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Opinión

Vie 1 Mayo 2020

Cómo cuidar mi pareja estos días

Por: P. Daniel Bustamante - Me contaba mi papá, al inicio de este encierro voluntario, como la esposa de un amigo le decía: ¨éstos días de encierro, te vas a la finca, sino, nos vamos matar¨. Quizá podemos pensar: no hay quien entienda a mi mujer. Con la situación que estamos viviendo, no caemos en cuenta de preguntarnos por el estado de ánimo de quienes conviven conmigo. Y podríamos caer en esa horrible tentación de pensar solo en mí, y no prestar atención a lo que los otros puedan estar sintiendo, o por las circunstancias particulares que lleven en su corazón. Esta ocasión que la vida nos está dando, es una gran oportunidad para pensar: cómo se siente mi mujer? Porqué se siente como se siente? Porqué reacciona así? Le pasan más veces este tipo de cosas últimamente? Esta situación matrimonial por la que pasan muchas parejas, es una bella ocasión para conocer mejor al otro, para aprender a amar de verdad. Conocer bien a una persona, es conocer éstas preguntas: es conocer cómo se siente? Qué le hace sentirse feliz? Que le pone triste? Que le da miedo? Es involucrarse en ese mundo afectivo que hay en el interior de cada ser humano, donde está realmente la vida de cada persona. Es adentrarse en ese mundo interior del otro, que es tan importante en la relación de pareja. Cuando profundizamos en los evangelios, el Señor nunca tuvo diálogos fríos, o irracionales, ni habla solo de cuestiones prácticas. Los evangelios están llenos de afectos, y es apasionante descubrirlos en nuestra oración. Vemos al Señor como en los evangelios se conmueve ante el dolor humano, se contagia de dolor por la muerte de su amigo Lázaro y llora, se llena de alegría ante la bondad de las almas sencillas y lo exterioriza, con gestos de cariño, como abrazos, palabras, lágrimas, consejos… agradece al Padre haber revelado su plan de salvación a la gente sencilla. El Señor siente miedo terrible en la oración del huerto antes de padecer, y también les hace sentir su decepción a sus discípulos al quedarse dormidos en los momentos que más los necesita, no esconde el Señor la ternura y amor por la pecadora arrepentida, exterioriza el Señor como le duele la frialdad de Simeón el fariseo, hace notar como le retuerce la doblez de corazón de los fariseos ante su mal comportamiento, deja ver la calidez de su corazón cuando comparte con los hermanos de Betania, le encanta al Señor ese ambiente familiar y de confianza. El Señor compartía con sus discípulos lo que le pasaba en su interior, lo que sentía, lo que corría por su mente, y ellos a su vez, le abrían su intimidad, se lo hacían saber. Por eso los discípulos llegaron a conocer a Cristo de corazón, llegaron a tener esa empatía, porque estaban atentos a cómo se sentía el Maestro, y lo que era importante para el Maestro. Esto es lo propio de las personas que se quieren. Cuantos problemas evitaríamos si tratáramos de comprender mejor lo que sucede en el interior de quien amamos, como hacía Jesús. Qué hay en el interior de tu mujer, de tus hijos, de tu novia, cuantas situaciones corren allá dentro, que por nuestra dureza de corazón nunca vamos a ver, mucho menos comprender, porque no nos tomamos el tiempo de dialogar, de esculcar el interior de quien decimos amar. San Josemaría Escrivá de Balaguer, solía decir que la caridad, que el amor, más que dar, está en comprender. Esta empatía del amor no se improvisa, se construye en lo ordinario de una relación, como lo son los gestos, las ganas de dialogar, acoger, comprender, sanar, levantar al que digo amar. Como todas las cosas humanas requiere tiempo, y es que poco el tiempo que tenemos para los que están junto a nosotros. El amor implica interés, interés de saber cómo está, qué siente, cuáles son sus miedos, sus anhelos. Hemos dejado de construir juntos, para ir cada uno por su camino. Esto es una tarea que dura toda la vida. Y siempre por más que hagamos será poco para amar de verdad. Toda relación, y particularmente el matrimonio, es una aventura. Está lleno de peligros y de desafíos, y en toda aventura es bueno contar con un mapa actualizado, un mapa del corazón del otro. ¿Qué le preocupa? ¿Qué le alegra? ¿Qué le hace feliz? está bien en el trabajo, ¿cómo está la relación con sus padres, con sus hermanos, si hay algo que la absorbe y la tiene mal espiritualmente, si ha ocurrido algún acontecimiento que la tenga especialmente preocupada, en su trabajo, en su familia, o donde sea, que haya cambiado las coordenadas de su vida? No sé tú, pero salir de viaje sin un mapa o el waze desactualizado es un riesgo, terminamos perdiendo el rumbo, o podemos llegar donde no queremos, o llegar a callejones sin salida. Lo mismo pasa en una relación, para no llegar a esos callejones sin salida, y para no llegar donde uno no debe llegar, se debe tener el mapa actualizado. Y para actualizarlo no hay otro camino que una buena comunicación. Vale la pena dedicarle tiempo a hablar, a saber del otro, a comunicarle abriendo el corazón así duela o cueste, y a procurar conversaciones de calidad, no hablar solo de cosas prácticas. Eso lo hacen los desconocidos, si has comprado esto, o has arreglado aquello, o has pagado lo otro… Conversaciones de calidad son aquellas donde se expresan sentimientos, estados interiores, donde muestro mi herida, lo que siento, lo que pasa en mi interior, para ser comprendido y escuchado, así poder dar soluciones y sanar las heridas del corazón, enrutarse de nuevo y recomenzar las veces que haga falta, siempre comprendiendo, y sin discutir. La empatía es algo dinámico que se consigue con la práctica. Pero si los esposos no hablan… no dialogan… no construyen… ¿qué matrimonio hay? O ¿qué relación tienen? Que buena oportunidad nos da el Buen Dios estos días de retiro obligatorio para descubrir el amor de mi pareja, para dialogar, para construir… Los matrimonios van pasando por distintas épocas, son muchas las etapas, pero siempre construyendo, y eso hace que nunca se acabe esta tarea, nunca debe interrumpirse el dialogo, es la gasolina del amor. Por ello es importante ir actualizando constantemente el mapa de los sentimientos que hay en el corazón del otro. Que no pase nunca más de una semana sin una buena conversación, una de calidad, donde cada uno pueda abrir su corazón al otro. Con este encerramiento han pasado ya muchas cosas en los matrimonios, en la familia, como discusiones, peleas, riñas, golpes… eso quizá es lo que estas parejas, estas familias han construido. Tú quieres eso? Hay que hablar muchos estos días. Externamente puede que no pasen muchas cosas, pero internamente pueden estar pasando muchas situaciones. Un amigo me contaba en estos días cómo su mujer estaba siendo poco prudente, y que tiene un miedo terrible que se contagiara con el virus, y esto le angustia. Conocer a profundidad este sentimiento de temor que ha nacido en él, propio de estos días, habría evitado heridas y distanciamientos. Quizá ella no está tan preocupada por el contagio, pero está asustada con las consecuencias de la inactividad económica, y no está dispuesta a dejar de trabajar y salir a la calle. Que importante es conocer lo que pasa por dentro de cada uno, se salvarían matrimonios y familias enteras, los hijos tendrían un hogar, una padre y una madre, pero el distanciamiento interior, el no abrirse con humildad, hace que se creen distanciamientos en la pareja. En estos días los defectos se hacen patentes, y pareciera que tienden a agrandarse, no se ven soluciones prontas. Por eso todos necesitamos abrir el corazón, tener ayudas espirituales, como la oración, el rosario, el compartir en familia, y tiempos de dialogo. La armonía familiar es un don del Espíritu Santo. Vamos rezar juntos, a pedir la Paz para las familias. Te invito a dar gracias a Dios por tu esposo, esposa, hijos y padres. La Virgen de Fátima animó a los pastorcitos a pedir la paz en las familias. Hoy, más que nunca, en estos tiempos difíciles que vivimos, nos encomendamos a la Virgen Madre del Amor Hermoso, y pedimos a ella por tanto dolor en las familias, por los esposos distanciados, los hijos heridos, y mi familia. P. Daniel Bustamante Director Mutuo Auxilio Sacerdotal Colombiano Conferencia Episcopal de Colombia

