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Opinión

Lun 30 Mayo 2016

Tribunal eclesiástico arquidiocesano

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo - El 15 de agosto del año pasado, el Papa Francisco promulgó el Motu Proprio Mitis Iudex Dominus Iesus (El Señor Jesús, Juez Compasivo), sobre la reforma del proceso canónico para las causas de declaración de nulidad del matrimonio. Movía al Santo Padre, al ordenar algunos cambios en este procedimiento, el afán de ayudar a las personas con graves dificultades en su relación matrimonial a encontrar pronto la mejor salida a su situación. Pero más allá de unas disposiciones prácticas, el Papa Francisco ha querido proponer un nuevo espíritu en la Iglesia por lo que se refiere a la administración de la justicia. Concretamente, quiere que se vea, a partir del ministerio del obispo, una más clara dimensión eclesial; busca que todos los procedimientos estén informados por la caridad pastoral; y desea, también, que se valore cada vez más la dignidad de la persona humana. Los Obispos, tanto en la Asamblea de la Conferencia Episcopal como en la reunión de nuestra Provincia Eclesiástica, estudiamos la forma más conveniente de aplicar las disposiciones pontificias, que de alguna manera afectan la organización que hasta ahora hemos tenido. Se tomó entonces la decisión de liquidar el Tribunal Regional de Medellín y de instaurar tribunales eclesiásticos en cada diócesis. Después de los análisis y providencias que esto exigía, dentro de poco estará iniciando sus servicios en Medellín el Tribunal Eclesiástico Arquidiocesano, que será además segunda instancia para las diócesis sufragáneas. Un tribunal eclesiástico es un organismo de servicio pastoral para los fieles que acuden a solicitar la administración de la justicia en la Iglesia. En un sentido amplio, su competencia está delineada por el c. 1400 del Código de Derecho Canónico. En la Iglesia, por ser también una sociedad formada por hombres y mujeres, se puede hablar, como en cualquier otra comunidad, de implantación y cumplimiento de la justicia. En este sentido, será competencia del Tribunal Eclesiástico Arquidiocesano la reclamación o reivindicación de derechos de personas físicas o jurídicas; la declaración de hechos jurídicos; la sanción con penas cuando se cometen delitos. La constitución del Tribunal Arquidiocesano es una ocasión propicia para continuar la reorganización de la Curia en la que venimos trabajando, para subrayar el principio de unidad en los distintos servicios y campos de la misión de la Iglesia y, especialmente, para propiciar que las causas que exigen tramitación judicial, entre ellas las de nulidad matrimonial, estén conducidas siempre desde la caridad pastoral. Este espíritu en el ejercicio de la potestad judicial, además de las personas que asisten al Obispo en el Tribunal, deben asumirlo todos los sacerdotes y particularmente los párrocos, primeros responsables de acoger, orientar y ayudar a los fieles. Sin esta disposición y sin una formación jurídica, por parte de los sacerdotes, no será posible acompañar como se debe a las parejas que buscan el estudio de la nulidad de su matrimonio u otro tipo de dispensas y de ayudas. Tantos factores generados por ciertas ideologías, por la mentalidad mundana y por las componendas del propio egoísmo, amenazan la estabilidad del matrimonio, su exclusividad, su fecundidad y el principio vital de la entrega recíproca para el bien del otro. Tal vez, hemos dejado muy solas las parejas católicas en su esfuerzo de vivir el sacramento. Es hora de comprometernos con una pastoral familiar integral que abarque también a las parejas en situación irregular. Es una exigencia apremiante de la “salus animarum”. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Vie 27 Mayo 2016

Las creencias

Por: Monseñor Froilan Casas: Las creencias son parte medular de una cultura. No cabe duda que a lo largo de la historia ha habido evolución progresiva en esta materia. De expresiones culturales menos humanas a expresiones culturales más humanas. De ofrecer, por ejemplo, sacrificios humanos a los dioses, a establecer la sacralidad de la vida humana. Ningún pueblo del planeta carece en su código de comportamiento de un soporte religioso en su actuar. El padre del positivismo, Auguste Comte y, tantos otros, como los “maestros de la sospecha” (Marx, Nietzsche y Freud), han pretendido sacar la fe religiosa de la conciencia de los pueblos. Nuestro amigo Comte, presenta la ley de los tres estados: teológico (creer en Dios), metafísico (darle fuerza a la razón) y, el estado positivo en donde el hombre supera todas las alienaciones religiosas y llega a la “libertad de pensamiento”, un hombre centrado en lo comprobable en laboratorio; es la razón aplicada. Sin embargo, el hombre postmoderno, centrado en el sentir y superando el pensar, se ha vuelto a expresiones religiosas propias del paganismo que parecía ya superado. Aquí el hombre no ha evolucionado, ha involucionado. La diosa razón ha sido superada por el ´deux ex machina´; en donde el hombre ha llegado a ser acrítico, forzado por la lúdica y el sentimiento. La pretendida negación de Dios ha quedado en la mente de unos pocos agnósticos y pretenciosos. Colombia es un país creyente. Cuando los gobernantes quieren implantar un pensamiento agnóstico y librepensador, están en contra de un pueblo que los eligió. Es un irrespeto al pueblo quererle suprimir sus creencias. Hay gobernantes iconoclastas que pretenden borrar de los espacios públicos toda expresión de símbolos religiosos. Se ha atrevido a proponer que en el escudo de la Policía Nacional se quite el nombre de Dios, porque según ellos (una ínfima minoría), irrespeta a quienes no creen en Dios. Yo les pregunto a ellos: ¿Por qué ustedes no nos respetan a nosotros que somos la mayoría de los colombianos? ¡Ah! La ley del embudo: lo ancho para ustedes y lo estrecho para nosotros. ¿A qué jugamos? De modo que hemos llegado a que una minoría imponga sus criterios sobre la mayoría. Lo más grave es el silencio de nosotros. En una verdadera democracia, gobiernan las mayorías respetando a las minorías y dejándoles su libre ejercicio. Todo dentro de unas normas rectoras de derechos y deberes ciudadanos. Se llega al colmo de ridiculizar nuestras creencias y no pasa nada; vayan a los Estados islámicos a ver si pueden criticar El Corán o las creencias que de él se derivan; a ver qué les pasa. Basta conocer el caso del escritor británico de ascendencia india, Salman Rushdie, quien al escribir “Versos satánicos”, sufre toda clase de persecución. Otro caso del universo del problema: los invito a conocer el salvaje asesinato de unos periodistas del semanario parisino Charlie Hebdo el siete de enero de 2015 o los viles asesinatos en la sala de concierto Bataclan-París, el 13 de noviembre de 2015. En nombre de Alá se puede hacer todo. Se llega incluso a caricaturizar la figura de Cristo para traducirla en símbolos pornográficos. ¡Qué blasfemia! + Froilán Casas Obispo de Neiva.

Mié 25 Mayo 2016

¡…Llegó la hora misionera…!

Por: Mons. Ismael Rueda Sierra - El momento esperado para la realización del XII Congreso Nacional Misionero, del 26 al 29 de mayo ha llegado. Por eso la Iglesia de Bucaramanga se llena de alegría para recibir a todos los Delegados que se reúnen para tan importante discernimiento misionero. Este singular acontecimiento forma parte ya de un largo camino de la Iglesia en Colombia, que busca fijar en el corazón de todo el Pueblo de Dios, el compromiso afirmado y recordado por el Concilio Vaticano II y el posterior Magisterio eclesial, de la imperiosa necesidad de llevar la Buena Nueva de Jesús más allá de las propias fronteras. En esta línea, se ha acordado el tema central del Congreso, tanto más esperanzador y ajustado a los desafíos de una Iglesia que busca “descentrarse”: “La misión ad intra y ad extra en los planes pastorales de las Iglesias Particulares”. Por ello, resulta providencial para nuestra Arquidiócesis, y una gracia especial del Señor, poder discernir sobre la Iglesia que Dios quiere, como esencialmente misionera y avivar la conciencia de trabajar todos los miembros del Pueblo de Dios, las estructuras, los programas y las actividades, en “clave misionera” con la disposición de ir también a otras latitudes y realidades a llevar el Evangelio del Señor. Conjuntamente para las diversas Diócesis y Vicariatos apostólicos del país que estaremos representados en el Congreso misionero, será una gran oportunidad de orar y profundizar sobre una renovada conciencia de esta urgencia misionera. Pasados ya 50 años del Concilio Vaticano II y en el ambiente social y cultural, que hoy es cada vez más globalizado, se hace también más patente la naturaleza misma de la Iglesia como “sacramento universal de salvación” (L.G.) con una tarea, en consecuencia, de ser signo y además, instrumento de unidad en medio de todos los pueblos de la tierra, según la voluntad del mismo Jesús. Este empeño incluye nuevos y variados escenarios, como lo recordara, en su momento, el papa Benedicto XVI, en discurso a Obras Misionales Pontificias: “El campo de la misión ad gentes se ha ampliado notablemente y no se puede definir sólo basándose en consideraciones geográficas o jurídicas. En efecto, los verdaderos destinatarios de la actividad misionera del pueblo de Dios no son sólo los pueblos no cristianos y las tierras lejanas sino también los ámbitos socioculturales y, sobre todo, los corazones” (5 de mayo de 2007). Por otra parte, se está convirtiendo en un modo de hablar, la expresión de “estar en salida”, propuesta por el papa Francisco para invitarnos a tener un alma misionera, con disponibilidad y mucha alegría unida al necesario sacrificio para partir desde nuestras propias comodidades y apegos, egoísmos y conveniencias que, transformados por el impulso del Espíritu nos lleven a proclamar a Jesucristo donde quiera que estemos y vayamos. El término “callejear” el evangelio es otra expresión empleada por el sucesor de Pedro, dirigiéndose a los jóvenes en Río de Janeiro e invitándolos a comprometerse a ser discípulos misioneros para los demás jóvenes, en la Iglesia y en el mundo nuevo que hay que construir. De tal manera que nuestra Arquidiócesis, con el corazón y los brazos abiertos, se dispone a recibir a tantos misioneros y misioneras, para compartir la urgencia de llevar las semillas del Reino, como siembra de esperanza y renovación del pueblo de Dios, al servicio de toda la familia humana. Con mi fraterno saludo. + Ismael Rueda Sierra Arzobispo de Bucaramanga

Lun 23 Mayo 2016

Sinsentidos del matrimonio gay

Por Monseñor Libardo Ramírez Gómez: Con arrogancia de mujer francesa, escribió recientemente hace algunos días Florence Thomas, en su columna de El Tiempo, comentario sobre “10 sinsentidos sobre el Matrimonio Gay”. Inicia su escrito calificando como “Sinsentidos”, como “estupideces”, cuanto se ha dicho en el debate contrario a su pensar, en ese tema. Al finalizar las apodícticas afirmaciones de esa escritora “filogay”, encuentro, para mí, que es ella la que en su arrogante calificación de quienes no concuerden con su pensar, quien termina diciendo 10 estupideces. Reclamar cambio en cuanto gloriosamente tenemos la mayoría de los colombianos como es nuestra familia, a partir de la que se nos dio origen, conformada por padre y madre de distinto sexo, cada uno sin titubeos ni desviación en su género, para implantar, también como “familia”, la que surge de una convivencia aún en lo sexual, de personas del mismo sexo. Eso sí que es mayúscula insensatez. Señalar como “ultrajante” la enseñanza de la Iglesia Católica, y de la universalidad de religiones, basada en la ley natural, que solo es verdadera familia la que tiene como base el pleno convivir de varón y mujer, es reforzar el anterior despropósito. Calificar de oscurantismo a una Directora de Colciencias por estar convencida de cuanto pregonan corrientes que hermanaron definitivamente ciencia y religión, y descalificar al Congreso, por no dejarse llevar por las presiones de falsa “avanzada”, y no darles gusto en aceptar lo inaceptable de cambiar el concepto de “familia”, que plasmaron equilibrados Constituyentes en el Art. 42 de nuestra Carta Magna, es nueva y manifiesta insensatez. Las expresiones de los puntos 4°. y 5°. Del escrito de Florence, con bocanada contra los “patriarcas católicos” que con su labor doctrinal y pastoral han llevado a Francia y a Colombia a culturas de tan alto nivel, porque no aceptan como “matrimonio”, un convivir sexual contrario a la naturaleza, es fruto de insensata arrogancia. En la serie de “sinsentidos” que ha querido señalar la escritora de marras en sus puntos 6°. y 7°. De su artículo, se va lanza en ristre contra el Magistrado Pretel y el Procurador Ordóñez, señalándolos como “actores de circo”, y como hasta agentes del diablo, con expresiones de júbilo ante posible salida de su cargo del segundo, tan honesto ciudadano y paladín de ideas basadas no solo en la fe sino en la ciencia y universal aceptación, cimientos que los enloquecidos de “avanzada” quieren demoler. En el punto 8°. Arremete frenéticamente contra la digna parlamentaria Vivian Morales, no cobijada bajo el patriarcado católico, señalando su vertical pensamiento en esta materia de familia y Matrimonio, como “discurso naturalista tan trasnochado”. Ante tal descalificación cabe decir, en el presente caso de la Florence, no tanto que la ignorancia sino que “la arrogancia es atrevida” y lleva a insensato desprecio de principios naturales. La invitación a sus amigas “organigays” a trabajar por abrirle campo a esa “cultura” y calificar de “homofobia” la sensata opinión del pueblo colombiano que no se ha dejado llevar a aceptar la insensatez de cambiar la imagen correcta del matrimonio, por uniones que en absurdo propósito quieren equiparar a él, es nueva insensatez. La lleva a señalar con desespero a países y personas que no acepten convertirse en “estados modernos”, que le dan aceptación a lo por si inaceptable, y estimarlos a sumirse en un caos social. Ojalá, con mente y corazón realmente sensatos, vivamos en Colombia sin complejo de principios y de hogares al estilo de nuestros mayores, pues agradecemos haber crecido en ellos y no en desenfocados remedos de ellos. Queremos una “Colombia moderna”, pero sin pisotear cuanto nos ha llevado a lo digno y bueno que tenemos, como son nuestras familias y matrimonios en indeclinable modo de estar dentro del orden natural. *Obispo Emérito de Garzón Email: [email protected]

Sáb 21 Mayo 2016

Para orar, meditar y vivir

“El me glorificará” Por Mons. Omar de Jesús Mejía Giraldo: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Con está oración, damos gloria a Dios. Está oración la repetimos con frecuencia, pero, ¿sabemos realmente que queremos expresar con ella? Empecemos por conocer qué significa bíblicamente la palabra gloria, miremos: (1)“Honor”, “alabanza”, “estima”; son cualidades que producen honor o provocan admiración. (2) "Brillo" que emana de un ser u objeto radiante y que lo rodea; gloria entonces es "esplendor". Decir gloria al padre…; es sumergirnos en el misterio de Dios, uno y trino. El primer mandamiento de la ley de Dios manda: “Amar a Dios sobre todas las cosas”. En otras palabras está diciendo: “Sólo a Dios adorarás y a Él sólo darás culto”. Sólo a Dios todo “honor”, a Él toda “alabanza”. Sólo en Dios contemplamos todo el “esplendor” de la “belleza”. Él es la plenitud de todo. “Él lo es todo”. A Dios se le da gloria con los labios, pero también con el corazón. A Dios se le glorifica en la intimidad del corazón y la mente, pero también con la vida. El evangelio dice: “El me glorificará” (16,14a). Se trata de la gloria dada por el Padre al Hijo desde la eternidad: “la gloria que tenía a tu lado, antes que el mundo fuese” (17,5b). El “dar gloria” a Jesús resume lo que se había dicho anteriormente sobre el Señorío de Cristo en el mundo, esto quiere decir que, llevando a plenitud la obra de Jesús en el mundo, el Espíritu está anticipando su plenitud final en la historia. Él nos lleva de brazos abiertos ante Dios. ¿Y qué es lo que trae la “gloria”? Pues la misma vida de Dios y sus tesoros inagotables. Jesús dice: “Todo lo que tiene el Padre es mío” (16,15a). Este “mío” o “de mi propiedad” indica hasta dónde es capaz de llegar el amor: hasta compartirlo todo. Cuando dos se aman se entregan mutuamente –con absoluta confianza- todo lo que son y tienen: “Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío” (17,10); “hijo todo lo mío es tuyo” (15,31). La comunidad de amor es también comunidad de bienes (P. Fidel Oñoro). Cuando realmente dos o más personas se aman comparten también sus bienes. Decía Mons. Alfonso Uribe: “La conversión llega a su máxima expresión cuando toca también el bolsillo”. “Dios es amor” y como tal, Dios en su misterio trinitario comparte mutuamente su amor con la humanidad y lo hace a través de su Hijo, quien se hizo hombre para nuestra salvación. Jesucristo es la “plenitud”, es la “belleza” suma, es “Dios con nosotros”. Al igual que al Padre y al Espíritu Santo, a Él todo “honor” y toda “gloria”, por los siglos de lo siglos. Durante el tiempo pascual fuimos comprendiendo paso a paso la acción de Dios en medio nuestro, el mismo Cristo, en los evangelios meditados en los domingos anteriores nos fue mostrando pedagógicamente el rostro amoroso y misericordioso de Dios uno y trino, miremos: “Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre… Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí” (14,9.11). “Si alguno me ama, guardará mi Palabra y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en él” (14,23). “El Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, lo enseñará todo” (14,26). “Como el Padre me amó, yo también los he amado yo” (15,9). “Que todos sean uno; como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros” (17,21). “Subo a mi Padre y al Padre de ustedes, a mi Dios y al Dios de ustedes” (20,17). “Como el Padre me envió, también los envío yo”. Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: Reciban el Espíritu Santo” (20,21b-22). Decía Sor Isabel de la Trinidad: “Sumerjámonos en esta trinidad Santa, en este Dios todo amor. Dejémonos transportar hacia aquellas regiones donde no está sino Él, sólo Él”. Hermanos para conocer a Dios es necesaria la teología como ciencia, sí. Pero es aún más importante la fe y el amor. Sin fe y amor es imposible sumergirnos en Dios. La experiencia de Dios uno y trino es fe y vida, vida y fe. Los primeros cristianos primero vivieron el misterio de la fe y luego la formularon. Lamentablemente hoy, en muchos de nuestros casos, primero formulamos y luego creemos o queremos vivir. Hermanos, lo primero - primero, es vivir, y desde vivir, adorar y contemplar, para luego formular. Debemos tener en cuenta que el verdadero problema de nuestra fe no está únicamente en “saber” explicar el misterio trinitario o en conocer perfectamente las enseñanzas de Jesús. El problema verdadero está en llevar a la práctica la Palabra de Dios y sólo cuando se lleva a la práctica, ésta se comprende plenamente. Es lo propio del conocimiento que se deriva de la fe. Primero se vive en la experiencia cotidiana y luego se pone por escrito. Contemplemos algunas acciones y palabras trinitarias de nuestra vida cotidiana, que debemos profundizar para relacionar estrechamente entre fe, vida y conocimiento: En la Santa Misa: “La gracia nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo este con todos ustedes” (2 Corintios 13,13). “Por Cristo con Él y en Él, a Ti, Dios padre omnipotente…”. La bendición: En el nombre del Padre… Signarnos, persignarnos, santiguarnos. Bendecir los alimentos. Dios te bendiga: Bendecir los hijos; Bendecir los alumnos, los enfermos, los encarcelados… Bendecir, bendecir… Decía San Ignacio de Loyola: “En último término el objetivo de la vida del cristiano es dar gloria a Dios y servir a los hermanos”. Glorificar y servir, he ahí el centro de la vida asumida desde Dios y para Dios. Hermanos, si damos gloria a Dios, la consecuencia lógica debe ser la de servir a los demás, sin mirar la raza, el credo o el estrato social. Y viceversa, si servimos a los demás, allí, debemos descubrir que con ello estamos dando gloria a Dios, porque en cada hermano descubrimos la imagen y semejanza de Dios. “Vengan benditos de mi Padre, porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y mi dieron de beber, estuve enfermo y me visitaron...”. Ni un baso de agua se queda sin recompensa si se ofrece con fe y se descubre que cuando se sirve a la persona, se le está sirviendo a Dios. Dice San Juan: ¿Cómo dice que amas a Dios, a quien no ves con los ojos de la carne, si no sirves a tu hermano, a quien si puedes ver con tus ojos físicos? Hermanos volvemos a aterrizar en la caridad como máxima virtud de nuestra vida cristiana. Cuando vivimos la caridad estamos glorificando a Dios y cuando oramos, estamos fortaleciendo el amor a Dios y desde Dios el amor a los demás. La invitación es pues a unir fe y vida, oración y trabajo. Gloria la padre y al Hijo... Tarea Recuperar en nuestra vida cotidiana la oración: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. + Mons. Omar de Jesús Mejía Giraldo Obispo de la diócesis de Florencia

Vie 20 Mayo 2016

Eucaristía y Misión

Por: Mons. Ismael Rueda Sierra - Queridos hermanos y hermanas: en el mes pasado meditábamos en el encuentro con Jesús en la Eucaristía, siguiendo el énfasis de este bimestre. Ahora les propongo, pensando también en nuestro Congreso Nacional Misionero de este mes, que pensemos en la Eucaristía y su relación profunda con el envío misionero. En efecto, podemos referirnos a aquel episodio de los discípulos de Emaús cuando reconocieron al Señor al partir el pan y luego, “se levantaron al momento” para ir a anunciar, a comunicar a los demás discípulos, con alegría, la experiencia de Cristo resucitado que acababan de tener (Lc 24,33). De la misma manera podemos pensar y preguntarnos, si después de habernos alimentado con el cuerpo y la sangre del Señor en nuestra participación eucarística, salimos con la misma alegría a anunciarlo entusiasmados en la vida cotidiana. No podemos olvidar, por otra parte, la aclamación que hacemos todos juntos como Pueblo de Dios, cuando el sacerdote una vez realizada la consagración nos anuncia: “Este es el sacramento de nuestra fe”, y respondemos: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ¡Ven, Señor Jesús! ¿No es esto, por tanto, una invitación y a la vez, un compromiso misionero? San Juan Pablo II decía que “La Eucaristía no sólo proporciona la fuerza interior para dicha misión, sino también, en cierto sentido, su proyecto. En efecto, la Eucaristía es un modo de ser que pasa de Jesús al cristiano y, por su testimonio, tiende a irradiarse en la sociedad y en la cultura” (M.N.D. Carta, “Quédate con nosotros Señor”, # 25; 2004). Qué bueno sería pensar en este momento, cuán distinto sería el ambiente y el entorno donde vivimos, si nuestra participación en la misa llevara siempre consigo para todos, este compromiso de dar testimonio y transformar con los valores del Evangelio, las actitudes, la calidad de nuestras relaciones, el servicio mutuo, la solidaridad y el amor fraterno. Este debe ser un gran propósito en la construcción permanente de las Comunidades Eclesiales Misioneras (CEM) que estamos trabajando en nuestro proceso pastoral. La fórmula antigua de despedida de la Celebración eucarística era: “Ite, missa est”, y significaba en últimas, terminación. Pero ahora, en este saludo, se puede apreciar la relación entre la misa que se acaba de celebrar y el compromiso misionero en el mundo. En realidad, la expresión “missa”, se convierte ahora en “misión”. Los invito a hacer el ejercicio al terminar cada celebración de la Eucaristía, de decirnos y comunicarle al Señor: “soy discípulo misionero y llevaré a Jesús donde quiera que vaya”. + Ismael Rueda Sierra Arzobispo de Bucaramanga

Jue 19 Mayo 2016

La criatura sin el Creador desaparece

Por: Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - Ha sido común, pero hoy más público, el hecho de que muchas personas afirmen categóricamente que Dios no existe o que es asunto privado de cada persona, por lo que Dios no debe tener ninguna incidencia en la vida social de los individuos. Puede percibirse el objetivo de reducir al ámbito de la conciencia la dimensión religiosa de los seres humanos, olvidando o rechazando, lo que los filósofos afirman cuando dicen que el ser humano es por su naturaleza, es un ser religado, es decir, que tiende hacia Dios, hacia lo trascendente. Lo acaecido en Cartagena, respecto de la decisión del juez de prohibir la oración en instituciones públicas, no es un caso aislado. Son varios los espacios en que se nota una cierta aversión de las expresiones religiosas, unos interpretando inadecuadamente la Constitución, otros por sentirse “agredidos”. En el fondo, está tomando fuerza una creciente tendencia secularista, donde el ser humano, gracias a los avances que ha tenido, cree que Dios, más que un aliado, es un obstáculo para su realización. Se está dando una cierta competencia y soberbia de muchos para no reconocer que detrás de todo logro humano está la mano de Dios, quien nos da la vida y la inteligencia. El Concilio Vaticano II, proféticamente, no sólo describe realidades del momento en los años 60s y anteriores del siglo pasado, sino que predice lo que habría de venir si se sigue en esta tendencia de sacar a Dios de la vida de las personas. Entre muchas cosas dice: “Muchos de nuestros contemporáneos parecen temer que, por una excesivamente estrecha vinculación entre la actividad humana y la religión, sufra trabas la autonomía del hombre, de la sociedad o de la ciencia… Pero si autonomía de lo temporal quiere decir que la realidad creada es independiente de Dios y que los hombres pueden usarla sin referencia al Creador, no hay creyente alguno a quien se le oculte la falsedad envuelta en tales palabras. La criatura sin el Creador desaparece. Por lo demás, cuantos creen en Dios, sea cual fuere su religión, escucharon siempre la manifestación de la voz de Dios en el lenguaje de la creación. Más aún, por el olvido de Dios la propia criatura queda oscurecida” (GS, 36). No se puede negar que este texto es elocuente, no sólo por dar muestras de la importancia y necesidad de reconocer la existencia de Dios, por respetar la diversidad de las religiones con apertura ecuménica, sino también por anticipar lo que hoy estamos viviendo, como Iglesia católica y como sociedad en general. Al celebrar la solemnidad de la Santísima Trinidad, reconocemos la existencia de Dios Uno y Trino, que en su lenguaje de amor está presente en medio de todos, o como diría San Agustín, dentro de cada uno. El reto de la Iglesia en estos tiempos, es ayudar a los hombres y mujeres, a que no dejen apagar la dimensión espiritual de sus vidas, y que desde allí, descubran que “Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre” (Misericordiae Vultus, 1), que respeta nuestra libertad, pero a la vez, se hace compañero de camino. Por otra parte, si un sector de la sociedad está por el rechazo de Dios, otro sector, no menor, expresa a gritos su sed de Dios. Muestra de ello es el pulular de grupos y movimientos religiosos, muchos de ellos, enraizados en inspiraciones exotéricas y mágicas que desvirtúan el espíritu de la auténticareligión; grupos numerosos de personas que viven una religión sin fe, y otros, una fe sin compromiso. En este grupo bien se pueden ubicar muchos hermanos católicos. Fieles que bautizados en la Iglesia católica, han perdido el rumbo por falta de preparación o por una fe débil, a los cuales debemos salir al encuentro. ¡Cuánta necesidad tenemos de definir una pastoral del retorno y una más valiente pastoral misionera! Es aquí en donde, como Iglesia, tenemos que asumir el reto que nos propone el Papa Francisco en la Exhortación Evangelii gaudium. Tenemos que anunciar con alegría el Evangelio, para que las generaciones de hoy y de siempre sean conscientes de que “por el olvido de Dios la propia criatura queda oscurecida”. Dios existe, guste o no guste. +Luis Fernando Rodríguez Velásquez Obispo auxiliar de Cali

Mié 18 Mayo 2016

La vejez

Por: Mons. Gonzalo Restrepo - La vejez es una etapa de la vida, a la cual no todas las personas tienen el privilegio de llegar. Sí, la vejez es un privilegio, siempre y cuando sepamos llegar a ella y la sepamos afrontar con alegría, con realismo y con entrega. ¿Por qué tenerle temor a la vejez? En sí misma no debe producir ni temor, ni desprecio, ni otro sentimiento negativo. Si con la vejez llegan las enfermedades y las debilidades humanas se hacen más fuertes, entonces lo temible y no deseable, es la enfermedad. Pero ésta siempre, en todas las edades, produce temor y quisiéramos que no nos llegara. Es cierto, la vejez trae desgastes físicos y psicológicos. Eso es lo natural en el proceso biológico de todos los seres. Nos vamos gastando y vamos mermando en nuestras capacidades. Esto lo tenemos que aceptar y tenemos que afrontarlo con realismo y serenidad, pero no por ello despreciar la vejez. Si miramos la vejez como una etapa de madurez humana, en la cual se concentra la experiencia y se llega como a una cima en la existencia, entonces la podremos valorar diferentemente. La vejez es una etapa de una gran riqueza espiritual y sapiencial. No hay cosa más enriquecedora que hablar con un anciano. Ellos, pueden dedicar el tiempo a lo que la mayoría de las personas no pueden. Pueden reflexionar y meditar, pueden orar y rezar, pueden leer e imaginar, pueden poetizar y analizar. Los ancianos tienen una riqueza interior insondable. Ellos pueden mirar toda su experiencia desde arriba y por eso, la miran con paciencia, con sosiego y serenidad. Ellos, no tienen los afanes que la mayoría de las personas tenemos. Su serenidad, su claridad y objetividad en la visión de la vida, les permite ganarse el título de “consejeros” y, muchas veces de “profetas” o “sabios”. No puede uno estar más seguro para dejarse aconsejar que ir donde un anciano. Su mirada penetrante y serena, su corazón libre y entregado, su sentido de entrega y de donación, su ternura y su comprensión, les hace ser de los seres más queridos por nosotros. Aprovechemos la presencia de nuestros ancianos. Su existencia es un don de Dios para quienes seguimos viviendo y necesitamos de los consejos sabios, de las miradas serenas y de la ternura de quienes han llegando en su vida a una etapa que se asemeja y se acerca demasiado a la niñez. Entre el niño y el anciano la diferencia son los años, pero a los dos los une un corazón sencillo, espontáneo y limpio. Sólo que la experiencia del anciano hace que le aventaje al niño en sabiduría. Aunque, en muchas ocasiones, la sabiduría de los niños es la que nos hace falta en muchos de los momentos de nuestra experiencia. De niños y ancianos debiéramos tener mucho en nuestra vida. Estaríamos encontrando los mejores caminos y nos evitaríamos muchas dificultades que entorpecen nuestra existencia. + Gonzalo Restrepo Restrepo Arzobispo de Manizales