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Opinión

Mié 6 Oct 2021

El apostolado de la oreja

Por: Mons. Juan Carlos Cárdenas Toro – La paciencia de escuchar - El Papa Francisco ha convocado a la Iglesia en todo el mundo para emprender un camino de encuentro con los más posibles, de cara al sínodo en la que se pretende discernir hasta el 2023 cómo llegar a ser una Iglesia más participativa, al estilo del evangelio. Y plantea la escucha como método para pensar juntos. La frase que da título a este artículo ayuda a entender bien lo que significa este método. No se trata de una simple técnica sino de una actitud espiritual, que brota de la fe. Se trata, como en el caso de Jesús, de saber detenerse y calle ante la voz del otro hasta que este pueda expresar libre, pero respetuosamente lo que tiene en su mente y corazón. Este ejercicio apostólico de escucha a que nos está invitando el Santo Padre requiere de algunas actitudes, tanto de quien habla como de quien presta atención. De parte de quien habla Lo primero necesario es la capacidad, antes de hablar, de guardar silencio, pensar, invocar la luz del Espíritu Santo y dejar que las palabras que resuenen primero en el interior. En segunda instancia, tener disposición para expresarse con valentía, pero respetuosamente. En tercer lugar, tener actitud crítica pero constructiva. Y finalmente, expresarse entendiendo que hay otros que también esperan poder hacer oír su voz. No tomarse la palabra como si se fuera el único que necesita ser escuchado. Después de expresarse volver a valorar el silencio como puerta que permitirá escuchar a los que hablarán a continuación. De parte de quien escucha La primera y fundamental actitud de quien escucha es disponerse pidiendo al Espíritu ayuda para captar el corazón de cada uno de aquellos que se van a expresar. En segundo lugar, se ha de considerar importante a cada persona. No hay un discurso que valga más que otro. Tercero, cuidar de dar la voz con especial cuidado a los que han tenido menos o ninguna oportunidad de ser oídos. Cuarto, infundir confianza a las personas para que puedan expresarse sin temores. Sin juzgar, acoger las experiencias positivas y las negativas que se digan. Más allá del llamado que hace el Papa, el método de la escucha, el “apostolado de la oreja” es clave para nuestro tiempo, donde hay tantas palabras que se lleva el viento porque no encuentran quien las quiera escuchar; pero también donde hay otros que solo quieren soltar sus discursos, pero no están dispuestos a callar para darse la oportunidad de escuchar a los demás. Hablar menos y escuchar más. Habría menos gritos reprimidos, menos palabras armadas de rencores guardados. Más diálogo, más encuentro, caminar juntos, avanzar. +Juan Carlos Cárdenas Toro Obispo Diócesis de Pasto

