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monseñor gabriel villa

Jue 18 Feb 2021

La pandemia, sus evidencias y sus lecciones

Por: Mons. Gabriel Ángel Villa Vahos - Los creyentes aceptamos que nada sucede por azar, que en el plan de Dios todo tiene un propósito. Desde las páginas de la Biblia y a la luz de la Historia de la salvación, podemos constatar que muchos hechos son permisión de Dios para hacernos reaccionar y corregir el rumbo, cuando la soberbia invade el corazón humano, llevándolo a pensar que el control del mundo depende de él. ¿Qué nos está dejando en evidencia este virus que nos ha tenido casi que humillados, escondidos, distanciados y en gran incertidumbre? Hace algunos meses el diario El ‘País’ de España invitó a 75 “expertos y pensadores” a reflexionar sobre el mundo que nos espera tras la pandemia y algunas de las conclusiones no son las más alentadoras. Sociólogos y artistas, terapeutas y políticos, periodistas y filósofos, conocedores de fútbol, de economía, epidemias y hasta de la moda, participaron en este ejercicio, compilado en una serie de artículos, ‘El futuro después del coronavirus’(1) . “Nada va a cambiar –predice un psicólogo–, solo va a aumentar el sufrimiento de un mayor número de personas”. Uno de sus colegas advierte sobre los problemas de salud mental que nos dejarán meses de confinamiento. “Tenemos que prepararnos para un largo invierno económico” es la advertencia de un catedrático; “seremos más pobres... vamos a cargar con deudas heredadas”, dice otro. Al parecer, no hay salidas. “Habrá más epidemias, y serán más peligrosas”, observa un epidemiólogo. “Donde no llegue la covid-19, llegarán las mafias”, señala un escritor. Sectores de la sociedad se quedarían sin futuro alguno: “El turismo masivo va a parar”. Sin público presencial, los mundos del fútbol y del espectáculo seguirán enfrentando momentos durísimos. Los años venideros darán o no la razón de la veracidad de estas opiniones. Pero, ¿qué lecciones nos está dejando? y las personas de fe, ¿qué podemos esperar y aportar? El virus nos está dejando en evidencia, entre muchas, las siguientes lecciones: Vivimos en un mundo, que con muchas posturas y opciones, quiere prescindir y “matar” a Dios. Un mundo donde todo es mercancía y desprecio por bienes comunes como la salud, la naturaleza y la vida, la familia. Todo tiene un precio. La invitación del mundo del mercado parece decirnos: hay que acumular. Y mientras unos acumulan más y más, la miseria se va trepando por las laderas ante la indiferencia que genera el dinero. Resulta paradójico. ¿De qué vale el yo tengo, con miedo y encerrado en la casa? Queda en evidencia que no se necesita tanto para vivir e igual se disfruta la vida: “nada trajimos a este mundo y nada nos llevaremos de él, si tenemos qué comer y con qué vestirnos, demos gracias a Dios” (Cfr. 1 Tim. 6,7-10). ¿Conformismo? No. Es que en ocasiones consumimos sin necesidad y es mucho lo que podemos modificar en nuestras vidas para darles valor y mayor sentido. Con la pandemia está quedando en evidencia una desigualdad terrible, una pobreza que las estadísticas no enseñan y muy poca capacidad de ahorro de gran parte de la población. Deja en evidencia la postración de la salud: hospitales en la inopia, con enorme atraso tecnológico, llenos de deudas y personal mal pagado. Nos señala una gran desigualdad tecnológica y educativa que ayuda a aumentar la brecha social, y nos está haciendo entender que hoy internet es una necesidad y debería ser parte de los derechos de cualquier persona siquiera con un mínimo vital. Nos ha puesto en evidencia la importancia del campo y del campesino, que ha permitido el flujo de alimentos para abastecer los grandes y pequeños centros urbanos, tan indiferentes y acostumbrados a las selvas de cemento sin atinar a valorar que lo que obtienen en el supermercado es porque otros lo han trabajado con esfuerzo y mucho sudor. Ha mostrado el daño que hemos hecho a la naturaleza, arrinconando además otras especies. Ha puesto al descubierto tanta ignorancia de las personas, creyendo cadenas tontas en redes sociales, tragando información de fuentes poco confiables, acrecentando temores y rechazos sin sustento alguno. Una cruel radiografía de nuestra incapacidad de dudar y analizar. El coronavirus nos está mostrando que vivimos en un mundo desajustado casi por completo, que obedece a valores superfluos, muchos de ellos impuestos por una minoría, aunque también, menos mal, nos ha permitido ver otros caminos por los cuales podríamos vivir mejor como personas y sociedad. ¿Haremos caso al fin a las evidencias? “La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades” (2), dijo el Papa Francisco en aquella memorable jornada, con el bendición urbi et orbi desde la Plaza de San Pedro. Y son momentos como el que vive la humanidad los que nos enfrentan con nosotros mismos porque nos despojan de aquello que considerábamos esencial. Son ocasiones dolorosamente privilegiadas en las que se nos invita a cambiar aquello que no está bien en nosotros. Se convierten pues, como dijo el Papa en “un momento de elección”. Quizás tendremos que adoptar una vida más sencilla, quizás sea un llamado para pensar más en los demás. Valoraremos más la presencia física de nuestros seres queridos y descubriremos que actividades tan cotidianas como salir al parque o desplazarnos para ir a trabajar, hacen parte del milagro diario de vivir. Estos tiempos de pandemia pueden ser una oportunidad para que redescubramos en el silencio de nuestros hogares “lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es”. ¿Cuál es la luz que todo esto arroja sobre la situación dramática que está viviendo la humanidad? En nuestro país, el coronavirus nos tiene que llevar a ponernos de frente a las pandemias que nos están destruyendo desde hace mucho tiempo, a las problemáticas que no hemos podido resolver y a los grandes y graves males que no permiten avanzar como nación y construir el bien para todos.(3) También aquí, más que a las causas, debemos mirar a los efectos. No sólo los negativos, cuyo triste parte escuchamos cada día, sino también los positivos, que sólo una observación más atenta nos ayuda a captar. La pandemia del Coronavirus nos ha despertado bruscamente del peligro mayor que siempre han corrido los individuos y la humanidad: el del delirio de omnipotencia. «El hombre en la prosperidad no comprende —dice un salmo de la Biblia—, es como los animales que perecen» (Sal 49,21). ¡Qué verdad es!(4) Así actúa a veces Dios: trastorna nuestros proyectos y nuestra tranquilidad, para salvarnos del abismo que no vemos. Algunos cambios ya han ocurrido, y tendremos que seguir adaptándonos al futuro que llegó. El advenimiento de la ‘telemedicina’ es uno de ellos. Trabajar desde casa, otro. Claro que no se acabarán las visitas a consultorios, ni el trabajo en fábricas y oficinas. Y en estos casos, ni lo uno ni lo otro están augurando un mejor porvenir. También nuestra Iglesia tendrá que realizar un profundo discernimiento para hacer más visible su compromiso con la transformación del mundo y una evangelización que ayude en la transformación de nuestros pueblos en el respeto por la vida, la familia, la educación, el cuidado de la casa común, la búsqueda de la justicia y la equidad, la solidaridad y la fraternidad. Estamos a la expectativa de la llegada de una vacuna, que como por “arte de magia” nos saque de esta confusa situación. Mal haríamos si la expectativa está centrada en querer salir de este momento para simplemente retornar a nuestros modos de pensar y actuar antes de pandemia. Como nos ha exhortado el Santo Padre, no debemos desaprovechar esta ocasión. No hagamos que tanto dolor, tantos muertos, tanto compromiso heroico por parte de los agentes sanitarios haya sido en vano. Esta es la «recesión» que más debemos temer.(5) + Gabriel Ángel Villa Vahos Arzobispo de Tunja [1] El futuro después del Coronavirus, diario El País, Madrid 4 de mayo de 2020 2 Papa Francisco, bendición Urbi et Orbi, Roma, 27 de marzo de 2020 3 Conferencia Episcopal de Colombia, Mensaje de los obispos católicos al pueblo colombiano, Bogotá, 09 de julio de 2020 4 Raniero Cantalamessa, Homilía en la celebración litúrgica de la Pasión del Señor, Roma, 10 de abril de 2020 5 Cfr. Papa Francisco, bendición Urbi et Orbi, Roma, 27 de marzo de 2020

