Pasar al contenido principal

Opinión

Mié 12 Sep 2018

Hace un año

Por: Mons. Fabio Suescún Mutis - Sería un desperdicio histórico si la imagen y las enseñanzas del papa Francisco se hubieran ido sobre las alas del avión de regreso a Roma. Hace un año los colombianos recibimos este maravilloso regalo: tener con nosotros y entre nosotros al pastor de la Iglesia Universal. El Papa desde un principio se interesó por la suerte de un país agobiado por la violencia y sus daños colaterales. Se ofreció a colaborar a hacer cuanto estuviera de su parte para ser solidario en caminos de esperanza. De ahí que lo esperamos dispuestos a dar con él “el primer paso” hacia una convivencia reconciliada. El papa Francisco vino a acercarnos a Jesús, como misionero de la Buena Noticia del amor de Dios. Traía en su conciencia el deber de padre y pastor de reafirmar los esfuerzos para una reconciliación nacional que alejará la violencia, la muerte y la injusticia. Sabía que debía dar su aporte desde la enseñanza de Jesús, más allá de cualquier interés de grupo. La paz es para todos y un bien al cual todo ciudadano tiene derecho. El “primer paso” consistía en colocar una semilla de perdón y reconciliación para seguir avanzando en un camino que no es fácil. Consolidar un ambiente de paz lleva tiempo, exige paciencia y perseverancia. Debe beneficiar a todos y es obra de todos. El Papa desde un principio se interesó por la suerte de un país agobiado por la violencia y sus daños colaterales Reafirmó el Papa Francisco su constante invitación a instaurar “una cultura del encuentro”. Lo había dicho en la Universidad del Cairo en abril de 2017: “La única alternativa a la barbarie del conflicto es la cultura del encuentro”. En la plaza de Bolívar dio una definición de la cultura del encuentro: “Cultura del encuentro es saber que más allá de nuestras diferencias, somos todos parte de algo grande que nos une y nos trasciende, somos parte de este maravilloso país”. Lo contrario al encuentro es la distancia, la exclusión, la indiferencia, la polarización y en una palabra, es el pecado que lleva a la división, a mantener conflictos no superados, al descarte y a la corrupción. Cuando se recuerda la Visita esperada y gozada del Papa Francisco, hace un año, surge una pregunta lógica: ¿qué tanto ha calado y sigue calando su imagen y su enseñanza? Da la impresión que al no superarse las divisiones y enfrentamientos políticos, para muchos se trató de flor de un día. + Fabio Suescún Mutis Obispo Castrense de Colombia

Lun 10 Sep 2018

Y Ahora, ¿qué?

Por: Mons. Juan Carlos Cárdenas Toro - Indudablemente el viaje apostólico del Papa a Colombia fue un torrente de bendición y de gracia que millones de connacionales experimentamos. «El Señor no es selectivo, no excluye a nadie, el Señor abraza a todos; y todos somos importantes para Dios». Para el pueblo fue redescubrir la fuerza y vitalidad de la fe que se renueva en el encuentro con Dios por medio del sucesor de Pedro. Cada celebración y encuentro con el Papa fue una fiesta de fe; se podía casi que tocar la identidad cristiana de la nación. «Cuando las víctimas vencen la comprensible tentación de la venganza, se convierten en los protagonistas más creíbles de los procesos de construcción de la paz… ¡Basta una persona buena para que haya esperanza!». Para las víctimas y los que han sufrido por décadas el impacto de la violencia y las injusticias, la presencia del Sucesor de Pedro, sus gestos, sus palabras, su cercanía, fueron un impulso a la esperanza, a no dejar de creer que es posible caminar en la construcción de un futuro mejor. «Dios no nos quiere sumidos en la tristeza… Nuestra alegría tiene que es el primer testimonio de la cercanía y del amor de Dios». Para Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, la visita representó poder encontrar al hermano mayor que confirma en la fe y afianza la opción de servicio auténtico, creíble y valiente. Un modelo para asumir Así mismo, poder ver y escuchar al Papa fue una lección que deja mucho por interiorizar e incorporar en la acción eclesial. «…deseo vivir estos momentos de encuentro con alegría dando gracias a Dios por todo el bien que ha hecho en esta nación y en cada una de sus vidas». Vimos la pastoral de la cercanía, del respeto, del actuar desde los sentimientos y necesidades del otro. «Los ciudadanos deben ser valorados en su libertad y protegidos por un orden estable. No es la ley del más fuerte, sino la fuerza de la ley, la que es aprobada por todos, quien rige la convivencia pacífica». Escuchamos al profeta valiente, pero no agresivo que tuvo la palabra clara y oportuna para todos e invitó a construir, a superar, a unir. Y finalmente, en las agotadoras jornadas por Bogotá, Villavicencio, Medellín y Cartagena, acompañamos al misionero infatigable, que lo dejó todo y lo puso todo para sembrar en cada colombiano le buena semilla del Evangelio. Seguramente son muchas cosas más, pero a un año de este acontecimiento histórico, se encuentran estos dos sentimientos: Gracias, Señor, por los pies del mensajero que nos trajo palabras de bendición y paz; y ¡Cuánta tarea nos dejó! que se nos va el tiempo y hay que apurarse para ponerla en práctica. + Juan Carlos Cárdenas Toro Obispo Auxiliar de Cali

Sáb 8 Sep 2018

¿Cómo evangelizar la ciudad hoy?

Por: Mons. Omar Mejía Giraldo - Esta pregunta ha pasado muchas veces por mi corazón de pastor, es además, un interrogante que nos hace “perder” mucho tiempo en nuestras reflexiones pastorales. Al encontrarme con el presente texto y después de compartirlo, orarlo, meditarlo y contemplarlo con un grupo de hermanos sacerdotes, me he dado cuenta una vez más que definitivamente el único modelo evangelizador lo encontramos en Jesús, el Señor. Él es el camino, la verdad y la vida. Jesús, el Señor, es el único modelo que debe inspirar nuestra vida cristiana. El ADN propio del cristiano es la vida misma de Jesús, el Maestro y el Señor. Dice el apóstol Santiago que no podemos ser tan olvidadizos que nos acerquemos al espejo, miremos nuestro rostro y tan pronto salgamos de su presencia nos olvidemos de nuestra imagen (Cf Sant 1,23-24). Les propongo que miremos el precioso texto de hoy como el mejor espejo evangelizador que debe orientar nuestra vida de cristianos. Detengámonos en los detalles del texto. Comencemos por el final, dice la Palabra: “Y en el colmo del asombro decían: Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos”. La gente está maravillada, ¿y de qué se maravillan? Observemos los detalles. Jesús, manifiesta su poder sobre la enfermedad, su poder viene de lo alto. Jesús utiliza la pedagogía del encuentro. Escuchemos la Palabra: Él va hacía el mar de Galilea, pero antes pasa por la Decápolis, que significa literalmente diez ciudades. Era una región de diez ciudades al sudeste de Galilea, cuya población era de gente no creyente y marcada por la cultura helenista. Jesús va de camino y la gente de la ciudad recurre a Él. Allí precisamente le presentan un tartamudo sordo que además, apenas, podía hablar. La gente le ruega a Jesús que imponga la mano sobre él. Aparece así un signo precioso que expresa el amor misericordioso de Jesús: toma al enfermo y se lo lleva a un sitio aparte, “a solas”, donde le dedica tiempo para escucharlo, con atención, cuidado, paciencia, compasión, serenidad. Jesús tiene tiempo para el enfermo. Recordemos que el enfermo hablaba con dificultad, sin embargo, Jesús no tiene prisa, invierte su tiempo en escucharlo. Jesús le permite al enfermo que se exprese, que se comunique, que le manifieste su situación, su dolor, sus circunstancias… Luego, Jesús, continúa con otras acciones propias de su personalidad: le mete sus dedos en los oídos y le toca la lengua con su saliva, levanta los ojos al cielo y pronuncia una palabra con tono imperativo, da una orden contundente: “Effetá” – “Ábrete”. Interpretemos la actitud de Jesús frente al enfermo, en nuestra vida personal, familiar, social y comunitaria. Hermanos, necesitamos salir, ir de camino, el Papa nos invita a ser “callejeros de la fe”. Salgamos de nuestro individualismo, compartamos nuestra experiencia de Dios. Vayamos a la calle, a los campos, vayamos de camino, que alguien nos necesita, no nos encerremos en las sacristías, en las oficinas, en nuestro metro cuadrado. Salgamos de las comodidades de nuestras instituciones ancladas en el pasado. Salgamos de nuestras instalaciones físicas, institucionales y existenciales… Hay hermanos que nos necesitan, pero les da pena venir a nosotros, vayamos a ellos, basta de una pequeña iniciativa nuestra y nos dan la oportunidad de servirles en el nombre del Señor y con su poder. Si estamos necesitados también salgamos, dejémonos ayudar de los demás, nuestros líderes no son adivinos, hay que contarles de nuestras necesidades, de nuestras prioridades y motivaciones. El tartamudo sordo, no fue por sí mismo a Jesús, dice la Palabra que la gente le pide a Jesús que le imponga la mano. Un grupo de personas se interesó por la situación del enfermo y lo llevan a Jesús, interceden ante Él para que lo cure. Hermanos, todos, estamos necesitados, todos necesitamos de Dios y necesitamos de los demás, no nos encerremos, comuniquemos nuestras necesidades. Con prudencia y respeto, comuniquemos las necesidades de los nuestros hermanos para que sean ayudados. Otro detalle: contemos nuestras necesidades y las necesidades de los hermanos a las personas indicadas; los problemas y las dificultades personales y familiares no hay que ir pregonándolos por todas partes, cuando necesitemos ayuda, busquemos las personas adecuadas y preparadas para que nos orienten. Del evangelio de hoy podemos aprender también la importancia de la oración de intercesión. Madres, padres, maestros, sacerdotes, religiosas, amigos…, cuando veamos un pecado, una enfermedad…, en alguien de nuestra comunidad, no seamos imprudentes, no vayamos señalando a nuestros hermanos, y menos a través de las redes sociales. Cuando hayan errores entre nosotros, lo primero que debemos hacer es comunicar a Jesús, el Señor, la necesidad de nuestro hermano, estemos seguros que Él, con su amor, misericordioso le devolverá la salud. El evangelio de hoy nos enseña unas virtudes que nos pueden servir para mejorar nuestra manera de comportarnos y relacionarnos tanto en el campo como en la ciudad: Estar en actitud de salida, ir hacía los demás, apertura…, no encerrarnos, ir por los campos, pueblos y ciudad con menos prisa, con mayor apertura a observar y escuchar a los demás. Generar la cultura del encuentro, posibilitarle a los demás la oportunidad para que se acerquen, no nos encerrarnos, todos necesitamos de todos… Solidaridad, escuchar las necesidades de los hermanos, invertir tiempo en los demás, escuchar, “acariciar”. Nuestras manos son para bendecir y hacer el bien… Con nuestra lengua (comentarios), hablar bien, siempre bendecir, jamás maldecir… Ir más allá de nuestras fronteras, si Jesús visitó uno pueblos no creyentes, también nosotros debemos estar abiertos a coger a todos, sin distinción de raza o credo social… Escuchar para poder hablar, escuchemos antes de hablar, seamos prudentes para hablar. Pidámosle a Dios que nos conceda la gracia de sanarnos de nuestra sordera y de nuestra manera de hablar. Hablemos bien unos de otros… Oremos levantando los ojos al cielo, clamemos a Dios pidiendo la salud física, espiritual, mental y emocional de nuestros hermanos. La gente dice de Jesús: “Todo lo ha hecho bien”. Pregunta: ¿Si hoy me muriera, será que nuestra gente podría decir de mi: “todo lo ha hecho bien”? Máxima: “hacer el bien y evitar el mal”. Marcos 7, 31-37 En aquel tiempo, dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo, que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga la mano. Él, apartándolo de la gente, a solas, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y mirando al cielo, suspiró y le dijo: Effetá (esto es, «ábrete). Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba correctamente. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían: Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos. Tarea: - Leer la exhortación del Papa Gaudete et exsultate, números del 86 a 92. - Durante la semana vamos a proponernos a acercar alguien nuevamente a Dios.

Vie 7 Sep 2018

A un año de la visita del Papa

Por: Mons. Héctor Fabio Henao Gaviria - Un mensaje central de la visita del Papa Francisco a Colombia fue el de animar al pueblo colombiano a dar el primer paso en el camino de la reconciliación, nos invitó a abrir nuestros corazones de pueblo de Dios y dejarnos reconciliar “no tengan temor a pedir y a ofrecer el perdón. No se resistan a la reconciliación….es hora de sanar heridas, de tender puentes, de limar diferencias. Es la hora para desactivar los odios, renunciar a las venganzas y abrirse a la convivencia basada en la justicia, en la verdad y en la creación de una verdadera cultura del encuentro fraterno”. Recordamos que el viernes 8 de septiembre de 2017 en el parque de las Malocas en Villavicencio, el Papa Francisco dejo eco de su mensaje en el Encuentro de Oración por la Reconciliación Nacional. Durante este acto solemne, el presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, Monseñor Oscar Urbina exaltó que durante 30 años de la semana por la paz, la Iglesia Católica y diversas organizaciones de la sociedad civil, conscientes que la paz es un don de Dios y una responsabilidad confiada a todos, se ha celebrado anualmente esta semana de oración, reflexión y trabajo por la paz. Allí reunidos con el Papa Francisco más de 4 mil víctimas venidas de todas las regiones del país, excombatientes, sociedad civil y funcionarios del gobierno hicieron la oración al Cristo de Bojayá. Este año se cumplieron 16 años de la masacre de Bojayá siendo este un hecho representativo del conflicto en Colombia, y es frente al Cristo de Bojaya que el Papa dijo que verlo así “mutilado y herido, nos interpela” nos enseña que “el odio no tiene la última palabra, que el amor es más fuerte que la muerte y la violencia. Nos enseña a transformar el dolor en fuente de vida”. Esta reflexión la hizo tras escuchar el salmo 85 en relación con cuatro testimonios de personas que contaron desde su experiencia profunda, la manera como han vivido el conflicto armado, y cómo se han proyectado en un futuro de reconciliación y paz. Luego de un año Pastora Mira, uno de los testimonios escuchados en Villavicencio con mucha alegría cuenta que este ha sido uno de los mejores regalos para su vida, “me ha hecho más sensible y más comprometida especialmente con los jóvenes, me he dedicado a alimentar corazones que sufren el dolor”. Deisy Sánchez quien también compartió su testimonio, hoy cree que “confesar la verdad te permite construir la paz interior, que conozcan la verdad construye la paz en el mundo, después de dar el primer paso es indispensable dar los siguientes”. Luego de un año de esta visita apostólica, el Santo Padre ha dejado huellas históricas, ha sido un año de debates, pero también de caminos que se están abriendo hacia la reconciliación con ejercicios a nivel local donde las comunidades han empezado a dar vida al mensaje en sus territorios. Pero también nos sigue interpelando el llamado del Santo Padre cuando retomaba el salmo 85 “misericordia y verdad se encuentran, justicia y paz se abrazan” porque es un llamado que permanece vigente en la transición que vive el país y como el mismo Santo Padre lo dice, es una súplica a Dios a restaurar nuestras vidas. La capacidad de perdonar injusticias es sólo posible con la presencia del Señor. La relación entre verdad y misericordia es un binomio que sigue siendo pertinente a nuestro país hoy, donde miles de víctimas están en búsqueda de la verdad para dar ese paso a la reconciliación. Juan Carlos Murcia uno de los testimonios lo dijo de la siguiente manera: “Hoy puedo decir con certeza que me he liberado de la mentira que se esconde tras la violencia, y enfrento la verdad de mi historia”. Por otro lado, la misericordia a la verdad. El otro binomio del salmo que nos recordaba el Papa es de paz y justicia en donde para alcanzar la paz necesitamos de la justicia y no se puede separar ninguno de estos binomios. Un hecho para resaltar luego de este año es la misión de acogida que han asumido la Iglesia de frontera para atender a la población venezolana en tránsito fronterizo, donde se materializa la invitación del Santo Padre en cuatro acciones: acoger, proteger, promover e integrar. Ejemplo de ello es la acción que realiza la Diócesis de Cúcuta en la Casa de Paso la Divina Providencia que ha acogido a más de 1500 migrantes venezolanos que todos los días cruzan la frontera, brindando más de 400 mil almuerzos en un año. Mons. Héctor Fabio Henao Gaviria Director Secretariado Nacional de Pastoral Social

Mié 5 Sep 2018

El Papa Francisco en el ojo del Huracán

Por: Mons. Fabián Marulanda López - Leemos en el Evangelio de san Juan que “Jesús sabía desde el principio quienes no creían y quién lo iba a entregar” (Mt.6,64). Muchos se extrañaban de sus milagros y de su sabiduría, pero se negaban a creer que de Nazaret pudiera salir algo bueno. Esta historia parece repetirse hoy con el sucesor de Pedro en la Sede de Roma. El Papa Francisco se encontró desde el principio con una Curia “signada por la inercia, los escándalos, la corrupción y los más oscuros intereses”. No es pues casual que cada vez sean más los Prelados que lo critican. “Sin la menor duda, dice uno de ellos, el Papa es un genio de las comunicaciones; se comunica muy bien con las multitudes, los medios y los fieles. Una gran ventaja es que parece simpático. Por otra parte, sus opiniones sobre el capitalismo y la justicia social son demasiado de izquierda. Queda claro que el Papa está marcado por el ambiente del que proviene. En Suramérica existen grandes diferencias sociales y grandes discusiones sobre las cosas que suceden: es gente que habla mucho y resuelve poco”. El cardenal Robert Sarah, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino, dijo al regresar de un viaje a Francia: también dentro de la Iglesia Católica existe confusión sobre cuestiones doctrinales, morales y disciplinarias fundamentales. Con el mismo título de esta nota, los medios de comunicación han hecho eco a los informes sobre abusos y violación de menores por parte de sacerdotes y Prelados de Chile, Estados Unidos e Irlanda. Y aunque el Papa Francisco ha sido categórico en condenar dichos escándalos, en exigir tolerancia cero y en pedir perdón a las víctimas en nombre de la Iglesia, no han faltado las voces de quienes pretenden hacer recaer sobre el Papa la culpa de que estos hechos sucedan. Después de haber vivido los días inolvidables de la Visita del Papa Francisco a Colombia, de recordar la emoción y el entusiasmo de la gente y de volver a leer sus mensajes en un lenguaje familiar y sencillo, duele pensar que no haya sucedido lo mismo en sus visitas a Chile e Irlanda, donde la denuncia de abusos y escándalos sexuales por parte de clérigos y obispos, ha producido una pérdida de credibilidad y de entusiasmo en la feligresía católica. Al fin y al cabo, los abusos sexuales de los sacerdotes, hacen daño a la totalidad de la Iglesia Y duele pensar, por supuesto, que el Papa Francisco tenga que cargar, como Jesús, la cruz de los pecados cometidos por miembros de la Iglesia que, si bien es una Iglesia santa, está integrada por hombre pecadores. + Fabián Marulanda López Obispo emérito de Florencia

Lun 3 Sep 2018

Frutos y compromisos tras la visita de S.S. Francisco

Por: Monseñor Oscar Urbina Ortega - Ante la visita del Papa Francisco, surge para la Iglesia en Colombia un gran compromiso de hacer eco al mensaje pastoral del Vicario de Cristo, para que sus palabras y enseñanzas se mantengan vivas y se conviertan en un itinerario esperanzador de reconciliación y paz para el país. Somos conscientes que debemos ir al encuentro de aquellos que llenaron los lugares donde estuvo el Papa, como también de aquellos que lo siguieron por los medios de comunicación tradicionales y digitales. Hay que ir al encuentro de esos miles y miles de colombianos que se abrieron al mensaje de Francisco y, quizás, hoy sienten y piensan que se merecen una nueva oportunidad enmarcada en los valores de la justicia, la solidaridad, la fraternidad, la reconciliación y la paz. Por esta razón hemos suscitado espacios que nos han permitido, desde la grata recordación de los temas expuestos en Colombia por el Santo Padre, recurrir a nuevas metodologías de encuentro, discernimiento, acercamiento a la Sagrada Escritura y al Magisterio de la Iglesia, promoción vocacional y defensa de la vida y la familia. En este sentido podríamos compartir que: Los obispos del país nos reunimos en asamblea plenaria extraordinaria en noviembre del año pasado, para reflexionar sobre el mensaje que nos dejó a los colombianos el Santo Padre. Se han realizado innumerables conversatorios, foros, conferencias, sobre el mensaje del Papa, realizados en universidades, colegios, diócesis y parroquias. Se han diseñado y emitido por diferentes espacios muchas piezas gráficas y audiovisuales, así como entrevistas en los medios de comunicación y libros con las homilías y los discursos que el Santo Padre pronunció en Colombia. Desde el Departamento de Educación de la Conferencia Episcopal, en alianza con CONACED y SM Editores, se han impulsado una serie de foros regionales sobre la educación católica, teniendo como eje transversal la ‘cultura del encuentro’ propuesta por el papa Francisco. Estos foros se han realizado en Cúcuta, Medellín, Cali, Neiva, Barranquilla, Ibagué y el último de este año será en Bogotá los días 18 y 19 de septiembre. Se está organizando un diplomado con la universidad Javeriana sobre la ‘cultura del encuentro’. En algunas jurisdicciones eclesiásticas se han promovido iniciativas de pastoral social como las que bendijo el Papa en Cartagena: Talitha Qum y María Revive, espacios para atender las necesidades de los más pobres. Se realizó un congreso nacional sobre la reconciliación y se institucionalizó la ‘Jornada anual de oración por la reconciliación’ cada 3 de mayo. La Conferencia Episcopal publicó el libro ‘Raíces de la Violencia en Colombia’ y, junto con la Presidencia de la República, se está editando un libro-recordatorio sobre la visita del Papa con sus discursos, homilías y fotografías. Se prepara Expocatólica 2019 (marzo 7 al 10), en Bogotá, con el lema: “Sigamos caminando juntos, al paso de Francisco”. Esta será una oportunidad para ‘seguir caminando juntos’ al paso de la enseñanza que dejó la visita del Papa Francisco; será una ocasión propicia para que las personas, entidades e instituciones, nacionales e internacionales, puedan compartir las experiencias creativas e innovadoras de su actividad empresarial; y se disfrutará de un espacio de oración y cultura en el cual se visibilizarán las iniciativas de promoción humana integral de todas las regiones del país. Pero, quizás, el mayor aporte que nos pudo hacer el Papa con su visita fue animarnos a cambiar la manera de ver la realidad colombiana. Abrirnos realmente a la necesidad de reconciliación para dar pasos significativos hacia una “paz estable y duradera”. Él fue enfático cuando dijo: “Si Colombia quiere una paz estable y duradera, tiene que dar urgentemente un paso en esta dirección, que es aquella del bien común, de la equidad, de la justicia, del respeto de la naturaleza humana y de sus exigencias. Sólo si ayudamos a desatar los nudos de la violencia, desenredaremos la compleja madeja de los desencuentros: se nos pide dar el paso del encuentro con los hermanos, atrevernos a una corrección que no quiere expulsar sino integrar; se nos pide ser caritativamente firmes en aquello que no es negociable; en definitiva, la exigencia es construir la paz, «hablando no con la lengua sino con manos y obras» (san Pedro Claver), y levantar juntos los ojos al cielo: Él es capaz de desatar aquello que para nosotros pareciera imposible, Él ha prometido acompañarnos hasta el fin de los tiempos, Él no dejará estéril tanto esfuerzo.” (Homilía en Cartagena, sept. 10 de 2017) + Oscar Urbina Ortega Arzobispo de Villavicencio Presidente de la Conferencia Episcopal