Dom 3 Oct 2021

Somos discípulos misioneros de Jesucristo

Por: Mons. José Libardo Garcés Monsalve - Comenzamos el mes de oc­tubre, que en la Iglesia lo aprovechamos para reflexio­nar sobre la misión que tenemos como bautizados, de anunciar por todas partes el mensaje, la palabra y la persona de nuestro Señor Je­sucristo (Cf. Mt 28, 19). Recorde­mos que el Bautismo nos convierte en miembros del Cuerpo de Cristo y nos hace entrar en el Pueblo de Dios, que es la Iglesia, un Pueblo en camino, que toma conciencia de ir sembrando la semilla del Reino de Dios por todas partes, con celo pastoral y ardor misionero. Por el bautismo cada uno se con­vierte en un discípulo misionero, llamado a llevar el Evangelio a to­das partes. Cada uno de nosotros los bautizados, cualquiera que sea nuestra función en la Iglesia es un instrumento activo para la evange­lización (Cf. EG 120). Somos dis­cípulos porque recibimos la fe y la enseñanza del Evangelio y somos misioneros porque nos compro­metemos a trasmitir la fe a tan­tas personas que aún no conocen a Jesús, que están alejados de Él o que lo rechazan. Así lo expresa el Papa Francisco cuando nos dice: “En virtud del Bautismo recibido, cada miembro del Pueblo de Dios se ha convertido en discípulo mi­sionero” (EG 120). “En todos los bautizados, desde el primero hasta el último, actúa la fuerza santifi­cadora del Espíritu que impulsa a Evangelizar” (EG 119). En nuestra Diócesis de Cúcuta, con el desarrollo del Plan Pastoral, he­mos reflexionado durante este año en Jesucristo que es nuestra Espe­ranza, y así lo queremos vivir en este tiempo de tormenta por el que pasamos todos y como misioneros queremos ser fuente de Esperanza para muchas personas que nece­sitan una palabra de consuelo, de aliento y que cada uno puede en­tregar, dando a conocer a Jesucristo nuestra Esperanza que no defrauda. Sabemos desde nuestra experien­cia de creyentes que nadie se salva solo. Todos somos responsables de la salvación de los hermanos, por­que somos comunidad de creyen­tes; por eso, sentimos el impulso interior que da la gracia de Dios, de comunicar la verdad de la Sal­vación a todos, sobre todo a los que están alejados del Señor o lo rechazan abier­tamente, dándoles a Jesucristo a quien hemos encontrado como al mejor de los tesoros. Según el documento de Aparecida cuando afirma: “En el encuentro con Cristo queremos expresar la alegría de ser discípu­los del Señor y de haber sido envia­dos con el tesoro del Evangelio. Ser cristiano no es una carga sino un don: Dios Padre nos ha bendecido en Jesucristo su Hijo, Salvador del mundo” (DA 28). Lo que nos involucra a todos en esta misión es nuestra pertenencia a la Iglesia de Jesús. Él la quiso misio­nera, es decir, en salida anunciando la Palabra de Dios, para incluir en el proyecto de salvación a todas las gentes del mundo. El texto evangé­lico de Mateo contiene el mandato misional: “Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándo­las… y enseñándoles a cumplir todo cuanto yo les he mandado” (Mt 28, 19 - 20). Estas instruccio­nes del Señor son precedidas por un gesto de sumisión y fe de los apóstoles: Al ver a Jesús, relata el evangelista, lo adoraron, ellos que habían dudado (Cf. Mt 28, 18). El mandato de ir a bautizar hace refe­rencia a la nueva vinculación que se establece entre el bautizado y cada una de las tres Personas de la Santí­sima Trinidad que le da la identidad de Hijo de Dios al nuevo creyente. De ahí, se desprende la misión de ir a comunicar y testimoniar con la vida el Evangelio recibido y la fe asumida, para hacer crecer el Reino de Dios en el mundo, fortalecidos por la gracia de Dios, sobre todo en los mo­mentos de duda e in­certidumbre. De esto se desprende que todas las Dióce­sis, parroquias, comu­nidades eclesiales mi­sioneras, y en general, todos los bautizados, debemos escuchar con entusiasmo este mandato del envío misionero y ponerlo en práctica en cada uno de los ambientes en los que nos encon­tramos; comenzando por la familia y sembrando el Reino de Dios en el lugar de trabajo y la comunidad en la que nos movemos, con un solo propósito de dar a conocer a Jesús en todos los ambientes. Como consecuencia de nuestra condición de discípulos misione­ros, anunciando el mensaje de Je­sucristo, cosechamos en la Iglesia y en nuestra Diócesis el fruto ma­duro de la evangelización que es la caridad, en la que nuestra Iglesia Particular está comprometida, en la atención a los más pobres y ne­cesitados, a la población migrante tan necesitada de nuestra atención y misión en la siembra del Reino de Dios, tal como nos lo pide Apare­cida cuando dice: “Los discípulos y misioneros de Cristo promueven la cultura del compartir en todos los niveles en contraposición de la cultura dominante de acumulación egoísta, asumiendo con seriedad la virtud de la pobreza como estilo de vida sobrio para ir al encuentro y ayuda a las necesidades de los her­manos que viven en la indigencia” (DA 540). Desde nuestro Plan Pastoral bus­camos seguir caminando juntos, llegando a todos con el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, para transformar todas las realidades de la vida, con el propósito que la Palabra de Dios llegue a todas las periferias físicas y existenciales, para hacer crecer el Reino de Dios en esta porción del Pueblo de Dios que peregrina en nuestra Diócesis de Cúcuta y que queremos fortale­cer con la Eucaristía, la oración y la caridad. Con la conciencia de ser discípu­los misioneros de nuestro Señor Jesucristo, en familia renovamos la decisión de ser evangelizadores, in­tensificando nuestra respuesta de fe y anunciando a todos que Cristo ha redimido todos los pecados y ma­les de la humanidad. Amparados por la intercesión de la Santísima Virgen María Estrella de la Evan­gelización y del Glorioso Patriarca San José que custodia nuestra vida, vocación misión, pidamos al Señor la gracia de ser auténticos misione­ros, para hacer crecer el Reino de Dios por todas partes, cumpliendo el mandato del Señor. Para todos, mi oración y mi bendición. + José Libardo Garcés Monsalve Obispo electode la Diócesis de Cúcuta

Jue 30 Sep 2021

¡Conspiración!

