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Opinión

Mar 5 Mar 2019

Carta pastoral, para la cuaresma 2019

Por: Mons. Omar de Jesús Mejía Giraldo Al inicio de la cuaresma permítanme queridos hermanos dirigir unas sencillas palabras de Padre y Pastor. Para comenzar recordemos nuestros énfasis en el Plan diocesano de Pastoral: Familia, formación y misión. Volvamos también a darle una mirada al lema que ha guiado en los últimos años nuestro proceso de evangelización: “He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10). Como hombres y mujeres de buena voluntad, como personas de fe, como cristianos, como hermanos, como hijos de Dios, debemos tener claro que nuestra misión es recibir vida y dar vida. La vida es don de Dios y es a su vez experiencia de comunión y comunicación. Al crearnos Dios nos ha comunicado su ser, nos ha hecho a su imagen y semejanza. Nuestra vocación última es volver a Dios. De Dios venimos y a Dios tenemos que volver. Dice San Agustín: “Nos has hecho para ti Señor y nuestro corazón está inquieto hasta que repose en Ti” (Conf 1,1). Como Iglesia diocesana, con rostro amazónico, queremos estar continuamente en salida misionera. La vida no se genera si no hay comunión. Morir es empezar a perder capacidad de comunicación y por lo tanto es incapacidad de dar vida. La muerte lleva en sí misma el estancarse, el encerramiento, incapacidad de movimiento, en síntesis, la muerte es falta de vida y dinamismo. El pecado en sí mismo, aunque al principio no lo notemos, nos trae la muerte. La tentación en sí misma es ilusoria y genera engaño, porque vive de la apariencia. Hoy los cadáveres los maquillamos precisamente porque queremos esconder la muerte. Así puede pasar en nuestra vida cotidiana, muchas veces, a pesar de ser cadáveres que andamos, queremos aparentar vida. Cuaresma son cuarenta días que Dios Padre, nuestro creador y Señor, nos regala para que caminemos hacía la Pascua. Cuarenta días de un camino continúo hacía el encuentro personal con el Señor Resucitado. Cuarenta días de formación en las virtudes cristianas, especialmente en las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. Cuarenta días de formación en el conocimiento de la Palabra. Durante la cuaresma del presente año, los invito hermanos a ser agradecidos con los misioneros capuchinos, con los misioneros del Instituto de la Consolata, con los misioneros diocesanos y desde luego con todos los hombres y mujeres de buena voluntad y de fe, que nos han conducido a profesar nuestra fe en Jesucristo como nuestro Dios y Señor. No se nos olvide que la cuaresma es tiempo oportuno para la oración, el ayuno y la limosna. Dice la Palabra: “Sus discípulos le preguntaron en privado: ¿Por qué no pudimos expulsar nosotros a ese espíritu?Y Él les respondió: «Esta clase de demonios no puede echarse sino mediante la oración” (Mc 9, 29). Sin oración es imposible asumir con dignidad nuestra identidad de cristianos. Nuestra iglesia será de verdad misionera si asumimos con seriedad la virtud de la oración como compromiso real de nuestro espíritu misionero. La misión de la Iglesia es evangelizar, todos somos Iglesia, por lo tanto, todos somos misioneros. Como cristianos debemos orar por todos, porque cuando se ora por todos, oramos por nosotros mismos que hacemos parte del todo. Dice la Palabra: “Oren por los que los injurian” (Lc 6, 27-38). ¡Tremendo desafío!. El cristiano vence el mal a fuerza de bien. Si en los hogares se orará más habrían menos separaciones matrimoniales. Si las familias fueran de verdad hogares llenos de oración habría menos dolor, menos