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aborto

Mar 11 Feb 2020

Ante caso de Juan Sebastián: Iglesia clama por la defensa de la vida

Ante el caso de Juan Sebastián Medina, bebé en gestación, la Conferencia Episcopal de Colombia, a través de un comunicado, reafirma "que la vida es sagrada, que el aborto es una injusticia que clama al cielo y una gravísima herida a la sociedad, que no es posible construir la paz implantando esta pena de muerte contra los más pequeños e indefensos". [icon class='fa fa-download fa-2x'] Descargar comunicado[/icon]

Mié 13 Nov 2019

Ante fiera tozudez abortista

Por: Mons. Libardo Ramírez Gómez - Causa extrañeza, a algunos, que siga habiendo un “debate sin fin” (El Tiempo 27-10-19), en torno al “aborto legal”, cuando en realidad ese debate quedó abierto desde el día, para unos “memorable” para otros “lamentable”, cuando la Corte Constitucional (10-05-06), dio la Sentencia 355, considerando este asunto como “un tema de salud”, y, en tres casos determinados, “despenalizó” el delito del aborto. En querer imponer la opinión de unos pocos, y en forma sesgada, está el origen de este debate, pues no se habló en la Sentencia de “legalizar”, pero se ha querido darle esa dimensión, y la misma Corte pasó luego acrecentar diferencias al hablar de que de allí ha surgido, como un “derecho de la mujer”, pedir que se mate al hijo de sus entrañas. Además, recientemente, se ha pretendido, de parte de la misma Corte, exigir al Ejecutivo hacer reglamentación del aborto como si fuera un “derecho de la mujer”, que se puede practicar hasta los últimos días del embarazo, y que, prácticamente, los galenos no puedan presentar “objeción de conciencia”, algo tan claramente reconocido por nuestra Constitución (Art. 11), y por códigos civiles. Como graduado en Derecho Canónico, estudioso de legislaciones de distintos países, Presidente por 12 años del Tribunal Eclesiástico Nacional, defensor del derecho natural al sagrado derecho de la vida, siento que, para bien de nuestro País, debo pronunciarme en este nuevo momento álgido. Es que de parte de la misma Corte Constitucional se pretende obligar al Presidente de la República, y colaboradores del Ramo de Salud, a dar reglamentaciones que no les corresponden, con detalles que pisotean aspectos de derecho natural que reclama el respeto a la vida, primer derecho de los seres humanos. Es de advertir que desde el 2006 venimos repitiendo que, estamos ante reclamos no solamente de carácter religioso, sino acordes con Tratados de Derechos Humanos, y gran número de científicos, sosteniendo la preciosa realidad de la dignidad y derechos de la persona humana desde su concepción, a pocas horas de ser engendrado, hasta su muerte natural. Es de destacar cómo, en nuestros días, hay gran sensibilidad por seres vivos de la naturaleza, las plantas, las aves, los toros, y los niños ya nacidos (postnatal), pero en relación los no nacidos (prenatal), tan débiles e indefensos, qué inclemencia, al contraponerlos a sus madres, a quienes quieren dar el derecho de exterminarlos, al considerarlos como un estorbo a sus libertades. Es que los tres casos despenalizados pueden ser fácilmente extendidos a número infinito, pues hay posibilidad de alegar causas con gran facilidad. Que hubo “violación”, cómo se puede contradecir su afirmación si las relaciones íntimas son de ordinario sin testigos; en caso de “peligro de la salud y vida de la madre”, con qué amplitud se puede alegar, al tener en cuenta que todo embarazo trae serio peligro; ante la “deformación del niño en crecimiento uterino”, antes que matarlo hay múltiples medios de su mejoramiento, con médicos especialistas en ello, y, siendo, por lo demás, esos niños ya nacidos, centro de amor y cuidado de hogares con sentimientos naturales humanitarios. Existe, además, el hecho de que, apenas dada la referida Sentencia de la Corte de despenalización en los casos mencionados, dictó el Ministerio de Salud la Reglamentación 444 que fue demandada por destacados Juristas, y fue declarada nula por el Consejo de Estado (15-03-13), por incompetencia de ese Ministerio para emanarla. Se precisó, en ese momento, que es al Parlamento a quien le correspondería, si lo estima correcto hacerlo, dar una determinación al respecto, pero si éste se niega por estimarlo inconveniente, no hay camino constitucional para que en este orden de cosas se proceda a dar orden al Ejecutivo para realizar este acto. Sería ilegal que el Presidente, o cualquier funcionario que reciba esa orden, la cumpliera, pues estaría realizando algo ilícito y nulo. De un Presidente que, con valor, y exponiendo su prestigio, pensó que, “a conciencia”, debía hacer objeciones a la legislación sobre la JEP, se espera que, en este caso, al menos igualmente grave, objete esa orden inconstitucional que ha recibido y se niegue a cumplirla. En el caso del aborto es de rememorar la actitud de gran valor cívico del Rey Balduino, de Bélgica, que prefirió renunciar a esa dignidad, con peligro de no ser restituido de su cargo (05-04-90), antes que rubricar algo en contra de la ley natural, para que otro, si lo estimaba procedente, firmara lo aprobado en el Parlamento. + Libardo Ramírez Gómez Obispo Emérito de Garzón Email: [email protected]