Lun 27 Abr 2020

Con serenidad, solidaridad y confianza

Por Mons. Libardo Ramírez Gómez - Qué importante tener atinadas indicaciones para salir adelante en una difícil travesía. Pues en este difícil caminar, con invisible pero tan peligroso enemigo, presente hoy en todos los lugares del planeta, es importe compartir prudentes recomendaciones entre las cuales están: afrontar esta travesía con serenidad, solidaridad y confianza. Cómo necesitamos asumir esta época con serenidad. “Angustiarse no sirve ni para superar angustias”, nos dijo hace años caricaturista Nieves. Entonces, en medio de las dificultades, cómo es de práctico y saludable conservar la serenidad. Los creyentes recordamos en los peligros el llamado de Jesús a sus discípulos en medio de fuerte tempestad en el Tiberíades: “¿por qué tenéis miedo?”, y, enseguida, muestra su poder para ayudar a cuántos acudan a Él en cualquier tempestad, calmándola (Mt. 8, 26). Qué grande y práctica, luego, la advertencia de afrontar estos momentos de peligro en ambiente de “solidaridad”. Es algo que tenemos para todo momento por mandato de Jesús, como manifestación de creer en Él y testimonio para suscitar verdaderos discípulos suyos (Jn. 17,21). Gracias a Dios, con pocas excepciones de ciegos sectarismos o torcidos sentimientos de algunos que buscan aprovecharse del momento para ventajas personales, hemos visto de otros hermosos testimonios con heroicas y generosas actuaciones como médicos, personal de salud, guardianes del orden, empresarios y gobernantes, desde la Presidencia y otros cargos, entregados de lleno a tomar las medidas que se estime más conveniente para encauzar batallas por la salud y la economía tan golpeadas. Los pastores de la Iglesia, de todos los credos, se han sumado a buscar los medios para que el invaluable mensaje religioso conforte y oriente a los humanos, y, a colaborar en programas de ayuda a los millares de necesitados que arroja este momento. De las dos recomendaciones anteriores surge la tercera, como es la de cultivar la confianza, y no estar a cada paso dudando de las ayudas humanas y divinas. “Dios quiere a los humanos y no al virus”, se ha dicho con razón en estos días de calamidades, que no son fruto de descomposiciones de la materia creada pero sí castigo de desvíos de los humanos de las leyes naturales y preceptos explícitos de Dios. La ciencia va dando medios de superación a esos males y el Creador está listo a dar visiblemente la mano cuando se acude a Él con confianza. Me ha confortado encontrar, en estos días, escritores creyentes, muchos no pastores religiosos, recordando textos bíblicos como el Cap. 38,1 del Eclesiástico, que pide honor al médico en su labor pues es querida por el Señor y Creador. Me conforta que desde el Presidente de la Republica y dirigentes de todo orden y categoría pongan su máxima confianza en Dios. También me llenó el ánimo la voz del joven Jorge Celedón con sus canciones a través de la televisión como aporte alegre en medio de las penas colectivas, como solidaridad con todos los sufrientes, y por su testimonio de que su alegría, serenidad y calma, las apoya en la fe en el Dios de las bondades. En principios superiores se cimenta, firmemente, una actitud serena y confiada, en ambiente de solidaridad ante las grandes calamidades que siembran incerteza. Se refuerza todo con el testimonio de pequeños o grandes, ricos y pobres que ofrecen a la humanidad generosos y variados aportes. Qué bien evaluar salidas de superación con servicios prestados en alegría y esperanza, aspirando a una nueva Pascua de Resurrección, libres de egoísmos, llegando a nueva etapa de una humanidad reconciliada. +Por Mons. Libardo Ramirez Gómez,Obispo Emérito de Garzón.