suicidios, menos drogadictos, menos enfermos… Si oráramos de verdad, habría paz entre nosotros, habría más solidaridad, seriamos menos egoístas y menos rencorosos. En cuaresma intensifiquemos la oración. Hagamos en nuestras parroquias jornadas penitenciales y de oración. Iglesia diocesana, con rostro amazónico, en salida misionera, quiere decir: Iglesia haciendo bien la tarea, haciendo bien lo que sabe hacer, siendo realmente lo que se comprometió ser: luz y sal de la tierra. Iglesia en salida misionera. Al comenzar la cuaresma se nos invita a meditar sobre las tentaciones de Jesús en el desierto. El presente año en la versión de Lucas nos dice la Palabra: “Jesús volvió de las orillas del Jordán lleno del Espíritu Santo y se dejó guiar por el Espíritu a través del desierto,donde fue tentado por el demonio durante cuarenta días. En todo ese tiempo no comió nada, y al final sintió hambre” (Lc 4,1-2). Quien ayuna siente hambre, sentir hambre alguna vez es un beneficio, porque se nos pone de presente nuestra fragilidad humana. Pensemos en la virtud del ayuno en dos claves: humana y espiritual. En lo meramente humano, ayunemos no como un acto de vanidad, hagámoslo para preservar la salud, pero sobre todo, con la intención de compartir con los más necesitados. La Iglesia nos invita a ser solidarios. Si renunciamos a algo no es para guardarlo y luego en otro momento disfrutarlo, no. Se renuncia a algo con el fin de ayudar a quienes de verdad lo necesitan. En el campo espiritual, hablar de ayuno es vivirlo con sentido de trascendencia, con sentido de eternidad. Los invito para que en la presente cuaresma trascendamos el sentido del ayuno meramente en el campo de la comida al ayuno de los sentidos. Por ejemplo: ayunemos en la utilización de las redes sociales, ayunemos en el buen aprovechamiento del tiempo, ayunemos en la manera esclavizante cómo hemos asumido el trabajo, ayunemos del mal genio, las rabietas, los odios, los chismes, las críticas y los comentarios mal intencionados… En fin, ayunemos de algo que realmente nos cueste y nos lleve a una nueva vida. Ayunemos en la buena utilización de los recursos naturales como el agua, cuidemos el medio ambiente. Como un acto de ayuno fraterno, cambiemos nuestra actitud hacía los demás y hacía las creaturas. Ayunemos de ese afán desesperado por devorar la naturaleza con el fin de satisfacer nuestra codicia. Dice la Palabra: “Cuando ayudes a un necesitado, no lo publiques al son de trompetas; no imites a los que dan espectáculo en las sinagogas y en las calles, para que los hombres los alaben. Yo se lo digo: ellos han recibido ya su premio. Tú, cuando ayudes a un necesitado, ni siquiera tu mano izquierda debe saber lo que hace la derecha:tu limosna quedará en secreto. Y tu Padre, que ve en lo secreto, te premiará” (Mt 6, 2-4). Dar limosna es ofrendar, compartir, ir hacía el otro. También la naturaleza necesita de nuestra ofrenda, se trata de la obra creada, que clama por nuestro respeto y nuestro amor. Nos dice el Papa Francisco: “Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella” (Laudato si, 2). En esta cuaresma démonos a la tarea de dar a nuestros hermanos y a la hermana naturaleza la ofrenda de nuestro buen trato, del respeto por la casa común. El Papa Francisco para la presente cuaresma nos invita a hacerle el bien a la creación (Mensaje de cuaresma, 2019,1). Los invito hermanos a vivir con alegría el camino hacía la Pascua con unos actos de perdón y reconciliación que nos lleven a vivir de verdad una Semana Santa llena de paz y armonía. + Omar de Jesús Mejía Giraldo Obispo de Florencia

