SISTEMA INFORMATIVO
¿Es con el mal como se paga el bien?
Tags: monseñor isaías duarte arzobispo de cali monseñor luis fernando rodríguez profeta Muerte Iglesia

Por: Luis Fernando Rodríguez Velásquez – Homilía del 20º Aniversario de la muerte de Mons. Isaías Duarte Cancino, arzobispo de Cali – Marzo 16 de 2022.
Mons. Isaías Duarte Cancino nació en San Gil, Santander, el 15 de febrero de 1939. Tendría 83 años de vida. Sus padres fueron Crisanto Duarte, odontólogo y Elisa Arenas. Era el menor de siete hermanos. Nace “el mismo año que estalla la Segunda Guerra Mundial… su niñez también es nutrida por el panorama de esta confrontación global … Indudablemente que las circunstancias del país durante la época de infancia y niñez de Monseñor Isaías Duarte Cancino, unido a la característica de los habitantes de Santander, forjados en la ardua lucha contra una naturaleza agreste, contribuyó a forjar su carácter fuerte y a aprender desde muy temprano que debía moverse entre las contradicciones políticas, muchas veces violentas, producto de la fuerte polarización entre los dos partidos tradicionales del país, el liberal y el conservador” (Tomado de la publicación Necrobiografía de Monseñor Isaías Duarte Cancino, de Unicatólica, p. 176).
Estudió en la Gregoriana, licenciatura en Teología. Se ordenó sacerdote en Roma, en el espléndido marco del Concilio Vaticano II, el 1º de diciembre de 1963. Fue ordenado obispo auxiliar de Bucaramanga el 10 de abril de 1985, luego fue nombrado primer Obispo de Apartadó el 18 de junio de 1988, y Arzobispo de Cali, el 19 de agosto de 1995. Es asesinado el 16 de marzo del 2002, hace 20 años, terminando la celebración eucarística y la bendición de cerca de 100 matrimonios, en la parroquia El Buen Pastor.
Después de este breve acercamiento a la biografía de Mons. Isaías, pongamos la mirada en la que fue el nutriente que iluminó el ser y actuar de este eximio pastor: en la Palabra de Dios.
La liturgia de este día nos propone unos textos estupendos para esta conmemoración. El profeta Jeremías, que, como los profetas del Antiguo Testamento, se caracterizó por su generosidad al llamado de Yavé - Dios, por su fidelidad y valentía en el cumplimiento de la misión de anunciar y de denunciar el mal, el pecado y todo lo que separaba al pueblo de Israel de Dios, padeció en carne propia las consecuencias de su actuar fiel. El profeta, en una intensa y dolorosa plegaria, hace una especie de reclamo a Dios, al recordarle lo que de él decían en Jerusalén: “Vamos a tramar un plan para deshacernos de Jeremías. No nos faltarán sacerdotes que nos instruyan, ni sabios que nos den consejos, ni profetas que nos prediquen. Vamos a acusarlo para acabar con él”.
De seguro, que en el caso de Mons. Isaías, él tenía muy presente a lo largo de su vida las palabras de Jesús, “no está el discípulo por encima de su maestro… ya le basta al discípulo ser como su maestro”, y “no teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; teman más bien al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo a la Gehenna” (Mt. 10, 24 - 25.28).
El Obispo es por definición, un profeta; debe ser un auténtico profeta, pues actuando en nombre de Jesús que lo eligió y lo envió a predicar, como a los apóstoles, no puede dejar de gritar desde los terrados, lo que ha visto y oído, lo que ha motivado su fe y su respuesta de amor. El Obispo es el profeta del amor de Dios en cada tiempo y lugar. Y los obispos que ha tenido Cali, ayer y hoy, con las diferencias propias de cada uno, supieron y saben ser los profetas que el mundo necesita. Los profetas del amor, de la reconciliación, del perdón, de la paz.
Esta dimensión profética la supo encarnar radicalmente Mons. Isaías Duarte Cancino, al estilo de Jesús, donde los fariseos y herodianos buscaban la forma de tomarlo preso, hasta que lograron que lo llevaran a juicio y lo mataron. Mons. Isaías, como discípulo sobresaliente del Jesús, tuvo la fortuna de ser como él, y de padecer con él, pues tuvo sus mismos sentimientos.
Será el mismo profeta Jeremías quien ante esta actitud del pueblo que está enceguecido ante el anuncio de la buena nueva, eleve a Dios un verdadero grito de dolor: ¿Es con el mal como se paga el bien?
Leyendo varias de las intervenciones de Mons. Isaías, muchas que seguramente los fieles de Bucaramanga, Apartadó, Cali, el Valle y Colombia en general escucharon y guardan en el corazón, podemos encontrar cómo, sin ahorrarse descanso alguno, Monseñor no cejaba en su deseo de lograr un día la reconciliación de los pueblos, la paz de las comunidades, y el encuentro con Jesús. A manera de ejemplo, recordemos un aparte de lo que dijo en el marco del Tercer Congreso Eucarístico Nacional, realizado en Cali en 1999, al cual, por gracia de Dios participé cuando era párroco en Medellín y vine como peregrino a participar en el congreso y la eucaristía con un bus de feligreses de mi parroquia de El Sagrario, donde en 1935 también se había realizado el Congreso Eucarístico nacional. Decía Mons. Isaías que “Frente a un mundo alejado de Dios y con un pueblo colombiano que ha perdido el norte de su vida, la celebración de este Congreso Eucarístico Nacional es una invitación apremiante a volver a Dios, a renovar nuestra conciencia de creyentes y a asumir el compromiso de construir una patria amable para todos, sobre los fundamentos de la honestidad y la justicia, bases insustituibles de la paz”. Si Monseñor Isaías estuviera vivo, de seguro que repetiría esta misma súplica, porque el mundo y la Colombia de nuestros tiempos, en poco o en nada difieren de los tiempos del finado arzobispo.
En su homilía de la última misa crismal antes de su asesinato, en el 2001, dijo algo que leo ahora como una hermosa y elocuente premonición de su sueño para Cali, y para quienes hacemos parte hoy de esta Iglesia particular: “Acerquémonos a contemplar el rostro de Cristo; en él, Dios ha hecho brillar su rostro sobre nosotros, rostro de misericordia y de bondad, rostro de amor, porque Dios es amor; en Cristo también se revela el auténtico rostro del hombre; Jesús es el hombre nuevo que llama a participar de su vida divina a la humanidad redimida” (textos tomado del libro Sangre de profeta, del padre Efraín Montoya Flórez). Hermanos, en la cuaresma 2022, dejémonos reconciliar con Dios, y volvamos a su encuentro. Acojamos con renovada fe la petición de Monseñor Isaías.
Por todo esto, al final de su vida, en el rostro de Monseñor Isaías, dicen quienes compartían con él, que se veía la tristeza, como una especie de frustración. Seguro que por su cabeza pasaban una y otra vez las palabras de Jeremías: ¿Es con el mal como se paga el bien? Jesús ante el sumo sacerdote tuvo una experiencia similar: “he hablado abiertamente ante todo el mundo, he enseñado siempre en la sinagoga y en el Templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he hablado nada a ocultas… Apenas dijo esto, uno de los guardias dio una bofetada a Jesús… Jesús le respondió: si he hablado mal, declara lo que está mal, pero si he hablado bien ¿por qué me pegas? (Jn. 18, 19 ss).
En el Evangelio de este día, de San Mateo, Jesús hace a los discípulos uno de los anuncios de su pasión, dirá que lo van a azotar, que se van a burlar de él, que lo van a condenar a muerte, pero que resucitará. Es la suerte del discípulo que sigue a Jesús con fidelidad. Ha sido esta la suerte de Monseñor Isaías que seguramente escuchó, ese día 16 de marzo de 2001, las palabras de su amado: ¡ven bendito de mi Padre, tú que te esforzaste por hacer siempre el bien, que trabajaste sin descanso por sembrar la semilla del Reino, que creíste en mí y te alimentaste de mi cuerpo y de sangre, ven entra, y goza ahora del premio de los justos, porque has vencido a quienes quisieron callarte, a quienes como a Jeremías, quisieron sacarte del camino. Los has vencido con tu vida y con tu muerte. ¡Entra y desde este lugar sacro, bendice el pueblo que peregrina en Cali y en Colombia!
La mejor forma de hacer un rendido homenaje a Mons. Isaías, es imitándolo. Hoy somos llamados a ser profetas valientes, sin miedos, para anunciar la persona de Jesucristo, y seguir trabajando para que el reino de Dios, hecho presente en Jesús, que es reino de justicia, de amor y de paz, crezca y triunfe en medio de un mundo que quiere imponernos todo lo contrario, el poder de la injusticia, del odio y de la guerra.
No quisiera concluir esta meditación, sin retomar y aplicar a los tiempos actuales, la frase que se hizo clásica en los días en que Monseñor Isaías tuvo a bien asumir como propio el nada fácil trabajo de mediar por la liberación de los secuestrados de La María y del kilómetro 18. La traigo ahora a colación, porque el fenómeno del secuestro hecho por grupos delincuenciales, no ha desaparecido. Hoy, también con Monseñor Isaías hacemos de nuevo la radical petición de que sean liberados todos los secuestrados de Colombia. No es este un acto de caridad ni de clemencia, es un acto de justicia y de humanidad que reclamamos para todos los privados de su libertad. Hoy también gritamos con el corazón en la mano: “Los queremos vivos, libres y en paz”.
Que seamos capaces de liberarnos del secuestro espiritual e incluso material en el que nos encontramos todos. El Señor nos quiere partícipes de su vida divina; nos quiere libres de toda esclavitud, en especial de la esclavitud del pecado; nos quiere en paz, hermanos todos, Fratelli tutti, en el lenguaje del Papa Francisco.
Estamos cerca de la Pascua 2022. Cristo nos mostró como a él no le quitaron la vida, sino que la dio. Se hizo ofrenda de amor, convencido de que “si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere da mucho fruto” (Jn. 12, 24). Fue la forma como nos mostró que el mal se vence es con el bien.
En este sentido, las enseñanzas del profeta de la valentía y de la libertad, Monseñor Isaías Duarte Cancino y su ejemplo de vida, nos animen a ser también profetas del amor de Dios y nos impulsen a saber dar razón de nuestra esperanza, con la parresia o fuerza que viene del mismo Dios. Descanse en paz. Amén.
+ Luis Fernando Rodríguez Velásquez
Obispo auxiliar de Cali



La familia, espacio vital de cuidado a los enfermos
Mar 11 Feb 2025

Sean mis testigos (Hech 1, 8)
Mar 11 Feb 2025

Vie 31 Ene 2025
Peregrinos de Esperanza
Por Mons. José Libardo Garcés Monsalve - Para la gloria de Dios y el bien de la Iglesia que amamos, comenzamos el año 2025 con ánimos renovados y un fervor pastoral fortalecido, para llevar a cabo la evangelización en nuestra Diócesis de Cúcuta. Damos gracias a Dios por el trabajo pastoral y el compromiso apostólico de todos nuestros sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas, seminaristas, animadores de la evangelización y fieles de cada una de las parroquias e instituciones diocesanas, que hasta el momento se han desgastado dando lo mejor de sí para llevar a todos al encuentro con Jesucristo, respondiendo al llamado de ser testigos del Evangelio por todas partes.Hemos sido convocados por el Papa Francisco para vivir el Jubileo, un tiempo de gracia del Señor que tiene como lema “Peregrinos de la Esperanza”, que nos ayuda a seguir con alegría el anuncio del Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo. Para llevar a cabo esta tarea, les garantizo a todos mi oración constante de rodillas frente al Santísimo Sacramento y la celebración diaria de la Eucaristía, con la intención de ayudarles en su crecimiento en la fe, la esperanza y la caridad, para responder al llamado del Señor de ser sus testigos por todos los confines de la tierra: “Ustedes recibirán la fuerza del Espíritu Santo; Él vendrá sobre ustedes para que SEAN MIS TESTIGOS en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los extremos de la tierra” (Hch 1,8).El Espíritu Santo, con su presencia constante, es el motor y la fuerza que nos mantiene siempre en pie, con los ojos fijos en el Señor y los pies en la tierra para cumplir con la misión que Dios mismo nos ha confiado. Así lo afirma el Papa Francisco en la Bula de convocación del Jubileo: “En efecto, el Espíritu Santo, con su presencia perenne en el camino de la Iglesia, irradia en los creyentes la luz de la esperanza. Él la mantiene encendida como una llama que nunca se apaga, para dar apoyo y vigor a nuestra vida. La esperanza cristiana no engaña ni defrauda porque está fundada en la certeza de que nada ni nadie podrá separarnos nunca del amor divino”.Frente a tanta incertidumbre por la que atraviesa el ser humano en el mundo actual, el Jubileo de la Esperanza es un momento de gracia para recibir el perdón de Dios por nuestros pecados y también para fortalecer la centralidad de la vida en Cristo, quien nos sostiene en medio de las dificultades y tribulaciones que enfrentamos cada día. El Papa Francisco citando la carta a los Romanos nos dice: “¿Quién podrá entonces separarnos del amor de Cristo? ¿Las tribulaciones, las angustias, la persecución, el hambre, la desnudez, los peligros o la espada? Pero en todo esto obtenemos una amplia victoria gracias a aquel que nos amó. Porque tengo la certeza de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Rm 8, 35.37-39). He aquí por qué esta esperanza no cede ante las dificultades: porque se fundamenta en la fe y se nutre de la caridad; así hace posible que sigamos adelante en la vida”.Tenemos certeza de que con la fuerza del Espíritu Santo mantenemos viva nuestra fe, esperanza y caridad; somos sostenidos para seguir como peregrinos de la esperanza en gracia a Dios, dando testimonio de Jesucristo en el cumplimiento de nuestra misión y en el trabajo misionero que cada uno realiza aún en medio de sufrimientos y dificultades. Al respecto san Pablo nos anima diciendo: “Por la fe en Cristo hemos llegado a obtener esta situación de gracia en la que vivimos y de la que nos sentimos orgullosos; esperando participar en la gloria de Dios. Y no solo esto: hasta los sufrimientos nos hacen sentir orgullosos; sabiendo que los sufrimientos producen paciencia; la paciencia produce virtud sólida; y esta virtud sólida produce esperanza: una esperanza que no defrauda” (Rm 5, 2-5) y nos mantiene en pie en el combate espiritual para seguir adelante caminando juntos en la gracia de Dios.Con la fe puesta en el Señor, nos disponemos a caminar este año como peregrinos de la esperanza; abiertos a la gracia del perdón que viene de Dios para vivir en familia y comunidad la caridad cristiana. Este será el fruto maduro de esta peregrinación que realizaremos durante todo el año: anunciar con salida misionera la palabra, el mensaje y la persona de Nuestro Señor Jesucristo cumpliendo con el mandato que nos ha dejado: “Sean mis testigos; vivan la fe” en todos los lugares y ambientes donde compartimos diariamente.En unión de oraciones, reciban mi bendición.+José Libardo Garcés MonsalveObispo de la Diócesis de Cúcuta

Lun 2 Dic 2024
“El divorcio exprés”: una píldora que no sana
Por Mons. Miguel Fernando González Mariño - Colombia es un país de leyes, un país tan cristiano en su cultura y, al mismo tiempo, laico en su Estado Social de Derecho. Por ello, en las últimas décadas, con especial incremento desde 1991, han venido haciendo carrera, decisiones judiciales, la expedición de leyes y de normas del orden ejecutivo, que contradicen lo que los ciudadanos de a pie generalmente tienen por cierto y han defendido como sistema de valores, sobre el respeto y la conservación de la vida humana en todas sus etapas, la familia y sus creencias más genuinas.Con ello, se busca proteger las libertades, según el discurso de quienes las promueven. Sin embargo, lo que viene ocurriendo, es la supresión de las creencias religiosas que históricamente han formado integralmente a la mayoría de los colombianos, y que han iluminado su conciencia, apostándole a un cambio de mentalidad aparentemente inclusivo, en el que no caben quienes defienden, entre otras cosas, la moral cristiana, la ley natural y el derecho natural, que son, sin duda, patrimonio de la historia del país.En esa línea, de un laicismo desbordante y no un simple Estado Social de Derecho de corte laico, el martes 26 de noviembre de 2024, surge, la aprobación, por parte de la Cámara de Representantes en último debate, del proyecto que permite el divorcio de forma unilateral, que se convertirá en ley, una vez sea conciliado en el Congreso y sancionado por el Presidente de la República. En consecuencia, se incorpora al artículo 154 del Código Civil, la causal de divorcio número 10, “La sola voluntad de cualquiera de los cónyuges”.Con la nueva causal de divorcio, que se hace ante un Notario Público o ante un Juez de la República, divorciarse, se convierte en un mecanismo aún mucho más fácil desde el punto de vista legal. Ya no será necesario contar con el acuerdo de ambas partes, esperar dos años de separación de hecho o probar la culpa del demandado y recurrir a las causales actuales. Con divorcio unilateral, los colombianos podrán separarse sin necesidad del consentimiento de la otra parte, como estaba establecido hasta ahora. “El divorcio exprés”, se convierte prácticamente en el mecanismo preferencial para divorciarse en el país.Recordemos que el Divorcio “es el trámite que legalmente se debe realizar para dar ruptura al vínculo matrimonial. Con el divorcio se establece la anulación del contrato de matrimonio, las responsabilidades en relación a la custodia de los hijos y la división de las propiedades o bienes económicos. Con el divorcio se cambia el estado civil de los implicados” (cf. https://scj.gov.co)Analizando las cosas, más allá de los fines legales y soluciones fáciles ante problemas vitales y complejos, el divorcio en sí mismo, como forma de solucionar los problemas de pareja, lleva a viciar la voluntad de quienes desean y deciden casarse. Incluso, induce a pensar, en el matrimonio como algo transitorio y no como un verdadero proyecto de felicidad.Sin el ánimo de polemizar y obviamente siendo respetuosos de las instituciones del Estado, contrario al divorcio, la Iglesia ha defendido la estabilidad del matrimonio, como unos de los tesoros y punto de partida para constituir verdaderas familias y de paso sociedades y naciones prósperas y sostenibles. La Iglesia sabe que el divorcio trae nuevas heridas y acaba con la familia, la felicidad de las personas, sin lo cual, toda sociedad tarde que temprano sucumbe y se arruina. El Código de Derecho canónico sostiene que “la alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole, fue elevada por Cristo el Señor a la dignidad de sacramento entre bautizados. Por tanto, entre bautizados, no puede haber contrato matrimonial válido que no sea por eso mismo sacramento” (cf. Canon 1055).Nos enseñó el Papa San Juan Pablo II, que “en el matrimonio y en la familia se constituye un conjunto de relaciones interpersonales, relación conyugal, paternidad, maternidad, filiación, fraternidad, mediante las cuales toda persona humana queda introducida en la «familia humana» y en la «familia de Dios», que es la Iglesia” (cf. FC No. 15 del 22 de noviembre del año 1981).La Iglesia encuentra así en la familia, nacida del sacramento, su cuna y el lugar donde puede actuar la propia inserción en las generaciones humanas, y éstas, a su vez, en la Iglesia. La familia al estilo cristiano, hay que apreciarla, predicarla y defenderla. Se requiere amor verdadero por las familias y en esto los pastores y el pueblo de Dios deben ponerle alma, corazón y vida.Es verdad, que en los matrimonios surgen dificultades, a las cuales se les debe buscar solución, a través de la ayuda espiritual, la oración de unos por otros y la terapia dirigida por profesionales. En caso de haber problemas, no se puede posponer su solución. Es por esto, que la Iglesia como institución, se ha venido organizando para ser una verdadera ayuda, en la que se puedan refugiar y apoyar los esposos, sin recurrir a la solución macabra del divorcio para solucionar sus dificultades. A nivel de Conferencia Episcopal, a nivel de las Diócesis y en muchas parroquias, ya se ha logrado bastante en este campo.Por su parte, el Santo Padre, el Papa Francisco, en un encuentro con los Equipos de Nuestra Señora, el 04 mayo 2024, les manifestó que acompañar a los matrimonios hoy en día constituye, una "verdadera misión".“Salvaguardar el matrimonio significa, de hecho, salvar a la familia entera, significa salvar todas las relaciones que se generan en el matrimonio: el amor entre los cónyuges, entre padres e hijos, entre abuelos y nietos; significa salvar el testimonio de un amor que es posible y es para siempre, y en el cual a los jóvenes les cuesta creer. Los niños, en efecto, necesitan recibir de sus padres la certeza de que Dios los ha creado por amor, y de que un día también ellos podrán amar y sentirse amados como lo han hecho mamá y papá. Tengan la certeza de que la semilla del amor depositada por sus padres en los corazones de los hijos, brotará tarde o temprano.” Estas palabras son válidas para la Iglesia colombiana.Por último, como Iglesia, no defendemos lo indefendible. Esto es, que algunos matrimonios celebrados litúrgicamente, no funcionaron, porque fueron nulos, es decir no cumplieron los requisitos necesarios para celebrar válidamente el matrimonio sacramental. Por ello, la normativa canónica, ha contemplado, que haciendo un debido proceso, buscando la verdad, el Tribunal Eclesiástico, con certeza moral y jurídica, a solicitud de los cónyuges o del promotor de justicia, declare nula la boda celebrada. Para esta temática que, sin duda deja preguntas, se pueden acercar a la curia diocesana más cercana y solicitar la debida orientación.+Miguel Fernando González MariñoObispo de El Espinal y Administrador Apostólico de GarzónPresidente de la Comisión Episcopal de Matrimonio y Familia

Jue 28 Nov 2024
Una sociedad que odia a los niños
Por Mons. Miguel Fernando González Mariño - Idolatramos la biodiversidad pero atacamos a la humanidad.“Y vio Dios que era bueno” repite el Génesis a medida que narra la creación. Los 7 días y la enumeración de las criaturas que poco a poco iban apareciendo por el querer divino, nos enseña que fueron diseñadas y queridas una por una, como una expresión de inteligencia, orden, armonía y belleza. Y este proceso magnífico creador es permanente porque Dios no solo creó y luego echó a andar el mundo para que funcionara, sino que Él lo mantiene en el ser. Existimos porque en este momento somos queridos, más aún: amados por Dios. Por eso se dice que cada bebé que es concebido es un acto de esperanza de Dios en la humanidad, pues demuestra que Dios sigue confiando en la humanidad a la que le ha encargado la administración de este mundo. Esto es lo que nuestra fe nos enseña.Lamentablemente hay algunos que le creen más a F. Nietszche y su delirio de haber matado a Dios y entonces aquello del “Creador inteligente, providente y bueno” no entra en sus discursos. Así las cosas, el orden armónico y la dignidad de las creaturas poco les dice. A las ideologías ecologistas fundadas en ese modo de pensar les parece justo promover campañas contra la vida humana mientras defienden el cuidado de la diversidad de aves y mariposas, ya que el ser humano resulta ser el depredador más peligroso de la naturaleza. Se crea así una mortal y disfrazada “defensa de la vida”.Una sociedad que odia a los niñosBien decía Chesterton: “cuando una sociedad abandona a Dios, no se vuelve atea, sino inhumana”. En una política absolutamente ideologizada –y en realidad nada política, porque no busca el bien común–, vemos aterrorizados toda una serie de atentados violentos contra la vida, la familia y la dignidad humana de los más vulnerables, aquellos que deberían ser los más protegidos por la sociedad.Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que hoy nacer vivo en Colombia ya es toda una hazaña heroica. Por una parte, mueren muchos bebés de parejas que pueden, pero no quieren, tener hijos: la sistemática ampliación del aborto, ese aberrante homicidio, –como bien lo llamó el Papa Francisco en Bélgica– que ya se acerca a la no menos cruel eutanasia neonatal, con la cual se busca acabar con la vida de aquellos pequeños que en muchos casos sobrevivieron a los variados métodos anticonceptivos que con frecuencia suelen ser microabortivos. Por otra parte, parejas hetero u homosexuales, que quieren, pero no pueden tener hijos, fomentan que cientos de embriones sean asesinados por la indiscriminada “producción” bajo pedido, de niños en laboratorios ya sea por la donación de gametos de los padres o de extraños, que, si no se encuentran “viables” no son colocados en el útero materno, sino desechados, o tal vez congelados para ser posteriormente manipulados de los modos más indignos, produciéndoles finalmente la muerte.Si por fin se les permiten nacer, los niños se enfrentan a una legislación que no los protege, sino que, a pesar de su indefensión los ataca y vulnera. Efectivamente, vemos cómo ese obsesivo propósito de imponer la cultura de la muerte, hace que se les inventen libertades a los niños. Un funcionario público se arroga el derecho promover cirugías de “reasignación” de sexo y tratamientos hormonales para menores sin el consentimiento de los padres, amenazando la integridad física y sicológica de los niños, violando la patria potestad y arremetiendo contra el orden natural.Pero los bombardeos contra los niños y la familia continúan: la señora Ministra de Justicia presenta un proyecto de decreto que establece que los niños y adolescentes se les permite cambiar de género en el registro civil ante un notario para que se les asigne aquel con el que supuestamente se identifican. Eso sí, el notario deberá tramitar la solicitud, aunque se haga sin la compañía de un adulto. En tal ambiente no es extraño que la educación religiosa escolar se vea como un estorbo en medio de una cultura que no quiere aceptar que somos creaturas y que las leyes para nuestra subsistencia ya están dadas por el Creador.Ante semejante panorama social ¿Por qué escandalizarnos de que cada vez haya más depresión, ansiedad, drogadicción, cutting, bullying y suicidios de niños y adolescentes, cuando la cultura en que viven es tan agresiva con ellos? Simplemente es la forma como expresan su comprensible clamor: “¡Esta sociedad no nos quiere!”.Finalmente, y como consecuencia, se promueve una lectura manipulada de todo este panorama, que dice: como la situación social, económica, climática, afectiva, familiar, etc. es tan adversa, lo mejor es no tener hijos ¡Qué gran triunfo! Han logrado convencer al gran público que es mejor evitar que haya una próxima generación.Si seguimos así y no reaccionamos, dentro de unos pocos años no habrá familias, no habrá gente joven, que ame su patria y quiera sacarla adelante con su ingenio, con la fuerza y la creatividad de su trabajo, no habrá científicos que investiguen, progresen y enseñen a los más jóvenes; no habrá agricultores que cultiven los campos para que haya alimento en las ciudades, no habrá fuerza juvenil que haga vibrar al país con sus hazañas deportivas...No habrá quién produzca para que los mayores puedan tener una justa pensión. Simplemente habrá un país deshabitado, invadido por los colonizadores tecnológicos manipulados por ideologías inhumanas, a quienes muy poco les conmoverá la tan publicitada biodiversidad. Muy posible sería entonces que el país quede invadido por los hijos...De nuestras mascotas. Obviamente este no es el plan de Dios porque como bien dice el Papa Francisco, Dios no creó un mundo descartable. Nos han hecho creer que somos capaces de desbaratarle los planes a Dios. Una sociedad conformada por familias fundadas en el amor y respeto, con vínculo estable para toda la vida, no es un proyecto utópico, lejano e irrealizable, al contrario, es el fundamento, el punto de inicio que Dios diseñó, porque cuando creó al hombre y la mujer los hizo a su imagen y semejanza y vio que estaba bien hecho. El Papa ha querido que el gran Jubileo de la Esperanza 2025 se inicie en todas las diócesis del mundo el domingo 29 de diciembre, justamente en la Fiesta de la Sagrada Familia, indicándonos que la familia es la gran esperanza para el mundo.+Miguel Fernando González MariñoObispo de El Espinal y Administrador Apostólico de GarzónPresidente de la Comisión Episcopal de Matrimonio y Familia

Jue 28 Nov 2024
La Cruz, lugar del reinado de Cristo
Por Mons. José Libardo Garcés Monsalve - Celebramos en este domingo a Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo. El reinado de Jesús, no es de este mundo, sino que es la instauración del Reino de Dios en la humanidad entera, desde el madero de la Cruz. Jesús durante el desarrollo de su misión siempre esquivó los momentos en que lo iban a proclamar rey, pero cuando iba camino a la cruz, respondiendo a Pilatos, Él comienza a aceptar que es Rey, no a la manera humana, sino desde la lógica de Dios: “Pilato volvió a entrar en su palacio, llamó a Jesús y le interrogó: ¿eres Tú el rey de los judíos? Jesús le explicó: mi Reino no es de este mundo. Si lo fuera, mis seguidoreshubieran luchado para impedir que yo fuera entregado a los judíos. Pero no, mi Reino no es de este mundo” (Jn 18, 33-36).En la respuesta de Jesús a Pilato queda claro que su reinado no es a la manera humana, ni como lo concibe el poder político del momento, ni como lo esperan muchos de los que lo siguen, sino que su misión es reinar desde el servicio, dando testimonio de la verdad; un reinado que lo vive desde la Cruz, lugar desde donde sirve a la humanidad, perdonando nuestros pecados y dándonos la salvación eterna: “Pilato insistió: Entonces, ¿eres rey?Jesús le respondió: Soy rey, como tú dices: Y mi misión consiste en dar testimonio de la verdad. Precisamente para eso he nacido y para eso he venido al mundo. Todo el que pertenece a la verdad escucha mi voz” (Jn 18, 37).Esta declaración de Jesús ante Pilatos, que Él es rey, precisamente cuando está a punto de morir en la cruz, deja el camino trazado para el discípulo misionero. Un cristiano es un seguidor del Señor, dando testimonio de Él desde el servicio y el lugar del servicio es el último. En una sociedad donde muchos quieren construirse un trono sobre las cenizas de los demás, Jesucristo Rey del Universo, nos enseña que su reinado es ocupar el lugar de la Cruz, para el servicio a los otros, levantando al que está caído en medio del camino a ejemplo del buen samaritano: “Jesús dirigiéndose a sus discípulos añadió: si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, cargue con su cruz, y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá, pero que el que pierda su vida por mí, la conservará. Pues ¿de qué le sirve a uno ganar todo el mundo, si pierde su vida?” (Mt 16, 24-26). El camino que el discípulo misionero debe seguir es el camino de la Cruz, renunciando libre y voluntariamente a su propia comodidad, para entregar la vida a Dios y a la Iglesia, para transmitir la fe a otros cumpliendo con el mandato del Señor de ir por todas partes a anunciar el Evangelio: “Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a poner por obra todo lo que les he mandado. Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el final de los tiempos” (Mt 28, 19-20).En la salida misionera para el anuncio del Reino de Dios, el discípulo misionero tiene la certeza de la compañía de Jesús todos los días hasta el final de los tiempos, pero también sabe con toda claridad, que corre la misma suerte del Señor si se decide a renunciar a sí mismo y cargar la Cruz, reinando con Jesús desde el último lugar. En este sentido, el documento de Aparecida nos dice: “El discípulo experimenta que la vinculación íntimacon Jesús en el grupo de los suyos es la participación de la Vida salida de las entrañas del Padre, es formarse para asumir su mismo estilo de vida y sus mismas motivaciones, correr su misma suerte y hacerse cargo de su misión de hacer nuevas todas las cosas” (DA 131), naciendo de nuevo para poder tener parte de un lugar en el Reino de Dios.Todo el trabajo pastoral y la evangelización que realizamos a lo largo del año, tiene como objetivo hacer que Jesús reine en el corazón de muchas personas y esto será posible si enseñamos a los fieles a renunciar a sí mismos y cargar la cruz para nacer de nuevo desde la Cruz del Señor, transformados por la gracia, para ver el Reino de Dios, “el que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios” (Jn 3, 3), de tal manera que el proyecto pastoral tiene a Jesucristo Rey como centro, a quien “hay que conocer, amar e imitar, para vivir en Élla vida trinitaria y transformar con Él la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celeste” (Novo Millennio Ineunte 29), que preparamos cada día de nuestra vida centrada en Jesucristo, que reina en nuestro corazón, hasta que podamos decir con entusiasmo“Tú eres el Cristo, venga tu Reino”.Como creyentes en Jesucristo Rey del Universo, tenemos la misión de ser reflejo del reinado de Cristo en el mundo, renunciando a nosotros mismos y cargando con la Cruz, para tener la vida eterna, cumpliendo el mandato misionero que será posible si nos abrimos a la gracia que nos trae Jesucristo Rey para hacernos hombres nuevos en Él, construyendo el Reino de Diosen este mundo, desde la caridad, para llegar un día a participar de la gloria de Dios en plenitud con Jesucristo Rey. Que la Santísima Virgen María, madre de la esperanza y el glorioso patriarca san José, custodio de nuestra vida, alcancen del Señor la gracia para servir desde la Cruz, lugar del reinado Cristo. En unión de oraciones, reciban mi bendición.+José Libardo Garcés MonsalveObispo de la Diócesis de Cúcuta