Mié 22 Abr 2020

¿Más de coronavirus?

Por: Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - No se puede negar que hay una especie de sobresaturación en cuanto a la información relacionada con la pandemia que nos acosa. No se trata de quitarle valor a este esfuerzo que se hace para informar a los ciudadanos sobre el desarrollo y expansión de este virus, que a veces se hace más urgente por el hecho de que todavía hay muchas personas que por distintas razones, justificadas o no, están haciendo caso omiso a las advertencias gubernamentales. Ahora no quisiera hablar más del coronavirus, quisiera que volviéramos a la escuela de Jesús. No deja de ser interesante, cómo los discípulos disfrutaban de estar junto a su maestro. De hecho, dice San Marcos, que Jesús “llamó a los que quiso, para que estuvieran con él” (Mc. 3,14). En Betania, Marta y María se esmeraban atendiendo a su amigo Jesús cuando las visitaba en su casa, la una atendiéndolo, la otra escuchándolo sentada a sus pies. (Lc. 10, 38 - 42). En estos días de Pascua, hemos podido también escuchar los pasajes en los cuales Jesús entra a la casa donde están los discípulos, estando las puertas cerradas, no una sino varias veces. Y allí, come con ellos y los instruye. Todo esto hace pensar en lo que estamos viviendo en la cuarentena, durante la cual, estamos siendo convocados, por no decir obligados, a estar recluidos en nuestras casas. La pregunta que debemos hacernos es: en nuestra condición de obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas, laicos, ciudadanos en general, ¿cómo estamos asumiendo viviendo esta experiencia? ¿En nuestras casas hemos dejado entrar a Jesús, el Cristo, para contar con su compañía? Sin duda que por lo sorpresivo e inesperado de la cuarentena, para la mayoría estos días de confinamiento son muy difíciles, y más cuando esta misma situación implica realidades como la ausencia de trabajo y por tanto la falta de alimento, o lo que es tan común para un inmenso número de personas, estar en un espacio inadecuado para una larga convivencia familiar, pues no se puede negar, que especialmente las llamadas viviendas de interés social, fueron pensadas más como lugares dormitorios, donde sus residentes trabajan o estudian todo el día y vienen solo a dormir, que lugares para la convivencia. Es entonces necesario aquí apelar a las grandes capacidades humanas y espirituales para superar la adversidad, en lo que hoy se denomina la “resiliencia”. Como creyentes, que ponemos nuestra confianza en Dios, considero que aparte de las muchas técnicas de convivencia, de ocupación de tiempo, de los juegos y actividades didácticas en familia, del trabajo en casa, vale la pena aprovechar esta ocasión para hacer lo mismo que los discípulos de Jesús: aprovechar para estar con él, para escucharlo, para aprender de quien “es manso y humilde de corazón (Mt. 11, 29), para hacer resonar de nuevo sus palabras “vengan a mí todos los que están fatigados y sobrecargados…y hallarán descanso para sus almas” (Mt. 11,28). Estoy seguro que la experiencia de una sana espiritualidad, de aquietamiento del alma, nos permitirá sanar los ímpetus, los cansancios, las frustraciones e incluso los signos de depresión y de tristeza que nos puedan querer dominar. Es vital recuperar el valor del silencio, de los ritmos pausados, de paz interior y de la oración, para sacarle provecho a los días de encierro. El Resucitado que nos ha dicho que estará siempre con nosotros, nos aliente con su palabra de vida: “no tengan miedo, yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt. 28, 20). El fin del mundo no ha llegado, pero estamos siendo probados. Dirá el Apóstol San Pedro que aún viviendo en la alegría pascual, “es preciso que todavía por algún tiempo sean afligidos con diversas pruebas, a fin de que la calidad probada de su fe, más preciosa que el oro perecedero que es probado por el fuego, se convierta en motivo de alabanza, de gloria y de honor, en la revelación de Jesucristo” (1Pe. 1, 6-7). Por esto mismo, es necesario que dediquemos un espacio de nuestro tiempo, para no hablar más del coronavirus, sino de aquel que nutre nuestra fe y fortalece en la debilidad. Estemos con Jesús. Escuchemos a Jesús, él es nuestro aliado en estos tiempos de pandemia. + Luis Fernando Rodríguez Velásquez Obispo Auxiliar de Cali

