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domingo

Vie 9 Sep 2016

Alegría - Misericordia

Por Mons. Omar de Jesús Mejía Giraldo - Estamos ahora en la altura del capítulo 15 de San Lucas, conocido como el texto de la misericordia. Dice la Palabra que se acercaban a Jesús los publicanos y pecadores para escucharlo y se acercan también los letrados y fariseos para murmurar. Ambos tienen la intención de estar atentos ante las palabras del Señor; sin embargo, cada grupo tiene su interés. Los publicanos y pecadores seguramente se han sentido tocados por su misericordia, ellos han visto que muchos de sus conocidos han sido transformados por su gracia y sanados integralmente por Él. En cambio los fariseos y letrados continúan anclados a la ley, siguen siendo cerrados a la misericordia de Dios; confían meramente en sus argumentos y en las seguridades humanas. Éstos se encuentran en su lugar de confort y por lo tanto no quieren permitir que la gracia toque sus corazones, porque los desinstala y los incomoda. Éste hecho da píe para que Jesús, el Maestro y Señor, manifieste una lección de misericordia y de alegría por el ofrecimiento del poder salvador de Dios Padre. La lección consiste en describir tres parábolas cuya enseñanza fundamental se fundamenta en el siguiente esquema: “pérdida”, “búsqueda”, “hallazgo” y “alegría compartida”. La primera parábola es la de la oveja perdida, que el pastor busca, encuentra y comparte la alegría con sus amigos. La segunda es similar, pero ahora la protagonista es una mujer, que tiene diez monedas y se le pierde una; parece ser que Jesús, el Maestro y Señor, quiere enseñarle a los fariseos y letrados la importancia de la mujer en la historia de la salvación. Finalmente encontramos la parábola del “hijo pródigo”, cuyo protagonista es el Padre. El esquema de las tres parábolas nos puede servir como punto de referencia en la meditación del misterio de nuestra vida. No se nos olvide lo siguiente: “De Dios venimos y a Dios tenemos que volver”. Dice San Agustín: “Nos hiciste Señor para ti y nuestro corazón vive inquieto hasta que descansa en ti”. Hemos partido de los brazos misericordiosos de Dios Padre, no vayamos a perder nuestro norte y si por algún motivo nos sentimos perdidos, por favor, retomemos la actitud del hijo menor: recapacitemos y volvamos a los brazos del Padre. Hermanos, vivir lejos de Dios no es ningún negocio, hacer ruptura con él trae graves consecuencias, porque perdemos el conducto normal de la gracia. Los invito a buscar afanosamente al Señor, Él nos está esperando y con seguridad que al hallarlo, no tardará en darnos su misericordia e inundarnos con su poder, su amor y su alegría. Solamente el amor de Dios, que es un amor estable y duradero, un amor que plenifica, nos garantizará vivir la alegría de la vida cristiana. Dice la Palabra: “Les digo que habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse”. Así define el diccionario la alegría: “Sentimiento grato y vivo producido por un motivo placentero que, por lo común, se manifiesta con signos externos”. En la parábola de la oveja perdida observamos la inmensa alegría del pastor al hallar la oveja perdida, porque la ha recuperado sana. ¿Somos como el pastor, sentimos alegría al ver que un hermano nuestro vuelve a la gracia? ¿Luchamos por anunciar el evangelio y compartir nuestra alegría de la fe con los demás o vivimos tranquilos y acomodados en nuestra fe? El hermano que abandona la fe en Dios es de gran valor y debemos ir en busca de él para recuperarlo y si es necesario incluso se le debe pedir perdón, por nuestro anti testimonio. No se nos olvide las siguientes palabras de Santa Eufrasia: “Una vida vale más que el mundo entero”. Hermanos, la conversión que nos pide el evangelio de hoy no es solamente la del pecador, sino también y sobre todo, la conversión de nosotros los “cristianos – católicos”, quienes nos hemos adormecido en nuestro celo pastoral y ya no salimos a buscar a las ovejas; es decir, no salimos a buscar a las personas perdidas, no tenemos tiempo para los demás. El mundo nos ha encapsulado en lo técnico y electrónico, andamos con tanta prisa y tan ensimismados, que no tenemos tiempo para escuchar al otro. No tenemos tiempo para atender bien al paciente, al penitente, al alumno, al campesino, al jefe, al empleado… Lo más grave aún, muchas veces, no somos acogedores con quienes algún día se fueron y ahora quieren regresar. No podemos quedarnos con los brazos cruzados esperando a que la oveja vuelva sola y sin hacer nada para provocar su conversión. Como aquel pastor y como aquella mujer no podemos dormir tranquilos mientras una oveja esté perdida. Como el Padre de la parábola, debemos estar siempre dispuestos a recibir a tantos hermanos nuestros que hoy quieren volver, al regazo maternal de nuestra iglesia, porque se han dado cuenta que se han quedado con una visión recortada de la Palabra de Dios, se han quedado sin sacramentos y sin la maternidad de la Santísima Virgen María. Una de las grandes claves de la evangelización de hoy se encuentra en la acogida. Como cristianos debemos crecer más y más en ser más acogedores y fraternos en compartir más nuestra vida y nuestros sentimientos. Si de verdad, verdad, queremos construir una sociedad más fraterna y en paz, necesitamos ser acogedores. El acoger al otro es el primer gesto de la misericordia. Cuando el “hijo prodigo vuelve a casa, lo primero que sintió fue la acogida cariñosa y sin limites de su Padre. Por favor, vivamos nuestra vida sin envidias, sin resentimientos, sin dolor. La imagen de nuestra fe en Dios no puede ser la que nos presenta el hijo mayor. La imagen modelo para nosotros es la del Padre: acogedor, fraterno, desprendido, cariñoso, expresa su amor sin limites, todo lo ofrece. Como dice Fausto en la canción soñando con el abuelo: “No hay que dar de lo que sobre, sino lo que está faltando”. Así es el Padre, así debe ser nuestro compromiso. No vivamos nuestro presente llorando el pasado, ni llorando el porvenir; vivamos nuestro presente al estilo del “hijo menor”, cuando decidió regresar al Padre lo hizo inmediatamente y lo único que encontró fue alegría y misericordia. El corazón alegre hace tanto bien como un medicamento. Vivamos, vivamos con alegría hermanos, que Dios nos ama y nos ofrece su misericordia Tarea: Continuar con la lectura del libro del Eclesiástico. Monseñor Omar de Jesús Mejía Giraldo Obispo de Florencia

Sáb 3 Sep 2016

Condiciones para ser discípulos de Jesús

Por Mons. Omar de Jesús Mejía Giraldo - Dice la Palabra que a Jesús, el Maestro, el Señor, lo acompañaba mucha gente…, seguramente que Jesús siente alegría, por el hecho de saber que mucha gente lo sigue; pero no por eso, Jesús se ahorra la responsabilidad de aclararles el motivo de su predicación y la responsabilidad que implica ser sus discípulos. Dice Lucas “Miles de personas le seguían”. Entonces Jesús, en vez de atraerlos con promesas como suele suceder, pone a la multitud en el más fuerte aprieto, cuestionando la “sinceridad de la adhesión”. Ejemplos: “Te seguiré Señor le dice alguien”, Él se vuelve hacía aquella persona y le dice: “El Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza” (Cfr Lc, 57-58). Por lo tanto, quienes se quieran dedicar a predicar el evangelio deben ser libres frente a las presiones y frente a las preocupaciones. De las primeras se puede liberar no poseyendo bienes, pero de las preocupaciones solo se libera confiando absolutamente en el cuidado “paternal de Dios” (Lc 12,22-34). Teniendo en cuenta éstas advertencias Jesús se dirige directamente a la multitud y les plantea, ¿Quieren ser mis discípulos? Deben entonces tener presente los siguientes principios: Claridad en los vínculos familiares Frente a los valores el verdadero discípulo debe tener claro que el primer puesto lo ocupa el Señor, aún frente a los padres. La lógica de los mandamientos lo expresa. Primer mandamiento: “amar a Dios sobre todas las cosas…” Cuarto mandamiento: “Honrar padre y madre…”. Recordemos el capítulo 12 del mismo evangelista Lucas, donde Jesús mismo se declara como objeto de discordia en la familia. “No he venido a traer paz sino división; de ahora en adelante habrá división: “los hijos contra los padres…”. Los mismos parientes de Jesús en algún momento pensaron que estaba loco (Mc 3,21; Jn 7,3-5). Claridad en mis condiciones y fuerzas La máxima que Jesús propone no es la de los griegos: “Conócete a ti mismo”; Jesús, en cambio, a quienes quieran ser sus discípulos les propone la siguiente máxima: “Niégate a ti mismo”. Jesús conoce cuan frágil y engañoso es el corazón de la persona. Jesús es el Maestro y el Señor, a manera de reto, nos invita a “descalificarnos a priori”; es decir, a dudar de nuestras estrategias, de nuestras fuerzas, de nuestro márquetin, de nuestras planeaciones, para confiar en la gracia y en el poder salvador de Dios Padre (Para Dios nada es imposible). Es una metodología bien extraña e incomprendida por el mundo súper planeado de hoy. Se trata de un método bastante útil, porque consiste en evaluar las fuerzas humanas con las cuales queremos seguir los postulados del evangelio y aún la vivencia de lo simplemente humano (Cfr Rom 3,4; Sal 115, 2). “Perverso el corazón e impenetrable, ¿quién podrá conocerlo? (Jer 17,9). “Maldito el hombre que confía en el hombre” (Jer 17,5). Dice la Palabra: “Jesús no se fiaba de los hombres, porque los conocía a todos” (Cfr Jn 2,24; Mc 8,34; (Mt 10,38). Claridad en la opción La opción, sea la que sea, debe ser en absoluta libertad, el secreto está en entender el significado de la libertad. En clave de fe, en clave bíblica, libertad es “ser lo que se es”, ser y obrar de acuerdo por lo cual se ha optado. Se opto por ser discípulo de Jesús, pues se debe vivir como discípulo del Señor. Se opto por ser esposo o esposa, se debe vivir como tal. Se opto por ser sacerdote, se debe vivir como sacerdote. Se opto por ser religioso, se debe vivir como religioso. Se opto por ser maestro, se debe vivir como maestro. Médico, abogado, ingeniero, servir público… Se opto por seguir a Jesús, bien, recordemos que el gran secreto de Él es la predicación del Reino de Dios, el cual es un don absolutamente gratuito de Dios, pero en el cual se debe permanecer asumiéndolo con plena libertad y entrando por la puerta estrecha del sacrificio y de la cruz. Cuando la opción es en Jesús, la cuestión consiste en salvar la vida en Él (Lc 9,24-ss). El evangelio de hoy nos insiste en la necesidad de estar atentos, a medir nuestras fuerzas, no con estrategias y planeaciones meramente humanas, no. El evangelio y en su generalidad la Palabra de Dios nos recuerda nuestra propia debilidad; no lo dudemos, “somos frágiles y sin Dios nada somos” (1 Pe 5,8-ss; Mt 10,39). No se nos olvide lo que dice la Palabra: “Sin mi nada pueden hacer” (Jn 15,5). Sin Dios somos nada, con Dios somos todo. El movimiento “cursillistas de cristiandad” tiene este lema que nos puede servir: “Cristo y yo, mayoría aplastante”. San pablo nos dice: “ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mi”. Confianza, confianza, absoluta en Dios Padre, misericordioso, es lo que necesitamos hermanos, si de verdad queremos ser fieles a la vocación que cada uno hemos recibido del Señor, vocación por la cual cada uno ha optado con absoluta libertad. Recordemos lo que dice el Señor a sus discípulos en el capítulo seis de San Juan: “¿Ustedes también quieren marcharse?”. A manera de conclusión El evangelio de este domingo nos invita a decir definitivamente no a la mediocridad, no a las conversiones a medias, no a los entusiasmos sin renuncias y sin discernimiento. Hermanos, no vale la pena ser discípulos a medias. No es buena la mediocridad. No podemos jugar a dos bandos. No podemos servirle a Dios y a las cosas al mismo tiempo. Somos o no somos. Quien busca a Jesús sin cruz, encontrará la cruz sin Jesús. “Quien no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser discípulo mío”. No nos hagamos ilusiones no hay discipulado sin cruz, no hay vida sin cruz, no hay vocación sin cruz, no hay servicio sin cruz. La opción es con la cruz a cuestas. Finalmente, no se nos olvide, queridos hermanos, lo que nos dice el Papa Juan Pablo II: “La cruz es sobreabundancia de amor de Dios hacía el mundo”. Cuando se ama de verdad, verdad, cuando se ama anteponiendo siempre el amor de Dios, la cruz se hace ligera y se asume como señal de redención. Sin amor no hay cruz y sin cruz no hay amor. Quien no es capaz de renunciar a algo por amor, no ama realmente. El amor es la medida de todo (1 Cor 13). Dios es amor, por eso, Dios es la medida de todo. “Dios lo es todo”. Tarea Continuar con la lectura del libro del Eclesiástico. Monseñor Omar de Jesús Mejía Giraldo Obispo de la diócesis de Florecia

Dom 28 Ago 2016

Jesús, el Maestro, el Señor

Por Mons. Omar de Jesús Mejía Giraldo - Ahora Jesús, el Maestro y Señor, se encuentra en Jerusalén, la capital. Jerusalén es como toda ciudad capital, el centro de la administración y el lugar de convergencia de todos los ciudadanos. Allí se llega para realizar las principales acciones. Como centro de atracción en el campo religioso, se encuentra el gran templo, su majestuosidad y hermosura, era motivo de orgullo y punto de encuentro para todo buen judío. Jesús es invitado a comer en casa de un fariseo, ésta invitación tiene dos particularidades: 1. Es sábado, día sagrado, día de descanso y día prohibido para realizar cualquier acción así sea en beneficio de alguien. 2. Los mismos fariseos le están espiando – observando. Sin recortar los versículos 2-6, del texto bíblico, se encuentra que Jesús, en éste ambiente de invitado, sin restricción ninguna y con una libertad absoluta, frente a la ley y frente a quienes le invitan para espiarlo, realiza una acción de misericordia infinita: cura a un enfermo, se trata de alguien que sufre de hidropesía, Jesús, el Señor, le devuelve la salud y desde allí se desenvuelve la narración preciosa del evangelio de hoy. Jesús, el Maestro y el Señor, de observando pasa a ser el observador, de invitado pasa a ser el protagonista de la acción. ¿De dónde parte su enseñanza?, no de una teoría, no de algo que Él se imagina. Su gran lección inicia con aquello que está observando: “Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso este ejemplo”… La pedagogía de Jesús es práctica y contundente. Jesús enseña con su propia vida. Recordemos que es a los fariseos a quienes Él llama sepulcros blanqueados e hipócritas, y sin embargo, está allí, en casa de un fariseo, también ellos son objeto de su mensaje, también están invitados a la conversión. También están convocados a hacer parte del Reino de Dios. Ya lo decía el evangelio del domingo anterior, la salvación es universal, “Vendrán de oriente y occidente”. El evangelio de hoy tiene algo muy importante y central que decirnos: Jesús va por la vida enseñando: Jesús a donde va tiene claro que su misión es introducir la semilla del Reino de Dios, que debe generar en las personas una manera nueva de pensar y obrar. Nosotros hermanos, debemos ir al estilo de Jesús, por la vida enseñando, no debemos ser prevenidos, debemos obrar con libertad y sobre todo con limpieza de corazón. Un corazón recto y honesto no encuentra limitación para ir donde las personas de cualquier condición de raza, credo o clase social. El cristiano de verdad, verdad, es universal, porque universal fue su Maestro y Señor. Jesús lleva a repensar la vida: No lo hace con simples frases de efecto, ni con estrategias de márquetin, no. Jesús realiza su misión con análisis profundos y lo hace a través de la observación, la enseñanza y una aplicación práctica para la vida. Jesús va más allá de las reglas previamente establecidas por la cultura en sus diversos ámbitos sociales, económicos, políticos y religiosos. Para Jesús, el Maestro y Señor, lo importante es la persona en su contexto, en su situación, en su dolor, en su esperanza… A esto nos está invitando el Papa Francisco en el hoy de nuestra iglesia, dice el Papa, que todos, pero de una manera especial los laicos deben ser hoy los mejores transmisores de la fe, allá en su medio…, donde se desarrolla su vida cotidiana. El Papa está invitando a los laicos a ser fermento de esperanza y de vida cristiana en el mundo de la política y de la vida pública. Jesús entra en la vida cotidiana: El mundo presenta la vida como un hecho ya configurado, allí entra Jesús para enseñar que la vida está en construcción y para hacer entender que no todo está hecho, que es necesario confiar en Dios y en los demás. Jesús, el Maestro y Señor, va a la vida de cada ser humano y de cada comunidad para cuestionar y proponer. Con está dinámica del evangelio hace emerger de dentro de las conciencias desnudas la fuerza renovadora del Reino de Dios. Jesús, el Maestro y Señor, propone a sus interlocutores que descubran la mano creadora del Padre en medio del mundo y en medio del impulso arrollador del Espíritu Santo, quien es el único que realmente moldea el corazón de las personas según el querer de Dios. Con éstos criterios miremos la segunda parte del evangelio, su enseñanza y su aplicación. Enseñanza y aplicación válida también para nosotros hoy: “Cuando te conviden a una boda”, no estés preocupado por ocupar los primeros puestos. La enseñanza se da en el ambiente de una boda. Pero el mensaje es universal. La invitación es a tener presente que en la vida cristiana no pueden existir rivalidades por ocupar puestos de honor. La Palabra lo dice: “Los jefes de las naciones los tiranizan, pero no puede ser así entre ustedes; el primero de ustedes sea su servidor”. ¡Qué bueno entender mis queridos hermanos, que el secreto del buen cristiano es el servicio honesto y sin pretensiones! ¿Por qué tanto afán por ascender en los cargos, será por servir más y mejor o será por envidia, rivalidades o simplemente por avaricia? Por qué la corrupción, las divisiones y las peleas por cargos, será para buscar de verdad el bien común o será para ostentar poder y así sacar tajada para mis intereses personales? Pensemos algo más: ¿a quiénes invitamos a que sean nuestros amigos?, ¿con qué interés nos relacionamos unos con otros? La enseñanza del evangelio finalmente es contundente: “el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido”. La invitación es a que aprendamos de la vida. “Es la vida la que lo forma a uno”. No podemos andar por el mundo poniéndonos zancadillas los unos a los otros; debemos ser coequiperos, debemos impulsar nuestra unidad. El Papa francisco dice: “La unidad es superior al conflicto”. Si algo necesitamos, hermanos, entre nosotros, es unidad. Unidad e integridad de vida, vida equilibrada, vida honesta. Necesitamos unidad familiar, unidad en nuestros barrios y veredas, unidad en nuestros municipios, unidad institucional. Unidad, unidad…, sin unidad nos reventamos y nos revientan, pongámonos de acuerdo y luchemos por aportar esperanza y fraternidad. Jesús no desacredita la necesidad humana de compartir con quienes están a nuestro alrededor, que generalmente son nuestros amigos, no. Pero si invita a ir más allá: a tener en cuenta las necesidades de nuestros hermanos: “Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos”. En el lenguaje del Papa Francisco, se trata de ir a las periferias, ser callejeros de la fe. La invitación es a salir de nuestra zona de confort, a desinstalarnos para poder avanzar y permitirle a Dios que haga su obra. El Espíritu Santo nos dé la gracia de ser dóciles a sus mociones y sus impulsos. El Corazón Inmaculado de María, nos acompañe a recorrer las sendas de la fidelidad al evangelio. Aprovechemos el testimonio de nuestra madre, siendo sencillos, obedientes y simples en la vivencia de nuestra fe. No le pongamos mucha parafernalia a nuestra fe y se hará mucho más sencillo y simple vivirla. Tarea: Continuar la lectura del libro del Cantar de los Cantares. Mons. Omar de Jesús Mejía Giraldo Obispo de Florencia

