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arzobispo de cali

Vie 30 Sep 2022

Reconstruirnos desde el afecto

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía -Nuestra sociedad colombiana vive el descalabro del creciente desafecto y de los extremismos desaforados. Nos hiere infinitamente la crueldad de asesinatos hechos con sevicia. También la inseguridad que generan los atracos y atropellos, la violencia sexual y de género, así como la expansión del dinero ilícito y del daño a seres humanos y al medio ambiente. El momento que vivimos como sociedad ha puesto más al desnudo la agresividad y los miedos que nos hacen aún más violentos. ¡Horroriza! Y preocupa hondamente que los necesarios cambios y las resistencias a los mismos, si no las frustraciones de muchos que los requieren, sumen al desafecto, ya tan grave. Es cierto que las soluciones exigen reformas sociales, ambientales y estructurales, que no dan espera. Pero lo es también que éstas requieren un equilibrio entre prioridades humanas y prisas de quienes, desde los diferentes lados de los poderes del sistema imperante, deberán propiciarlas. No basta con que, de abajo hacia arriba, desde los territorios, las gentes sean protagonistas de estos cambios; sino que, desde arriba hacia abajo y desde las instituciones mediadoras de la sociedad, se generen voluntades y acuerdos prácticos para lograrlos. Un signo muy esperanzador es, en medio de esta crisis y al inicio de un cuatrienio político, la expresión espontánea de voluntades, desde los actores armados reconocibles en la escena nacional, para un cese multilateral del fuego, con la participación en conversaciones y en diálogos que transformen el recurso a las armas en reintegración a la civilidad y a la legalidad. Este gesto y el del Gobierno que se acaba de iniciar, en relación con nuevos enfoques y la cooperación de la fuerza pública a la convivencia pacífica y civilizada, pueden generar una columna de apoyo a esta reconstrucción nacional desde el afecto social concreto. Para nuestro horizonte cristiano y pastoral, es apremiante multiplicar esfuerzos por la vinculación de esposos, parejas de hecho y cabezas de hogar, a esta “cultura del afecto interhumano”. Y se hace imperativo, con ellos y con los educadores, promocionar el acercamiento de adolescentes y jóvenes a procesos de voluntariado social, de noviazgo y proyectos de amor abiertos a la unión estable y al amor exclusivo y fecundo. Refundar el afecto de parejas con vocación a la familia, a hacerse células y moléculas de esta cultura de afecto y de amor, es parte de esa ecología humana sostenible, con futuro para el tejido familiar y social. Apoyar la constitución de alianzas de amor y la conformación de hogares y familia, debería estar al centro de las políticas de estado, de empresa y de sociedad, que no como una mera generación espontánea. El afecto y la vivencia a fondo de la propia intimidad, como camino de las personas hacia el tú, el otro y el nosotros, debe importar e interesarnos a todos. De la salud afectiva de los hombres y mujeres de Colombia, dependerá, en gran medida, que los cambios legítimos se hagan efectivos. Dios es Amor, proclama la fe en Cristo, Enviado por el Padre Dios. Que el Espíritu de este Amor, en el que la unidad del Dios Único se hace unidad inseparable con el mundo y misterio de encarnación, de cruz y resurrección, sea invocado y acogido en la multitud de los corazones y en la formación espiritual de las consciencias. Este mes del Santo Rosario y del amor por La Virgen María, consolide con el “rezar juntos” bajo cada techo, el “caminar juntos” como Iglesia y sociedad. La sensibilidad de todos, las emociones y los sentimientos, más que las razones y los argumentos, encuentren nuevos cauces para expresarnos, que no sean los de la dureza, la ofensa, la violencia y las armas. + Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali

Vie 9 Sep 2022

Ciudadela y Sínodo sacerdotal

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - Recibir de Dios las vocaciones y los pastores que necesita una Iglesia Particular como la de Cali, es una gracia que hoy agradecemos infinitamente al Dueño de la mies, al “Pastor y Obispo de nuestras almas”, Cristo Jesús. Es una bendición inmensa contar con familias, escuelas, parroquias, movimientos apostólicos, congregaciones religiosas, cooperación entre Iglesias y con benefactores que apoyan a los seminaristas, que lo han hecho posible. El Seminario San Pedro Apóstol, el “Seminario Parroquia” de profesionales Santiago Apóstol, y el naciente Propedéutico San Joaquín, ubicado en dicha parroquia, conforman, con sus formadores y docentes, vinculados a la Unicatolica, esta comunidad formativa sacerdotal para el presbiterio de Cali. No solamente de formación básica, con sus tres ciclos, sino con formación permanente, con profesionalización y especializaciones académicas en Cali y en el exterior. Estos procesos están enmarcados, necesariamente, en una búsqueda, que es diferencial en cuanto a sus referentes, de lo que el Papa Francisco llamó LAS CERCANÍAS DEL SACERDOTE, que ampliamos a 5 cercanías: a Dios, al Obispo, a sus hermanos en el Orden sacerdotal, a sus feligreses y, con ellos, al territorio y población en que viven, comparten, sirven y evangelizan. En este “tiempo de Dios” que vive la Iglesia bajo el signo y metáfora del SÍNODO, es decir, del dinamismo comunitario y colectivo para “caminar juntos”, el mismo Señor nos ha permitido transformar un espacio y terreno de la Arquidiócesis en lo que llamaremos “Ciudadela Sacerdotal Santo Toribio de Mogrovejo”, al sur de la ciudad. Será un intento por configurar, entre todos, nuestro proceso de pastoral sacerdotal, con su Vicaría y organismos del presbiterio, en función de las “cercanías” antes referidas, entendiéndolas todas como “proyecto integral de la vida sacerdotal”. Un proyecto que recoge y hace visible y viable la vida entera de un sacerdote, sin aislamientos ni desmedro de su identidad, su estilo de vida y su ejercicio sacerdotal, aún por fuera del cargo y de las condiciones para desempeñar alguno. La Ciudadela Sacerdotal de Cali está siendo una obra concebida en su ubicación, terreno y diseño arquitectónico, en su Templo, sus espacios interiores y externos, para educarnos más en relación a la dignidad, la solidez y la unidad que deberían caracterizar siempre la vida de todo presbiterio. Su proyección al inmediato futuro, sus desarrollos ulteriores y el acceso a su ocupación y uso, buscarán garantizar esos “valores” espirituales y esos objetivos funcionales. ¿Quién es Santo Toribio de Mogrovejo y porqué la elección de dicho nombre como Santo Patrono? Lo diremos en la siguiente entrega de Octubre. Por ahora, refresquemos la actualidad de esta gran figura del Santoral Latinoamericano, quien confirmó a Santa Rosa de Lima y fue contemporáneo también de San Martín de Porres, San Juan Macías y San Francisco Solano. *Santo Toribio de Mogrovejo anticipó en su época, (siglo XVI), el caminar de la IGLESIA EN SALIDA en nuestro continente, y vivió a plenitud el ejercicio sinodal. Dedicó 17 de sus 25 años como Arzobispo de Lima y Metropolitano del Virreinado, a recorrer aproximadamente 40.000 Kilómetros de su jurisdicción eclesiástica, que comprendía gran parte de Centro y SurAmérica, defendiendo los derechos de los indígenas, anunciando el Evangelio en las periferias y consolidando las doctrinas, comunidades y patronatos. El Obispado de Popayán y el territorio de la Cali de entonces, hasta Panamá y Nicaragua, estaban bajo su cayado de Pastor. Así hizo 13 sínodos y convocó y presidió el III Concilio Limense (1582-1583), al cual asistieron prelados de toda Hispanoamérica. Cada 23 de marzo en el Calendario litúrgico y cada 27 de abril en el del Perú, se celebra su fiesta o memoria, recordándolo como “el Santo Padre de América” y Patrono del Episcopado Latinoamericano. Su mismo nombre, etimológicamente (turbios), significa “vida en movimiento”, persona dinámica, caminante (tour, tur). Toda una profecía de celo misionero, valentía y autonomía proféticas, sentido y consenso desde la fe y la comunión. Sínodo y Ciudadela Sacerdotal convergen plenamente en el ejemplo y legado de santidad de Santo Toribio de Mogrovejo. + Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali

Jue 2 Jun 2022

JUNIO: El mes de la Iglesia

Por: Mons. Dario de Jesús Monsalve Mejía - Tanto el Año Litúrgico como nuestra “semana arquidiocesana” de Cali, del 13 al 20 de junio), nos invitan a profundizar en “la verdad de La Iglesia”. El calendario de celebraciones del mes y la infaltable figura de María, invocada como Nuestra Señora de Los Remedios, Patrona de la Arquidiócesis y del Valle del Cauca, nos conducen al misterio, a la comunidad misionera y a la institución eclesial que, unida por el Espíritu Santo, continúa y extiende la misión de Cristo Jesús en todos los pueblos, tiempos y culturas. Como Iglesia Particular de Cali, avanzamos con la Iglesia Universal hacia la propuesta actual de la sinodalidad, entendiéndola, más que como mero “modelo de Iglesia”, como construcción permanente del Amor de Dios en las almas y en nuestro mundo humano. Las solemnidades litúrgicas de junio inician con el Domingo de Pentecostés (día 5). La naciente Iglesia Apostólica, la que surge con la persona misma de Jesucristo, de su cruz y resurrección, proclama el Evangelio de La Vida que rompe cadenas de muerte, de odio, de mentira, de ídolos, de pecado y de culpa. Es la fuerza del Amor de Dios al mundo, la que se vuelve anuncio, testimonio y misión. Como lo anunciaron los profetas y los sabios de Israel, como lo prometió Jesús a sus discípulos, ahora el Espíritu del Padre Dios y de su Hijo, ascendido y sentado a su derecha, es derramado sobre toda carne, toda persona y nación. La comunidad cristiana es el cuerpo visible que le transmita esta Alma Divina, con sus dones diversos y sus múltiples frutos. Dios establece su “morada” en quienes acogen la palabra y acogen a Cristo Jesus como su Salvación, su Señor y Dios, como Soberanía del Amor y Reino de Dios. El fuego de este amor divino abre la libertad humana hacia la Verdad de Dios. Él revela su ser desde su actuar, desde el amar y el Amor que nuestra libertad puede reconocer en la Creación, en la Redención de la humanidad perdida y en la restauración de la armonía entre las criaturas todas, encaminadas a la perfección del Amor. Las solemnidades de la Santísima Trinidad de Dios, de la Eucaristía en el Corpus Christi, de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote, del Sagrado Corazón de Jesús, de los Santos Pedro y Pablo, Apóstoles, son una procesión de imágenes y realidades que contienen el misterio, la sacramentalidad, la “antropología teológica”, la ministerialidad de Cristo entre Dios y los hombres, y la doble misión evangelizadora (Pablo) y pastoral (Pedro) de la Iglesia. Toda una “síntesis festiva y litúrgica” del ser y tarea de la Iglesia, desde el ser intratrinitario de Dios, hasta el ser comunitario y social que visibiliza este “cuerpo de Cristo”, que prolonga su encarnación en la vida e historia de la humanidad. Para los creyentes católicos, la virgen María es el precioso “ícono” de la Iglesia, mujer y madre, sierva y servidora, maestra de Cristo e Intercesora de los cristianos, protectora de la humanidad. El mes de junio nos trae el “CON MARÍA” de la comunidad de los apóstoles, antes de Pentecostés, que evoca la unidad y la continuidad con la Anunciación y la Encarnación. Por ello, la actual liturgia ha puesto la memoria obligatoria de la “Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia”, el lunes siguiente a Pentecostés. También el día 16 de junio, la tradición eclesial invoca a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, antigua imagen de la ortodoxia greco rusa y del occidente católico. Y el día 26, Nuestra Señora de la Paz, patrona de países y parroquias, es también invocada en nuestro “ordo” nacional. Son títulos, muchos de ellos también litanicos, que proclaman la histórica solidaridad de María con las luchas de los creyentes y con los pueblos que se inspiran y acuden a Ella. En el marco festivo de este “mes de la Iglesia”, miremos ahora la hermosa tradición de Nuestra Señora de Los Remedios, desde los inicios de la colonización de estos territorios ancestrales. Tradición que une a la Virgen María con la fe y la vida de los más pobres y sufridos, de los indígenas y los esclavos negros fugitivos de sus amos, los llamados “cimarrones”, refugiados en las montañas y los campos, en lugares apartados o en palenques y kilombos. A la imagen de la Virgen, que indígenas y fugitivos veneraban en la escondida montaña de los indios Calimas, en las cañadas cordilleranas de El Queremal, en la cascada que denominaron “el manto de la Virgen”, le pusieron el nombre cariñoso de “la montañerita cimarrona”, cuyo niño Jesús, cargado con su brazo izquierdo, llevaba la tradicional y silvestre fruta del chontaduro en su manita. Más tarde, trasladada a Cali por el frayle mercedario Miguel de Soto, quedó con el nombre español de “Los Remedios”, porque sus devotos la invocaban en las pestes y Ella les obtenía alivio del Cielo. Así se unieron la devoción inicial de aborígenes, afro descendientes y campesinos con la de los citadinos caleños. E instalada en Cali en el año de 1580, en el templo de Las Mercedes, aquella misteriosa talla de piedra de pedernal, labrada sobre la roca de la cascada, fue declarada Patrona de la sede diocesana de Cali y, posteriormente, de la actual arquidiócesis metropolitana del Valle del Cauca. La Semana Arquidiocesana, del 13 al 20 de junio, efectuada ya por varios años, concluye con el aniversario de la elevación de Cali como sede arzobispal, el 20 de junio de 1964, mediante la Bula “Quamquam Christi” de San Paulo VI, y la dedicación pontificia a Nuestra Señora de Los Remedios. ¿Cómo hacer la celebración en este año 2022? Sigamos el derrotero que nos trace la Vicaria de Evangelización y Pastoral. Incluyamos en ella los signos y gestos que den continuidad a nuestro “sensus ecclesiae” (sentido y sentir de Iglesia), a nuestro “sensus fidei y consensus fidelium” (sentido de fe y consenso de los fieles), de modo que el Amor a Jesús sea inseparable del Amor a María. Que cada párroco con su Asamblea de servidores, con sus fieles, tengan en esta ocasión y una vez más, la disponibilidad y el entusiasmo para testimoniar la devoción y veneración a la advocación patronal de Los Remedios. Que sea ocasión para orar juntos por nuestra Iglesia diocesana. Una procesión o peregrinación, con la imagen o pendón de nuestra Patrona, hacia el templo mariano más cercano, con el Santo Rosario y la Santa Misa por nuestra Arquidiócesis, darían ese toque de familia, de “caminar juntos”, de Pueblo de Dios. “De dos en dos”, como en el envío misionero, o “dónde dos o más se reúnan en mi nombre”, como en la promesa de JESÚS EN MEDIO, nuestras feligresías y sus pastores se unan para hacer el signo de Iglesia Particular. La oración CON MARÍA nos haga fuertes como Ella en la fe, el amor y la esperanza, especialmente en el “socorro y remedio” a los que sufren y padecen enfermedad u opresión. Los bendigo con pastoral afecto. + Dario de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali

Dom 10 Abr 2022

Un mundo en contravía

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía – La historia que la humanidad ha tejido por siglos, después del acontecimiento de Cristo Jesús, no es la de construir con Él y con los cristianos una cultura y civilización explícitas, que desarrollen su proyecto: el de la soberanía del Amor, que une a las personas con un sublime sentido de Dios, y une a las personas entre sí, con un horizonte infinito de “perfección en el Amor”. Si bien muchas vidas humanas ayer y hoy profesamos abiertamente nuestra fe en Jesucristo, no alcanzamos en estos tiempos a marcar una incidencia cierta, real, efectiva, en un concepto unívoco del comportamiento cristiano. Y mucho menos darle rostro cultural, social, ambiental, estructural y universal a una “tendencia de humanidad”, a ese “pensamiento catedral” que plantea el filósofo australiano Roman Karznaric: “superar la mentalidad del aquí y del ahora y de los proyectos egoístas y monopolicos, para concentrar esfuerzos en el proyecto a largo plazo que le dé sostenibilidad y certeza de futuro a las sociedades”. En su obra, “The Good Ancestor” (El Buen Antepasado), el sociólogo y político de Cambridge afirma contundentemente: “La era de la tiranía del aquí y el ahora es la gran responsable de la crisis que está enfrentando el mundo”. Y añade: “el pensamiento catedral, inspirado en las catedrales europeas del medievo, que demoraban siglos en construirse, es la gran salida que el mundo necesita para consolidar su futuro”. Volver al rostro y al ser que reveló Dios en la Encarnación, en la persona y propuesta de Jesús, en su oferta de salvación y restauración, en su plan de libertad ascensional por la vía del espíritu que trasciende y unifica, que nos pone a pensar en grande y en colectivo al mundo, que clava su cruz de No Violencia y de Perdón en toda consciencia que lo invoca: esa es la actividad espiritual, intelectual, comunitaria devocional y litúrgica, a la que nos convoca la SEMANA SANTA 2022. Quizás estemos en las últimas oportunidades antes del caos humano, de la impotencia para reemprender el proyecto de Jesús. Es una luz de salvación en medio del fulgor mortal de las bombas , de la guerra, de sus atrocidades, de su amenaza nuclear. Más que nunca, hoy es imposible quedarse indiferente. O quedarse proyectando al futuro el mismo aquí y ahora en que nos acomodamos. O, como también ocurre, seguir repitiéndose a sí mismo, creyéndose en el ego el intérprete obligado de los demás. Egos que luchan para que nada cambie. Egos que luchan para cambiarlo todo a su pequeña medida. Es un retrato para pensarnos la Pascua 2022. Una rama verde de olivo primaveral, o una hoja y rama de palmera en la “domenica in RAMIS palmarum” ( domingo de ramos), nos permita decir con certeza: ¡Jesucristo está Vivo! !Nosotros queremos VIVIR con Él! + Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali

Vie 18 Mar 2022

¿Es con el mal como se paga el bien?

Por: Luis Fernando Rodríguez Velásquez – Homilía del 20º Aniversario de la muerte de Mons. Isaías Duarte Cancino, arzobispo de Cali – Marzo 16 de 2022. Mons. Isaías Duarte Cancino nació en San Gil, Santander, el 15 de febrero de 1939. Tendría 83 años de vida. Sus padres fueron Crisanto Duarte, odontólogo y Elisa Arenas. Era el menor de siete hermanos. Nace “el mismo año que estalla la Segunda Guerra Mundial… su niñez también es nutrida por el panorama de esta confrontación global … Indudablemente que las circunstancias del país durante la época de infancia y niñez de Monseñor Isaías Duarte Cancino, unido a la característica de los habitantes de Santander, forjados en la ardua lucha contra una naturaleza agreste, contribuyó a forjar su carácter fuerte y a aprender desde muy temprano que debía moverse entre las contradicciones políticas, muchas veces violentas, producto de la fuerte polarización entre los dos partidos tradicionales del país, el liberal y el conservador” (Tomado de la publicación Necrobiografía de Monseñor Isaías Duarte Cancino, de Unicatólica, p. 176). Estudió en la Gregoriana, licenciatura en Teología. Se ordenó sacerdote en Roma, en el espléndido marco del Concilio Vaticano II, el 1º de diciembre de 1963. Fue ordenado obispo auxiliar de Bucaramanga el 10 de abril de 1985, luego fue nombrado primer Obispo de Apartadó el 18 de junio de 1988, y Arzobispo de Cali, el 19 de agosto de 1995. Es asesinado el 16 de marzo del 2002, hace 20 años, terminando la celebración eucarística y la bendición de cerca de 100 matrimonios, en la parroquia El Buen Pastor. Después de este breve acercamiento a la biografía de Mons. Isaías, pongamos la mirada en la que fue el nutriente que iluminó el ser y actuar de este eximio pastor: en la Palabra de Dios. La liturgia de este día nos propone unos textos estupendos para esta conmemoración. El profeta Jeremías, que, como los profetas del Antiguo Testamento, se caracterizó por su generosidad al llamado de Yavé - Dios, por su fidelidad y valentía en el cumplimiento de la misión de anunciar y de denunciar el mal, el pecado y todo lo que separaba al pueblo de Israel de Dios, padeció en carne propia las consecuencias de su actuar fiel. El profeta, en una intensa y dolorosa plegaria, hace una especie de reclamo a Dios, al recordarle lo que de él decían en Jerusalén: “Vamos a tramar un plan para deshacernos de Jeremías. No nos faltarán sacerdotes que nos instruyan, ni sabios que nos den consejos, ni profetas que nos prediquen. Vamos a acusarlo para acabar con él”. De seguro, que en el caso de Mons. Isaías, él tenía muy presente a lo largo de su vida las palabras de Jesús, “no está el discípulo por encima de su maestro… ya le basta al discípulo ser como su maestro”, y “no teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; teman más bien al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo a la Gehenna” (Mt. 10, 24 - 25.28). El Obispo es por definición, un profeta; debe ser un auténtico profeta, pues actuando en nombre de Jesús que lo eligió y lo envió a predicar, como a los apóstoles, no puede dejar de gritar desde los terrados, lo que ha visto y oído, lo que ha motivado su fe y su respuesta de amor. El Obispo es el profeta del amor de Dios en cada tiempo y lugar. Y los obispos que ha tenido Cali, ayer y hoy, con las diferencias propias de cada uno, supieron y saben ser los profetas que el mundo necesita. Los profetas del amor, de la reconciliación, del perdón, de la paz. Esta dimensión profética la supo encarnar radicalmente Mons. Isaías Duarte Cancino, al estilo de Jesús, donde los fariseos y herodianos buscaban la forma de tomarlo preso, hasta que lograron que lo llevaran a juicio y lo mataron. Mons. Isaías, como discípulo sobresaliente del Jesús, tuvo la fortuna de ser como él, y de padecer con él, pues tuvo sus mismos sentimientos. Será el mismo profeta Jeremías quien ante esta actitud del pueblo que está enceguecido ante el anuncio de la buena nueva, eleve a Dios un verdadero grito de dolor: ¿Es con el mal como se paga el bien? Leyendo varias de las intervenciones de Mons. Isaías, muchas que seguramente los fieles de Bucaramanga, Apartadó, Cali, el Valle y Colombia en general escucharon y guardan en el corazón, podemos encontrar cómo, sin ahorrarse descanso alguno, Monseñor no cejaba en su deseo de lograr un día la reconciliación de los pueblos, la paz de las comunidades, y el encuentro con Jesús. A manera de ejemplo, recordemos un aparte de lo que dijo en el marco del Tercer Congreso Eucarístico Nacional, realizado en Cali en 1999, al cual, por gracia de Dios participé cuando era párroco en Medellín y vine como peregrino a participar en el congreso y la eucaristía con un bus de feligreses de mi parroquia de El Sagrario, donde en 1935 también se había realizado el Congreso Eucarístico nacional. Decía Mons. Isaías que “Frente a un mundo alejado de Dios y con un pueblo colombiano que ha perdido el norte de su vida, la celebración de este Congreso Eucarístico Nacional es una invitación apremiante a volver a Dios, a renovar nuestra conciencia de creyentes y a asumir el compromiso de construir una patria amable para todos, sobre los fundamentos de la honestidad y la justicia, bases insustituibles de la paz”. Si Monseñor Isaías estuviera vivo, de seguro que repetiría esta misma súplica, porque el mundo y la Colombia de nuestros tiempos, en poco o en nada difieren de los tiempos del finado arzobispo. En su homilía de la última misa crismal antes de su asesinato, en el 2001, dijo algo que leo ahora como una hermosa y elocuente premonición de su sueño para Cali, y para quienes hacemos parte hoy de esta Iglesia particular: “Acerquémonos a contemplar el rostro de Cristo; en él, Dios ha hecho brillar su rostro sobre nosotros, rostro de misericordia y de bondad, rostro de amor, porque Dios es amor; en Cristo también se revela el auténtico rostro del hombre; Jesús es el hombre nuevo que llama a participar de su vida divina a la humanidad redimida” (textos tomado del libro Sangre de profeta, del padre Efraín Montoya Flórez). Hermanos, en la cuaresma 2022, dejémonos reconciliar con Dios, y volvamos a su encuentro. Acojamos con renovada fe la petición de Monseñor Isaías. Por todo esto, al final de su vida, en el rostro de Monseñor Isaías, dicen quienes compartían con él, que se veía la tristeza, como una especie de frustración. Seguro que por su cabeza pasaban una y otra vez las palabras de Jeremías: ¿Es con el mal como se paga el bien? Jesús ante el sumo sacerdote tuvo una experiencia similar: “he hablado abiertamente ante todo el mundo, he enseñado siempre en la sinagoga y en el Templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he hablado nada a ocultas… Apenas dijo esto, uno de los guardias dio una bofetada a Jesús… Jesús le respondió: si he hablado mal, declara lo que está mal, pero si he hablado bien ¿por qué me pegas? (Jn. 18, 19 ss). En el Evangelio de este día, de San Mateo, Jesús hace a los discípulos uno de los anuncios de su pasión, dirá que lo van a azotar, que se van a burlar de él, que lo van a condenar a muerte, pero que resucitará. Es la suerte del discípulo que sigue a Jesús con fidelidad. Ha sido esta la suerte de Monseñor Isaías que seguramente escuchó, ese día 16 de marzo de 2001, las palabras de su amado: ¡ven bendito de mi Padre, tú que te esforzaste por hacer siempre el bien, que trabajaste sin descanso por sembrar la semilla del Reino, que creíste en mí y te alimentaste de mi cuerpo y de sangre, ven entra, y goza ahora del premio de los justos, porque has vencido a quienes quisieron callarte, a quienes como a Jeremías, quisieron sacarte del camino. Los has vencido con tu vida y con tu muerte. ¡Entra y desde este lugar sacro, bendice el pueblo que peregrina en Cali y en Colombia! La mejor forma de hacer un rendido homenaje a Mons. Isaías, es imitándolo. Hoy somos llamados a ser profetas valientes, sin miedos, para anunciar la persona de Jesucristo, y seguir trabajando para que el reino de Dios, hecho presente en Jesús, que es reino de justicia, de amor y de paz, crezca y triunfe en medio de un mundo que quiere imponernos todo lo contrario, el poder de la injusticia, del odio y de la guerra. No quisiera concluir esta meditación, sin retomar y aplicar a los tiempos actuales, la frase que se hizo clásica en los días en que Monseñor Isaías tuvo a bien asumir como propio el nada fácil trabajo de mediar por la liberación de los secuestrados de La María y del kilómetro 18. La traigo ahora a colación, porque el fenómeno del secuestro hecho por grupos delincuenciales, no ha desaparecido. Hoy, también con Monseñor Isaías hacemos de nuevo la radical petición de que sean liberados todos los secuestrados de Colombia. No es este un acto de caridad ni de clemencia, es un acto de justicia y de humanidad que reclamamos para todos los privados de su libertad. Hoy también gritamos con el corazón en la mano: “Los queremos vivos, libres y en paz”. Que seamos capaces de liberarnos del secuestro espiritual e incluso material en el que nos encontramos todos. El Señor nos quiere partícipes de su vida divina; nos quiere libres de toda esclavitud, en especial de la esclavitud del pecado; nos quiere en paz, hermanos todos, Fratelli tutti, en el lenguaje del Papa Francisco. Estamos cerca de la Pascua 2022. Cristo nos mostró como a él no le quitaron la vida, sino que la dio. Se hizo ofrenda de amor, convencido de que “si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere da mucho fruto” (Jn. 12, 24). Fue la forma como nos mostró que el mal se vence es con el bien. En este sentido, las enseñanzas del profeta de la valentía y de la libertad, Monseñor Isaías Duarte Cancino y su ejemplo de vida, nos animen a ser también profetas del amor de Dios y nos impulsen a saber dar razón de nuestra esperanza, con la parresia o fuerza que viene del mismo Dios. Descanse en paz. Amén. + Luis Fernando Rodríguez Velásquez Obispo auxiliar de Cali

Lun 28 Feb 2022

¡Volvamos a la Pascua!

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - “Bendito sea Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, NOS HA HECHO NACER A UNA ESPERANZA VIVA, a una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que nos estaba reservada en el Cielo. La fuerza de Dios nos custodia en la fe para la salvación que nos aguarda, cuando llegue el momento final” (1ª Pedro1, 3-5). Con esta súplica del Apóstol y Pastor elegido por Jesús para la primitiva Iglesia, convoco a todos los creyentes al retorno pleno a sus parroquias y centros de culto, para compartir, desde el miércoles de Ceniza, dos de marzo, la preparación a LA PASCUA ANUAL 2022. Los tiempos litúrgicos de Cuaresma y Pascua, entre el sacramental de la Santa Ceniza y la solemnidad de Pentecostés, cuando se apaga el Cirio Pascual y encendemos el fuego interior del Espíritu Santo, marcan la gran transformación que Cristo Jesús hace en quienes acogemos su Persona y su Palabra, su misericordia y la soberanía del Padre Dios. Un ser humano nuevo, una nueva humanidad, un cambio de vida y un “cambiar la vía” por la que mal caminamos, expresan esta Nueva Creación en Cristo. Dios deja de ser mera religión y su Amor de la Cruz se vuelve como el “Big Bang” de un universo nuevo. Pedro, en su primera carta que hemos citado, y Pablo en su primera a Corintios (15, 57), nos invitan a que “demos gracias a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo”. Esa victoria del AMOR DE LA CRUZ, hemos de proclamarla con claridad, gozo y firmeza. Hemos de volvernos un solo cuerpo, un pueblo dispuesto a CAMINAR JUNTOS, una fuerza del Dios Amor que transfigura esta historia triste y adolorida que hoy vive la humanidad, amenazada nuevamente por la catástrofe de una guerra mundial inminente, por un calentamiento global, resultado de la guerra a muerte contra los recursos vitales. Todo ello, junto a fenómenos de violencias, de aborto provocado y fetos mercantilizados para surtir órganos y células, de eutanasia y suicidios disparados. Son, entre otros, los signos negativos en medio de nuestros tiempos, por otro lado tan avanzados y globalizados, tan sorprendentes y luminosos. Sobra decir, entonces, que vivimos tiempos difíciles y tenemos inmensa responsabilidad histórica, sobre todo para no comprometer el futuro de las nuevas generaciones y de la especie humana misma. Volver a la Pascua 2022, después de dos años entre pandemias y protesta social, en medio de jornadas electorales y movilizaciones sociales, del recrudecimiento del conflicto interno y la amenaza latente de conflictos armados en las fronteras y con Venezuela, de inseguridad ciudadana y flujos de desplazados y migrantes, es la medicina espiritual y la terapia colectiva que necesitamos todos. La Cuaresma y Pascua 2022 tengan en nuestras parroquias los cuatro grandes motivos de la actualidad: 1. El gran marco del PERDÓN DE DIOS a todos nuestros abusos, incluidos los que nosotros mismos como pastores hemos cometido. Es REPARTIR A MANO ABIERTA EL PERDÓN DE DIOS, la liberación de la culpa y del pecado, la victoria sobre el odio y las venganzas, la sanacion de nuestras heridas sicosociales, la ABSOLUCIÓN DE PECADOS RESERVADOS, la reconciliación con la creación y la vida como obra y don de Dios. Volvamos la parroquia un gran confesonario abierto en jornadas penitenciales conjuntas en cada territorio arciprestal durante la Cuaresma. Promovamos EL PERDONAR como verbo en infinitivo que identifica el actuar de Dios con nosotros, como respuesta indispensable en nuestras relaciones interhumanas, sociales y políticas, aprendiendo a conjugarlo en todos los modos pasivos y activos y subjuntivos, en relación con los demás. Es necesario pedirlo, ofrecerlo, darlo, instituirlo como cultura del perdón. 2. LA PASCUA COMO CENA FAMILIAR, al mejor estilo hebreo, judío, según las tradiciones nuestras, enmarcándolas en la Cena Pascual de Jesús y en las cenas, desayunos y comidas del Señor Resucitado, centradas en los verbos eucarísticos: TOMAR el pan, DAR GRACIAS, PARTIRLO Y DARLO a comer. “Quédate con nosotros, Señor”. “Lo reconocieron al partir el pan” (Lucas 24, 13-35). 3. EL AMOR DE LA CRUZ como camino de vida, aprendido a la luz de la Pasión, las actitudes y las palabras de Jesús desde el misterio de la Cruz y de la NO VIOLENCIA que nos adentra en el alma propia y el arrepentimiento, en el desarme de actitudes, palabras y acciones demoledoras contra el prójimo. 4. LA SINODALIDAD como aprendizaje de Iglesia y de poblaciones en los territorios, a CAMINAR JUNTOS. La integración sociocomunitaria, más allá de lo confesional, las procesiones y manifestaciones colectivas de religiosidad cristiana, equilibradas siempre para que resalte la grandeza de lo litúrgico, así como la más amplia participación de generaciones y fieles en la Semana Santa, sean impulso claro a esta sinodalidad. El Bautismo y la Penitencia que lo renueva, la eucaristía y las comunidades que reviven, sean el sello evangelizador de estos grandes tiempos litúrgicos que iniciamos en los albores del mes de marzo. + Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali

Lun 6 Dic 2021

Luces en la noche

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - En tiempos de incertidumbre, la noche extiende su oscuridad sobre el horizonte de nuestras consciencias. Vemos solo el instante en que vivimos. Y una inseguridad, tejida de temores apocalípticos, diezma el ímpetu emprendedor y la fuerza interior de la esperanza. Caminar a oscuras, sin horizonte y sin brújula, sin guía y sin metas, en las diásporas del “sálvese quien pueda”, es ser arrastrados por la vorágine de la autodestrucción, en la que estamos instalados hoy. Pandemias, guerras, economías ilícitas, cambio climático, torrentes migratorios, manipulación mediática, control político y policial, robo e inseguridad, escasez y carestía: todo un cuadro crítico que presiona la psiquis humana de esta generación. Depresión y fatiga, proyectos de muerte y pánico colectivo están al acecho. No es necesariamente el Apocalipsis del fin del mundo. Podría ser mejor el amanecer de una conciencia global, de casa común, de solidaridad interhumana, de convivencia pacífica y amistad social. Un amanecer que trasponga los meridianos entre las tinieblas y la luz; que suscite el bíblico “canto del gallo”, es decir, la frontera entre noche y día, la hora de recobrar la fidelidad perdida y de llorar la amargura de nuestras cobardías y traiciones: aquellas que disocian la libertad de la verdad, la vida del amor, haciéndonos incapaces del bien que labra un mundo mejor, un mañana que ilusione. En estos escenarios de contrastes, irrumpe la luz de Navidad, con las esperas del antes y del después de Cristo. Es la esperanza de la Encarnación de Dios que recorre las sendas de la vida, desde las entrañas de María hasta la “humanidad sin entrañas” de la Cruz y del Calvario, desde las entrañas de la noche de Navidad, hasta las entrañas mismas de la noche de Pascua y el amanecer definitivo de la vida en la resurrección. “¡El pueblo que andaba en tinieblas ha visto gran luz! A los que habitaban en tierra de sombra de muerte, la luz ha resplandecido sobre ellos” (Isaías 9,2). Centrar la vida y la historia en una persona, en la persona de Cristo Viviente, es la gracia de la encarnación de Dios, que adoramos en la noche y el día de Navidad, al recitar el Credo y doblar la rodilla en el “et incarnatus est” y el “et homo factus est” (se encarnó, se hizo hombre). Apresurar la llegada del Reino de Dios que Él consolidó sobre el trono de su cruz, sobre la humanidad que acepta crucificar manos y pies, actitudes y palabras, para poner el cimiento más radical, el de la no violencia del amor, es el secreto íntimo de la “cultura de la vida” en todo tiempo y circunstancia. Hay luces en la noche. No estamos solos en el devenir de la historia. Un devenir que Dios Encarnado, Jesús de Belén, de Nazareth y de Jerusalén, puso en positivo. No caminamos hacia el fin apocalíptico del mundo, sino hacia la segunda venida de Cristo como Señor que somete a los “enemigos del hombre” y a la muerte misma, al poder pacificador de su resurrección. ¿Cómo encender estas “luces en la noche” de la actual travesía humana? Desde el gesto personal de llamar e invocar a Jesús con el “Marana Tha” (“Ven, Señor Jesús”), convertido en plegaria de Adviento y gozo de la Novena de Navidad; hasta la adoración del misterio encarnado en la Noche Buena y fiesta del Nacimiento, el símbolo de la luz en las noches, de las velas encendidas y las alegrías compartidas en viandas, músicas, pesebres y regalos que se intercambian, sin la pólvora aguafiestas ni las estridencias paganas, ayudan a “socializar” la esperanza y a reintegrar familias y vecindades, generaciones y marginalidades. Y más allá de estas tradiciones, busquemos con ellas y entre todos ese caminar juntos, la disposición de ser sínodo, peregrinos y caminantes que hacemos parte de quienes procuran soluciones y no de quienes agravan los problemas y tienden a la destrucción apocalíptica de los desesperados. La coyuntura de desafíos globales y de época preelectoral y apremio de protesta social y de paro nacional en Colombia, exigen luz y lucidez de todos, hombres y mujeres, para avanzar unidos por la vida, la reconciliación, las garantías de derechos y de democracia, la convivencia entre diversos y los acuerdos de paz entre adversarios. Sin violencia alguna, con presencia colectiva de pueblo sin más armas que la dignidad, la voluntad y la palabra, sin más estrategia que la de la “unidad superior al conflicto”, con unidad espiritual y firmeza moral, podremos vencer toda tentación de destrucción y muerte, toda imposición de injusticia y engaño. Me uno en oración a todas nuestras comunidades y a todos los hogares. Y los bendigo como pastor y obispo de esta Iglesia que peregrina en Cali. ¡Navidad y Año Nuevo 2022 llenos de luz y esperanza! + Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali

Mié 3 Nov 2021

“Pónganse en camino” (Lucas 10,3)

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - El fenómeno de las migraciones masivas de pueblos enteros es un alarmante signo de estos tiempos. Colombia lo está viviendo, con inesperados flujos que atraviesan todas sus fronteras. El mapa demográfico del planeta se transforma en inmensas caravanas y riesgosas travesías. Estas enormes movilizaciones internacionales y las mismas grandes movilizaciones ciudadanas que se vienen dando en calles y plazas dentro del país, nos obligan a pensarnos como conjunto humano. Más aún cuando la comunicación por redes y medios visualizan en tiempo real lo que ocurre en cada lugar. O cuando la pandemia, con su expansión y confinamiento, con la vacunación y la reactivación progresiva, pone al desnudo que somos una misma humanidad, identificada en la igual fragilidad, pero con abismal desigualdad de condiciones y oportunidades. El mundo es planeta, humanidad y vida que a todos pertenece y a todos nos requiere. El pasado nos puede parecer lejano y lento, pero el presente tiene cara de conjunción y de síntesis, de celeridad y de necesaria apertura a la corresponsabilidad, a la movilización de las consciencias y voluntades hacia propósitos planetarios. Porque el futuro depende de nuestra capacidad de conjugarnos en tiempo, espacio y modelos de vida justos y equilibrados. No sin razón las nuevas generaciones, la juventud mundial, es el sector poblacional que más está reclamando cambios y transformaciones, para no dejarse robar el futuro de sus vidas por los poderes actuales, que acumulan dinero y depredan recursos y vidas humanas, sin acogerse a límites éticos. La realidad misma nos exige ese caminar juntos que la Iglesia llama Sínodo y que la humanidad define como inclusión y ecosistema. El tercer Evangelista, Lucas, ve en los 72 discípulos que envía Jesús junto con los 12, la unión del nuevo Israel, la Iglesia, con todos los pueblos de la tierra. Si la cifra de los 12 evoca al pueblo de Israel, la cifra de los 72, que solo trae el evangelio de Lucas, evoca a los pueblos gentiles o paganos. A la Iglesia y a la humanidad, a Israel y a todas las naciones de la tierra, nos dice Jesús en esta hora de la historia: “¡Pónganse en camino!”. Es la orden de marcha que asumimos como divisa en este tiempo de proceso sinodal que convoca a la Iglesia a reformarse y a configurarse de manera completa, como Cuerpo habitado por el Espíritu Santo, con el que ha sido bautizada por el mismo Jesús. Rehaciéndose con estilo bautismal y sinodal, como fue en sus inicios, con Jesús (Lucas 10) y con las comunidades apostólicas (Hechos 15), la Iglesia convoca a la humanidad a superar fronteras y barreras, excesos y abusos, exclusiones y violencias, para caminar juntos y darnos “una segunda oportunidad” sobre la tierra. El camino de la vida, con la fe que anuncia a Jesús y con la luz que Él enciende en nosotros, se transforma, no en una curva que asciende y desciende para morir, sino en un vivir progresivo y ascensional en el amor, hasta hacerse población total a Dios. Caminar juntos con Jesús e ir “a donde pensaba ir Él”, precediéndolo, anunciándolo, testimoniándolo, es la “movilización” misionera de la historia: la que permitirá que el amor convenza al mundo de algo: que es posible vencer con Jesús el odio, la mentira, la codicia, el pecado, la culpa y a la misma muerte. Que el secreto de la victoria se llama Cruz y Resurrección, caminando juntos con Jesús. Noviembre se inicia con la solemne asamblea de Todos los Santos, la asamblea del Cielo, como señal de vida que se absorbe a la muerte, conmemorando al día siguiente, el dos de noviembre, a Todos los Difuntos. Es un llamado a que recuperemos el don bautismal de la Vida Eterna, para que amemos el don sinodal de la vida temporal, sin jamás permitirnos interrumpirla con la manipulación humana de la muerte. Recuperar el amor por la vida y el respeto por la muerte es lo menos que la Iglesia puede suplicar a Dios para la humanidad y el primer paso ético para que podamos caminar juntos. + Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali