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Iglesia

Lun 23 Mayo 2016

Sinsentidos del matrimonio gay

Por Monseñor Libardo Ramírez Gómez: Con arrogancia de mujer francesa, escribió recientemente hace algunos días Florence Thomas, en su columna de El Tiempo, comentario sobre “10 sinsentidos sobre el Matrimonio Gay”. Inicia su escrito calificando como “Sinsentidos”, como “estupideces”, cuanto se ha dicho en el debate contrario a su pensar, en ese tema. Al finalizar las apodícticas afirmaciones de esa escritora “filogay”, encuentro, para mí, que es ella la que en su arrogante calificación de quienes no concuerden con su pensar, quien termina diciendo 10 estupideces. Reclamar cambio en cuanto gloriosamente tenemos la mayoría de los colombianos como es nuestra familia, a partir de la que se nos dio origen, conformada por padre y madre de distinto sexo, cada uno sin titubeos ni desviación en su género, para implantar, también como “familia”, la que surge de una convivencia aún en lo sexual, de personas del mismo sexo. Eso sí que es mayúscula insensatez. Señalar como “ultrajante” la enseñanza de la Iglesia Católica, y de la universalidad de religiones, basada en la ley natural, que solo es verdadera familia la que tiene como base el pleno convivir de varón y mujer, es reforzar el anterior despropósito. Calificar de oscurantismo a una Directora de Colciencias por estar convencida de cuanto pregonan corrientes que hermanaron definitivamente ciencia y religión, y descalificar al Congreso, por no dejarse llevar por las presiones de falsa “avanzada”, y no darles gusto en aceptar lo inaceptable de cambiar el concepto de “familia”, que plasmaron equilibrados Constituyentes en el Art. 42 de nuestra Carta Magna, es nueva y manifiesta insensatez. Las expresiones de los puntos 4°. y 5°. Del escrito de Florence, con bocanada contra los “patriarcas católicos” que con su labor doctrinal y pastoral han llevado a Francia y a Colombia a culturas de tan alto nivel, porque no aceptan como “matrimonio”, un convivir sexual contrario a la naturaleza, es fruto de insensata arrogancia. En la serie de “sinsentidos” que ha querido señalar la escritora de marras en sus puntos 6°. y 7°. De su artículo, se va lanza en ristre contra el Magistrado Pretel y el Procurador Ordóñez, señalándolos como “actores de circo”, y como hasta agentes del diablo, con expresiones de júbilo ante posible salida de su cargo del segundo, tan honesto ciudadano y paladín de ideas basadas no solo en la fe sino en la ciencia y universal aceptación, cimientos que los enloquecidos de “avanzada” quieren demoler. En el punto 8°. Arremete frenéticamente contra la digna parlamentaria Vivian Morales, no cobijada bajo el patriarcado católico, señalando su vertical pensamiento en esta materia de familia y Matrimonio, como “discurso naturalista tan trasnochado”. Ante tal descalificación cabe decir, en el presente caso de la Florence, no tanto que la ignorancia sino que “la arrogancia es atrevida” y lleva a insensato desprecio de principios naturales. La invitación a sus amigas “organigays” a trabajar por abrirle campo a esa “cultura” y calificar de “homofobia” la sensata opinión del pueblo colombiano que no se ha dejado llevar a aceptar la insensatez de cambiar la imagen correcta del matrimonio, por uniones que en absurdo propósito quieren equiparar a él, es nueva insensatez. La lleva a señalar con desespero a países y personas que no acepten convertirse en “estados modernos”, que le dan aceptación a lo por si inaceptable, y estimarlos a sumirse en un caos social. Ojalá, con mente y corazón realmente sensatos, vivamos en Colombia sin complejo de principios y de hogares al estilo de nuestros mayores, pues agradecemos haber crecido en ellos y no en desenfocados remedos de ellos. Queremos una “Colombia moderna”, pero sin pisotear cuanto nos ha llevado a lo digno y bueno que tenemos, como son nuestras familias y matrimonios en indeclinable modo de estar dentro del orden natural. *Obispo Emérito de Garzón Email: [email protected]

Sáb 21 Mayo 2016

Para orar, meditar y vivir

“El me glorificará” Por Mons. Omar de Jesús Mejía Giraldo: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Con está oración, damos gloria a Dios. Está oración la repetimos con frecuencia, pero, ¿sabemos realmente que queremos expresar con ella? Empecemos por conocer qué significa bíblicamente la palabra gloria, miremos: (1)“Honor”, “alabanza”, “estima”; son cualidades que producen honor o provocan admiración. (2) "Brillo" que emana de un ser u objeto radiante y que lo rodea; gloria entonces es "esplendor". Decir gloria al padre…; es sumergirnos en el misterio de Dios, uno y trino. El primer mandamiento de la ley de Dios manda: “Amar a Dios sobre todas las cosas”. En otras palabras está diciendo: “Sólo a Dios adorarás y a Él sólo darás culto”. Sólo a Dios todo “honor”, a Él toda “alabanza”. Sólo en Dios contemplamos todo el “esplendor” de la “belleza”. Él es la plenitud de todo. “Él lo es todo”. A Dios se le da gloria con los labios, pero también con el corazón. A Dios se le glorifica en la intimidad del corazón y la mente, pero también con la vida. El evangelio dice: “El me glorificará” (16,14a). Se trata de la gloria dada por el Padre al Hijo desde la eternidad: “la gloria que tenía a tu lado, antes que el mundo fuese” (17,5b). El “dar gloria” a Jesús resume lo que se había dicho anteriormente sobre el Señorío de Cristo en el mundo, esto quiere decir que, llevando a plenitud la obra de Jesús en el mundo, el Espíritu está anticipando su plenitud final en la historia. Él nos lleva de brazos abiertos ante Dios. ¿Y qué es lo que trae la “gloria”? Pues la misma vida de Dios y sus tesoros inagotables. Jesús dice: “Todo lo que tiene el Padre es mío” (16,15a). Este “mío” o “de mi propiedad” indica hasta dónde es capaz de llegar el amor: hasta compartirlo todo. Cuando dos se aman se entregan mutuamente –con absoluta confianza- todo lo que son y tienen: “Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío” (17,10); “hijo todo lo mío es tuyo” (15,31). La comunidad de amor es también comunidad de bienes (P. Fidel Oñoro). Cuando realmente dos o más personas se aman comparten también sus bienes. Decía Mons. Alfonso Uribe: “La conversión llega a su máxima expresión cuando toca también el bolsillo”. “Dios es amor” y como tal, Dios en su misterio trinitario comparte mutuamente su amor con la humanidad y lo hace a través de su Hijo, quien se hizo hombre para nuestra salvación. Jesucristo es la “plenitud”, es la “belleza” suma, es “Dios con nosotros”. Al igual que al Padre y al Espíritu Santo, a Él todo “honor” y toda “gloria”, por los siglos de lo siglos. Durante el tiempo pascual fuimos comprendiendo paso a paso la acción de Dios en medio nuestro, el mismo Cristo, en los evangelios meditados en los domingos anteriores nos fue mostrando pedagógicamente el rostro amoroso y misericordioso de Dios uno y trino, miremos: “Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre… Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí” (14,9.11). “Si alguno me ama, guardará mi Palabra y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en él” (14,23). “El Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, lo enseñará todo” (14,26). “Como el Padre me amó, yo también los he amado yo” (15,9). “Que todos sean uno; como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros” (17,21). “Subo a mi Padre y al Padre de ustedes, a mi Dios y al Dios de ustedes” (20,17). “Como el Padre me envió, también los envío yo”. Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: Reciban el Espíritu Santo” (20,21b-22). Decía Sor Isabel de la Trinidad: “Sumerjámonos en esta trinidad Santa, en este Dios todo amor. Dejémonos transportar hacia aquellas regiones donde no está sino Él, sólo Él”. Hermanos para conocer a Dios es necesaria la teología como ciencia, sí. Pero es aún más importante la fe y el amor. Sin fe y amor es imposible sumergirnos en Dios. La experiencia de Dios uno y trino es fe y vida, vida y fe. Los primeros cristianos primero vivieron el misterio de la fe y luego la formularon. Lamentablemente hoy, en muchos de nuestros casos, primero formulamos y luego creemos o queremos vivir. Hermanos, lo primero - primero, es vivir, y desde vivir, adorar y contemplar, para luego formular. Debemos tener en cuenta que el verdadero problema de nuestra fe no está únicamente en “saber” explicar el misterio trinitario o en conocer perfectamente las enseñanzas de Jesús. El problema verdadero está en llevar a la práctica la Palabra de Dios y sólo cuando se lleva a la práctica, ésta se comprende plenamente. Es lo propio del conocimiento que se deriva de la fe. Primero se vive en la experiencia cotidiana y luego se pone por escrito. Contemplemos algunas acciones y palabras trinitarias de nuestra vida cotidiana, que debemos profundizar para relacionar estrechamente entre fe, vida y conocimiento: En la Santa Misa: “La gracia nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo este con todos ustedes” (2 Corintios 13,13). “Por Cristo con Él y en Él, a Ti, Dios padre omnipotente…”. La bendición: En el nombre del Padre… Signarnos, persignarnos, santiguarnos. Bendecir los alimentos. Dios te bendiga: Bendecir los hijos; Bendecir los alumnos, los enfermos, los encarcelados… Bendecir, bendecir… Decía San Ignacio de Loyola: “En último término el objetivo de la vida del cristiano es dar gloria a Dios y servir a los hermanos”. Glorificar y servir, he ahí el centro de la vida asumida desde Dios y para Dios. Hermanos, si damos gloria a Dios, la consecuencia lógica debe ser la de servir a los demás, sin mirar la raza, el credo o el estrato social. Y viceversa, si servimos a los demás, allí, debemos descubrir que con ello estamos dando gloria a Dios, porque en cada hermano descubrimos la imagen y semejanza de Dios. “Vengan benditos de mi Padre, porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y mi dieron de beber, estuve enfermo y me visitaron...”. Ni un baso de agua se queda sin recompensa si se ofrece con fe y se descubre que cuando se sirve a la persona, se le está sirviendo a Dios. Dice San Juan: ¿Cómo dice que amas a Dios, a quien no ves con los ojos de la carne, si no sirves a tu hermano, a quien si puedes ver con tus ojos físicos? Hermanos volvemos a aterrizar en la caridad como máxima virtud de nuestra vida cristiana. Cuando vivimos la caridad estamos glorificando a Dios y cuando oramos, estamos fortaleciendo el amor a Dios y desde Dios el amor a los demás. La invitación es pues a unir fe y vida, oración y trabajo. Gloria la padre y al Hijo... Tarea Recuperar en nuestra vida cotidiana la oración: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. + Mons. Omar de Jesús Mejía Giraldo Obispo de la diócesis de Florencia

Vie 20 Mayo 2016

Eucaristía y Misión

Por: Mons. Ismael Rueda Sierra - Queridos hermanos y hermanas: en el mes pasado meditábamos en el encuentro con Jesús en la Eucaristía, siguiendo el énfasis de este bimestre. Ahora les propongo, pensando también en nuestro Congreso Nacional Misionero de este mes, que pensemos en la Eucaristía y su relación profunda con el envío misionero. En efecto, podemos referirnos a aquel episodio de los discípulos de Emaús cuando reconocieron al Señor al partir el pan y luego, “se levantaron al momento” para ir a anunciar, a comunicar a los demás discípulos, con alegría, la experiencia de Cristo resucitado que acababan de tener (Lc 24,33). De la misma manera podemos pensar y preguntarnos, si después de habernos alimentado con el cuerpo y la sangre del Señor en nuestra participación eucarística, salimos con la misma alegría a anunciarlo entusiasmados en la vida cotidiana. No podemos olvidar, por otra parte, la aclamación que hacemos todos juntos como Pueblo de Dios, cuando el sacerdote una vez realizada la consagración nos anuncia: “Este es el sacramento de nuestra fe”, y respondemos: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ¡Ven, Señor Jesús! ¿No es esto, por tanto, una invitación y a la vez, un compromiso misionero? San Juan Pablo II decía que “La Eucaristía no sólo proporciona la fuerza interior para dicha misión, sino también, en cierto sentido, su proyecto. En efecto, la Eucaristía es un modo de ser que pasa de Jesús al cristiano y, por su testimonio, tiende a irradiarse en la sociedad y en la cultura” (M.N.D. Carta, “Quédate con nosotros Señor”, # 25; 2004). Qué bueno sería pensar en este momento, cuán distinto sería el ambiente y el entorno donde vivimos, si nuestra participación en la misa llevara siempre consigo para todos, este compromiso de dar testimonio y transformar con los valores del Evangelio, las actitudes, la calidad de nuestras relaciones, el servicio mutuo, la solidaridad y el amor fraterno. Este debe ser un gran propósito en la construcción permanente de las Comunidades Eclesiales Misioneras (CEM) que estamos trabajando en nuestro proceso pastoral. La fórmula antigua de despedida de la Celebración eucarística era: “Ite, missa est”, y significaba en últimas, terminación. Pero ahora, en este saludo, se puede apreciar la relación entre la misa que se acaba de celebrar y el compromiso misionero en el mundo. En realidad, la expresión “missa”, se convierte ahora en “misión”. Los invito a hacer el ejercicio al terminar cada celebración de la Eucaristía, de decirnos y comunicarle al Señor: “soy discípulo misionero y llevaré a Jesús donde quiera que vaya”. + Ismael Rueda Sierra Arzobispo de Bucaramanga

Jue 19 Mayo 2016

La criatura sin el Creador desaparece

Por: Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - Ha sido común, pero hoy más público, el hecho de que muchas personas afirmen categóricamente que Dios no existe o que es asunto privado de cada persona, por lo que Dios no debe tener ninguna incidencia en la vida social de los individuos. Puede percibirse el objetivo de reducir al ámbito de la conciencia la dimensión religiosa de los seres humanos, olvidando o rechazando, lo que los filósofos afirman cuando dicen que el ser humano es por su naturaleza, es un ser religado, es decir, que tiende hacia Dios, hacia lo trascendente. Lo acaecido en Cartagena, respecto de la decisión del juez de prohibir la oración en instituciones públicas, no es un caso aislado. Son varios los espacios en que se nota una cierta aversión de las expresiones religiosas, unos interpretando inadecuadamente la Constitución, otros por sentirse “agredidos”. En el fondo, está tomando fuerza una creciente tendencia secularista, donde el ser humano, gracias a los avances que ha tenido, cree que Dios, más que un aliado, es un obstáculo para su realización. Se está dando una cierta competencia y soberbia de muchos para no reconocer que detrás de todo logro humano está la mano de Dios, quien nos da la vida y la inteligencia. El Concilio Vaticano II, proféticamente, no sólo describe realidades del momento en los años 60s y anteriores del siglo pasado, sino que predice lo que habría de venir si se sigue en esta tendencia de sacar a Dios de la vida de las personas. Entre muchas cosas dice: “Muchos de nuestros contemporáneos parecen temer que, por una excesivamente estrecha vinculación entre la actividad humana y la religión, sufra trabas la autonomía del hombre, de la sociedad o de la ciencia… Pero si autonomía de lo temporal quiere decir que la realidad creada es independiente de Dios y que los hombres pueden usarla sin referencia al Creador, no hay creyente alguno a quien se le oculte la falsedad envuelta en tales palabras. La criatura sin el Creador desaparece. Por lo demás, cuantos creen en Dios, sea cual fuere su religión, escucharon siempre la manifestación de la voz de Dios en el lenguaje de la creación. Más aún, por el olvido de Dios la propia criatura queda oscurecida” (GS, 36). No se puede negar que este texto es elocuente, no sólo por dar muestras de la importancia y necesidad de reconocer la existencia de Dios, por respetar la diversidad de las religiones con apertura ecuménica, sino también por anticipar lo que hoy estamos viviendo, como Iglesia católica y como sociedad en general. Al celebrar la solemnidad de la Santísima Trinidad, reconocemos la existencia de Dios Uno y Trino, que en su lenguaje de amor está presente en medio de todos, o como diría San Agustín, dentro de cada uno. El reto de la Iglesia en estos tiempos, es ayudar a los hombres y mujeres, a que no dejen apagar la dimensión espiritual de sus vidas, y que desde allí, descubran que “Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre” (Misericordiae Vultus, 1), que respeta nuestra libertad, pero a la vez, se hace compañero de camino. Por otra parte, si un sector de la sociedad está por el rechazo de Dios, otro sector, no menor, expresa a gritos su sed de Dios. Muestra de ello es el pulular de grupos y movimientos religiosos, muchos de ellos, enraizados en inspiraciones exotéricas y mágicas que desvirtúan el espíritu de la auténticareligión; grupos numerosos de personas que viven una religión sin fe, y otros, una fe sin compromiso. En este grupo bien se pueden ubicar muchos hermanos católicos. Fieles que bautizados en la Iglesia católica, han perdido el rumbo por falta de preparación o por una fe débil, a los cuales debemos salir al encuentro. ¡Cuánta necesidad tenemos de definir una pastoral del retorno y una más valiente pastoral misionera! Es aquí en donde, como Iglesia, tenemos que asumir el reto que nos propone el Papa Francisco en la Exhortación Evangelii gaudium. Tenemos que anunciar con alegría el Evangelio, para que las generaciones de hoy y de siempre sean conscientes de que “por el olvido de Dios la propia criatura queda oscurecida”. Dios existe, guste o no guste. +Luis Fernando Rodríguez Velásquez Obispo auxiliar de Cali

Mié 18 Mayo 2016

La vejez

Por: Mons. Gonzalo Restrepo - La vejez es una etapa de la vida, a la cual no todas las personas tienen el privilegio de llegar. Sí, la vejez es un privilegio, siempre y cuando sepamos llegar a ella y la sepamos afrontar con alegría, con realismo y con entrega. ¿Por qué tenerle temor a la vejez? En sí misma no debe producir ni temor, ni desprecio, ni otro sentimiento negativo. Si con la vejez llegan las enfermedades y las debilidades humanas se hacen más fuertes, entonces lo temible y no deseable, es la enfermedad. Pero ésta siempre, en todas las edades, produce temor y quisiéramos que no nos llegara. Es cierto, la vejez trae desgastes físicos y psicológicos. Eso es lo natural en el proceso biológico de todos los seres. Nos vamos gastando y vamos mermando en nuestras capacidades. Esto lo tenemos que aceptar y tenemos que afrontarlo con realismo y serenidad, pero no por ello despreciar la vejez. Si miramos la vejez como una etapa de madurez humana, en la cual se concentra la experiencia y se llega como a una cima en la existencia, entonces la podremos valorar diferentemente. La vejez es una etapa de una gran riqueza espiritual y sapiencial. No hay cosa más enriquecedora que hablar con un anciano. Ellos, pueden dedicar el tiempo a lo que la mayoría de las personas no pueden. Pueden reflexionar y meditar, pueden orar y rezar, pueden leer e imaginar, pueden poetizar y analizar. Los ancianos tienen una riqueza interior insondable. Ellos pueden mirar toda su experiencia desde arriba y por eso, la miran con paciencia, con sosiego y serenidad. Ellos, no tienen los afanes que la mayoría de las personas tenemos. Su serenidad, su claridad y objetividad en la visión de la vida, les permite ganarse el título de “consejeros” y, muchas veces de “profetas” o “sabios”. No puede uno estar más seguro para dejarse aconsejar que ir donde un anciano. Su mirada penetrante y serena, su corazón libre y entregado, su sentido de entrega y de donación, su ternura y su comprensión, les hace ser de los seres más queridos por nosotros. Aprovechemos la presencia de nuestros ancianos. Su existencia es un don de Dios para quienes seguimos viviendo y necesitamos de los consejos sabios, de las miradas serenas y de la ternura de quienes han llegando en su vida a una etapa que se asemeja y se acerca demasiado a la niñez. Entre el niño y el anciano la diferencia son los años, pero a los dos los une un corazón sencillo, espontáneo y limpio. Sólo que la experiencia del anciano hace que le aventaje al niño en sabiduría. Aunque, en muchas ocasiones, la sabiduría de los niños es la que nos hace falta en muchos de los momentos de nuestra experiencia. De niños y ancianos debiéramos tener mucho en nuestra vida. Estaríamos encontrando los mejores caminos y nos evitaríamos muchas dificultades que entorpecen nuestra existencia. + Gonzalo Restrepo Restrepo Arzobispo de Manizales

Mar 17 Mayo 2016

¿Diaconisas?

Por: P. Raúl Ortiz Toro - Tengo en mis manos algunas fuentes primarias para no divagar en consideraciones tendenciosas con respecto al tema que nos ocupa y que salió a la luz el pasado 12 de mayo en un diálogo del Papa Francisco con la Unión Internacional de Superioras Generales (UISG), donde, en la segunda pregunta que se le presentó al Santo Padre, se pidió formalmente la conformación de una Comisión Oficial para el estudio de la posibilidad de revivir la diaconía femenina. El tema no deja de ser interesante por el hecho de que, transversal y aparentemente, cuestionaría un aspecto definitivo de la doctrina católica como lo es la imposibilidad de la ordenación sacerdotal de mujeres. Y aclaro que es transversal pero que también puede no serlo, pues ahora vamos a darnos cuenta que el concepto del ministerio de “diaconisa” no es ni parecido al concepto de orden del “diácono”. Para ver las exageraciones debido a esta incorrecta interpretación miren cómo tituló el periódico El País de España el pasado 13 de mayo: “Papa Francisco abre la puerta a que las mujeres sean diácono, casen y bauticen”. Nada más alejado de la realidad. Han tomado ligeramente el concepto y la realidad del “Orden del diaconado” y sin juicio han atribuido las mismas funciones y realidades al concepto del “ministerio de diaconisa”. Las fuentes que invito a tratar son las siguientes: Una, la Sagrada Escritura, abierta en Romanos 16, 1: “Os recomiendo a Febe, nuestra hermana, que es, además, diaconisa de la Iglesia de Cencreas” (La versión Vulgata de San Jerónimo – siglo V – traduce: “ministra Ecclesiæ” o sea, servidora de la Iglesia, que evita el término “diaconisa” pues remite al concepto de “orden” y, además, porque en la Iglesia de Occidente no existieron las diaconisas sino solo en la Iglesia Oriental). Recurramos, además al Conciliorum Œcumenicorum Decreta (Decretos de los Concilios Ecuménicos), especialmente Nicea (año 325 d.C), canon 19: Las diaconisas… por no haber recibido imposición de las manos, deben ser consideradas entre el número de los laicos) y Calcedonia (año 451 d.C), canon 15: “No se elija (usa el verbo “cheirotonos” que se puede traducir tanto como “elegir” levantando la mano o “imponer” las manos) diácono a una mujer antes de los cuarenta años, y no sin diligente examen…”. También recurro al documento de la Comisión Teológica Internacional llamado: “El diaconado: Evolución y Perspectivas” del año 2002 (donde en verdad han quedado algunos asuntos sin resolver y que la misma Comisión declara “cuestiones abiertas”) y, finalmente, el Discurso del Santo Padre Francisco a la UISG, que es el documento que ha propiciado esta reflexión y que hasta el momento solo se encuentra en versión italiana. No es este el lugar para detenernos demasiado en el tema y por ello les pido que recurramos siempre a las fuentes. Podemos sacar algunas conclusiones: 1. No es lo mismo “diaconisa” que “diácono”. No solo por la diferencia de género sino de funciones en la Iglesia primitiva: esto es, la diferencia entre un ministerio y un sacramento. El tono de la pregunta presentada al Papa desconoce esta diferencia de las funciones de diaconisa y diácono y pretende “clericalizar” a la mujer desconociendo que su servicio es fundamental en la Iglesia sin necesidad de reducirlo únicamente a la función litúrgica. 2. “Diaconisa” designa especialmente para la Iglesia de Oriente un servicio destinado a la ayuda durante la administración del sacramento del bautismo de mujeres adultas en lo que se refiere a asistir a las mujeres en la piscina bautismal y en la unción “a causa de la decencia” (Constituciones Apostólicas VIII, 28.6). Esto explica por qué cuando se dio el paso al bautismo de niños se fuera desplazando el papel de la diaconisa hasta desaparecer. 3. El Papa Francisco en ningún momento ha dicho que revivirá la institución de “diaconisas” sino que: a). Pedirá a la Congregación para la Doctrina de la fe que le refieran los estudios que se han adelantado sobre este tema; b). Desea constituir una Comisión Oficial no para restituir el diaconado femenino sino para estudiar el papel que desempeñaban las diaconisas en la iglesia Primitiva; c). El Papa tiene claro que el papel de la diaconisa en la Iglesia Primitiva es el que hoy realizan las religiosas consagradas; tanto es así que pedirá a la Congregación del Culto Divino que explique bien, de manera profunda, sobre lo que expresó en ese mismo Discurso acerca de la imposibilidad teológico-litúrgica de que la mujer realice la homilía en la Celebración Eucarística. Por lo tanto, a manera de conclusión, no seamos alarmistas con el tema. Y renuevo la invitación que ya es de marras: acudir siempre a las fuentes y no confiarse del sensacionalismo de los medios. A veces como católicos, por no informarnos bien, servimos de trampolín para difundir falsas noticias. P. Raúl Ortiz Toro Docente del Seminario Mayor San José de Popayán [email protected]

Lun 16 Mayo 2016

La familia al centro

Por: Mons. Cesar Alcides Balbín Tamayo - Como resultado de los dos sínodos anteriores, uno extraordinario (2014), con el tema «Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización», y otro ordinario (2015), con el tema «la vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo», sale a la luz la Exhortación Apostólica postsinodal Amoris lætitia, (La alegría del amor), donde el Papa Francisco con un lenguaje sencillo, muy sencillo, pero muy profundo, vuelve sobre un tema siempre actual y siempre vigente, como es el de la familia. Ninguna institución, como la familia es hoy por hoy, tan puesta, o mejor, tan expuesta, en la palestra pública, consciente o inconscientemente, de manera planificada o no, como la familia. Y pocas instituciones, como la Iglesia, se han puesto al frente de ella para defenderla, para promoverla y para mostrarla como el lugar donde la persona forja lo que es y lo que será. Para la Iglesia la familia seguirá siendo siempre la célula de la sociedad, concepto tan trillado, pero tan olvidado o ignorado. En esta defensa la Iglesia se siente sola y recibiendo los embates de grupos o «lobbies» que a medida que van ganando terreno lo muestran como una pérdida de la Iglesia. Así, por ejemplo, las leyes inicuas que dan vía libre al aborto, es una batalla perdida por la Iglesia, matrimonios «igualitarios», perdida para la Iglesia, adopciones por parejas del mismo sexo, perdida para la Iglesia. Sí, es cierto, pierde la Iglesia, pero pierde la sociedad, pierden los estados, pierde la misma familia, pierde la humanidad. Perdemos todos. Y es de lamentar que, en muchas de estas batallas, la Iglesia vaya sola. Pero, como madre y maestra, la Iglesia “columna y fundamento de la verdad” (1 Tm 3, 15) (Cat. 2032), continúa con su lucha, que es su misión, la de anunciar a tiempo y a destiempo, con oportunidad o sin ella (cf. 2Tim 4,2), por todos los rincones del mundo, que la familia, hoy más que nunca es importante, es el centro y es necesaria para el desarrollo de las sociedades, de los pueblos, de las naciones. No se da un mejor lugar para el desarrollo de las personas que la familia, claro está, bien constituida y no podemos ignorar que el deterioro de las mismas va dejando profundas secuelas en la sociedad misma. El prurito de ignorar el pasado, de lo que eran las familias de antaño, la figura paterna y la figura materna, la unidad familiar, la autoridad de los mayores, hace que se pierda el horizonte y que se entre en el camino de ensayos, sin éxito, eso sí, y con una alta probabilidad de fracaso. El Papa Francisco nos viene a recordar lo qué es la familia, lo que significa y de la riqueza que entraña, y nos hace un recorrido, en la Exhortación, por la Palabra de Dios, por la realidad actual de la familia, con sus desafíos, lo mismo que la vocación de la familia, el amor en el matrimonio, amor que se vuelve fecundo. Lo mismo que las perspectivas pastorales, educación de los hijos, las situaciones irregulares y la espiritualidad matrimonial y familiar, tan olvidada hoy. Con tristeza y preocupación pudimos comprobar que los medios de comunicación se centraron en dos temas, principalmente: el matrimonio igualitario y la comunión de los divorciados vueltos a casar. Como vemos en una lectura rápida, la Exhortación es mucho más que eso: muestra la alegría del amor cuando es entrega, cuando es donación, cuando es paciente, servicial, cuando no es envidioso, cuando no se envanece ni procede con bajeza, cuando todo lo disculpa, lo cree, lo espera y lo soporta (cf. 1 Cor 13, 4-7; AL 90). + Cesar Alcides Balbín Tamayo Obispo de Caldas

Mié 11 Mayo 2016

Confianza e información palabras clave para obispos y administradores

Son las dos palabras que el presidente del episcopado, monseñor Luis Augusto Castro Quiroga, animó a usar a los participantes del III Encuentro Nacional de Prácticas Administrativas. El prelado ha dicho que estas dos palabras están íntimamente relacionadas con el obispo y los administradores. En este marco recomendó a sus hermanos obispos que deben tener plena confianza en sus administradores y que estos deben brindar una información oportuna y veraz a los obispos. "Cuando las dos palabritas andan juntas las cosas van bien, cuando las dos palabritas no se juntan empiezan los problemas", comentó el arzobispo de Tunja. [icon class='fa fa-volume-up fa-2x' link='']REGISTRO: MONSEÑOR LUIS AUGUSTO CASTRO[/icon]