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arzobispo de cali

Lun 2 Sep 2019

Voto que impulse paz

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - Septiembre es “el mes de la Paz”, no solamente en Colombia sino en el mundo entero. Será, además, la antesala de las elecciones locales y regionales: la elección popular de alcaldes, gobernadores, concejos, juntas administradoras y asambleas departamentales. Este marco democrático de los entes territoriales es de vital importancia para canalizar la institucionalidad del Estado. Son las instancias intermedias que unen el nivel central con los núcleos concretos de población. Al mismo tiempo, legitiman e integran como Estado el “auto-gobierno” y la autogestión que ejercen estos núcleos, organizados como ciudadanía local. Juntas locales, municipios y departamentos, con el ejecutivo y legislativo, se eligen con el voto mayoritario, ojalá libre, secreto, en conciencia y consecuente con el bien común, con la convivencia social, con el cuidado de la “casa común” y con el mejor futuro para las próximas generaciones. Un voto que impulse paz, debería ser la consigna al pensar, no solamente en la trayectoria de los políticos, que es fundamental, sino en la pertinencia de las políticas que nos permitan avanzar como sociedad, para salir del pantano de las barbaries y de su actual conector, fraudulento y corrupto, que es el narcotráfico. Para San Agustín la paz es la “ordenada concordia”, que se puede dar en los tres grados de la sociedad humana: la casa, la urbe y el orbe. Respectivamente, la paz doméstica, la paz cívica y la paz internacional. A ellas habría que añadir hoy la paz territorial y ambiental. El país necesita que la paz sea el clima constitucional en el que se hacen posible las demás políticas. No debe quedar duda alguna que el conflicto con armas y confrontación letal, subversivo y en su contra, así como las economías criminales que se absorbieron a ambos bandos e infiltra la sociedad y la institucionalidad, requieren decisión espiritual y moral para ponerle fin. Colombia en paz, en reconciliación y progreso, requiere de una votación masiva, contundente, que separe del poder legítimo a todos los violentos y corruptos que se escudan en “la democracia”, quieren la continuidad de la confrontación armada y asaltan el presupuesto de la nación. Septiembre es el mes de la paz, con fechas imborrables: día internacional de la paz (21), semana por la paz colombiana (2 al 9) de septiembre, día de la firma de los Acuerdos con las FARC (26 septiembre 2016, en Cartagena), y segundo aniversario de la visita del Papa Francisco (del 6 al 10, en 2017). Septiembre es, entonces, toda una inspiración para retomar el camino del proceso de paz, impulsando la implementación de los Acuerdos y generando un nuevo proceso, más desde la población y los territorios, más integral y sincrónico, simultáneo, que supere el no dialogo oficial. Colombia requiere la distensión anímica y la inclusión posible de todos los antagonistas en mesas y procesos: entre gobierno y opositores, entre gobierno y subversiones, entre Colombia y Venezuela, entre gobierno y sectores populares que construyen paz. Distensión, diálogo y avance, sean propósitos para este mes y preparación popular para las elecciones de octubre. +Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali

Jue 8 Ago 2019

El servicio como Evangelio

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía -“La Verdad te hizo libre, para que el amor te haga esclavo”, escribió el gran San Agustín. Para servir como Jesús, necesitamos ser liberados, tener desatados el corazón, los pies y las manos. A mayor libertad en el corazón y en las condiciones de vida, mayor capacidad para amar y darse a los demás. Podremos ser “servidores del Evangelio” solamente si nos transforma “el Evangelio del servicio”. Y éste no es otro que la persona de Jesús, “Siervo de Yahvé” y “servidor de todos”. Jesús es el enviado del Padre y el Buen Samaritano de la humanidad que sufre: de las víctimas por la discriminación de género (mujer samaritana), por la violencia de los ladrones (parábola del samaritano) y por la degradación y la exclusión (leproso samaritano). Esta “trilogía samaritana” del Evangelio, marca la ruta del servicio al Dios Único, al prójimo victimizado y al Cuerpo de Cristo (comunidad eclesial), saliendo de la “lepra” egocéntrica, que despedaza y excluye. Jesús no solamente se compadece de todo ser humano, sino que asume en su pasión, en su cruz y muerte violenta, todo el dolor causado por la inhumanidad y por los antihumanos de la historia. Es el Siervo que sufre y el Servidor a quien le dan vinagre en su sed. “Yo doy mi vida...nadie me la quita”, podrá decir ante los lobos que asedian al pastor y a su rebaño (Jn10, 17.18). “Él dio su vida por nosotros para que también nosotros demos nuestras vidas por los hermanos” (1Jn3,16). Este es el kerigma, el Evangelio del servicio que dará como fruto la conversión pastoral del ministerio apostólico (obispos, presbíteros y diáconos), para que, dando testimonio de quien “está entre nosotros como el que sirve”, podamos conformar la Asamblea de Servidores en cada parroquia, inicio del Plan Pastoral. Recibir esta gracia del kerigma y anunciarlo, personalmente, cada uno de los párrocos, marcará el comienzo de la renovación de la parroquia, del paso de una Iglesia clericalizada a una comunidad y cuerpo de servidores, que se conforma desde el Altar del Sacrificio, desde la asamblea eucarística. Este comienzo significa hoy el fin del clericalismo y de su exclusión de los laicos, hombres y mujeres, del abandono a los esposos y familias, del inexcusable e intolerable abuso a menores, abuso sexual, de autoridad y de la conciencia débil ante la figura religiosa. Desde los inicios, la Eucaristía, sacramento del sacrificio de sí mismo que ofrece el Siervo-Servidor, Jesús, estuvo esencialmente unida al “lavatorio de los pies”, como sacramento de su diakonía o servicio en el mundo. La comunidad creyente de Juan, el apóstol y autor del cuarto evangelio, sitúa este gesto de Jesús en el Cenáculo de la institución eucarística y del mandamiento nuevo del amor fraterno. En el seno de la comunidad creyente, el servicio como Evangelio adquirió categoría de ministerio apostólico, como lo tiene hoy, en proceso de restauración, la Iglesia del Vaticano II, en el Diaconado Permanente (Lumen Gentium, 29). Este ministerio identifica la vocación de todo creyente, de toda comunidad eclesial y de todo ministerio, a vivir la vida como servicio a Cristo, a Dios y a la humanidad. En sintonía con la reorganización de la Santa Sede, que recoge en un nuevo dicasterio todas las obras e instituciones eclesiales para el servicio al desarrollo humano integral, la Arquidiocesis de Cali iniciará, también, una articulación de la obra de pastoral social o evangelización de las diversas realidades sociales. Será la nueva vicaría episcopal para el servicio al desarrollo humano integral. Desde la Escuela Diaconal Paulo VI y la parroquia de Nuestra Señora de Los Remedios, Jesús Siervo de Yahvé y María Sierva del Señor, Remedio para los enfermos y pobres, emprenderemos esta nueva etapa de la “pastoral de la sociedad” o pastoral social. El Evangelio del servicio, el ministerio de los servidores o diáconos permanentes y la Vicaría del Servicio al DHI, nos permitan a todos avanzar hacia la madurez de los “servidores buenos y fieles”, que deberá ser la vocación y misión de todos en la Iglesia. Sustentados en esta comprensión de la vida humana como servicio a Cristo y al prójimo en la comunidad de la Iglesia, se ilumine también el valor ético del existir humano, personal y cultural. La Iglesia “servidora de la humanidad”, anime así a nuestros pueblos a construir la vida y la política, la autoridad y las responsabilidades sociales, sobre el perfil de todo ser humano como servidor. Haciéndonos servidores unos de otros, podremos desmontar la inhumana cultura del abuso, de la opresión y explotación, de la depredación y trata de personas, de tantas formas de violaciones y violencias. El servicio de Cristo sea la verdad que nos libera de los pasos mal dados en la vida y de las culpas acumuladas (lavatorio de los pies), para que, con Él, el amor nos vuelva esclavos unosde otros en la entrega por los demás. +Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali

Jue 18 Abr 2019

Confesar la verdad nos hará libres

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - Semana Santa es nuestra oportunidad de cruzar la mirada con Jesús, de vivir su PASO por nuestras vidas. La Iglesia en Cali convoca a los fieles y a quienes buscan un nuevo acercamiento a la persona del Señor Jesús, revelación de Dios en nuestra propia naturaleza y realidad humana, a abrirle la agenda, la casa y el corazón a los días santos. Las parroquias y centros de culto estarán también abiertos y dedicados a la liturgia, a las celebraciones y al sacramento de la reconciliación con Dios que el mismo Cristo nos confió. CONFESAR LA VERDAD se ha convertido en el gran desafío de nuestras vidas. Es el acto de encontrarse con Cristo y dejar que él rescate la conciencia de cada persona, difusa en las cosas y afanes de la vida. Tomar conciencia de lo que estoy siendo y haciendo, junto a Jesús, nos abre a la gracia del CAMBIO DE ACTITUD ante la vida, las relaciones con los demás y la percepción de los acontecimientos. Es la gracia de detenerse y agradecer, de escuchar una palabra iluminadora y reconocer mi parte en las cosas. Es la gracia de vivir la vida como proceso de conversión permanente. El sacramento de la CONFESIÓN nos permite este ejercicio de cinco puntos: *examen de conciencia, *contrición de corazón, *propósito de enmienda, *confesión de boca y *satisfacción de obra. Este ejercicio es también el que debemos aplicar a nuestra vida de parejas y esposos, de corrección fraterna en familias y comunidades de vida. Y, por supuesto, en la construcción de paz y reconciliación que las realidades nos reclaman a todos. CONFESAR LA VERDAD que nos hace libres en Jesús y abre la puerta al perdón, la corrección y la reparación es también la opción para una sociedad herida, en la que algunos hacen víctimas a muchos, en la que todos necesitamos oportunidad de vida y de cambio, de reconciliación y paz. Este es el GRAN DESAFÍO que Dios, en Jesús, nos hace ahora y aquí. Respondámosle con decisión. + DARÍO DE JESÚS MONSALVE MEJÍA Arzobispo de Cali

Lun 21 Ene 2019

Solidarios en la esperanza

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía -Nuevamente el ánimo destructor que mueve a personas y organizaciones criminales golpea nuestros anhelos de vida, verdad y reconciliación. La violencia es el arma del poder enceguecido, idolátrico, que se impone con crudeza, sin parar mientes en los medios y el daño que causa. Convertida en arma de terror y pánico, pretenderá siempre esconder los peores y más inhumanos instintos. Al testimoniar nuestra solidaridad eclesial y ciudadana con las víctimas fatales, los heridos, las familias y la Institución de la Policía Nacional, abogamos por la cordura y la sensatez del pueblo colombiano ante este asalto a sus más legítimas aspiraciones de paz. Nos atenemos al poder supremo del Espíritu Divino, el de Jesucristo y Dios, para que actúe sobre los espíritus de todos nosotros, generación de estos tiempos enrarecidos, iluminando las conciencias y guiando nuestras actuaciones. Las almas de los difuntos encuentren en Dios la paz negada por los humanos. Los cuerpos de los heridos lleguen a la mejor recuperación posible. Las familias hallen consuelo. Y toda la población sea solidaria en la esperanza que nunca debemos perder, porque es la esencia del vivir humano y del futuro de todos. + Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali

Mar 18 Dic 2018

Arzobispo de Cali pide cesen muertes en municipio de Jamundí

En un comunicado de prensa, el arzobispo de Cali, monseñor Darío de Jesús Monsalve Mejía, hizo un llamado a los alzados en armas para que cesen los asesinatos y desplazamientos de la población del municipio de Jamundí, ubicado al sur del departamento del Valle. “Pido a los alzados en armas, que han segado vidas y amedrantan a la población en esos territorios, que cesen sus hechos de violencia y no provoquen desplazamientos entre quienes luchan por sobrevivir y cuidar de sus familias y tierras, en medio de las difíciles circunstancias que viven la región y el país”, expresó. Así mismo, el arzobispo manifestó la solidaridad de la Iglesia caleña hacia la población de esta zona montañosa y dijo estar dispuesto a acompaña cualquier tipo de diálogo pastoral que se requiera para que cese la violencia. Finalmente, exigió que “en nombre de Dios, que todos los que llevan armas, tanto las legales del Estado, como las ilegales de grupos armados, observen el máximo cuidado y respeto por el sagrado bien de la vida de los civiles”. [icon class='fa fa-download fa-2x'] Descargar comunicado[/icon]