Vie 25 Oct 2019

Intervención de la Conferencia Episcopal ante el Ministerio de Salud

La Conferencia Episcopal de Colombia presenta al Ministerio de Salud observaciones al proyecto de resolución “por medio de la cual se emite una regulación única para garantizar la interrupción voluntaria del embarazo en los casos despenalizados en la Sentencia C-355 de 2006 en cumplimiento a la orden tercera de la Sentencia de Unificación 096 de 2018 de la Honorable Corte Constitucional y se dictan otras disposiciones". [icon class='fa fa-download fa-2x'] Descargar comunicado[/icon]

Vie 22 Mar 2019

Iglesia invita a celebrar ‘Día del niño por nacer’

Con motivo del ‘Día del niño por nacer’, que se celebra este 25 de marzo en la Solemnidad de la Anunciación del Señor, la Conferencia Episcopal de Colombia a través de su Secretario General, monseñor Elkin Álvarez Botero, hizo una invitación a toda la comunidad para que este día en todas las eucaristías se celebre la vida y se pida por los niños y niñas que están por nacer. “A la luz del Misterio de la Encarnación la Iglesia nos invita a orar por todos los niños que están por nacer, es un acto de defensa de la vida, de reconocimiento del don maravilloso de Dios, que es un regalo desde el mismo momento de la concepción hasta su fin natural”, expresó el prelado. La Conferencia Episcopal de Colombia, a través del Departamento de Matrimonio y Familia elaboró unos insumos que ayudarán a la vivencia de esta jornada. [icon class='fa fa-download fa-2x'] Descargar Catequesis por la vida[/icon] [icon class='fa fa-download fa-2x'] Descargar Vigilia por la Vida[/icon] [icon class='fa fa-download fa-2x'] Descargar Celebración de la misa y bendición de las madres gestantes[/icon] [icon class='fa fa-download fa-2x'] Descargar Rosario por la vida[/icon] El ‘Día del niño por nacer’ fue instituido en Argentina en diciembre de 1998 por el presidente Carlos Saúl Menem. El mandatario, a pocos días de celebrarse esta fiesta en 1999, alentó a los presidentes de toda América Latina a sumarse a la iniciativa. San Juan Pablo II remitió una carta al presidente argentino alentando a que “la celebración del ‘Día del niño por nacer’ favorezca una opción positiva en favor de la vida y del desarrollo de una cultura orientada en este sentido, que asegure la promoción de la dignidad humana en todas las situaciones". [icon class='fa fa-download fa-2x'] Lea también[/icon]

Mié 6 Feb 2019

Trasmutación de todos los valores

Escrito por: Mons. Froilán Casas Ortiz - Vivimos una época paradoxal: se habla de derechos, se defienden en forma pasional, visceral y, a la par se irrespetan todos los valores. Se combate un dogmatismo, con armas de un dogmatismo más cortante que espada de doble filo. Han aparecido nuevos paradigmas que no solamente reemplazan a los antiguos, sino que los combaten. Culturalmente se ha hecho una metamorfosis total. Lo que ayer era bueno, hoy es malo y viceversa. Vivimos en una época en la que quieren que los sacerdotes se casen y que los casados se divorcien. Quieren que los heterosexuales tengan relaciones sin compromiso, pero que los “gay” se casen en la iglesia. No hay plazas para los pacientes en los hospitales, pero hay incentivos y patrocinio para quien quiere hacer cambio de sexo. Se ha llegado al colmo de “humanizar” a las mascotas, ya se les llama con nombres de humanos: Matías, Mateo, Lucas, etc. Valen más estos animales que los seres humanos. Se mata a los niños en el vientre materno y esto se llama liberación. La mascota ocupa un lugar privilegiado en el seno de la familia, -si es que hay familia-. Hay alimentación especial para gatos y perros mientras muchos niños mueren de hambre. Ahora los perros se “estresan”; ya necesitan sicólogo. Ahora las mascotas no se compran, se “adoptan”. Hay dinero para guarderías caninas y no hay presupuesto para vivir dignamente. Uno de los negocios que serán prósperos en el corto plazo es un cementerio para mascotas: ya se les hace duelo. Uno de los temas de conversación en ciertos círculos sociales, es el cuidado de las mascotas en términos de alimentación, vestido, salud, “esparcimiento”. Ya tenemos que aguantarnos las mascotas en los buses, en los aviones, en las salas de cine, en las cafeterías, restaurantes y hasta en las iglesias. ¡El colmo! ¿A dónde iremos? Quienes les damos a los animales el justo puesto, estamos resultando especímenes raros, ¿o será que estamos en vías de extinción? ¡Qué mundo tan contradictorio! Se cacarean a todo timbal los derechos y se silencian los deberes. Defendemos la vida, pero estamos a favor de la eugenesia agresiva y sin cuartel y aceleramos la muerte con los llamados defensores de la eutanasia. Para quitar el dolor, matemos al doliente; para acabar con el aborto, legalicémoslo. Cambiemos el calificativo moral y entramos en el listado de lo moral: a la mujer con desorden sexual, llamémosla, trabajadora sexual. Cambiémosle el nombre al aborto, llamémoslo, interrupción del embarazo. ¡Qué sofisma de distracción! La vida humana empieza a partir del cigoto. ¡No! Llamemos a ese proceso de mutación biológica como le dijera Simone de Beauvoir, protoplasma, parásito. Peor aún: amasijo de carne, enquiste en el vientre materno. ¡Qué horror, hasta dónde llega la degradación mora! Como decía un amigo sacerdote: “Este mundo está a lo mero perro”. Con cinismo se califican los parámetros morales del pasado. Hoy campea por doquier el relativismo moral. ¡Cuidado! Atrévase a pensar diferente. En materia moral, el mundo ha dado una vuelta de 180 grados de la noche a la mañana. Pero, no se preocupe amigo lector, aún no hemos tocado fondo. + Froilán Casas Ortíz Obispo de Neiva

Vie 26 Oct 2018

Digamos NO AL ABORTO

Por: Mons. Víctor Manuel Ochoa Cadavid - En estos días se nos presenta nuevamente el tema de la despenalización del aborto en Colombia, tema que suscita en todos los miembros de nuestra comunidad una gran sensibilidad y necesita también una palabra clara y precisa para orientar a los hombres y mujeres que viven la fe. Tenemos presente también que estos hechos suscitan un gran drama entre quienes tienen que enfrentarlo, poniéndonos de frente al gran tema del valor de la vida humana. En el designo amoroso de Dios, en las normas y modelo de vida que nos ha regalado, resuena claramente en la Palabra de Dios el precepto: “No matarás” en el libro del Éxodo (Ex 20, 13) y que Jesucristo en el Sermón de la montaña nos recuerda claramente (Mateo 5, 21). La vida humana es sagrada. Ella pertenece solamente a Dios, está en sus manos y en su plan, desde el momento mismo de la concepción hasta el término final de la misma. Ningún hombre o mujer puede atribuirse el derecho a matar o “interrumpir la vida humana”, se puede intentar disfrazar con otras palabras este hecho, pero siempre será el asesinato de una vida inocente, un acto realizado por un sicario. Como recientemente nos enseñó el Papa Francisco). En la cultura occidental, en el espacio jurídico y en el diario vivir de nuestro contexto social, toman cada vez más fuerza los “Derechos humanos”, algo justo y necesario, que lleva a fortalecer las condiciones de vida, los derechos y obligaciones de todos en el marco que pretende dar a cada uno lo que le corresponde. Muchos se han empeñado en este frente -de los derechos humanos-, pero con figuras de lenguaje y palabras, a veces ambiguas, se quiere destruir uno de los derechos fundamentales de la persona humana, el derecho a la vida, un derecho inalienable, que pertenece concretamente pertenece a un embrión o a un feto no nacido, o a un niño que ya es viable para una vida autónoma. Esta creatura es una persona humana, sujeto de deberes y derechos por parte de la sociedad. ¿Es justo matar un niño a pocos días de su nacimiento? ¿Es licito matar una vida inocente en los días que su nacimiento es ya viable, en los parámetros de la capacidad técnica de la medicina para mantener la vida? En una forma equivocada se van abriendo espacios para nuevos “derechos” (derecho al aborto, a nuevas formas de unión de parejas del mismo sexo, a la eutanasia, al uso de drogas) pero que no corresponden a la moral ni a la ética humana, leída en sus verdaderos fundamentos antropológicos. Podemos decir que descansan estas reflexiones sobre una antropología equivocada. El derecho a la vida humana es un derecho natural e inalienable, que también es tutelado por la Constitución de la República de Colombia (“El derecho a la vida es inviolable”, Articulo 11). No puede existir una forma de manipulación del lenguaje, que lleve a presentar el aborto, con otras palabras o con otra modalidad de expresión que lo descargue de su peso moral. El aborto es la conculcación de un derecho a la vida, es la muerte de un ser humano que tiene derecho a nacer y a recibir lo necesario para ser autónomo y cumplir el plan de Dios para el hombre. La vida humana debe ser respetada y protegida de manera absoluta desde su inicio, es decir desde la concepción misma (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2270). A una creatura indefensa, a un hombre en potencia, tiene que respetarse su derecho a la vida, debe protegerse y debe garantizarse. Si se invoca el respeto a los derechos humanos, debería respetarse el primero y fundamental entre todos: el derecho a la vida, el derecho a nacer. El aborto es un hecho contrario a la moral católica y a la ética, es claro que matar una vida humana está íntimamente ligado a la acción que consideramos “mala”. Este llamado se repite para la vida humana en todos los contextos y en el tiempo de su existencia. Nuestros