Sáb 13 Ago 2016

“He venido a prender fuego en el mundo”

Por Monseñor Omar de Jesús Mejía Giraldo - No podemos olvidar que continuamos en la escuela de Lucas, donde el evangelista nos ha venido presentando las características propias de los discípulos de Jesús el Señor. Hoy en una lección más, Jesús le enseña a sus discípulos no una teoría o un discurso alejado de la realidad. Él enseña con su vida, Jesús, el Señor, el enviado del Padre, ha venido a traernos el Reino de Dios, a instaurar la Verdad, la Justicia, la Paz; pero el mundo aún no lo ha recibido en toda su plenitud. Su misión ha ido avanzando y la cercanía a Jerusalén es ahora más próxima. Por eso, exhorta a sus discípulos y hoy a nosotros: 1.He venido a prender fuego en el mundo: ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Lucas en su evangelio quiere hacer entender a su comunidad que ese fuego devorador que impulsa a la misión es el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es quien produce realmente la conversión en las personas y en las comunidades. El Espíritu Santo es Dios, por lo tanto, su acción es una acción salvífica y transformante. El Espíritu Santo transforma desde dentro. No se trata por lo tanto de una mera transformación externa, es un cambio de corazón. Hermanos, la conversión no se puede dar de afuera hacía adentro, lo contrario, la conversión parte de la transformación mental y de corazón. No se nos olvide “donde está tu tesoro allí está tu corazón”. La conversión real, real…, inicia en la mente; porque se inicia por transformar lo que se piensa. Las acciones externas del ser humano nacen de lo que se piensa en la mente y se medita en el corazón. Por eso, la importancia de la educación. Padres de familia, por favor, por favor, ustedes son los primeros y principales educadores de sus hijos. Padres de familia, no permitan que el proyecto educativo, según la ley, se les meta en la intimidad de sus hijos. Padres, padres, son ustedes los primeros responsables de la educación de sus hijos. Son ustedes los que tienen que salir a decirle al gobierno que clase de educación quieren para sus hijos. Ustedes no pueden permitir que se impongan criterios foráneos, simplemente porque así son los intereses internacionales; ¿dónde está entonces la educación de contexto de la cual tanto se habla y se pregona? “He venido a prender fuego en el mundo: ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!” Es ahora, mis queridos hermanos cuando en nuestra Colombia, tan amada por todos, tenemos que salir a manifestar nuestra fe, nuestra identidad. Tenemos que ser respetuosos, dialogantes, tenemos que estar abiertos a las transformaciones del mundo. Pero también es necesarísimo que ardan nuestros corazones para defender la ética y la moralidad de nuestros niños y jóvenes… Tenemos que decir con el salmista: “El celo por tu casa nos devora”. Hermanos queridos, por encima de todo, que nos impulse desde dentro el amor a Dios y el amor a los hermanos, especialmente a los más necesitados. ¡Que nos impulse desde dentro el amor por una vida recta y honesta!. El evangelio no puede ser para nosotros una noticia tranquilizante, ni mucho menos una droga que produce uniformidad, no. Diversidad sí, pero no uniformidad. Diversidad, con respeto por las tradiciones, por la herencia ética y cristiana que hemos recibido de nuestros mayores. 2.Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! Recordemos que Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre y si algo le interesa resaltar a Lucas es precisamente la humanidad del Señor. Según el evangelio el recorrido que Jesús el Señor ha realizado le ha llevado a comprobar que la instauración del Reino de Dios Padre, no es una tarea fácil, Él sabe que su camino a Jerusalén es un camino riesgoso, pero por encima de todo está su identidad, su misión. Él tiene claro que no puede renunciar a su tarea por más dificultades que puedan existir. Siente angustia, porque experimenta que su misión es desafiante y así se lo hace saber a sus discípulos. La angustia es un sentimiento que se experimenta desde dentro, desde lo profundo del alma. La angustia no es ni buena ni mala. Es una situación que se puede presentar en cualquier momento de la vida y que se puede generar por múltiples situaciones. Por más desafínate que sea cada situación. Por más dificultades que se tengan en el camino de la vida, en el desarrollo de la misión – vocación, se debe permanecer y se debe pedir la ayuda del Espíritu Santo. Hermanos, ¿quién no ha sentido angustia? ¿qué nos genera angustia? ¿nos angustiamos por cosas realmente trascendentales o por realidades meramente pasajeras? ¿por qué nuestras relaciones son tan angustiosas? Vamos a pedirle al Señor que nos sane de la angustia. Si por alguna circunstancia “yo” siento que le genero angustia a alguien, recapacitemos y cambiemos de actitud. Cuidado, una angustia mal asumida nos puede llevar a la depresión y al suicidio. Una angustia bien asumida nos permite madurar y crecer humana y espiritualmente. 3. ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. ¿Qué nos está planteando el evangelio de hoy? Al parecer se trata de algo contradictorio, porque precisamente, la Palabra nos ha dicho muchas veces que Jesús es el príncipe de la Paz. En su nacimiento se anuncia la paz (Lc 2,14), a muchos que ha curado Jesús les dice “vaya en paz” (Lc 8,48), Jesús envía a sus discípulos como mensajeros de la paz, ¿porque dice ahora que ha venido a traer divisiones? Jesús le deja bien claro a sus discípulos que la paz que Él pregona es la paz mesiánica que no coincide con la paz romana o pacificación en sentido político. La actuación de Jesús no puede ser la pacificación exterior. Su venida conlleva para los hombres decidirse frente a él y su mensaje. La posibilidad de libertad de elección trae la escisión y la división. La figura de Jesús es el centro. La actitud de cada cual es la que divide. Se ejemplifica esta división desde la comunidad familiar. La actitud frente a Jesús crea nuevos lazos y relaciones que relativizan los lazos de la sangre. Era una experiencia vivida en muchas familias. Dentro de la misma familia unos se convertían y seguían a Cristo y otros se oponían y perseguían a los seguidores. Igual que ayer es hoy. La paz que la iglesia anuncia, es la paz del evangelio, es la paz de Jesús, es la paz de la fraternidad. La paz verdadera se construye desde la conversión real en función del bien común y de la justicia social y esta paz crea división interior, porque muchas veces tenemos que violentarnos desde dentro para obrar según la recta razón, según la ley natural y la ley sobrenatural y no según nuestros caprichos o lo más grave según nuestros intereses meramente individuales o egoístas. Nuestra tarea, hermanos es construir paz, reconociendo lo que somos: humanos y por gracia de Dios divinos. Es indispensable, que aunque hayan conflictos, construyamos paz desde la libertad, la justicia, la solidaridad y el diálogo. Esta paz, mis hermanos, no es política, ni politiquera. La paz verdadera es un don de Dios que nosotros con humildad y con fe debemos pedir al Espíritu Santo y debemos esforzarnos por construir entre todos como buenos artesanos de la paz, dispuestos al perdón y la reconciliación. Monseñor Omar de Jesús Mejía Giraldo Obispo de Florencia

