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predicación orante

Vie 26 Jul 2019

Solo en la oración se puede descubrir y experimentar el proyecto de Dios

Primera lectura: Gn 18,20-32 Salmo: Sal 138(137),1-2a.2bc+3. 6-7.8 (R.cf. 17, 6a) Segunda lectura: Col 2,12-14 Evangelio: Lc 11,1-13. Introducción • Con la figura de Abraham aprendemos a relacionarnos con el Señor, en la oración descubrimos su rostro y su ser. Reconocemos la misericordia de Dios, que, a pesar de no encontrar a un justo, siempre da la oportunidad. • En este domingo, podríamos profundizar en el significado y la importancia de la oración y cómo Jesús nuestro maestro, nos enseña a orar. • En la Eucaristía decimos las palabras de la única oración que dejó a sus seguidores. Rezándola, comprendemos que la oración de los cristianos es estar en sintonía y comunión con su proyecto de vida, “Padre santificado sea tu nombre, venga tu reino.” 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? En la lectura del Génesis (18, 20-32), Abrahán es presentado como mediador e intercesor del pueblo, su plegaria es atendida por Dios en una serie de condiciones que no se cumplen, Dios actúa y pide un corazón justo. El salmista expresa en su oración la experiencia de diálogo con Dios, su confianza, porque Dios escucha a sus fieles, “te doy gracias, Señor, de todo corazón... por tu misericordia y tu lealtad... el Señor se fija en el humilde... cuando camino entre peligros me conservas la vida y tu derecha me salva”. San Pablo en Colosenses (2,12-14) nos recuerda que por el bautismo hemos sido sepultados con Cristo y hemos resucitados con él. De esta manera fuimos injertados en el misterio pascual, obteniendo el perdón de nuestros pecados. Y san Lucas en el texto de este domingo (Lc. 11,1-13) presenta a Jesús enseñándonos a orar, nos enseña el Padre Nuestro y da las indicaciones de cómo debe ser esta oración: perseverante y confiada, “pedid y se os dará”; oramos con la seguridad que Dios “dará el Espíritu Santo a los que se lo piden”. El mensaje de la primera lectura y el evangelio, nos indican el camino precioso de la oración, para procurar el encuentro diáfano y transformador con Dios, nuestro Padre. Ya está disponible en la librería de la Conferencia Episcopal Predicación Orante de la Palabra. II De la Santísima Trinidad a Cristo Rey | Ciclo C . 2019 [icon class='fa fa-download fa-2x']MÁS INFORMACI{ON[/icon]

Vie 19 Jul 2019

Qué importante es saber recibir al Señor y buscar hacer amistad y familiaridad con Él

Primera lectura: Gn 18,1-10a Salmo: Sal 15(14),2-3a.3bc-4ab.5 (R. cf. 1a) Segunda lectura: Col 1,24-28 Evangelio: Lc 10,38-42 Introducción Las lecturas de la Misa de hoy nos muestran que, al igual que Abraham, estamos invitados a acoger el paso del Señor; además san Pablo exhorta a los Colosenses a ser discípulos servidores del anuncio de Cristo y en el Evangelio se nos muestra como el discípulo de Cristo se debe caracterizar por la acogida de Cristo, la escucha atenta y el servicio del anuncio. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El Evangelio nos presenta a Jesús como un peregrino que en su viaje hacia Jerusalén necesita del reposo y para eso entra en casa de sus amigos en Betania, y allí es recibido por las dos hermanas de Lázaro, Marta y María, que lo acogen con alegría. Con una enseñanza acerca de la primacía de la Palabra en la vida del discípulo se podría establecer una relación con la pregunta del jurista hace ocho días en el pasaje del Buen Samaritano, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna? Donde la escucha de la Palabra del Señor entra como el elemento fundamental, al igual que entra el amor practicado por el buen samaritano, en la parábola precedente. El texto hay que entenderlo desde una forma de vivir el discipulado, en la acogida, en la escucha y en el servicio. Más aún, el texto invita al lector a jerarquizar las prioridades, puesto que lo que Marta está haciendo no está mal, sin embargo, hay cosas que merecen mayor atención; así la teología de Lucas nos enseña que ante la Palabra del Señor todo queda relativizado y que la escucha tiene el primer lugar. Todo servicio al Señor debe estar nutrido, fortalecido por su Palabra, de modo que, la Palabra es la fuente de todo servicio verdadero. No se puede ocultar la tensión existente entre el servicio y el discipulado, o acaso una posible problemática de afanarse en servir sin escuchar la Palabra del Señor o como algunos han interpretado de que la iglesia se había cansado de predicar y nadie les hacía caso por el retardo de la parusía y era el momento de escucharle a Él. De la misma manera que no se puede ser discípulo suyo si antes él no nos ha acogido y nosotros le hemos escuchado, en la escucha de su Palabra está el origen de la verdadera diaconía de sus discípulos. La relación con el pasaje precedente puede ser en otro sentido, así como el sacerdote y el levita pasaron de largo por ir a servir al templo y obviaron la presencia del Señor que estaba malherido y medio muerto olvidando su palabra de amor, así Marta preocupada por servir, se olvidó de lo más importante, la presencia y la Palabra del Señor. Además, así como se ensanchan los límites del prójimo (ya no es tan sólo el de mi pueblo y el de mi raza), ahora el amor es universal, para todos, también las mujeres tienen cabida en el discipulado de Jesús, todos pueden ser sus discípulos, hombres y mujeres. Más que todo, la escucha de Palabra de Jesús y su puesta en práctica son elemento indispensable para heredar la vida eterna.

Vie 12 Jul 2019

¿qué tengo que hacer para alcanzar la vida eterna?

Primera lectura: Dt 30,10-14 Salmo: Sal 69(68),14.17-18. 30-31.33-34.36ab+37 (R. cf. 145[144], 18) o Sal 19(18),8.9.10.11(R. 119[118], 105) Segunda lectura: Col 1,15-20 Evangelio: Lc 10,25-37 Introducción • El Deuteronomio nos recuerda que los mandamientos no son letra muerta, deben estar en nuestro corazón para ponerlos en práctica. • San Pablo nos presenta a Cristo como el principio y fundamento de todo, Él es la cabeza de la Iglesia y nosotros, como miembros de su cuerpo, hemos de seguir su ejemplo, haciendo lo mismo que él hizo. • La parábola del Buen Samaritano es una invitación a no descuidar el amor a Dios desde el compromiso de cuidar y velar continuamente por las necesidades del hermano.

Vie 21 Jun 2019

Que la Eucaristía despierte en mi la sensibilidad de Jesús por los demás

Primera lectura: Gn 14,18-20 Salmo: 110(109),1.2.3.4 (R. cf. 4b) Segunda lectura: 1Co 11,23-26 Evangelio: Lc 9, 11b-17 Introducción La palabra de Dios nos plantea tres líneas temáticas de reflexión: • En el libro del Génesis, Melquisedec ofrece a Abraham un poco de pan y vino, a través de este gesto de solidaridad, Abraham y sus hombres pueden reponer sus fuerzas. Vemos acá una invitación a ofrecer el alimento a quienes desfallecen humana y espiritualmente. • San Pablo en la primera carta a los Corintios ofrece una catequesis respeto a las asambleas cristianas, en las que se están dando comportamientos de humillación y de desprecio de los ricos hacia los pobres, insistiéndoles que esas actitudes destruyen el sentido profundo de la Cena del Señor. • El milagro de la multiplicación de los panes hace pensar en el sacramento de la Eucaristía y en el compartir fraterno. El Señor invita a los discípulos a que distribuyan el pan a la multitud como preparación a la futura misión apostólica: llevar a todos los alimentos espirituales, sin descuidar el material. Cuando hay una verdadera participación en la Eucaristía nos hacemos testigos de la compasión de Dios por el hermano y nace el servicio de la caridad. Ya está disponible en la librería de la Conferencia Episcopal Predicación Orante de la Palabra. II De la Santísima Trinidad a Cristo Rey | Ciclo C . 2019 [icon class='fa fa-download fa-2x'] Más información[/icon]

Vie 14 Jun 2019

Que la Eucaristía despierte en mí la sensibilidad de Jesús por los demás

Primera lectura: Pr 8,22-31 Salmo: 8,4-5.6-7.8-9 (R. 2a) Segunda lectura: Rm 5,1-5 Evangelio: Jn 16,12-15 Introducción La Palabra de Dios en esta gran solemnidad de la Santísima Trinidad nos ofrece estas ideas significativas para nuestro crecimiento espiritual: • La sabiduría es don de Dios que como realidad divina y trascen- dente está en Dios y es obra de Dios. Esa sabiduría el Señor se la regala al hombre en su inteligencia siempre y cuando la pida y la deje actuar. • San Pablo reafirma la acción trinitaria en la vida del creyente: habiendo recibido de la fe nuestra justificación, estamos en paz con Dios, por medio de Jesucristo y el Espíritu Santo que ha sido derramado en el corazón del creyente. • La salvación es trinitaria: la iniciativa parte del Padre, quien envía a su Hijo Jesús; la realización se da en la obediencia de Jesús al plan del Padre Dios; y la acción del Espíritu Santo actualiza esa salvación habitando en cada creyente para que dé testimonio en la Iglesia de ese camino hacia la Salvación. El Espíritu Santo nos enseñará la verdad del amor de Dios revelado en Jesucristo y esta verdad nos guiará a nuestra salvación donde será plenificada. Ya está disponible en la librería de la Conferencia Episcopal Predicación Orante de la Palabra. II De la Santísima Trinidad a Cristo Rey | Ciclo C . 2019 [icon class='fa fa-download fa-2x'] Más información[/icon]

Vie 7 Jun 2019

“Como el Padre me envío, también YO los envío”

Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 2,1-11 Salmo: 104(103),1ab+24ac.29bc-30.31+34 (R. cf. 30) Segunda lectura: 1Corintios 12,3b-7.12-13 Evangelio: Juan 20,19-23 Introducción Hay una riqueza temática, no se puede abordar toda; el tema elegido depende de las lecturas y la realidad más sentida de la comunidad, un tema bien abordado propiciará el crecimiento de la comunidad, se avanza paso a paso, no es necesario abordar todo. Algunos posibles enfoques pueden ser: El Espíritu Santo en la revelación; la acción del Espíritu Santo en la Iglesia; el primer Pentecostés cristiano; El permanente Pentecostés en la Iglesia; El don del Espíritu y el Sacramento de la Reconciliación; la fiesta de Pentecostés. 1. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Los textos narran la experiencia del Espíritu santo en la comunidad de los creyentes de Jesús de Nazaret, en ellos se cumple la Promesa del Padre, promesa que es destinada a todos. Hch 2, 1-11 narra lo acontecido en la fiesta de Pentecostés de aquel año de la muerte y resurrección de Jesús de Nazaret. Los discípulos permanecen reunidos, “Todos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu, en compañía de María la Madre de Jesús” (Hch 1, 14), y en este ambiente de oración, acontece el cumplimiento de la Promesa, la venida del Espíritu Santo. Su llegada se describe con unos signos sensibles: “ruido de ráfaga de viento, lenguas de fuego, hablar lenguas”, signos que anuncian y hacen visible que algo novedoso y extraordinario está aconteciendo. Los vv. 5-13 narran el principal efecto del Espíritu sobre aquellos a quienes les fue concedido: La evangelización en la propia lengua. El Espíritu, Promesa del Padre, “Fuerza de lo alto” produce unos efectos extraordinarios que la comunidad experimentó y fue necesario profundizar en su comprensión. Muchos textos dan testimonio de ello. El apóstol Pablo, en la Primera carta a los corintios, aborda el tema de los dones del Espíritu Santo, especialmente en los capítulos 12 al 14. Precisa: “con relación a los dones espirituales, no quiero, hermanos, que vivan en la ignorancia” (1 Cor 12,1), abre un llamado a la reflexión y comprensión. Sobre los efectos extraordinarios, el apóstol establece unos criterios claros: 1. Hay diferentes dones, servicios o actividades; 2. Todos tienen el mismo origen, proceden del mismo Espíritu; 3. Su objetivo práctico es la edificación de la Iglesia, “el Espíritu se manifiesta para provecho común”; 4. La conformación de la Iglesia no solo es “carismática”, ella se origina por el bautismo y los dones del espíritu ayudan a mantener la unidad, “un solo cuerpo”; 5. No existe una confrontación entre don y ministerio, pues los “ministerios” provienen del mismo Señor. Para hacer comprensible su enseñanza, el Apóstol, echa mano de la imagen del cuerpo, formado por distintos miembros pero todos en unión y orientados al provecho común del mismo y de todo el cuerpo. El Evangelio muestra como el Espíritu es fruto del misterio Pascual de Jesús. Jn 20, 19-23 nos habla del encuentro del Resucitado con sus discípulos al atardecer del día de la Resurrección. El punto de partida narra la situación de los discípulos sin la presencia del Resucitado: encerrados, llenos de miedo. El Resucitado se hace presente y cambia esta realidad, saluda varias veces con el “don de la paz”, se identifica mostrando los rastros de la cruz y pasión, ante lo cual los discípulos se llenaron de alegría. Este encuentro está lleno de regalos y motivos de gozo y alegría: Ven al Resucitado, reciben la fuerza del Espíritu Santo, reciben un mandato nuevo con autoridad, “como el Padre me envío, también YO los envío”, y les encomienda la misión del perdón de los pecados, “Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos”. El salmo 104 (103) invita a cantar la obra divina de la creación; en este contexto es una sugestiva indicación a ver la acción del Espíritu en toda la creación, por eso la creación es motivo de alabanza y bendición. 2. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? La Escritura me invita a interiorizar el cumplimiento de la Promesa, es decir la presencia del Espíritu Santo, fuerza dinamizadora de la Iglesia. Así como al inicio de la creación, el Espíritu Santo actuaba en ella y/o sobre ella, ahora debo ver que la comunidad de creyentes en Jesús de Nazaret es la nueva creación en la que actúa el Espíritu Santo con sus manifestaciones extraordinarias. Entre las manifestaciones más evidentes me invita a experimentar la alegría, la paz, la reconciliación con el perdón de los pecados, la unidad de la Iglesia, la presencia del Resucitado de manera misteriosa en medio de la comunidad. 3. ¿Qué me sugiere la Palabra, que debo decirle a la comunidad? Un primer elemento a compartir con la comunidad es la importancia y el papel dinamizador del Espíritu Santo en medio de la nueva comunidad. El Espíritu Santo, Promesa del Padre, es fruto del misterio Pascual de Jesús, Él actualiza o hace presente este misterio en la vida de cada creyente a través de los Sacramentos, en ellos actúa el poder del Espíritu y se renueva el misterio Pascual de Jesús. Con los sacramentos se vivifica la Iglesia; la segunda lectura habla del Bautismo, el Evangelio narra el origen pascual de la Penitencia, es decir del perdón de los pecados de forma sacramental y no solo en la dimensión cotidiana y espiritual. Hay que evidenciar a la comunidad este estrecho vínculo existente entre Misterio Pascual, que ya incluye el don del Espíritu Santo, y la vivencia de los sacramentos. Ellos son una manifestación súper – extraordinaria del poder del Espíritu Santo. Un segundo elemento a compartir son los diferentes dones del Espíritu Santo; no solo los siete dones conocidos, sino las diferentes manifestaciones del espíritu en manera concreta en cada creyente, no hay que acentuar lo misterioso, incomprensible y hasta llamativo de algunos de ellos, sino subrayar la importancia de algunos dones o frutos del Espíritu que evidencian la correcta recepción espiritual y ayudan al objetivo de edificar la Iglesia, como son la alegría, el gozo cristiano, la paz, el perdón sacramental, la unidad misma de la Iglesia, el “hambre” por vivir los sacramentos; manifestaciones del Espíritu que debe caracterizar al discípulo del resucitado. Bajo esta premisa se comprende la insistencia del Papa Francisco sobre la alegría que marca el evangelio, la vivencia de un gozo altamente cristiano que busque siempre la unidad de los creyentes en Jesús, que se esté al servicio de la evangelización. Un tercer elemento que se puede colorear es la profunda vinculación del Espíritu con la Iglesia. Sus dones y carismas son para la edificación de la Iglesia, para el provecho común, para dar solidez y UNIDAD al cuerpo de Cristo que es su Iglesia. El Espíritu suscita diversos dones, carismas… movimientos pero nunca suscita división o separación del Cuerpo de Cristo. Una norma clara para mantener la unidad es “nada sin el párroco”, “nunca y nada sin el obispo”, y desde luego en respeto y unidad efectiva con el Vicario de Cristo, el Papa, ellos por el ministerio recibido, don del Espíritu Santo, son garantía y fuente de la unidad y de la Comunión con toda la Iglesia, cuerpo de Jesús. Tener el Espíritu Santo o uno de sus dones no puede ser fuente para dividir la Iglesia. Un breve apunte, la Promesa del Padre es una realidad que garantiza la evangelización, el Espíritu Santo es la fuerza dinamizadora de la Iglesia. Todo discípulo, en su propia lengua y bajo el influjo del Espíritu Santo debe “hablar de las maravillas de Dios”, siempre en unidad con toda la Iglesia, nunca por encima o en contraposición con los ministros de la Iglesia, pues ya no sería un don del Espíritu Santo. La Evangelización en unidad eclesial es tarea de todos los bautizados. 4. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Mi encuentro con Jesús se realiza gracias a la acción del Espíritu Santo en mi vida, presencia eficaz sobre todo en los sacramentos, los cuales no debo realizar de manera mecánica o robótica, como repitiendo gestos o expresiones de exigencia social o de costumbre. Los Sacramentos, aquellos que yo vivo, son celebraciones íntimas y eclesiales en las cuales me encuentro de forma personal y comunitaria con Jesús Resucitado. El sacramento es una experiencia personal, pero no privada, yo vivo mi encuentro con Jesús, recibo la acción del Espíritu Santo, pero todo ello, aunque para provecho personal tiene también un objetivo común o eclesial, mi experiencia es para el bien de toda la Iglesia, la gracia que recibo y los dones que se me conceden son en beneficio de todo el cuerpo de Cristo: su Iglesia. Nada me autoriza apropiarme mezquinamente de una dimensión tan universal. Los Sacramentos son una creación de Jesús Resucitado, quienes se oponen a ellos se oponen y contradicen a Jesús de Nazaret. Un Sacramento que ha sido devaluado en los últimos tiempos es el de la confesión, la reconciliación, por eso el encuentro con Jesús me anima a la misión e compartir la riqueza de este sacramento fruto y acción del Espíritu Santo. Este Sacramento del Perdón de los pecados, sin ambigüedad hay que decir: El Señor lo creó, Él nos lo entregó. El católico no puede dejarse llenar de la “basura” que los enemigos de la fe proponen y difunden diciendo “no es necesario confesarse con otro hombre, quizás más pecador que quien se confiesa”. Si fuera así el responsable sería el Señor que fue quien lo inventó. Al respecto se debe precisar: 1. El sacramento es creación del Resucitado. ¿A quién vas a creer y obedecer? ¿a Jesús que lo creó y lo entregó a la Iglesia o a un “iluminado” que se opone a este mandato de Jesús? 2. La condición del sacerdote no es la que garantiza el perdón del pecado. Jesús dice que es fruto del ministerio recibido, del poder que el resucitado da, el efecto depende del Espíritu Santo y la autoridad dada “Como el Padre me envió, así Yo los envío a ustedes”, es decir con autoridad. Recuerde que a Jesús mismo se le criticó y se le condenó diciendo que Él no tenía poder para perdonar pecados, “Los escribas y fariseos empezaron a pensar. ¿Quién es éste, que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?” (Lc 5, 21). Hoy todavía hay muchos fariseos que siguen criticando a Jesús porque sigue perdonando a través del sacerdote. RECOMENDACIONES PRÁCTICAS: 1. Podría tenerse como signo o ambientación para la celebración un mensaje en torno a los dones o a los frutos del Espíritu Santo. 2. Como sugerencia: se podría dar relieve a la Secuencia, que en la mayoría de las partes se hace como un rito mecánico y a veces sin sentido: Se podría preparar fotocopias con la secuencia y a su momento, se proclame por toda la Asamblea, dando un espacio entre estrofa y estrofa, para la meditación o interiorización. 3. Tener presente que esta Solemnidad tiene formulario propio para la Misa de la Vigilia y la Misa del día, pp. 279-287 del Misal. Es conveniente seguir el Canon Romano o Plegaria Eucarística I, con el “Reunidos en comunión” propio. 4. Darle el verdadero valor a la Vigilia de Pentecostés, con su identidad litúrgica propia, sin prolongarla innecesariamente o recargarla con demasiados signos o fraccionar la asamblea. 5. Para la Misa Vespertina de la Vigilia: “En esta Misa la Liturgia de la Palabra se puede celebrar o de forma breve o bien de forma extensa: • Forma breve de la Liturgia de la Palabra: se escoge como primera lectura una de las cuatro lecturas de aparecen en el leccionario, y como salmo de respuesta el último (salmo 104 (103), pág. 190. • Forma extensa de la Liturgia de la Palabra: se pueden leer las cuatro lecturas o algunas de ellas, seguida cada una de su respectivo Salmo”, (Leccionario Dominical C, páginas 199 ss.) 6. Hoy inicia la Semana de Oración por la Unidad de los Cristiano. 7. Para tener en cuenta: hoy termina el Tiempo Pascual. Después de la última Misa, en la noche, se apaga el cirio pascual y se retira del presbiterio; conviene colocarlo decorosamente en el bautisterio para que arda durante la celebración del Bautismo y poder encender en él los cirios de los bautizados; igualmente, en las exequias se prefiere el cirio pascual cerca al féretro (cf. Ritual de Exequias, edición 2001, pág. 27, al referirse a la ubicación del féretro en el templo). El lunes y el martes siguientes, en las Misas con participación del pueblo, se puede celebrar la Misa del día de Pentecostés o una de las votivas del Espíritu Santo.