Lun 20 Abr 2020

“Mi familia y yo, serviremos al Señor”

Por: Mons. Luis José Rueda Aparicio- Carta a las familias en la Pascua. Querida familia: La vida nos está poniendo a prueba a todos, con esta cuarentena. Vemos con más claridad que, tener familia es tener un verdadero regalo de Dios. Redescubrimos que el hogar es un lugar de encuentro, de oración, de sonrisa, de diálogo, de sanación, de trabajo. En el hogar nace, crece y da frutos la familia. La cuarentena nos ha llevado a estar más tiempo juntos en casa, a vivir las cosas cotidianas con calma, sin carreras, a valorar los trabajos del hogar, a recordar los años de infancia. Nos preguntamos sobre el sentido de la vida. Valoramos más la salud. Nos miramos hacia dentro, y así, poco a poco vamos caminando hacia una conciencia renovada. Recordemos la enseñanza de la Iglesia, en el Concilio Vaticano II, cuando nos dice que: “La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que éste se siente a solas con Dios.” (G.S 16). En la conciencia el ser humano dialoga con Dios. De esta manera, cuando la persona ora en silencio, está allí en el sagrario de su conciencia, en comunicación amorosa con el Dios altísimo y omnipotente. Miremos el ejemplo de Jesús nuestro Señor: “Muy de madrugada se levantó, salió y se dirigió a un lugar despoblado, donde estuvo orando” (Mc 1,35). El creador dialoga con la creatura, esto sólo sucede con el ser humano, porque fue creado a imagen y semejanza de Dios. Dialogar con Él nos permite escuchar su voz en los acontecimientos grandes o pequeños de la vida, esta actitud de escucha nos renueva desde dentro. Escuchar la voz de Dios nos enseña a detenernos y escuchar a las demás personas. A todos nos conviene ejercitarnos en el silencio y la oración: “Oh, si escuchan hoy su voz. No endurezcan su corazón” (Salmo 94, 7 – 8). Cuando dialogamos con Dios en nuestra conciencia, sentimos su cercanía y superamos la soledad. El diálogo con Dios nos permite experimentar su amor, quita los miedos, aunque no quita los problemas, y nos lanza a buscar a las demás personas como hermanos nuestros, a esforzarnos por servirles con vitalidad renovada, así superamos el egoísmo y la indiferencia para construir fraternidad, ayuda mutua y una cercanía sanadora, capaz de darle vida al que está tirado en el camino. El diálogo con Dios nos hace misioneros de la vida. (Lc 10, 25 – 37). El éxodo humano que estamos viviendo, debido a la emergencia sanitaria, nos está cambiando la forma de trabajar, de pensar, de relacionarnos. Por favor no tengan miedo. Ciertamente debemos adaptarnos a las situaciones nuevas, redescubrir los valores que los abuelos nos enseñaron. Vendrán nuevos desafíos, vendrán pruebas más duras, pero recordemos que cada familia es lugar de la presencia del Señor. Este es tiempo para confirmar nuestra alianza con el único Dios vivo, fiel y misericordioso, es tiempo para proclamar: “Mi familia y yo, serviremos al Señor”. (Jos 24,15). Querida familia: En este camino de Pascua mantengamos viva nuestra esperanza, cuidemos la salud de todos, aprendamos y apliquemos todas las medidas preventivas, estemos muy atentos a las necesidades de los familiares, especialmente de los ancianos, de los que no tienen empleo o vivienda, de los que están enfermos. Seamos muy agradecidos con los médicos, enfermeras y personal sanitario. Les ruego que estén muy unidos con su párroco, con las religiosas, con quienes hacen parte de la Iglesia parroquial en barrios y veredas. Que podamos poner en práctica las obras de misericordia. Cuando la prudencia y las normas civiles lo indiquen, volveremos a encontrarnos para celebrar la Eucaristía y los demás sacramentos en el templo, porque sentimos la necesidad del encuentro entre nosotros como parroquia y de nosotros con Cristo: “Que alegría cuando me dijeron: ¡vamos a la casa del Señor!”. (Salmo 121). Oremos sin desanimarnos, pidamos permanentemente la presencia del Espíritu Santo: Ven espíritu Santo, ayúdanos en nuestra fragilidad, porque la creación toda, gime con dolores de parto. Ven Espíritu Santo, a la vida de nuestra familia y de la humanidad entera. Ven Espíritu Santo, Señor y dador de vida, renueva nuestra conciencia, la política y la economía, que todo lo orientemos al Reino de Dios. Ven Espíritu Santo, renueva en la Iglesia la santidad y el fervor misionero. Ven Espíritu Santo, quita el pánico y la tristeza, condúcenos a la verdad plena y renueva nuestra alegría. Ven Espíritu Santo, libéranos del pecado y de la muerte. Ven Espíritu Santo, guía al mundo entero, para que seamos servidores del bien común, de la vida y de la paz, no esclavos de los bajos instintos. Ven Espíritu Santo, haz que sintamos el amor de Dios nuestro Padre, para que seamos hermanos en Cristo el redentor de la humanidad. Ven Espíritu Santo, danos sabiduría, humildad y creatividad. Ven Espíritu Santo, llena de gracia la vida de las familias como llenaste la vida de María, para cantar con ella, proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador. Amén. + Luis José Rueda Aparicio Arzobispo de Popayán Octava de Pascua de 2.020

Sáb 18 Abr 2020

Pandemia

Por: Mons. César Alcides Balbín Tamayo - Al momento de escribir este editorial, la situación de la pandemia de coronavirus en nuestro medio apenas comienza a presentarse. Los casos todavía se enmarcan con tendencia al alza, y si las cosas siguen como van, pronto estaremos hablando de cuatro y hasta de cinco dígitos, o sea contados por miles. ¡Y quién dijo miedo! La primera y normal reacción es el pánico. Digamos como un miedo súbito y extraordinario, que es hasta paralizante. Sin embargo, y es contradictorio: lo primero que se nos puede ocurrir es huir. Y son varias las formas de hacerlo: ignorando las recomendaciones, haciendo lo que a mí me parece, desafiando las autoridades y minimizando los riesgos. Las pandemias, que a lo largo de la historia siempre han aparecido, confrontan los avances científicos y médicos. Afortunadamente a medida que avanzan las pandemias o epidemias, avanzan también los descubrimientos de la cura. Cuando las pandemias iban de manera lenta, como en la antigüedad, la cura era lenta. Hoy cuando los virus viajan, no por caminos de herradura, sino cómodos, en primera clase, también la cura, y esa es la esperanza, llega en poco tiempo; pero después de que se ha cobrado un número significativo de vidas. Si antes las epidemias, virus y demás, tardaban años y hasta decenios para llegar, hoy llegan en horas, en lo que se demora un vuelo de Asia a Europa y de Europa a América. Otro es el tema de la expansión: de ello nos podrían hablar hoy muy bien nuestros hermanos italianos y españoles. Pero como nadie experimenta por cabeza ajena, en nuestro medio todavía pensamos que eso no nos puede pasar a nosotros, que somos inmunes, que eso pasa es «por allá». Tal vez eso pensaban «por allá» (los europeos) cuando apenas comenzaba en la China. Con todo, esto que está sucediendo nos dejará muchas lecciones de vida, porque a muchos desinstalará, nos sacudirá de nuestra comodidad y nos enseñará a diferenciar lo importante y lo necesario de lo superfluo; nos enseñará a valorar lo sencillo, los momentos en familia, la vida de los demás, especialmente de nuestros mayores, a quienes debemos cuidar y proteger, siempre, pero de manera especial en esta pandemia. Nos enseñará que todos somos frágiles y que las seguridades que nos hemos construido, a la hora de la verdad, para poco sirven. Todos: políticos, empresarios, industriales, señores el mundo, dueños de los aparatos productivos, y de ahí para abajo, todos, tendremos que pensar en común, en categorías de comunidad. Y no creamos que los que menos tienen serán los mas vulnerables, pues el virus ha atacado primero a los que viajan en avión, que a los van en jumentos. A estos les puede llegar, pero con la seguridad de que será más tarde. Esperamos recoger abundantes lecciones de vida, duras tal vez, pero lecciones al fin y al cabo. Todos nos sentimos vulnerables, y en realidad que lo somos. Es en estos momentos en donde debe aflorar la generosidad, la grandeza y la nobleza. No la mezquindad, que es lo que parece cuando vemos a no pocas personas cargando gran cantidad de insumos, como si eso diera la seguridad. Al contrario, eso lo que muestra es una profunda inseguridad. Parodiando al Señor en una de sus enseñanzas, tendremos que decir: necio, esta noche te pedirán el alma, y ¿todo lo que has comprado para quién será? Que este tiempo, como un tiempo de pasión prolongado, nos una más al Señor y a nuestros hermanos, y que las enseñanzas que nos deje perduren en nosotros, en nuestras familias y en nuestra sociedad, para que logremos con ello el cambio de paradigmas, para beneficio de muchos. + César Alcides Balbín Tamayo Obispo de Caldas - Antioquia