Lun 17 Dic 2018

“Del Señor somos” y del domingo vivimos

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - La Iglesia es la eucaristía. Por la eucaristía, la Iglesia renueva constantemente su ser de “Iglesia de la Pascua”. Por ella, constituida por muchos pueblos, se transforma en un solo Pueblo, gracias a una sola MESA, que el Señor ha preparado para nosotros. Las primeras comunidades cristianas eran, por ello, asiduas a la celebración dominical de la eucaristía; para ellos resultaba algo connatural. Era, como lo entendemos hoy, fuente y cumbre de toda evangelización, pues en ella se sentían comunidad reunida y enviada (misa- misión), a comunicar el gozo de la Pascua, la alegría de la salvación, el anuncio de un futuro posible ya en Jesús y las primeras comunidades, con el poder y la fuerza interior y comunitaria del Amor. La eucaristía, nos dijo en tiempos recientes, San Juan Pablo II, “ha de ser principio y proyecto de misión. Entrar en comunión con Cristo en el Memorial de la Pascua significa, al mismo tiempo, experimentar el deber de hacerse misionero del acontecimiento que aquel rito actualiza. La despedida final de cada Misa constituye una consigna que impulsa al cristiano a comprometerse en la propagación del Evangelio y en la animación constante de la sociedad” (Mane Nobiscum Domine: “Quédate con nosotros Señor”, 24). Como para los primeros cristianos, para nosotros la eucaristía no solamente nos permite el encuentro con Cristo Resucitado en la Comunidad, animada por el Espíritu Santo con la Palabra, con el Sacramento del Sacrificio y el Ministerio sacerdotal y diaconal, sino que, como le gustaba decir a San Juan Crisóstomo, nos permite descubrir, entre tanta tragedia, sufrimiento y exclusión, a Jesucristo “EN EL ALTAR DEL POBRE”. La eucaristía es “la Mesa y Misa del mundo” porque es anticipación de “la Mesa y Misa del Cielo”, de la consumación definitiva del mundo. Por ello se ha de celebrar también “sobre el altar del mundo”, como esperanza de la humanidad transformada en Cristo e himno del universo. Desde estas apreciaciones podemos entender que nuestro Plan Quinquenal de Pastoral en la Arquidiocesis de Cali, tenga como fuente, camino, cumbre y pedagogía participativa, la celebración dominical de la Eucaristía, la Pascua que se prolonga en los domingos del Año Litúrgico. Que la comprensión y vivencia de la Eucaristía dominical, esté iluminada también desde la espiritual Esponsal y Familiar de la Mesa Eucarística, “Banquete de Bodas del Cordero”, Mesa del Hijo y de los “hijos adoptados en Él”, y Pan que el Padre Celestial sirve a los primeros invitados, que no le corresponden, al pueblo de Israel, y a todos los excluidos de la humanidad, para integrarlos a la Mesa Común, a la Familia surgida con Cristo Jesús. Desde los Santos Esposos de Nazaret, María y José, desde el misterio del Reino de Dios y de quienes se acogen a su Palabra y Voluntad, desde el don de María, hecho al pie de la Cruz, la Iglesia necesita mantener este “timbre esponsal y familiar”, inicio de un tejido social que tiene su raíz teológica en la Nueva Creación, en la nueva humanidad y familia que surge con Jesús. “Del Señor somos”, dice Pablo en Romanos14,8. “Y del Domingo vivimos”, añadimos nosotros en este inicio del quinquenio 2019-2023. Nuestro énfasis está entonces en afirmar a Cristo Jesús como SEÑOR DE LA NUEVA CREACIÓN, EL KYRIOS, Señor glorioso, por medio de la resurrección. Pascua y Pentecostés tuvieron lugar en el mismo día de la Semana, el primero, sellando la Nueva Economía de Cristo y la Iglesia, la Nueva Alianza de la salvación. El Domingo, Día del Señor, desde los comienzos, era la cena que recordaba el misterio pascual de Cristo y, al mismo tiempo, la espera de su segunda venida. Ya San Justino daba como razón para el nombre de DOMINICUM, Domingo, el Señorío de Jesús “por ser el PRIMER DÍA en que Dios creó el mundo, y el día en que Cristo Resucitó de entre los muertos”. Y la fe de las primeras generaciones, como la de los mártires de Abitene, en el siglo IV, proclamaba esta consigna: “Sine Dominico non possumus”: “NO PODEMOS VIVIR SIN CELEBRAR EL DÍA DEL SEÑOR” (Didascalia de los apóstoles). Y en el mismo siglo IV, después de Constantino, el Domingo se convertiría ya en “el día del descanso”, para darle espacio al encuentro con el Resucitado, a la Eucaristía y a la Asamblea, al “Altar del pobre”, al descanso y a la vida en común, en la comunidad de esposos y de la familia, a la fiesta y la esperanza, cifradas en la victoria de Cristo. Que este Año 2019 sea nuestro inicio de LA RECUPERACIÓN DEL DÍA DOMINGO, como tiempo y espacio de la espiritualidad cristiana, eucarística, eclesial, social y familiar. Que nos propongamos, al menos, recuperar con nuestras feligresías, en este año, los SIETE DOMINGOS imprescindibles: de Ramos, de Pascua, de Octava pascual (de La Misericordia), de Pentecostés, Corpus Christi, de la Jornada Mundial de los pobres (33 del tiempo ordinario), y de Cristo Rey del Universo. A todos les llegue mi saludo afectuoso de Año Nuevo y mi oración y bendición por un Año del Señor bien vivido y con la abundancia de los bienes divinos y de los que construimos los humanos para el bien común. A todos nos acompañen el Amor esponsal de María y José, de Cristo y la Iglesia, el Amor familiar del Hogar de Nazaret. Feliz año 2019. + Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali

Vie 16 Nov 2018

Arzobispo de Cali celebra 25 años de episcopado

Con una eucaristía en el Santuario Señor Jesús de la Divina Misericordia, ubicado en el barrio El Pondaje, en el oriente de Cali, el arzobispo de esta ciudad, monseñor Darío de Jesús Monsalve Mejía, celebró sus Bodas de Plata episcopales. Al acto litúrgico de acción de gracias por “la vida y la misión pastoral” del Arzobispo de Cali, asistieron 13 obispos, 50 sacerdotes, familiares, delegaciones de Bahía Málaga y de otras regiones del país, donde antes ejerció su vida religiosa, fueron aproximadamente unas mil personas. Durante su homilía el prelado pidió perdón por sus pecados e hizo hincapié a los momentos actuales “tenemos todos la amenaza de sentirnos solos, sin líderes, como ovejas perdidas”, pero invitó a los presentes a “buscar ser hombres y mujeres capaces de sacrificarse por los demás persiguiendo el anhelo de la paz, la convivencia y la reconciliación”. Como muestras de afecto y reconocimiento por la labor pastoral realizada en la capital del Valle durante los ocho años que lleva en esta ciudad, el arzobispo de Cali, recibió varias exaltaciones: La Alcaldía de Santiago de Cali le otorgó la Medalla Sebastián de Belalcazar, grado Cruz de Comendador; la Gobernación del Valle del Cauca, la Medalla Ciudades Confederadas en el grado Gran Cruz Oficial; Fenalco le otorgó una placa expresando su reconocimiento al arzobispo por su importante labor durante su vida ministerial en beneficio de la región y el país, mientras la Universidad San Buenaventura, la Pontificia Universidad Javeriana, la Universidad San Buenaventura y la Fundación Universitaria Católica Lumen Gentium, también le otorgaron reconocimiento por su trabajo pastoral en estas instituciones.. Durante su discurso de agradecimiento, monseñor Monsalve Mejía resaltó la fuerza de Dios en su trabajo pastoral e hizo la invitación a la comunión entre la sociedad colombiana."Dios ha plantado la mesa de la Eucaristía de la Redención, del Sacrificio Único y Suficiente de Cristo Jesús (...) Desde esta mesa del ágape jubilar de mis 25 años de obispo, los invito a seguir construyendo la sociedad que Dios quiere, la comunidad de Iglesia que Cristo Jesús inició con Los Doce y Los 72 discípulos, los hogares y la patria que hagan posible una vida con sentido, bondad, justicia, belleza y paz", agregó. En estos 25 años, Monseñor Darío ha trabajado incansablemente por la sociedad colombiana, desde el fomento de la paz, la evangelización a partir de los valores infundidos por Jesucristo y la humildad, la cual lo llevó a pedirle al papa Francisco, "Le ruego que me bendiga porque lo necesito mucho me ayudará a mantener paz en mi corazón y servirle a mi gente en Cali y Colombia".

Vie 31 Ago 2018

Nuestros hermanos venezolanos

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - Cali es paso obligado a los países suramericanos. Por eso es destino de gran parte del flujo de migración forzosa de venezolanos. Muchos han llegado ya. No hay cifras precisas, pero son cientos de miles, porque siguen y seguirán llegando por varios años. No se trata de algo pasajero. La situación que lo origina tenderá a agravarlo, sea cual fuere el desenlace. Porque más que un absurdo sistema ideológico y político, se trata de una situación estructural de vieja data: han sido una economía y sociedad subsidiadas, dependientes del petróleo. Tardarán en salir de allí y nivelarse con la economía internacional. Entendiendo lo anterior, Cali y Colombia entera tienen el deber de dar respuestas adecuadas y de fondo, no de evasivas, ni de meros trámites documentales, “para una migración ordenada, segura y legal”. Mucho menos de justificaciones egoístas o declaraciones de impotencia, para cerrarles puertas y dejarlos a la deriva en calles y carreteras. Y la respuesta nos obliga a todos. Son rostros, situaciones, manos y grupos de hermanos nuestros, que claman ante nosotros y ponen a prueba nuestros valores más profundos: los de acoger, respetar, servir, compartir, proteger, acompañar, restaurar, animar, integrar, dignificar. Somos los ciudadanos, las familias, las organizaciones comunales, los propietarios de tierras, los empresarios y comunicadores, los voluntariados, las Iglesias, quienes los sentimos a nuestro lado, quienes no podemos chutar la responsabilidad a otros, ni dejarnos infestar por la indiferencia o actitudes oportunistas y agresivas. La magnitud del reto nos compromete a organizarnos cada vez mejor, con el apoyo local e internacional de organizaciones humanitarias, con la presión sobre nuestros elusivos gobernantes. Para nosotros, Iglesia Católica, es la hora de Jesús, la hora de la misericordia: “lo que hacen o dejen de hacer a uno de estos, lo hacen o dejan de hacer conmigo”. Es la misericordia de las obras, o al revés, las “obras de misericordia” inmediatas, pero unidas a esa lucha de los pueblos y naciones de la tierra para erradicar el hambre, la sed, la desnudez, el despojo, la exclusión, la enfermedad, el crimen y el delito, las prisiones, la tristeza y la soledad de quienes sufren, de las víctimas sin discriminación alguna: (Mateo 25,31-40). Es deber del creyente en Cristo Jesús y de su Iglesia, encontrarlo a Él en el pobre y la víctima, no solo en la Biblia y la liturgia. Es deber del colectivo social, animado por los creyentes, erradicar de las culturas, pacífica y democráticamente, las causas de la inhumanidad y de la exclusión, de las injusticias y monopolios. La fe no son meros actos caritativos, ni mero culto e Iglesias, sino también esfuerzos válidos por transformar el mundo en “Civilización del Amor”, en Reino de Dios, contenido en Jesús como Evangelio viviente. Este mes de septiembre, mes bíblico de Las Sagradas Escrituras, fundamentadas en la Persona de Cristo Jesús, mes de Los Migrantes, mes de la Paz y de los derechos humanos (San Pedro Claver, semana por la paz), entre otros motivos, mueva a las Iglesias cristianas y Católicas que están en Cali, a todas nuestras parroquias, instituciones y obras, a APERSONARNOS DE NUESTROS HERMANOS VENEZOLANOS. “Nadie se acueste en Cali sin oír la voz del prójimo venezolano”, podríamos decir, recordando al inolvidable padre Alfonso Hurtado, “el de la explosión de Cali el 7 de agosto de 1956”, como quedó en la mente y corazón de los caleños. A nuestra Pastoral de Migrantes, a la Pastoral Social y Banco de Alimentos, a nuestros voluntariados, les agradezco su sacrificio por esta población migrante y refugiada. A la naciente Delegación de Pastoral Bíblica, conformada con la Facultad de Teología de Unicatolica, los aliento a impulsar, desde la espiritualidad discipular, este compromiso de fe y de acción eclesial. + Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali