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Opinión

Vie 29 Abr 2016

Dime con quién andas

Por Mons. Froilan Casas: Concluyo el refrán: y te diré quién eres. El círculo de amigos es el que tú elijes. Ordinariamente las personas deshonestas se “alían” con otras de su mismo pelambre y, con frecuencia terminan matándose por los “malos repartos”. Los malvados se matan entre sí mismos, pues los honestos serán hostigados y finalmente se deshacen de ellos por cualquier forma. La maldad es creativa. Las múltiples formas de delincuencia rozan los límites de lo inmensurable. Infortunadamente, muchos colombianos son excesivamente “creativos” para el mal. Sí, gracias a Dios, los hay también para el bien. Pero la creatividad en las distintas formas de maldad es incalculable. Uno no entiende ¡cómo puede haber tanto ingenio! La sabiduría popular - que es tan sabia – nos dice: el que anda con lobos a aullar aprende. ¡Sí que es cierto! ¿Por qué se dañó tu hijo? Hazle seguimiento, ¿en qué grupo se encuentra tu hijo? La sicología del desarrollo constata cómo es de sugestionable y débil la sicología del adolescente. De ahí la necesidad de estar muy pendiente del crecimiento síquico y físico del púber. Recuerda que al árbol se debe enderezar cuando está pequeño; cuando ya ha crecido es imposible hacerlo. Cuida mucho la primera y segunda infancias y mañana podrás saborear sus frutos. No raras veces el corrupto se camufla con el ropaje de la transparencia. Guarda con mucha astucia la fiera que lleva dentro y cuando ya se han acostumbrado a su “pulcritud”, da el zarpazo obteniendo el más seguro “éxito”. Ten cuidado con las aguas mansas. No olvides que las aguas quietas se descomponen. Las aguas corrientes con su movimiento se van purificando. Las cataratas y las cascadas purifican el precioso líquido. Así se forma el ser humano. Cuando se tienen que afrontar turbulencias, es cuando más se aprende de la vida. Cuando se cometen errores y se reconocen, es cuando se da un mayor crecimiento de la personalidad. El malvado suele mimetizarse en pandillas. Cada uno busca en grupo en donde se identifique. Siguiendo el proverbio latino: asinus asinum fricat = el asno se rasca con el asno. Esto significa que cada uno busca su molde. Hay personas que no están contentas en ninguna parte, todo les parece difícil e imposible; en todo van sembrando pesimismo y no quieren comprometerse en nada. Se agrupan en círculos difíciles de conciliar. A cada problema le ven otro problema. La persona positiva ve en cada problema una oportunidad de crecer y de superarse. El pesimista se llena de negatividad buscando grupos que alimenten su permanente insatisfacción. Lo que se alimenta, crece. Por eso hay personas que hacen de una gota de agua una tempestad. Si tu mal tiene remedio de qué te preocupas y si no tiene, de qué te preocupas. La vida es una permanente escuela de aprendizaje. Aprende de tus errores, estos te harán más humilde y realista. Tú no eres el superhéroe, pero tampoco eres la basura del mundo. Tú tienes dignidad y puedes construir tu futuro con entereza de carácter y con reciedumbre de espíritu. Busca gente positiva que te ayude a crecer, huye de la gente ruidosa y vacía de espíritu. Los luchadores forjarán un futuro promisorio. + Froilán Casas Obispo de la diócesis de Neiva

Mié 27 Abr 2016

Este momento nos pide ir a lo esencial

Por Mons. Ricardo Tobón Restrepo: Estamos celebrando la Pascua, como una fiesta que nos afecta, en la que estamos profundamente implicados. Desde la Vigilia Pascual hemos sentido que la resurrección del Señor ha comenzado también en cada uno de nosotros, como un acontecimiento personal y definitivo, a partir del Bautismo; el cual, a la vez, nos ha unido a todos, con lazos muy fuertes, al transformarnos en un nuevo cuerpo del Resucitado. Por eso, la liturgia nos viene haciendo meditar, al mismo tiempo, los textos evangélicos de la Resurrección y el relato de la vida de la Iglesia, que nos trae el libro de los Hechos de los Apóstoles. La Pascua, por tanto, es una ocasión para hacernos más conscientes de la dignidad y de la responsabilidad de ser la Iglesia, pensada desde siempre por el Padre, realizada al precio de la sangre de Cristo y conducida en la historia por el poder del Espíritu de Dios. Cada uno de nosotros lleva dentro la vida toda de la Iglesia, la presencia de Jesús muerto y resucitado, la unción y la fuerza del Espíritu Santo, la tradición de una comunidad que ha servido con empeño a la causa de la humanidad, las obras admirables de nuestros hermanos santos, la compañía de todos los que viven en la casa de Dios. Hoy, cuando nos llenan la cabeza de críticas contra la Iglesia, es fundamental tener presente nuestra identidad, recordar nuestros orígenes y reencontrarnos con nuestros ideales. Hoy, cuando no pocos se ocupan de mortificar la Iglesia con asociaciones cismáticas, espiritualidades extrañas y movimientos de todo tipo, debemos afanarnos en construir la más plena unidad. Hoy, cuando muchos piensan que la Iglesia tiene una visión arcaica y anacrónica del mundo, una falta de liderazgo frente a los desafíos del momento y una incapacidad de responder a las actuales necesidades pastorales, es necesario formarnos bien y asumir con audacia nuestra misión. Hoy, cuando incluso muchos católicos se sitúan frente a la Iglesia con actitudes equivocadas fruto de la ignorancia, la indiferencia religiosa, el relativismo moral y la falta de comunión, urge que por nuestra vida y testimonio no dejemos desfigurar el rostro del Cuerpo del Señor. Debemos sentir en esta Pascua un llamamiento apremiante a comprometernos con la vida, el camino y la tarea de la Iglesia. En una palabra, a ser en verdad Iglesia. Por eso, tenemos la obligación grave y urgente de orar más, de purificarnos de aquello que no debe darse entre nosotros, de reparar el mal causado, de entregarnos con todo el corazón para amar y servir a los demás con alegría. En este momento de grandes desafíos y oportunidades para la Iglesia debemos apuntar, con decisión y en comunión, a lo esencial. Concretamente, pienso en cuatro propósitos impostergables. En primer lugar, la santidad de vida a fin de poner en acto, como pide la Lumen Gentium , una dinámica intrínseca y determinante de pertenecer cada uno de nosotros a quien es el Santo. Luego, debemos acrecentar la tarea que tenemos de evangelizar; a eso vino Cristo, para eso estamos nosotros, que debemos, en esta etapa de la historia, emplear nuevos métodos y poner nuevo ardor. Igualmente, tenemos que seguir cuidando una liturgia viva y fructuosa, preparada por una catequesis permanente y respaldada por una sólida y coherente espiritualidad; la liturgia es la verdadera vida de la Iglesia, porque nos permite actualizar el misterio de Cristo. Por último, un compromiso efectivo con la justicia y la promoción social, para trabajar decididamente en una transformación de la sociedad y para hacer concreta nuestra solidaridad, especialmente, con los más pobres y necesitados. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Mar 26 Abr 2016