Legisladores deben reflexionar y pensar que su tarea legislativa, tiene que defender, cuidar, garantizar la vida de todos los hombres y mujeres, también ciudadanos, incluso los no nacidos. El hombre, en su ser mismo, desde la concepción tiene que ser defendido en su integridad. De frente a la dramática realidad el aborto, se nos presentan el derecho fundamental a la vida, contrapuesto a otro presunto “derecho” a decidir el aborto, como si la vida del niño fuera propiedad de la madre (un derecho individual de la madre). En la reflexión sobre el aborto en Colombia debemos tener claro que cuanto se ha aprobado en su momento por la Corte Constitucional, la despenalización del aborto, con la sentencia C-355/2006, puede ser considerada como una ley injusta desde la moral católica. Respetuosamente, con las autoridades civiles legislativas, debemos señalar que esta decisión establece la apertura a este grave atentado a la vida humana, el aborto, sin pasar por la decisión del legislador y al ratificar su decisión se está fortaleciendo una decisión que va contra la vida humana. El uso de la expresión “interrupción del embarazo” quiere descargar de su peso moral la acción de matar a un niño que ha sido concebido (y que está condicionado por la situación de violencia-violación, posee deformidades o padece enfermedades, disturba la concepción sicológica de la madre). San Juan Pablo II, el gran apóstol de la familia y de la vida, define el aborto como el matar la vida humana –de forma deliberada y directa- en la fase inicial de su existencia, entre la concepción y el momento del nacimiento natural (San Juan Pablo II, Encíclica Evangelium Vitae, n. 58). Como ciudadanos, pero como cristianos, disentimos del pretendido “derecho al aborto” que va apareciendo en las reflexiones y sentencias judiciales. Recordemos a los lectores que este tipo de aproximación jurídica viene desde la famosa sentencia de la Corte Suprema de los Estados Unidos de América (Sentencia Roe vs. Wade: Sentencia 410 US 113 / 1973). Esta decisión abrió la puerta al aborto en forma legan en USA. En esta ella se pretende defender el “derecho de la mujer al aborto” y el derecho a la privacidad en la persona que toma esta decisión. Este tipo de concepción jurídica va entrando y permeando también nuestra jurisprudencia en detrimento del valor de la vida humana. No podemos de ninguna manera defender el aborto como un derecho, más bien es el ataque y la destrucción de la vida humana. En la teología católica, no podemos hacer prevalecer el aparente “derecho personal” de la mujer sobre el derecho real y fundamental a la vida de la vida humana que tiene el derecho a nacer (derecho inviolable del “nasciturus”). El niño en el vientre de su madre no es una “cosa”, algo que puede ser desechado sin ninguna consecuencia ética o valor moral. Todos tenemos que defender la vida humana, potenciar sus derechos, fortalecer las acciones que ayuden el nacimiento de los niños y, también las acciones que ayuden a las madres -en necesidad o en condiciones de pobreza o enfermedad- para llevar a término el nacimiento de los niños. Estas interpretaciones jurídicas que van contra la persona humana, contra el derecho fundamental a la vida, abren necesariamente la puerta a una reflexión sobre el derecho que poseen las personas que viven la vocación a las tareas sanitarias (médicos, enfermeras, personal administrativo y de servicios), así como las Instituciones a invocar el derecho a la objeción de conciencia para realizar el aborto. Es necesario que encontremos el camino para la defensa de la vida humana, para procurar su respeto y su fortalecimiento en nuestra comunidad. Ello nos hace mirar con fe y responsabilidad el futuro. Del respeto de la vida humana, en todo momento de su existencia, surge el fortalecimiento de nuestra comunidad y entorno social. + Víctor Manuel Ochoa Cadavid Obispo de la Diócesis de Cúcuta

Lun 22 Oct 2018

Hipócrates no era católico

Por: Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - Vuelve y juega. De nuevo es puesto sobre el tapete el tema del aborto en Colombia. Da pena constatar cómo un pensamiento “liberal” quiere ser impuesto en el modo de vivir del pueblo, y cómo, sutilmente se pretende también dar vía libre a la llamada mentalidad eugenésica, en la que de manera egoísta y con argumentos a veces rebuscados, se busca eliminar un ser que dicen ser imperfecto. Si la criatura que viene en el vientre materno trae una malformación que “haga inviable su vida”, la misma naturaleza, que sabe más que nosotros, hará su trabajo. ¿Por qué entonces anticiparnos realizando en la criatura el aborto? El hecho de una malformación o imperfección fetal, nunca podrá ser razón para justificar el aborto. Es doloroso el reciente debate y fallo sobre la definición de los tiempos límite para realizar el aborto en Colombia, frente a lo cual los magistrados “deciden” no establecer tiempo, y permiten que se realice el aborto incluso en avanzado estado de gestación. Es claro que esto llevaría realizar lo que los médicos definen “infanticidio”, que llevó precisamente al nuevo pronunciamiento de los magistrados, prácticamente obligando a los médicos a realizar dicha acción en contra de una vida naciente. Por todo lo anterior, me parece importante recordar algunos pasajes del Magisterio, especialmente de San Juan Pablo II, que permitan dar luces sobre la posición que todos los hombres y mujeres de buena voluntad, y especialmente, los católicos, debemos tener presente para “saber dar razón de nuestra fe” (1Pe. 3,15). En la encíclica Evangelium vitae, San Juan Pablo II hace una prolongada reflexión sobre la penosa consolidación de una cultura de la muerte, y entre otras cosas afirma: “«Vivid como hijos de la luz... Examinad qué es lo que agrada al Señor, y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas» (Ef 5, 8.10-11). En el contexto social actual, marcado por una lucha dramática entre la «cultura de la vida» y la «cultura de la muerte», debe madurar un fuerte sentido crítico, capaz de discernir los verdaderos valores y las auténticas exigencias (n. 95) (la negrilla es mía). En este orden de ideas, el Papa de la vida, Juan Pablo II, invita a tomar conciencia del profundo significado del quinto mandamiento de la ley de Dios, no matar, y recuerda que “La vida humana es sagrada e inviolable en cada momento de su existencia, también en el inicial que precede al nacimiento. El hombre, desde el seno materno, pertenece a Dios que lo escruta y conoce todo, que lo forma y lo plasma con sus manos, que lo ve mientras es todavía un pequeño embrión informe y que en él entrevé el adulto de mañana, cuyos días están contados y cuya vocación está ya escrita en el « libro de la vida » (cf. Sal 139 138, 1. 13-16)” (n. 61). Otro aspecto, también de amplia discusión que emerge en este tipo de problemáticas, es lo que tiene que ver con la calidad de las leyes, la fuerza obligante que de ellas deriva, y la postura de quienes las consideran injustas y pueden, amparados también por la ley, apelar a la objeción de conciencia. De nuevo, Juan Pablo II, nos ilumina: “En continuidad con toda la tradición de la Iglesia se encuentra también la doctrina sobre la necesaria conformidad de la ley civil con la ley moral, tal y como se recoge, una vez más, en la citada encíclica de Juan XXIII: «La autoridad es postulada por el orden moral y deriva de Dios. Por lo tanto, si las leyes o preceptos de los gobernantes estuvieran en contradicción con aquel orden y, consiguientemente, en contradicción con la voluntad de Dios, no tendrían fuerza para obligar en conciencia...; más aún, en tal caso, la autoridad dejaría de ser tal y degeneraría en abuso». Esta es una clara enseñanza de santo Tomás de Aquino, que entre otras cosas escribe: «La ley humana es tal en cuanto está conforme con la recta razón y, por tanto, deriva de la ley eterna. En cambio, cuando una ley está en contraste con la razón, se la denomina ley inicua; sin embargo, en este caso deja de ser ley y se convierte más bien en un acto de violencia».Y añade: «Toda ley puesta por los hombres tiene razón de ley en cuanto deriva de la ley natural. Por el contrario, si contradice en cualquier cosa a la ley natural, entonces no será ley sino corrupción de la ley». La primera y más inmediata aplicación de esta doctrina hace referencia a la ley humana que niega el derecho fundamental y originario a la vida, derecho propio de todo hombre. Así, las leyes que, como el aborto y la eutanasia, legitiman la eliminación directa de seres humanos inocentes están en total e insuperable contradicción con el derecho inviolable a la vida inherente a todos los hombres, y niegan, por tanto, la igualdad de todos ante la ley. Por tanto, las leyes que autorizan y favorecen el aborto y la eutanasia se oponen radicalmente no sólo al bien del individuo, sino también al bien común y, por consiguiente, están privadas totalmente de auténtica validez jurídica. En efecto, la negación del derecho a la vida, precisamente porque lleva a eliminar la persona en cuyo servicio tiene la sociedad su razón de existir, es lo que se contrapone más directa e irreparablemente a la posibilidad de realizar el bien común. De esto se sigue que, cuando una ley civil legitima el aborto o la eutanasia deja de ser, por ello mismo, una verdadera ley civil moralmente vinculante” (n. 72). Pero, como este tema va más allá de una posición de carácter religioso o confesional, pues es de derecho natural, no es de fácil comprensión que existan leyes que vayan contra los principios naturales del cuidado y protección de la vida humana que motiva esencialmente la profesión médica. Un médico lo es para salvar vidas y protegerlas, sin discriminación alguna. Por eso, ¿por qué obligar a los médicos a realizar actos inicuos, incluso a aquellos que su conciencia les impide hacerlo?. No creo que existan en el mundo, médicos que en el día de su graduación no hubieran hecho el famoso Juramento Hipocrático, que sigue vigente desde el siglo V antes de Cristo. En dicho juramento, los médicos de hoy dicen públicamente, con su mano en el corazón: “Jamás daré a nadie medicamento mortal, por mucho que me soliciten, ni tomaré iniciativa alguna de este tipo; tampoco administraré abortivo a mujer alguna. Por el contrario, viviré y practicaré mi arte de forma santa y pura”. E Hipócrates no católico… + Luis Fernando Rodríguez Velásquez Obispo Auxiliar de Cali

