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Santísima Trinidad

Vie 10 Jun 2022

Lo que tiene el Padre es mío. El Espíritu recibirá y tomará de lo mío y se lo anunciará

LA SANTÍSIMA TRINIDAD Junio 12 de 2022 Primera Lectura: Pr 8, 22-31 Salmo: Sal 8, 4-5.6-7.8-9 (R. 2a) Segunda Lectura: Rm 5, 1-5 Evangelio: Jn 16, 12-15 I. Orientaciones para la Predicación Introducción • El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina. Es la enseñanza más fundamental y esencial en la jerarquía de las verdades de fe (CIC, n. 234) • La comunión trinitaria es la fuente y el modelo de la comunión y participación en la Iglesia. • Hoy, quienes hemos sido bautizados, renovamos nuestro compromiso misionero de anunciar el amor de Dios uno y trino. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Las lecturas de este día nos iluminan para comprender el sentido de la solemnidad de la Santísima Trinidad y vivir lo que esta celebración nos pide. • El libro de los Proverbios nos presenta la personificación de la Sabiduría de Dios, haciendo énfasis sobre el orden y la perfección de las cosas creadas. Así, reconocemos a Dios Padre Creador que ha hecho todo por amor a la persona humana. También vislumbramos ya en este pasaje un anuncio de Cristo, Sabiduría del Padre, “por quien y para quien fueron creadas todas las cosas” (Jn 1,3; Col.1,16). • El salmo 8, bien conocido, celebra la creación de Dios, de la que es cumbre la persona humana. Es enfática la afirmación de la superior grandeza del ser humano sobre las demás obras de la creación. No se trata de una afirmación de dominio irresponsable, si no de una primacía que llama a la administración y al cuidado de la casa común que Dios ha preparado para todos (cfr. LS, 95.116). • El apóstol Pablo, en pocos versículos, sintetiza la obra de la redención; indicando que estamos en paz con Dios por medio de Cristo, en quien hemos conocido el amor del Padre, que ha derramado en nuestros corazones el Espíritu Santo. Este pasaje puede calificarse como una confesión de fe en la Trinidad, y en la acción redentora del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Es, además, una invitación a la vivencia de las virtudes teologales, fe, esperanza y caridad, que deben ser la manifestación concreta de nuestra vida en Dios. • El Evangelio tiene un acento misionero, en la última cena Jesús se anticipa a asegurar la promesa del Espíritu Santo que guía a los discípulos de Cristo para que conozcamos el amor de Dios y lo anunciemos. No podemos dejar de ver en estas palabras la figura de comunión eclesial, que el mismo Jesús pedirá para todos los que creen en él: “Que todos sean uno” (Cfr. Jn 17,21). 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? La solemnidad de este domingo hace como de puente entre la Pascua y el Tiempo Ordinario, invitándonos a contemplar y a dar gracias por la acción salvífica de Dios, que es uno en la comunión de tres personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo. • Celebrar el misterio trinitario es, ante todo, un movimiento de contemplación del amor de Dios, que no nos deja solos, que está siempre actuando para salvarnos y que es Dios con nosotros. San Juan nos propone este reconocimiento y vivencia: “¡Dios es amor!” (1Jn 4). Al pensar, por tanto, en la Santísima Trinidad, no se trata de entender racionalmente un enunciado dogmático, sino de ir al encuentro del amor de Dios, que nos ha sido revelado en Cristo y que está en nosotros por el Espíritu Santo. San Juan Pablo II decía que “la Trinidad no es tanto un misterio para nuestra mente, como si se tratase de un misterio intrincado, sino, y mucho más, de un misterio para nuestro corazón” (Homilía, 29.05-1983). • Celebrar el misterio de la Trinidad es, en segundo término, una invitación a renovar nuestra profunda identidad eclesial. San Cipriano define la Iglesia como un “pueblo reunido en virtud de la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (De Orat. Dom., 23; cf. Lumen Gentium, 4). Jesucristo mismo, en la última cena, pidió que “todos sean uno, como tú Padre en mí y yo en ti” (Jn 17, 21). Por eso, de modo particular, recorriendo el itinerario sinodal al que el Papa Francisco ha convocado a toda la Iglesia, en esta solemnidad estamos llamados a afianzar nuestra comunión y participación como discípulos y misioneros, que tienen como único fundamento la unidad de la Trinidad. • Celebrar el misterio de la Trinidad es, en tercer lugar, una oportunidad para tomar mayor conciencia de la misión evangelizadora a la que estamos llamados todos los bautizados. El Evangelio de San Mateo concluye con el este envío: “Vayan, pues, y hagan discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo…” (Mt 28, 18b-19). La misión de la Iglesia parte, por tanto, de nuestra propia relación con la Trinidad y del compromiso que resulta de haber recibido la gracia bautismal. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Como ya ha sido subrayado, esta solemnidad nos mueve ante todo a la contemplación y a la oración. Santa Isabel de la Santísima Trinidad oraba de esta manera: “Dios mío, Trinidad que adoro, ayúdame a olvidarme enteramente de mí mismo, para establecerme en ti”. Hoy pudiéramos repetir esta plegaria, con el deseo de centrar nuestra vida en Dios, pidiendo que podamos experimentar su amor, para prolongarlo y comunicarlo en nuestro propio anuncio evangelizador. _______________________ Recomendaciones prácticas: • Conviene leer, antes de la celebración, los numerales 232 a 267 del Catecismo de la Iglesia Católica, bajo el título la Profesión de la Fe Cristiana. • Concluye la semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. • Encuentro Nacional de las Familias (13-18 de junio) II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa En este domingo celebramos el misterio central de la fe y de la vida cristiana: Dios es uno, en la comunión de tres personas Padre, Hijo y Espíritu Santo. Hoy estamos invitados de manera especial a contemplar el amor de Dios que no nos abandona. Para ello pedimos la gracia distinguir y adorar a cada una de las personas divinas, y de vivir la profunda unidad que hay entre ellas. Con estas disposiciones, participemos de este banquete del amor de manera plena, consciente y activa. Monición a la Liturgia de la Palabra Que la escucha atenta de las lecturas bíblicas, que nos proponen el camino de la revelación de Dios como comunión de personas, nos motive a ser testigos del amor trinitario, en los acontecimientos de la vida cotidiana. Recibamos con fe y alegría la Palabra de Señor. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Al Dios Padre, elevemos nuestras súplicas confiadas por medio de su Hijo y con la asistencia del Espíritu Santo. Digamos juntos: R. Dios de amor, escúchanos. 1. Oremos por toda la Iglesia, para que, guiada por Espíritu Santo, cumpla con su misión de enseñar la verdad que guía a todo hombre hacia la plenitud de la vida. 2. Por los gobernantes de las naciones, para que, vivificados por la gracia de la Santísima Trinidad, sean sabios en su trabajo en la construcción de una sociedad más armónica, conducida por la verdad y el bien, para el beneficio de las comunidades que han sido puestas en sus manos. 3. Por nuestras familias, para que se refleje en ellas la unidad de la Trinidad, que se manifieste en el amor, el respeto y el diálogo entre todos los miembros de nuestros hogares. 4. Por la consulta sinodal que se ha realizado en nuestra Iglesia local, para que guiados por el Espíritu, todas las decisiones tomadas a partir del discernimiento lleven a una común docilidad al Espíritu Santo. 5. Por la unidad de los cristianos, para que la Eucaristía, símbolo de amor y vínculo de caridad trasforme el corazón de los hombres, y superas las dificultades actuales, los lleve a formar una sola Iglesia. Oración conclusiva Dios, Padre todopoderoso, que has enviado al mundo la Palabra de la verdad y el Espíritu de la santificación, escucha estas suplicas que te hemos presentado con fe y esperanza. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén.

Vie 21 Jun 2019

Que la Eucaristía despierte en mi la sensibilidad de Jesús por los demás

Primera lectura: Gn 14,18-20 Salmo: 110(109),1.2.3.4 (R. cf. 4b) Segunda lectura: 1Co 11,23-26 Evangelio: Lc 9, 11b-17 Introducción La palabra de Dios nos plantea tres líneas temáticas de reflexión: • En el libro del Génesis, Melquisedec ofrece a Abraham un poco de pan y vino, a través de este gesto de solidaridad, Abraham y sus hombres pueden reponer sus fuerzas. Vemos acá una invitación a ofrecer el alimento a quienes desfallecen humana y espiritualmente. • San Pablo en la primera carta a los Corintios ofrece una catequesis respeto a las asambleas cristianas, en las que se están dando comportamientos de humillación y de desprecio de los ricos hacia los pobres, insistiéndoles que esas actitudes destruyen el sentido profundo de la Cena del Señor. • El milagro de la multiplicación de los panes hace pensar en el sacramento de la Eucaristía y en el compartir fraterno. El Señor invita a los discípulos a que distribuyan el pan a la multitud como preparación a la futura misión apostólica: llevar a todos los alimentos espirituales, sin descuidar el material. Cuando hay una verdadera participación en la Eucaristía nos hacemos testigos de la compasión de Dios por el hermano y nace el servicio de la caridad. Ya está disponible en la librería de la Conferencia Episcopal Predicación Orante de la Palabra. II De la Santísima Trinidad a Cristo Rey | Ciclo C . 2019 [icon class='fa fa-download fa-2x'] Más información[/icon]

Vie 14 Jun 2019

Que la Eucaristía despierte en mí la sensibilidad de Jesús por los demás

Primera lectura: Pr 8,22-31 Salmo: 8,4-5.6-7.8-9 (R. 2a) Segunda lectura: Rm 5,1-5 Evangelio: Jn 16,12-15 Introducción La Palabra de Dios en esta gran solemnidad de la Santísima Trinidad nos ofrece estas ideas significativas para nuestro crecimiento espiritual: • La sabiduría es don de Dios que como realidad divina y trascen- dente está en Dios y es obra de Dios. Esa sabiduría el Señor se la regala al hombre en su inteligencia siempre y cuando la pida y la deje actuar. • San Pablo reafirma la acción trinitaria en la vida del creyente: habiendo recibido de la fe nuestra justificación, estamos en paz con Dios, por medio de Jesucristo y el Espíritu Santo que ha sido derramado en el corazón del creyente. • La salvación es trinitaria: la iniciativa parte del Padre, quien envía a su Hijo Jesús; la realización se da en la obediencia de Jesús al plan del Padre Dios; y la acción del Espíritu Santo actualiza esa salvación habitando en cada creyente para que dé testimonio en la Iglesia de ese camino hacia la Salvación. El Espíritu Santo nos enseñará la verdad del amor de Dios revelado en Jesucristo y esta verdad nos guiará a nuestra salvación donde será plenificada. Ya está disponible en la librería de la Conferencia Episcopal Predicación Orante de la Palabra. II De la Santísima Trinidad a Cristo Rey | Ciclo C . 2019 [icon class='fa fa-download fa-2x'] Más información[/icon]

Vie 25 Mayo 2018

Somos comunidad de amor y de vida

Primera lectura: Dt 4,32-34.39-40 Salmo Sal 33(32),4-5.6+9. 18-19.20+22 (R. cf. 12) Segunda lectura: Rm 8,14-17 Evangelio: Mt 28,16-20 Introducción La Palabra de Dios que ilumina esta solemnidad de la Santísima Trinidad, manifestación de la comunión de las tres divinas personas en la diversidad de su misión, nos ofrece varias ideas temáticas para la reflexión, la celebración y la aplicación en la realidad concreta de cada comunidad: Dios Padre, en Jesucristo, siempre está presente entre nosotros y continúa actuado sus maravillas. Somos comunidad de amor y de vida a ejemplo de la Santísima Trinidad. Llamados a vivir la misma relación de comunión que Cristo vivió con Dios y con los hombres ¿Qué dice la Sagrada Escritura? La Sagrada Escritura nos ofrece el misterio de la Santísima Trinidad, no como un evento para entender y descifrar, sino para creer, celebrar y experimentar que Dios siempre acompaña y bendice a su pueblo, de ahí que le pone de presente su historia: ¿cómo se ha mostrado Dios en su recorrido de familia, de patria? En efecto, el texto del Deuteronomio, en consideración para esta celebración (Dt 4,32-34.39-40), se centra en recordar el camino que el pueblo ha recorrido y de cuánto el Señor ha hecho por él. Es una llamada a descubrir a Dios, no sólo como el Dios del pueblo, sino como el más cercano, el más comprometido con la historia del ser humano, el Señor de Israel: «dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que Él se escogió como heredad» (Sal 33,12). Este gozo que da al hombre descubrir al verdadero Dios y tener experiencia de Él en su propia vida, le permite confesarlo como su Señor, su único Dios. El Salmo 33 es un himno de alabanza al poder y a la providencia de Dios que frente a la debilidad humana aparece la fuerza de la palabra creadora y de la providencia solícita del Señor para con sus fieles. Del mismo modo que Dios, al comienzo de la creación, por su palabra, mandó que surgiera el mundo, así también, por su palabra creadora manda, que surja el bien. Se trata de que el hombre esté convencido en todo momento que la fuerza providente del Señor está del lado de aquellos que confiesan que sólo el Señor es su auxilio y escudo y que sólo en él se alegra el corazón. Pablo, por su parte, en la carta a los Romanos (8,14-17), desarrolla la nueva condición del bautizado, que ha recibido el don del Espíritu que da la vida en Cristo. En efecto, nos encontramos en la plenitud del don. La «carne», la Ley... nos pone en referencia con todo lo caduco, lo finito, lo que cierra al ser humano en sí mismo, y por lo tanto, lo separa de Dios. El don, el «Espíritu», en cambio, realiza la obra de abrir a la vida, y nos hace «hijos de Dios», y capaces de gritar «Abbá». Este Espíritu que impulsó a Jesús a la misión y que nos hace gritar Abbá, nos hace «hijos» en el Hijo, para vivir la misma relación de comunión que Cristo vivió con Dios, y con los hombres. Finalmente, el evangelio de Mateo (28,16-20), que describe la aparición de Jesús a los once, presenta el envío misionero como el modo de salir, acompañados por el don del Espíritu, al encuentro del otro para hacerlo discípulo en el nombre de Dios. Este envío es presentado en tres momentos: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra», «Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones... enseñándolas a cumplir todo cuanto yo les he mandado» y, concluye con la afirmación de la presencia de Jesús en la comunidad: «Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo»; Él, que llamó a los discípulos y los envió, sigue estando presente en medio de ellos, mientras ellos hacen discípulos para seguir al Maestro.

Mar 22 Mayo 2018

Oremos y meditemos para conocer y entender el misterio de la Trinidad

Estamos en la fiesta de la Santísima Trinidad, el Dios en el que creemos: Padre, Hijo y Espíritu Santo, centro de nuestra fe. ¿Cómo conocerlo? En la lectura escuchamos que es necesario meditar y orar para conocer el misterio de la trinidad, esto no se conoce por la vía intelectual, sino profundizando nuestra relación con Dios porque somos sus hijos. Esa es nuestra identidad. La comprensión de la Trinidad se verifica en lo concreto, en la vida cotidiana, en el guardar y en el vivir los preceptos y mandamientos del Señor. Tareas: Ora y medita sobre la Santísima Trinidad. Si eres padrino o madrina de bautismo llama y habla con tu ahijado sobre la fe trinitaria. Haz un compartir con tu familia para vivir en la felicidad.

Sáb 17 Jun 2017

“Yo soy el pan, el vivo, el que bajó del cielo”

Por: Mons. Omar de Jesus Mejía Giraldo - El domingo anterior celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad y como identidad misma del misterio trinitario recordábamos que Dios es: Misterio de comunión, misterio de amor y misterio que se entrega. Precisamente, Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, es quien nos da a conocer a Dios, Él lo dice: “Nadie va al Padre si no por Mí”. “El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo el que me come vivirá por Mí”. Jesús se está dirigiendo a los judíos, a quienes invita a que se adhieran a Él por la fe. Ellos (los judíos), según la Palabra viven aún anclados en la ley de Moisés y no logran comprender el misterio de Jesús; para ellos Jesús no es el signo de unidad y por eso lo rechazan. “Yo soy el pan, el vivo, el que bajó del cielo”. Con ésta expresión Jesús revela su identidad, se auto manifiesta, se da a conocer y a su vez invita a los judíos y desde luego a los discípulos y hoy a nosotros, a que nos acerquemos a Él, nos unamos a Él y en Él descubramos la identidad de Dios: comunión, amor, entrega. La Eucaristía es el sacramento que Dios nos da a través del sacrificio único de Cristo, para conmemorar su obra de Salvación. La Eucaristía es sacramento, porque es presencia real y es a su vez manifestación del amor de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. La Eucaristía es sacrificio, porque en ella, Cristo ha salvado la humanidad. La Eucaristía es Memorial, porque, al celebrar la eucaristía, lo que la iglesia hace es celebrar el acto redentor de Cristo. Por eso, no hay muchas Eucaristías, no hay eucaristías más importantes que otras, la Eucaristía es una sola; la Eucaristía es Cristo mismo que se entrega. Celebrar la eucaristía es celebrar el misterio pascual de Cristo. Cada Eucaristía es la Pascua, porque es el paso de Dios por la vida de cada persona y por la vida de la comunidad. Sin la Eucaristía no hay salvación, la sola Palabra no salva, lo dice la misma Palabra: “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él”. Hermanos si queremos vivir en Cristo y morir en Cristo tenemos que alimentarnos con la mesa de la Palabra y con la mesa de la Eucaristía. Jesús lo dice: “El que come mí carne y bebe mi sangre habita en mi y yo en él”; ser salvo es vivir en Jesús; es necesario pues, entender que la Eucaristía nos trae vida y no vida pasajera. La Eucaristía nos trae vida eterna, porque cuando participamos plenamente de ella, es a Jesús mismo, el envidado del Padre, a quien recibimos. Al comulgar, comulgamos con la vida divina, comulgamos con la iglesia y su enseñanza; comulgamos con la comunidad, con el hermano. Jesús nos dice que ha bajado del cielo, ha venido para darnos vida y vida en abundancia; ha venido, no para darnos cosas, no; Jesús ha venido para darse así mismo; por eso dice: “Tomen y coman, esto es mi carne, está es mi sangre”. En la Eucaristía Jesús se da en todo su ser, se entrega, se dona, da su vida, para que el mundo tenga vida por Él. Por eso la Eucaristía es tan importante para la iglesia. La Eucaristía es el centro y el culmen de nuestra vida cristiana. Todo acto del cristiano, cualquier acción apostólica y misionera de la iglesia debe terminar en la Eucaristía, porque es allí, donde realmente se vive el amor ágape, es decir, el amor en plenitud, amor de entrega, amor sin esperar recompensa. En la Eucaristía Cristo manifiesta su amor infinito y su amor incondicional. Es urgente que nos enamoremos de la Eucaristía, en ella, Cristo mismo se nos da. La Eucaristía es el alimento vivo, por lo tanto al celebrarla recibimos vida. La vida da vida. El mundo da mundo. Jesús es el pan vivo, bajado del cielo, Él nos da manjar de ángeles. En la Eucaristía Cristo nos da pan para fortalecer nuestra comunión con Él y con nuestros hermanos. Con un ejemplo sencillo vamos a entender el gran desconocimiento que poseemos los cristianos sobre el misterio eucarístico: Una vez le pregunte a alguien: ¿eres católico?, y me dijo: claro padre y muy católico; le pregunte entonces: ¿y vas a misa el domingo?, a lo que me respondió, a no padre católico sí, pero no fanático. Muchas personas consideran que ir a la santa misa es fanatismo; otras creen que no necesitan de éste alimento espiritual; un gran número de personas son indiferentes; muchas otras personas asisten sólo a las misas “sociales”, por la muerte de alguien, por el matrimonio de un amigo… Falta más amor a la Santa Eucaristía y generalmente se da por ignorancia. Hermanos, amemos la Eucaristía y nos daremos cuenta cómo vamos creciendo en vida espiritual, en vida fraterna, en perdón y en las diferentes virtudes humanas y cristianas. Retos: 1 Impulsar la debida cercanía a la Eucaristía, que se haga con amor y respeto. 2 Promover el amor a la Eucaristía, tanto su celebración como la adoración eucarística. 3 Valorar el sentido de lo Sagrado en la Celebración Eucarística y en el culto al Santísimo Sacramento en el tabernáculo. 4 Participar activamente en la celebración Eucarística. 5 Motivar entre nuestros hermanos la recepción digna y frecuente del sacramento de la Eucaristía. Esto supone una acción a dos niveles. Por un lado conviene insistir en todos los frutos espirituales que se siguen de la comunión frecuente; pero, por otro lado, conviene insistir en la necesidad de acercarse al sacramento con una conciencia limpia. En este sentido es importante valorar la necesidad del sacramento de la penitencia. + Omar de Jesus Mejía Giraldo Obispo de Florencia

Vie 9 Jun 2017

Dios es un amor misericordioso

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Jue 8 Jun 2017

Dios es familia y comunidad

La Palabra de Dios que ahora escucharemos nos revela a un Dios, que no es solitario, sino a un Dios familia y comunidad de Amor. Dejémonos transformar e irradiar por su palabra que nos da fuerza para ser sus testigos en el mundo. Lecturas [icon class='fa fa-play' link=''] Primera lectura: Éx 34,4b-6.8-9[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Salmo Sal Dn 3,52ac.53a+54a.55a+56a (R. 52b) [/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Segunda lectura: 2Co 13,11-13[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Evangelio: Jn 3,16-18[/icon] [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link=''] CONTEXTO BÍBLICO[/icon] 1.1 ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Hoy viene a la memoria la historia del pueblo de Dios liberado de Egipto que llega a la meta: el Sinaí. En este texto (Ex. 34. 4b-6.8-9) se hace evidente la preocupación continua, solícita y amorosa de Dios por Israel su pueblo. Los Israelitas habían despreciado las promesas de Dios y en su corazón había anidado la infidelidad, adorando un ídolo (becerro de oro). Moisés había roto las tablas de la ley lleno de disgusto y una gran desilusión, sin embargo, no dejó de interceder ante el Señor a favor de su pueblo. Dios le invita a subir la montaña lugar de la manifestación de Dios. Allí, en medio de una nube, símbolo de la presencia divina, Dios se revela en términos de acción amorosa, él es “Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad.” Ex. 34,6. El himno de alabanza en el libro de Daniel (3,52. 53. 54. 55. 56) que se salmodia en la liturgia de la Palabra, recoge un fragmento del cántico de los tres jóvenes, es una letanía que aclama la gloria de Dios que se hace presente en la historia de los hombres: es el “Dios de nuestros padres” (3,52), presente en el templo de su santa gloria y que a la vez, se sienta en el trono de su reino. La conclusión de la segunda carta a los Corintios (13.11-13) responde a las divisiones internas y a los conflictos que desvirtúan la predicación de Pablo. La alegría es fruto de la fe en Cristo, al igual que la paz, si no se vive alegre y en paz ¿cómo puede estar presente en medio de la comunidad “el Dios del amor y de la Paz”? (2 Cor. 13,11). El “beso santo” (2 Cor 13,12) es un gesto que evidencia la comunión entre los creyentes en Cristo. Finalmente San Pablo expresa su deseo de bendición e implora la gracia del amor y de la comunión de Jesucristo, de Dios y del Espíritu Santo. En el evangelio de Juan (3,16-18), que presenta la figura de Nicodemo, doctor de la ley, fariseo, miembro del sanedrín, judío piadoso, preocupado por la salvación, recordamos el diálogo de Jesús con Nicodemo centrado en la necesidad de nacer de nuevo y de lo alto. Para Nicodemo Dios se ha revelado de una vez por todas en la ley. El hombre solo puede encontrar a Dios en la ley. El evangelio de éste día nos ofrece una idea muy distinta, Dios no se revela al hombre a través de la ley, sino a través de su Hijo. Dios no es revelado como juez o legislador, sino como Padre amoroso, que no quiere que ninguno de sus hijos se pierda, sino que todos se salven (cfr. 1 Tm. 2,4). Creer en el Hijo significa aceptarlo como Señor, Salvador, él da la vida eterna. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link=''] ADQUIERE EL PLAN DE PREDICACIÓN[/icon]