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Iglesia

Lun 25 Jul 2016

El resultado de la Asamblea 101

Por Monseñor Juan Carlos Cárdenas Toro - Hace apenas una semana concluyó la CI Asamblea Plenaria del Episcopado Colombiano. Al terminar las sesiones, con el título “Artesanos de la paz”, los obispos colombianos presentamos a los católicos, también a hombres y mujeres de buena voluntad un comunicado relacionado con la realidad de nuestra nación. Considero que es muy importante definir qué dice y qué no dice el episcopado colombiano en su comunicado. Lo que el comunicado no dice El contenido del documento eclesial desmarca la posición cristiana sobre la paz, de cualquier lectura que vaya en la línea de las posturas que tienen polarizado al país. Por esta razón es necesario evitar leer el mensaje de los obispos colombianos desde orillas polarizadas sobre este tema. Lamentablemente hablar de paz hoy se volvió antipático para muchos, pues inmediatamente se remite al manejo mediático, ideológico y político que se ha dado al tema. Desde el pensamiento cristiano, la paz no es capital de unos pocos, sino que ha de ser un compromiso de todos. No puede ser que ver con esperanza un país reconciliado y en paz, automáticamente sea ocasión para ubicar a alguien en un lado ideológico o político. Que la Iglesia vea con esperanza cualquier avance en favor de un país que se adentre por senderos de paz, no nos hace ingenuos ante los riesgos y las medidas que deben tomarse para erradicar los problemas estructurales que han alimentado históricamente los conflictos de nuestra nación. Para todos es claro, lo es para los Obispos, que la negociación que adelantan el gobierno y las FARC en La Habana no son toda la paz para el país, pues alcanzar una convivencia pacífica y un proyecto de nación en esa línea requiere verdaderas decisiones profundas para atacar los problemas estructurales históricos que han originado y alimentando los conflictos. Durante la Asamblea se sentía cómo afuera nuestros feligreses esperaban una palabra de sus pastores acerca del panorama y las opciones que deben tomarse delante de un eventual acuerdo final entre el gobierno y las FARC y el mecanismo de refrendación popular por el cual se opte para que el pueblo se exprese sobre esto. Al invitar al pueblo colombiano “a participar en la consulta sobre los Acuerdos de La Habana, de manera responsable, con un voto informado y a conciencia, que exprese libremente su opinión”, el episcopado no está “bendiciendo” anticipadamente unos eventuales acuerdos; tampoco está tomando posición por un “sí” o un “no”. Simplemente, y fiel a una convicción de que la actuación coherente de los demócratas es la expresión en las urnas, se invita a participar, pero a hacerlo con plena libertad, responsabilidad y consciencia. Lo que del comunicado sí dice En el comunicado, el episcopado colombiano sí dice claramente que su compromiso con el país es buscar una nación reconciliada y en paz, al tiempo que recuerda que en esta tarea la Iglesia ha estado involucrada siempre, facilitando espacios que favorezcan el emprendimiento de salidas negociadas y pacíficas a los conflictos que históricamente ha vivido Colombia. El documento también afirma sin ambages que “esta hora de la historia colombiana conlleva serios desafíos, que es necesario asumir con valentía, responsabilidad y compromiso de todos, si queremos que la semilla de la paz encuentre buen terreno y produzca fruto”. El episcopado no desconoce los grandes retos que tiene nuestro país; de hecho, identifica las que considera raíces principales de las violencias en nuestra patria: alejamiento de Dios, crisis de humanidad, desintegración de la familia, pérdida de valores y relativismo ético, vacíos del sistema educativo, ausencia del Estado o debilidad institucional, inequidad social y corrupción. Incluso, en los números 3.1 al 3.8 del mensaje, los Obispos asumen lo que a la Iglesia le corresponda para ayudar en la erradicación de estas raíces. Sobre las mencionadas raíces, los Obispos de Colombia piden un gran pacto nacional para erradicarlas y generar las condiciones que hagan posible construir una patria que finalmente pueda ofrecer oportunidades a todos, donde el desarrollo comience por poner en el centro la dignidad inviolable de la persona humana en todas sus etapas y en sus más diversas condiciones: culturales, étnicas, económicas, ideológicas y religiosas. Haciendo eco a las enseñanzas del Papa Francisco, el comunicado proclama el compromiso del episcopado en el trabajo por una “paz social integral” y cita textualmente al Romano Pontífice en la Exhortación Apostólica Evangelii gaudium (n. 219): “La paz social no puede entenderse como un irenismo o como una mera ausencia de violencia lograda por la imposición de un sector sobre los otros. También sería una falsa paz aquella que sirva como excusa para justificar una organización social que silencia o tranquilice a los más pobres, de manera que aquellos que gozan de los mayores beneficios puedan sostener su estilo de vida sin sobresaltos mientras los demás sobreviven como pueden”. Un sentimiento muy personal El revuelo que genera todo lo que se refiere al tema de la paz, desde todas las orillas, pero particularmente el lenguaje exaltado y podría decir que hasta agresivo y venenoso, me llena de temor al pensar en el futuro de una Colombia que pueda finalmente encontrar la ruta que la conduzca por el camino de la convivencia pacífica. Alguna vez escuché a alguien decir que lo primero que necesitábamos hacer los colombianos era “desarmar la palabra”, pero yo diría que lo primero es “desarmar el corazón”. El reto de una nación reconciliada pasa por el gigantesco desafío de que cada colombiano asuma su propia misión de “desarmar su espíritu” y creer que es posible comenzar de nuevo. Soy un irremediable convencido de que el diálogo es el camino, de que los argumentos racionales y razonables, ofrecidos en el marco del respeto, deben ser la mejor manera para debatir las ideas y superar las diferencias en la búsqueda de consensos y entendimientos. Pero mientras cualquier discusión se base en la descalificación del otro, en la agresión personal, y hasta en la mentira o exposición de argumentos falaces, el camino por recorrer será bastante largo y tortuoso. No obstante lo anterior, sigo creyendo que es posible y que el mejor aporte que le podemos hacer a Colombia es no rendirnos por buscar un mejor país. + Juan Carlos Cárdenas Toro. Obispo Auxiliar de Cali

Lun 18 Jul 2016

Plegaria de un Mensajero

Por: Mons. Gonzalo Restrepo - En mi vida me has elegido Señor para ser mensajero. Todos los días tengo que recorrer, casi siempre, el mismo camino, porque tengo unas rutas muy bien definidas. Cuando inicié mi trabajo me parecía difícil y muchas veces me equivocaba, pero ahora, después del tiempo de experiencia que tengo, ya me conozco el recorrido como la palma de mis manos y lo hago con mucha agilidad y rapidez. Gracias Señor por el trabajo que me proporcionas. Para muchos podrá ser un trabajo insignificante y sin importancia; pero, para mí, es un trabajo muy importante y de gran responsabilidad. En la bolsa de manila que llevo y traigo, allí transporto sobres y carpetas, cartas y comunicados, mensajes y encomiendas que tienen un gran interés para quien los envía y para quien los espera y los recibe. Ellos han puesto su confianza en mí y yo quiero responderles con mi trabajo, con mi seriedad y con el cumplimiento de mi deber. Puedo percibir la alegría o la expectativa de las personas que reciben la correspondencia que les llevo. En ocasiones me encuentro con rostros tristes y desesperanzados, no llegó lo que esperaban o llegó una noticia inesperada, sorpresiva y nada agradable. Tengo momentos de cansancio y de pereza por la rutina de hacer todos los días el mismo papel. Algunas veces me ofusco por las carreras que llevo y la poca respuesta que encuentro en quienes tienen que recibir el correo. Tengo días que no quiero saludar a nadie, ni siquiera a mis compañeros, pero Tú me colocas en el camino rostros y personas tan llenas de ti, tan alegres y desprevenidas, tan sinceras y serviciales, tan decentes y buscadoras del bien y de lo mejor, que no tengo más que cambiar. Gracias Señor por todas las personas que me envías y que encuentro en mi camino; en su mirada encuentro tu mirada, su sonrisa es un llamado para vencer mi malhumorada cara, su decencia me invita ser decente con todos, su respeto me inclina a tratar a todos con respeto. Señor, dame la fuerza para realizar de la mejor manera mi trabajo. Hacer mis recorridos con alegría y con sentido de servicio y entrega. Saludar siempre con amabilidad, superar mi tristeza y desánimo, respetar a todos, ser eficiente y prudente, que no indisponga a nadie con mis palabras ni con mis actitudes. Señor, ayúdame a ser mensajero de paz, de bondad, de justicia, de unidad y solidaridad, para que todos los hombres lleguemos a ser lo que tenemos que ser: hermanos. Que yo ponga un buen ambiente en mi trabajo, que evite comentarios en contra de mis compañeros, que sea capaz de comprender la incapacidad de los demás, que no me sienta el más importante y el que mejor hago todo, rebajando o minusvalorando a los demás; Señor, que yo te refleje a ti y pueda descubrir tu rostro y tu presencia en todos los demás. Este día te lo entrego para que hagas de mí lo que quieras. Te pido que siempre me acompañes y que en mis recorridos tú vayas de mi mano para que me protejas de todo mal y me señales el camino de la luz, de la esperanza y del verdadero amor. Y cuando termine la jornada, pueda decirte reconfortado y satisfecho: he terminado mi labor este día, me has hecho crecer y ganar como persona, he sentido tu presencia y compañía. Ahora, Señor, regreso a mi hogar para encontrarme con los míos, los que tú me regalaste, y en la paz hogareña y en el silencio de la noche, dedicarme al descanso para mañana regresar nuevamente a mi trabajo. + Gonzalo Restrepo Restrepo Arzobispo de Manizales

Mié 13 Jul 2016

Tras paro camionero Iglesia en Boyacá hace un llamado a la prudencia

A través de un comunicado de prensa la diócesis de Duitama-Sogamoso presidida por su obispo monseñor Misael Vacca Ramírez, manifestaron su preocupación ante las graves consecuencias que está generando el paro nacional camionero. En su mensaje resaltaron los esfuerzos hechos por las partes involucradas en el paro, pero insistieron que en las negociaciones debe primar los intereses comunes y no los beneficios particulares. “Reconocemos y valoramos los esfuerzos que hacen los representantes del paro y de los gobiernos municipales, departamentales y nacionales y los invitamos para que colocando el interés común por encima del bien particular, se llegue a una pronta, eficaz y justa solución”, señala la misiva. El comunicado concluye haciendo un llamado a la calma, para que cesen los brotes de violencia que hasta el momento deja ya un muerto y varias personas heridas. [icon class='fa fa-download fa-2x'] Descargar comunicado[/icon]

Mié 13 Jul 2016

El Twitter que promueve la misión de la Iglesia en la FAO

En el twitter @HolySee_FAO, creado por la Santa Sede, se pueden seguir las principales enseñanzas de la Iglesia en materia social, además de las intervenciones del Papa Francisco en las que expresa su preocupación por el hambre y la miseria en el mundo. Así lo dio a conocer Monseñor Fernando Chica Arellano, Observador permanente de la Santa Sede ante las Organizaciones y Organismos de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (F.A.O., I.F.A.D. y P.A.M.). Esta red social Twitter es una iniciativa para que conozcamos mejor la Doctrina social de la Iglesia, especialmente por cuanto se refiere a la erradicación de la pobreza, el hambre, el cuidado del medio ambiente, entre otros temas.

Lun 11 Jul 2016

Recuperar el camino de los jóvenes

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo - A finales de julio, se realizará en Cracovia la Jornada Mundial de la Juventud. Un acontecimiento eclesial, que comenzó con San Juan Pablo II y bajo la dirección de los siguientes Papas, llega ahora a su XXXI versión. Será una nueva ocasión para congregar miles de jóvenes de todo el mundo, para que vivan un encuentro con Cristo y sientan una llamada a seguirlo en la Iglesia. El tema para este año es la quinta bienaventuranza: “Felices los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia”. Este encuentro internacional de jóvenes, que para que sea realmente fructuoso y tenga una irradiación más amplia debe ser preparado y asumido de alguna manera por la pastoral juvenil de cada diócesis y de cada parroquia, es una buena oportunidad para hacernos conscientes de la realidad y la importancia de la juventud en el mundo y en la Iglesia. No pocas veces perdemos el ritmo y los espacios de los jóvenes; con frecuencia estamos al margen de los problemas vitales de las nuevas generaciones; debemos confesar con franqueza que en muchas parroquias la pastoral juvenil es una “asignatura pendiente”. No basta realizar ciertos eventos para los jóvenes; es preciso hacer el recorrido vital con ellos. Esta tarea corresponde en primer lugar a la familia; basta mirar cómo actúa un joven para saber si proviene de un hogar que lo acompaña. Esta misión incumbe al mundo de la educación, que no puede contentarse con trasmitir datos sino que, desde sus posibilidades, debe también enseñar a vivir. Este deber atañe de modo especial a la Iglesia, llamada a incorporar los jóvenes con sabiduría, con amor, con profundo respeto a su libertad, a la vida en plenitud que debe tener cada comunidad cristiana. De un modo concreto, urge la formación de grupos juveniles en las parroquias, donde puedan hacer un itinerario personal y comunitario que les permita crecer en humanidad, mientas se sitúan adecuadamente en el mundo, aprenden a integrarse creativamente con los demás, logran conquistar su libertad y entran en un proceso trascendente que los ponga en comunión con Dios. Estos grupos deben estar en red, a distintos niveles, para liberarlos del individualismo, que impide verdaderos e integrales procesos de formación. El trabajo pastoral con los jóvenes no puede ser mero entretenimiento. Urge llevarlos a que, con un proceso de sólida formación, se encuentren consigo mismos, descubran la presencia de Dios que ya se da en ellos y vayan asumiendo su propia misión en el mundo. Más que quejarnos porque las instituciones llamadas a hacerlo no les transmiten la fe o porque frecuentemente constamos en ellos irreflexión e indiferencia, debemos ver allí una oportunidad maravillosa para llevarlos a la vida cristiana, desde el comienzo, de un modo auténtico, integral y pleno. Qué maravillas se pueden realizar en la pastoral juvenil. Los jóvenes hoy, como nunca, están necesitados de orientación y acompañamiento. Hay que ayudarlos a configurar bien la humanidad que van a usar toda la vida; en este campo no se puede andar con ligereza y con superficialidad. Hay que entregarles el Evangelio vivo, que les sirva para afrontar todo lo que venga para ellos en el futuro. Hay que llevarlos a que aprendan, desde ya, a analizar la realidad, a situarse en ella y a comprometerse con la construcción de un mundo nuevo. Definitivamente, tenemos que recuperar el camino de los jóvenes. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Mar 5 Jul 2016

El futuro del país depende de un acuerdo de paz inclusivo, que reconozca derechos humanos

Por: Mons. Héctor Fabio Henao Gaviria. - La noticia que el gobierno colombiano y los guerrilleros de las FARC han acordado cese el fuego bilateral y definitivo, podría anunciar un nuevo comienzo para un país que ha sido testigo del conflicto interno de más larga duración en el hemisferio occidental. En medio siglo, por lo menos 220.000 personas han perdido la vida en Colombia, en contexto del conflicto armado; más de 25.000 han desaparecido; más de seis millones han sido desplazados, y miles de personas han sufrido violencia sexual. Después de más de tres años de los diálogos de paz, damos la bienvenida al cese el fuego como un paso importante. Pero tenemos que ser realistas. Las FARC es uno de varios grupos ilegales armados en el país. Otro grupo es el Ejército de Liberación Nacional, ELN, que anunció en marzo el comienzo de conversaciones oficiales con el Gobierno, pero sigue demostrando su capacidad militar. A menos que el ELN también acuerde un cese el fuego bilateral y firme un acuerdo de paz negociada, no podemos decir que el conflicto armado ha terminado, ya que, en muchas regiones, las hostilidades y las violaciones a los derechos humanos continuarán. También se reciben amenazas fuertes de los grupos paramilitares que se formaron originalmente en oposición a las FARC y que no lograron la desmovilización completa tras las negociaciones que terminaron diez años atrás. Estos grupos tienen influencia o control en las zonas cercanas a las históricamente controladas por la FARC. Todavía hay informes humanitarios del desplazamiento forzado como consecuencia de enfrentamientos armados entre estas organizaciones que disputan el territorio para uso de minería ilegal, tráfico de drogas y otras actividades criminales. ¿Si la violencia llega a su fin, que se requeriría para crear una paz duradera? En primer lugar, tendríamos que trabajar con comunidades que no han conocido otra cosa que el conflicto armado desde hace más de 50 años. El éxito de los acuerdos dependerá de lo involucrada que esté, en particular, la población rural. Colombia es un país muy diverso, tanto en lo cultural como en la forma en que el conflicto armado ha afectado a diferentes regiones. Esto exige una solución con enfoque regional, no simplemente planificada desde Bogotá. Durante décadas, el país no ha tenido una política rural. Aquellos que viven en el campo no se han reconocido o representado por parte del Estado de manera adecuada. El primer punto de los acuerdos de La Habana es la reforma agraria, lo que -en caso de implementarse- requerirá profundos cambios políticos. Para ver la magnitud de desigualdad que hay en el país, sólo tenemos que mirar la enorme cantidad de tierra acumulada por muy pocos. En segundo lugar, se deben reconocer los derechos de las víctimas del conflicto. Para la gran mayoría de la sociedad colombiana, la credibilidad del proceso de negociación dependerá de esto. Cáritas Colombia, trabaja con las víctimas para asegurar que sus voces y opiniones sean tenidas en cuenta por el Estado, pero nos enfrentamos a enormes obstáculos, entre ellos la corrupción que existe en todos los niveles, en particular con relación a la justicia. La gente simplemente no cree que el sistema judicial vaya a resolver sus problemas de manera satisfactoria. La solución no son más leyes, sino la creación de una cultura de la legalidad y la igualdad social. Trabajando con el Gobierno, Cáritas Colombiana ha llamado la atención del costo real del conflicto. Nuestro trabajo con grupos locales en áreas de intensos combates ha sido especialmente significativo. Estas personas valientes, que a menudo levantan la voz con un inmenso riesgo para sus propias vidas, han desempeñado un papel clave en la promoción de una solución pacífica. Los colombianos deben ser capaces de vivir en una sociedad libre de corrupción. Para que esto suceda, es necesario un cambio fundamental en lo público y en la política, con la violencia dando paso a una cultura que fomente la inclusión social y reconozca la dignidad humana. Mons. Héctor Fabio Henao Gaviria. Director del SNPS Cáritas Colombiana.

Lun 4 Jul 2016

Con humildad saborearemos la paz

Por Monseñor Froilan Casas - En Colombia y en el mundo siempre hemos hablado de paz. Recientemente salió una información afirmando que solo diez países del planeta viven en paz, a saber: Islandia, Nueva Zelandia, Austria, Suiza, Irlanda, Dinamarca, Eslovenia, Suecia, Noruega y Finlandia. Un poco más adelante están dos latinoamericanos, a saber: Chile y Uruguay. Hay varias razones para llegar a ese estado hermoso de la paz: una alta educación, índice mínimo de desempleo; como consecuencia de la educación, alta cultura ciudadana. Un factor muy importante, mínima corrupción. Infortunadamente Colombia está entre los países más corruptos del mundo. ¡Qué horror! Afirmo sin vacilación, el mayor enemigo de la paz es la deshonestidad en el manejo de la cosa pública y por qué no decirlo, también en el sector privado. La paz es un proceso permanente, la paz no viene solo por la firma de un acuerdo; éste paso es importante, pero no es el único. El discurso sobre la paz debe ofrecerse sin violencia, sin descalificar a nadie; la agresividad es contraria a la paz. La paz implica aceptar el disenso, obviamente un disenso respetuoso. Una democracia madura es la que sabe aceptar los resultados. Los ciudadanos deben ser críticos en la toma de opciones y por ende, deben buscar siempre el bien común. Por favor, dejemos de estigmatizar con calificativos grotescos las opiniones contrarias; ese no es el camino expedito para la paz. El libro santo nos habla con frecuencia de la paz. La paz ha sido un anhelo constante de la humanidad y a ello no está ajeno el autor sagrado. El hombre es un ser paradoxal, quiere la paz y a la par hace la guerra. Israel y Palestina llevan centurias hablando de paz y la paz sigue siendo muy esquiva. Mientras no desarmemos los corazones, no habrá paz. La paz consiste en la capacidad de aceptar un sano pluralismo en la sociedad en que vivimos. La paz consiste en la posibilidad de convivir con las diferencias, respetándonos mutuamente. Es más, las diferencias enriquecen. Unos mínimos valores universales nos permitirán no devorarnos mutuamente. En la guerra, todos perdemos. Queremos una paz en la que no haya vencedores ni vencidos. Una paz triunfalista no es el verdadero sendero de la paz. Lo que se celebra con arrogancia se pagará con vergüenza. Partamos de un hecho: todos los colombianos queremos la paz, pueda que las lecturas de los hechos sean distintas; pero en lo que todos debemos estar comprometidos es en ser constructores de paz. Sigamos el discurso bíblico. La paz que añora el Israel de los profetas, es la paz que está precedida de la justicia. Por ello, la justicia y la paz se besan; más aún, si quieres la paz, trabaja por la justicia. Mientras haya hambre en el país, no habrá paz; mientras no se manejen con honestidad los bienes del Estado, no habrá paz. Un Estado es terrorista cuando sus funcionarios no atienden y no responden con eficacia la demanda de los ciudadanos. Unas obras inconclusas e improvisadas son generadoras de violencia; el despilfarro con los bienes públicos es fuente de violencia. Políticas sociales de mero asistencialismo no desarrolla los pueblos. + Froilán Casas Obispo de Neiva.

Jue 30 Jun 2016

¿Justicia social hoy?