Por P. Raúl Ortiz Toro – El Sínodo 2021-2023 es una conspiración. Sí, ha leído bien, pero por favor, lea hasta el final. Quizá haya abierto los ojos para releer la palabra “conspiración” y es muy probable que haya entendido la frase inicial en sentido negativo; así, al menos, lo presenta el Diccionario RAE donde los dos primeros significados del verbo conspirar tienen que ver con la unión de varias personas contra un superior o contra otra persona para hacer daño; solo una tercera acepción considera que es “concurrir a un mismo fin” y, finalmente, con la anotación de “desusado” afirma que el verbo se empleaba como sinónimo de “convocar”. Pero conspiración – en el significado más genuino y válido de la palabra –, el significado patrístico (es decir, como lo utilizaron los Santos Padres de la Iglesia), significa un acuerdo de voluntades y espíritu. Dejamos, entonces, en claro, que el dinamismo de la lengua produjo en la palabra “conspiración” un cambio semántico. Como el verbo conspirar significaba algo trascendental, esto es, “tener un espíritu común” (com-spirare), San Agustín escribió una frase que ahora, en el contexto del Camino Sinodal 2021-2023, ha salido nuevamente a la luz con especial iluminación. Para leerla en el contexto los invito a ir al Documento Preparatorio del Sínodo (que se encuentra en la página sínodo.cec.org.co) y buscar en el numeral 11: «A quienes dividían el cuerpo eclesial, los Padres de la Iglesia opusieron la comunión de las Iglesias extendidas por todo el mundo, que San Agustín describía como “concordissima fidei conspiratio”, es decir, como el acuerdo en la fe de todos los Bautizados». “Concordissima fidei conspiratio” que traduce literalmente “acuerdo plenamente unánime de la fe”, fue una frase escrita por San Agustín de Hipona en una carta a Sixto [Epístola 194, 31], “colega en el presbiterado”, en el contexto de la controversia pelagiana (siglo V) y la consiguiente discusión sobre la necesidad del bautismo de los niños. En época reciente, el Papa Francisco describió el pelagianismo actual como aquella herejía donde sus seguidores «aunque hablen de la gracia de Dios con discursos edulcorados en el fondo solo confían en sus propias fuerzas y se sienten superiores a otros por cumplir determinadas normas o por ser inquebrantablemente fieles a cierto estilo católico» (Gaudete et Exultate, 49). Así pues, volviendo al Obispo de Hipona, podemos afirmar que el Espíritu Santo conspira sobre la Iglesia en el sentido que la une con los lazos de una armonía trascendente y doble: primero, su fuerza unificante por la fe creída, profesada, vivida en cada bautizado; segundo, por su fuerza unificadora entre los bautizados de todos los rincones de la tierra. De modo que el Espíritu Santo conspira en cada fiel produciendo la unidad y armonía entre la fe y la vida, y conspira en las Iglesias Particulares siendo fuerza efectiva para que exista unidad en la Iglesia Universal. El “acuerdo plenamente unánime en la fe”, es decir, la consabida “conspiración” del Espíritu Santo, es el fundamento de aquella frase también del papa Francisco que ha quedado plasmada en el Documento Preparatorio del Sínodo, número 11, pero que se remonta a la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium y, aún más atrás, al Concilio Vaticano II, a la Constitución Dogmática Lumen Gentium 12. Una frase que ha dado y dará mucho de qué hablar no solo a quienes con maneras integristas se resisten a escuchar al Pueblo de Dios como protagonista del presente y el futuro de la Iglesia sino a quienes la entienden mal hasta hacerles pensar que la Iglesia debe regirse como una democracia. La frase es esta: “El Pueblo de Dios es sujeto del sensus fidei infalible in credendo”; es decir, que, cuando cree, el Pueblo de Dios no se equivoca. Recordemos que el Pueblo de Dios está conformado por los laicos, los consagrados y los ordenados (obispos, sacerdotes y diáconos); todos “caminamos juntos” incorporados a Cristo por el bautismo. Explica el Papa en Evangelii Gaudium 119: «En todos los bautizados, desde el primero hasta el último, actúa la fuerza santificadora del Espíritu que impulsa a evangelizar. El Pueblo de Dios es santo por esta unción que lo haceinfalible “in credendo”.Esto significa que cuando cree no se equivoca, aunque no encuentre palabras para explicar su fe. El Espíritu lo guía en la verdad y lo conduce a la salvación. Como parte de su misterio de amor hacia la humanidad, Dios dota a la totalidad de los fieles de uninstinto de la fe—elsensus fidei—que los ayuda a discernir lo que viene realmente de Dios. La presencia del Espíritu otorga a los cristianos una cierta connaturalidad con las realidades divinas y una sabiduría que los permite captarlas intuitivamente, aunque no tengan el instrumental adecuado para expresarlas con precisión». Dejemos, entonces, que en este Camino Sinodal 2021-2023 el Espíritu Santo conspire sobre cada uno de nosotros y sobre nuestra Iglesia en general; que los procesos de escucha que se van a vivir en las Iglesias Particulares sean tiempos de gracia en los que cada parroquia o grupo de fieles se sientan agradecidos por el camino recorrido – pues sinodalidad siempre ha habido en la Iglesia, en algunas épocas más explícita que en otras: en la vivencia de la fe, la participación en las estructuras, la vinculación en los procesos – y que el Espíritu Santo nos ayude a vencer la tentación de reducir este tiempo de gracia a la elaboración de un documento más. Así lo advierte el Documento preparatorio (número 32): «Recordamos que la finalidad del Sínodo, y por lo tanto de esta consulta, no es producir documentos, sino “hacer que germinen sueños, suscitar profecías y visiones, hacer florecer esperanzas, estimular la confianza, vendar heridas, entretejer relaciones, resucitar una aurora de esperanza, aprender unos de otros, y crear un imaginario positivo que ilumine las mentes, enardezca los corazones, dé fuerza a las manos”». P. Raúl Ortiz Toro Director del Departamento de Doctrina y Promoción de la Unidad y del Diálogo Conferencia Episcopal de Colombia [email protected]

Lun 27 Sep 2021

¡Oposición!

Por: Mons. Carlos Arturo Quintero Gómez - Seguramente los lectores al leer el título de esta columna esperan que este texto sea una diatriba contra la mal llamada oposición en Colombia. Me animo a pensar en el término como tal, tratando de hacer una reflexión de carácter personal, pues desafortunadamente hoy, todo lo que no se da, según mi criterio, mi parecer y mi forma de pensar, fácilmente se convierte en un obstáculo y, por lo mismo, se termina en medio de una temida oposición; término tan usado y muy desgastado, igual que los conceptos ‘democracia’, ‘libertad’, ‘paz’, ‘civismo’, etc. En Colombia, hablar de oposición se ha vuelto el pan de cada día, hombres y mujeres que incursionan en la política y tienen como misión ser una fuerza que se opone al gobierno de turno. Al menos, en la práctica, se comprueba algo que no debiera ser; pues una oposición no es para resistir a todo proyecto o programa que no nace de sus entrañas; una auténtica oposición debería darse para denunciar atropellos contra la dignidad humana, hacer seguimiento en al arte de gobernar, recordar a los gobiernos de turno que las cosas no se están haciendo bien y para enaltecer la justicia, la paz, la convivencia pacífica, el diálogo. La oposición así, se convierte en una fuerza social que ayuda a gobernar, no a debilitar la institucionalidad. Sin embargo, en nuestra sociedad está haciendo escuela la idea de que la oposición debe ser una piedra en el zapato, llamada a obstruir todo aquello que surge de la iniciativa y creatividad de otras alternativas; de hecho, la oposición muchas veces termina por denigrar de las personas, señalar y hasta condenar; se dedica a azuzar a otros para que no se conviertan en aliados, sino en adversarios. Ahora bien, mientras la oposición critica, señala y condena, en sus propios escenarios construyen entramados económicos poderosos y manipulan a las mentes incautas para ganar adeptos. Una buena oposición en Colombia debería ser propositiva. No descalificar todo acto de gobierno sino unir esfuerzos para presentar alternativas de cambio, contribuyendo al desarrollo humano integral y al progreso económico, hacia la equidad y el respeto por los derechos humanos. El gran problema, es que, en todos los ambientes, no sólo en el escenario político se da la oposición: en el campo deportivo, en los medios de comunicación, en la Iglesia, en las comunidades, en las minorías étnicas y la razón es sencilla, porque aprendimos que, si no estamos de acuerdo, nuestra opción es oponernos. Mal aprendizaje social, porque esta manera de actuar nos puede llevar a la intransigencia, a la negligencia y a endurecer nuestro corazón, terminando por crear ideologías y estructuras de poder, en las que, si alguien piensa diferente, no puede estar en nuestro círculo social, hay que eliminarlo. Realmente grave, muy grave, pues es una actitud que vemos en niños, jóvenes y adolescentes quienes, en casa, terminan por oponerse a las reglas, por cuestionar las pautas de crianza, buscando rápidamente una autonomía animada por los llamados ‘expertos’ que hoy, como dice el Papa Francisco, son los que dicen cómo educar y cómo enseñar. Este escrito no es una descalificación de la oposición, sino una invitación a quienes están en esta orilla, a que asuman su rol con valentía y conciencia ciudadana, coadyuvando en los diversos procesos sociales, hacia la construcción de una sociedad empoderada y justa. Bienvenida la oposición, siempre y cuando se llegue a consensos, se trabaje hombro a hombro para construir y no para destruir. De hecho, como obispo diocesano, quiero invitar a todos los que se han presentado o se lanzarán a la arena política a que diseñen planes de gobiernos serios y se dediquen a hacer sus campañas sin atacar a los otros, presentando ‘ideas’ y propuestas, sin pisotear la fama y el honor de los demás candidatos. El político que considera que para llegar a ocupar una curul, necesita manosear y filtrar información de sus contrincantes, no debería aspirar a un cargo público porque su campaña ya está viciada y no estará dando muestras de que se ocupará del bien común sino de sus propios intereses mezquinos. + Carlos Arturo Quintero Gómez Obispo de Armenia

Mié 22 Sep 2021

Por una Iglesia sinodal

Por: Mons. Juan Carlos Cárdenas - ¿Qué nos propone el Papa Francisco? - Recientemente se han dado a conocer oficialmente los documentos con los que, por voluntad del Papa Francisco, la Iglesia es convocada a un proceso sinodal que tendrá su momento culminante en Octubre de 2023. Pero, ¿qué es lo que esto significa e implica para la Iglesia? Comencemos por entender el significado de la palabra sínodo; esta viene del griego y está compuesta de dos términos sin (reunión, acción conjunta) y odos (ruta, camino, viaje). De este modo, sínodo se entiende como hacer camino juntos. La temática del sínodo que convoca el Santo Padre, en esta ocasión tiene la particularidad de convocar a la Iglesia ha reflexionar sobre su profunda vocación de ser pueblo de Dios en el que nadie sobra ni tiene por qué sentirse excluido. Escuchar y escucharnos El tema mismo: “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión” tendrá la novedad de activar este proceso desde cada una de las diócesis del mundo. Allí, el Papa quiere que empecemos por escucharnos y escuchar a los más posibles, haciendo así concreta su llamada a ser Iglesia en salida, que va a las periferias existenciales. Ir a la esencia El Papa Francisco no está inventando algo que no esté en el corazón mismo de la identidad de la Iglesia; nos está llamando a enfocarnos en la naturaleza de la Iglesia como comunidad, es decir, congregación de hombres y mujeres que, siendo todos igualmente hijos e hijas de Dios, hacemos camino juntos, buscando el mismo fin: hacer presente el Reino de Dios en el mundo hasta el encuentro definitivo con el Señor. Tal vez con el paso de los siglos, a la Iglesia se la ha visto más como una institución casi comparable con otro tipo de instituciones, movidas por lógicas y relaciones jerárquicas o de poder. Pero lo cierto es que nada está más lejos de esto: En su vida pública Jesús fue congregando alrededor suyo un grupo de personas para hacer camino con Él y asumir un estilo de vida en la cual todos contaban y se apoyaban unos a otros. Los mismos Hechos de los apóstoles relatan de las primeras comunidades que «se reunían en un mismo lugar y tenían todo en común» (2, 44). Así, la Iglesia es la comunidad de los bautizados, discípulos de Jesucristo, que asumimos como estilo de vida, caminar juntos tras las huellas del maestro, y a pesar de tener roles distintos, lo central que es la consciencia de ser hermanos. En oración Desde ya, pidamos al Espíritu Santo que acompañe este proceso sinodal convocado por el Santo Padre, para ajustarnos más fielmente a la comunidad que Dios quiere que seamos. + Juan Carlos Cárdenas Toro Obispo Diócesis de Pasto

Lun 20 Sep 2021

Conozcamos a Jesús en la Sagrada Escritura

Por: Mons. José Libardo Garcés Monsalve - Cada año, durante el mes de septiembre se ha hecho un gran esfuerzo por reflexionar sobre la Palabra de Dios, buscando que los fieles tengan un profundo conocimiento de Nuestro Señor Je­sucristo y puedan orientar sus vidas con las enseñanzas contenidas en la Sagrada Escritura, respondiendo con ello a las propuestas que a lo largo de la historia se han hecho para avanzar en el conocimiento de la Palabra de Dios. Aparecida ha reforzado esta tarea cuando afirma: “Encontramos a Jesús en la Sagrada Escritura, leí­da en la Iglesia, la Sagrada Escri­tura, ‘Palabra de Dios escrita por inspiración del Espíritu Santo’, es con la tradición, fuente de vida para la Iglesia y alma de su acción evan­gelizadora. Desconocer la Escritura es desconocer a Jesucristo y renun­ciar a anunciarlo” (DA 247). Se hace necesario seguir profundi­zando en el conocimiento de Jesu­cristo como Verdad suprema que nos conduce por los caminos del bien. La Palabra de Dios es la Verdad sobre la cual podemos fundamen­tar nuestras vidas, con la máxima seguridad, que vamos por el mejor de los caminos. En esa Palabra se habla de Jesucristo como “el Cami­no, la Verdad y la Vida” (Jn 14, 6), y de todo el bien que hace en nosotros cuando la escuchamos atentamente y la ponemos en práctica. El Plan Pastoral de nuestra Dióce­sis de Cúcuta, tiene como prioridad conocer y amar a Jesucristo que es nuestra esperanza, centrando todo el contenido de la reflexión en la Palabra de Dios, con el objetivo de formar a los miembros de las comu­nidades eclesiales misioneras en el conocimiento del Señor Jesús; tal como lo pide Aparecida: “Sentimos la urgencia de desarrollar en nues­tras comunidades un proceso de ini­ciación en la vida cristiana que co­mience por el kerygma, guiado por la Palabra de Dios, que conduzca a un encuentro personal, cada vez mayor, con Jesucristo, perfecto Dios y perfecto hombre, experimentado como plenitud de la humanidad, y que lleve a la conver­sión, al seguimiento en una comunidad eclesial y a una ma­duración de fe en la práctica de los sacra­mentos, el servicio y la misión” (DA 289). Este proceso de con­versión a la luz de la Palabra de Dios, nos prepara para la celebración de la Eucaristía y para el ejercicio de la caridad, que requieren precisamen­te una transformación de la vida en Cristo, como meta de un proceso de conversión que se va fortaleciendo cada día con la escucha de la Palabra y la frecuencia de los sacramentos, sobre todo la Eucaristía, fuente y culmen de la vida cristiana (Cf. LG 11), en donde se sirven el pan de la Palabra y el pan de la Eucaristía; tal como lo enseña el Concilio Vaticano II: “La Iglesia ha venerado siempre la Sagrada Escritura al igual que el mismo Cuerpo del Señor, no dejando de tomar de la mesa y de distribuir a los fieles el pan de vida, tanto de la Palabra de Dios como del Cuerpo de Cristo, sobre todo en la liturgia” (DV 21). La Palabra de Dios y la Eucaristía van sembrando en el creyente las se­millas del Reino de Dios, las cuales le permite llenarse de fervor pastoral, para luego comunicarlo con la vida y las palabras, en un deseo sincero de evangelizar, llevando el mensaje de la salvación a muchas personas. Un deseo evangelizador que brota del conocimiento y el amor por la persona, el mensaje y la Palabra de Nuestro Señor Jesucristo. Así lo en­seña el Papa Francisco cuando afir­ma: “La Palabra de Dios escuchada y celebrada, sobre todo en la Euca­ristía, alimenta y refuerza interior­mente a los cristianos y los vuelve capaces de un auténtico testimonio evangélico en la vida cotidiana. La Palabra proclamada, viva y efi­caz, prepara para la re­cepción del Sacramen­to, y en el Sacramento esa Palabra alcanza su máxima eficacia” (EG 174). Un evangelizador es capaz de ponerse en actitud orante en torno a la Palabra de Dios, bro­tando de allí el deseo de comunicar a Jesús, cumpliendo con el mandato misionero del Señor de ir por todas partes a hacer discípulos del Señor (Cf. Mt 28, 19); comunicando el mensaje a través de la caridad, como fruto maduro de todo el proceso de iniciación cristiana, de recibir la fe como don de Dios y compartirla con los hermanos. Es por esta razón que la Iglesia siempre nos ha llamado a fortalecer la fe, mediante el cono­cimiento y la vivencia de la Sagra­da Escritura. Así lo expresa el Papa Francisco: “El estudio de las Sagra­das Escrituras debe ser una puerta abierta a todos los creyentes. Es fun­damental que la Palabra revelada fecunde radicalmente la catequesis y todos los esfuerzos por transmitir la fe. La evangelización requiere la familiaridad con la Palabra de Dios y esto exige a las diócesis, parro­quias y a todas las agrupaciones ca­tólicas, proponer un estudio serio y perseverante de la Biblia, así como proponer su lectura orante, perso­nal y comunitaria” (EG 175). Un cristiano que profundice en la Sagrada Escritura y se alimente de ella en la oración diaria, tendrá con­tenido para comunicar a los herma­nos, mediante una vida coherente con el Evangelio y con sus palabras que resuenan como anuncio del Reino de Dios, en el corazón de muchos creyentes. Eso constitu­ye una siembra del Reino de Dios, que en el proceso evangelizador de la Iglesia corresponde a la acción misionera y a la catequesis, que pue­de hacer todo creyente que se siente interpelado por la Palabra de Dios y que siente en su corazón el deseo de comunicarla, primero en el ambiente del hogar, y luego en los lugares en los que Dios nos pone, para dar testi­monio de Él, entregando cada día la vida al Señor. Los convoco a poner la vida perso­nal y familiar bajo la guía de la Pa­labra de Dios, que escruta nuestros corazones y nos permite renovar la vida interior; hasta el punto de con­vertir nuestra vida en Cristo, para decir, ya no soy yo quien vivo es Cristo quien vive en mi (Cf. Gal 2, 20), porque realmente es el centro de nuestra existencia y punto de apoyo en nuestras decisiones. Para todos, mi oración y mi bendición. + José Libardo Garcés Monsalve Obispo Diócesis de Málaga Administrador Apostólico de la Diócesis de Cúcuta

Jue 16 Sep 2021

El Pueblo de Dios se ha manifestado

Por: Mons. Miguel Cabrejos Vidarte - Estimados hermanos y hermanas: Hemos concluido la fase de Escucha en preparación de la Primera Asamblea Eclesial de América Latina y El Caribe que se realizará del 21 al 28 de noviembre del presente año en modalidad mixta (presencial y telemática), cuya parte presencial tendrá lugar en la Casa Lago, sede de la Conferencia Episcopal Mexicana, y cuyo acto inaugural y de clausura tendrán lugar en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe. Esta primera Asamblea es inédita en la historia de la Iglesia Latinoamericana y constituirá un verdadero puente en medio de los más importantes “parte-aguas” de esta generación y en medio de la crisis provocada por el COVID-19 y de otras tantas pandemias e ideologías que afectan a la humanidad. La Asamblea Eclesial es expresión de un “kairos” de Dios, esto es, un tiempo propicio para llevar adelante los sueños discernidos por la Iglesia, por el Pueblo de Dios y las llamadas del Espíritu Santo en el Concilio Vaticano II que se hacen cada vez más urgentes en este momento, los cuales tuvieron eco en la Conferencia de Aparecida de la que hacemos memoria agradecida y actualizamos sus desafíos. Hemos vivido una primera etapa del tiempo de Escucha, de preparación para la Asamblea, la cual forma parte del camino que el propio Santo Padre ha marcado para toda la Iglesia, el camino sinodal, de la Iglesia en el Tercer milenio y conectado con los procesos que van “desde las periferias” hacia el Centro, para descubrir la voluntad de Dios. El Papa Francisco en su mensaje de lanzamiento de esta Asamblea eclesial subraya la novedad de esta reunión del pueblo de Dios con la participación de laicos (as), consagrados (as), sacerdotes, obispos e incluso miembros de las periferias en un camino donde se reza, se piensa, se habla, se discute, se busca y se discierne la voluntad de Dios. La Escucha ha de ser una constante en nuestra misión pastoral, y en esta primera etapa es la fuente para la elaboración del Documento de Discernimiento para la Asamblea que nos ofrecerá importantes claves para la renovación y revitalización de nuestro modo de ser Iglesia en América Latina y El Caribe, pues hoy como ayer “los Gozos y las esperanzas, las tristezas y angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo” (GS 1); por eso, debemos seguir privilegiando la Escucha mutua en cada una de nuestras instancias pastorales e iglesias particulares. El proceso metodológico del Sínodo Panamazónico de octubre de 2019 ha sido fuente de este proceso de escucha de la Asamblea Eclesial que proyecta a toda la Iglesia latinoamericana y caribeña, formando parte también del proceso del Sínodo sobre la Sinodalidad que se inaugura el 09 y 10 de octubre próximo hasta el 2023. Para el CELAM, lo aportado en la Escucha es un gran tesoro pastoral que sin duda alimentará no solo la I Asamblea Eclesial, sino también el proceso de Renovación y Reestructuración que ya lleva más de 2 años de discernimiento y de aplicación, para caminar en sinodalidad y eclesialidad en las acciones y las estructuras organizativas del CELAM, así como en sus procesos de decisión y acciones pastorales, pero también en el servicio de cada Iglesia particular en la Misión Común de ser discípulos misioneros en salida. No cabe duda que “necesitamos que cada comunidad cristiana se convierta en un poderoso centro de irradiación de la vida en Cristo” (DAp 362) y está invitada a mirar con mayor profundidad (Cfr TMI) reconociendo en este proceso de escucha y en la Asamblea un instrumento que debe ser apropiado, abrazado y llevado adelante en cada lugar, en cada Iglesia específica, incluso más allá de la experiencia de la Asamblea Eclesial como tal, para que rinda sus frutos. Esta fase de Escucha ha puesto en “movimiento” a todas las Iglesias particulares de las 22 conferencias episcopales de América Latina y el Caribe donde la amplia participación del pueblo de Dios ha sido a través de muchísimos aportes individuales y comunitarios, así como gran cantidad de Foros Temáticos interdisciplinarios desarrollados de manera sincrónica y asincrónica que nos permite acoger múltiples miradas e iniciativas como muestra de un deseo genuino de ser escuchados, de participar de caminar como Iglesia a pesar de las dificultades y de las diferencias. El Pueblo de Dios se ha pronunciado, nos corresponde dejarnos interpelar por sus voces para hacerlas nuestras y asumir el llamado que Dios nos hace para la conversión pastoral. Por ello es necesario que nos sigamos comprometiendo con el proceso de la Asamblea Eclesial: 1.- Asumiendo los compromisos concretos a partir de la Escucha, llamados a acompañar a las Iglesias particulares y a quienes, desde las periferias, muchas veces no han sido escuchados. 2.- Invitando a quienes sean elegidos delegados/as a participar con entusiasmo y esperanza, así como también a quienes no sean delegados, a seguir el proceso de la Asamblea Eclesial desde sus comunidades, la cual como hemos manifestado anteriormente será en modalidad mixta (presencial y telemática). 3.- Como Pueblo de Dios, acompañando todos los procesos de reflexión, de discernimiento en las respectivas estructuras para poder “apropiarnos” de este camino, alimentarnos de él y dar frutos, proyectándonos también a la fase post-Asamblea. Como nos recuerda Episcopalis Communio, “todo proceso sinodal comienza en el pueblo de Dios, pero necesariamente termina en el pueblo de Dios”; por tanto, este proceso compromete al CELAM a acompañar los procesos sinodales y eclesiales en América latina y El Caribe, tanto en sus contenidos como en sus estructuras renovadas para el anuncio del Evangelio. Queridos hermanos y hermanas, queremos animar a todos y todas a que sigan siendo parte esencial de este proceso, que sigamos siendo esa Iglesia encarnada que se va tejiendo paulatinamente, donde la sinodalidad es un medio, donde el Santo Pueblo de Dios es el Sujeto, donde la Iglesia es Madre y Maestra que abraza, que impulsa y acompaña, y donde el horizonte es el Evangelio del Señor y la construcción de su Reino. Paz y Bien. + Miguel Cabrejos Vidarte, OFM Arzobispo Metropolitano de Trujillo Presidente de la Conferencia Episcopal Peruana Presidente del Consejo Eiscopal Latinoamericano CELAM

