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Pascua

Jue 15 Dic 2016

¿Ya no existe Adviento?

Escrito por: P. Raúl Ortiz Toro - El 27 de noviembre pasado inició el tiempo litúrgico de Adviento y en algunas parroquias y/o para algunos cristianos parece que no ha comenzado, o ya terminó. El cada vez más acelerado inicio de las llamadas “fiestas decembrinas” ha logrado que el primer tiempo del año litúrgico pase a un segundo plano casi imperceptible. Fijémonos en que tanto la Navidad como la Pascua están precedidas por tiempos de preparación que tienen como connotación especial la sobriedad y la penitencia, la caridad y la solidaridad cristianas. Pero lo que ahora estamos viendo es que Adviento ya parece ser un asunto del pasado: en muchos templos se prefiere el árbol de Navidad sobre la Corona de Adviento; los cantores siguen entonando los mosaicos de acompañar con palmas, los arreglos florales abundan y no faltan los templos que desde el mes de noviembre no les cabe una luz navideña más. Y ni qué decir de los hogares. El comercio, pasando la fiesta de amor y amistad en septiembre, saca las guirnaldas y las luces con su “madrúguele a diciembre”. Hay familias que en octubre ya tienen organizado el pesebre y a la casa no le falta un rincón para adornar con papás noeles y moños. Un exceso grande es la famosa alborada del primero de diciembre en la que algunas personas salen a la madrugada de este día, entre licor y pólvora, a recibir el último mes del año con los excesos propios de quien piensa que va a ser su último diciembre de la vida y, lamentablemente, resulta siendo así para algunos. Adviento, sin embargo, tiene su identidad propia: el color litúrgico morado en señal de austeridad y penitencia, la ausencia del canto del “Gloria”, la sobriedad en los arreglos florales y la moderación en los instrumentos musicales usados para acompañar el canto, además de la corona de Adviento que no es obligatoria pero sí es un signo recomendado, hacen parte de ese conjunto de características propias que no deben perderse; a ello se suma, más allá de lo litúrgico, el espíritu del tiempo: la espera profunda de que así como celebramos que el Hijo de Dios se hizo uno de nosotros en su primera venida, del mismo modo debemos esmerarnos porque nos encuentre dignos de Él en su segunda venida. Si el Adviento se vive litúrgica y espiritualmente con sobriedad y moderación, la Solemnidad de Navidad va a tener más impacto y trascendencia, se notará más el punto de quiebre y la unión misma entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. No intento ser aguafiestas y decir que armemos el pesebre el 24 de diciembre en la mañana y que solo ese día pongamos adornos navideños. Lo que intento decir es que podemos hacer más esfuerzos para que el Adviento no pierda su identidad. En las parroquias y grupos apostólicos debemos incentivar ese ambiente a través de los retiros espirituales, de las conferencias de Adviento, del respeto a las normas litúrgicas, de la lectio divina con textos de la espera mesiánica, etc; no le sigamos el juego al consumismo que quiere hacernos perder este gran momento. P. Raúl Ortiz Toro Docente del Seminario Mayor San José de Popayán [email protected]

