La exigencia de hacer lo que Jesús hizo no es un apéndice moral al misterio y, menos aún, algo en contraste con él. Es una consecuencia de la dinámica intrínseca del don con el cual el Señor nos convierte en hombres nuevos y nos acoge en lo suyo. El obrar de Jesús se convierte en el nuestro, porque Él mismo es quien actúa en nosotros. En consecuencia, la Palabra de Dios, en este inicio del santo Triduo Pascual, nos invita a hacer actual el paso de Dios por nuestra existencia en esta nueva Pascua que nos permite celebrar, para dejarnos liberar de las esclavitudes que nos apartan de él o dañan nuestra condición humana, como nos lo recordaba el Papa Francisco en su visita a Colombia. Esto nos lleva a reflexionar sobre la actitud de Pedro en el evangelio, ¿cuántas veces actuamos como él? nos gustaría que Jesús no tuviese que morir y que no nos lavase los pies, que no llegase el sufrimiento, la renuncia o el sacrificio a nuestra existencia. Hoy la Palabra nos recuerda que en el camino del discipulado es necesario dejarnos purificar por Jesús y asumir el ejemplo que nos da de ser servidores generosos y amorosos de los hermanos, porque es solo así es como verdaderamente podemos decir que hemos vivido la Pascua, que el Señor ha pasado por nosotros. El amor hasta el extremo no debe confundirse con el “melosería”, ni con una alegría superficial. El amor contiene un aspecto duro y difícil, porque exige la muerte de muchas cosas a las que nos aferramos con demasiada fuerza. Recordemos que la Cruz y el lavatorio de los pies, nos hablan de la victoria del bien sobre el mal, pero también de los medios de los que se sirve esa victoria. Asimismo, al celebrar el misterio de la eucaristía y renovar nuestro compromiso por el amor a Dios y a los hermanos, nuestra existencia ha de lanzarnos a ceñir en nuestras mentes y corazones los mandatos del Señor, a ser testigos veraces del obrar de Dios en la cotidianidad de nuestra vida e involucrar, por nuestro testimonio, a nuevos discípulos que deseen dar la vida también por Cristo y su Iglesia. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? “Hagan esto en memoria mía”. Este mandamiento del Señor es verdaderamente sagrado para quienes somos discípulos de Él. La experiencia comunitaria vivida originalmente por los apóstoles se convierte en algo posible en todos los tiempos para los cristianos. Se trata de entrar en el destino histórico de Jesús, que es la historia misma de Dios, su Reino, que acontece definitivamente en la manifestación suprema del amor. Por lo tanto, participar así en el destino del Maestro significa realizar, de manera insuperable, la fraternidad humana. La cena del Señor es la asunción, por parte de los cristianos, de lo que nos une más profundamente: la vida misma del Maestro, la historia del Hijo del Padre en la que participamos todos como hijos y como hermanos los unos de los otros. Finalmente, si entendemos como cristianos la celebración eucarística como el modelo de la celebración del misterio de la Pascua, cada uno de nosotros somos los protagonistas de la Cena del Señor. Hagamos realidad estos sentimientos, siendo paso de Dios a través de nuestras existencias, así como nos lo enseñaba el Papa Francisco en su visita a Colombia: “y como los apóstoles, hace falta llamarnos unos a otros, hacernos señas, como los pescadores, volver a considerarnos hermanos, compañeros de camino, socios de esta empresa común que es la patria” (Homilía, Parque Simón Bolívar, Bogotá, 7 de septiembre de 2017).

Mié 21 Mar 2018

Domingo de Ramos: Morir y resucitar con Cristo

Primera lectura: Is 50,4-7 Salmo Sal 22(21),8-9.17-18a.19-20. 23-24 (R. 2a) Segunda lectura: Flp 2,6-11 Evangelio: Mc 14,1 - 15,47 (forma larga) o Mc 15,1-39 (forma breve) Introducción Al inicio de la semana mayor, en la que la Iglesia se dedica a un tiempo de oración, silencio y meditación en los misterios de la pasión del Señor, la liturgia de la palabra, hace una antología de textos que nos ayudarán a vivir de una manera sobria y profunda, la celebración del Misterio Pascual de Cristo, no solo para conmemorar lo que Él realizó, sino, y sobre todo, para que estemos inmersos en su Misterio para morir y resucitar con Cristo (Cfr. DH 77). La clave para unir los diversos elementos que se presentan en la celebración de este día, nos dice el Directorio Homilético, está en la segunda lectura, en dónde san Pablo, en su Carta a los Filipenses, presenta el resumen de todo el Misterio Pascual (DH 77) También, el Profeta Isaías, en su tercer canto del siervo sufriente, prefigurará la imagen de Cristo y las ignominias por las que pasará en su entrega por la humanidad, llevando al pueblo de Dios a reflexionar sobre la fuerza del siervo de Dios en las horas previas a su entrega final. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Las palabras de Isaías, son de aliento para el pueblo, la representación de la figura del Siervo de Yahvé, es una manera figurada de encarnar el sufrimiento y la ignominia por las que va a pasar, no solo el pueblo, sino el descendiente de la tribu de David que se enfrentará a sus adversarios para que “lo golpeen, lo abofeteen, injurien y calumnien” (Cfr. Is 50,6.). Todas estas expresiones de violencia física, verbal y carnal, serán una prefiguración del cuerpo lacerado de Cristo en los evangelios, como lo leeremos en el relato de la pasión del evangelio de Marcos. La aclamación al salmo 21 “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” será el eco del Hijo en la cruz en el dolor, sufrimiento y desánimo que puede llegar a vivir un discípulo del Señor. La súplica en medio del sufrimiento, deja una sensación de abandono, de soledad y sufrimiento; pero solo al final ese reconocimiento de hondo pesar y dolor, se suple con la súplica: “¡Confía en el Señor, pues que lo libre, que lo salve si le tiene aprecio!”. Pasar del dolor al consuelo, es una manera de experimentar la misericordia de Dios y la incansable anchura de su amor por el ser humano. Solo de esta manera el dolor de la carne sufriente de los más necesitados, se convierte en la carne de nuestro Señor, “cada violencia cometida contra un ser humano es una herida en la carne de la humanidad” (Papa Francisco, Visita Apostólica a Colombia, Encuentro con los obispos de Colombia, Salón del Palacio Cardenalicio, Bogotá, 7 de septiembre de 2017). Esta contemplación del sufrimiento ignominioso del Siervo Sufriente de Dios, es evocación de los rostros sufrientes de la tierra que claman por la justicia y la verdad. Rostros con nombre e identidad concretas, que nos llevan a buscar con afán, la inclusión de los descartados e ignorados, de este mundo, en medio de la cultura del descarte. El apóstol de los gentiles en su carta a los Filipenses, escribirá todo un tratado de: humildad, sencillez y entrega. En una de las páginas más bellas de los escritos de Pablo, él exaltará las virtudes del Hijo amado de Dios y su abajamiento, como enseñanza de obediencia y sumisión a la voz del Padre. Al dejar -Cristo- su condición Divina, renunciar a ella, enseña una nueva manera de ver al ser humano. El sometimiento a la muerte en cruz, es una muestra clara de la fuerza que Cristo le imprimió a su fidelidad al Padre. Pero, sin lugar a dudas, nos va a recordar que el nuevo Adán reconcilia la vida de Pecado, con el abundante don de la Gracia que nos da Cristo resucitado, “de modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es” (Cfr. 2 Cor 5,17.). El vaciamiento total de Cristo en la cruz, es toda una paradoja de Dios entregándose al mundo, elemento fundamental en la narrativa de Pablo para hablar de la manera en que Dios se gasta por la humanidad (kenosis); el cántico va a resaltar la idea de cómo Jesús desde su condición divina, se abaja no solo en carne, sino en su manera de relacionarse, “Pero Dios quiso hacerse vulnerable y quiso salir a callejear con nosotros, quiso salir a vivir nuestra historia tal como era, quiso hacerse hombre en medio de una contratación, en medio de algo incomprensible”; (Encuentro con sacerdotes, religiosos, consagrados, consagradas, seminaristas y sus familias, Medellín, 9 de septiembre de 2017) hasta que se gasta el último suspiro Jesús sigue hasta el final, siendo fiel y misericordioso, asunto que Dios mismo verá agradable a sus ojos en su glorificación. La experiencia teológica adoptada por Marcos, va a tener como esencia y fuente narrativa a Pablo, el vaciamiento de Jesús en la cruz que nos relata una de las escenas más conmovedoras y reveladoras de su evangelio -la pasión del Señor-, es una prolongación de la kenosis de los textos de Pablo. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? En el texto de la pasión de Jesús, Marcos va a cuestionar al lector sobre la obediencia a la voluntad del Padre, quien amando a su Hijo lo entrega por la salvación de todo el género humano, redimiendo al pecado del mundo con la sangre de su hijo amado. El seguimiento de Jesús en Marcos no se entiende sin la experiencia de la Cruz, todo lleva a ella y de ella surge todo. Marcos es el relato de la comunidad, todo el texto está dirigido a la formación de los discípulos en el seguimiento del Señor. Es por ello que al centro del relato (de XVI capítulos), la perícopa de la transfiguración, se convertirá en la manera en que los discípulos atienden el llamado de Jesús a seguirlo en su camino hacia Jerusalén, (camino que se convertirá en la crucifixión). De esta manera, mientras el texto presenta a Pedro, Santiago y Juan, queriendo construir tres tiendas, al final del relato del encuentro de ellos con Jesús transfigurado, en la pasión encontraremos a Jesús crucificado junto a dos salteadores, uno a su derecha y otro a su izquierda, como evocación de la nueva transfiguración del Señor. La cruz se convierte en la nueva tienda de exaltación del Hijo de Dios en la humanidad. La muerte de Jesús no es la última palabra del Padre, ver a su Hijo amado (Cfr. Mt 3,23.) en la cruz como a muchos colombianos, sigue siendo doloroso para Dios y para nosotros, ver su cuerpo herido, nos debe mover a “… no tener miedo de tocar la carne herida de la propia historia de su gente” (Papa Francisco, Visita Apostólica a Colombia, encuentro con los obispos de Colombia, Salón del Palacio Cardenalicio, Bogotá, 7 de septiembre de 2017), es una clara invitación a transformar el dolor en fuente de vida y resurrección. El paso que sigue es convertir el luto en danza, dejar que la profecía de Isaías siga teniendo sentido en la sociedad, “Forjarán sus espadas en arados, y sus lanzas en podaderas” (Cfr. Is 2,4.). La muerte de Cristo en la cruz, es una oportunidad para que entendamos el llamado a transformar los signos de muerte existentes en nuestro país, espacios que promuevan la cultura del encuentro, la semana mayor se convierte en una manera de “… desactivar los odios, y renunciar a las venganzas, y abrirse a la convivencia basada en la justicia, en la verdad y en la creación de una verdadera cultura del encuentro fraterno”, (Papa Francisco, Visita Apostólica a Colombia, gran encuentro de oración por la reconciliación nacional, Parque Las Malocas, Villavicencio, 8 de septiembre de 2017). ¿Qué me sugiera la Palabra que debo decirle a la comunidad? La palabra de Dios en este domingo de pasión, nos está llamando a contemplar la carne del crucificado, en muchos colombianos y hermanos latinoamericanos que están necesitados de sanar las heridas causadas por la violencia fratricida, que ha generado miles de víctimas deseosas de reparación: “El Señor nos insta a tender puentes, limar las diferencias, desactivar los odios, renunciar a la venganza, abrirse a la convivencia basada en la justicia, en la verdad y en la creación de una verdadera cultura del encuentro fraterno” (Papa Francisco, Visita Apostólica a Colombia, gran encuentro de oración por la reconciliación nacional, Parque Las Malocas, Villavicencio, 8 de septiembre de 2017). La palabra de Dios siga disponiendo nuestro corazón y nuestras vidas, para seguir abriendo caminos de reconciliación, amor y paz, como mensaje clave de este domingo en el que conmemoramos la entrada de Jesús a Jerusalén. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Cristo, nuestro Señor, quien gobierna nuestros actos y nuestra vida, nos anima, en la conmemoración del domingo de ramos, a reconocer y acoger los signos propios de su entrada en Jerusalén. Cada uno de los actos que evocamos en la Palabra de Dios, hoy, tienen toda una carga simbólica; la unción en Betania es un signo de ello: Vivir la unción de nuestro bautismo, es asociarnos al reconocimiento de los poderes que hemos recibido, al inicio de nuestra vida cristiana, por el Espíritu Santo; bendecir con nuestros actos, es reavivar el sacerdocio común en la comunidad; denunciar los casos de corrupción que aquejan a nuestra sociedad, es fomentar el profetismo y asumir nuestra dimensión de ser protectores de la casa común, es revivir la actitud de reinado de Dios en nosotros y de nosotros hacia nuestro entorno. El gesto de servicio, que recordamos en la última cena, no es otra cosa que renovar la actitud de servicio a nuestro Señor, quien “(…) siendo de condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios” (Cfr. Fil 2, 6.). Cristo nos llama a no buscar