Sáb 9 Jul 2016

Para orar, meditar y vivir

Seguimiento – Misericordia Por Monseñor Omar de Jesús Mejía Giraldo - Seguir a Jesús, ser sus discípulos implica identidad y misión, pero es además una acción concreta que se manifiesta en la misericordia. No basta con decir Señor, Señor, ni tampoco es suficiente saber la ley. Es necesario reconocer la vida eterna como una acción absolutamente gratuita de Dios, pero que me compromete compasivamente con el prójimo. Con éste preámbulo que nos muestra la estrecha unidad de la liturgia de la Palabra de cada domingo, miremos la pregunta con la cual comienza el evangelio de hoy: ¿Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna? Pregunta hecha por un letrado a Jesús, además, para ponerlo a prueba. Jesús antes de responder plantea a su vez otra pregunta: ¿Qué dice la escritura o que dice la ley? La respuesta del letrado es precisa y demuestra gran erudición: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu mente, con todo tu ser y amarás a los demás como te amas a ti mismo”. La clave es el amor, ¿pero qué clase de amor? Amar es el imperativo del cristiano. Amar al estilo de Dios, amar como Dios ama, amar sin limites, amar sin esperar recompensa. Dice San Agustín: “la medida del amor es el amor sin medida”. Según el texto y la respuesta del letrado, que recibe la aprobación de Jesús, la ley como ley es clara y contundente, la ley es precisa, la ley es propositiva, la ley es un consenso. Aún más la ley según la Sagrada Escritura es un mandato: “Amarás al Señor tu Dios…”; pero la clave está en el corazón y en la mente. Del corazón del hombre nacen la buenas y las malas intenciones. La ley sin un corazón nuevo, sin un corazón anclado en Dios, se queda en letra muerta que no transforma absolutamente a nadie. El hombre del evangelio sabe perfectamente la ley, es un hombre doctrinalmente bien formado, sabe que la vida eterna es una herencia, es don, es misericordia. En la conversación con Jesús el letrado no se contenta con responder bien. Recordemos que él quiere poner a prueba a Jesús y además quiere demostrarle que él es un hombre justo. El Señor va más allá, Él exige que el amor a Dios se manifieste en lo práctico, en el amor a los hermanos. Dice el apóstol San Juan: “Cómo dices tu que amas a Dios a quien no ves, si no amas a tu hermano a quien si pues ver”, y San Mateo en el capítulo 25 dice: “Todo aquello que hiciste con uno de mis hermanos más pequeños a mi me lo hiciste”. Así pues, amar a Dios con todo el corazón, con toda la inteligencia, con todo el ser, consiste en amar al prójimo con la misma fuerza que Dios nos ama y con el mismo impulso que de nuestra parte decimos que amamos a Dios. La pregunta que el letrado le hace a Jesús, es también nuestra pregunta: ¿Y quien es mi prójimo? La respuesta de Jesús, es la respuesta valida para hoy y para mañana. Es una respuesta testimonial, ejemplarizante y contundente, se trata de un hecho real y no de un simple discurso sobre la misericordia. La respuesta a la pregunta la tiene la parábola del buen samaritano. Miremos la acción de éste hombre de Samaria. Con los siguientes gestos manifiesta misericordia, compasión, cercanía y fraternidad. El samaritano va de camino y se encuentra con un hecho inesperado y espontáneo: un herido en el camino. Allí está la oportunidad para ejercer la caridad y la misericordia sin mucho discurso y quizás sin saber mucha doctrina al respecto. Contemplemos su actitud: Se acerca, venda las heridas, monta al herido en su propia cabalgadura y lo traslada a una posada, cuida personalmente de él, paga la cuenta de la primera noche y deja su anticipo, se muestra disponible para seguir cuidando de él. El samaritano se involucra activamente en la vida del enfermo. El samaritano se conmovió interiormente, hasta tal punto que el dolor del enfermo del camino le entró hasta sus entrañas, hasta su propio corazón, por eso tuvo compasión. El samaritano no es un asistencialista, comparte el dolor del enfermo y hace todo lo que está a su alcance para que el herido restablezca su salud. Recordemos que una vez recuperada su salud el hombre puede volver a sus labores cotidianas y recuperar sus relaciones con los demás. Hermanos, ser prójimo es tomar la iniciativa para ir hacía el otro, en especial hacía aquel que sufre. No se pueden trazar limites en el amor, hay que ayudar allí donde Dios nos ha puesto. Soy yo el que me hago prójimo, para ver la necesidad y poder socorrer al otro. En el prójimo estoy yo porque lo amo. El samaritano se hizo prójimo del herido y no se preguntó quien era el otro, respondió en lo inmediato y en una necesidad real. Conclusión final de la parábola: ¿Cuál de los tres se comportó recta y misericordiosamente? Quien práctico misericordia. ¡Anda, y haz tu lo mismo! La misericordia hace que el seguimiento del Señor sea concreto y se dé realmente en la acción. El discípulo debe saber, pero debe también practicar lo que sabe. Finalmente, es necesario decirlo: la misericordia es la manera más concreta y real de demostrar que se es discípulo del Señor. Sin misericordia no se es cristiano. Tarea: Practiquemos la misericordia. Que no pase una semana sin visitar a un enfermo y manifestarle nuestro acompañamiento, nuestra misericordia. Monseñor Omar de Jesús Mejía Giraldo Obispo de Florencia

Sáb 25 Jun 2016

Para orar, meditar y vivir

Por Monseñor Omar de Jesús Mejía - Seguimiento – identidad “Tú eres el Mesías”, es el reconocimiento que Pedro hace de Jesús. Ahora los discípulos, entre luces y sombras saben quien es el Señor. Él les invita a seguirle a pesar de la cruz. Si quieren ser de verdad, verdad, sus discípulos, deben donar sus vidas, de lo contrario el seguimiento se queda en mera teoría o en buenas intenciones. En éste sentido, el evangelio de hace ocho días con el de éste domingo, tiene una perfecta conexión. Hasta éste momento el ministerio público de Jesús se ha vivido en Galilea, ahora Jesús, el Señor, el Mesías, opta por ir a Jerusalén, ciudad capital, donde se concentran todos los poderes. Él sabe que será allí, donde debe asumir el reto de presentar el Reino de Dios y su justicia. Será en la ciudad donde finalmente debe configurar la identidad de sus discípulos e incluso donde donará su ser definitivamente, pero Él sabe que está en las manos de su Padre y quiere cumplir su santa voluntad: Salvar la humanidad. Jesús, el Señor, ahora va a Jerusalén, no como peregrino, ni de paseo, va con una misión especifica: Consumar definitivamente su misión y en ello compromete a sus discípulos. Dice la Palabra que “envía mensajeros por delante”. Sus mensajeros entran a Samaria para prepararle un alojamiento y no son bien recibidos. Ésta actitud es consecuencia de la división histórica entre judíos y samaritanos. Santiago y Juan, discípulos suyos, se llenan de sentimientos de dolor y furia, hasta tal punto que quieren destruir a los samaritanos, es la gran oportunidad de Jesús, para corregir a sus seguidores: “Él se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea”. En éste contexto de camino, sentimientos de dolor y corrección, se desarrolla la bonita escena del seguimiento del Señor. Seguir a Jesús es “identidad” con Él, con su misión, es compartir su misión y aún su suerte. Seguir al Señor es aprender a jugarnos la vida por Él y con Él. El seguimiento del Señor se debe caracterizar por las siguientes actitudes: Libertad absoluta • Libertad es “ser lo que se es”. Se es discípulo, se debe vivir como discípulo, se deben asumir las responsabilidades de discípulo. En la libertad el discípulo debe saber que nada, ni nadie, lo puede amarrar para ser lo que se es y para ser lo que se debe ser. • En la libertad que ofrece el Señor, el discípulo sabe que el evangelio es para todos, pero no es una obligación es una opción radical, seria y serena. La vida cristiana es un “camino”, Jesús es el “camino” y nos invita a ir con Él, para que donemos la existencia por la salvación de aquellos a quienes él nos confía. • Padres de familia, recuerden que deben ser instrumentos de salvación para sus hijos. Hermanos, debemos ser instrumentos de salvación entre nosotros. Maestros, jefes, empleados…, todos, deberíamos preocuparnos por la salvación de todos. El cristiano es un ser universal y por lo tanto no se debe escandalizar, ni se debe llenar de rabia frente a la diversidad. El cristiano debe amar a todos, sin distinción de credo o clase social. Si algunos tenemos que estar abiertos a la pluralidad, somos nosotros los seguidores de Jesús, el Señor. • Nada produce tanta libertad como cuando se obra el bien, es mas difícil ser malo que bueno, para hacer el mal nos debemos esconder, el bien se puede hacer a la luz de todos. Hacer el bien genera luz y esperanza, hacer el bien nos convierte en luz y sal de la tierra. 2. Disponibilidad para dejarse corregir • Dice la Palabra: “Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos? El se volvió y les regañó”. El discípulo tiene que estar dispuesto siempre a dejarse corregir de su Maestro y Señor. • El discípulo hace su tarea por mandato del Maestro y debe estar dispuesto a sufrir persecuciones e incomodidades. Seguir a Jesús, es identificarnos con Él, es aprender a “tratar a los demás como queremos ser tratados por ellos”. Ser discípulos del Señor es aprender a perdonar como Él perdona, es amar como él ama. 3. Firmeza de voluntad – opción definitiva • Con Dios no hay medias tintas, se es o no se es. No se puede ser discípulo del Señor a medias. No se puede ser seguidor del Señor sólo en los momentos placenteros de la vida. Dios es plenitud y es eternidad. Dios es trascendencia y es absoluto. Por eso, cuando se hace una alianza con Él, el compromiso es para siempre y es una opción que plenifica, aunque pase por momentos de cruz y de pasión. • Nuestras alianzas las debemos asumir como opciones definitivas y plenificantes, “el oro se prueba en el crisol y el leño en el fuego. Ejemplos: Sacerdocio, matrimonio, vida consagrada. La vida cristiana en sí misma tiene que ser una opción para siempre. 4. Vivir con pasión el presente • Dice el evangelio: “El que echa mano al arado y sigue mirando atrás, no vale para el Reino de Dios”. Quien se decide a seguir al Señor, no puede estar anclado en el pasado. Si el pasado fue mejor, fijarse en él genera tristeza, porque se quiere volver a él. Si el pasado fue peor que el presente, genera tristeza, porque se vive con angustia y resentimiento. • El pasado paraliza y enferma cuando no se observa con gratitud. El ejemplo típico lo encontramos en Génesis 19,26, dice la Palabra: “Entonces la esposa de Lot miró atrás, a espaldas de él, y se volvió estatua de sal”. El Papa Juan Pablo II, al comenzar el nuevo milenio nos decía: Es necesario vivir con gratitud el pasado, con pasión el presente y con esperanza el futuro. Tarea: • Miremos el pasado, pero con sensatez, si fue mejor, demos gracias a Dios, si fue peor que el presente, por favor sanémoslo. • Soñemos el futuro, por favor, soñémoslo con esperanza y optimismo.

Sáb 4 Jun 2016

Dios ha visitado a su pueblo

Por Monseñor Omar de Jesús Mejía Giraldo: - Todo el libro del Antiguo Testamento, en la Palabra de Dios, nos presenta a Dios cercano a su pueblo. Dice la Palabra que “Dios se paseaba por el jardín del Edén” (Gen “,8). “Dios ve el sufrimiento de su pueblo y viene en su ayuda” (Ex 3,7). Ciertamente Dios es infinito y trascendente, pero no es indiferente; es también cercano y comparte el dolor de su pueblo. Por eso, suscita patriarcas, profetas…, hombres y mujeres que en su nombre acompañen a su pueblo. La plenitud de la cercanía divina se da en la persona de Jesucristo, el Señor. Él es Dios con nosotros, es el “amigo que nunca falla” (ya no los llamo siervos, sino amigos), Él es pan partido para darnos su vida (esto es mi cuerpo, está es mi sangre). Dios es compañero de camino (camino de Emaús). El evangelio de hoy es un texto paradigmático que debemos meditar, orar y contemplar con fe y esperanza. Éste precioso texto nos muestra a un Jesús cercano; a un Jesús en la calle, compartiendo los sufrimientos de su gente. Jesús va de camino (la vida es un camino) y allí observa el sufrimiento de una viuda. Es viuda y además lleva a enterrar a su hijo único, es entonces, una mujer absolutamente desprotegida, la misma ley la condenaba a perderlo todo, porque ella no tenía derecho a heredar. Allí actúa Jesús, es su gran momento para acercarse a la “periferia existencial” de la mujer. Detiene la marcha fúnebre, se acerca al féretro y da una orden categórica al cadáver: ¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!. Dice el texto: “El muerto se incorporó y empezó a hablar y Jesús se lo entregó a su madre”. El maestro y Señor, Jesús, es cercano y con sus actitudes manifiesta: fe en el hombre, respeto profundo, interiorización en la libertad, exquisita comprensión en el gozo y en el dolor del hombre. En este pasaje, como en muchos otros, Jesús es siempre una respuesta de sí rotundo a la vida. Jesús está entre las gentes y con las gentes como un don maravilloso de comunicación. Nunca estuvo el cielo más cerca de nosotros. Y este cielo, posible y realizable, Jesús lo plasmó no sólo en doctrina, sino que fundamentalmente nos dejó unas formas y modos de acción. El evangelio de hoy es un canto a la vida. Jesucristo se enfrenta a la muerte y la vence. Hoy en el evangelio hay dos realidades, la dos grandes realidades del hombre, la muerte y la vida. Hoy a nuestro alrededor están presentes estas dos realidades, y en medio de ellas cada uno de nosotros con dos posibilidades: vencer la muerte o acabar con la vida. Los cristianos sólo podemos estar del lado de la vida pero estando conscientes de que esa elección puede ser, en muchas ocasiones, a costa de lo que podamos entender por bienestar o lo que hoy tan fácilmente llamamos “calidad de vida”. Hermanos, sólo si somos capaces de dar amor al prójimo, sobre todo a los más indefensos (donde la sociedad pone calidad de vida), estamos en el mejor momento de nuestra fe, porque es así como logramos reconocer de hecho y de derecho que el ser humano debe vivir, desde el momento que se anuncia en el seno de su madre hasta el final de su existencia, cuando por la edad vuelve a ser totalmente indefenso. Lo dice el Papa: “Una sociedad es realmente humana, cuando cuida de los dos seres más indefensos, los niños y los ancianos”. ¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate! ¡Jóvenes adelante!, si hay futuro, no todo está perdido. Jóvenes, ustedes son la esperanza de la sociedad. Jóvenes, vale la pena soñar con una sociedad nueva y esa la deben asumir ustedes. Jóvenes reciban con fe y esperanza la antorcha de nosotros los mayores. Jóvenes aprendan de nosotros lo bueno y corrijan nuestros errores. Ahora hermanos, pongámonos los zapatos y ubiquémonos en la persona de la viuda de Naín, escuchemos lo que nos dice: “Jesús me vio, me comprendió y me amó”. Nuestro gran reto es trabajar en favor de la vida. No podemos ser indiferentes frente a la violencia, frente al aborto y la eutanasia. Todo cristiano, toda persona de fe, tiene que estar en favor de la vida y debe anteponer sus intereses personales, porque la vida es la vida y sin vida no hay nada. Sin amor a la vida nos quedamos sin futuro. Si no amamos la vida no soñemos con la paz, no soñemos ni siquiera con “calidad de vida”, porque ¿cuál calidad de vida sin la vida? Hermanos, por favor, amor a la Palabra, escuchemos la Palabra, vivamos desde la Palabra. Solamente la palabra de Dios puede “consolar” definitivamente, porque solamente Dios puede asegurar la victoria sobre lo que “hace llorar” por encima de todo: la muerte. Es la Palabra de Dios la que vivifica y da esperanza. Hoy también, nosotros, los hombres y mujeres de fe, debemos ir por nuestras calles, campos y ciudades gritando: ¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate! Desde dentro de nuestro corazón, desde un alma enamorada de Dios, amemos al hermano y digámosle: Dios ha visitado a su pueblo, yo lo he experimentado. Por eso, los cristianos tenemos que volver a proclamar desde dentro de nosotros mismos que es una actitud maravillosa de la vida comprender, respetar, amar… Gritémosle al mundo: Vale la pena conmoverse y compadecerse frente al dolor del hermano, eso es lo propio de la fe y del amor verdadero. Nos dice la iglesia: “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Jesús. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón” (Gaudium et spes 1). Vámonos pues de nuestra misa con el deseo profundo de compartir la vida cotidiana, los gozos y las esperanzas de los demás, al estilo de Jesús, el Señor. Tarea:Durante esta semana recordemos y practiquemos las obras de misericordia corporales: 1) Visitar a los enfermos 2) Dar de comer al hambriento 3) Dar de beber al sediento 4) Dar posada al peregrino 5) Vestir al desnudo 6) Visitar a los presos 7) Enterrar a los difuntos Por: Monseñor Omar de Jesús Mejía Giraldo Obispo de la Diócesis de Florencia