Mié 27 Abr 2016

Abracemos a nuestra Iglesia que brilla gracias a la luz del Espíritu Santo

Hermanos y hermanas, estamos hoy en el sexto domingo de Pascua. Somos la Iglesia de Cristo, comunidad reunida en el Espíritu Santo para celebrar los sagrados misterios, y reconocer la presencia de Dios en medio de nuestra comunidad. Tomemos conciencia de nuestra condición de Iglesia y participemos con gozo y con fe en esta celebración. Lecturas [icon class='fa fa-play' link='']Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 15,1-2.22-29[/icon] [icon class='fa fa-play' link='']Salmo de respuesta: 67(66),2-3.5.6+8[/icon] [icon class='fa fa-play' link='']Segunda lectura: Apocalipsis 21,10-14.22-23[/icon] [icon class='fa fa-play' link='']Evangelio: Juan 14,23-29[/icon] [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO BÍBLICO[/icon] Las lecturas muestran la realidad de la Iglesia, y nos invitan a tomar conciencia del papel fundamental que ella juega en la Salvación. Ella aparece marcada profundamente por la presencia y vivencia de la Palabra de Dios, que establece unos lazos indestructibles de amor entre cada creyente y su conjunto la Iglesia, y de ésta con Dios, a tal punto que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo establecen su morada en cada uno de los creyentes. Realidad que crea el “don” de la paz, no como el mundo la plantea sino a la manera de Jesucristo. Lazos de amor y comunión que caracterizan a la Iglesia de Jesucristo. Esta verdad de la cohabitación de la Trinidad en nosotros debe ser explicitada de manera que cada católico la comprenda y viva de la mejor manera posible; nada más esperanzador que reconocer que somos tabernáculos de la presencia viva y operante de Dios Trinidad. La Iglesia, comunidad que vive el amor y la paz, no se ve libre de las dificultades y las “agitaciones”, al contrario, siempre se ve asaltada por realidades que la cuestionan, y le plantean el interrogante: ¿qué es propicio para la Salvación? Ella, guiada orientada e iluminada por el Espíritu Santo, sabe entrar en dialogo colegial (sinodal), en relación fraterna, recordando las enseñanzas de Jesús, propone el camino más seguro y conveniente a cada creyente en cada época (cf. primera lectura). Esa es su misión, en medio de un mundo a oscuras, ella, la Iglesia es testigo de la luz, ella no es la luz sino la lámpara que deja brillar y comunica la única luz que es la presencia de Dios y del Cordero (cf. segunda lectura); esta es su misión: irradiar la luz. Luz que ella recibe y disfruta gracias a su intimidad y consagración a Dios, que se nos explicita en las hermosas imágenes de Iglesia como ciudad-templo, y ciudad-esposa. Ella siempre se muestra la apertura del Evangelio a los demás, para que un día sea realidad: “las naciones caminarán a su luz”. La Iglesia, que hoy vive y se confronta en su seguimiento del Señor buscando ser fiel a su Palabra, a su amor, y a su presencia que la ilumina; esa iglesia que así camina, paso a paso va viviendo la “metamorfosis” de ser la Iglesia celestial, la Jerusalén celestial, la