acomodarnos a los títulos y reconocimientos de esta sociedad, evocando el momento de la última cena; “…esa primera noche «eucarística», en esa primera caída del sol después del gesto de servicio, Jesús abre su corazón; les entrega su testamento” (Papa Francisco, Visita Apostólica a Colombia, encuentro con sacerdotes, religiosos, consagrados, consagradas, seminaristas y sus familias, Coliseo la Macarena, Medellín, 9 de septiembre de 2017). El testamento de la entrega de Señor, se convierte en una nueva comunidad humana, llamada a ser sensible y atenta a las necesidades de los más frágiles y vulnerables. El encuentro con Cristo nos anima a dejarlo todo en manos del Padre misericordioso. La escena de Jesús, orando en el Huerto de los Olivos, es un acto profundo de discernimiento; luego de haber sido nombrado Rey y acogido por los judíos, Jesús acoge con generosidad la voluntad del Padre, impulsándonos a realizar la misma actitud de docilidad y amor. La palabra de Dios, en este domingo, es un preámbulo a vivir el misterio de la Cruz que es salvación para el creyente. Por ello, el discípulo se forja en la medida en que se dispone a asumir con el maestro la experiencia de la Cruz, aunque ésta no sea fácil de comprenderla dentro de la comunidad. Que el encuentro con Jesús, en su Misterio Pascual de pasión, muerte y resurrección, se convierta para nosotros en un espacio de fortalecimiento de nuestra fe y de renovación para nuestro espíritu cristiano y, así, recordemos que: “Somos verdaderos dispensadores de la gracia de Dios cuando trasparentamos la alegría del encuentro con Él” (Papa Francisco, Visita Apostólica a Colombia, encuentro con sacerdotes, religiosos, consagrados, consagradas, seminaristas y sus familias, Coliseo la Macarena, Medellín, 9 de septiembre de 2017). Cristo nos llama a vivir con amor esta semana mayor y nos invita para que este tiempo sea para todos nosotros la oportunidad de renovar permanentemente nuestro encuentro con Él.

Jue 8 Mar 2018

Conversión desde el amor de Dios

Primera lectura: 2Cro 36,14-16.19-23 Salmo Sal 137(136), 1-2.3.4-5.6 (R. 6a) Segunda lectura: Ef 2,4-10 Evangelio: Jn 3,14-21 Introducción Las lecturas de este cuarto domingo de cuaresma coinciden en demostrarnos que el relato del pecado e infidelidad del hombre a Dios es paralelo a la historia del perdón y amor de Dios al hombre (primera lectura), manifestados en su Hijo, Jesucristo (segunda lectura), a quien el Padre entregó al mundo para salvación de cuantos creen en él (evangelio). Este cuarto domingo de Cuaresma, se llama “Laetare", por la antífona de entrada de la Misa, tomada del libro del Profeta Isaías: “¡Alégrate, Jerusalén! Que se congreguen todos los que te aman; que se regocijen con júbilo los que estuvieron tristes; que exulten y se sacien de su maternal consolación”. (Is. 66, 10-11). Como se ve, la liturgia de este Domingo propone como reflexión el tema de la alegría, pues se acerca el tiempo de vivir nuevamente los Misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo; por eso se rompe el esquema litúrgico de la Cuaresma, predominando el carácter alegre (litúrgicamente hablando), manifestado en el color rosado de los ornamentos, las flores para adornar el altar y los instrumentos musicales para la Misa. Si se toman como elección las lecturas del Ciclo A, para este domingo, llamado Laetare (alegraos), tenemos para la reflexión el tema de la luz. En efecto, la relación entre el Misterio Pascual, que nos disponemos a celebrar, el bautismo y la luz, viene acogida por un versículo de la segunda lectura: “Despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz”; idea que se desarrollará más en el prefacio del ciego de nacimiento, correspondiente para esta celebración: “Cristo, por el misterio de la encarnación, condujo a la claridad de la fe al género humano que caminaba en tinieblas, y por el Bautismo transformó en hijos de adopción a quienes nacían esclavos del pecado”. Esta iluminación, inaugurada en el Bautismo, se fortalece cada vez que recibimos la sagrada Eucaristía. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Las tres lecturas de hoy coinciden en demostrarnos que el relato del pecado e infidelidad del hombre a Dios es paralela a la historia del perdón y del amor de Dios al hombre. En efecto, el pasaje de la primera lectura que leemos, es una síntesis del mensaje fundamental de que hay que ser fiel a Dios para no ser destruido y una mirada esperanzada hacia el futuro, en donde el edicto de Ciro, Rey de Persia, permitiendo el retorno, viene a ser como un nuevo compromiso de Dios en favor de su pueblo; un compromiso que comportará la llamada a ser fiel a la Alianza, tantas veces traicionada por el pueblo escogido. Por su parte, en la segunda lectura, el designio de perdón y de amor de Dios, mantenido y escondido por siglos, en Jesucristo se ha realizado y se ha manifestado a todos los pueblos. Este designio supone la reconciliación del mundo entero, manifestada en la ruptura de la barrera que separaba al pueblo de Israel del resto de la humanidad. Así, la Iglesia es el nuevo pueblo que nace de este designio amoroso y salvador de Dios. Finalmente, en el Evangelio, contemplamos cómo Dios por medio de su Jesucristo, ha hecho pasar a la humanidad de la muerte a la vida para salvación de cuantos creen en él. En la entrevista de Jesús con Nicodemo, podemos destacar: La oferta de vida y salvación por Dios para todo el que cree en su Hijo, unigénito. Esta oferta de salvación Dios la hace por puro amor: «tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo único para que el mundo sea salvado por él». La finalidad de Dios con el hombre es su salvación y no su perdición o su condenación. Dios da otra oportunidad, no nos trata como merecemos por nuestros pecados. Dios no quiere que perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Dios ama al hombre y porque lo ama lo ha perdonado. Respuesta libre del hombre a Dios: aceptación o rechazo, opción por la fe o la incredulidad, la luz o las tinieblas. El hombre responde a Dios con la fe o con la incredulidad: «el que cree en el Hijo de Dios no será condenado; el que no cree ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios». La fe es el criterio último de vida y salvación, como se afirma en la primera conclusión del cuarto evangelio, «escrito para que crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengan vida en su nombre». Podemos subrayar que las lecturas de este domingo insisten en que Jesucristo es el signo de esa gratuidad, amor y ternura de Dios para con el hombre, que no quiere su perdición sino su vida. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? La Palabra de Dios nos invita a mirar más allá de la triste realidad de nuestro pecado, mirando a Dios, quien es fuente de infinita Misericordia y quien nos devuelve la alegría de la salvación. Es una nueva invitación a convertirnos de corazón hacia Dios, para amarlo y cumplir sus preceptos, que nos hacen libre. La realidad es que todo proviene de Dios, todo es obra de su gracia y no mérito humano alguno; esta obra de amor y reconciliación Dios la ha realizado uniéndonos a Jesucristo en su evento de muerte y resurrección, de este modo, nos hace vivir todo cuanto Él ha vivido, nos ha resucitado en su Hijo. Este amor y reconciliación de Dios, la obra de su gracia y misericordia en nosotros, nuestra unión con Jesucristo, se notará en nuestro modo de vivir, en nuestras buenas obras. ¿Qué me sugiere la Palabra que debo decirle a la comunidad? El mensaje concreto para nosotros hoy es: Dios nos ha creado en Cristo Jesús para que nos dediquemos a las buenas obras que él mismo determinó que practicáramos. Así lo concluye san Pablo en la segunda lectura. No podemos alegar méritos propios, pero no se excluyen las buenas obras, pues, aunque estas no salvan por sí solas, son el fruto necesario y el signo fehaciente de esa salvación de Dios. No basta sólo una fe teórica e inactiva, es necesario un compromiso de cada uno de nosotros desde las buenas obras. Un cristiano convencido en su fe evita toda obra mala que lo conduzca al camino del egoísmo y a lo que la Sagrada Escritura ha llamado las obras de la carne: la fornicación, la impureza, la idolatría, las enemistades, los celos, los rencores, las orgias y cosas por el estilo. En cambio, siempre se deja guiar por lo que son las obras del Espíritu: el amor, la alegría, la paz, la mansedumbre, el perdón, la comprensión, el servicio, la bondad, la lealtad, la amabilidad y el dominio de sí. Nos enseña el Papa Francisco, en la homilía de la Misa, en Medellín, que para responder a la invitación que el Señor nos hace en la realidad concreta que estamos viviendo en Colombia, es preciso la renovación que supone sacrificio y valentía ante “tantas situaciones que reclaman de los discípulos el estilo de vida de Jesús, particularmente el amor convertido en hechos de no violencia, de reconciliación y de paz”. (Homilía, Aeropuerto Enrique Olaya Herrera, Medellín, 9 de septiembre de 2017). Cada uno debe hacer una revisión de vida personal, comunitaria, ¿cómo estoy llevando mi compromiso de bautizado, de hombre transformado por Cristo? ¿Cómo va mi proceso de conversión en esta Cuaresma? ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Celebramos hoy el domingo de la alegría cuaresmal. Es esta una celebración marcada por el gozo de prepararnos a vivir próximamente el Misterio Pascual de Cristo en toda su plenitud. Sentimos el gozo de sabernos perdonados por Dios y salvados por su amor; escuchamos su llamado para estar más cerca de él, y a la vez somos conscientes que él espera nuestra respuesta generosa. La liturgia es presencia viva de Cristo en medio de la comunidad. >>> DESCARGA LA PREDICACIÓN ORANTE