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Iglesia

Lun 17 Abr 2017

La procesión – delito

Por : P. Raúl Ortiz Toro - Son las 5 de la mañana del domingo y como joven sacristán voy a tocar las campanas del templo parroquial. En el silencio del amanecer, las campanas retumban y la gente agradece: el que va a misa de 6 y el que tiene que madrugar a sus oficios; el que no le interesa, da media vuelta y sigue durmiendo. Pero no es 2017. Eran los noventa, cuando las manifestaciones de fe católica no fastidiaban a nadie o si lo hacían la gente no denigraba ni salía a señalar de delincuentes a los católicos. No voy a caer en la trampa de considerar que todo tiempo pasado fue mejor. No; pues cada tiempo tiene sus buenas cosas y sus peores. Tampoco caeré en la respuesta facilista de decir que como la mayoría de días festivos son religiosos entonces los indiferentes y ateos tienen que ir a trabajar esos días para que no se incomoden con nuestras procesiones (si bien es cierto que seré uno de los primeros en firmar para que se quiten los festivos religiosos que pasaron a los lunes por la Ley Emiliani (1983) porque esas fiestas religiosas pasaron al domingo (como el Corpus Christi y la Ascensión) y se dejen únicamente los festivos que quedan en fecha fija: Jueves y Viernes Santo, 8 de diciembre, 25 de diciembre, más los de carácter civil). Cerrado el paréntesis, vamos a ver como conciliamos esto. El pasado Viernes Santo una parroquia en Bogotá salió – como todas las parroquias del mundo entero – a manifestar su fe en las calles a través de la meditación del Viacrucis. No es proselitismo, no es algarabía, no es un desorden, sino una manifestación pública de una convicción religiosa. Un ciudadano se llenó de impaciencia y salió a gritar a los que participaban del viacrucis que él tenía derecho a dormir; que estaban cometiendo un delito porque Colombia es un país laico; entre otras cosas dijo: “¡Atrevidos! ¡Esto está prohibido! ¡Lo que ustedes están haciendo es un delito!” El hecho pasó entre anecdótico e irrelevante en las redes sociales y noticieros pero detrás de todo esto se esconde la visión de Estado laicista que es diametralmente opuesto al concepto de Laicidad del Estado. El Estado laicista reduce las manifestaciones religiosas al ámbito de la subjetividad de los individuos y las confina a los templos; por el contrario, la laicidad del Estado debe responder con la no confesionalidad (que no es supresión sino independencia de poderes) y, consecuentemente, con la regulación de estas manifestaciones (porque entonces habría que prohibir las marchas de todo tipo, las celebraciones de victoria en los partidos, etc.). Por ello, los párrocos deben acercarse al menos un mes antes a la secretaría de gobierno de las alcaldías locales y/o municipales y gestionar el permiso para la manifestación; ello conlleva un aviso a las autoridades de tránsito y a las oficinas de gestión de riesgo y atención de eventualidades (como la Defensa Civil o la Cruz Roja). Sé que puede parecer engorroso pero si hacemos este proceso vamos a evitarnos dolores de cabeza. Ya en muchos templos no suenan las campanas porque han presentado quejas y las han ganado; las procesiones no son diarias –como podría serlo el toque de campanas- y estoy seguro que una buena gestión logrará que no nos tilden de delincuentes por manifestar nuestra fe. Y al ciudadano que se manifestó impacientemente le deseo que ojalá esta experiencia le sirva para entrenarse en la paciencia y la tolerancia ante la diversidad de cultos que siempre sirve en el camino de la vida, en el ámbito familiar, laboral y social. P. Raúl Ortiz Toro Docente del Seminario Mayor San José de Popayán [email protected]

Jue 6 Abr 2017

Encuentro Nacional de Agentes de Reconciliación y paz

Durante tres días sacerdotes, religiosas y agentes de pastoral de diferentes regiones históricamente afectadas por el conflicto armado entre las que están ubicadas la mayor parte de las Zonas Veredales Transitorias de Normalización (ZVTN) del país, así como víctimas y miembros de las Comisiones de Conciliación Regional (CCR), se reunieron en la sede del Episcopado Colombiano para compartir y valorar el estado de las Zonas; los avances de la implementación de los acuerdos por parte del Gobierno y las Farc a propósito del día D+90; los avances en las conversaciones con el Eln; y su rol frente a los restos de la reconciliación en las comunidades. Tras largas jornadas de trabajo desarrolladas entre el 3 y el 5 de abril, en las que los participantes tuvieron la oportunidad de escuchar también balances de la implementación entregados por parte de la ONU como organismo de verificación, del Alto Comisionado para la Paz, como representante del Gobierno, y de Marcos Calarcá y Diana Lozada, como voceros de las Farc, las reflexiones, aprendizajes y expresiones de satisfacción no se hicieron esperar. “De nosotros depende cruzarnos de brazos o ser una voz profética del mensaje de la reconciliación en las regiones”, fue una de las expresiones pronunciadas en el último día del evento por parte del padre Sigifredo López, proveniente de Riosucio (Chocó). Este Tercer Encuentro Nacional de Agentes de Reconciliación y Paz, convocado por la Comisión de Conciliación Nacional (CCN) a través de su iniciativa pedagógica para la reconciliación y la paz denominada Acciones Conscientes, y apoyado por la Embajada de Alemania, dejó ver el interés de los agentes y de las víctimas por continuar trabajando, de la mano de la Iglesia en la búsqueda de caminos que conduzcan a una paz verdadera, desde el nivel humano, pastoral y pedagógico, así como su interés por seguir participando en estas iniciativas para enriquecer su visión y su trabajo. Se prevé la realización de una nueva versión de este encuentro en el mes próximo mes de agosto para evaluar y documentar los nuevos avances o hechos acaecidos en la implementación y el proceso de acompañamiento en las Zonas Verdales Transitorias de Normalización por parte de los agentes. En el cierre de este encuentro, se presentó el libro “Las 11 claves de los diálogos pastorales”, la más reciente publicación de la Comisión de Conciliación Nacional, elaborada con el apoyo de la Fundación Konrad Adenauer – Colombia. Se trata de un manual que busca aportar de forma concreta y práctica a la protección de la dignidad humana y de los derechos humanos por parte de los agentes de pastoral desde la Iglesia Católica. Cada módulo contiene una clave diferente, acompañada por situaciones, pautas generales y recomendaciones para orientarse en contextos en los que se hace necesario implementar la misión de los diálogos, el apoyo espiritual, la escucha, la facilitación, la conciliación, la incidencia social por la equidad, entre otras. Fuente: Of. comunicaciones Comisiòn Nacional de Conciliaciòn

Mié 29 Mar 2017

Los migrantes, un rostro humano que nos desafía

Por: Mons. Nel Beltrán Santamaría - Estamos en un año particular, marcado por las negociaciones gobierno–guerrilla y el comienzo del proceso electoral. En este contexto no hay que dejar morir en la conciencia nacional la imprescindible responsabilidad que tenemos con los migrantes. Por ellos y por nuestra propia dignidad. Los migrantes son una voz que toca la conciencia humana. Son retratos distorsionados de poblaciones que vivieron mejor. Al mismo tiempo, son rostros de la esperanza que no muere y no defrauda; y se convierten en un llamado de conciencia que puede despertar lo mejor que hay en nosotros: la solidaridad; y, así, renovar nuestra humanidad y, con ello, despertar todavía más el corazón de nuestra fe cristiana: el amor a los hermanos. Los primeros cristianos asombraban: “Miren como se aman”. Amar al migrante nos devuelve la identidad histórica: “En esto conocerán que son mis discípulos, en que se aman los unos a los otros”. Al servirlos, nos convierten en sacramentos del primer mandamiento. Un migrante es una persona con igual dignidad, derechos y deberes; con la misma vocación a realizarse como persona humana e hijo de Dios. Lo dijo hermosamente el Papa: “personas humanas”. ¡Sí! Con rostros e historias personales. ¡Son personas humanas! Eso lo resume todo. Por eso a las migraciones el Papa las define como “una crisis humanitaria”. Y los migrantes de hoy “son humanos fugitivos de sus propios países o regiones”. Eso es un trauma dramático a nivel internacional o a nivel interno. Fugitivos de otros humanos. De los grupos armados o de la pobreza o el despojo o de un modelo de minería o del narcotráfico, etc. Y lo poco que era suyo pasó a otras manos. Son fugitivos que lo dejaron todo. Se puede decir que fueron “despojados”. Hijos y rostro de una demencia social, política o ideológica. Fugitivos. Una manera de ser expatriados de la dignidad de personas humanas. Perdieron la patria de la humanidad. Son el rostro de una demencia. ¿Por qué salen de sus países o de sus regiones? ¿Por qué buscan Estados Unidos o simplemente, un tugurio un poco más seguro para la vida, en los cordones de pobreza de las grandes ciudades? ¿Con tan poco tienen? ¡No! Es porque lo primero es la vida, la familia, los valores como la propia religión… Los católicos tenemos una abundante sociología, teología y espiritualidad de las migraciones. Y muchos organismos de apoyo. Pero no los suficientes. Y no pretendemos ser los únicos sensibles a este dolor humano. Pero queremos ser fieles a nuestra fe. Y esperamos escuchar el último día: “vengan benditos porque fui fugitivo y me acogieron. Entren al Reino”. Un migrante es como un hombre-síntesis del pobre del Evangelio. Abandonado en el camino. Padece todas las necesidades que nos harán benditos del Padre si ayudamos a cubrirlas: hambre, sed, desnudez, desplazamiento, soledad… Benditos nosotros los que ayudamos a encontrar respuestas institucionales desde la dignidad de la persona humana. Cuantas veces lo hagamos lo hemos hecho a Cristo mismo. Y nos dirán: entren al Reino. Pero no solo nosotros. Sino también con ellos. Un paso clave en el servicio a los migrantes es tratar de mejorar la calidad de la acogida y ayudar a recuperar la dignidad oscurecida. Crear unas condiciones nuevas que favorezcan salir de las condiciones en las que llegan. Y ayudar a despertar una conciencia de humanidad y de derechos “humanos” que multipliquen la solidaridad social y despierten la sensibilidad de los gobiernos. Y es urgente comprender y difundir que las migraciones son más que solo un problema de carencias. Es un sistema de despojo asumido con pasividad política y social, convertido en cultura, en leyes y en modelos de urbanismos marginales. Fenómenos que no tocan la macro-economía o la política. Y a veces justificados en razones supuestamente religiosas. Son judíos, musulmanes, o cristianos. A veces, entre las propias religiones. Es una crisis cultural e institucional; local y mundial. Son males transversales en el mundo. En el democrático y en el dictatorial. Es la cultura de la exclusión, de la desigualdad, de las fronteras cerradas, de la reacción insegura frente al extranjero o diferente, como si ser migrante fuera una manera inferior de ser humano. ¡Así provengan del pueblo vecino! Gracias a las personas que acogen, a las que no dejan pasar desapercibidos a tantos humanos, a las que se organizan y trabajan para tratar de responder. “Benditos porque tuve hambre y me dieron de comer. Porque fui forastero y me acogieron”. DESTACADO: “Un migrante es como un hombre-síntesis del pobre del Evangelio” + Nel Beltrán Santamaría Obispo emérito de Sincelejo Fuente: Revista Vida Nueva

Mié 29 Mar 2017

Iglesia en Antioquia se prepara para vivir la gran Confesatón

Previo al inicio de la Semana Santa, la diócesis de Sonsón - Rionegro, presidida por su obispo monseñor Fidel León Cadavid Marín, realizará el próximo 1 de abril una jornada de CONFESATÓN, que según sus organizadores busca “reconciliarnos con nosotros mismos y con Dios”. Es una experiencia que se ha vivido en varios lugares de Colombia, donde los sacerdotes se desplazan para llegar a las personas que por algún motivo no acuden a la Iglesia, pero desean acceder a la confesión, en esta jornada se sale al encuentro con los fieles para ofrecerles el sacramento de la reconciliación. La confesatón, es una acción pastoral que iniciará a las 3:00 p.m., con un momento de adoración al Santísimo sacramento, donde, a los pies de Jesús, se hará una oración y se pondrá en sus manos a todos los penitentes que se acerquen a las instalaciones del centro comercial San Nicolás de esta ciudad, para acceder al sacramento de la confesión. El Santísimo quedará expuesto hasta las 6.00 p.m., para que las personas puedan hacer un momento de oración de una manera más íntima y que esta sea una bonita experiencia. Por su parte el padre Nelson de Jesús Patiño, delegado de la pastoral familiar, hace una invitación muy especial a “participar de la CONFESATÓN con el lema «Dejémonos reconciliar por Dios »; este será un espacio oportuno para salir y acercarnos a muchas personas y familias, a fin de posibilitarles el encuentro con Jesús Misericordioso, mediante el sacramento de la Reconciliación, una iniciativa de la Conferencia Episcopal de Colombia vivida con los sacerdotes participantes de la Copa de la Fe”. Esta jornada se hace en el marco del año de la reconciliación y la paz, donde se busca tener un compromiso constante con la sociedad, un compromiso que le permita al sacerdote ir al encuentro del hermano, para llegar a los que necesitan ser sanados por el amor de Dios, porque los sacerdotes son artesanos de la paz y están comprometidos con la construcción de una paz sólida que perdure y fortalezca la sociedad. Estos son espacios importantes para la fe, porque es un aporte de la iglesia para conseguir la paz y acoger la invitación que hizo el Papa Francisco a celebrar de 24 horas para el Señor, una iniciativa para vivir intensamente el Sacramento de la Confesión y reconciliarnos con nosotros mismos. Fuente: Of. Comunicaciones diócesis de Sonsón - Rionegro

Lun 27 Mar 2017

¡Alerta!

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo - Vivimos en el mundo cambios profundos. Puede decirse que esto es lo normal en una comunidad humana que va haciendo su camino histórico, que va conquistando su futuro, que va respondiendo a su dinamismo interior de vivir en permanente creación. Sin embargo, cuando el proceso de cambio no se orienta, no se conduce y no se aplica debidamente puede traer grandes traumas para la sociedad y puede llevar aun al colapso de una civilización. Es necesario, entonces, que estemos atentos y que prevengamos situaciones graves que pueden derivarse de ciertas realidades que empiezan a aparecer como verdaderas amenazas. 1. La destrucción del medio ambiente. Se dice que en diez años tendremos el 20% menos de la biodiversidad que hoy existe. Abusamos de los recursos naturales como si pudiéramos reponerlos. Nos estamos gastando el planeta y lo estamos haciendo invivible como si tuviéramos un repuesto. La destrucción de la tierra con la minería, la tala abusiva de los árboles, la contaminación del agua y del aire y tantos otros atropellos a la naturaleza están causando males crecientes e irreparables. 2. Los avances de la tecnología, junto a grandes logros, están generando también serios problemas en la estabilidad sicológica y en la convivencia humana. Se enumeran: la adición, el empobrecimiento de la comunicación, la alteración de la concentración, la reducción de la libertad y la creatividad, los desajustes sociales. Sin darnos cuenta nos están programando; las nuevas tecnologías facilitan procesos, pero todavía no crean pensamiento, no dan sentido ni orientación a la vida. Sin saberse si nos movemos en la ciencia o en la ficción, se anuncian las posibilidades y los riesgos de la inteligencia artificial. Stephen Hawking llega a decir que éste podría ser el peor y el último error de la humanidad. 3. La estabilidad institucional no siempre tiene garantías. La forma de vivir no puede ni improvisarse ni inventarse cada día. Necesitamos apoyarnos en estructuras que surgen de la misma naturaleza o de construcciones en las que la humanidad ha gastado miles de años. Ensayar irreflexiva e irresponsablemente modificaciones en temas fundamentales para la sociedad puede resultar funesto. Por ejemplo, entregar la familia a las pasiones, la educación a la tecnología, la política a fuerzas foráneas, los valores culturales a procesos inconscientes, la felicidad al placer, la vida a la superficialidad. 4. La crisis ética que es, a la vez y en buena parte, el origen y la causa de todo lo anterior. Se produce cuando no sabemos o no queremos aceptar unos criterios y valores de comportamiento indispensables en la convivencia humana. Con frecuencia la motivan ciertas ideologías, es decir, ideas que se vuelven acción al quedar recortadas y dirigidas a un determinado propósito. Luego, cuando nos circunda la confusión y los comportamientos individuales nos vuelven enemigos, queremos controlarlo todo con la represión a partir de las instituciones que también hemos dejado entrar en decadencia. Ningún control es plenamente efectivo para la libertad humana. En definitiva, estamos en un tiempo en el que disponemos de muchos medios sin saber para qué fines. 5. La ausencia de espiritualidad. Finalmente, la última causa de los grandes desequilibrios a nivel personal y social es la falta de una vida interior a partir de unas convicciones y unos comportamientos asumidos desde la dimensión transcendente de la persona humana que se relaciona con Dios. Sin Dios no hay iluminación y motivación que pongan en marcha un proyecto común, el respeto profundo a la libertad de los otros, la razón decisiva para actuar en la verdad y el bien, la esperanza para perseverar en el ser. Sin Dios, generalmente, el egoísmo corrompe todo: las ideas, las relaciones, los proyectos y la administración de los recursos. Sin Dios nos degradamos y creamos el potencial para degradarlo todo. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Jue 23 Feb 2017

La protección de las niñas, niños y adolescentes es prioridad para la Iglesia: Cardenal Salazar

El cardenal colombiano Rubén Salazar Gómez, arzobispo de Bogotá, en respuesta a la carta enviada por la directora nacional del Instituto de Bienestar Familiar (ICBF), reiteró que la Iglesia mantiene la clara y leal consigna de “cero tolerancia”, ante cualquier caso de abuso a menores por parte de algún miembro de la Iglesia Católica. “Esto nos impulsa, como Iglesia, a asumir clara y lealmente la consigna “cero tolerancia” ante cualquier caso que sea denunciado ante nuestros delegados de protección de menores y a tomar todas las medidas para que los responsables sean castigados tanto canónica como civilmente. Si se comprueba el abuso, un sacerdote jamás podrá volver a ejercer su ministerio”. El prelado recordó que desde la Arquidiócesis de Bogotá se ha implementado una oficina de protección de menores, que busca a través de programas, talleres y proyectos formativos, trabajar en la prevención y cuidado de los menores. “Realizamos un serio trabajo formativo para que todos nuestros establecimientos asuman decididamente una “cultura del buen trato” y salvaguarda de las niñas, niños y adolescentes a los cuales servimos” señala la misiva. El Purpurado explicó que para evitar estos casos, la Iglesia asume su compromiso de tener mayor rigor en la selección de candidatos que ingresen al seminario y velará para que se cumplan los protocolos de protección y los debidos procesos canónicos y jurídicos de abusadores de menores. [icon class='fa fa-download fa-2x'] Descargar carta[/icon]

Mié 22 Feb 2017

Encuentro de diálogo social en la zona veredal de Icononzo

La Comisión Regional de Conciliación y Paz (CRC) del Tolima en conjunto con la diócesis de El Espinal y la parroquia local, celebraron el pasado 18 de febrero un encuentro de diálogo social con la comunidad, miembros de las FARAC-EP que llegaron a las Zonas Veredales Transitorias de Normalización (ZVTN), representantes del Mecanismo de Monitoreo y Verificación (MM&V) y líderes de Icononzo. El encuentro que tuvo como propósito conversar sobre el proceso de dejación de armas y el paso de los guerrilleros a la vida civil, inició con la intervención del padre anfitrión Henry Saavedra, quien afirmó que la paz es de Dios, y donde hay algo de Dios “ahí vamos adelante”. Por su parte, el Padre Rubén Darío Mendoza, Director de Pastoral Social en la diócesis de El Espinal, afirmó que "tenemos que cambiar la cultura colombiana, la mentalidad. Es un momento histórico que vive el país. Olvidémonos de los partidos, porque la paz no es del uno o del otro, sino de los colombianos”, dijo el sacerdote. Seguidamente intervinieron dos representantes de las FARC-EP, quienes pidieron comprensión por su situación: “No somos como algunos de la prensa nos pintan. Somos seres humanos, nos reímos, lloramos, soñamos como todos los demás”. Además, subrayaron su intención de cumplir con lo pactado en el Acuerdo Final y terminaron su participación anunciando la conversión en un movimiento político: “Juntos queremos construir un nuevo país. Ante la sociedad colombiana estamos cumpliendo”. Representantes de la administración municipal, de comunidades indígenas y de las Comisiones de Conciliación regional y nacional de paz hicieron un llamado a las autoridades competentes para que los habitantes de estos lugares estén bien informadas sobre los acuerdos y las acciones que se van a implementar en las zonas veredales, de tal forma que puedan ser agentes de la paz desde sus hogares. El padre Darío Echeverri, secretario general de la Comisión de Conciliación Nacional, alentó a los presentes y los invitó a no desanimarse en ser artesanos de la reconciliación y la paz “pues mientras en Colombia hay algunos que no creen en la paz que ustedes creen, tenemos que decir a todos: “la paz vale la pena” Finalmente se acordó con la parroquia de este municipio que el próximo 25 de febrero se celebrará una eucaristía, en donde tanto la comunidad, como los miembros de las FARC-EP podrán asistir.

Mié 22 Feb 2017

“Sin el sacerdote se pone en peligro la vida de la Iglesia”

Por: Mons. Héctor Cubillos Peña - “Sin el sacerdote se pone en peligro la vida de la Iglesia” - El tema del presente editorial viene a hacer eco del tema del pasado mes de septiembre de 2016 que trata sobre la necesidad de orar y trabajar espiritual y apostólicamente por las vocaciones sacerdotales. El número de jóvenes que piensan en el sacerdocio es cada vez menor. El ingreso de aspirantes al Seminario en el 2017 se ha reducido a su más mínima expresión ¿Qué está pasando? A todos los miembros de la Iglesia incumbe esta situación. No podemos quedarnos tranquilos como si no estuviera pasando algo que tiene importancia, la falta de vocaciones es una responsabilidad de toda la Iglesia: ministros, consagrados, familias y fieles. El sacerdote tiene una importancia trascendental para la Iglesia: sin él la Palabra de Dios deja de tener fuerza; sin él, no puede haber perdón para los pecadores, sin él Jesús el Pan de vida no llega a ser el alimento para la vida eterna; sin sacerdote, la vida de la comunidad cristiana pierde la guía y el horizonte; en definitiva sin el sacerdote se pone en peligro la vida de la Iglesia, su misión evangelizadora; es decir su fidelidad a lo que Jesús ha querido de ella como instrumento de salvación. Sin el sacerdote, el mal aprisiona más a sus esclavos y acrecienta su poder. Sin sacerdotes el mundo, las culturas, las sociedades no tienen posibilidad de ver la luz y recibir el amor salvador. Cada uno de nosotros es, como creyente, lo que ha recibido de un sacerdote. Estamos asistiendo a un fenómeno muy preocupante de olvido de Dios. Del vivir de cada día en muchísimos seres humanos, conocidos o desconocidos, Dios ha sido relegado, olvidado, desalojado del corazón de las personas y de las relaciones sociales. Y cuando Dios no cuenta, la vida humana cae en el peligro, la amenaza de la destrucción y la muerte. La corrupción, la violencia, los vicios actuales, la falta de la moral son indicadores palpables que no se pueden negar. Pero no solo asistimos a la expulsión de Dios de la vida que propone la publicidad y la sociedad; estamos también asistiendo al combate y al rechazo directo de la Iglesia. Los casos de sacerdotes con caídas graves contra la moral son amplificados y censurados por los medios de comunicación; las autoridades eclesiásticas son “condenados” casi a muerte; vistos como un mal para la sociedad. Sí, le quieren quitar el derecho a la predicación del Evangelio y anular el servicio que ellas puedan prestar en favor de los demás y en especial de los más pobres y necesitados. El anterior panorama incide de manera especial en los jóvenes los cuales además son deslumbrados por las oportunidades e invitación que ofrece el mundo del éxito, el goce personal, la riqueza o el poder. Hoy es más difícil que un joven o incluso un niño pueda ser capaz de escuchar un posible llamado de Jesús. Además porque la vida familiar de muchos hogares y la educación de ninguna manera son medios de transmisión de la voz de Dios. La cuestión no es la de que Dios haya dejado de llamar, porque El sigue llamando, nunca ha dejado de hacerlo ni lo dejará de hacer en el futuro. Lo grave es más bien la sordera que se ha extendido y agudizado para impedir que el llamado divino sea escuchado. ¿Qué hemos de hacer nosotros? Nunca hemos de olvidar la orden del Señor: “Rogad al dueño de la mies que envíe operarios a la mies” (Mt.9, 38) la súplica por las vocaciones sacerdotales no puede suspenderse. Hay que insistir día y noche, con la confianza y perseverancia; no para conseguir que Dios se despierte y atienda nuestras plegarias, sino para que acrecentemos la conciencia de la necesidad y urgencia de las vocaciones al sacerdocio. En otras palabras, pedimos en la oración por que sabemos de la gran importancia de los sacerdotes. De cada familia debe brotar una plegaria, de cada grupo apostólico debe elevarse una oración; en cada misa una petición, en cada acción apostólica de la parroquia, de los movimientos y grupos ha de dirigirse esta misma petición. Nuestra Iglesia diocesana de Zipaquirá ha de ser un coro permanente de día y noche y en todo rincón que pida al Padre del Cielo el envío de vocaciones. Los Comités Vocacionales han de ejercer este apostolado; no puede hoy existir ni una sola parroquia en donde no haya un comité de vocaciones. Su inexistencia sería la manifestación más grande de indiferencia e insolidaridad para con la Iglesia y el mundo. Además de la oración se hace absolutamente necesaria la formación de las vocaciones, la búsqueda, el lanzar las redes. Eso fue lo que hizo el Señor al llamar a sus discípulos. Se acercó a ellos a la orilla del lago en donde se encontraban y los llamó por su nombre: Pedro, Juan, Santiago y así los demás. Hoy también es necesario acercarse a los jóvenes y llamarlos por su nombre: los papás a los hijos, los maestros a sus alumnos, los sacerdotes a los acólitos, a los jóvenes que se encuentran en los colegios, en los campos deportivos, en las esquinas de las cuadras, en las familias, en los grupos juveniles; hoy los catequistas han de llamar por su nombre a sus niños y jóvenes catequizados en la preparación a los sacramentos. Ir como el Señor a donde se encuentran; también han de llamar los agentes de pastoral a los jóvenes del vecindario, a los de sus familiares. La búsqueda ha de ser permanente. Las parroquias han de acoger la presencia de los sacerdotes y jóvenes de la pastoral vocacional. Como Jesús, todos hemos de fijar la mirada en ellos en quienes podemos descubrir cualidades y disposiciones para escuchar el llamado del Señor a través de nuestra invitación. El hacer despertar la responsabilidad vocacional de todos los fieles es una tarea de los sacerdotes y de los comités vocacionales parroquiales. Confiemos en el Señor y trabajemos para hacer realidad una primavera vocacional. + Héctor Cubillos Peña Obispo de Zipaquirá