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lecturas del domingo

Vie 1 Mayo 2020

Jesucristo, el buen pastor, ha resucitado. Él es el pastor y nosotros somos su grey que es la Iglesia

Primera Lectura: Hch 2, 14a.36-41 Salmo: Sal 23(22),1-3a. 3b-4.5.6 (R. 1) Segunda Lectura: 1P 2,20b-25 Evangelio: Jn 10,1-10 Introducción • En los Hechos de los Apóstoles, el apóstol San Pedro, luego de haber recibido el Espíritu Santo de Dios, declarando en medio de la comunidad que Jesús fue crucificado por ellos y que Dios lo constituyo Señor y Mesías, los llama a cada uno a que, escuchando el mensaje de la palabra, se conviertan y se bauticen para que reciban el don de Dios y el perdón de sus pecados. • En la segunda lectura el Apóstol Pedro, en su carta, da un mensaje de aliento a quienes están en el camino de la conversión, y habla de Cristo, quien muriendo por ellos fue ejemplo para ganar la vida eterna. • En el evangelio Jesús habla a sus discípulos y les dice que es necesario entrar por la puerta, porque aquel que no lo hace es ladrón y solo desea hacer estragos; en efecto Él les explica que se refiere a Él mismo como pastor y guía del rebaño, quien desea otorgarles en abundancia la vida eterna. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Este pasaje del evangelio, nos relata una parte de la parábola del buen pastor, allí Jesús habla a sus discípulos, les dice que quien no entra por la puerta, sino que salta la tapia, es un ladrón, porque quien entra por la puerta es el pastor de las ovejas, las ovejas conocen a su pastor, obedecen a su voz, atienden a su llamado, pero a la voz de un extraño las ovejas no obedecen porque no la conocen y huyen de quien les llama. Cuando les explica esto, las personas no entienden a qué se refiere Jesús, quien, al percatarse, explica que Él es la puerta, por la que entran las ovejas y, de igual forma, el Buen Pastor; Jesús les dice que Él está allí para otorgar la vida eterna en abundancia, que a diferencia de quien salta la puerta, para robar y matar, Él quiere conceder la paz, el amor, la misericordia y la esperanza. La palabra en la primera lectura, del libro de Hechos de los Apóstoles, continua con el discurso de Pedro, que se desenvuelve en tres partes, aquí pedro que ya ha hablado sobre la crucifixión y muerte de Jesús, conmueve el corazón de la asamblea oyente, la pregunta que le hacen entonces es: ¿Qué tenemos que hacer hermanos?, la respuesta de parte de Pedro es clara, conviértanse y háganse bautizar en el nombre de Jesús, para que los pecados sean perdonados y el Espíritu Santo llegue también a ustedes; finalmente aceptan las palabras y se hacen bautizar. En el salmo de súplica e intercesión, el salmista reconoce a Dios como pastor, que cuida y protege del mismo modo como el pastor cuida de su rebaño, lo guía hacia el redil y lo lleva a verdes praderas; esta figura de Dios hace honor a su nombre y a su función como Padre; el Señor, siempre está cuidando a sus hijos, por eso no tienen miedo, ni de la oscuridad, ni de la maldad, porque el Señor siempre está con ellos, los protege. La palabra en la segunda lectura, en la carta del Apóstol san Pedro, invita a la comunidad a mantenerse firme en el sufrimiento causado por el seguimiento de Cristo, colocando el ejemplo de Cristo mismo que, habiendo padecido por cada uno de ellos, se mantuvo firme y con humildad soporto los dolores y los sufrimientos dando, así, ejemplo; el que no había cometido ningún pecado, recibió insultos, maltratos, amenazas e injurias, pero aun así se entregó por cada uno de nosotros, dice Pedro: “sus heridas nos ha curado”. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? Jesucristo, el buen pastor, ha resucitado. Él es el pastor y nosotros somos su grey que es la Iglesia. Somos llamados en medio de la efusión del gozo pascual a escuchar su voz; cada uno de nosotros es pensado y querido por Dios por eso nos llama por nuestro nombre, nos conduce, como canta el salmista, hacia verdes praderas, hacia fuentes tranquilas, nos guía por el sendero justo, el Señor no se olvida de ninguno de sus hijos, se acuerda hasta del más pequeño, porque en su mente está el protegernos y su clemencia es eterna. Él con su amor nos hace volver al camino verdadero del cual nos hemos extraviado por culpa de los extraños. El enemigo con su voz nos cautiva y nos seduce con falsas promesas de felicidad, nos hace desviar del camino recto porque nos promete distintas cosas que resultan ser efímeras, nos alejamos entonces del Señor, pero su cayado nos corrige, su voz nos traspasa el corazón, nos libra de las cañadas oscuras del pecado y nos convierte; ese cayado, que simboliza su poder como pastor supremo, es usado por Dios para alejar la maldad de sus ovejas, igual que el pastor usa el cayado para proteger las ovejas, así Jesús nos protege del maligno que, como león rugiente, ronda buscando a quien devorar. El señor nos salva del maligno para que demos testimonio de Él, como pastor y obispo de nuestras almas y así su Padre sea glorificado. Cristo resucitado nos ha liberado del abismo donde andábamos desca- rriados, ahora nos conduce hacia fuentes tranquilas porque, con su resu- rrección, ha restaurado la creación y ha curado nuestras heridas, heridas que fueron causadas por el pecado, pero que Él ha sanado con su pasión, muerte y resurrección. Reconozcamos en el resucitado la puerta del aprisco: Jesucristo, Señor y Mesías. Solo quien entra por la puerta se salvará, Cristo mismo nos hace participar de los buenos pastos que son su palabra y los sacramentos, solo quien se acerca a estos pastos tendrá vida en abundancia. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Con el salmista clamamos al Señor que siga siendo nuestro Buen Pastor para que nos sostenga en el compromiso de ser discípulos misioneros en su Reino: “El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas. Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan…” (Sl 23,1-3). Igualmente, suplicamos al Señor, cuide de su rebaño que es la Iglesia: “Pastor Bueno, cuida con amor de tu rebaño y dígnate conducir a las praderas eternas las ovejas que redimiste por la sangre preciosa de tu Hijo” (Oración después de comunión, del cuarto domingo de pascua). RECOMENDACIONES PRÁCTICAS: 1. Este Cuarto Domingo de Pascua tiene un marcado acento pastoral, se podría colocar la imagen del «Buen Pastor» en un lugar visible del templo, con la frase “Yo soy el buen Pastor” u otra para el caso. 2. Es muy recomendable que, desde antes de la celebración litúrgica, se guarde silencio en el templo, en la sacristía y en los lugares anexos. De modo que todo se disponga devota y debidamente para la acción sagrada (Cfr. OGMR 45). 3. Pudiera seguirse el Prefacio de Pascua III: «Cristo vive e intercede siempre por nosotros», Misal, p. 377, por hacer referencia a Cristo que se ofrece por nosotros y nos defiende con su intercesión. 4. Se celebra hoy la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones sacerdotales. Por esto, invitar a la comunidad a orar de manera más especial por las vocaciones al ministerio ordenado, así como por todos los ministros para que sean fieles al encargo recibido. Se podría tener en cuenta el mensaje del Santo Padre para esta ocasión. 5. En este día se celebra la Jornada Nacional de la Infancia Misionera.

Vie 27 Mar 2020

«Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios»

Primera Lectura: Ez 37,12-14 Salmo: Sal 130(129),1-2.3-4.5-6ab.6c-8 Segunda Lectura: Rm 8,8-11 Evangelio: Jn 11,1-45 (forma larga) o Jn 11,3-7.17.20-27.34-45 (forma breve) Introducción Este quinto domingo de cuaresma, manifiesta de una manera inminente, la Pascua que se acerca: • Todas las lecturas forman una gran unidad en torno al tema de la Resurrección, fundamento de nuestra fe • En torno a la convicción de fe en la resurrección, se puede desplegar y meditar dos temas complementarios: la muerte y la vida. • Sin embargo, como se ha escrito, no se puede desligar del tema de la muerte y de la vida, el de la resurrección. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Ezequiel, profetiza, una esperanza en que el pueblo de Israel, posea la tierra, y el pueblo que está muerto en vida por la esclavitud, deportación, pecado tendrá vida en la esperanza de poseer la tierra prometida en la Israel celestial. Hay un elemento importante en esta profecía y es que esta esperanza la realiza el Dios de la vida, que infunde su Espíritu, su aliento de vida, y hace que todas las cosas cobren sentido en una vida más allá de la terrenal. El salmo 130 destaca la misericordia de Dios, que redime a Israel de todos sus delitos y derrama copiosamente su amor. El creyente fiel, aguarda el día de la redención, en que Israel será restaurada, y todos sus delitos sean purificados y sanados. Por su parte, en la carta del apóstol San Pablo a los Romanos, manifiesta el contraste entre los que, poseyendo a Cristo, se dejan llevar por las obras de la carne y su cuerpo está muerto por el pecado; y quienes se dejan llevar por el Espíritu, viven por la justificación obtenida en Jesucristo. El capítulo 11 del Evangelio según San Juan, es una joya literaria única de la hagiografía evangélica, que anticipa el acontecimiento de Nuestro Señor Jesucristo mediante la pieza fundamental de nuestra fe en la resurrección del Señor; anunciando y mostrando con la resurrección de Lázaro, el acontecimiento central de nuestra fe en el Misterio Pascual de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. Dios que se hace hombre para nuestra salvación (redención: justificación). Uno de las metodologías características del Evangelista san Juan es su forma de transmitir la verdad, es el malentendido; es decir, los personajes, no entienden de buenas a primeras, las palabras de Jesucristo en relación con la comprensión de sus oyentes. En ocasiones el evangelista usa el malentendido, para ir llevando al lector sagrado a que progresivamente vaya comprendiendo el misterio de la resurrección que se le va develando; pero que no es visible a los ojos ni comprensible a la lógica humana, y por eso el evangelista usa este recurso, para ir llevando al creyente paulatinamente a que aquello que no comprende, se le vuelve a repetir, pero ampliando su significado, con el fin de ir explicando su sentido más profundo. La resurrección según el texto evangélico devela unas verdades que trascienden los hechos físicos; pues se habla de la resurrección en un contexto familiar y de amistad; se expresan sentimientos profundos que generan compasión en el lector, como la enfermedad, la distancia del amigo ausente, la tristeza, el tumulto de la gente que visita expresando su solidaridad con los familiares del fallecido, las lágrimas como forma de expresar la impotencia frente a la cruda realidad de la experiencia de la muerte. Las Palabras de Jesús traspasan al dolor y están llenas de sentido de compasión, solidaridad, confianza y fe: «Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.» «¿No tiene el día doce horas? Si uno camina de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero si camina de noche, tropieza, porque le falta la luz». «Lázaro, nuestro amigo, está dormido; voy a despertarlo.» «Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros de que no hayamos estado allí, para que creáis. Y ahora vamos a su casa». «Tu hermano resucitará» «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?» «¿Dónde lo habéis enterrado?» «Quitad la losa». «¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?» «Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que Tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que Tú me has enviado». «Lázaro, ven afuera». «Desatadlo y dejadlo andar». En el centro de todas las palabras del Señor, se manifiesta la verdad fundamental de nuestra fe, donde el mismo Jesucristo dice: “Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre”. Con la pregunta abierta para el oyente de la Palabra: ¿Crees esto? Las lecturas bíblicas, no se detienen a explicar o detallar cómo acontece la resurrección, sino que tiene una finalidad, suscitar y provocar la fe. Así, al final, no se trata de demostrar científicamente el acontecimiento de la resurrección, cuanto de transmitir una confianza en el Dios vivo y verdadero, manifestado en Jesucristo, que se hace hombre para la salvación de la humanidad, y que sopla su aliento de vida con la gracia del Espíritu Santo; por tanto, se trata de una cuestión de fe, de creer y creerle a Dios que, en Jesucristo y con el Espíritu Santo, otorga vida y vida en abundancia. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? La Resurrección es el fundamento central de la vida de todo cristiano; en efecto, afirma san Pablo, si Cristo no hubiese resucitado, vana sería nuestra fe. Las lecturas develan una serie de enseñanzas que se pueden meditar con la comunidad en torno al hecho de la resurrección: Una primera aproximación al hecho de la resurrección tiene que ver con la serie de preguntas que nos planteamos en el transcurso de nuestra existencia terrenal: ¿qué sentido tiene mi vida, si voy a morir?, ¿cuál es la trascendencia que le estoy dando a mi existencia?, ¿qué sentido tienen los esfuerzos, el estudio, el trabajo, la vida misma y todas sus problemáticas, si al final de nuestros días envejecemos, enfermamos, terminamos en soledad y morimos? ¿Le estoy dando un sentido trascendental a mi vida? ¿Soy consciente de todos estos interrogantes existenciales? Es fundamental llenar de sentido la existencia terrenal, y mediante la fe, la esperanza y caridad, arropar los momentos tristes de la pérdida de un ser querido, luchar unos ideales altruistas que trasciendan nuestra vida terrenal, y poner los ojos, no simplemente en las cosas efímeras, sino la mirada en la vida eterna. Como persona, familia y comunidad hay que saber acompañar aquellas personas que se encuentran enfermas, abandonadas, solitarias en las clínicas, hospitales. Saber ser amigos no solo en los momentos de alegría, sino también en las tristezas. Como Jesús, saber visitar, acompañar, llorar con los que lloran, reír con los que ríen y saber brindar palabras de ánimo, aliento que mitiguen las tristezas y los dolores que causan el sufrimiento por la pérdida de un ser querido, y brindarles palabras de vida a quienes sufren. Dice el apóstol San Pablo: yo sé en quien he puesto mi esperanza, y sé que no me defraudará. Ayudar a implementar una pastoral de la tanatología, donde se puedan acompañar procesos de duelo y sufrimiento en los cementerios, en las parroquias en las familias y comunidades. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? El encuentro con Jesucristo en este Evangelio, nos invita a confiar en la resurrección, a creer que Jesucristo es el Camino, la Verdad y la Vida. Nuestro compromiso misionero nos empuja a ser amigos del Señor, siendo amigos de las personas, familias y comunidades, donde estemos atentos a ayudarles en sus necesidades, como enfermedades, soledades y sufrimientos por la pérdida de sus seres queridos. Nos invita a darle un sentido trascendental a nuestro quehacer cotidiano, a confiar y aumentar nuestra fe. RECOMENDACIONES PRÁCTICAS: 1. Resaltar la frase: “Yo soy la resurrección y la vida” o “El Espíritu de Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en ustedes” 2. Es muy recomendable que, desde antes de la celebración litúrgica, se guarde silencio en el templo, en la sacristía y en los lugares anexos. De modo que todo se disponga devota y debidamente para la acción sagrada (Cfr. OGMR 45). 3. El Prefacio de hoy es propio: “La Resurrección de Lázaro”, Misal, p. 115. 4. Se podría emplear como oración de bendición sobre el pueblo, la propia para este domingo, Misal, p. 116. 5. Se invita a la comunidad a presentar la memoria de los hermanos que “nos han precedido con el signo de la fe y duermen ya el sueño de la paz” (Plegaria Eucarística I o Canon Romano). 6. Si dentro de la comunidad parroquial hay un cementerio cercano, invitar a quienes puedan visitar y hacer memoria de los difuntos, rogando el eterno descanso para aquellos por quienes se ora poco o nada. 7. Este último domingo de cuaresma es el momento más oportuno para motivar a la participación en el Sacramento de la Penitencia, para prepararnos para entrar en lo más santo y emocionante del año litúrgico, volviendo nuestro corazón a Dios y disponiéndonos para vivir el Misterio Pascual.

Vie 14 Feb 2020

"El Señor Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida"

Primera Lectura: Is 58,7-10 Salmo: Sal 112(111),4-5.6-7. 8a+9 (R. 4a) Segunda Lectura: 1Co 2,1-5 Evangelio: Mt 5,13-16. Introducción A la luz de la Palabra de Dios que se proclama en este día: • El creyente está llamado a ser testigo y reflejo del amor de Dios en el mundo. • La misión del cristiano, como sal y luz, es transformar el mundo en nombre de Dios. • El compromiso creyente y la fuerza de la fe no se basan sólo en las cualidades personales, sino en la disponibilidad para ser sacramento de la misericordia de Dios. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Las lecturas de este Domingo –a poco más de dos semanas de iniciar el camino cuaresmal-, retoman algunos de los signos bautismales que caracterizarán la celebración de la Pascua. Así, el texto de Isaías plantea como un imperativo divino la fraternidad y la solidaridad con los más necesitados. Practicando la misericordia Dios se hace cercano y hace que la luz, signo de vida, brille en medio de la oscuridad. En el mismo sentido el salmo alaba al hombre que teme al Señor y que brilla en medio de las tinieblas como una luz. También alaba al creyente que administra sus bienes con justicia. San Pablo al escribir a la comunidad cristiana de Corinto, a la que había evangelizado unos años antes después de pasar por Atentas y su Areópago, evoca ese encuentro que debió ser bastante difícil: Corinto era una ciudad con mucha riqueza y con una moralidad muy deteriorada. Los valores del Evangelio debieron enfrentar muchas dificultades antes de que se hicieran vida en la vida de los corintios. Cuando Pablo vuelve la mirada sobre este proceso, invita a la comunidad a tomar conciencia de que fue obra de Dios, y no fruto de una astuta estrategia, de la capacidad persuasiva de Pablo o de su hábil oratoria. A pesar de la fragilidad y el temor del apóstol, Dios hace su obra y es él el que funda la fe de los corintios. Finalmente, el Evangelio retoma el sermón del monte para plantear un imperativo: los creyentes deben ser como la sal que da sabor a la tierra y como la luz que ilumina el mundo, para que toda la humanidad pueda experimentar la misericordia del Padre en las buenas obras de los discípulos. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? El contexto de la lectura del profeta Isaías es la práctica del ayuno que realiza el pueblo de Israel al volver del exilio, a finales del siglo V a.C. El profeta critica a los que imponen privaciones al cuerpo, pero no cambian el corazón. El verdadero ayuno es el que orienta la vida a practicar la justicia, la fraternidad y la solidaridad. El profeta no se cansa de insistir en la importancia de ser sensibles frente a quienes pasan necesidad y al final de la lectura introduce el tema de la luz que se retoma en el salmo y en el Evangelio de la lectura de hoy. Es importante pensar en que, ni en la época de Jesús ni en la de Isaías, existía luz eléctrica, ni bombillos ni interruptores, ni fósforos ni encendedores, ni postes ni luminarias, ni pilas o baterías. Mucho menos teléfonos celulares con aplicaciones de linternas. La noche era un verdadero peligro y la luz un preciado tesoro. Cuando Jesús invita a sus discípulos a ser luz del mundo inmediatamente hace venir a su mente las palabras del salmo: “en las tinieblas brilla como una luz el que es honesto, compasivo, misericordioso y justo”. Por eso la meditación del texto completo del salmo 112 (111) nos invita a confrontar nuestra vida para ver si en nuestras acciones estamos siendo misericordiosos o si hemos dejado endurecer el corazón. Esa misión de ser luz del mundo fue confiada a Israel en el Antiguo Testamento y ha sido encomendada con mayor radicalidad a la Iglesia: manifestar, a lo largo de la historia y en todos los contextos y culturas, la misericordia de Dios por medio de obras concretas, verificables. En la misma línea se ubica la misión que Jesús encomienda a sus apóstoles para que sean como “una ciudad puesta en lo alto de un monte” (v. 14). Es común encontrar vestigios de ciudades y construcciones de antiguas culturas en la cima de los montes: la altura no sólo ayudaba a prever los ataques y facilitaba la defensa, sino que se constituía en bastión para toda la región. Pero cuando Jesús hace esta exhortación no invita a asumir un comportamiento llamativo o a tocar la trompeta cuando se practica la justicia o se hace limosna. Lo que hace es evocar la imagen presente en la mente de cualquier judío que proclama a Jerusalén y al monte del templo del Señor como una fuente de bendiciones para todos los pueblos (cf. Is 2, 2-5). A partir de entonces, ya no será Jerusalén sino la comunidad de sus discípulos la que irradiará bendiciones y a la que acudirán todas las gentes que buscan saciar sus necesidades, problemas y angustias. Tal vez la misión más difícil de entender es la primera que señala Jesús cuando indica la misión de ser “sal de la tierra” (v. 13). Aunque hoy en día las prescripciones médicas invitan a reducir su consumo para no afectar la tensión, na de las principales funciones de la sal es dar sabor a los alimentos. Por eso desde siempre la sal ha sido símbolo de sabiduría y en ese contexto Jesús invita a sus discípulos a ser testigos de una sabiduría que llene de sabor la vida de los que les rodean, que alimente sueños y esperanzas, que conforte en los momentos de lágrimas y sufrimientos. Pero cuando no existía energía eléctrica ni se habían inventado las neveras, la sal cumplía otra función imprescindible y era conservar los alimentos. Todavía nos quedan vestigio de ello en el pescado salado y en la carne oreada. En el mismo sentido, el cristiano debe ser sal de la tierra e impedir que el mundo se corrompa, se dañe, se pierda, se descomponga. La proclamación y vivencia de los valores del Evangelio son un testimonio que transforma la realidad y que ayuda a hacer visible el proyecto amoroso de Dios sobre el mundo. Finalmente, la sal también cumplía una función contractual: garantizaba la inviolabilidad de los pactos y servía como medio de pago de los mismos (por eso incluso hoy en día la retribución por un trabajo se llama “salario”). También los cristianos son sal de la tierra en cuanto testimonian con sus obras que Dios es siempre fiel a su amor, cuando a través de nuestras buenas obras hacemos presente la misericordia del Señor. Y es en este contexto que se puede orientar la comprensión de la segunda lectura: así como san Pablo recuerda a los Corintios que a pesar de su fragilidad Dios se hizo presente por medio suyo para transformarles la vida, Dios se sigue haciendo presente en el mundo por medio de cada uno de nosotros. El Señor necesita de nuestra inteligencia, de nuestras manos, de nuestras obras, de nuestras palabras para hacer presente su misericordia, su amor y su ternura. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromi- so la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Hagamos nuestra y hagamos vida las palabras de la oración colecta de la misa del jueves siguiente al miércoles de ceniza: “Que tu gracia, Señor, inspire, sostenga y acompañe nuestras obras, para que nuestro trabajo comience en ti, como su fuente y tienda siempre a ti, como a su fin”. RECOMENDACIONES PRÁCTICAS: 1. Se pueden resaltar las frases: «Ustedes son la luz del mundo» y «ustedes son la sal de la tierra» 2. Es muy recomendable que, desde antes de la celebración litúrgica, se guarde silencio en el templo, en la sacristía y en los lugares anexos. De modo que todo se disponga devota y debidamente para la acción sagrada (Cfr. OGMR 45). 3. Sería oportuno hacer hoy el rito para la bendición y la aspersión del agua en memoria del Bautismo, que ocuparía el lugar del acto penitencial al comienzo de la Misa, siguiendo lo indicado en el Apéndice I, Formulario II, del Misal, p. 1056. 4. Para que favorezca la meditación de la Palabra de Dios, conviene que haya breves momentos de silencio, antes de que inicie la Liturgia de la Palabra, después de la primera y, si hay, segunda lectura, y una vez terminada la homilía. La finalidad de estos silencios es que, con la ayuda del Espíritu Santo, la asamblea medite brevemente lo que escuchó, saboree la Palabra de Dios y se prepare la respuesta más conveniente (Cfr. OGMR 45 y 56). 5. Se sugiere el Prefacio Dominical I: Misterio Pascual y pueblo de Dios, para continuar acentuando el tema de ser luz del mundo. 6. Tener presente que el martes, 11 de febrero, se conmemora a la Bienaventurada Virgen María de Lourdes y se realiza la Jornada Mundial de Enfermo. Es una de las fechas más oportunas para motivar, preparar y desarrollar la Jornada parroquial de los enfermos ya que, reuniéndolos en el templo para la celebración eucarística, se les puede ofrecer también los sacramentos de la Reconciliación y de la Unción de Enfermos.

Vie 7 Feb 2020

Somos llamados a vivir con rectitud y a cumplir la ley plenamente

Primera Lectura: Is 58,7-10 Salmo: Sal 112(111),4-5.6-7. 8a+9 (R. 4a) Segunda Lectura: 1Co 2,1-5 Evangelio: Mt 5,13-16. Introducción A la luz de la Palabra de Dios que se proclama en este día: • El creyente está llamado a ser testigo y reflejo del amor de Dios en el mundo. • La misión del cristiano, como sal y luz, es transformar el mundo en nombre de Dios. • El compromiso creyente y la fuerza de la fe no se basan sólo en las cualidades personales, sino en la disponibilidad para ser sacramento de la misericordia de Dios. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Las lecturas de este Domingo –a poco más de dos semanas de iniciar el camino cuaresmal-, retoman algunos de los signos bautismales que caracterizarán la celebración de la Pascua. Así, el texto de Isaías plantea como un imperativo divino la fraternidad y la solidaridad con los más necesitados. Practicando la misericordia Dios se hace cercano y hace que la luz, signo de vida, brille en medio de la oscuridad. En el mismo sentido el salmo alaba al hombre que teme al Señor y que brilla en medio de las tinieblas como una luz. También alaba al creyente que administra sus bienes con justicia. San Pablo al escribir a la comunidad cristiana de Corinto, a la que había evangelizado unos años antes después de pasar por Atentas y su Areópago, evoca ese encuentro que debió ser bastante difícil: Corinto era una ciudad con mucha riqueza y con una moralidad muy deteriorada. Los valores del Evangelio debieron enfrentar muchas dificultades antes de que se hicieran vida en la vida de los corintios. Cuando Pablo vuelve la mirada sobre este proceso, invita a la comunidad a tomar conciencia de que fue obra de Dios, y no fruto de una astuta estrategia, de la capacidad persuasiva de Pablo o de su hábil oratoria. A pesar de la fragilidad y el temor del apóstol, Dios hace su obra y es él el que funda la fe de los corintios. Finalmente, el Evangelio retoma el sermón del monte para plantear un imperativo: los creyentes deben ser como la sal que da sabor a la tierra y como la luz que ilumina el mundo, para que toda la humanidad pueda experimentar la misericordia del Padre en las buenas obras de los discípulos. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? El contexto de la lectura del profeta Isaías es la práctica del ayuno que realiza el pueblo de Israel al volver del exilio, a finales del siglo V a.C. El profeta critica a los que imponen privaciones al cuerpo, pero no cambian el corazón. El verdadero ayuno es el que orienta la vida a practicar la justicia, la fraternidad y la solidaridad. El profeta no se cansa de insistir en la importancia de ser sensibles frente a quienes pasan necesidad y al final de la lectura introduce el tema de la luz que se retoma en el salmo y en el Evangelio de la lectura de hoy. Es importante pensar en que, ni en la época de Jesús ni en la de Isaías, existía luz eléctrica, ni bombillos ni interruptores, ni fósforos ni encendedores, ni postes ni luminarias, ni pilas o baterías. Mucho menos teléfonos celulares con aplicaciones de linternas. La noche era un verdadero peligro y la luz un preciado tesoro. Cuando Jesús invita a sus discípulos a ser luz del mundo inmediatamente hace venir a su mente las palabras del salmo: “en las tinieblas brilla como una luz el que es honesto, compasivo, misericordioso y justo”. Por eso la meditación del texto completo del salmo 112 (111) nos invita a confrontar nuestra vida para ver si en nuestras acciones estamos siendo misericordiosos o si hemos dejado endurecer el corazón. Esa misión de ser luz del mundo fue confiada a Israel en el Antiguo Testamento y ha sido encomendada con mayor radicalidad a la Iglesia: manifestar, a lo largo de la historia y en todos los contextos y culturas, la misericordia de Dios por medio de obras concretas, verificables. En la misma línea se ubica la misión que Jesús encomienda a sus apóstoles para que sean como “una ciudad puesta en lo alto de un monte” (v. 14). Es común encontrar vestigios de ciudades y construcciones de antiguas culturas en la cima de los montes: la altura no sólo ayudaba a prever los ataques y facilitaba la defensa, sino que se constituía en bastión para toda la región. Pero cuando Jesús hace esta exhortación no invita a asumir un comportamiento llamativo o a tocar la trompeta cuando se practica la justicia o se hace limosna. Lo que hace es evocar la imagen presente en la mente de cualquier judío que proclama a Jerusalén y al monte del templo del Señor como una fuente de bendiciones para todos los pueblos (cf. Is 2, 2-5). A partir de entonces, ya no será Jerusalén sino la comunidad de sus discípulos la que irradiará bendiciones y a la que acudirán todas las gentes que buscan saciar sus necesidades, problemas y angustias. Tal vez la misión más difícil de entender es la primera que señala Jesús cuando indica la misión de ser “sal de la tierra” (v. 13). Aunque hoy en día las prescripciones médicas invitan a reducir su consumo para no afectar la tensión, na de las principales funciones de la sal es dar sabor a los alimentos. Por eso desde siempre la sal ha sido símbolo de sabiduría y en ese contexto Jesús invita a sus discípulos a ser testigos de una sabiduría que llene de sabor la vida de los que les rodean, que alimente sueños y esperanzas, que conforte en los momentos de lágrimas y sufrimientos. Pero cuando no existía energía eléctrica ni se habían inventado las neveras, la sal cumplía otra función imprescindible y era conservar los alimentos. Todavía nos quedan vestigio de ello en el pescado salado y en la carne oreada. En el mismo sentido, el cristiano debe ser sal de la tierra e impedir que el mundo se corrompa, se dañe, se pierda, se descomponga. La proclamación y vivencia de los valores del Evangelio son un testimonio que transforma la realidad y que ayuda a hacer visible el proyecto amoroso de Dios sobre el mundo. Finalmente, la sal también cumplía una función contractual: garantizaba la inviolabilidad de los pactos y servía como medio de pago de los mismos (por eso incluso hoy en día la retribución por un trabajo se llama “salario”). También los cristianos son sal de la tierra en cuanto testimonian con sus obras que Dios es siempre fiel a su amor, cuando a través de nuestras buenas obras hacemos presente la misericordia del Señor. Y es en este contexto que se puede orientar la comprensión de la segunda lectura: así como san Pablo recuerda a los Corintios que a pesar de su fragilidad Dios se hizo presente por medio suyo para transformarles la vida, Dios se sigue haciendo presente en el mundo por medio de cada uno de nosotros. El Señor necesita de nuestra inteligencia, de nuestras manos, de nuestras obras, de nuestras palabras para hacer presente su misericordia, su amor y su ternura. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromi- so la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Hagamos nuestra y hagamos vida las palabras de la oración colecta de la misa del jueves siguiente al miércoles de ceniza: “Que tu gracia, Señor, inspire, sostenga y acompañe nuestras obras, para que nuestro trabajo comience en ti, como su fuente y tienda siempre a ti, como a su fin”. RECOMENDACIONES PRÁCTICAS: 1. Se pueden resaltar las frases: «Ustedes son la luz del mundo» y «ustedes son la sal de la tierra» 2. Es muy recomendable que, desde antes de la celebración litúrgica, se guarde silencio en el templo, en la sacristía y en los lugares anexos. De modo que todo se disponga devota y debidamente para la acción sagrada (Cfr. OGMR 45). 3. Sería oportuno hacer hoy el rito para la bendición y la aspersión del agua en memoria del Bautismo, que ocuparía el lugar del acto penitencial al comienzo de la Misa, siguiendo lo indicado en el Apéndice I, Formulario II, del Misal, p. 1056. 4. Para que favorezca la meditación de la Palabra de Dios, conviene que haya breves momentos de silencio, antes de que inicie la Liturgia de la Palabra, después de la primera y, si hay, segunda lectura, y una vez terminada la homilía. La finalidad de estos silencios es que, con la ayuda del Espíritu Santo, la asamblea medite brevemente lo que escuchó, saboree la Palabra de Dios y se prepare la respuesta más conveniente (Cfr. OGMR 45 y 56). 5. Se sugiere el Prefacio Dominical I: Misterio Pascual y pueblo de Dios, para continuar acentuando el tema de ser luz del mundo. 6. Tener presente que el martes, 11 de febrero, se conmemora a la Bienaventurada Virgen María de Lourdes y se realiza la Jornada Mundial de Enfermo. Es una de las fechas más oportunas para motivar, preparar y desarrollar la Jornada parroquial de los enfermos ya que, reuniéndolos en el templo para la celebración eucarística, se les puede ofrecer también los sacramentos de la Reconciliación y de la Unción de Enfermos.

Vie 29 Nov 2019

Que este primer domingo de Adviento sea un motivo propicio para revisar nuestra vida

Primera Lectura: Is 2,1-5 Salmo: Sal 122(121),1-2.4-5.6-7. 8-9 (R. cf. 1) Segunda Lectura: Rm 13,11-14a Evangelio: Mt 24,37-44 Introducción Comenzamos simultáneamente el tiempo de Adviento y el Año Litúrgico. El Adviento se orienta, por una parte, hacia la celebración de la primera venida histórica de Cristo en carne mortal; por otra parte, nos remite también a su venida última en poder y gloria, sin perder por ello la perspectiva del presente en que se realizan las continuas venidas de Dios en los acontecimientos diarios de la historia personal y comunitaria La invitación persistente de este domingo es: • A “estar en vela”. Vigilancia no entendida solamente como defensa del mal que nos acecha, sino como expectación confiada y gozosa de Dios que nos salva y libera. • La vigilancia es una atención concentrada hacia el paso del Señor por nuestra historia. • El Adviento es realidad presente y esperanza futura; es respuesta al vacío existencial de muchos; es razón para vivir, amar y esperar a pesar del desencanto y cansancio de la vida. El Adviento es la iniciativa constante de Dios mismo al encuentro del hombre a quien confía una tarea inacabada: la construcción del mundo y del hombre nuevo. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El Señor reúne a todos los pueblos en la paz eterna del reino de Dios. El profeta Isaías contempla en el futuro el día del Señor y presenta el carácter universal de toda la salvación. El pueblo de la Alianza (el Antiguo y Nuevo Israel) ha sido elegido por Dios para poseer y transmitir la fe y la salvación a todos los pueblos. Dios obra en favor del mundo a través de la Iglesia, ya que el primer pueblo de la Alianza, aunque con debilidades, fue infiel. El salmo expresa la alegría porque caminamos hacia la Jerusalén celeste, hacia la gloria futura, y esto nos obliga a exhortar a todos los hombres, nuestros hermanos, a que vivan en la paz y que también ellos se encaminen hacia la Casa del Padre. La segunda lectura del apóstol Pablo a los Romanos, nos exhorta a creer que “nuestra salvación está cerca”. Quienes por la fe ya hemos conocido el misterio de Cristo no podemos caer en la inconsciencia de vivir en la irresponsabilidad de los hijos de las tinieblas. Nuestra vida presente es una marcha hacia el futuro. Por eso, para el cristiano que espera ese encuentro y que ha hecho suyas las aspiraciones de los hombres de su tiempo, el sentido de la historia de la humanidad es el sentido de su misma historia, que solo tiene valor a la luz de Cristo. Vigilemos para estar preparados. Caminamos irreversiblemente hacia el encuentro definitivo con Cristo en la eternidad. No sabemos el día ni la hora. Solo la fe vigilante y la fidelidad permanente pueden hacer nuestras vidas dignas de salvación eterna. La realidad cotidiana, con su monotonía exas- perante, nos adormece. A nuestro alrededor hay acontecimientos difíciles: guerras, violencias, injusticias, etc. A todo nos acostumbramos. Existe quien responde y quien se calla, quien se esfuerza y quien se abandona. Ya está disponible en la librería de la Conferencia Episcopal Predicación Orante de la Palabra - Moniciones y Oración Universal o de los fieles. I De Adviento a Pentecostés | Ciclo A . 2019 - 2020 [icon class='fa fa-download fa-2x'] Más información[/icon]

Vie 7 Jun 2019

“Como el Padre me envío, también YO los envío”

Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 2,1-11 Salmo: 104(103),1ab+24ac.29bc-30.31+34 (R. cf. 30) Segunda lectura: 1Corintios 12,3b-7.12-13 Evangelio: Juan 20,19-23 Introducción Hay una riqueza temática, no se puede abordar toda; el tema elegido depende de las lecturas y la realidad más sentida de la comunidad, un tema bien abordado propiciará el crecimiento de la comunidad, se avanza paso a paso, no es necesario abordar todo. Algunos posibles enfoques pueden ser: El Espíritu Santo en la revelación; la acción del Espíritu Santo en la Iglesia; el primer Pentecostés cristiano; El permanente Pentecostés en la Iglesia; El don del Espíritu y el Sacramento de la Reconciliación; la fiesta de Pentecostés. 1. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Los textos narran la experiencia del Espíritu santo en la comunidad de los creyentes de Jesús de Nazaret, en ellos se cumple la Promesa del Padre, promesa que es destinada a todos. Hch 2, 1-11 narra lo acontecido en la fiesta de Pentecostés de aquel año de la muerte y resurrección de Jesús de Nazaret. Los discípulos permanecen reunidos, “Todos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu, en compañía de María la Madre de Jesús” (Hch 1, 14), y en este ambiente de oración, acontece el cumplimiento de la Promesa, la venida del Espíritu Santo. Su llegada se describe con unos signos sensibles: “ruido de ráfaga de viento, lenguas de fuego, hablar lenguas”, signos que anuncian y hacen visible que algo novedoso y extraordinario está aconteciendo. Los vv. 5-13 narran el principal efecto del Espíritu sobre aquellos a quienes les fue concedido: La evangelización en la propia lengua. El Espíritu, Promesa del Padre, “Fuerza de lo alto” produce unos efectos extraordinarios que la comunidad experimentó y fue necesario profundizar en su comprensión. Muchos textos dan testimonio de ello. El apóstol Pablo, en la Primera carta a los corintios, aborda el tema de los dones del Espíritu Santo, especialmente en los capítulos 12 al 14. Precisa: “con relación a los dones espirituales, no quiero, hermanos, que vivan en la ignorancia” (1 Cor 12,1), abre un llamado a la reflexión y comprensión. Sobre los efectos extraordinarios, el apóstol establece unos criterios claros: 1. Hay diferentes dones, servicios o actividades; 2. Todos tienen el mismo origen, proceden del mismo Espíritu; 3. Su objetivo práctico es la edificación de la Iglesia, “el Espíritu se manifiesta para provecho común”; 4. La conformación de la Iglesia no solo es “carismática”, ella se origina por el bautismo y los dones del espíritu ayudan a mantener la unidad, “un solo cuerpo”; 5. No existe una confrontación entre don y ministerio, pues los “ministerios” provienen del mismo Señor. Para hacer comprensible su enseñanza, el Apóstol, echa mano de la imagen del cuerpo, formado por distintos miembros pero todos en unión y orientados al provecho común del mismo y de todo el cuerpo. El Evangelio muestra como el Espíritu es fruto del misterio Pascual de Jesús. Jn 20, 19-23 nos habla del encuentro del Resucitado con sus discípulos al atardecer del día de la Resurrección. El punto de partida narra la situación de los discípulos sin la presencia del Resucitado: encerrados, llenos de miedo. El Resucitado se hace presente y cambia esta realidad, saluda varias veces con el “don de la paz”, se identifica mostrando los rastros de la cruz y pasión, ante lo cual los discípulos se llenaron de alegría. Este encuentro está lleno de regalos y motivos de gozo y alegría: Ven al Resucitado, reciben la fuerza del Espíritu Santo, reciben un mandato nuevo con autoridad, “como el Padre me envío, también YO los envío”, y les encomienda la misión del perdón de los pecados, “Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos”. El salmo 104 (103) invita a cantar la obra divina de la creación; en este contexto es una sugestiva indicación a ver la acción del Espíritu en toda la creación, por eso la creación es motivo de alabanza y bendición. 2. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? La Escritura me invita a interiorizar el cumplimiento de la Promesa, es decir la presencia del Espíritu Santo, fuerza dinamizadora de la Iglesia. Así como al inicio de la creación, el Espíritu Santo actuaba en ella y/o sobre ella, ahora debo ver que la comunidad de creyentes en Jesús de Nazaret es la nueva creación en la que actúa el Espíritu Santo con sus manifestaciones extraordinarias. Entre las manifestaciones más evidentes me invita a experimentar la alegría, la paz, la reconciliación con el perdón de los pecados, la unidad de la Iglesia, la presencia del Resucitado de manera misteriosa en medio de la comunidad. 3. ¿Qué me sugiere la Palabra, que debo decirle a la comunidad? Un primer elemento a compartir con la comunidad es la importancia y el papel dinamizador del Espíritu Santo en medio de la nueva comunidad. El Espíritu Santo, Promesa del Padre, es fruto del misterio Pascual de Jesús, Él actualiza o hace presente este misterio en la vida de cada creyente a través de los Sacramentos, en ellos actúa el poder del Espíritu y se renueva el misterio Pascual de Jesús. Con los sacramentos se vivifica la Iglesia; la segunda lectura habla del Bautismo, el Evangelio narra el origen pascual de la Penitencia, es decir del perdón de los pecados de forma sacramental y no solo en la dimensión cotidiana y espiritual. Hay que evidenciar a la comunidad este estrecho vínculo existente entre Misterio Pascual, que ya incluye el don del Espíritu Santo, y la vivencia de los sacramentos. Ellos son una manifestación súper – extraordinaria del poder del Espíritu Santo. Un segundo elemento a compartir son los diferentes dones del Espíritu Santo; no solo los siete dones conocidos, sino las diferentes manifestaciones del espíritu en manera concreta en cada creyente, no hay que acentuar lo misterioso, incomprensible y hasta llamativo de algunos de ellos, sino subrayar la importancia de algunos dones o frutos del Espíritu que evidencian la correcta recepción espiritual y ayudan al objetivo de edificar la Iglesia, como son la alegría, el gozo cristiano, la paz, el perdón sacramental, la unidad misma de la Iglesia, el “hambre” por vivir los sacramentos; manifestaciones del Espíritu que debe caracterizar al discípulo del resucitado. Bajo esta premisa se comprende la insistencia del Papa Francisco sobre la alegría que marca el evangelio, la vivencia de un gozo altamente cristiano que busque siempre la unidad de los creyentes en Jesús, que se esté al servicio de la evangelización. Un tercer elemento que se puede colorear es la profunda vinculación del Espíritu con la Iglesia. Sus dones y carismas son para la edificación de la Iglesia, para el provecho común, para dar solidez y UNIDAD al cuerpo de Cristo que es su Iglesia. El Espíritu suscita diversos dones, carismas… movimientos pero nunca suscita división o separación del Cuerpo de Cristo. Una norma clara para mantener la unidad es “nada sin el párroco”, “nunca y nada sin el obispo”, y desde luego en respeto y unidad efectiva con el Vicario de Cristo, el Papa, ellos por el ministerio recibido, don del Espíritu Santo, son garantía y fuente de la unidad y de la Comunión con toda la Iglesia, cuerpo de Jesús. Tener el Espíritu Santo o uno de sus dones no puede ser fuente para dividir la Iglesia. Un breve apunte, la Promesa del Padre es una realidad que garantiza la evangelización, el Espíritu Santo es la fuerza dinamizadora de la Iglesia. Todo discípulo, en su propia lengua y bajo el influjo del Espíritu Santo debe “hablar de las maravillas de Dios”, siempre en unidad con toda la Iglesia, nunca por encima o en contraposición con los ministros de la Iglesia, pues ya no sería un don del Espíritu Santo. La Evangelización en unidad eclesial es tarea de todos los bautizados. 4. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Mi encuentro con Jesús se realiza gracias a la acción del Espíritu Santo en mi vida, presencia eficaz sobre todo en los sacramentos, los cuales no debo realizar de manera mecánica o robótica, como repitiendo gestos o expresiones de exigencia social o de costumbre. Los Sacramentos, aquellos que yo vivo, son celebraciones íntimas y eclesiales en las cuales me encuentro de forma personal y comunitaria con Jesús Resucitado. El sacramento es una experiencia personal, pero no privada, yo vivo mi encuentro con Jesús, recibo la acción del Espíritu Santo, pero todo ello, aunque para provecho personal tiene también un objetivo común o eclesial, mi experiencia es para el bien de toda la Iglesia, la gracia que recibo y los dones que se me conceden son en beneficio de todo el cuerpo de Cristo: su Iglesia. Nada me autoriza apropiarme mezquinamente de una dimensión tan universal. Los Sacramentos son una creación de Jesús Resucitado, quienes se oponen a ellos se oponen y contradicen a Jesús de Nazaret. Un Sacramento que ha sido devaluado en los últimos tiempos es el de la confesión, la reconciliación, por eso el encuentro con Jesús me anima a la misión e compartir la riqueza de este sacramento fruto y acción del Espíritu Santo. Este Sacramento del Perdón de los pecados, sin ambigüedad hay que decir: El Señor lo creó, Él nos lo entregó. El católico no puede dejarse llenar de la “basura” que los enemigos de la fe proponen y difunden diciendo “no es necesario confesarse con otro hombre, quizás más pecador que quien se confiesa”. Si fuera así el responsable sería el Señor que fue quien lo inventó. Al respecto se debe precisar: 1. El sacramento es creación del Resucitado. ¿A quién vas a creer y obedecer? ¿a Jesús que lo creó y lo entregó a la Iglesia o a un “iluminado” que se opone a este mandato de Jesús? 2. La condición del sacerdote no es la que garantiza el perdón del pecado. Jesús dice que es fruto del ministerio recibido, del poder que el resucitado da, el efecto depende del Espíritu Santo y la autoridad dada “Como el Padre me envió, así Yo los envío a ustedes”, es decir con autoridad. Recuerde que a Jesús mismo se le criticó y se le condenó diciendo que Él no tenía poder para perdonar pecados, “Los escribas y fariseos empezaron a pensar. ¿Quién es éste, que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?” (Lc 5, 21). Hoy todavía hay muchos fariseos que siguen criticando a Jesús porque sigue perdonando a través del sacerdote. RECOMENDACIONES PRÁCTICAS: 1. Podría tenerse como signo o ambientación para la celebración un mensaje en torno a los dones o a los frutos del Espíritu Santo. 2. Como sugerencia: se podría dar relieve a la Secuencia, que en la mayoría de las partes se hace como un rito mecánico y a veces sin sentido: Se podría preparar fotocopias con la secuencia y a su momento, se proclame por toda la Asamblea, dando un espacio entre estrofa y estrofa, para la meditación o interiorización. 3. Tener presente que esta Solemnidad tiene formulario propio para la Misa de la Vigilia y la Misa del día, pp. 279-287 del Misal. Es conveniente seguir el Canon Romano o Plegaria Eucarística I, con el “Reunidos en comunión” propio. 4. Darle el verdadero valor a la Vigilia de Pentecostés, con su identidad litúrgica propia, sin prolongarla innecesariamente o recargarla con demasiados signos o fraccionar la asamblea. 5. Para la Misa Vespertina de la Vigilia: “En esta Misa la Liturgia de la Palabra se puede celebrar o de forma breve o bien de forma extensa: • Forma breve de la Liturgia de la Palabra: se escoge como primera lectura una de las cuatro lecturas de aparecen en el leccionario, y como salmo de respuesta el último (salmo 104 (103), pág. 190. • Forma extensa de la Liturgia de la Palabra: se pueden leer las cuatro lecturas o algunas de ellas, seguida cada una de su respectivo Salmo”, (Leccionario Dominical C, páginas 199 ss.) 6. Hoy inicia la Semana de Oración por la Unidad de los Cristiano. 7. Para tener en cuenta: hoy termina el Tiempo Pascual. Después de la última Misa, en la noche, se apaga el cirio pascual y se retira del presbiterio; conviene colocarlo decorosamente en el bautisterio para que arda durante la celebración del Bautismo y poder encender en él los cirios de los bautizados; igualmente, en las exequias se prefiere el cirio pascual cerca al féretro (cf. Ritual de Exequias, edición 2001, pág. 27, al referirse a la ubicación del féretro en el templo). El lunes y el martes siguientes, en las Misas con participación del pueblo, se puede celebrar la Misa del día de Pentecostés o una de las votivas del Espíritu Santo.