ciudad-tempo y esposa consagrada totalmente a su Señor. ¡Que bella es nuestra Iglesia! [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO SITUACIONAL[/icon] En este tiempo pascual, ya próximos a la gran celebración de Pentecostés, tomemos conciencia de la presencia y acción del Espíritu Santo en medio de nuestra Iglesia, y de cada uno de nosotros. Alimentémonos de la Palabra de Dios, y dejemos que el Espíritu Santo obre con todo su poder. Amenos y vivamos la alegría de ser miembros de esta Iglesia animada por el Espíritu Santo y donde brilla la luz de la presencia de Dios. Desde la experiencia de la iglesia aprendamos a tomar decisiones colegiales que favorezcan a los hermanos y busque la salvación de todos. Siempre tendremos inconvenientes, dificultades, situaciones difíciles, pero tengamos la valentía de dialogar, exponer nuestras razones, dejarnos iluminar por la Palabra y el Espíritu Santo, y no tengamos miedo de tomar decisiones que apunten a la vivencia del evangelio y a la consecución de la paz. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO CELEBRATIVO[/icon] La celebración Eucarística es el momento en el que vivimos, ya hoy, la invitación del salmo: “Que te alaben, oh Dios, todos los pueblos de la tierra”, es la manifestación de la alegría anticipada de la iglesia celestial, es el momento en que todas las naciones caminan a su luz. Que hermoso es saber que hoy en distintos lugares del mundo, incluso en los más insospechados, allí está presente la Iglesia que como lámpara irradia la luz de su Señor, y eleva la alabanza a su Dios. Que bello saber que esta iglesia unida en el Espíritu Santo, hoy te alaba, y hace posible que todos los pueblos de la tierra te alaben. ¡Viva la Iglesia! [icon class='fa fa-play' link='']Recomendaciones prácticas[/icon] Resaltar la dimensión eclesial como ambiente en el que se vive el amor a la Palabra y a los hermanos. Tener presente que en este día se celebra la Jornada Mundial de la Infancia Misionera Felicitar hoy a los trabajadores y orar por ellos y por quienes no tienen trabajo. En este año Jubilar de la Misericordia invitar a vivir la confesión, o algún acto de fe que permita ganar la indulgencia. Recordar que: El próximo domingo 12, en Colombia es la Solemnidad de la Ascensión del Señor, que tiene Misa de la Vigilia y Misa del día. El martes 3, es en Colombia la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz: En el marco del Año de la Misericordia se sugiere celebrarla con la debida solemnidad, poniendo en el centro el misterio del amor y de la redención que es la cruz de Cristo. Puede ser oportuno que la cruz del presbiterio, en esta fiesta y durante todo el año litúrgico, sea ornada convenientemente. El miércoles 4, es en Colombia la Fiesta de los Santos Felipe y Santiago, apóstoles. El viernes 6, comienza la novena de preparación a Pentecostés Tener presente que es inicio de mes; invitar a orar el Santo Rosario para invocar la misericordia de Dios a través de la intercesión de la Santísima Virgen María. Foto tomada vía:http://bit.ly/1SKZJvY

Mié 27 Abr 2016

Este momento nos pide ir a lo esencial

Por Mons. Ricardo Tobón Restrepo: Estamos celebrando la Pascua, como una fiesta que nos afecta, en la que estamos profundamente implicados. Desde la Vigilia Pascual hemos sentido que la resurrección del Señor ha comenzado también en cada uno de nosotros, como un acontecimiento personal y definitivo, a partir del Bautismo; el cual, a la vez, nos ha unido a todos, con lazos muy fuertes, al transformarnos en un nuevo cuerpo del Resucitado. Por eso, la liturgia nos viene haciendo meditar, al mismo tiempo, los textos evangélicos de la Resurrección y el relato de la vida de la Iglesia, que nos trae el libro de los Hechos de los Apóstoles. La Pascua, por tanto, es una ocasión para hacernos más conscientes de la dignidad y de la responsabilidad de ser la Iglesia, pensada desde siempre por el Padre, realizada al precio de la sangre de Cristo y conducida en la historia por el poder del Espíritu de Dios. Cada uno de nosotros lleva dentro la vida toda de la Iglesia, la presencia de Jesús muerto y resucitado, la unción y la fuerza del Espíritu Santo, la tradición de una comunidad que ha servido con empeño a la causa de la humanidad, las obras admirables de nuestros hermanos santos, la compañía de todos los que viven en la casa de Dios. Hoy, cuando nos llenan la cabeza de críticas contra la Iglesia, es fundamental tener presente nuestra identidad, recordar nuestros orígenes y reencontrarnos con nuestros ideales. Hoy, cuando no pocos se ocupan de mortificar la Iglesia con asociaciones cismáticas, espiritualidades extrañas y movimientos de todo tipo, debemos afanarnos en construir la más plena unidad. Hoy, cuando muchos piensan que la Iglesia tiene una visión arcaica y anacrónica del mundo, una falta de liderazgo frente a los desafíos del momento y una incapacidad de responder a las actuales necesidades pastorales, es necesario formarnos bien y asumir con audacia nuestra misión. Hoy, cuando incluso muchos católicos se sitúan frente a la Iglesia con actitudes equivocadas fruto de la ignorancia, la indiferencia religiosa, el relativismo moral y la falta de comunión, urge que por nuestra vida y testimonio no dejemos desfigurar el rostro del Cuerpo del Señor. Debemos sentir en esta Pascua un llamamiento apremiante a comprometernos con la vida, el camino y la tarea de la Iglesia. En una palabra, a ser en verdad Iglesia. Por eso, tenemos la obligación grave y urgente de orar más, de purificarnos de aquello que no debe darse entre nosotros, de reparar el mal causado, de entregarnos con todo el corazón para amar y servir a los demás con alegría. En este momento de grandes desafíos y oportunidades para la Iglesia debemos apuntar, con decisión y en comunión, a lo esencial. Concretamente, pienso en cuatro propósitos impostergables. En primer lugar, la santidad de vida a fin de poner en acto, como pide la Lumen Gentium , una dinámica intrínseca y determinante de pertenecer cada uno de nosotros a quien es el Santo. Luego, debemos acrecentar la tarea que tenemos de evangelizar; a eso vino Cristo, para eso estamos nosotros, que debemos, en esta etapa de la historia, emplear nuevos métodos y poner nuevo ardor. Igualmente, tenemos que seguir cuidando una liturgia viva y fructuosa, preparada por una catequesis permanente y respaldada por una sólida y coherente espiritualidad; la liturgia es la verdadera vida de la Iglesia, porque nos permite actualizar el misterio de Cristo. Por último, un compromiso efectivo con la justicia y la promoción social, para trabajar decididamente en una transformación de la sociedad y para hacer concreta nuestra solidaridad, especialmente, con los más pobres y necesitados. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Lun 18 Abr 2016

Rompamos barreras y llevemos el amor de Dios

Celebramos hoy una Iglesia que rompe barreras para llevar a todos los pueblos y culturas la misericordia de Dios, y el medio para lograrlo el amor que, en Jesús, hace nuevas todas las cosas. Participemos con alegría y abramos nuestra mente y nuestro corazón a esta nueva manera de vivir que nos propone Jesús. Lecturas [icon class='fa fa-play' link='']Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 14,21b-27[/icon] [icon class='fa fa-play' link='']Salmo de respuesta: 145(144),8-9.10.11-12.13ab (R. cf. 1b)[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Segunda lectura: Apocalipsis 21,1-5a[/icon] [icon class='fa fa-play' link='']Evangelio: Juan 13,31-33a.34-35[/icon] [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO BÍBLICO[/icon] En los Hechos de los Apóstoles 14,21b-27 se nos narra el momento en el que Pablo y Bernabé han terminado la primera etapa evangelizadora entre los pueblos no judíos; en medio de las tribulaciones (14,22) se abren las puertas de la fe a los paganos (14,27). El texto deja ver el dinamismo misionero, los apóstoles no descansan, delegan tareas en los ancianos (presbíteros) que constituyen como responsables de las comunidades. Van de un pueblo a otro con entusiasmo, acercando a las personas al Dios que hizo el cielo y la tierra, el mar y cuanto hay en ellos (14, 15). En el salmo 145 (144) el autor canta la grandeza de Dios en sus obras, Son esas grandezas las que recuerdan su bondad. El Señor es bueno con todos, tierno con todas sus creaturas (6,7,9). Y todo esto llega a su plenitud en la persona de Jesús, como nos lo indica el Apocalipsis 21,1-5ª. Él es Dios con su pueblo, que todo lo hace nuevo: un Cielo nuevo y una Tierra nueva. Y la novedad se concentra en el Mandamiento del amor: el amor de unos por otros, y el amor de Dios por todos. Esto que nos narra el Evangelio de Juan, 13,31-33a.34-35, en el inicio del discurso de despedida, marca la originalidad del mensaje de Jesús: es el sello con el que todos reconocerán que son sus discípulos. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO SITUACIONAL[/icon] Vivimos un momento de exigencias: el Papa Francisco quiere una Iglesia “en salida”, que no se queda encerrada entre los suyos, que sale al encuentro de todos los hombres, en las periferias, las humanas, las existenciales, las religiosas. Una Iglesia que como Pablo y Bernabé va al encuentro de lo diferente para ganarlo a la causa del Reino. Y lo hace exponiendo su seguridad, dejando a un lado sus “seguridades” doctrinales, abriéndose a las verdades del otro. En este momento que también es de Misericordia, momento de gracia, jubileo, se nos abre la mente para considerar la grandeza de Dios en todas sus creaturas, las del cielo y las de la tierra, entre las cuales está también el hombre. Y entendemos que Dios es bueno con todas. Su misericordia no tiene límites, y confronta nuestra dureza de corazón. El Dios de Jesús no tiene límites, no excluye a nadie, ni a nada. Y en la plenitud nos encontramos con Jesucristo, el Hijo de Dios, que todo lo hace nuevo, en el cielo y en la tierra. Mientras el hombre destruye y hace viejas las cosas, casi inútiles, seca los ríos, convierte los valles en desiertos, las montañas en barrancos, los pobres en “sobrantes”, Jesús queriendo que esto no continúe en esta dirección de muerte, coloca hoy frente a nosotros una propuesta de vida: El amor. Sólo el amor hará sensible al hombre frente al otro, al que sufre, al pobre, y frente a la creación maltratada. Sólo el amor mueve al misionero a ir al encuentro del otro desconocido o diferente, para mostrarle la ternura y el amor del Padre. Sólo el amor dispone para atravesar barreras ideológicas, religiosas, culturales. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO CELEBRATIVO[/icon] Celebremos con gozo toda esta novedad que significa que el mensaje de Jesús se abre a todos los pueblos y culturas. Celebremos una Iglesia en “salida”, que se quiere encontrar con todos los hombres de todos los pueblos para enamorarlos del proyecto de Jesús, que es el Reino de su Padre. Celebremos alegres, la grandeza del Padre que se expresa en su misericordia, en su ternura. Celebremos este jubileo de la Misericordia que nos propone el Santo Padre, para ejercitar la misericordia sin medida con todos aquellos que sufren en nuestro entorno. Celebremos nuestra apertura a la compasión. Celebremos con pasión la plenitud de la obra de Dios que se ha manifestado en Jesucristo que todo lo hace nuevo, e incluso puede hacer que nosotros seamos nuevos en nuestros estilos de vida, costumbres y maneras de pensar. Celebremos el origen de toda novedad en el camino iniciado por Jesús, que no es otra que el Mandamiento del amor, que nos permite no solo aparecer seguidores y discípulos de Jesús, sino serlos en verdad. Que nos reconozcan como de Jesús por el amor que dejamos percibir en nuestras palabras, pensamientos y obras. [icon class='fa fa-play' link='']Recomendaciones prácticas[/icon] Resaltar con algún signo la apertura del mensaje de Jesús a otros pueblos, colocando en lugar apropiado algunos signos que nos recuerden a los hermanos indígenas, afros, campesinos, habitantes urbanos de las periferias. Y colocar en un cartel la frase: “El AMOR es el signo de que somos discípulos de Jesús”. Tener presente que mañana lunes es la fiesta de San Marcos, evangelista. Año de la Misericordia: Jubileo de los adolescentes (13 – 16 años): Profesar la fe y construir una cultura de la misericordia.

Jue 14 Abr 2016

"Escuchemos la voz del Señor"

Este es el llamado que nos hace el Evangelio de este domingo en el que se celebra la Fiesta del Buen Pastor y el cuarto domingo de Pascua. Escuchar la palabra de Dios transforma nuestras vidas y hace que en nuestros corazones crezcan frutos de amor a Dios y a los demás. Así lo explica el cardenal Rubén Salazar Gómez, en su habitual reflexión. El arzobispo de Bogotá advierte que cuando no escuchamos la voz del Señor y nos alejamos de su palabra en nuestros corazones hay una sequedad y la relación con el padre se rompe. "En el mundo de hoy hay muchas voces que manifiestan sus percepciones y si no escuchamos a Dios, muchas de estas voces pueden alejarnos del plan de Dios", afirmó el purpurado. El prelado también hace mención especial por todos los pastores de la Iglesia para que en su misión "sean imágenes claras del amor de Dios". Finalmente invita este domingo a preguntarnos si en nuestra vida ¿Escuchamos la voz del Señor?, ¿Qué significa su palabra? ¿La ponemos en práctica? [icon class='fa fa-youtube fa-2x' link='']Ir a lista de reproducción[/icon]

Jue 14 Abr 2016

Que se note la Pascua

Escrito por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo – Después de la solemne Vigilia Pascual, la Iglesia continúa contemplando y asumiendo el acontecimiento de la Resurrección del Señor, que nos permite experimentar su presencia y la irradiación de su vida nueva en nosotros. El tiempo de Pascua es para comprender y sentir que la victoria de Cristo es nuestra victoria, que su muerte es nuestro verdadero nacimiento. La vida cristiana existe o desaparece según sea nuestra fe en la Resurrección. Cuando, después de la larga preparación de la Cuaresma, se cree y se vive realmente la Pascua del Señor, debemos tener la convicción de San Pablo: "Pasó lo viejo, todo es nuevo" (2 Cor 5, 17). En verdad, ya nada debe ser como antes. De muchas maneras se debe manifestar en nosotros esta novedad; no se trata simplemente de afirmar una doctrina, sino de vivir con coherencia un acontecimiento y testimoniarlo con pasión en el mundo. La Pascua se debe notar en nuestra alegría. Si creemos que Cristo está vivo en medio de nosotros, si vemos que ha comenzado una transformación del mundo y de la historia, si tenemos la certeza de que estamos destinados a la vida eterna, debe verse que nuestra existencia, no obstante las pruebas y dificultades que tengamos, es ya una fiesta. Vivimos en la paz, la confianza y el gozo que nos da el triunfo de Cristo. La Pascua se debe notar en nuestro celo apostólico. Como los primeros discípulos, quien ha vivido este acontecimiento único y sorprendente necesariamente debe ser testigo (Hech 10,39-42). Todos conocemos los sufrimientos y los miedos de nuestra sociedad, las dificultades de nuestras familias, la lucha en que se debate la juventud; si no llegamos a estas situaciones con un valiente anuncio del que es luz y vida para el ser humano, es porque todavía no creemos en la Resurrección. La Pascua se debe notar en nuestra fraternidad. Quien nos ha mandado amar como él mismo nos amó, nos ha capacitado, por su muerte y resurrección, para tener sus mismos sentimientos y criterios. En efecto, nos ha dado su Espíritu que derrama en nosotros el amor de Dios para que seamos hermanos y construyamos la auténtica comunión eclesial. La fuerza de nuestra unidad prueba la verdad de nuestra experiencia pascual. La Pascua se debe notar en nuestra decisión de ser santos. Vivir la Resurrección nos hace semejantes a Cristo, que venció el pecado del mundo y vive para Dios. La gracia de este tiempo, cuando la acogemos auténticamente, nos lleva a caminar según las bienaventuranzas. Si no hemos salido de la fuerza de gravedad del egoísmo y del mal, todavía no somos personas pascuales, no tenemos aún rostro de resucitados. La Pascua se debe notar en nuestra esperanza. Más allá de la maraña de dificultades y angustias que tenemos, escuchamos la palabra de Jesús: "Tendrán tribulaciones en el mundo, pero tengan confianza: Yo he vencido al mundo" (Jn 15, 18; 16, 33). Si hemos resucitado con Cristo, como enseña San Pablo, buscamos las cosas de arriba; aspiramos a las cosas de arriba, porque nuestra vida ya está en Dios (Col 3; 1-3). + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Lun 11 Abr 2016

Jesús es el Buen Pastor que se sacrifica por su rebaño

En el gozo de la Pascua, hoy venimos como pueblo y ovejas del rebaño de Jesucristo a celebrar el día del Señor, contemplándolo a Él como nuestro buen pastor, que sigue actuando en la persona de los ministros de la Iglesia, el Papa, nuestros obispos y presbíteros, unidos a ellos participemos en esta celebración. Lecturas [icon class='fa fa-play' link='']Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 13,14.43-52[/icon] [icon class='fa fa-play' link='']Salmo de respuesta: 100(99),1-2.3.5 (R. 3c)[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Segunda lectura: Apocalipsis 7,9.14b-17[/icon] [icon class='fa fa-play' link='']Evangelio: Juan 10,27-30[/icon] [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO BÍBLICO[/icon] La Palabra de Dios en este cuarto domingo de pascua, nos invita a contemplar a Jesús resucitado bajo la figura del buen pastor, imagen tan común al pueblo de Israel. En efecto, el Evangelio presenta a Jesús con las características del Buen Pastor, así la familiaridad y el buen trato del pastor con las ovejas hace que estas distingan el timbre de su voz, lo reconozcan, lo siguán, y es tal su amor por ellas, que está dispuesto a ir hasta el final en su defensa, pues nadie se las quita de su mano por que el Padre se las ha confiado y él permanece con ellas. No es un pastor asalariado, es buen pastor que da la vida eterna a sus ovejas. Según los deseos de Dios y las circunstancias históricas, para que este pastoreo sea universal, corresponde también a sus ministros, en este caso a los apóstoles, concretamente a Pablo y Bernabé(primera lectura), quienes al ser rechazados por parte de los judíos, van ahora a todos los hombres, sin distinción de raza ni idioma, para convocarlos a que acojan a Cristo y así puedan hacer parte de su pueblo y ovejas de su rebaño (Salmo) y de este modo constituir, con todos, el único rebaño, bajo un solo Pastor. Verdad ésta que alcanzará su plenitud en el estado celestial (segunda lectura), que como pueblo de Dios constituido de todas las naciones, razas, y lenguas, y superadas todas las dimensiones de rechazo y persecución, quienes han creído y esperado, se presentaran ante el trono de Dios, guiados por el Cordero que quitó el pecado del mundo y ahora los conducirá como su pastor a las fuentes de agua viva. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO SITUACIONAL[/icon] Jesús resucitado ha confiado a sus representantes que obran en su nombre, el poder del pastoreo, de la misericordia. De este modo colocó en cabeza de Pedro el poder de “atar y desatar”, que significa la autoridad para absolver los pecados, pronunciar sentencias doctrinales y tomar decisiones disciplinares en la Iglesia; autoridad que continúa por el ministerio apostólico, ministerio que ejerce hoy su sucesor Francisco, y en unidad con él, todos los obispos. El rebaño de Dios es hoy la Iglesia y el bueno pastor es Jesús que ha dado su vida por las ovejas, y continúa prolongando su presencia mediante aquellos que Él elige para ministros de su Iglesia. Así, el Papa, los obispos y los presbíteros hacen las veces del buen pastor dispuestos a entregarse en el trabajo de cada día, santificando mediante la oración y los sacramentos, enseñando mediante la predicación y la catequesis, y gobernando a través del servicio a todos sus hermanos. La convocación a hacer parte del rebaño es de orden universal, católica, es para todas las razas, lenguas, pueblos y naciones de la tierra, no hay discriminación de personas; todos sus miembros, aunque de diversas maneras, tienen responsabilidad en esta tarea de salir al encuentro, especialmente de los más necesitados. Y para que el apostolado de todos sea fecundo, requiere la unión con Cristo, el pastor supremo, fuente y origen de la misión de la Iglesia. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO CELEBRATIVO[/icon] En este cuarto domingo de pascua siempre la Iglesia ha contemplado en la pascua del Señor su figura de buen pastor, y en este año santo de la misericordia lo contemplamos como el pastor misericordioso, que nos invita acercarnos a su mesa ofreciéndose Él mismo como el mejor banquete y dándosenos como el agua que nos quita la sed; es la oportunidad de reconocer su voz y de sentirnos como sus especiales invitados, sigámoslo, entremos en la sala de su banquete y llenémonos de su amor y de su gracia salvífica para que todos sus miembros lo anunciemos con nuestras palabras, con nuestro testimonio y con las obras realizadas en bien de todos los que están necesitados que comparten nuestra historia. [icon class='fa fa-play' link='']Recomendaciones prácticas[/icon] Hoy la homilía tiene como figura protagonista al Buen Pastor: puede elaborarse una cartelera alusiva al pastor colocar en ella imágenes del Papa, los obispos y presbíteros. Durante la homilía según la asamblea, explíquese brevemente las tareas de un pastor de ovejas, hablar también que es un rebaño, que es la Iglesia, su universalidad para acoger todos los hombres y culturas. Los ministros de la Iglesia obran en la persona de Jesús, cuando presiden la Eucaristía o celebran otros sacramentos. Tener presente que estamos en el año de la misericordia. Este domingo, Día del Buen Pastor, es la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones Sacerdotales. Conviene tener en cuenta el mensaje del Santo Padre para esta ocasión y orar de manera más especial por las vocaciones al ministerio ordenado; así como por todos los ministros, para que sean fieles al encargo recibido.

Jue 7 Abr 2016

El Señor le da sentido a nuestras vidas

"Cuando el Señor está ausente en nuestras vidas nada tiene sentido, es un vida inútil", aseguró el cardenal Rubén Salazar Gómez en su habitual reflexión del evangelio de los domingos. En el marco del tercer domingo de Pascua, el prelado explicó que cuando el Señor se les aparece a los discípulos, la pesca se vuelve fructífera. "Así es en nuestras vidas, el Señor da sentido a la vida, nos hace capaces de amar", recordó el prelado. La invitación para este domingo es acoger la Palabra de Dios y escuchar la voz del Señor que nos acompaña siempre. [icon class='fa fa-youtube fa-2x' link='']Ir a lista de reproducción[/icon]