Mié 9 Mayo 2018

Elkin Álvarez: “Como católicos tenemos el derecho de defender la vida”

El sábado 5 de mayo, unos 400 mil de colombianos protagonizaron la XII Marcha Nacional por la Vida promovida por la plataforma Unidos por la Vida, en 55 ciudades y municipios, bajo la consigna #AbreTuCorazónEligeLaVida. La Iglesia colombiana, por su parte, desde el 20 de marzo, cuando se pronunció en rechazo de la resolución No. 825 de 2018 que “reglamenta el procedimiento para hacer efectivo el derecho a morir con dignidad de los niños, niñas y adolescentes”, había manifestado su apoyo a la Marcha, “convocando a participar en ella”. Vida Nueva dialogó con el obispo auxiliar de Medellín y secretario general de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC), Elkin Fernando Álvarez, sobre los alcances de esta movilización y el rol de los católicos frente al llamado de defender la vida. “Los jóvenes se están haciendo defensores de la vida” PREGUNTA.- ¿Cuál es su balance de la Marcha Nacional por la Vida? RESPUESTA.- Por lo que he vivido en Medellín y las noticias que he tenido de otras ciudades como Bogotá, la respuesta ha sido masiva. He visto, sobre todo, una gran participación de la población joven, son jóvenes que se están haciendo defensores de la vida. ambién hay que decir que toda esta marcha, esta movilización, no es solo en torno a temas como el aborto y la eutanasia. Una marcha por la vida también expresa que queremos mejores familias, queremos las vías de la paz, no de la violencia. Experimentamos en nuestras ciudades algunas oleadas de violencia que están acabando con la vida de tantas personas. La droga es otro campo que, lamentablemente, se ha apoderado de nuestras ciudades y ha hecho desastres en la vida de familias y de personas. Entonces, buscamos promover la vida en su dimensión integral. “No somos los únicos” P.- ¿Cómo ha sido la respuesta de los católicos a la invitación de la Iglesia a participar en esta iniciativa a favor de la defensa de la vida? R.- El pueblo católico cada vez se hace más consciente de que la fe cristiana, el Evangelio, nos lleva a ser coherentemente defensores de la vida. Creo que en esto hemos ganado bastante porque cada vez más los católicos saben que no pueden favorecer este tipo de campañas e iniciativas que tocan la vida y destruyen la dignidad de la vida humana que Dios nos ha dado. Entonces creo que en esto tenemos una mayor consciencia y formación católica. Pero, a la vez, el pueblo católico sabe que en este tema no somos los únicos. Este valor que es de la ley natural, que consideramos nosotros como el valor fundamental, también lo tienen otras confesiones. Sé que en algunas ciudades no solamente los católicos, sino también personas de otras confesiones, han salido a marchar por la vida. “La tarea formativa es prioritaria” P.- Después de esta amplia movilización por la vida, ¿qué pasos espera seguir dando la Iglesia colombiana? R.- Lo primero es que los católicos cada vez más nos movamos en torno a la consciencia y a la defensa de la vida. Yo creo que en esto la Iglesia tiene que seguir formando en las parroquias, porque muchas veces lo que hacen las campañas abortistas o que favorecen la eutanasia, es argumentar de una manera capciosa y meternos sofismas de distracción. Ante esto, la tarea formativa es prioritaria. En segundo lugar, la acción ciudadana. Como católicos, tenemos el derecho de defender la vida, de hablar en torno a la vida. Y creo que esta es una convicción –como lo acabo de mencionar– que pertenece a una buena parte del pueblo colombiano. Si dejamos que se imponga una legislación que desconozca –como se ha hecho en los últimos meses– el sentir, el clamor de las personas, pues lógicamente este no es un proceso ni democrático ni que respete los valores fundamentales de una sociedad. Entonces tenemos que seguir trabajando mucho, manifestando las razones, haciendo presencia pública, que corresponde principalmente a los laicos. Y finalmente, la Iglesia promoverá siempre el valor de la oración, también en este sentido. Orándole al Dios de la vida, le pedimos que podamos tener, de verdad, respeto por la dignidad y la vida de la persona humana. Tomado de: Revista Vida Nueva Foto: Internet