Por: Mons. Víctor Manuel Ochoa Cadavid - En un momento muy particular de la historia, entre el siglo XIX y el siglo XX, un Pontífice, el Papa León XIII realizó profundas reformas en la Iglesia y puso en el centro de la discusión teológica y pastoral la situación de los obreros y de la realidad social. Un gran Pontífice, que con una de sus Encíclicas entró en un tema apasionante y que ha sido central en la historia de la acción pastoral de la Iglesia Católica, la llamada cuestión social. El Papa León XIII, fue acompañado y ayudado en su tarea por un sacerdote Jesuita, el Padre Luigi Taparelli (Turin, Italia, 1793 - Roma, 1862). El fue quien acuñó la expresión Justicia Social. En la tradición cristiana se hace referencia al término de justicia, “dando a cada uno según le corresponda”, este es un concepto que viene desde las doctrinas y enseñanzas de Aristóteles (Ética a Nicómaco, libro V). Este concepto de Justicia en Aristóteles, fue también desarrollado en el contexto de la cultura Romana, con una precisa locución, “Uniqueque suum”, a cada uno lo suyo. Es la que podemos llamar una justicia distributiva, que daba a los hombres aquello que les correspondía precisamente. Una justicia entendida en el marco de la distribución equitativa a todos según cuanto les corresponda. Esta virtud es la base de la conservación del mundo, del equilibrio entre las relaciones que unen a las personas y establecen las responsabilidades. Una reflexión filosófica, profunda que nos pone en este contexto de aquellos que cooperan al bien y al equilibrado desarrollado de los hombres. Esta situación sirvió a la Iglesia y, concretamente, al Papa León XIII para leer una situación completa y muy difícil que el mundo vivía en el desarrollo de las cuestiones sociales que habían creado las relaciones entre el capital, el trabajo, los obreros y el gran desarrollo de la industria. Se puso en ese momento, al final del siglo XIX, el tema de la pobreza, del gran desarrollo de las cuestiones sociales, pero en definitiva era la pérdida de los valores de la persona humana y de sus derechos. Este tema es el llamado argumento de la “cuestión social” que el Papa quiere poner en el centro de la reflexión de la Iglesia en esa Encíclica, Rerum Novarum, “Las cosas nuevas” que permite a la Iglesia establecer nuevamente la que se llama hoy, la “ Doctrina social de la Iglesia”. El respeto de la persona humana, el derecho a la propiedad por parte de todos, el derecho a un salario justo, las dignas condiciones en el trabajo y el descanso dominical, fueron los elementos centrales de esta reflexión sobre la llamada “Justicia Social”. El Evangelio de Cristo no puede existir alejado de las situaciones y de los hechos que afectan a los hombres y mujeres de todos los tiempos. Esa “Doctrina social de la Iglesia” es la respuesta y la lectura de muchos hechos y situaciones desde el Evangelio de Cristo, desde su enseñanza. La fe en Cristo tiene que propiciar una forma de vida, una moral, que haga translucido el Evangelio y las enseñanzas de Jesús. No es algo ajeno a la voluntad de Dios o a su Palabra, es parte de ella misma y nos debe hacer pensar profundamente en la vida y en el camino en el cual formamos nuestra fe y nuestras respuestas a los problemas sociales, de siempre y que hoy vivimos. Con Cristo nace y renace la Justicia Social. Nuestra fe, nuestro camino como iglesia de la Diócesis de Cúcuta, tiene que poner siempre en el centro de nuestra reflexión, trabajo y de nuestra comunidad a Cristo. Ello pasa obligatoriamente por la opción por fortalecer la persona humana, su condición y dignidad, por el buscar los derechos y justicia para todos. Elementos sencillos los que en este concepto, hace muchos decenios defendió y presentó el Papa León XIII, pero que siguen siendo válidos y que nosotros tenemos que fortalecer. Todavía hoy estos restos son actuales entre nosotros, tenemos que vivir una Justicia Social, tiene que propiciarse que muchos hermanos y hermanas nuestras vivan en condiciones dignas, tengan un salario, tengan los medios para sustentarse y sustentar a sus familiares, para que puedan asociarse libremente y defender sus derechos y asumir sus obligaciones La Justicia Social ha cambiado también, se va afirmando cada vez más la necesidad de defender al hombre, su entorno, su vida (desde la concepción hasta el término natural). La opción del Evangelio y la aceptación de la Buena Noticia de Cristo Jesús, pasa necesariamente por la “Vía del hombre” que es el camino de la Iglesia, con la frase de San Juan Pablo II en la Encíclica Redemptor Hominis: “Este hombre es el camino de la Iglesia, camino que conduce en cierto modo al origen de aquellos caminos por los que debe caminar la Iglesia, porque el hombre -todo hombre sin excepción alguna- se ha unido a Cristo de algún modo, incluso cuando ese hombre no es consciente de ello, «Cristo, muerto y resucitado por todos, da siempre al hombre» -a todo hombre y a todos los hombres- «… su luz y su fuerza para que pueda responder a su máxima vocación»” (San Juan Pablo II, Encíclica Redemptor Hominis.N.14). Para nuestra Diócesis y para Cúcuta, concretamente, éste es un gran reto. Una ciudad que tiene grandes signos de pobreza y de exclusión de las personas -hombres y mujeres, jóvenes y niños, ancianos- un reto inaplazable. De nuestra opción por Cristo y por su Evangelio, por la aceptación de su mensaje de salvación, tenemos que ir a ayudar y proteger al hombre, darle aquello que le corresponde justamente, esta es la Justicia Social. Es importantísimo para nosotros esta Justicia Social, porque de ella depende el futuro de la paz que todos estamos tratando de construir. ¡Alabado sea Jesucristo! + Víctor Manuel Ochoa Cadavid Obispo de Cúcuta