Lun 4 Mar 2019

Ser la profecía de la caridad en la frontera

Por: Mons. Víctor Manuel Ochoa Cadavid - Es un drama humano, de tristeza y dolor el que vivimos actualmente en la frontera. La Diócesis de Cúcuta tiene dos de los puentes que unen a Venezuela y a nuestra nación, Colombia: los puentes Simón Bolívar y el General Santander, tenemos también el nuevo puente de “Tienditas”. Por ellos pasan diariamente entre 45 y 70 mil personas para aprovisionamiento de alimentos o para buscar atención médica y hospitalaria, como para hacer provisión de todo cuanto falta en la hermana nación, también para emigrar a Colombia o a otras naciones de América Latina. Desde el inicio de esta crisis, en agosto de 2015, hemos querido poner a Cristo en el corazón y en la vida de estos hermanos que sufren, dando esperanza y aliento a sus urgencias y necesidades. La caridad de Cristo nos ha inspirado y el Padre José David Caña y un grupo de más de 800 servidores, miembros de grupos apostólicos y Movimientos Eclesiales han asumido este servicio a los necesitados. Precisamente, este drama ha comenzado desde el día 17 de agosto de 2015, cuando inició la deportación de más de 22 mil colombianos desde Venezuela. Es esta la historia que nos ha unido fuertemente, la frontera en esta zona es algo “vivo”, donde familias están emparentadas desde siglos pasados, se cruzaba con libertad y fraternidad en ambos lados del territorio. Ciertamente esta situación de dolor del pueblo venezolano nos afecta a todos. Nuestra Diócesis y especialmente nuestra ciudad de San José de Cúcuta han aumentado notoriamente el asentamiento de personas en las periferias pobres de la ciudad. Muchas parroquias han recibido centenares de familias. Solo una parroquia, la Parroquia Nuestra Señora de la Esperanza ha tenido el asentamiento de más de 1500 familias en el transcurso de un año. Esta emergencia ha suscitado también la urgencia de otras necesidades que tienen que resolverse: son más de 6.000 niños venezolanos que vienen a las escuelas en nuestra ciudad. El área metropolitana de Cúcuta tiene más del 20% de desempleo y una tasa de informalidad del 75%, personas que trabajan sin sus aportes a seguridad social, buscando de alguna manera completar sus necesidades. En nuestros centros de atención, la Casa de Paso y los comedores de caridad, entregamos unos 10.000 almuerzos diarios. Solo la Casa de Paso la ‘Divina Providencia’ entrega unas 5.000 raciones calientes cada día, sin contar cuanto entregamos al final de estas, lo que llamamos con gracia, “el repele”, que es pasta , atún y alverjas, con un pan. Entregamos también otro tanto en ocho (8) parroquias de Cúcuta: Parroquia Nuestra Señora del Rosario, Nuestra Señora de los Dolores, Jesús Cautivo, La Sagrada Familia, San Antonio, Inmaculado Corazón de María, Nuestra Señora de Fátima, Comedor La Misericordia, San Alberto Hurtado. Esta situación ha sacado lo mejor de nuestra Diócesis, son 800 voluntarios que atienden esta emergencia de humanidad y de caridad. Los agentes pastorales, los miembros de los movimientos apostólicos, los sacerdotes, los diáconos y religiosas atienden a estos hermanos con necesidades. Hemos repartido un millón de raciones en 18 meses, ordenadamente, a personas en grandes necesidades. También hemos procurado atender en un dispensario médico a unas 800 personas diariamente, con cuatro médicos, solo para la entrega de medicinas en atención y direccionamiento hacia los hospitales. Nuestro gran aliado es San José, que procura los alimentos y trae a los servidores que entregan su tiempo y su amor a estos hermanos en “la caridad de Cristo”. La Iglesia Católica, está dando esta ayuda desde hace más de tres años, hemos entregado muchos alimentos a hermanos que sufren y tienen necesidad, muchas toneladas de amor y caridad. En ocasión de la Navidad 2018, el Nuncio Apostólico, Monseñor Luis Mariano Montemayor, entregó más de tres toneladas de alimentos en nombre del Papa Francisco a familias venezolanas en Cúcuta, para hacerles vivir el nacimiento de Cristo con más alegría. También, un grupo de médicos y enfermeras que trabajan por los enfermos y necesitados han prestado su ayuda para el cuidado de los enfermos y de los niños, entregando medicinas gratuitamente. Esa ayuda es urgente, necesaria, esperada por muchas madres de familia, por ancianos. Muchos venezolanos sienten cansancio, manifiestan la tristeza por ver a su nación en estas circunstancias, esperan con fe en Dios que puedan retornar a condiciones de vida digna, donde no les falte el pan y la atención médica. Tenemos delante de nosotros el drama de familias enteras que caminan por Colombia buscando el pan y un poco de abrigo. Es la hora de la oración y la petición a Dios por estos hermanos que tanto lo necesitan. Sigamos todos apoyando la caridad y el cuidado a estos hermanos que en otros momentos nos ayudaron y acogieron. + Víctor Manuel Ochoa Cadavid Obispo de Cúcuta

Dom 3 Mar 2019

¡Apersónate de tu existencia!