Vie 31 Ago 2018

Nuestros hermanos venezolanos

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - Cali es paso obligado a los países suramericanos. Por eso es destino de gran parte del flujo de migración forzosa de venezolanos. Muchos han llegado ya. No hay cifras precisas, pero son cientos de miles, porque siguen y seguirán llegando por varios años. No se trata de algo pasajero. La situación que lo origina tenderá a agravarlo, sea cual fuere el desenlace. Porque más que un absurdo sistema ideológico y político, se trata de una situación estructural de vieja data: han sido una economía y sociedad subsidiadas, dependientes del petróleo. Tardarán en salir de allí y nivelarse con la economía internacional. Entendiendo lo anterior, Cali y Colombia entera tienen el deber de dar respuestas adecuadas y de fondo, no de evasivas, ni de meros trámites documentales, “para una migración ordenada, segura y legal”. Mucho menos de justificaciones egoístas o declaraciones de impotencia, para cerrarles puertas y dejarlos a la deriva en calles y carreteras. Y la respuesta nos obliga a todos. Son rostros, situaciones, manos y grupos de hermanos nuestros, que claman ante nosotros y ponen a prueba nuestros valores más profundos: los de acoger, respetar, servir, compartir, proteger, acompañar, restaurar, animar, integrar, dignificar. Somos los ciudadanos, las familias, las organizaciones comunales, los propietarios de tierras, los empresarios y comunicadores, los voluntariados, las Iglesias, quienes los sentimos a nuestro lado, quienes no podemos chutar la responsabilidad a otros, ni dejarnos infestar por la indiferencia o actitudes oportunistas y agresivas. La magnitud del reto nos compromete a organizarnos cada vez mejor, con el apoyo local e internacional de organizaciones humanitarias, con la presión sobre nuestros elusivos gobernantes. Para nosotros, Iglesia Católica, es la hora de Jesús, la hora de la misericordia: “lo que hacen o dejen de hacer a uno de estos, lo hacen o dejan de hacer conmigo”. Es la misericordia de las obras, o al revés, las “obras de misericordia” inmediatas, pero unidas a esa lucha de los pueblos y naciones de la tierra para erradicar el hambre, la sed, la desnudez, el despojo, la exclusión, la enfermedad, el crimen y el delito, las prisiones, la tristeza y la soledad de quienes sufren, de las víctimas sin discriminación alguna: (Mateo 25,31-40). Es deber del creyente en Cristo Jesús y de su Iglesia, encontrarlo a Él en el pobre y la víctima, no solo en la Biblia y la liturgia. Es deber del colectivo social, animado por los creyentes, erradicar de las culturas, pacífica y democráticamente, las causas de la inhumanidad y de la exclusión, de las injusticias y monopolios. La fe no son meros actos caritativos, ni mero culto e Iglesias, sino también esfuerzos válidos por transformar el mundo en “Civilización del Amor”, en Reino de Dios, contenido en Jesús como Evangelio viviente. Este mes de septiembre, mes bíblico de Las Sagradas Escrituras, fundamentadas en la Persona de Cristo Jesús, mes de Los Migrantes, mes de la Paz y de los derechos humanos (San Pedro Claver, semana por la paz), entre otros motivos, mueva a las Iglesias cristianas y Católicas que están en Cali, a todas nuestras parroquias, instituciones y obras, a APERSONARNOS DE NUESTROS HERMANOS VENEZOLANOS. “Nadie se acueste en Cali sin oír la voz del prójimo venezolano”, podríamos decir, recordando al inolvidable padre Alfonso Hurtado, “el de la explosión de Cali el 7 de agosto de 1956”, como quedó en la mente y corazón de los caleños. A nuestra Pastoral de Migrantes, a la Pastoral Social y Banco de Alimentos, a nuestros voluntariados, les agradezco su sacrificio por esta población migrante y refugiada. A la naciente Delegación de Pastoral Bíblica, conformada con la Facultad de Teología de Unicatolica, los aliento a impulsar, desde la espiritualidad discipular, este compromiso de fe y de acción eclesial. + Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali

Lun 27 Ago 2018

De la doctrina a la vida. “Salvaguardar el medio ambiente” (2da. Parte)

Por: Mons. Juan Carlos Cárdenas Toro - Continuemos abordando el pensamiento de la Iglesia acerca de la cuestión ambiental. En esta ocasión, la relación y la responsabilidad que el ser humano debe tener con la “casa común”. Cuidadores, no depredadores Si algo ha enseñado siempre con claridad la Iglesia es que el bíblico «llenen la tierra y sométanla» (Cf. Génesis 1, 28-30), para nada significa hacer de toda la naturaleza simple recurso para usar de modo irracional. Sobre el particular, citando a san Juan Pablo II en la encíclica Centessimus annus, el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia afirma que el ser humano «no debe “disponer arbitrariamente de la tierra, sometiéndola sin reservas a su voluntad, como si ella no tuviese una fisonomía propia y un destino anterior dados por Dios, y que el hombre puede desarrollar ciertamente, pero que no debe traicionar”» . Esto implica que el hombre tiene un papel éticamente responsable en su relación con los demás seres creados. Y de esto debemos ser especialmente conscientes los discípulos de Jesús: ejerciendo esta responsabilidad en el trato y relación con la naturaleza, pero también siendo “guardianes” de ello con nuestros semejantes, inspirados en revelación de Dios en las enseñanzas de la Iglesia, cultivando en ellos esta actitud. Es evidente, pues, que no hay nada más coherente con nuestra fe cristiana que relacionarse reverentemente con este “santuario sagrado” que con tanto amor Dios ha preparado, como es el universo entero, del cual nuestro planeta y nosotros mismos somos una pequeñísima parte. Aunque para el momento de la publicación del CDSI, el tema del cambio climático no era algo tan fuerte como en nuestro tiempo, para la Iglesia no hay duda de que el frágil equilibrio de la creación está amenazado seriamente si el hombre actúa sin la debida delicadeza hacia ella. Si en lugar de cuidador, el hombre se vuelve un depredador, el hombre termina “suplantando” «a Dios y con ello provoca la rebelión de la naturaleza, más bien tiranizada que gobernada por él» . Progreso científico con la naturaleza, no contra ella Constata el CDSI que la ciencia y la técnica humana extienden cada vez más su conocimiento y dominio sobre “casi toda la naturaleza”. En principio, estos avances se consideran positivos y son el reflejo de la capacidad creativa con que Dios hizo al ser humano, pues lo creó a “su imagen y semejanza”. Pero el progreso científico, técnico y tecnológico no pueden conducir a que el hombre se considere todopoderoso y sin límites en el uso de su facultad de conocer y transformar el entorno; el cumplimiento de este rol debe también ampliar el sentido de la responsabilidad individual y colectiva y, por supuesto, ética y moral. Citando al Concilio Vaticano II, el CDSI, sostiene que «toda la actividad humana debe encaminarse, según el designio de Dios y su voluntad, al bien de la humanidad» . Son buenas, pues, la ciencia, la técnica y la tecnología, pero siempre y cuando, al desentrañar los misterios de la creación, se sirvan de ella con respeto, cuidando de no romper su vulnerable equilibrio y poniendo también por delante el bien de la humanidad antes que el primado del lucro. No es ambiguo el magisterio de la Iglesia en este punto: «Los científicos, pues, deben “utilizar verdaderamente su investigación y su capacidad técnica para el servicio de la humanidad”, sabiendo subordinarlas “a los principios morales que respetan y realizan en su plenitud la dignidad del hombre” . Hoy, cuando apreciamos todos los días los efectos devastadores que ocasionan al planeta las acciones irresponsables del ser humano, es valioso y muy loable que las actividades científicas se concentren en resolver los graves problemas que aquejan a la humanidad: «el hambre y la enfermedad, mediante la producción de variedades de plantas más avanzadas y resistentes y de muy útiles medicamentos» .Se trata de ser prudentes y aplicar con rectitud estos principios. Es muy útil que esto lo tengan en cuenta en la academia y los espacios de investigación. Particular atención merece la investigación genética. Al respecto, el CDSI señala que «conviene tener en cuenta la naturaleza de cada ser y su mutua conexión en un sistema ordenado»; y en este sentido advierte sobre el grave riesgo de las alteraciones que puede provocar en la naturaleza «una indiscriminada manipulación genética» y «el desarrollo irreflexivo de nuevas especies de plantas y formas de vida animal», incluso en el campo de la vida humana misma . Conviene concluir esta segunda parte, recordando el origen de todo: la tierra con toda su exuberancia vital, y el universo entero son obra de Dios, un don, una bendición. En todos ellos, en nosotros mismos hay una ley propia que Él dispuso y que el ser humano debe respetar cuando se trate de hacer uso de cualquiera de los seres con los que tenemos contacto. El hombre no debe disponer de la creación «sometiéndola sin reservas a su voluntad, como si ella no tuviese una fisonomía propia y un destino anterior dados por Dios» . + Juan Carlos Cárdenas Toro Obispo Auxiliar de Cali [icon class='fa fa-download fa-2x'] Descargar editorial[/icon] [icon class='fa fa-download fa-2x']De la doctrina a la vida. “Salvaguardar el medio ambiente” (1ra Parte)[/icon]