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Opinión

Vie 13 Nov 2020

Por tutela retiran piezas religiosas de la Gobernación del Valle del Cauca

Por: Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - Se está volviendo reiterativo el hecho de querer imponer un pensamiento religioso, desconociendo algo que es muy claro en Colombia, “el hecho religioso católico” de un país que por siglos se ha ido consolidando en los cimientos del Evangelio y del humanismo cristiano. “La decisión obedece a una tutela en la que se argumentó que, en el edificio se estaba violando el derecho fundamental de laicidad del Estado” (Periódico El País, nov. 7 de 2020, A10). Según se pudo comprobar, en un espacio pequeño en que había un oratorio, se tenían el Sagrario con Santísimo sacramento y dos imágenes muy queridas por los vallecaucanos: el Cristo Milagroso de Buga y la imagen del San Juan Pablo II, especialmente. Me vienen unas series de preguntas que considero oportuno compartirlas: ¿Qué entienden los jueces y algunas personas por “Estado laico”? ¿Acaso la laicidad madura no implica el respeto de los credos de los demás? ¿Entonces la ley de libertad de cultos y expresiones religiosas que nos honramos de tener en nuestra constitución en qué queda? ¿Será que la presencia del Sagrario con la Eucaristía y una imagen de tanta tradición como la del Milagroso de Buga, afecta la conciencia y va en contra de los principios de las personas, creyentes o no? ¿Qué daños hacen la Eucaristía y la imagen del Señor de los Milagros? ¿Por qué se busca privatizar la fe de los creyentes restringiéndola solo a lo íntimo de cada uno? ¿Se tiene presente cuántos son los servidores públicos, en este caso de la Gobernación del Valle, que profesan la religión católica? ¿No podrán ellos reclamar su derecho a la libre expresión de la fe y a tener derecho a un lugar digno donde hacer oración y recuperar las fuerzas ante las dificultades y retos que deben afrontar en todo momento? ¿Pueden los accionantes demostrar que la Gobernadora o alguno de los servidores de la gobernación católicos, imponen su fe a quienes atienden en sus oficinas? ¿A alguno han “obligado” asistir una ceremonia religiosa? ¿Qué se está buscando con esta estrategia? ¿Será que se está preparando el terreno para imponer un día a los trabajadores del Estado a que renieguen de su fe católica o asuman un agnosticismo radical? Ante tantos problemas realmente graves y urgentes por los que atravesamos actualmente, ¿cómo entender que los jueces interpreten como un derecho fundamental estas querellas, con el tiempo que realmente quitan a las administraciones y a ellos mismos? ¿Si fuera claro, acaso no se está así vulnerando el derecho fundamental de culto a los que lo profesan lícitamente?. En la reciente encíclica Fratelli Tutti, el Papa Francisco de nuevo convoca a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, a trabajar por el respeto mutuo, a valorar al otro, a reconocer que en la diferencia hay riqueza. Frente al tema del respeto de las tradiciones religiosas, de cualquier credo, y en particular de las convicciones cristianas, dice el Papa, primero, que “El culto a Dios sincero y humilde no lleva a la discriminación, al odio y la violencia, sino al respeto de la sacralidad de la vida, al respeto de la dignidad y la libertad de los demás, y el compromiso amoroso por todos” (FT, 283), y, segundo, que “los cristianos pedimos que, en los países donde somos minoría (y en Colombia no lo somos, pero a veces nos tratan como minoría), se garantice la libertad, así como nosotros la favorecemos para quienes no son cristianos allí donde ellos son minoría. Hay un derecho humano fundamental que no debe ser olvidado en el camino de la fraternidad y de la paz; el de la libertad religiosa para los creyentes de todas las religiones” (FT, 279). Como Obispo católico, en nombre de quienes hacemos parte de la Iglesia católica, invito a que en vez de gastar tiempo y energías en este tipo de declaraciones, tutelas y sentencias judiciales, trabajemos juntos, sabiendo que, como también lo dice el Papa Francisco, “esa libertad religiosa proclama que podemos encontrar un buen acuerdo entre culturas y religiones diferentes; atestigua que las cosas que tenemos en común son tantas y tan importantes que es posible encontrar un modo de convivencia serena, ordenada y pacífica, acogiendo las diferencias y con la alegría de ser hermanos en cuanto hijos de un único Dios” (FT, 279). En este caso la tutela fue contra la Gobernación del Valle del Cauca, pero los afectados son los ciudadanos que profesan la fe católica, comenzando por la Gobernadora, a quien se le quiere impedir que viva y exprese coherentemente sus convicciones de fe, tal como se quiso hacer con el Presidente de la República, en el caso de la Imagen de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá y su presencia en la Eucaristía en honor del Señor Caído de Monserrate. Mañana, Dios no lo quiera, se buscará entutelar al Señor de la historia y del mundo, pues su existencia, que nada ni nadie puede negar, es escándalo y necedad para algunos. + Luis Fernando Rodríguez Velásquez Obispo Auxiliar de Cali