Jue 16 Abr 2020

A los jóvenes en la Jornada Mundial de la Juventud

Por: Mons. Ismael Rueda Sierra - Todos los años en el Domingo de Ramos, la Iglesia celebra el día mundial de la juventud, mediante una jornada especial de oración por los jóvenes, que ayuda a preparar a todos para la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), que se realiza cada tres años con la presencia del Papa y miles de jóvenes de todos los lugares del mundo. Ante esto, el Papa Francisco los anima en el recorrido a la próxima JMJ que se llevará a cabo en Lisboa, capital de Portugal en el año 2022 y que tiene como tema: “María se levantó y partió sin demora” (Lc 1,39). Para este año 2020 el Papa les envía un mensaje especial titulado “¡Joven, a ti te digo, levántate! (Cf. Lc 7, 14)”, basado en el pasaje bíblico donde Jesús en la ciudad de Naín, en Galilea, se encuentra con una marcha fúnebre, pues una madre viuda iba a enterrar a su único hijo, y ante esto, Nuestro Señor conmovido, le devuelve la vida al muchacho, quien incorporándose, se puso a hablar. El Santo Padre hace énfasis en el verbo “levántate”, e invita a los jóvenes a levantarse de los ámbitos de muerte en donde a veces se encuentran algunos, como la apatía, la superficialidad, la depresión, el crimen, las dependencias, entre otros. Pero también motiva al joven a ser como Jesús, que ve la desesperanza y la muerte y no se queda quieto, sino que sale al encuentro del que sufre. En estos momentos, en el mundo vivimos una realidad de dolor debido a la pandemia del Covid-19 que ha afectado a todos, no solo a los que resultan contagiados, sino también a la sociedad entera y nos ha hecho quedarnos en nuestras casas con el temor de ser contaminados por este virus. Pero no es el momento de tener miedo sino de ser valientes, de mirar dónde pueden sembrar fe, esperanza y de usar los recursos que tenemos a disposición para devolverle la alegría a nuestro mundo. A esto se refiere el Papa Francisco cuando les pide a los jóvenes que se levanten para que actúen, como lo hizo aquel joven de Naín “empezó a hablar”. Estamos en el tiempo de lo virtual, donde todas nuestras relaciones se llevan a cabo a través de las redes, pero, como dice el Papa: “hoy a menudo hay conexión, pero no comunicación”. Hagan que las redes sean un lugar de esperanza, de solidaridad, de consuelo, donde ustedes puedan ser lo que verdaderamente son, no ocultos tras una máscara, sino impulsados por el deseo de dar vida a través de cada publicación, en el campo espiritual, artístico, social. Seguramente, muchos de ustedes pertenecen a la Pastoral Juvenil o a un grupo Pastoral de sus comunidades Parroquiales y han tenido que parar sus reuniones por el aislamiento preventivo, pero no dejen que eso detenga la actividad de Evangelización y anímense a demostrar que la Iglesia está más viva que nunca, a través de las redes, por la comunión que ellas manifiestan. Desde la Delegación de Pastoral Juvenil de nuestra Arquidiócesis, se han ideado estrategias para seguir en contacto con ustedes y que no se sientan solos, sino que aprovechen al máximo este tiempo en el hogar. Se les ha enviado la Pascua Juvenil y un material especial para que ustedes sean misioneros en sus hogares y vivan la Semana Santa en Casa, así como los invitamos a que sigan conectados a las redes de la delegación donde encontrarán el Kerigma en Casa, transmitiéndoles de lunes a viernes la formación que los ayude a ser jóvenes líderes conscientes de su fe en Jesucristo vivo. Recuerden que no se pueden desanimar, pues ustedes están invitados a ser Jóvenes testigos del amor de Dios, con la tarea de comunicar a otros la vida que han recibido, no se pierdan las celebraciones litúrgicas de la Semana Santa, que serán transmitidas por televisión o por medios virtuales. No paren de soñar y recuerden que la Iglesia, los necesita y los ama. Oren mucho por los enfermos y por aquellos que, en medio de la cuarentena, deben salir a servirles a todos. Oren por el Santo Padre Francisco y no olviden también orar por mí. Que María la muchacha de Nazaret, interceda por todos nosotros. + Ismael Rueda Sierra Arzobispo de Bucaramanga

Mar 7 Abr 2020

Semana Santa con la esperanza que Cristo Resucitado nos concede

Por: Mons. Víctor Ochoa Cadavid - Vivimos un tiempo de prueba, como cristianos, hemos experimentado una Cuaresma sin precedentes, la humanidad ha sido azotada por la enfermedad del Coronavirus, convertida en pandemia. Por tal motivo, la Organización de las Naciones Unidas la define como la peor crisis desde la Segunda Guerra Mundial.Precisamente en estos días celebramos la PASCUA gloriosa de Jesucristo, resucitado de entre los muertos. Al cierre de esta edición especial de SEMANA SANTA del periódico LA VERDAD, se reportaban51.515muertes,25de ellas, en Colombia, donde además, el número de contagiados superaban los 1.267. Son cifras dramáticas, que tocan el alma y la llenan de sufrimiento.En nuestro país nos encontramos en un confinamiento obligatorio, directriz que ha impartido el Gobierno Nacional para prevenir la propagación de este virus que aún no tiene vacuna y se expande con rapidez por el mundo enero. Así como en Colombia, en muchos países se optó por estar en cuarentena, es la mejor medida para que el virus no encuentre “huéspedes” y se extinga. La Iglesia Católica ha asumido con responsabilidad todas las medidas necesarias, la más dolorosa, el cierre de los Templos, con la ausencia de los fieles, pero sabemos que en cada uno de los corazones cristianos la Iglesia vive, crece y palpita. Como signo de esperanza, hemos recibido de Su Santidad, el PAPA FRANCISCO, la bendición extraordinaria ‘Urbi et Orbi’, otro hecho histórico. En su oración, le dice al Señor:“Nos llamas a tomar este tiempo de prueba comoun momento de eleccioìn. No es el momento de tu juicio, sino de nuestro juicio: el tiempo para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es”. Es verdaderamente un tiempo de prueba para todos, creyentes y no creyentes, la enfermedad nos ha quitado la venda de los ojos, ¿a cuántos les sirve la riqueza en sus bolsillos, si no pueden salir de sus casas? La riqueza la encuentran en los ojos de sus padres, hijos, la familia que no es valorada, pero es la única compañía (terrenal) en el aislamiento. Por otra parte, están quienes son perjudicados económicamente por no poder salir a trabajar porque “viven del diario”; que nuestra caridad pueda ayudar en estos momentos a quienes podrían pasar días sin servir un plato de comida en su mesa. Esta será sin duda, una Semana Santa en FAMILIA, no hay posibilidad que tomen estos días festivos para salir de vacaciones o distraerse, DIOS tiene distintas maneras de obrar, ahora, todos desde casa viviremos los misterios centrales de nuestra fe. La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, publicó un decreto titulado: En tiempo de Covid-19, donde se aclara que la fecha de la PASCUA no puede ser trasladada y están consignadas todas las indicaciones para que los Obispos y presbíteros celebremos los ritos de la SEMANA SANTA sin la presencia del pueblo y en un lugar adecuado, “evitando la concelebración y omitiendo el saludo de paz”, entre otras pautas para que, primero que todo, los fieles reciban los sacramentos y vivan la liturgia, y, segundo, para que nos cuidemos entre nosotros mismos. Por esto, LA VERDAD, dispone para ustedes, en formato digital, el material preciso para encontrarnos con el Evangelio en este momento especial y extraordinario en la historia de la humanidad. La Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, nos encuentra en esta ocasión con un corazón contrito y sedientos de que nos conceda una nueva vida, una vida de Salvación. En esta Semana Santa los invito a vivir una experiencia de amor, cada día junto a nuestra familia, vamos a darle un sentido aún más profundo desde el Domingo de Ramos, hasta la Pascua. En el contenido de esta revista encontrarán la programación de las celebraciones, que gracias a los modernos medios de comunicación de la DIÓCESIS DE CÚCUTA, pueden seguir las transmisiones en video en vivo por internet o transmisión radial; contamos con página web, redes sociales, emisora, todo el equipamiento para unirnos en este tiempo de gracia, donde vamos a reconocer el gran amor de Dios. Jesús nos dice -a esta Iglesia Particular- en abril: “Por sus frutos los conocerán”, ¡estamos llamados a dar frutos para el Señor! Creciendo en el conocimiento de la Palabra y realizando buenas obras, lo lograremos. Que durante la Semana Mayor nos empeñemos en renovar nuestra existencia y agradar a Dios. En esta oportunidad, rezo para que Cristo Resucitado permanezca en sus hogares, que los motive a que las buenas obras empiecen por actuar con responsabilidad moral y civil, que se cumplan todas las medidas necesarias para protegerse y proteger al prójimo de ser contagiados por el Coronavirus; que en el confinamiento las familias se reencuentren y juntos reaviven su fe, que confíen en que en la CRUZ el Señor venció el pecado y la muerte. Por último, hago la invitación a que realicen con profunda espiritualidad los SIGNOS para los días Santos, que se indican en esta guía digital; es una forma de no sólo vivir, meditar, orar, sino de participar como Iglesia en cada una de las celebraciones. “Todo está cumplido” (Jn 19, 30), hermanos, abracemos la Cruz, llenémonos de su esperanza.Que la Virgen Santa, María de Nazareth, nos mantenga firmes en la esperanza, junto a la Cruz, en la espera de la alegría de la Pascua. + Víctor Ochoa Cadavid Obispo de Cúcuta

Sáb 4 Abr 2020

Actitudes para vivir la Semana Santa en familia

Por: Mons. Jorge Enrique Jiménez Carvajal - Estamos a las puertas de iniciar una experiencia inédita: SEMANA SANTA EN FAMILIA. No podemos decir: ¡cómo la de tal año! Las circunstancias en que la vamos a vivir son totalmente nuevas para todos. Y teñidas del mismo color para todos los habitantes del planeta. Será una experiencia “en tiempos difíciles”, en “tiempos extraños”, en “tiempos de encerrona”, en “tiempos de aislamiento”, en fin, “tiempos radicalmente diferentes” a aquellos en los cuales ha trascurrido la vida de todos nosotros. Una pregunta se impone: ¿con qué actitudes la vamos a vivir? Lógicamente, para quienes hemos optado por ser discípulos de Jesús en nuestra vida, afloran ciertas actitudes, es decir estados de nuestra mente, pero sobre todo de nuestro corazón, que son importantes para vivir este acontecimiento, mucho más cuando se trata de un momento tan significativo que marcó para siempre nuestras vidas, cuando tuvimos la alegría enorme de encontrarnos con Jesucristo Vivo. En este mensaje quiero compartir algunos de estas actitudes. Se trata de descubrirlas en Jesús, para hacer otro tanto. Nos hace bien tenerlas en cuenta al inicio de esta semana, que en el lenguaje de nuestra Iglesia la llamamos: “Semana Mayor”. La más importante del año. Y cuando deseamos, con todo el corazón, que Papá Dios pare la pandemia y podamos salir a construir una tierra nueva donde se viva el amor y la justicia. Al estilo de Jesús En la cena de despedida, que Jesús vivió en con sus discípulos, las palabras de Jesús adquieren un tono solemne. Han de quedar bien grabadas en todos: “éste es mi mandato: que se amen unos a otros como yo los he amado”. Jesús no quiere que su estilo de amar se pierda entre los suyos. Si un día lo olvidan, nadie los podrá reconocer como discípulos suyos. De Jesús quedó un recuerdo imborrable. Las primeras generaciones lo definían así: “pasó por todas partes haciendo el bien”. Era bueno encontrarse con Él. Buscaba siempre el bien de las personas. Ayudaba a vivir. Su vida fue una Buena Noticia. Se podía descubrir en él la cercanía buena de Dios. Jesús tiene un estilo de amar inconfundible. Es muy sensible al sufrimiento de la gente. No puede pasar de largo ante quien está sufriendo. Los relatos de los Evangelios recuerdan, en diversas ocasiones, cómo Jesús captaba con su mirada el sufrimiento de la gente. Los miraba y se conmovía. Los veía sufriendo o abatidos como ovejas sin pastor. Rápidamente se ponía a curar a los enfermos o alimentarlos con sus palabras. A un mendigo ciego que le pide compasión mientras va de camino, lo acoge con estas palabras “¿qué quieres que haga por ti?” Con esta actitud anda por la vida quien ama como Jesús. Jesús sabe estar junto a los más miserables. No hace falta que se lo pidan. Hace lo que puede por curar sus dolencias, liberar sus conciencias o contagiar su confianza en Dios. Pero no puede resolver todos los problemas de aquellas gentes. Entonces se dedica a hacer gestos de bondad: abraza a los niños de la calle; no quiere que nadie se sienta huérfano; bendice a los enfermos: no quiere que se sientan olvidados por Dios. Acaricia la piel de los leprosos, no quiere que se vean excluidos. Así son los gestos de quien ama como Jesús. Acoger a Jesús en nuestro hogar Abrirle las puertas. Invitarlo a entrar. Saludarlo y presentarle a cada uno de los que estamos compartiendo en este momento en la casa. Y confiarle lo miedos que estamos sintiendo y las esperanzas que tenemos, a pesar de la crueldad de la pandemia que estamos sufriendo. Como Marta, la hermana de Lázaro, que se desvivía porque Jesús encontrara todo ordenado y limpio. Y con buena cocina. O como María, la otra hermana, que se sentaba a los pies de Jesús para escucharlo. No separarnos de Jesús Ser cristiano hoy exige una experiencia vital de Jesucristo, un conocimiento interior de su persona y una pasión por su proyecto. Si no aprendemos a vivir de un contacto más inmediato y apasionado con Jesús, la decadencia de nuestro cristianismo se puede convertir en una enfermedad mortal. Los cristianos vivimos hoy preocupados y distraídos por muchas cuestiones. No puede ser de otra manera. Pero no hemos de olvidar lo esencial. Jesús nos dice que tenemos que estar unidos como “los sarmientos pegados a la vid”. Lo decisivo en este momento es “permanecer en él”; aplicar toda nuestra atención al Evangelio. Alimentar en nuestra familia y en nuestras comunidades el contacto vivo con él; no apartarnos de su proyecto. En oración con nuestra familia “Donde dos o tres se reúnan para orar, yo estoy en medio de ellos”. Y utilizar las diversas clases de oración: la de súplica por que hoy estamos muy urgidos para que El “que puede lograr lo imposible”, pare la pandemia. Y también la de acción de gracias: no nos abandona nunca y ahí está con nosotros hasta el fin del mundo. Y la de petición de perdón: porque nosotros también perdonamos a quienes nos han ofendido. Y la de alabanza: te bendecimos Señor, porque eres el mejor de los Padres. En un encuentro personal con Jesucristo Vivo La fe no es una emoción del corazón. Sin duda el creyente siente su fe, la experimenta y la disfruta, pero sería un error reducirla a sentimentalismo. La fe no es algo que depende de los sentimientos: “ya no siento nada…debo estar perdiendo la fe”. Ser creyente es una actitud responsable y razonada. La fe no es tampoco una opinión personal. El creyente vive poniendo su confianza personal en Dios, pero la fe no se puede reducir a un subjetivismo: “yo tengo mis ideas y creo lo que a mí me parece”. La realidad de Dios no depende de mí, ni el cristianismo es fabricación de cada uno. La fe no es tampoco una receta moral… Creer en Dios tiene sus exigencias, pero sería un error reducirlo todo a moralismo. “Yo respeto a todos y no hago mal a nadie”. La fe es además amor a Dios, compromiso por un mundo más humano, esperanza de vida eterna, acción de gracias, celebración. La fe no es tampoco un tranquilizante. Creer en Dios es sin duda, fuente de paz, consuelo y serenidad, pero la fe no es solo un “agarradero” para los momentos críticos. “Yo cuando me encuentro en apuros, acudo a la Virgen”. Creer es el mejor estímulo para luchar, trabajar y vivir de manera digna y responsable. La fe es un encuentro con Jesucristo. El cristiano es una Persona que se encuentra con Cristo y en Él va descubriendo a un Dios Amor que cada día lo convence y lo atrae más. Lo dice muy bien San Juan: “Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor” (1 Juan 4,16). Esta fe solo da frutos cuando vivimos cada día unidos a Cristo, es decir, motivados y sostenidos por su Espíritu y su Palabra: “el que permanece en él, ese da fruto abundante, porque sin mí, no pueden hacer nada”. Con una confianza total en la Palabra “Quien cree en mí, tendrá vida eterna”. “Su Palabra me da vida, confío en ti Señor; su Palabra es eterna, en ella esperaré”. “Todo el que invoque el nombre del Señor, se salvará”. Confianza absoluta Nadie ni nada puede separarnos del Amor de Jesucristo. “¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada?... Estoy seguro que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni las potestades, ni el presente, ni el futuro, ni poderes, ni altura, ni hondura, ni criatura alguna nos podrá separar del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro”. (Romanos 8,35 y 37-39). Queridos hermanos, celebrar la SEMANA SANTA EN FAMILIA es una oportunidad increíble. Yo y mi familia saldremos mejores, y la oración en familia nos sostendrá y nos animará. +Jorge Enrique Jiménez Carvajal Arzobispo de Cartagena