Sáb 7 Mayo 2016

Para orar, meditar y vivir

Por Mons. Omar de Jesús Mejía Giraldo: “En su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados” Patrimonio: Conjunto de bienes que una persona adquiere por herencia familiar. Desde esta definición de patrimonio, pensemos el evangelio de hoy. Dice la Palabra: “Mientras los bendecía, se separó de ellos”. Celebramos hoy la solemnidad litúrgica de la ascensión del Señor. Ha llegado el momento definitivo de volver al Padre. Jesús está con sus discípulos y les recuerda algunas de sus experiencias vividas, como cuando nos reunimos con nuestros abuelos a escucharles sus historias y a beber de su sabiduría. En éste ambiente fraterno el Señor le recuerda a sus discípulos la experiencia vivida; les dice que recuerden han sido testigos de toda la experiencia vivida y a su vez les promete que serán revestidos con la fuerza de lo alto: “No los dejaré solos, les enviaré el Espíritu Santo, Él les recordará todo”. Reciban la fuerza de lo alto y revístanse de ella, para que sean mis testigos hasta los confines de la tierra. Dice la Palabra que “Jesús los condujo hacía Betania y levantando las manos los bendecía, se separó de ellos, subiendo hacia el cielo”. El “Cielo” hacia el cual sube Jesús es el mismo Dios, que es el mundo propio de Dios. Dios es Dios y vive y actúa en sí mismo. Jesús subiendo al cielo introduce nuestra humanidad en la divinidad. Subiendo al cielo, nos diviniza, nos da su eternidad, nos hace participes de su trascendencia. Nuestra meta es Cristo, constituido por su resurrección como nuestro “cielo”, el punto de convergencia a donde apuntan todos nuestros caminos. Jesús es la plenitud de la vida del universo. Hermanos esto es precioso, miremos: Jesús nos ha precedido en la morada eterna y el estado definitivo, para así, darnos esperanza firme de que donde está Él, cabeza y primogénito, estaremos también nosotros, sus miembros. Entendamos una cosa, con la solemnidad de hoy proclamamos con todas nuestras fuerzas un doble misterio: 1. El misterio de Jesús, que se ha hecho hombre, ha muerto, pero ha resucitado y ahora vuelve a su propia casa: El Padre. 2. El misterio del hombre, nuestro misterio. De Dios venimos y a Dios tenemos que volver. “Nos hiciste Señor para ti y nuestro corazón vive inquieto hasta que descansa en ti” (San Agustín). Por eso, la solemnidad de hoy es una gran fiesta de alabanza, en la que proclamamos que Jesús es el “Señor”, el “hombre perfecto”, el “principio y cabeza” de lo creado. El proyecto salvador de Dios sobre el mundo se ha realizado en el Cuerpo de Cristo. Así pues, es necesario comprender: Jesucristo, nuestro Dios y Señor, es nuestro gran patrimonio. Es a Él a quien anunciamos, es de Él de quien debemos ser testigos. La iglesia no es una simple institución que se puede quedar auto contemplándose así misma. La Iglesia es una comunidad de hermanos que ha recibido el mandato del Señor: “Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva del Reino de Dios”. La Iglesia no se inventó un mensaje sino que lo recibió del mismo Jesús. De esta forma queda claro que el mensaje cristiano no se fundamenta en especulaciones, en ideas u opiniones personales, sino en acontecimientos históricamente documentados y en las instrucciones que dio el mismo Jesús, las cuales quedaron grabadas en la memoria de las primeras comunidades. La iglesia se fundamenta en el patrimonio de gracia y eternidad que nos ha dejado su fundador: Jesucristo, nuestro Dios y Señor. El anuncio del Reino de Dios, no es posible sin la fuerza de lo alto, así como el Espíritu acompañó a Jesús en su misión, nos acompañará también a nosotros. No estamos solos, el Espíritu nos dota de fuerza y nos sostiene en el combate de la fe, nos ofrece valentía y convicción para que demos testimonio de su amor. El Espíritu nos recuerda el amor eterno y misericordioso de Dios para con cada uno de nosotros. Jesús se despide de sus discípulos sacándolos de Jerusalén y conduciéndolos a Betania. Esta acción es signo de la preocupación constante de Dios por su pueblo, recordemos la historia del éxodo: “Dios saca a su pueblo y lo libera de la esclavitud de Egipto”. Hermanos, Dios está vivo, Él no se ha muerto, ni está enfermo. Dios nos acompaña hoy y siempre. Debemos confiar en Él. Dios nos saca de nuestras miserias, de nuestros pecados, de nuestros odios y resentimientos. Dios nos libera. Dios expulsa nuestras ataduras. El secreto de nuestra parte es simplemente abrir nuestro corazón para que Él entre y pueda actuar en toda su plenitud. Él podría entrar sin nuestro permiso, es Dios, pero, Él no lo hace, ni lo hará, porque, Él respeta enormemente nuestra libertad y no quiere violentar nuestra dignidad. Así pues, tengamos en cuenta: con nuestra libertad, aceptamos su salvación o nos condenamos a la soledad y al abandono. Jesús se va al cielo bendiciendo a sus discípulos y ellos vuelven a Jerusalén llenos de alegría y “estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios”. Con esta última acción Jesús sintetiza toda su obra, todo lo que quiso hacer por sus discípulos y por la humanidad, en una “bendición” Jesús les expresa todo su amor, su entrega y su permanencia con ellos. Con una bendición, Jesús sella el gran “amén” de su obra en el mundo. La bendición de Jesús permanecerá con los discípulos, los animará a lo largo de sus vidas y los sostendrá en todos sus trabajos. Tengamos en cuenta hermanos: la bendición del Señor, permanece en su iglesia. La bendición del Señor sigue viva hoy, en medio nuestro, a través del gran patrimonio espiritual que él mismo nos ha dejado en su mandato central: el amor, la eucaristía, los sacramentos, su Santísima Madre. Al final del evangelio, hay unas acciones, un lugar y un ambiente. La acción es la alegría, el lugar es el templo, la casa de Dios; y el ambiente es una comunidad llena de Dios, en actitud orante. Nos queda, ahora hermanos, vivir con alegría nuestro patrimonio cristiano, nos queda asumir con fe y esperanza cada instante de nuestra vida. Nos queda hermanos, la responsabilidad de ser orantes y con nuestras acciones conservar el gran patrimonio de nuestra fe: La vida, muerte y resurrección de Jesucristo, nuestro Dios y Señor”. Tarea: Pensemos: ¿Cuál es el patrimonio espiritual que hemos recibido de nuestros padres y cómo lo estamos administrando? + Mons. Omar de Jesús Mejía Giraldo Obispo de Florencia