Lun 13 Sep 2021

¡Servida, la Vida es Sagrada!

Por: Mons. Carlos Arturo Quintero Gómez - El diez de septiembre se conmemoró el día mundial de prevención del suicidio; Colombia no es ajena a este fenómeno social y, en el departamento del Quindío, las cosas no son muy halagüeñas, pues el índice de suicidios sigue creciendo, con el agravante que los menores de edad, sufren hoy en medio de depresiones, angustias, decepciones amorosas, que despiertan ideaciones y conductas suicidas. El trabajo de prevención debe ser permanente y aunque muchas instituciones han diseñado estrategias para hacer frente a este fenómeno, sin embargo, hace falta una mayor articulación entre las instituciones. La Diócesis de Armenia conmemoró este día con un evento transmitido a través de las redes sociales, en el que se conectaron solo 18 personas, además de la presencia de algunos psicólogos que laboran en la diócesis y algunos miembros de la pastoral de matrimonio, vida y familia. Este programa está diseñado pensando en la comunidad y se ha ido implementando desde mayo del 2019. A la fecha, hemos empezado un trabajo de sensibilización, articulación y formación de agentes o apóstoles de la vida, convocando a las organizaciones gubernamentales, no gubernamentales, juntas comunales, asociaciones de padre de familia, comisarías de familia, cruz roja, policía nacional y diversas fuerzas vivas de la comunidad. Este trabajo iniciado en municipios como Armenia, Pijao, Salento, Circasia, Génova, corregimiento de Barcelona, Calarcá, Pijao y Buenavista ha permitido reconocer la fragilidad en la continuidad de los procesos, la dificultad para participar por el cambio repentino de funcionarios de los entes gubernamentales y la falta de compromiso de muchas instituciones. Hemos iniciado con mucho empeño, dedicación y entusiasmo, pero, en el camino muchos se bajan del tren y vamos quedando de nuevo solos. Esto es lamentable, porque la prevención no da espera y las redes de contención y de apoyo solo son posibles en la medida en que las comunidades asuman su responsabilidad y compromiso. Además de la prevención, es importante hacer un trabajo serio desde la comunidad e involucrar a las familias y diseñar las propuestas de atención, acompañamiento y acogida a las familias enlutadas por la ausencia de los seres queridos que han decidido acabar con su existencia. La posvención exige este cuidado y desvelo por las familias. Es importante proponer unas medidas de afrontamiento y aplicarlas; para ello quiero reiterar nuestro compromiso como diócesis, animando a las autoridades y distintos organismos sociales para que nos unamos en torno al fenómeno del suicidio y de otros flagelos sociales. Para ello nuestra propuesta cuenta con tres escenarios: el primero, las instituciones que deben activar sus propias rutas en orden a ayudar a las personas que la conforman: empleados y familiares. El segundo escenario es la parroquia, desde donde se desea vivir un liderazgo, convocando a las comunidades evangelizadas, movimientos eclesiales y a los fieles que habitan cada rincón de la parroquia –barrios y veredas- creando los Centros Shemá y dando mayor impulso al programa Servida, la vida es sagrada. El tercer escenario es la inter institucionalidad, que pretende unir a todas las instituciones en una sola causa: la vida. Se diseñó desde la comisión SERVIDA, un itinerario formativo que permitiera dar solidez a las mesas SERVIDAS en cada municipio y en las diversas parroquias, activando las rutas propias para coadyuvar en los procesos de prevención del suicidio y acompañamiento a las familias en caso de consumación del mismo. El sábado 11 de septiembre se inauguró la Mesa SERVIDA en Buenavista, con la participación de la comunidad, bajo el liderazgo de la parroquia y la vinculación de las diversas fuerzas vivas de la comunidad. Considero, que es urgente que, conformemos juntos, una fuerza social única, que se convierta en un referente y en un apoyo para tantas personas que nos necesitan. De ahí la necesidad de tomar conciencia de que la vida es sagrada: “elige la vida y vivirás” (DT 30,19) + Carlos Arturo Quintero Gómez Obispo de Armenia