Mar 4 Jun 2019

Acerquemos la Palabra de Dios, adquiere la Predicación Orante

La Conferencia Episcopal de Colombia, a través del Departamento de Liturgia, pone a disposición de ministros ordenados, religiosos y laicos laPredicación Orante de la Palabra y las Moniciones y Oración Universal de los Fieles. [tabs class="horizontal"][tab title="PRESENTACIÓN" icon="Icon name 1"] Estas orientaciones para La Predicación Orante de la Palabra y las Moniciones y Oración Universal, que presenta el Secretariado Permanente del Episcopado Colombiano (SPEC), coordinado por el Departamento de Liturgai, están elaboradas siguiendo la forma comcreta de escuchar lo que el Señor quiere decir en su Palabra y permitir que el Espíritu Santo transforme a todo aquel que sea tocado por esta Palabra. Igualmente, motiva para que todo el que se acerque a este subsidio también ofrende un tiempo prudente de oración, a la lectura de la Palabra de Dios para que ella hiera al predicador y, a través de él, al pueblo de Dios que participa en la celebración litúrgica. Como tema de profunidazación sobre esta importancia y necesidad del encuentro privilegiado del ministro de la homilía con la Palabra que será proclamada y predicada, se ofrece la reflexión "Primero Comunicarnos con Dios, para luego Comunicarnos con la Asamblea". El II Tomo comprende desde el inicio de la Solemnidad de la Santísima Trinidad hasta la Solemnidad de Cristo Rey, con el que se cierra el Año Litúrgico del Ciclo C Departamento de Liturgia Conferencia Episcopal de Colombia [/tab][tab title="DETALLE" icon="icon name 2"] Autor(a): Departamento de Liturgia Catálogo: Liturgia Idioma: Español Número de Páginas:151 Editora: . Año de publicación:Mayo 2019 Dimensiones: 17cm x 24cm [/tab][tab title="COMENTARIOS" icon="Icon name 1"] [/tab][/tabs] Mayores informes: PBX: 437 55 40 Ext. 264 Correo electrónico: [email protected]

Vie 24 Mayo 2019

¿Realmente obedezco a Cristo o sigo mis caprichos y mis intereses?

Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 15,1-2.22-29 Salmo: 67(66),2-3.5.6+8 Segunda lectura: Apocalipsis 21,10-14.22-23 Evangelio: Juan 14,23-29 Introducción El Evangelio de hoy nos propone la perfección del amor que consiste en obedecer a Cristo, pues él mismo dijo: el que me ama, guardará mi Palabra. Podemos identificar tres temas: • La obediencia amorosa a Cristo. • La necesidad de acoger al Espíritu Santo, pues es Él quien nos recordará lo que Cristo quiere de nosotros y nos dará la fuerza para cumplirlo. • La apostolicidad, es decir, el estar fundados en el cimiento de los Apóstoles, condición necesaria para entrar a la Nueva Jerusalén cuyo cimiento son los Doce Apóstoles. El amor obediente de acoger al Espíritu Santo y de estar unidos a los Apóstoles, está ambientado por el gozo del Tiempo Pascual y, más aún, se acerca Pentecostés, esa experiencia que viene de lo alto y que transforma a los discípulos en valientes apóstoles, es cuando los apóstoles comienzan a vivir esta radicalidad del amor a Jesucristo que se traduce en obediencia exquisita al Espíritu Santo, en amor fraterno hasta dar la vida por Jesús y por sus hermanos, o mejor aún, el amor que lleva a morir a sí mismo y, si es el caso, dar la vida para que los hermanos tengan la vida de Cristo, esto es la plenitud del amor. 1. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Hoy el libro de los Hechos de los Apóstoles nos cuenta que en la misión hay misioneros “miopes”, aferrados a sus puntos de vista o a tradiciones humanas, como es el caso de algunos judíos conversos al cristianismo que pensaban que los no judíos que creyeran en Cristo tenían que hacerse circundar para salvarse. En la misión el Señor suscita santos misioneros como Pablo y Bernabé que vieron con claridad que Dios no exige la circuncisión a los paganos que se convertían. En este contexto acaece, entonces, el Concilio de Jerusalén, en donde los Apóstoles, en ambiente de oración y de comunión con los presbíteros, determinan no imponer más cargas que las necesarias y dejan claro que Dios no pide la circuncisión sino una conducta recta según el Evangelio. La Iglesia ve en los Apóstoles a aquellos varones a quienes Cristo confió pastorear su Iglesia en comunión con Pedro, cabeza de ellos y de toda la Iglesia. En el salmo se ve claramente la voluntad de Dios que quiere que todos los pueblos lo conozcan y le den gracias, o como lo dice san Pablo: “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1Tim 2,4). En el Apocalipsis, en continuación con el domingo anterior, se nos muestra la belleza del Cielo con la imagen de la Nueva Jerusalén en donde resplandece la gloria de Dios y donde su fundamento son los Doce Apóstoles. El Evangelio es también continuación del domingo anterior que nos pedía vivir el mandamiento nuevo de amarnos los unos a los otros como Jesús nos ha amado. La particularidad del Evangelio de hoy es doble: el que ama obedece al amado, y para amar así necesitamos al Espíritu Santo. 2. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? El Evangelio nos dice que amar a Cristo es lo mismo que obedecerlo, pues, quien dice que lo ama y no lo obedece es un mentiroso. Es muy fácil decir que amamos a Cristo, que rezamos, que somos buenas personas, que no somos criminales, etc. Pero a la hora de la verdad, si somos sinceros, no amamos a Cristo porque no siempre le obedecemos. En este sentido, el Papa Francisco ha hablado de la corrupción como un modo de hacer el mal de forma deliberada, de forma consciente. Esto es lo peor que le puede suceder a una persona, saber que obra mal y seguir así, sin ningún remordimiento y sin ningún deseo sincero de conversión, eso nos lleva a la condenación eterna. En la práctica podemos ir a misa el domingo, hacer algunas oraciones y algunas obras buenas, hasta obras de caridad, pero si llevamos al mismo tiempo una vida de vicios y pecado, eso es lo que llama el Papa Francisco mundanidad espiritual, que se traduce en una búsqueda de bienestar personal, en un querer contentar a todos, tanto a Dios, como a los demás, y eso es imposible, pues Cristo nos pide buscar solo a Dios, agradar solo a Dios y obedecer solo a Dios. La Iglesia es Cristo mismo en la historia y todo lo que ella, iluminada por el Espíritu Santo, nos pide lo debemos hacer. En síntesis toda la fe, y todo lo que nos pide Cristo por medio de la Iglesia, está en el Catecismo de la Iglesia Católica. Mejor aún, Jesús mismo resumió todo en el mandamiento del amor fraterno, que consiste en amar a los hermanos como Cristo nos amó. Sólo que para amar así necesitamos del Espíritu Santo que Dios nos da en los sacramentos y en la vida de la Iglesia, pues el Espíritu Santo no actúa en un corazón egoísta sino en un corazón eclesial, es decir, en un corazón que busca la comunión. 3. ¿Qué me sugiere la Palabra, que debo decirle a la comunidad? Algo muy sencillo que hoy la Palabra nos pide a cada uno y a cada comunidad eclesial es que le hagamos caso a Cristo, pues si queremos saber si de verdad amamos a Cristo es muy fácil, basta ver si cumplimos su mandamiento nuevo de amar a los demás como él los ama. ¿El esposo ama a su esposa como Cristo amó a su Iglesia y se entregó en la cruz por ella? ¿La esposa también ama a su esposo de igual forma? ¿Cada uno ama a los demás como Cristo nos ama a nosotros? Mejor aún, ¿He experimentado el amor de Cristo en mi vida? ¿Cómo respondo al amor que Cristo me tiene? ¿Realmente obedezco a Cristo o sigo mis caprichos y mis intereses? El Papa Francisco en su visita a nuestro país nos pidió en Medellín privilegiar “el encuentro con la Sagrada Escritura, especialmente el Evangelio, donde Cristo nos habla, nos revela su amor incondicional al Padre, nos contagia la alegría que brota de la obediencia a su voluntad y del servicio a los hermanos” (Francisco, Discurso a los sacerdotes, consagrados, seminaristas y sus familias. Medellín, Coliseo La Macarena. 9 de septiembre de 2017). Es necesario favorecer nuestro encuentro con la Palabra de Dios para que Cristo nos hable y nos contagie “la alegría que brota de la obediencia a su voluntad” (ibid.). Nadie puede obedecer a Cristo sin la ayuda del Espíritu Santo. Acoger al Espíritu Santo es tarea permanente de todo cristiano y de toda comunidad eclesial, pues sólo Él “nos lo enseñará todo y nos recordará todo lo que Cristo nos ha dicho y dará testimonio de Él; nos conducirá a la verdad completa y glorificará a Cristo” (CEC 729). 4. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? La misión es el termómetro que mide nuestro grado de amor a Jesucristo (cf RM 11). Se trata de la misión según Cristo, con sus criterios, no según el parecer de cada uno. Se requiere la experiencia real de Cristo, de vivir en su amistad, de amar lo que él ama y de rechazar lo que él rechaza. Como misioneros que somos por el bautismo, debemos alimentar la convicción de fe de que necesitamos ser conducidos por el Espíritu Santo que Dios da a quienes le obedecen (cf Hch 5,32). Una característica que define al misionero y a toda comunidad eclesial es su obediencia a Cristo y a su Iglesia. Cristo nos dejó su mandamiento nuevo de amarnos unos a otros con el mismo amor que él nos tiene. La misión, lo han dicho los últimos papas, es cuestión de amor. ¿Cuál es el tema principal de nuestras conversaciones, de nuestros pensamientos y de nuestros deseos? Si no es Cristo, es porque todavía no lo amamos ni le obedecemos. RECOMENDACIONES PRÁCTICAS: 1. Educar a niños, adolescentes y a todos en la obediencia cristiana. 2. Resaltar la dimensión eclesial como ambiente en el que se vive el amor a la Palabra y a los hermanos. 3. Felicitar hoy a los trabajadores y orar por ellos y por quienes no tienen trabajo. 4. Podría emplearse el Prefacio de Pascuas IV, “Restauración del universo por el misterio pascual”, Misal, pág. 378. 5. Comienza la novena de preparación a Pentecostés