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - Cada uno cuenta. Cuenta lo que somos. Cuenta lo que hacemos. Cuentan nuestra realidad y nuestro relato. Cada uno aprenda a contar su vida. Pero también que cuente yo en la vida de otros. Que otros cuenten en mi vida. Que cada uno sea importante para sí y haga sentir a los demás importantes para él. Pareciera todo tan fácil. Pero no lo es. Nuestro riesgo mayor es desconectarnos de lo que somos, desconectarnos de los demás, de la vida misma, de nuestro origen y destino. Nuestro riesgo más fatal es la alienación: perder de vista la identidad, la intimidad, la responsabilidad. Cosificarnos, volvernos autómatas, fichas de engranaje, títeres de otros. Podemos así llegar a la locura, a la alienación mental, a no ser dueños de sí, de nada, de las palabras y conductas. Cuaresma, Pascua, Pentecostés: un recorrido anual con Cristo vivo, de su mano, de la mano de la Iglesia, para apersonarme de mi existencia. Un recorrido para rehacer la conciencia, restaurar la libertad, recuperar el horizonte, iniciar el retorno, reencontrar al Padre y al hermano perdidos, saberme humanidad perdonada y dignidad asumida, volverme “criatura nueva”. Un itinerario que me volverá a la Galilea de mi cotidianidad, al Cenáculo de la eucaristía, a la comunidad de servidores y discípulos, a respirar con el Resucitado y recibir el fuego de su Espíritu. Que me llevará a encontrar la puerta abierta para salir del encierro, del miedo, del pesimismo y de la culpa, para ser Iglesia y vivir la misión, para transformar también mi entorno humano, el mundo. Será ya, para siempre, el camino del Amor Nupcial y de la espiritualidad esponsal, viviendo en mi corazón la felicidad de Cristo Esposo y de la Iglesia Esposa, de la Humanidad, invitada toda ella, a desposarse con el Dios Amor. Será la vivencia del mundo como “nuestra casa común”, de la eucaristía dominical y la presencia sacramental de Cristo, como la misa que se vuelve la tierra en el cielo y el cielo en la tierra. Es la dicha de los enamorados, de la existencia como romance entre el Amor, que es Dios mismo, y este yo que se deja “sacar” de sí mismo, ponerse en éxodo y alianza, en obediencia y servicio, en solicitud misionera y compasiva. Te invito a entrar en este recorrido anual. La entrada es el MIÉRCOLES DE CENIZA, 6 de marzo, con el “acuérdate hombre que eres”, y qué eres; con el “conviértete y cree”; con “el Padre que ve en lo secreto” de tu intimidad al orar, ayunar, ofrendar, hacer penitencia…Entonces, Dios, la conciencia recta de mi propio yo, del otro y de su diferencia en mi prójimo, de mi libertad y autocontrol, irán tomando realidad. ¡Apersónate de tu existencia! + Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali.

Jue 28 Feb 2019

Otro paso importante

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo - Ha sido noticia en estos días el encuentro del Papa Francisco con los Presidentes de las Conferencias Episcopales de todo el mundo para afrontar el tema de los abusos a menores. Decía, en efecto, el Papa “la carga de la responsabilidad pastoral y eclesial nos pesa, obligándonos a discutir juntos, de manera sinodal, sincera y profunda sobre cómo enfrentar este mal que aflige a la Iglesia y a la humanidad”. Esta reunión no es el punto inicial sino un paso más en un camino doloroso de prevenir y combatir este drama mundial de los abusos a menores, que la Iglesia viene recorriendo desde hace varios años. El encuentro apunta a que siendo un problema global tenga también una respuesta global. Enfrentar seriamente este problema es muy complejo, pues exige actuar en múltiples campos: la formación de los candidatos al sacerdocio, la recta y eficaz aplicación de las disposiciones legislativas ya dadas por el Magisterio para las denuncias, investigaciones y procedimientos frente a este crimen de acuerdo también con las disposiciones dadas en cada país, la cuidadosa atención a las víctimas, la colaboración con diversas entidades para la prevención y corrección con decisión y justicia de los delitos, la adecuada pastoral sacerdotal, el permanente acompañamiento de la comunidad cristiana. Si se quiere superar radicalmente este mal es preciso entrar en un espíritu de purificación y conversión. Hemos aceptado un contexto de materialismo, hedonismo y relativismo que borra los criterios y normas del comportamiento moral, que anula la dimensión trascendente de la vida y que impide una auténtica espiritualidad. Hemos perdido la fe; hemos pecado mucho. Por tanto, necesitamos una conversión profunda que vaya a las raíces; no basta con poner controles jurídicos. Nos tenemos que comprometer a asumir la transformación total que ofrece el Evangelio y que lleva a la madurez humana y a la santidad que brillan en Cristo. Es necesario de otra parte, como ha señalado el Papa, transformar este mal en una oportunidad para la limpieza y acrisolamiento de la Iglesia. Nos encontramos en un momento de transición. Es verdad que toda transformación entraña aspectos inquietantes, pero esta evolución marcará la llegada de una nueva era y esto nos debe llenar de esperanza. Para ello, debemos comenzar por sanar las graves heridas que ha dejado el escándalo de la pedofilia tanto en los menores como en los creyentes. Urge en todos los católicos una sólida formación humana, una fe a toda prueba, un recio camino espiritual y una inquebrantable decisión de comunión eclesial. La Iglesia debe fortalecer su credibilidad. Si quiere cumplir su misión de presentarse como maestra para guiar la vida moral y la formación espiritual de la sociedad, no puede empañar su autoridad con las incoherencias y los testimonios perversos de las personas que en su interior cometen estos crímenes gravísimos, que avergüenzan a toda la comunidad, que llevan a los sacerdotes inocentes a cargar el peso de esta plaga y que entorpecen su tarea apostólica. Esto está haciendo realmente mucho daño. Debemos lograr que la comunidad se sienta segura y que las niñas, los niños y los jóvenes puedan participar con confianza en la vida de la Iglesia. Estos propósitos requieren entre nosotros una verdadera solidaridad. Como ha subrayado el Papa Francisco, siguiendo a san Pablo, somos un solo cuerpo, por eso todos somos responsables. Precisamente, la convocatoria de todos los Presidentes de las Conferencias Episcopales, representantes de todas las comunidades eclesiales de cada país, significa que se trata de un problema global de la Iglesia y que debe afrontarlo todo el pueblo de Dios. Es una movilización de toda la Iglesia para que reaccione solidariamente. Toda la Iglesia junta debe escuchar, afrontar y encontrar los mejores caminos en este momento. Oremos mucho y comprometámonos decididamente con humildad y esperanza. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Mié 20 Feb 2019

Juventud en Sinodalidad

Por: Mons. Ismael Rueda Sierra - Podría parecer extraño el título, pues a menudo cuando se habla de “sinodalidad”, expresión utilizada ahora tanto por el Santo Padre Francisco, podría pensarse especialmente en el Colegio de los obispos en unión con el Papa, en la tarea de discernir conjuntamente para el bien de la Iglesia y la humanidad. Sin embargo, llama la atención que ahora cuando se ha dado a conocer en edición propia, el documento final de la pasada XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, sobre los jóvenes, la fe y su vocación, aparece una novedad allí expresada: “En este Sínodo hemos experimentado que la colegialidad que une a los obispos cum Petro et sub Petro en la preocupación por el Pueblo de Dios está llamada a articularse y enriquecerse a través de la práctica de la sinodalidad en todos los niveles”(#119). Y en el número siguiente como respuesta por ahora a una pregunta que también hoy nos hacemos, de si vendrá un documento final del Santo Padre, llamado tradicionalmente “Exhortación Postsinodal”, se declara: “El final de los trabajos de la asamblea y el documento que recoge los frutos no cierran el proceso sinodal, sino que constituyen una de sus etapas. Dado que las condiciones concretas, las posibilidades reales y las necesidades urgentes de los jóvenes son muy diferentes entre países y continentes, aún en la comunión de la única fe, invitamos a las Conferencias Episcopales y a las Iglesias particulares a que continúen este camino, comprometiéndose en proceso de discernimiento comunitario que incluyan también a quienes no son obispos en las deliberaciones, como lo hizo este Sínodo….. Esperamos que en estos caminos participen familias, institutos religiosos, asociaciones y, sobre todo, los jóvenes, de manera que la “llama” de lo que hemos experimentado estos días se difunda” (#120). No cabe duda de que, con ocasión de este discernimiento sobre el mundo de los jóvenes que hace hoy la Iglesia universal, se da un paso muy importante en la participación efectiva de todo el Pueblo de Dios, no solamente en las consultas, sino incluido el discernimiento y la toma de decisiones en los diferentes campos del apostolado y actividad misionera “ad intra” y “ad extra” de la Iglesia. Un gran paso inaugurado por el Concilio, pero en retraso para su plena y eficaz aplicación. Por otra parte, hemos podido vivir la experiencia de la Jornada Mundial de la Juventud en Panamá, al final del mes pasado, presidida por el papa Francisco y con la presencia de innumerables jóvenes de todo el mundo. Su preparación y realización ha sido también ya una muestra en la práctica de esta sinodalidad de los jóvenes, dispuestos a hacer propia y caminar juntos la vida de la Iglesia en los nuevos tiempos. A partir de escucharlos, compartir con ellos un mensaje, el de Jesús, en el lenguaje propio y con las expresiones típicas del mundo juvenil; reconociendo que son el “ahora de Dios”, como se lo repitió Francisco, va tomando fuerza un paradigma, cargado de esperanza para la renovación de la Iglesia y la humanidad. + Ismael Rueda Sierra Arzobispo de Bucaramanga

Vie 15 Feb 2019

Cien años bien vividos

Por: Mons. Libardo Ramírez Gómez - El 18-02-1918, nacía en Zapatoca (Sant.), el débil niño, como el mismo advierte en buen reportaje periodístico (11-02-19), el hoy Cardenal José de Jesús Pimiento Rodríguez. Secretos son los proyectos de Dios, y, a pesar de esos visos iniciales, después de una vida colmada de valiosas realizaciones, acaba de cumplir cien años, y, bien vividos. En medio de tanta superficialidad de millares de personas, qué importante encontrar vidas colmadas de méritos, llenas de acciones que han “dado fruto, y fruto abundante” (Jn. 10,26). Inició estudios en su acogedora población natal, bajo la guía de las Religiosas Bethemitas, fue monaguillo en su Parroquia y a los 12 años pasó a adelantar estudios en el Seminario de San Gil, en donde cursó Secundaria, Filosofía y Teología, que culminó en el Seminario de Bogotá con brillantes resultados. Ordenado Sacerdote (14-12-41), prestó diversos servicios de importancia en su Diócesis de origen hasta ser nominado Obispo (28-08-55). Ejerció como Auxiliar de Pasto por cuatro años, hasta su designación como residencial de Montería, jurisdicción que regentó por cuatro años, siendo trasladado a la Sede de Garzón en 1964. Honda huella ddejó en estas Diócesis, con avances notorios en distintos frentes, como impulso a organizaciones laicales y de labor social, creación de Parroquias, y debiendo afrontar la destrucción de templos en todo el Huila, causado por terremoto en 1967. Siendo Obispo de Garzón fue elegido Presidente de la Conferencia Episcopal (07-72), que ocupó, muy eficientemente, por dos periodos. Colaboró ese año en la creación de la Diócesis de Neiva, y, en 1975, fue designado Arzobispo de Manizales, sede que regentó con sabiduría, firmeza y prudencia, hasta el 1996 Pasó, por dos años, a colaborar como sencillo Cooperador en Parroquia de la Diócesis de Apartadó. Vivió, luego, por varios años en Foyer de Charité, cerca de Bucaramanga, de donde salió dos años y medio a regentar, como Administrador Apostólico, la Diócesis de San Gil, y promovió la fundación de la Diócesis de Vélez (2003). Fue sorprendido, en el 2015, con su exaltación a Cardenal, sorpresa que menguó su salud, pero, restablecido ha asumido con gran responsabilidad su misión del gran servidor del Papa en la orientación de la Iglesia, con confortantes llamados al Episcopado a afrontar, con valor y claridad, su misión magisterial. Bien ha hecho la prensa al destacar su vida y pensamiento, como el Nuevo Siglo con otros dos comentarios míos sobre él de años pasados, y de otros columnistas. De resaltar reciente entrevista, con el Tiempo (11-02-19), ya mencionada, en donde dio dicientes y magistrales respuestas. Clara y profunda a propósito de su longevidad: “larga o corta, la vida es un don de Dios, y, a cualquier edad, hay qué mirarla como un regalo del Señor”. En cuanto a ser dócil a la voz de Dios, manifestó: “Dios lo va llamando a uno, sin darse cuenta, a comprender que allí esta Él”. Qué verdad la dicha sobre el Vaticano II, y su aplicación: “Si se estuviera aplicando habría menos problemas en la Iglesia y en el mundo”. Sobre nuevo Concilio Ecuménico advirtió sobre la dificultad de otra convocatoria con más de 6.000 Obispos en el mundo, y, con gran propiedad, da valor a los Sínodos con representación mundial, creados por S. Paulo VI, así sean con carácter consultivo, que van supliendo la necesidad de un Concilio. Ante graves debilidades de la Iglesia, que trae honda preocupación y voluntad firme de superarlas, dice que se debe tener en cuenta “que la Iglesia es divina por el Fundador, pero es humana por nosotros y tiene todas flaquezas nuestras”. Sinceras sus respuestas ante la realidad de la muerte y el natural temor humano ante ella, pero, puestos en manos de Dios, tiene “confianza en que no va hacer una cosa atormentadora, sino algo con luz”. + Libardo Ramírez Gómez Obispo emérito de Garzón Email: [email protected]

Lun 11 Feb 2019

La dimensión social de la evangelización

Por: Mons. Víctor Manuel Ochoa Cadavid - En estos días hemos estado reunidos los obispos católicos de Colombia para la realización de la 107ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal de Colombia, en ella nos hemos encontrado los pastores de la Iglesia colombiana para reflexionar y compartir en torno a un gran tema: La dimensión social de la evangelización y el compromiso socio-político del cristiano. Los Arzobispos, Obispos y Vicarios Apostólicos han llegado desde los distintos rincones de Colombia, de las grandes ciudades y de los territorios más alejados, de contextos urbanos o rurales. Como pastores del Pueblo de Dios, nos hemos propuesto reflexionar sobre la situación y compromiso que la Iglesia tiene para afrontar la realidad social de nuestra Patria. El tema afrontado es bien importante, pues la Iglesia realiza su tarea de anuncio del Señor en medio del mundo y, además pastores y fieles viven y están insertos en una realidad social concreta a la cual tienen que aportar necesariamente en su condición de ciudadanos. La fe nos lleva a mirar a Cristo y a responderle con generosidad en hechos concretos de nuestra realidad diaria. Necesariamente la aceptación del mensaje de salvación nos lleva a dar generosamente a otros ese mensaje de vida, mostrando que Cristo es el camino, la verdad y la vida. La tarea de la Iglesia es el anuncio alegre de Cristo, que no es otra cosa que la evangelización, dar razón de la buena noticia del maestro. Esta tarea fue recibida de Cristo: Id al mundo entero y predicad el evangelio (Marcos 16, 15). Es la buena noticia de Dios que se nos manifiesta en Jesús, una nueva perspectiva de lo social y del mundo que está contenida en la Doctrina social de la Iglesia. San Pablo, en la Carta a los Gálatas (1, 16) nos presenta cómo hay que dar razón de esa buena noticia del Señor a todos los hombres. Esta tarea evangelizadora quiere hacer participar del mensaje salvador a los hombres y mujeres de todo el tiempo y en condiciones muy diversas. La evangelización es hacer participar de esta buena noticia, de vida eterna a todos los hombres. La acción evangelizadora se realiza en el mundo, en la historia, en las condiciones concretas de los hombres y mujeres. La aceptación del mensaje de Cristo, comporta también una adecuación de los comportamientos y formas de vida a las enseñanzas del Maestro. El texto del Evangelio de Mateo en el capítulo 28, nos da claridad sobre esto: “Vayan, pues, a las gentes de todas las naciones, y háganlas mis discípulos; bautícenlas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Por mi parte, yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28, 18-20). Esta invitación es a participar en la misión, con la generosidad para ir a todos los rincones de la tierra, con una verdadera generosidad y esfuerzo, como lo ha hecho la Iglesia y sus misioneros. También el mandato del Maestro comporta el “hacer los discípulos” llevándolos a vivir según este modelo particular de vida. En tercer momento es necesario enseñar a obedecer al Señor, poniendo en la vida, en los hechos y en la acción diaria de los cristianos, sus palabras. El trabajo de nuestra Conferencia Episcopal nos llevó en estos días a poner la atención en la realidad del país, como lo ha hecho siempre en su historia, en las realidades del nuevo contexto social en el cual nos movemos. Un análisis profundo y serio que se refleja en el mensaje que ha sido publicado. Son muy grandes los retos de este momento, para la construcción de la paz, para el análisis de grandes temas que ocupan el panorama nacional: la corrupción, el narcotráfico, el micro-tráfico, la pobreza, la urgencia del fenómeno migratorio de los venezolanos, la crisis educativa. Algunos elementos son parte de nuestro análisis de la realidad social, llevándonos a leer en clave evangelizadora: las referentes a la economía, la evangelización de la política, el cuidado del mundo y del entorno en el cual vivimos. La palabra de la Iglesia quiere iluminar la realidad social con la luz del Evangelio de Cristo, llevando a que la experiencia del Maestro marque profundamente la forma con la cual se analice, cuide y explicite la construcción de un mundo en el cual se cumpla el plan de Dios para la historia humana. Mons. Víctor Manuel Ochoa Cadavid Obispo Diócesis de Cúcuta

Mié 6 Feb 2019

Trasmutación de todos los valores

Escrito por: Mons. Froilán Casas Ortiz - Vivimos una época paradoxal: se habla de derechos, se defienden en forma pasional, visceral y, a la par se irrespetan todos los valores. Se combate un dogmatismo, con armas de un dogmatismo más cortante que espada de doble filo. Han aparecido nuevos paradigmas que no solamente reemplazan a los antiguos, sino que los combaten. Culturalmente se ha hecho una metamorfosis total. Lo que ayer era bueno, hoy es malo y viceversa. Vivimos en una época en la que quieren que los sacerdotes se casen y que los casados se divorcien. Quieren que los heterosexuales tengan relaciones sin compromiso, pero que los “gay” se casen en la iglesia. No hay plazas para los pacientes en los hospitales, pero hay incentivos y patrocinio para quien quiere hacer cambio de sexo. Se ha llegado al colmo de “humanizar” a las mascotas, ya se les llama con nombres de humanos: Matías, Mateo, Lucas, etc. Valen más estos animales que los seres humanos. Se mata a los niños en el vientre materno y esto se llama liberación. La mascota ocupa un lugar privilegiado en el seno de la familia, -si es que hay familia-. Hay alimentación especial para gatos y perros mientras muchos niños mueren de hambre. Ahora los perros se “estresan”; ya necesitan sicólogo. Ahora las mascotas no se compran, se “adoptan”. Hay dinero para guarderías caninas y no hay presupuesto para vivir dignamente. Uno de los negocios que serán prósperos en el corto plazo es un cementerio para mascotas: ya se les hace duelo. Uno de los temas de conversación en ciertos círculos sociales, es el cuidado de las mascotas en términos de alimentación, vestido, salud, “esparcimiento”. Ya tenemos que aguantarnos las mascotas en los buses, en los aviones, en las salas de cine, en las cafeterías, restaurantes y hasta en las iglesias. ¡El colmo! ¿A dónde iremos? Quienes les damos a los animales el justo puesto, estamos resultando especímenes raros, ¿o será que estamos en vías de extinción? ¡Qué mundo tan contradictorio! Se cacarean a todo timbal los derechos y se silencian los deberes. Defendemos la vida, pero estamos a favor de la eugenesia agresiva y sin cuartel y aceleramos la muerte con los llamados defensores de la eutanasia. Para quitar el dolor, matemos al doliente; para acabar con el aborto, legalicémoslo. Cambiemos el calificativo moral y entramos en el listado de lo moral: a la mujer con desorden sexual, llamémosla, trabajadora sexual. Cambiémosle el nombre al aborto, llamémoslo, interrupción del embarazo. ¡Qué sofisma de distracción! La vida humana empieza a partir del cigoto. ¡No! Llamemos a ese proceso de mutación biológica como le dijera Simone de Beauvoir, protoplasma, parásito. Peor aún: amasijo de carne, enquiste en el vientre materno. ¡Qué horror, hasta dónde llega la degradación mora! Como decía un amigo sacerdote: “Este mundo está a lo mero perro”. Con cinismo se califican los parámetros morales del pasado. Hoy campea por doquier el relativismo moral. ¡Cuidado! Atrévase a pensar diferente. En materia moral, el mundo ha dado una vuelta de 180 grados de la noche a la mañana. Pero, no se preocupe amigo lector, aún no hemos tocado fondo. + Froilán Casas Ortíz Obispo de Neiva