Mié 11 Nov 2020

Concretar acciones al servicio de los pobres

Por: Mons. Fernando Chica Arellano - Con cierta frecuencia, a propósito de las enseñanzas de la Iglesia y, más en particular, de los documentos pontificios, algunas personas parecen tener la sensación de que son textos demasiado genéricos. Bonitas palabras, pero difíciles de llevar a la práctica. Esta impresión se difumina leyendo el magisterio del papa Francisco, colmado de ejemplos sugerentes y de retos específicos. En estos párrafos quiero evocar algunas de las concreciones que el Obispo de Roma ha formulado en sus dos últimas encíclicas: Laudato Si’ (LS), sobre el cuidado de la casa común, de 2015, y Fratelli Tutti (FT), sobre la fraternidad y la amistad social, de 2020. Son pautas que nos llevan a compartir, a vencer nuestro egoísmo y salir de nosotros mismos para auxiliar a quienes se hayan sometidos a pruebas diversas. Pueden servir para celebrar con genuino provecho la IV Jornada Mundial de los Pobres. Esta iniciativa, alentada por el Santo Padre con entusiasmo y ardor, coincide con el 33º domingo del Tiempo Ordinario. Esta vez tiene lugar el 15 de noviembre próximo y es una llamada imperiosa a tender la mano a los menesterosos. Recordando la distinción clásica entre las obras de misericordia corporales y espirituales (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2447), divido mi exposición en dos secciones. Concreciones ‘corporales’ Comentando la parábola evangélica del buen samaritano (cfr. Lc 10, 25-37), Su Santidad indica que “es posible comenzar de abajo y de a uno, pugnar por lo más concreto y local, hasta el último rincón de la patria y del mundo, con el mismo cuidado que el viajero de Samaría tuvo por cada llaga del herido. Busquemos a otros y hagámonos cargo de la realidad que nos corresponde sin miedo al dolor o a la impotencia” (FT 78). En Laudato Si’, el Sucesor de Pedro había ya observado: “Sólo a partir del cultivo de sólidas virtudes es posible la donación de sí en un compromiso ecológico. Si una persona, aunque la propia economía le permita consumir y gastar más, habitualmente se abriga un poco en lugar de encender la calefacción, se supone que ha incorporado convicciones y sentimientos favorables al cuidado del ambiente. Es muy noble asumir el deber de cuidar la creación con pequeñas acciones cotidianas, y es maravilloso que la educación sea capaz de motivarlas hasta conformar un estilo de vida” (LS 211). A continuación, individuaba varios ejemplos bien asequibles para cambiar el rumbo de nuestra vida a mejor: “Evitar el uso de material plástico y de papel, reducir el consumo de agua, separar los residuos, cocinar sólo lo que razonablemente se podrá comer, tratar con cuidado a los demás seres vivos, utilizar transporte público o compartir un mismo vehículo entre varias personas, plantar árboles, apagar las luces innecesarias” (LS 211). En varios momentos de la encíclica Fratelli Tutti, habla el Papa de la importancia de la caridad política. Es interesante reconocer que lo hace de un modo bien preciso, estimulante, cercano e inclusivo: “Es caridad acompañar a una persona que sufre, y también es caridad todo lo que se realiza, aun sin tener contacto directo con esa persona, para modificar las condiciones sociales que provocan su sufrimiento. Si alguien ayuda a un anciano a cruzar un río, y eso es exquisita caridad, el político le construye un puente, y eso también es caridad. Si alguien ayuda a otro con comida, el político le crea una fuente de trabajo, y ejercita un modo altísimo de la caridad que ennoblece su acción política” (FT 186). En el siguiente párrafo seleccionado, por ejemplo, el Papa es capaz de vincular algo tan cotidiano como es cuidar el agua que sale del grifo en casa con el nivel moral de la humanidad, la preocupación ecológica y el respeto a los derechos humanos: “Cuando hablamos de cuidar la casa común que es el planeta, acudimos a ese mínimo de conciencia universal y de preocupación por el cuidado mutuo que todavía puede quedar en las personas. Porque si alguien tiene agua de sobra, y sin embargo la cuida pensando en la humanidad, es porque ha logrado una altura moral que le permite trascenderse a sí mismo y a su grupo de pertenencia. ¡Eso es maravillosamente humano! Esta misma actitud es la que se requiere para reconocer los derechos de todo ser humano, aunque haya nacido más allá de las propias fronteras”(FT 117). Otras pistas las encontramos cuando al Santo Padre alude a la importancia de la sobriedad y dice: “Se puede necesitar poco y vivir mucho, sobre todo cuando se es capaz de desarrollar otros placeres y se encuentra satisfacción en los encuentros fraternos, en el servicio, en el despliegue de los carismas, en la música y el arte, en el contacto con la naturaleza, en la oración” (LS 223). Con ello, enlaza ya con la importancia de humanizar las relaciones cotidianas, reivindicando el “laborioso cultivo de la amistad”, que a veces puede quedar minusvalorado en nuestro mundo, marcado por las relaciones digitales. “Hacen falta gestos físicos, expresiones del rostro, silencios, lenguaje corporal, y hasta el perfume, el temblor de las manos, el rubor, la transpiración, porque todo eso habla y forma parte de la comunicación humana” (FT 43). Si en vez de gastar tanto tiempo en enviar mensajes, mirar el teléfono móvil o quedar atrapados por el brillo de la pantalla de una tablet, miramos a quien tenemos al lado, lo escuchamos, salimos a su encuentro, lo tomamos en serio, secamos sus lágrimas, compartimos sus anhelos, etc., estamos inyectando enormes dosis de bondad llamadas a romper círculos viciosos y nocivos. Pero con esto entramos ya en otra sección, tan inspiradora como la primera. Concreciones ‘espirituales’ “El amor, lleno de pequeños gestos de cuidado mutuo, es también civil y político, y se manifiesta en todas las acciones que procuran construir un mundo mejor” (LS 231). Recojo ahora cinco tipos de gestos cotidianos que podemos considerar como “obras de misericordia espirituales”. Son actitudes que caldean nuestra alma y la hacen sensible a las necesidades ajenas, sobre todo a las penurias de los más vulnerables. Según indica el papa Francisco, la amabilidad nos libera de la crueldad, de la ansiedad y de la urgencia distraída. “Hoy no suele haber ni tiempo ni energías disponibles para detenerse a tratar bien a los demás, a decir ‘permiso’, ‘perdón’, ‘gracias’. Pero de vez en cuando aparece el milagro de una persona amable, que deja a un lado sus ansiedades y urgencias para prestar atención, para regalar una sonrisa, para decir una palabra que estimule, para posibilitar un espacio de escucha en medio de tanta indiferencia. Este esfuerzo, vivido cada día, es capaz de crear esa convivencia sana que vence las incomprensiones y previene los conflictos. El cultivo de la amabilidad no es un detalle menor ni una actitud superficial o burguesa”(FT224). Esta amabilidad se plasma en el cuidado del diálogo, que tantas veces hoy brilla por su ausencia y se convierte en manipulación, sucesión de monólogos o meras negociaciones interesadas. “Los héroes del futuro serán los que sepan romper esa lógica enfermiza y decidan sostener con respeto una palabra cargada de verdad, más allá de las conveniencias personales. Dios quiera que esos héroes se estén gestando silenciosamente en el corazón de nuestra sociedad”(FT 202). Un modo bien concreto en el que la amabilidad y el diálogo toman forma es el espíritu del ‘vecindario’, sobre todo en ciertos barrios populares, que viven auténticas relaciones de vecindad, “donde cada uno siente espontáneamente el deber de acompañar y ayudar al vecino. En estos lugares que conservan esos valores comunitarios, se viven las relaciones de cercanía con notas de gratuidad, solidaridad y reciprocidad, a partir del sentido de un “nosotros” barrial. Ojalá pudiera vivirse esto también entre países cercanos, que sean capaces de construir una vecindad cordial entre sus pueblos” (FT 152). Por supuesto, nada de esto evita la existencia de conflictos. Pero, ¿qué hacer con ellos? “Es fácil hoy caer en la tentación de dar vuelta la página diciendo que ya hace mucho tiempo que sucedió́ y que hay que mirar hacia adelante. ¡No, por Dios! Nunca se avanza sin memoria, no se evoluciona sin una memoria íntegra y luminosa” (FT 249). Y advierte el Obispo de Roma: “No me refiero solo a la memoria de los horrores, sino también al recuerdo de quienes, en medio de un contexto envenenado y corrupto fueron capaces de recuperar la dignidad y con pequeños o grandes gestos optaron por la solidaridad, el perdón, la fraternidad. Es muy sano hacer memoria del bien” (FT 249). Relacionado con ello, está la última de las concreciones que he seleccionado: “Prestar atención a la belleza y amarla nos ayuda a salir del pragmatismo utilitarista. Cuando alguien no aprende a detenerse para percibir y valorar lo bello, no es extraño que todo se convierta para él en objeto de uso y abuso inescrupuloso” (LS 215). Invitándonos a todos a ser contemplativos en medio de la vida cotidiana, el Papa afirma que “el universo se desarrolla en Dios, que lo llena todo. Entonces hay mística en una hoja, en un camino, en el rocío, en el rostro del pobre” (LS 233). Para cultivar esta actitud contemplativa, en el sexto capítulo de la encíclica Laudato Si’, Francisco recuerda la importancia de los signos sacramentales, del descanso dominical y del encuentro festivo comunitario, entre otras ayudas privilegiadas que encontramos en nuestra tradición eclesial. Una Jornada que estimule nuestra creatividad No echemos en saco roto estas pistas tan luminosas que Su Santidad nos brinda como una oportunidad de gracia. Sintámonos todos, leyendo su magisterio, invitados a estar cerca de quienes carecen de lo necesario, de aquellos que están hartos de palabras banales y tienen sed de un amor concreto, diligente y raudo, que abra nuevos horizontes y arranque del pesimismo y la postración. Las sugerencias del Papa piden ser comentadas en reuniones de pastoral, grupos apostólicos, ambientes juveniles que busquen caminos no roturados, escuelas de formación cristiana, reuniones de Caritas… Pueden servir de acicate para llenar de contenido esta Jornada de los Pobres, oportunidad propicia para cancelar nuestra posible tibieza y atender a los necesitados, implicándonos en la solución de sus problemas, como hicieron los santos, que resplandecen en la historia como antorchas de incesante caridad. Santos como Francisco de Asís, Ángela de la Cruz, Juan de Dios, Teresa de Calcuta, Damián de Molokai, Leopoldo de Alpandeire, Carlo Acutis y otros, nos enseñan a seguir las huellas de Cristo, poniendo por obra lo que leemos en la Carta a los Romanos: “Alegraos con los que están alegres; llorad con los que lloran. Tened la misma consideración y trato unos con otros, sin pretensiones de grandeza, sino poniéndoos al nivel de la gente humilde” (12,15-16). De ellos aprendemos que nadie se salva solo. Todos somos deudores. Por eso hemos de sumar voluntades, desgranar ideas, emprender acciones benéficas, de modo que nuestras almas se conmuevan ante el clamor de quienes menos tienen. Socorriendo a los desvalidos, al estilo de Cristo Jesús, nuestra fe se volverá activa, nuestra esperanza firme y dinámica nuestra caridad. Ojalá que, por medio de esta Jornada, Dios ensanche nuestros corazones, para que sepamos poner en marcha una creatividad eficaz y regeneradora en aras de una vivencia profunda y cotidiana del Evangelio, continuamente al servicio de los pobres y desfavorecidos de este mundo. Tras lo dicho, alguien puede pensar que los esfuerzos y puntos reseñados no van a cambiar el mundo. Que lo sugerido por Su Santidad es una simple minucia, poco para lo mucho que hay que arreglar a nuestro alrededor. A este respecto, hay que llenarse de esperanza y ánimo tomando en cuenta una observación que hace el mismo papa Francisco: “Esas acciones derraman un bien en la sociedad que siempre produce frutos más allá de lo que se pueda constatar, porque provocan en el seno de esta tierra un bien que siempre tiende a difundirse, a veces invisiblemente” (LS 212). Adelante, pues. Mons. Fernando Chica Arellano Observador Permanente de la Santa Sede ante la FAO, el FIDA y el PMA

Lun 9 Nov 2020

Nos examina el amor

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía – “En el atardecer de nuestras vidas nos examinará el amor” (San Juan de la Cruz). Jesús, en el Evangelio de Mateo, nos propone este examen en tres parábolas, colectadas en el capítulo 25 y puestas como Evangelio en los tres últimos domingos del ciclo litúrgico. 1. (Domingo XXXII). Se trata, en primer lugar, del Amor como espiritualidad, participando del Amor Esponsal entre Cristo e Iglesia. El amor es la auténtica espiritualidad de toda la Iglesia, raíz y razón de ser de toda acción eclesial y de todo carisma para el servicio de los demás. Es este “amor como espiritualidad” el que desplaza nuestro corazón del yo al otro, al prójimo, al necesitado y más pobre, al diverso y contrario, incluso al que nos pone como sus “enemigos”. El amor al pobre y la solidaridad con el necesitado nacen de esta raíz espiritual, liberándolos del egocentrismo y de las manipulaciones ideológicas, demagógicas, narcisistas y populistas. La imagen de la salida, con la Esposa, a recibir al Esposo que llega; y de la entrada, al banquete de bodas con Él, centra la espiritualidad del Amor en la eucaristía y en la espera vigilante, enamorada, “pilosa”, dirían hoy. Es estar siempre bien provistos del aceite y de la luz de las lámparas encendidas, del corazón en vela, aunque duerma y descanse el cuerpo. Las amigas de la novia y los amigos del novio han de propiciar este encuentro y esta “conducción” de la novia al banquete de bodas del cordero. Una imagen tomada de la cultura esponsalicia del pueblo hebreo. El Resucitado y Vencedor, el Cordero Inmolado en la cruz, es el Esposo que conduce a la Iglesia, identificada como la Nueva Jerusalén y ciudad santa, e integrada por ciudadanos que son “santos”, o sea, creyentes fieles a Jesús, hasta la ofrenda de sus vidas y el martirio. Ya desde ahora, como invitados que respondemos al Amor de Cristo, nos preparamos para esta Alianza de Bodas, no ya como meros invitados, sino como partícipes y dignos merecedores de este Amor Esponsal. En la Eucaristía somos invitados y comulgantes, haciéndonos Cuerpo de Cristo, Pueblo de Dios y Esposa del Cordero. “Dichosos los invitados que entran al banquete de Bodas del Cordero”, a la Cena del Señor(Ap19,9). 2. En el penúltimo Domingo, el XXXIII, Jornada mundial de los en pobres, el amor se convierte en responsabilidad y laboriosidad, administrando y haciendo rendir los bienes que nos son confiados. La espera amorosa vence el miedo y la negligencia, y nos consagra a la misión para dar los mejores frutos y resultados a la llegada del Dueño. El amor examinará nuestra respuesta a la gracia, los frutos o resultados de esta unión entre gracia divina y libertad humana. Es la parábola de los talentos. Pero, a la luz de la Jornada de los pobres, podemos leer en la parábola, tanto la INCLUSION que pide Dios de todos en las oportunidades, como la responsabilidad de cada persona ante el don y la confianza que Dios deposita en ella: da “a cada uno según su capacidad”. Mujeres hacendosas y hombres emprendedores, son los depositarios del don de la vida, pero, sobre todo, de la dignidad humana y la solidaridad fraterna: “abre sus palmas al necesitado y extiende sus manos al pobre” (Pr 31, 20). Esta frase de Proverbios, en la primera lectura, identifique a cada comunidad creyente con esa mujer elogiada por su virtud, su dignidad y esfuerzo, su solidaridad y buenas obras. A tono con este pensamiento, el Papa nos propone, del Sirácida o Eclesiástico, el mismo mensaje: “TIENDE TU MANO AL POBRE”(7,32).El signo de tender la mano, dice, exprese nuestra cercanía, solidaridad y amor. Y contrarreste el de tantas manos tendidas para obrar el mal y causar daño al prójimo y a las sociedades, empobreciendo y llenando de dolor la humanidad. “La libertad que nos ha sido dada con la muerte y resurrección de Jesucristo, es una responsabilidad para ponernos al servicio de los demás, especialmente de los más débiles” (8). 3. Finalmente, en el Domingo de Cristo Rey, final del año litúrgico, el examen del amor recaerá sobre el cuidado de los pobres y necesitados, y sobre el cuidado de la casa común, de los recursos comunes y del bien común. Es la parábola del juicio a las naciones, del rey y pastor que identifica nuestra capacidad de escuchar y responder al clamor de las víctimas del despojo, al clamor de los excluidos y pobres, de los reclusos y enfermos. Un mundo sin hambre ni carencia de agua potable, sin desplazados y emigrantes forzosos, sin destechados y carentes de abrigo, sin reclusos hacinados y delitos en crecida, sin daños a la salud humana y contaminación y depredación de los territorios, un mundo más humano, fraterno y sano, es posible, es necesario. El amor cristiano, si se vuelve eficaz y profético, no solamente hace obras de misericordia con individuos y grupos necesitados, sino que alienta la transformación colectiva de las causas que originan estas necesidades insatisfechas en tantos pueblos y naciones del planeta. Esta semana de los pobres, acreciente y extienda la labor de la Iglesia a todos los sectores urbanos y rurales. ¡Manos a la obra! Jesús nos una y nos conceda su paz. + Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali

Mar 3 Nov 2020

“Hermanos todos”, un camino para reconstruir las relaciones entre los hombres, desde la fe (II)

Por: Monseñor Víctor Manuel Ochoa Cadavid - Deseo ofrecerles una segunda re­flexión sobre la Encíclica “Fra­telli tutti”, Hermanos todos, del Papa Francisco y, concretamente de sus enseñanzas en este impor­tante documento Pontificio. Estos elementos que nos regala el Santo Padre, nos permiten hacer una gran síntesis de la doctrina de la Iglesia sobre las relaciones que se establecen entre las personas humanas, en­tre los hombres de la tierra. La enseñanza del Papa, nos presen­tan algunos elementos que son centrales en toda la enseñanza del Evangelio y de la Iglesia a lo largo de los siglos. Estos elemen­tos nos tienen que animar para fortalecer las relaciones entre los hombres, entre las diversas condiciones sociales e incluso entre las diversas religiones de la tierra. Es importante resaltar la realidad del amor que Cristo nos propo­ne, que nos regala en el Evan­gelio y que nos permite entrar en la centralidad de su mensaje y de su doctrina. El amor es la clave para la relación entre to­dos los hombres, para todos los pueblos de la humanidad. Todo el capítulo segundo de la Encíclica, que presenta al hombre herido y puesto en la sombra. Esta reali­dad del hombre herido es pre­sentada en varias oportunidades, permitiéndonos hacer una lectura de la realidad social desde la fe y desde el texto del Buen Samarita­no, expresamente. Es muy bello el uso del lenguaje en este aparta­do de la Encíclica, que nos lleva a la actitud de amor que debe dis­tinguirnos, donde vivamos “com­pasión y dignidad” Número 62. Partiendo de la reflexión sobre este texto bíblico nos hace mirar y reflexionar sobre la indiferencia y las actitudes que en el mundo de hoy nos tocan. Es importan­te resaltar como muestra, en su reflexión el Santo Padre, que el hombre tiene su origen en Dios como creador y que esta es la base de su dignidad, al ser ima­gen de Dios (n. 57). En su propuesta nos hace re­flexionar sobre la necesidad de acoger al extranjero, en una gran llama­da al amor fraterno (n. 61) y a acoger al “hermano herido”, donde se resalte la compasión y la dig­nidad de la persona humana (n. 62). De frente a las distintas realidades del mundo, y concretamente de cuanto vive el hombre de nuestro tiempo es necesaria la cercanía, el empeño, la propia capacidad de poner el “dinero del bolsillo” y ocuparse de las necesidades del otro para atenderlo (n. 63). Es uno de los pasajes más bellos de la Encíclica: El abandonado 63. Jesús cuenta que había un hombre herido, tirado en el cami­no, que había sido asaltado. Pasa­ron varios a su lado, pero huyeron, no se detuvieron. Eran personas con funciones importantes en la sociedad, que no tenían en el co­razón el amor por el bien común. No fueron capaces de perder unos minutos para atender al herido o al menos para buscar ayuda. Uno se detuvo, le regaló cercanía, lo curó con sus propias manos, puso también dinero de su bolsillo y se ocupó de él. Sobre todo, le dio algo que en este mundo an­sioso retaceamos tanto: le dio su tiempo. Seguramente él tenía sus planes para aprovechar aquel día según sus necesidades, compro­misos o deseos. Pero fue capaz de dejar todo a un lado ante el he­rido, y sin conocerlo lo consideró digno de dedicarle su tiempo. 64. ¿Con quién te identificas? Esta pregunta es cruda, directa y determinante. ¿A cuál de ellos te pare­ces? Nos hace falta reconocer la tenta­ción que nos circun­da de desentendernos de los demás; espe­cialmente de los más débiles. Digámoslo, hemos crecido en muchos aspectos, aunque somos anal­fabetos en acompa­ñar, cuidar y sostener a los más frágiles y débiles de nuestras sociedades desarrolladas. Nos acostumbra­mos a mirar para el costado, a pa­sar de lado, a ignorar las situacio­nes hasta que estas nos golpean directamente. El Papa nos hace una llamada para atender al abandonado, para detenernos y saber que tenemos que cuidar de los demás, de aque­llos que sufren y, especialmente del que disturba, del que molesta o nos presenta problemas particu­lares. No podemos dar la espalda al dolor humano y las necesida­des de los otros (n. 65). La propuesta es novedosa, la creación de nuevas relaciones en­tre los hombres, como ciudadanos del mundo entero. Las relaciones entre los hombres nos hacen de­pender unos de otros, fortalecien­do las relaciones que Él llama, las relaciones del encuentro (n. 66). Hay una renovada expresión de lo mejor de la Doctrina social de la Iglesia, en la invitación a forta­lecer caminos de modelos econó­micos, políticos, sociales e inclu­so de tipo religioso para unir a los hombres (n. 69). Repasemos un apartado de la En­cíclica, que nos puede ser bien iluminador para entender el sen­tido de las enseñanzas de FRAN­CISCO. 67. Esta parábola es un ícono ilu­minador, capaz de poner de ma­nifiesto la opción de fondo que necesitamos tomar para recons­truir este mundo que nos duele. Ante tanto dolor, ante tanta heri­da, la única salida es ser como el buen samaritano. Otra opción ter­mina al lado de los salteadores, o bien, al lado de los que pasan de largo, sin compadecerse del dolor del hombre herido en el camino. La parábola nos muestra con qué iniciativas se puede rehacer una comunidad a partir de hombres y mujeres que hacen propia la fragilidad de los demás, que no dejan que se erija una sociedad de exclusión, sino que se hacen prójimos y levantan y rehabili­tan al caído, para que el bien sea común. Al mismo tiempo, la pa­rábola nos advierte sobre ciertas actitudes de personas que sólo se miran a sí mismas y no se hacen cargo de las exigencias ineludi­bles de la realidad humana. 68. El relato, digámoslo claramente, no desliza una enseñanza de ideales abstractos, ni se cir­cunscribe a la funcionalidad de una moraleja ético-social. Nos revela una característica esencial del ser humano, tantas veces ol­vidada: hemos sido hechos para la plenitud que sólo se alcanza en el amor. No es una opción po­sible vivir indiferentes ante el do­lor, no podemos dejar que nadie quede “a un costado de la vida”. Esto nos debe indignar, hasta ha­cernos bajar de nuestra serenidad para alterarnos por el sufrimiento humano. Eso es dignidad. El mundo en el cual vivimos ha creado exclusiones, de muchas formas y modalidades, que exclu­yen al hombre. Estas reflexiones, que continuaremos en nuestra si­guiente edición, nos permitirán entrar con atención en las ense­ñanzas muy actuales del Obispo de Roma. + Víctor Manuel Ochoa Cadavid Obispo Diócesis de Cúcuta Lea “Hermanos todos”, un camino para reconstruir las relaciones entre los hombres, desde la fe (I) [icon class='fa fa-download fa-2x'] AQUÍ[/icon]

Sáb 31 Oct 2020

«Hermanos todos» (II)

Por: Mons. César Alcides Balbín Tamayo - Salió a la luz la muy anunciada y esperada tercera encíclica del Papa Francisco: Fratelli tutti, firmada por el Pontífice en Asís el 3 de octubre del presente año 2020. En ocho maravillosos capítulos y 287 números, el Santo Padre desarrolla el tema sobre la fraternidad y la amistad social. Leemos en el nro. 6: «Entrego esta encíclica social como un humilde aporte a la reflexión para que, frente a diversas y actuales formas de eliminar o de ignorar a otros, seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y de amistad social que no se quede en las palabras.» Lo primero a destacar es que la encíclica en mención es de tinte social, tal como Laudato Si, y como las encíclicas sociales de los Papas anteriores, y que aunque toca temas de indudable actualidad, también centra la reflexión en el compromiso de cada hombre y de cada mujer, de cualquier raza, religión y condición, como quien le habla a cada uno, para que evitemos el prurito de mirar al lado cuando expone los argumentos. El Santo Padre antes de centrarnos en lo que debe ser el compromiso de todos, nos pone, en el capítulo primero, de frente a la realidad que actualmente nos envuelve con un sinnúmero de sombras, que hacen que sea necesario un urgente cambio de rumbo, a saber: desesperanza, desconfianzas múltiples, polarización, atentados contra la vida, desigualdades y esclavitudes, deterioro de la ética y de los valores espirituales. A partir de estas constataciones Francisco comienza a proponernos un cambio en nuestra manera de interrelacionarnos con los otros. Es necesario, dice, que nosotros pensemos en ser prójimos más que en esperar que los demás lo sean de nosotros, toda vez que esto lleva al egoísmo; en cambio aquello lleva a la entrega y a la generosidad. Abrirse a los demás, de mente, de corazón y de espíritu, para hacer caer las barreras que nosotros mismos creamos o pensamos en términos de comunidad, o todos igualmente perecemos y esta pandemia nos lo ha venido a confirmar. La reflexión del Santo Padre escala también hacia ámbitos más altos: la política. Pero esta entendida como un aspecto importante de la caridad en cuanto tiene en cuenta el bien común. «Cualquier empeño en esta línea se convierte en un ejercicio supremo de la caridad» (FT 180). Insiste y recalca en la Encíclica que es necesario, para vivir como verdaderos hermanos, acercarse, escucharse, expresarse, conocerse, tratar de comprender, reconociéndonos como hermanos, no como extraños en un mundo extraño y cada vez más hostil, buscando, por lo tanto, caminos de reencuentro, de reconciliación y de acercamiento con todos, especialmente con los más pobres, y lejos de diferencias de cualquier índole: de ideas, de lengua, de religión o de cultura. (Cfr. FT n. 254). Y en esa amplitud de miras del Papa Francisco, nos regala una reflexión sobre las religiones como constructoras de fraternidad en el mundo. En más de una ocasión hemos escuchado sobre aquellos de las «guerras de religión». El mero pensarlo debería causar en nosotros inmediato rechazo, claro, si entendiéramos que Dios nos ama a todos. En este orden de ideas, dice, la Iglesia es una casa de puertas abiertas (n. 176), y ello porque es madre. Nos auguramos que esta Encíclica tenga no solo la recordación, sino también la difusión que ha tenido Laudato Sí. De ella podemos extraer maravillosas enseñanzas para nosotros y para un mundo cargado de ansiedad, como dice un canto de entrada a la Santa Misa. La responsabilidad de la construcción de un mundo mejor, es cierto es de todos, pero primero es mía. Hermanos todos, pero primero soy yo quien debo hacerme hermano y prójimo, y no esperar a que los demás se reconozcan como tales. + César Alcides Balbín Tamayo Obispo de Caldas - Antioquia Lea «Hermanos todos» (I) [icon class='fa fa-download fa-2x'] AQUÍ[/icon]

Mié 28 Oct 2020

“Hermanos todos”, un camino para reconstruir las relaciones entre los hombres, desde la fe

Por: Monseñor Víctor Manuel Ochoa Cadavid - La publicación de esta Encícli­ca del Papa Francisco es una gran oportunidad para entrar en el importante magisterio pontifi­cio, después de la Encíclica Lumen Fidei (29 de junio de 2013), la En­cíclica Laudato Si’ (24 de mayo de 2015) y ahora Fratelli tutti, del 3 de octubre 2020. Una Encíclica publicada en un mo­mento epocal de la historia humana, seguramente no el primer momento de una gran crisis sanitaria, que el mundo ha vivido en otros momen­tos, pero este en tiempo de globaliza­ción comunicacional. Y en tiempos de globalización, comunicación y desplazamiento de los hombres en el mundo. Por segunda vez, el Papa Francisco, como Obispo de Roma, hace uso de los escritos de San Francisco de Asís, donde el título de su Encíclica propone como el pobre de Asís, una vida de hermandad, fundada sobre el amor entre los hombres. Un lengua­je bien preciso del Papa Francisco: transmitir “el sabor a Evangelio” (n. 1). Un magisterio que repite muchas de sus enseñanzas desde que ha recibi­do el ministerio de ser Sucesor de Pedro, en la Sede de Roma. Es una Encíclica que quiere centrarse en dos temas desde el título, la fraternidad y el amor social. Uno de los grandes temas que allí se presentan para nuestra reflexión son los caminos concretos para construir un mundo más justo y fraterno, en las relaciones que se establecen en­tre los hombres. El Papa entra en profundidad y detenimiento en los procesos sociales que hoy nos afec­tan, que tocan al hombre concreto de nuestro tiempo, con el lenguaje sim­ple para que sea comprendido por to­dos. Una palabra que quiere llegar a todos, en la vida diaria -para el hom­bre común-, para la vida social y de relaciones entre los hombres, en las relaciones de la política y en las ins­tituciones sociales que nos rodean. El Papa Francisco nos trasmite una clara enseñanza de cuanto tenemos que vivir como seguidores de Jesu­cristo, con el sabor del Evangelio, algo que él ha hecho con grandes gestos que quedarán marcados en la historia, como el abrazo a un enfer­mo deforme y lleno de heridas en la Plaza de San Pedro, como el beso de los pies, de las facciones en lucha en Sudán, como el abrazo con hermanos musulmanes o hebreos, en búsqueda de la paz. Es la presentación de una forma de vida, con sabor a Evangelio. Es una propuesta para una sociedad fraterna que fundamentada sobre los valores del Evange­lio es válida para la hu­manidad entera. “Para nosotros, ese ma­nantial de dignidad humana y de fraternidad está en el Evangelio de Jesucristo. De él surge «para el pen­samiento cristiano y para la acción de la Iglesia el primado que se da a la relación, al encuentro con el misterio sagrado del otro, a la comunión uni­versal con la humanidad entera como vocación de todos»” (#277). Una mirada a la Doctrina Social de la Iglesia y la Fraternidad: La Encíclica, es presentada por el Papa como parte de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI). “Todos los compromisos que brotan de la Doctrina Social de la Iglesia «provienen de la caridad que, según la enseñanza de Jesús, es la síntesis de toda la Ley (cf. Mt 22,36-40)» [168]. Esto supone reconocer que «el amor, lleno de pequeños gestos de cuidado mutuo, es también civil y político, y se manifiesta en todas las acciones que procuran construir un mundo mejor» [169]. Por esa razón, el amor no sólo se expresa en relaciones ínti­mas y cercanas, sino también en «las macro-relaciones, como las relacio­nes sociales, económicas y políti­cas»” (#181). Recordemos todo el desarrollo que tuvo el concepto de “caridad políti­ca” en el venerable siervo de Dios Pío XII, y en la enseñanza de San Pablo VI. El Papa León XIII abrió en el final del siglo XIX un gran es­pacio para difundir y presentar la llamada Doctrina Social de la Iglesia, un gran cuerpo de enseñanzas y doc­trinas que nos dan los principios acerca de la comprensión del entor­no social en el cual vive el hombre. El Evangelio de Cristo, tiene unas connotaciones precisas y claras en los comportamientos socia­les, en el medio humano en el cual se desarrolla la actividad humana. A lo largo de los decenios el Magisterio, la enseñanza de la Iglesia, especial­mente de los Papas ha contribuido paso a paso, parte después de parte a todo este gran patrimonio, después de la Encíclica ‘Rerum novarum’. Las distintas realidades humanas y crisis sociales han sido iluminadas desde el Evangelio de Cristo y desde la reflexión moral de la Iglesia. El final de ese siglo XIX, el siglo XX y lo que va de este siglo XXI han presentado al hombre situaciones muy concretas: la gran cuestión so­cial, las guerras mundiales, el fascis­mo, el comunismo, el modernismo, el marxismo, el relativismo moral y filosófico, la secularización, las fal­sas interpretaciones de la economía a las cuales la DSI ha tenido que responder. Estos temas llegan hasta nuestros días, con las grandes crisis ocasionadas por el irrespeto a la vida humana (aborto del no nacido y eu­tanasia), la movilidad humana, las guerras nacionales y conflictos en el mundo, la gran crisis del medio ambiente y del cambio climático. A todas estas realidades responde con propuestas concretas a interrogantes de la humanidad entera: cada res­puesta se da desde la fe y desde la reflexión sobre la Palabra de Dios. En un momento de particular dificul­tad de la humanidad, por fenómenos sociales complejos, la radicaliza­ción de las ideas religiosas, fanatis­mo, guerras que tienen un fondo de confrontación socio-religiosa, rela­tivismo moral y filosófico, economi­cismo que es un de las grandes rea­lidades sociales del siglo XX, donde se pone la economía y las relaciones económicas sobre la persona huma­na, el Papa Francisco, nos hace este regalo de enseñanzas que tienen gran valor y actualidad, especialmente en el momento de la pandemia. En los números 6 y 7 pone de relieve, cómo es imposible atender a las distintas fragmentaciones de la humanidad y sus retos: “Anhelo que en esta época que nos toca vivir, reconociendo la dignidad de cada persona humana, podamos hacer renacer entre todos un deseo mundial de hermandad. En­tre todos: «He ahí un hermoso secre­to para soñar y hacer de nuestra vida una hermosa aventura. Nadie puede pelear la vida aisladamente. […] Se necesita una comunidad que nos sos­tenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante. ¡Qué importante es soñar juntos! […] Solos se corre el riesgo de tener espejismos, en los que ves lo que no hay; los sueños se construyen juntos» [6]. Soñemos como una úni­ca humanidad, como caminantes de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos.” (#7). En la Doctrina Social de la Iglesia hay una propuesta concreta para pre­sentar un ideal social fundado sobre el Evangelio. Es una opción para po­ner la caridad de Cristo al centro de la vida de la humanidad. Toda esta doctrina quiere resolver la tensión entre la realidad social y el ideal de la fe. En esta propuesta de la DSI, el hombre en su vida y su realidad es el horizonte fundamental de la pro­puesta, todo con el presupuesto del Evangelio y de la salvación del alma, con una mirada trascendente. Toda la propuesta está basada en la dig­nidad de la persona humana, que es inviolable y que está fundamentada en el plan creador de Dios. Particu­lar atención se presta a la base de las relaciones que se establece entre los hombres. “Un ideal de fraternidad universal” (#173) haciendo referen­cia al papel y función de las Naciones Unidas. De los grandes problemas sociales creados por las equivoca­das relaciones entre los hombres, en base al trabajo y a la economía, a los grandes conflictos sociales de la industrialización, pasando por las grandes crisis del exterminio de más de 150 millones de hombres y muje­res en las guerras mundiales. Estas situaciones nos llevan al hoy, con millones de personas que son obliga­das a emigrar (Capítulo sexto), a las graves condiciones de la destrucción de la naturaleza (“las lágrimas de la naturaleza” #34) , del grave fenóme­no de la contaminación, del cambio climático ( “destrucción del medio ambiente” #17), del gran abuso de la ciencia y de sus capacidades con una investigación desordenada y abusiva en la genética, nos recuerda los valores y horizontes de la ciencia humana, del conocimiento. Vemos una destrucción sistemática de la vida humana con el aborto y la euta­nasia que ha sido claramente denun­ciada en el magisterio pontificio de los últimos decenios. El descarte de la vida humana, de los bienes de la naturaleza, ocasionado por la econo­mía (#18-21). La Doctrina Social de la Iglesia se enfrenta a los grandes fenómenos de la desigualdad social, a una gran división entre el primer y el tercer mundo, entre el norte y sur de la tierra y el resto de los pueblos y na­ciones, denunciando también la des­igualdad de oportunidades que existe para algunos en los países ricos. En el desarrollo de la Encíclica entra en las situaciones estructurales del mundo, en la desigualdad de mundo (#116-117). Algunos elementos son centrales en la Reflexión de la Doctrina Social de la Iglesia y que nos deben servir para el análisis y el aprendizaje de esta enseñanza de la Madre Iglesia. Continuaremos en los próximos días reflexionando sobre esta Encíclica con los lectores de LA VERDAD. Mientras tanto, procuremos entrar en toda la riqueza de estas enseñanzas. + Víctor Manuel Ochoa Cadavid Obispo Diócesis de Cúcuta

Sáb 24 Oct 2020

A nuestros pueblos indígenas no los amamos porque no los conocemos

Por: Mons. Joselito Carreño Quiñones - Los pueblos indígenas no se les ha reconocido como lo que verdaderamente son, pueblos con una gran riqueza cultural milenaria, con una gran sabiduría ancestral que los ha convertido en los más grandes guardianes de los bosques, de los recursos hídricos, de la fauna y de la flora. Ellos todavía conservan en gran medida el sentido de comunión con toda nuestra casa común, el sentido de ser administradores y no dueños de la tierra y de todos los recursos naturales. Ellos tienen mucho que enseñarnos a nosotros los que nos consideramos aparentemente "civilizados" y superiores a ellos. Ellos han sufrido el exterminio por parte de los colonizadores. La historia de la presencia colonizadora y evangelizadora en Latinoamérica ha estado causando el exterminio cultural, espiritual y también físico de muchos de los pueblos indígenas. Ellos han sido usados tanto por los varones de la droga, como por la insurgencia armada para cultivar la coca y saber que es el eslabón más débil y más mal pagado de toda la cadena del narcotráfico nacional e internacional. Y que ese primer eslabón ha sufrido las consecuencias del envenenamiento con el glifosato y que solo el 0.8 % del costo en el mercado Internacional es que se les paga por cultivar la coca, por poner en riesgo sus vidas, por las masacres y el envenenamiento con el glifosato. Todas estas realidades las sufren nuestros pueblos indígenas y todavía se les estigmatiza, se les desprecia y se les hace semejante desplante después de recorrer tan larga travesía para pedir ser escuchados por el Presidente de la República, en actitud completamente pacífica y totalmente respetuosa. Mons. Joselito Carreño Quiñones Vicario Apostólico de Inírida

Jue 22 Oct 2020

El matrimonio y la familia en clave de comunión de amor

Por: Edgar de Jesús García Gil - La pandemia del covid 19 que estamos sufriendo en todo el mundo ha sacado a flote la riqueza y la belleza de las familias que han podido pasar esta emergencia sanitaria, gracias a la fortaleza de su comunión de amor; pero también ha sacado a flote las debilidades y fracasos de muchos matrimonios y familias, que por no tener la convicción de una fuerte comunión de amor han tenido que separarse o renunciar lamentablemente a su máscara de amor por que nunca fue lo que ellos creyeron vivir con los criterios superficiales de una sociedad de consumo, materialista, hedonista, de usar y botar, como dice Papa Francisco. Iluminemos este hecho con las palabras de la exhortación apostólica post sinodal “La alegría del amor” del papa Francisco: “La Biblia está poblada de familias, de generaciones, de historias de amor y de crisis familiares, desde la primera página, donde entra en escena la familia de Adán y Eva con su peso de violencia, pero también con la fuerza de la vida que continúa (cf. Gn 4), hasta la última página donde aparecen las bodas de la Esposa y del Cordero” (cf. Ap 21,2.9). A.L. 8. Leer la historia de la salvación en clave de familia nos permite descubrir una evidente intención de Dios, o también podemos decir, su sueño de salvación, que, siendo Dios Trinidad, es decir, comunión de amor, envía a su Hijo, el Verbo, como primer misionero de la comunión de amor para la humanidad. “Y el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” Jn. 1,14. Jesús, Dios hecho hombre, sale de su comunión de amor original para hacer su primera misión en medio de su familia humana de Nazaret y mostrarnos con esta evidencia que durante treinta años vivió la experiencia de comunión de amor en la realidad histórica, social y política de su hogar de Nazaret. Cuando observamos la misión de Jesús en medio de su realidad geográfica de Galilea, de Samaría y de Judea descubrimos que todo su ministerio apostólico está enmarcado en medio de dos banquetes nupciales. Las bodas de Caná en Galilea y la última cena en Jerusalén. El evangelista San Juan tiene el cuidado de mostrarnos que la primera manifestación de Jesús como Dios se realizó en las bodas de Caná de Galilea en medio de un banquete nupcial. El vino nuevo de Jesús embriaga el amor de los esposos y hace alegrar el corazón de los invitados. Juan 2, 11 “Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus señales. Y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos”. Y al final de su ministerio público, antes de sufrir la muerte y resurrección, Jesús vive con los apóstoles, en la última cena de la tarde del jueves santo otro banquete nupcial. Jesús, el novio, el esposo, se entrega en amor sacrificando a su novia, la esposa, la Iglesia. 1Cor 11, 23 “Porque yo recibí del Señor lo que les he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, 24 y después de dar gracias, lo partió y dijo: «Este es mi cuerpo que será entregado por ustedes; hagan esto en recuerdo mío». 25 Asimismo también la copa después de cenar diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre. Cuantas veces la beban, háganlo en recuerdo mío»” Tanto en las bodas de Caná como en la última cena Jesús nos enseña que el fundamento de su propuesta de salvación está en vivir a plenitud la comunión de amor que Él vive en el seno de la Trinidad. Y para confirmar lo dicho anteriormente, antes de ascender a los cielos, Jesús reunió a sus apóstoles y discípulos en Galilea y les dijo: Mateo 28, 18 «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra.19 Vayan, pues, y hagan discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, 20 y enseñándoles a guardar todo lo que yo les he mandado. Y he aquí que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo». La misión que Jesús les encomendó a todos sus discípulos está marcada evidentemente por la enseñanza y vivencia de la comunión de amor, presente desde el bautismo en nombre de la Trinidad, que a lo largo de nuestras vidas se realiza en la vida del matrimonio, de la familia y de la nueva comunidad, Pueblo de Dios, llamada Iglesia. En medio de las fragilidades que sufren nuestros matrimonios y familias, rescatemos con la verdad de Dios que Jesucristo ha venido a restaurar entre nosotros, la comunión de amor que debemos restaurar, sembrar y enseñar en todas las parejas que le apuntan a vivir en profundidad su amor y su comunión de amor. + Edgar de Jesús García Gil Obispo de Palmira Presidente de la comisión episcopal de matrimonio y familia