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pandemia

Lun 15 Jun 2020

En camino a la reapertura de los templos

El pasado domingo 14 de junio, el Ministerio del Interior expidió el Decreto 847 por el cual se modifica el Decreto 749 del 28 de mayo de 2020. A manera de síntesis, en esta nueva reglamentación se pueden observar los siguientes puntos: Establece la vía jurídica para la promulgación del acto administrativo que permita el desarrollo del pilotaje de reapertura de templos en Salamina (Caldas) y Aguazul (Casanare), que se pondrá en marcha esta semana. Habilita a los alcaldes de los municipios NO COVID-19 del país para que tramiten ante el mismo Ministerio del Interior la autorización para la reapertura de los templos y centros de culto. En todo caso, por cuanto concierne a la vida y misión de la Iglesia Católica, se tendrán como base los lineamientos de bioseguridad que ya fueron aprobados por el Ministerio de Salud y Protección Social, con los ajustes que resulten del pilotaje. En cuanto a la lista de los municipios NO COVID-19, ésta se actualiza diariamente y se puede consultar en el siguiente link: https://d2jsqrio60m94k.cloudfront.net, bajo el título: “Municipios con y sin casos confirmados de COVID-19” El episcopado colombiano ha venido disponiendo cuanto es necesario para que la reapertura de los templos católicos en el país responda adecuadamente tanto a la vivencia de la fe en las celebraciones litúrgicas con la participación física de los fieles, como a los cuidados que se deben guardar para proteger la salud y la vida de los mismos fieles y de la comunidad en general. En diálogo con monseñor Elkin Fernando Álvarez Botero, Secretario General de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC), pudimos conocer más detalles de los pasos que se vienen avanzando, junto con el Gobierno Nacional, en la gestión conjunta de reabrir los templos para celebraciones presenciales de los fieles, siguiendo los debidos protocolos de bioseguridad y contando con la disposición colaborativa de las autoridades locales, así como con la de obispos, sacerdotes y comunidad de creyentes. Periodista CEC: ¿Qué falta para que la prueba piloto se ponga en marcha? Mons. Álvarez: Falta un acto administrativo del Ministerio del Interior, según lo permite ahora el Decreto 847. Confiamos que este acto administrativo se expida esta misma semana, para dar vía libre a la experiencia piloto en Salamina y en Aguazul. Periodista CEC: Una vez inicie la prueba piloto en las dos poblaciones escogidas, ¿cuánto tiempo durará ésta? Mons. Álvarez: Nosotros hemos pedido al Ministerio del Interior que fije un plazo de término para la prueba piloto. Todavía no se ha dado una respuesta exacta a esta solicitud. Periodista CEC: Según el Decreto 847, son los alcaldes de los municipios NO COVID-19 quienes van a tramitar ante el Ministerio del Interior la reapertura de los templos en sus territorios. ¿Cómo será esa reapertura? ¿Se abrirán a la vez todos los templos de cada población NO COVID-19 o, si es un proceso escalonado, qué se tendrá en cuenta? Mons. Álvarez: Lo primero que hay que tener en cuenta es que hay un proceso para esto. Los alcaldes deben tramitar la autorización ante el Ministerio del Interior, certificando en primer lugar que su municipio es no COVID. El Ministerio le dará curso a esas solicitudes. La autorización se pedirá para las diversas confesiones de fe que haya en cada municipio. Los protocolos que se acreditarán, en el caso de la Iglesia católica, son fundamentalmente los que ya ha aprobado el Ministerio de Salud para el pilotaje, a los cuales, sin duda, se le harán ajustes según el resultado de la experiencia. Periodista CEC: ¿Qué le corresponderá al párroco adelantar ante la alcaldía municipal? Mons. Álvarez: Se pide a los párrocos que estén en permanente contacto con las autoridades locales y con las secretarías de salud, en lo que se refiere al manejo general de la pandemia y a todas las medidas que se vayan tomando, también para este punto concreto de la reapertura de templos, siempre siguiendo las orientaciones y directrices de los obispos u ordinarios diocesanos. Se aclara, que los sacerdotes no tienen que acreditar un protocolo distinto del que ya ha sido revisado por el Ministerio de Salud. Desde la Conferencia Episcopal informaremos oportunamente de eventuales ajustes a los protocolos, que resulten de la evaluación de la prueba piloto. Periodista CEC: Teniendo en cuenta que los lineamientos de bioseguridad presentados por la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC) al Gobierno Nacional, ya fueron aprobados por el Ministerio de Salud y Protección Social, recordemos de manera general en qué consiste la propuesta de la Iglesia católica en cuanto a estos protocolos. Mons. Álvarez: Reitero que el Ministerio de Salud ha aprobado los protocolos para la reapertura de templos en Salamina y en Aguazul. Estos lineamientos son fundamentalmente los que se aplicarán para la reapertura de los demás templos, una vez se surta la experiencia piloto. Ya hemos hecho del conocimiento de todos los obispos del país estos lineamientos para que se vayan preparando, en espera de la autorización necesaria. Periodista CEC: Muy importante su aclaración. Ahora sí, en líneas generales, coméntenos en qué consisten los protocolos presentados por la CEC al Gobierno Nacional para la reapertura de nuestros templos católicos. Mons. Álvarez: Hay, sobre todo, unas medidas muy importantes para el ingreso, el control de aforo, el distanciamiento social, la desinfección para estar en los templos; aparecen también unas medidas para tener en cuenta durante las celebraciones litúrgicas con el fin de cuidar la participación devota y digna de los fieles; también contemplamos unas medidas para el momento de salida de las iglesias. Periodista CEC: Ante esta situación de reapertura de nuestros templos, ¿cuál es el mensaje de la CEC para los sacerdotes y los fieles católicos? Mons. Álvarez: Hemos venido viviendo una situación distinta y nueva, como lo ha repetido el Papa Francisco. Esperamos que, paulatinamente, los fieles puedan regresar a los templos para celebrar nuestra fe cristiana. Y hay que hacerlo con pleno sentido de lo que significa en nuestra vida la celebración de la liturgia y la vida de la comunidad ¿Qué quiero decir con esto? Que la vuelta a los templos debe convertirse para nosotros en un renovar y fortalecer nuestra relación con Dios y con los hermanos, y para asegurar en nuestras comunidades una profunda espiritualidad litúrgica. No se trata simplemente de abrir los templos y cumplir unos protocolos. Es necesario cumplir todas las medidas de bioseguridad, por el bien de todos, pero no podemos caer en el riesgo de “celebrar sin espíritu”. Quiero enviar un mensaje muy especial a los sacerdotes para que tengan muy presente que ahora deben preparar mejor las celebraciones. Lógicamente se trata de preparar bien las medidas para evitar la propagación del virus, pero no nos olvidemos de la preparación espiritual, interior, de las disposiciones que pide la liturgia misma, de lo necesario para que sacerdotes y fieles, celebren de verdad el misterio de la fe cristiana y puedan recibir la gracia propia de los sacremntos.

Mié 10 Jun 2020

Bancos de Alimentos de la Iglesia han entregado más de 15 millones de kilos de víveres durante pandemia

En medio de la pandemia, los bancos de alimentos han sido una herramienta fundamental en la labor que desarrollan las Diócesis para asistir a las familias en estado de vulnerabilidad. El objetivo es ayudar a disminuir el hambre en las personas de más bajos recursos de las comunidades que conforman cada una de estas jurisdicciones eclesiásticas. Las arquidiócesis de Barranquilla, Bogotá, Bucaramanga, Cali, Cartagena, Ibagué, Manizales, Medellín, Villavicencio y las diócesis de Cúcuta, Cartago, Pasto, Pereira, Neiva, Montería, Sincelejo, Santa Marta y La Guajira, quienes hacen parte de la Asociación de Bancos de Alimentos de Colombia (ABACO), han llegado a diferentes lugares del territorio colombiano entregando alimentos a fundaciones, organizaciones y comunidades que se han visto afectadas por la emergencia sanitaria. Del 30 de marzo al 26 de mayo, han entregado 15 millones 217 mil 366 kilos de comida, atendiendo así a un millón 449 mil 274 personas. Los Bancos de Alimentos funcionan por medio de donaciones que realizan personas o empresas, estas pueden ser dinero o alimentos como tal. Es importante resaltar que esta labor se ha intensificado dada la situación de crisis por la que atraviesa el país. “Desde que inició el aislamiento preventivo obligatorio, por instrucción de nuestro arzobispo Omar de Jesús Mejía Giraldo, se empezó un trabajo arduo convocando a la solidaridad mediante el Banco de Alimentos, tenemos un centro de acopio en donde recibimos toda clase de ayudas de los mismos comerciantes y gente sencilla. Ha habido donaciones desde 1 libra de arroz, hasta una arroba de arroz, incluso, hay comerciantes que nos han regalado una tonelada de comida”, asegura Miguel Floriano Carrera, director del Secretariado Diocesano de Pastoral Social de la arquidiócesis de Florencia. En el caso de Bogotá, el Banco Arquidiócesano cuenta con gran experiencia y capacidad en gestión de ayudas humanitarias y lo realiza de diferentes formas: 1. Aportes de alimentos a fundaciones, parroquias y organizaciones de acción social, producto de donación de empresas. 2. Campaña de donaciones de alimento o dinero, que ha permitido la entrega de kits de alimento y aseo a la población necesitada. 3. Siendo mediador y garante de ayuda, a través de la recepción y remisión de donaciones con destino a los proyectos humanitarios de la Alcaldía Mayor. Entregar estas ayudas alimenticias no es solo un ejemplo de amor por el prójimo, sino también de solidaridad y trabajo en equipo, ya que es un trabajo conjunto en el que participan los donantes, Agentes de Pastoral, voluntarios, miembros de la Policía y demás organizaciones que deciden vincularse para que todo sea posible. Tomado de: caritascolombiana.org

Mar 9 Jun 2020

Ante emergencia sanitaria Iglesia en Nariño clama atención a comunidades

Tras la emergencia sanitaria que atraviesan varios municipios de Nariño, el Obispo de Tumaco, Monseñor Orlando Olave Villanova y la directora de la Cámara de Comercio, Zaida Mosquera Patterson, como voceros del "Comité Tumaco, Unidos por la vida y la justicia", hacen un llamado de “acción urgente” a los gobiernos nacional y departamental de Nariño, para afrontar la pandemia (Covid-19). En un comunicado evidencian la falta de infraestructura en hospitales y centros de salud, así como de personal médico especializado, pruebas diagnósticas y equipos de bioseguridad que garanticen la pronta atención de los pacientes, frente a esta realidad piden al Instituto Departamental de Salud de Nariño y el Ministerio de Salud se apersonen de estas necesidades urgentes. Así mismo, reclaman la atención de las comunidades ubicadas en El Sanquianga y en El Telembí, quienes a la fecha no han recibido ningún tipo de atención médica que garantice la preservación de sus vidas. Recordemos que el "Comité Tumaco, Unidos por la vida y la justicia" fue constituido en el 2018 por un grupo de personas influyentes, con el propósito de promover, dinamizar y articular acciones entre diversos actores que impulsen programas y proyectos para la región. [icon class='fa fa-download fa-2x'] Descargar comunicado[/icon]

Lun 8 Jun 2020

“Chocó sigue sufriendo la pandemia de la violencia, el abandono estatal y la corrupción”

Así lo evidencia la diócesis de Quibdó, presidida por su obispo, monseñor Juan Carlos Barreto Barreto, en unión con otras instituciones, quienes a través de un comunicado ponen de manifiesto su preocupación ante el recrudecimiento sistemático del conflicto armado en el Departamento del Chocó. “Ahora, esta realidad, nada nueva, está pasando todavía más desapercibida, porque el tema de la pandemia del coronavirus ocupa casi totalmente las agendas de los grandes medios y la opinión pública e invisibiliza los grandes problemas históricos de la violencia, el abandono estatal y la corrupción que siguen causando el mayor daño a nuestras comunidades”. Ponen en evidencia los altos niveles violencia urbana que se están generando en la ciudad de Quibdó, registrando en los primeros cinco meses del año 75 personas asesinadas. Así mismo enumeran las “grandes plagas” que acosan al Chocó desde hace décadas y que están llevando a la violación de los Derechos Humanos sobre las comunidades Afros, Indígenas y Mestizas, sin que esto tenga eco por parte de los entes gubernamentales para dar solución a estas problemáticas. Por otra parte y ante el colapso del sistema sanitario que se ha generado a cuenta de los contagios de coronavirus en esta región del país, hicieron un llamado urgente a la comunidad internacional para que acuda prontamente con apoyos necesarios que permitan superar este momento dramático. “Si el Gobierno quiere eficacia y credibilidad en las medidas para combatir el avance de la pandemia y para proteger la vida del pueblo, no se puede limitar a los decretos de cuarentena y descuidar el panorama del conflicto armado, las economías ilegales, la miseria, la corrupción y la falta de atención en salud que históricamente están cobrando innumerables vidas en el Departamento del Chocó. Es urgente emprender políticas públicas que busquen garantizar vida digna integral para la población chocoana”. Finalmente, hicieron un llamado para que se restablezca la mesa de diálogos con la insurgencia “y generación de mecanismos transicionales de sometimiento a la justicia de otros actores armados y la implementación del Acuerdo Final, que incluye el capítulo étnico, entre el Gobierno Colombiano y las FARC”. Este mensaje ha sido suscrito por la Diócesis de Quibdó, el Consejo Comunitario Mayor de la Asociación Campesina Integral del Atrato – COCOMACIA, la Mesa Indígena del Chocó, el Foro Interétnico Solidaridad Chocó, la Red Departamental de Mujeres Chocoanas y la Mesa Territorial de Garantías Chocó. [icon class='fa fa-download fa-2x'] Descargar comunicado[/icon]

Dom 7 Jun 2020

Iglesia católica avanza en protocolos para reapertura de templos

El padre Jorge Bustamante Mora, director de los departamentos de Doctrina y Promoción de la Unidad y el Diálogo de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC), y miembro de la mesa de diálogo con el Gobierno Nacional para la reapertura de los templos católicos en el país, nos comparte en una video - entrevista sobre los avances logrados en este tema. [icon class='fa fa-download fa-2x'] Vea la entrevista[/icon]

Lun 25 Mayo 2020

COR – VIDA versus COVID 19

Por: Mons. Ismael Rueda Sierra - Para esta entrega editorial, a propósito del coronavirus que afecta a la humanidad, se me ha ocurrido reflexionar a partir de estas palabras que son tan pronunciadas cotidianamente en las conversaciones corrientes y que cobran tanto significado en la experiencia de cada uno. Pero creo que es importante primero identificarlas. La primera, “cor” es un vocablo del latín que significa, nada más ni nada menos, “corazón”, palabra tan usada en el mundo, no solo de la medicina, sino para expresar sentimientos y calificar relaciones. Cordialidad, cordial (afecto del corazón), misericordia (tener corazón con el necesitado), concordia, acordar (unir los corazones), recordar (volver a pasar por el corazón), coraje (el corazón adelante!),cordura (sensatez con corazón), discordia (corazones separados), entre tantas. Podríamos continuar la lista pero para el caso, se trata de resaltar que frente a los retos de la vida y los nudos por desatar, es siempre necesario poner a funcionar el corazón, que podríamos traducir en solidaridad, ayuda mutua, cuidado de los unos por los otros. La Sagrada Escritura, cuando se refiere al corazón humano, no alude simplemente a un músculo del cuerpo, sino describe la interioridad del hombre, de donde proceden los sentimientos, las decisiones, la libertad y el amor en ejercicio, el discernimiento, las relaciones etc. El mandamiento del amor está formulado en términos de corazón: “Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Dt 6,5); y en la parábola del buen samaritano, ante la pregunta que hiciera el doctor de la ley a Jesús, de cómo alcanzar la vida eterna, Jesús le contesta ¿que está escrito en la ley? Y éste le contesta de forma idéntica, añadiendo “y al prójimo como a ti mismo”, por lo cual el Señor le manifiesta que ha respondido correctamente (Cfr. Lc 10,27). La segunda palabra es vida, repetida y usada también tantas veces en las conversaciones ordinarias por su importancia en la experiencia cotidiana y por el contenido humano y espiritual que contiene. Hablamos de la vida como derecho fundamental, y durante todo este tiempo de la pandemia del coronavirus, todo gira alrededor de defender y proteger la vida de este ataque inesperado. De manera que la vida, por fortuna, tiene un escenario en el que debe ser colocada en primera línea de valoración, reconociendo sin embargo, que hay muchos otros, distintos al de esta pandemia, en los cuales aún es más vulnerada y agredida la condición humana (hambre, guerras, otras enfermedades no atendidas, injusticias, violencia…etc). Finalmente, podríamos afirmar, que la palabra más pronunciada en lo que va del año a nivel planetario es “Covid 19” - o “coronavirus” - , por lo que ella cala tan profundamente en este momento en la atención y expectativa de todos. A sabiendas que el espíritu de superación y la virtud de la esperanza se abren paso frente a la adversidad, concluimos que hay un antídoto fundamental que ojalá fuera también una vacuna moral para toda la humanidad, frente a tantos males sociales, lo mismo que para seguir afrontando integralmente la crisis generada por el Covid 19: amor como solidaridad (corazón) y cuidado integral de la vida, empezando por la vida humana y la de la casa común o medio ambiente. Sin olvidar que amor y vida tienen su fuente en Dios, quien en concreto, en su Hijo Jesús, dio su vida por amor. + Ismael Rueda Sierra Arzobispo de Bucaramanga

Sáb 23 Mayo 2020

Post pandemia. Entre el deseo y la necesidad

Por: Mons. César Alcides Balbín Tamayo - Este asunto del Convid-19, que lleva en el mundo no menos de seis meses desde su descubrimiento, ha venido para quedarse. Se ven los esfuerzos de los gobiernos para evitar el contagio masivo, con exiguo éxito para algunos, con un éxito un poco más alto para otros, y con la tranquilidad absoluta para unos pocos, que no le han visto ni siquiera llegar, especialmente países desarrollados, especialmente los nórdicos, y algunas comunidades municipales, entre nosotros. Los esfuerzos del mundo de las ciencias para el descubrimiento de una vacuna, o al menos de anticuerpos, no tanto para erradicar el mal sino para tratar de detenerlo, son notorios, de manera especial también en los países desarrollados, que cuentan con los recursos para ello, e incluso bajo el patrocinio de grandes firmas farmacéuticas, con suficiente músculo financiero, con el soterrado interés de quedarse con una buena tajada del mercado que supone el descubrir y poner una vacuna a disposición de los gobiernos. El mundo comienza a despertar, como de manera casi que perezosa de esta pesadilla que por varios meses le ha colocado como en stand by, y es hora de que pensemos en una manera diferente de ser y de estar en el mundo, en relación con los demás y con nosotros mismos. La experiencia de la cuarentena vivida en familia, la gran mayoría, creo yo, así como el alejamiento social, nos deberán dejar interesantes lecciones para nuestra vida, para poner en práctica en adelante. Es cierto que el futuro esta en manos de Dios, así lo creo, pero también es cierto que las personas inteligentes prevén, de algún modo ese futuro. Es como decir que el mismo está en la manos de Dios, y también en nuestras propias manos. Por todo ello, entonces, tendremos que comenzar por ser selectivos en muchas cosas y en muchos aspectos de nuestra vida diaria. Seguramente moviéndonos entre el deseo y la necesidad, como lo he puesto en el subtítulo de esta reflexión. Y para ello será necesario parar y reflexionar a la hora de comprar, invertir y gastar, que son cosas bien diferentes. Tendremos que pensar en la verdad, la bondad y la necesidad de las cosas ¡Cuántas personas seguramente han lamentado el mal manejo que han dado a los recursos propios o de sus organizaciones en este tiempo, en el que el mundo se ha frenado en seco! Y ello tal vez porque el mundo y la cultura del consumo nos han llevado a adquirir cosas innecesarias y superfluas, dejando de lado cosas importantes y necesarias. En más de una ocasión lo he manifestado: nuestro mundo del comercio está repleto de baratijas, chécheres y cosas innecesarias. Qué bueno hacer el ejercicio, y ayudar a nuestros fieles a que lo hagan, de pensar antes de adquirir algo, si es bueno, si es importante, y sobre todo si es necesario, y tal vez haciéndome la reflexión de lo que pueda pasar si no lo adquiero, y si la respuesta es «nada», entonces… no vale la pena adquirirlo. Distinta será la respuesta a la hora de comprar los elementos de primera necesidad del hogar, como el alimento, como los medicamentos, como el pago de los servicios o incluso la adquisición de algún electrodoméstico, que ayuda a los trabajos del hogar. Así entonces y en previsión del futuro, la cuestión será, tomar decisiones inteligentes, a partir de dos situaciones: lo que quiero y lo que necesito. Lo que quiero puede esperar, lo que necesito, si realmente lo necesito, debe ser ya, ahora. Si no, puede ser después. Ahora, y teniendo de frente una anunciada y profunda recesión económica, bien vale la pena poner a funcionar la inteligencia, en orden a prever un poco el futuro. + César Alcides Balbín Tamayo Obispo de Caldas - Antioquia

Mar 19 Mayo 2020

Una gran crisis dentro de la crisis

Por: Monseñor Víctor Manuel Ochoa Cadavid - Todos en nuestra querida Colom­bia, hemos visto la tragedia de los hermanos venezolanos, a todas las ciudades y pueblos más remotos de nuestro territorio han llegado para bus­car su futuro y tratar de aliviar sus difíci­les situaciones humanas. Un drama que todos hemos contemplado con nuestros ojos. Los hombres y mujeres de esta querida nación y, también los colombianos retor­nados, que no podemos olvidar, quienes emigraron por las particulares situacio­nes que vivió nuestra patria, en otras dé­cadas, han cambiado las ciudades capita­les, los hemos visto con sus requintos y con su música, con su trabajo e inventiva para encontrar sus medios de subsisten­cia y poder ayudar a sus familias en la hermana nación. Son casi dos millones de venezolanos en Colombia y unos cin­co millones que han dejado a Venezuela. Desde la tarde del 17 de agosto del año 2015, en la frontera colombiana de Cú­cuta, se comenzó a vivir una gran trage­dia, la deportación de más de 22 mil co­lombianos, y el retorno de muchos otros, este fue el inicio de un gran drama, que se ha ido desarrollando en los días. Primero vimos llegar deportados en au­tobuses, en forma oficial, con toda la for­malidad institucional, luego vimos llegar familias, hombres y mujeres con niños e infantes con sus pobres pertenencias pa­sando por las trochas de la frontera. La Iglesia Católica, mirando a Jesucristo, exiliado en Egipto -con sus Padres San José y Santa María- , deseó ser testigo de caridad para estos hermanos, atendien­do sus necesidades y sus dolores. Desde este momento las Diócesis de la frontera, tanto en Venezuela como en Colombia, comenzamos a servir a los deportados y a los primeros emigrantes que por diver­sas razones deseaban salir de su tierra, buscando horizontes de esperanza y de bienestar. Todos, sacerdotes, diáconos, religiosas, laicos, los obispos, nos pusimos desde ese momento al servicio de la caridad, pensando en cuanto nos había enseñado el Apóstol San Pablo en la segunda carta a los Corintios, “La caridad de Cristo nos urge” (2 Cor 5,14). La tragedia de una nación con grandes dificultades materiales nos trajo a Norte de Santander y al nororiente de Colom­bia el gran drama de las urgencias en la salud y el bienestar huma­no de muchos venezola­nos que en sus espacios no encontraban los recursos y los cuidados para sus en­fermedades. Comenzamos a ver enfermos de cáncer y otras dolencias graves que necesitaban atención. También escuchamos el llanto alegre de los niños que nacían en los distin­tos hospitales, pues sus madres buscaban un parto seguro. Con nuestros ojos vimos a muchos pobres y nece­sitados buscando medici­nas y drogas que no era posible encontrar en sus lugares de origen. Desde pequeñas y simples pre­paraciones, hasta los re­cursos más avanzados de la medicina, a los cuales estaban acostumbrados por un buen servicio médico que tuvieron en otros decenios. Con paciencia y con un gran esfuerzo, muchos llegaron desde lugares remotos de Venezuela, para buscar repuestos, aprovisionamiento de bienes básicos de subsistencia en alimentos o en las cosas necesarias para la vida. Nuestra ciudad tuvo la presencia de has­ta 80 mil personas, muchas de las cua­les comenzaron su camino, para llegar a otras ciudades de Colombia o para llegar a Ecuador, Perú, Chile, Argentina. Miles de kilómetros, hechos por los caminan­tes. Muchos de ellos llegaron a nuestras ciudades, a Bogotá Capital, a Medellín, a Cali, a Barranquilla, a Bucaramanga, o también a pequeñas poblaciones y allí se asentaron para buscar oportunidades. En este gran drama y tragedia, la Igle­sia no ha querido quedarse inmóvil y ha sacado lo mejor de sí para atender y cuidar a estos hermanos necesitados de ayuda y de protección. Con la previsión y el cui­dado de un gran pastor, hoy anciano en sus años, el Cardenal Pedro Rubia­no Saénz, el Centro de Migraciones de la Dióce­sis de Cúcuta regentado por los Padres Escala­brinianos dio refugio y apoyo material a muchas familias, a enfermos, a refugiados que buscaban caminos de esperanza. También, con la ayuda de un gran sacerdote, con la presencia de otros miem­bros del clero, diáconos, religiosas y casi 800 lai­cos, se abrió la Casa de Paso ‘Divina Providencia’, que entregó desde el 7 de junio 2017, tres millones y medio de almuerzos calientes y un mi­llón quinientos mil desayunos a los que venían de paso a la ciudad de San José de Cúcuta. A esta tarea se unieron ocho parroquias, con entusiastas hijos de la Iglesia, llenos de caridad. Un testimo­nio de caridad viva y operante, una tarea que nos formó en el servicio y exigió a todos una gran generosidad y esfuer­zo. Muchas Iglesias diocesanas siguen sirviendo la caridad, para atender estos hermanos. Muchos católicos colombia­nos, hombres y mujeres generosos nos apoyaron y siguen haciéndolo. Es necesario destacar siempre la genero­sidad del Papa FRANCISCO, que siem­pre estuvo atento a estas necesidades y realidades sociales complejas de esta gran emigración. Su atención estuvo y está siempre presente con el cuidado de dos Nuncios Apostólicos que nos han visitado y animado, S. E. Mons. Ettore Balestrero y S. E. Mons. Luis Mariano Montemayor, trayéndonos la bendición del Papa. El Santo Padre FRANCISCO también, con gestos concretos y precisos ha enviado su ayuda para atender a los necesitados. La caridad en esta gran tragedia la hemos vivido también en la atención médica y sanitaria de emergencia para muchos, con la entrega de medicinas y de peque­ños elementos para los niños y niñas (pa­ñales, complementos vitamínicos, ele­mentos de aseo). Se ha reverdecido una de las instituciones más antiguas de Cú­cuta, la Fundación Asilo Andresen, que cuida de niños y niñas en dificultades. A esta gran tragedia, y a una gran emi­gración que ha llenado las periferias de nuestras ciudades y de San José de Cú­cuta, se une ahora la difusión de esta Pandemia, originada por el virus CO­VID-19. El virus que se ha difundido por todo el mundo, creando una situación ex­cepcional en tiempos de nuestra historia, tocando lo más profundo de nuestra fe y limitando también la expresión de esta con el culto y la celebración de los sa­cramentos ha llegado a los lugares donde todos estos hermanos vivían, mostrando sus limitaciones y necesidades, ocasio­nando la decisión de estos hermanos de retornar a su país, al menos para tener la seguridad de un techo propio. Esta profunda crisis que nos ha tocado vivir, en la cual los medios de comunica­ción han tenido una gran tarea informati­va, nos ha puesto la atención de nuestras comunidades en esta nueva situación. El gobierno colombiano reconoce ya más de 50 mil venezolanos que han retornado a su tierra, en forma oficial. Se abre ante nuestros ojos una nueva crisis, dentro de una gran crisis. Como Iglesia, como creyentes, tenemos que continuar viviendo la caridad, el servicio de los hermanos que sufren. Estos días nos han llevado a todas las Iglesias que peregrinamos en Colombia y en el mundo entero a ponernos al servi­cio de los pobres y necesitados, de aque­llos que no tienen el alimento necesario y los medios de subsistencia. La Caridad de la Iglesia se ha puesto al servicio de los enfermos y de los que sufren en esta pandemia – entre nosotros todavía en ci­fras graves pero contenidas de frente a las de otras naciones- confortando con los sacramentos y la gracia de Dios a los que sufren. Gracias a todos los respon­sables de los bancos de alimentos y de los grupos de caridad que en estos días han atendido a los pobres, también a los donantes generosos y a los voluntarios. Gracias al trabajo de muchos sacerdotes y laicos, con la caridad de muchos he­mos entregado más de 42.000 mercados. Muchos sacerdotes y laicos han vivido la tarea de escuchar y consolar a los que sufren por la pérdida de sus seres queri­dos o que se enfrentan a situaciones muy complejas fruto de la soledad o falta de elementos necesarios para la vida. Gra­cias a las religiosas se han atendido mu­chas obras y servicios caritativos en sus obras educativas y sociales, empeñadas en primera línea en el servicio de los po­bres. Esta grave situación, en la que tenemos que actuar con gran responsabilidad y serenidad para evitar la difusión de la en­fermedad, nos tiene que llevar a vivir la caridad de Cristo, en nuestros hogares en primer momento, con nuestros vecinos, en cada una de nuestras comunidades pa­rroquiales y de vida religiosa. Tenemos que mirar el futuro con los ojos puestos en Jesucristo y en sus palabras que nos invitan a amarnos y a servirnos, inspirados en su Evangelio. Que la Santa Madre de Dios nos proteja y regale la sa­lud en este tiempo de enfermedad. + Víctor Manuel Ochoa Cadavid Obispo de la Diócesis de Cúcuta