Dom 27 Dic 2020

Los santos inocentes tienen hoy nuevos Herodes

Al referirse al acontecimiento de los ‘Santos Inocentes Mártires’, que la Iglesia católica conmemora el 28 de diciembre y que recuerda a tantos niños que el cruel Herodes mandó matar, monseñor Gabriel Ángel Villa Vahos, arzobispo de Tunja, recordó que esta es una celebración en la que se brinda un homenaje a tantos niños no nacidos, así como a jóvenes y adultos que a diario padecen el flagelo de la violencia y la guerra. “Lo ocurrido a los Santos Inocentes es una trágica historia que se ha repetido y se sigue repitiendo a lo largo del tiempo, con distintos y variados escenarios, con nuevos personajes: nuevas víctimas, nuevos “Herodes”, que determinan la muerte, no sólo de niños cuando aún están en el vientre materno, sino también de jóvenes y adultos en masacres, mutilaciones, con la eutanasia, los atropellos a la dignidad de las personas, los bloqueos sicológicos”, asintió el arzobispo. Observó que esta fiesta litúrgica, con el correr de los tiempos, se ha ido desdibujando y ridiculizando “por causa del mundo que pregona ser “laico” y por causa del secularismo y, en ocasiones, por la falta de respeto por lo religioso”. Monseñor Villa, al referirse a la pandemia que invade y acorrala a la humanidad, dijo que así como este virus ha permitido descubrir en muchos el ser noble, en otros ha mostrado ese lado oscuro de la persona. Igualmente, recordó que esta emergencia sanitaria ha dejado evidenciar que hay muy pocas cosas sobre las que el ser humano puede decidir o tener el control. “Un virus invisible nos acuarteló, nos distanció y nos hizo notar que somos frágiles y no nos la sabemos todas”. En este contexto evocó las palabras del papa Francisco: “Ha salido a la luz la fragilidad, la vulnerabilidad y la pequeñez humana, ante lo cual no nos queda otra opción que reconocer que dependemos del otro, incluso del que considerábamos más pequeño, para poder sobrevivir”. Frente a este escenario, que a veces pareciera sombrío, el prelado rescató que este es un tiempo para la esperanza y la solidaridad. “Que los Santos Inocentes Mártires nos ayuden a sacar lo mejor, las mejores lecciones de vida, para que una vez superada esta contingencia estemos precisamente del lado de la vida, de la familia, del lado de la solidaridad, la justicia, la equidad, el servicio, del amor distintivo del discípulo de Cristo”.

Lun 14 Dic 2020

Navidad en tiempos de pandemia

Por: Mons. Gabriel Ángel Villa Vahos - La Navidad en nuestras legendarias tradiciones, ha sido siempre un tiempo diferente a los demás días del año. Tiempo de luces, de colores, de música y descanso, de alegría, de familia, bueno y también de vida espiritual, de celebración de la fe. Porque, en definitiva, la verdadera Navidad es la celebración cristiana de la encarnación del Hijo de Dios, el cumplimento de la promesa del Padre de venir al encuentro de la humanidad para rescatarnos del pecado y darnos la salvación. La Navidad de este 2020, en muchos aspectos, parece tener otra coloración. Estamos limitados para celebrar la parte cultual, para realizar reuniones, para encontrarnos. Es que la pandemia del Coronavirus nos ha despertado bruscamente del peligro mayor que siempre han corrido los individuos y la humanidad: el del delirio de omnipotencia. Así actúa a veces Dios con nosotros: trastorna nuestros proyectos y nuestra tranquilidad, para salvarnos del abismo que no vemos. Tenemos la ocasión de celebrar este año una inédita Navidad, de recuperar su verdadero sentido cristiano, de vivirla en familia, sin excesos. Es que, como la ha dicho el ahora cardenal Raniero Cantalamessa, “ha bastado el más pequeño y deforme elemento de la naturaleza, un virus, para recordarnos que somos mortales, que la potencia militar y la tecnología no bastan para salvarnos. «El hombre en la prosperidad no comprende —dice un salmo de la Biblia—, es como los animales que perecen» (Sal 49,21). ¡Qué verdad es!” Fruto positivo de la presente crisis sanitaria es el sentido de solidaridad que se ha despertado en muchas personas, actitud que debemos seguir potenciando. Son muchos los que, a raíz de esta crisis, han sacado lo mejor de sí para apoyar espiritual y materialmente a otros hermanos en situaciones de gran dificultad. La pandemia nos ha hecho recordar que todos necesitamos de todos. ¿Cuándo, en la memoria humana, los pueblos de todas las naciones nos hemos sentido tan iguales, tan poco litigiosos, como en este momento de dolor? Nos hemos olvidado de los muros a construir para abrir nuestra mente y nuestro corazón hacia los sentimientos más nobles. El virus no ha conocido fronteras. En un instante ha derribado todas las barreras y las distinciones: de raza, de religión, de poder. Necesitamos cuidarnos y cuidar la salud de los otros. Somos frágiles, somos débiles. Ojalá les lecciones que nos deja esta prolongada crisis, sean para vivir mejor. No debemos volver atrás cuando este momento haya pasado. Como nos ha exhortado el Papa Francisco, no debemos desaprovechar esta ocasión. No hagamos que tanto dolor, tantos muertos, tanto compromiso heroico por parte de los agentes sanitarios haya sido en vano. Esta es la «recesión» que más debemos temer. Junto al pesebre tenemos la oportunidad de contemplar, en palabras del Cardenal Eduardo Pironio, “un Niño débil que nos hace fuertes, un niño pobre que nos hace ricos”. Él es nuestra paz, Él ha destruido con su amor infinito el muro que nos separaba, el odio, el egoísmo, la rivalidad… Vivamos con responsabilidad, en familia y en paz, esta “diferente” Navidad. Para todos santa y feliz Navidad, bendiciones en el año por venir. + Gabriel Ángel Villa Vahos Arzobispo de Tunja

Jue 30 Jul 2020

Sobre el sentido de las ofrendas en la Iglesia Católica

Por: Mons. Gabriel Ángel Villa Vahos - En los últimos días han aparecido en algunos medios variadas informaciones sobre los estipendios y ofrendas en la Iglesia, debido a la publicación de unas orientaciones dadas desde El Vaticano, por la Congregación para el Clero, referente a la renovación pastoral de las parroquias titulada “La conversión pastoral de la comunidad parroquial al servicio de la misión evangelizadora de la Iglesia” (29 de junio de 2020). El documento en mención contiene 124 números, y muchos medios se han quedado con lo que se expresa en el numeral 118, sacado de contexto y en el que no se dice, como algunos han interpretado, que se prohíbe el estipendio para la celebración de la Misa. El número referido quiere, ante todo, llamar la atención para evitar abusos e invitar a los fieles para que se sensibilicen y contribuyan voluntariamente a las necesidades de la parroquia, indicando incluso que “con el estipendio por la Santa Misa, los fieles contribuyen al bien de la Iglesia y participan de su solicitud por sustentar a sus ministros y actividades” (118). Enfatiza además que es “bueno que (los fieles) aprendan espontáneamente a responsabilizarse, de modo especial en aquellos países donde el estipendio por la Santa Misa sigue siendo la única fuente de sustento para los sacerdotes y también de recursos para la evangelización” (119). Es conveniente leer los números 118 a 120 en su conjunto. El estipendio que se ofrece por los sacramentos no debe indicar de ningún modo que se haga negocio con ellos, debe entenderse siempre como una ofrenda que se da y que responde a los tres propósitos que debe cumplir, según lo indica el Código de Derecho Canónico: “Sostener el culto divino, sustentar honestamente al Clero y demás ministros, y hacer las obras de apostolado sagrado y de caridad, sobre todo con los necesitados” (Canon 1254 §2). Los Sacramentos no se venden en la Iglesia. Si eso ocurre se cae en el pecado de simonía que, como lo describe el Catecismo de la Iglesia Católica, en el numeral 2121, se trata de "la compra o venta de cosas espirituales. A Simón el mago, que quiso comprar el poder espiritual del que vio dotado a los apóstoles, Pedro le responde: 'Vaya tu dinero a la perdición y tú con él, pues has pensado que el don de Dios se compra con dinero' (Hch 8, 20). Así se ajustaba a las palabras de Jesús: 'Gratis lo recibieron, den gratis' (Mt 10, 8). Es imposible apropiarse de los bienes espirituales y de comportarse respecto a ellos como un poseedor o un dueño, pues tienen su fuente en Dios. Sólo es posible recibirlos gratuitamente de Él. Por otra parte, la Palabra de Dios indica también que Jesús al enviar a la misión a sus apóstoles les dice que se vayan desprovistos de todo ya que "El obrero merece su sustento" (Mateo 10, 10) y San Pablo afirma en 1 Corintios 9, 13-14: "¿No saben ustedes que los ministros del culto viven del culto, y que aquellos que sirven al altar participan del altar? De la misma manera, el Señor ordenó a los que anuncian el Evangelio que vivan del Evangelio". Y en los consejos que da Pablo a Timoteo le señala: "Los presbíteros que ejercen su cargo debidamente merecen un doble reconocimiento, sobre todo, los que dedican todo su esfuerzo a la predicación y a la enseñanza. Porque dice la Escritura: No pondrás bozal al buey que trilla, y también: El obrero tiene derecho a su salario" (1 Timoteo 5, 17-18). Precisamente por ello, el Código de Derecho Canónico trata el tema de los estipendios en los cánones 945 a 958. Por ejemplo, el 945 dice: "Según el uso aprobado de la Iglesia, todo sacerdote que celebra o concelebra la Misa puede recibir una ofrenda, para que la aplique por una determinada intención". Pero también pone en guardia: "Fuera de las ofrendas determinadas por la autoridad competente, el ministro no debe pedir nada por la administración de los sacramentos, y ha de procurar siempre que los necesitados no queden privados de la ayuda de los sacramentos por razón de su pobreza" (canon 848). Y También: "En materia de ofrendas de Misas, evítese hasta la más pequeña apariencia de negociación o comercio” (Canon 947). De modo que la ofrenda que el feligrés presenta cuando recibe un sacramento no debe ser considerada como una paga ni como un negocio, sino como una manera de solidarizarse con la Iglesia, a través de la cual recibe la gracia sacramental. Por eso se deja en claro que si, por alguna circunstancia, una persona debido a su pobreza no puede presentar la ofrenda, no por ello se le debe negar el sacramento. Otra consideración es que muchas veces la gente del común piensa que el estipendio completo pasa a ser del sacerdote celebrante, ignorando que los obispos de cada diócesis señalan mediante decreto la asignación de una ofrenda cuando se celebra un sacramento y también su distribución: una parte para el fondo parroquial (para pagar desde los empleados cuando los hay: secretaria, sacristán). Además servicios públicos de agua, energía, aseo, teléfono, seguros, ornamentos, vasos sagrados, hasta las hostias, el vino, las flores, incienso, etc.); otra parte para la Curia Diocesana a través del denominado "Arancel" que se convierte en un fondo para la administración de los bienes de la Iglesia, la ayuda a parroquias pobres y para el ejercicio de la caridad por parte del Obispo. Finalmente, una parte para el sacerdote, para su sustento. De modo que cuando el Papa Francisco y la Congregación para el Clero se han pronunciado sobre este tema, se refieren, no tanto a que se prohíba la ofrenda, sino que pone en alerta para evitar los abusos. Estoy seguro de que la Congregación para el Clero no quiere negar el sustento digno al culto, a los ministros del altar y a las obras de beneficencia y de pastoral a nivel parroquial y diocesano sino que advierte contra cualquier injusticia al respecto. Ese tema debe hacernos pensar a los ministros, en un examen pastoral sobre el modo como administramos los sacramentos y la manera como presentamos la necesidad de que el Pueblo de Dios ayude en el sostenimiento de la Iglesia. Lamentablemente, es cierto que muchas veces podemos ser presa de la tentación y del pecado de avaricia y codicia que debe ser motivo de revisión y conversón. Para entender aún mejor este tema tan sensible nos servirá saber que en el caso de Europa, la financiación de la Iglesia se da a través de dos posibilidades: Una financiación directa, o sea cuando el Estado respalda económicamente desde su presupuesto a las religiones de mayor arraigo social. Otra posibilidad es una financiación indirecta, donde el Estado ejerce una especie de mediación para recaudar el "impuesto eclesiástico" y destinarlo después a la religión que haya sido elegida por el contribuyente. En Europa, los fieles que se identifican con un credo pueden expresar en la planilla de impuestos del Estado su deseo de contribuir con su Iglesia, al marcar la respectiva casilla, el Estado direcciona este dinero a las respectivas Iglesias. Es el caso de Alemania, Italia, Gran Bretaña, Irlanda y Chipre, de este modo, en Europa los sacerdotes tienen un salario ya estipulado gracias a los recaudos fiscales y las parroquias tienen un rubro para su sostenimiento. Por ello, cuando un feligrés pide que se celebre la Eucaristía por una intención, acostumbran en Europa dar una ofrenda libre, no estipulada en ninguna lista o decreto. Muy distinta a la europea es la situación de los países de América Latina, África y otros sectores del mundo, donde encontramos muchas veces parroquias en las que el sacerdote no alcanza ni siquiera a pagar con la colecta las cosas más elementales: servicios públicos, la seguridad social (salud y pensión) y los gastos más urgentes de la parroquia. En ocasiones los fieles no escatiman gastos para festejar la celebración de los sacramentos como simples actos sociales, pero sí critican y protestan si hay que dar una ofrenda para la Parroquia y el ministro. Desde que la ofrenda sea justa, es decir, acorde al arancel diocesano, el feligrés no debería escandalizarse. Esta situación también nos llama a otra iniciativa y es la transparencia en la administración de los bienes y visibilizar aún más las inversiones que se hacen con el fondo parroquial: lo ya indicado por el Derecho Canónico y el sostenimiento de alguna fundación de caridad, los arreglos materiales del templo y la casa cural, la adquisición de paramentos litúrgicos, la financiación de iniciativas pastorales, el material de difusión litúrgico, etc. de modo que puedan apreciar en qué se invierte el dinero que generosamente aportan. Que la Virgen María, siempre atenta a hacer la voluntad de Dios y confiada a su Providencia, interceda por todos. + Gabriel Ángel Villa Vahos Arzobispo de Tunja

Vie 27 Mar 2020

Arzobispo de Tunja toma posesión de su sede Episcopal

En una ceremonia atípica en la Iglesia católica colombiana y a puerta cerrada, tomó posesión del cargo como arzobispo de Tunja, Monseñor Gabriel Villa Vahos, quien fuera nombrado el pasado 11 de febrero para guiar esta Iglesia particular. A la ceremonia realizada en la Catedral Metropolitana Santiago de Tunja, asistieron el Nuncio Apostólico de Colombia, Monseñor Luis Mariano Montemayor, el obispo emérito de Socorro y San Gil, monseñor Carlos Germán Mesa y el colegio de consultores de la arquidiócesis de esta ciudad. El prelado durante su homilía agradeció a Dios el haber sido llamado a servir en estas tierras boyacenses, de gente en su mayoría católica, así mismo manifestó su alegría y disposición para servir a este pueblo de Dios. “inicio la peregrinación en esta reconocida Arquidiócesis de Tunja, tierra llena fe, de religiosidad, de historia, de gentes buenas y trabajadoras, impregnada de cultura, de tradición libertadora, de campesinos laboriosos. Iglesia Particular que ha sido pastoreada a lo largo del tiempo por prohombres que, junto con muchos presbíteros, religiosos y religiosas y distintos agentes de pastoral y de laicos comprometidos, han impregnado de Evangelio el territorio boyacense”, expresó. Luego tomando la lectura del evangelio del día, que hablaba del envío, el nuevo arzobispo dijo que no hay que dar dilaciones a este llamado que el Señor hace de seguirlo, de ir por el mundo a evangelizar “Jesús quiere indicarles que el anuncio del Reino de la paz apremia, no da espera” y recordó además las palabras del Papa Francisco de ser una Iglesia en salida. “Para seguir llevando el Evangelio a todos los hombres y mujeres invito a los sacerdotes, a los diáconos, a las religiosas/os, a los seminaristas, a los miembros de los distintos movimientos apostólicos y a todos los agentes de pastoral, a todos los bautizados para que aceptemos, con alegría y valentía, el llamado de ir a las periferias geográficas y existenciales de la Arquidiócesis para que, una vez superada esta emergencia y también ahora con los instrumentos comunicacionales que así lo permitan, sigamos llevando a todos la verdad de Cristo Redentor”, indicó. evocó uno a uno los obispos que le han precedido en este cargo, resaltando de ellos su incansable labor pastoral, sus obras y entrega al pueblo tunjano “Ellos también fueron enviados y fueron incansables anunciadores de la misericordia y de la alegría del Evangelio”. De manera especial se refirió a Monseñor Luis Augusto Castro Quiroga, obispo saliente de esta Iglesia particular agradeciéndole “por su testimonio de amor a Cristo y a la Iglesia. Gracias por ser un auténtico artesano de paz, enamorado de la misión y la catequesis sencilla y asequible a todos”. Por otra parte, al referirse a la pandemia que aqueja al mundo y a Colombia hizo un llamado a los sacerdotes de esta Jurisdición, para que en cumplimiento de su misión acompañen y oren por las comunidades que les ha sido encomendadas. “Sé que ustedes también están sufriendo, pero debemos ser el bálsamo para quienes nos han sido encomendados”. Ofreció un saludo especial a los sacerdotes, seminaristas, agentes de pastoral, fieles laicos, autoridades civiles, militares y de policía de esta región, a obispos, a sus familiares, campesinos, enfermos, personas vulnerables, en fin, a quienes a lo largo de su vida le han acompañado, pero también a los que inician con él su caminar pastoral, implorando de ellos su oración. Finalmente, encomendó su vida y la de todo el pueblo tunjano “en las manos del Señor y bajo la protección de la Virgen María, madre del Enviado del Padre, venerada aquí como Nuestra Señora del Milagro. Invoco la valiosa intercesión del apóstol Santiago, del grupo de los Doce enviados por Jesús, patrono de Nuestra Arquidiócesis, para que nos mantenga en el ardor misionero que él vivió intensamente”.

Lun 4 Feb 2019

Es fundamental escuchar más a las comunidades en las regiones: obispo de Ocaña

Tras la liberación de los tres tripulantes secuestrados por el ELN en Norte de Santander, el obispo de Ocaña, monseñor Gabriel Villa Vahos, quien hizo parte de la comisión humanitaria para esta entrega, afirmó que se debe abrir un diálogo para escuchar más a las comunidades en las regiones. “Hay que fomentar el diálogo regional por la diversidad que hay, el Catatumbo tiene unas particularidades que de pronto desde el interior no se comprenden, entonces el conocer las situaciones particulares ayudaría a que se busquen caminos de solución sobre qué es lo que se reclama”, expresó el prelado. En relación a los avances de los diálogos entre el Gobierno Nacional y el ELN, dijo que “se debe hacer un discernimiento muy claro hacia dónde van y ver qué intenciones tiene cada parte. Si no hay una perspectiva clara no tendrían razón de ser”, aseveró. Insistió en que se deben buscar caminos de diálogo, porque en “esta violencia los que más sufren son los campesinos, la gente sencilla, quienes viven atemorizados y esto no permite el progreso”. Recordó que la Iglesia siempre ha tenido un compromiso humanitario y estará siempre del lado de las comunidades para apoyarlas.

Mar 21 Ago 2018

“Éste debe ser un día para atrevernos a soñar que será posible otra Ocaña”

Con estas palabras el obispo de Ocaña, monseñor Gabriel Villa Vahos, animó a la comunidad a vivir la fiesta patronal de la diócesis, en la advocación de Nuestra Señora de Las Gracias de Torcoroma. Dijo que es válido soñar por un mejor Catatumbo. Tomando las lecturas del Evangelista Juan en el pasaje de la boda de Caná, el obispo mencionó como María sigue diciéndole hoy a su Hijo: “no les queda vino”. “Pero ¿de qué vino se trata? Les falta el vino de la fe, de presencia de Dios en muchas vidas. Les falta el vino de la esperanza, del amor. En muchos hay indiferencia y olvido de Dios. Y el olvido de Dios deshumaniza”, afirmó. El prelado recordó como en el transcurso de este año, el Catatumbo ha seguido siendo referenciado por noticias tristes como son: los paros, enfrentamientos, amenazas, desplazamientos, masacres, entre otros. Ante esta realidad, hizo un llamado a la comunidad a no ser indiferentes. “La celebración de nuestra fiesta patronal diocesana debe ser una oportunidad para reflexionar y hacer propósitos que nos lleven a aportar en la implantación de una paz duradera, la que brota de un corazón convertido a Dios, al Evangelio”. Se refirió al papel de las familias para que sean verdaderas escuelas de amor, comunión y servicio. Formando esta unidad matrimonial entre un varón y una mujer, según el designio de Dios. “Les falta el vino del diálogo, la paciencia, el perdón y por esta razón abunda en muchos hogares la violencia intrafamiliar”. Hizo también mención al tema de la corrupción, hecho que deteriora el tejido social y lleva al empobrecimiento. “Muchos hermanos carecen de lo indispensable para vivir dignamente. Les falta empleo, vivienda, salud y con todo ello viene la violencia. Les falta el vino de la honestidad y ronda como cáncer la corrupción en muchos niveles”, aseguró. Recordó además las palabras del Papa Francisco donde afirma que la “política es una alta forma de caridad cuando es vivida como verdadera búsqueda del bien común y no para buscar beneficios personales”. Al respecto el prelado exhortó para que “se administren con transparencia los recursos que son de las comunidades y se procuren destinarlos a satisfacer las necesidades básicas de la población, “no se dejen tentar por el cáncer de la corrupción que tanto daño ha hecho a este país y a nuestra región”, puntualizó. Finalmente, pidió de la Virgen y Madre de Torcoroma, patrona de la diócesis su ayuda para “resplandecer en el testimonio de la comunión, del servicio, de la fe comprometida, de la justicia y el amor a los más necesitados, de ir a las periferias”. [icon class='fa fa-download fa-2x'] Descargar Homilía[/icon]