Los cuerpos de los difuntos deben ser tratados con respeto

Por: Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - Sobre el tema de la donación y trasplantes de órganos de vivos y de difuntos, la Iglesia Católica ha sido clara en su doctrina. El Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, que resume la doctrina católica a manera de preguntas y respuestas, plantea una pregunta muy acorde al momento que se vive en Colombia ante la inminente sanción por parte del Presidente de la República del proyecto de Ley aprobado en el Congreso, donde se declara a todos los ciudadanos colombianos donantes de órganos si en vida no hacen expresa su voluntad de no ser donantes de órganos después de muertos. Es decir, como se afirma, se protocoliza la denominada “presunción legal de aprobación” por el silencio o por no haber rechazado ser donantes. Se elimina el requisito de la aprobación por parte de la familia del fallecido, asumiendo el Estado la decisión de hacer uso de los órganos del difunto para donarlos. Para los católicos, la doctrina es simple y se sintetiza así: “¿Se permiten el trasplante y la donación de órganos antes y después de la muerte? R/. El trasplante de órganos es moralmente aceptable con el consentimiento del donante y sin riesgos excesivos para él. Para el noble acto de la donación de órganos después de la muerte, hay que contar con la plena certeza de la muerte real del donante” (Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, número 476, que remite al número 2296 del Catecismo) El Catecismo es muy claro en las directrices sobre este tema: “Los cuerpos de los difuntos deben ser tratados con respeto y caridad en la fe y la esperanza de la resurrección. Enterrar a los muertos es una obra de misericordia corporal (cf. Tb. 1, 16 – 18), que honra a los hijos de Dios, templos del Espíritu Santo” (n. 2300). El don gratuito de órganos después de la muerte es legítimo y puede ser meritorio” (Catecismo, 2301) Es verdad que ya muchos países tienen legislada esta materia. Pero en nuestro caso, que todavía desconocemos la integralidad del texto de ley, surgen una serie de interrogantes que vale la pena poner sobre la mesa. Primero. El punto de partida es que la Iglesia no rechaza esta práctica, antes bien, la motiva como acto de solidaridad y de caridad, siempre que se cumplan una serie de requisitos que tienen que ver directamente con la voluntad del fallecido, como también con el respeto a su historia personal y a su familia. La pregunta sería: ¿Cómo se contempla en la ley el respeto a la dignidad del ser humano vivo y difunto? Segundo. El Catecismo enuncia un principio esencial: “que se tenga plena certeza de la muerte real del donante”. En España, por ejemplo, la reglamentación de esta práctica exige que sean tres los médicos que dictaminen dicha muerte. Por otra parte, es primordial que no se aceleren los procesos de muerte y que no se negocie con los órganos. La pregunta sería: ¿Cómo asegurar que se cumplan estos requisitos? Tercero. Está vigente todavía en la Constitución Colombiana, el artículo 18 que afirma que “se garantiza la libertad de conciencia. Nadie será molestado por razón de sus convicciones o creencias ni compelido a revelarlas ni obligado a actuar contra su conciencia”. La pregunta sería: ¿En caso de que una familia, católica o no, amparados en el artículo anteriormente presentado, esgrima argumentos religiosos o éticos para impedir que del familiar fallecido se extraigan órganos, esta decisión será respetada? Cuarto. ¿Cuál será el procedimiento para que un ciudadano haga valer su voluntad de no ser donante? ¿Ante quién se haría? Este escrito es simplemente un eco acerca de un tema que seguramente abrirá muchos debates cuando se trate de la implementación y reglamentación de la ley que ya no sería sólo de donación de órganos, pues la donación es fruto de un acto de la voluntad del sujeto vivo que desea ayudar a otras con sus órganos a superar una enfermedad, sino un acto unilateral del Estado, a través del servicio de salud, que hace uso del cuerpo de un muerto, así él no hubiera dicho nada, para atender el legítimo deseo de un enfermo de superar sus dolencias Que no se olvide nunca lo que dice el Catecismo, que “los cuerpos de los difuntos deben ser tratados con respeto”. + Luis Fernando Rodríguez Velásquez Obispo Auxiliar de Cali

Lun 25 Abr 2016

Un país polarizado

Nuestro compromiso por la paz: el diálogo Por: Mons. Cesar Balbín Tamayo - Parece ser que la historia de nuestro país, desde los tiempos de la independencia, no ha sabido superar las marcadas diferencias entre las diversas tendencias y formas de ver y de pensar el Estado y el país mismo. Así como se puede constatar que han sido muy pocos los tiempos de verdadera paz que en los últimos 200 años se han vivido en Colombia, se puede constatar también que el país ha vivido una marcada polarización. Incluso yendo más atrás se pondría pensar que algo de las profundas divisiones de los tiempos de la colonia se ha quedado enquistado en el ser y en el quehacer de los colombianos. Se comienza muy pronto, después de la independencia, a gestar una fuerte división entre la concepción centralista y la concepción federal del Estado. A partir de aquí se van configurando, y hasta nuestros días, los dos partidos políticos tradicionales: liberal y conservador, con una marcada concepción de Estado, diametralmente opuesta, pero también ambos excesivamente excluyentes. Sólo a partir de la segunda mitad del siglo pasado han ido ingresando paulatinamente otras concepciones de Estado, tal vez influenciados por regímenes socialistas, la mayor parte de ellos. Pero esa polarización paradójicamente se viene sintiendo con más fuerza en nuestros días. Digo paradójicamente cuando se puede estar más cerca de llegar a unos acuerdos, al menos de cese al fuego y del regreso de uno de los grupos armados a la vida civil y política del país. El problema de la polarización es que radicaliza las posiciones, que es lo que estamos viviendo en los últimos tiempos en el país. Todo ello no hace sino demostrar que muchos quieren la paz como un logro personal, o un triunfo, que no quieren dar a degustar al contradictor, al oponente o al enemigo. Es claro, y así lo afirman todos, (porque nadie ha dicho, al menos públicamente, que no quiere a paz), que la paz es, hoy más que nunca necesaria, que nunca se ha estado tan cerca de la misma. Y en esta polarización definitivamente quienes salen perdiendo es la paz misma y todos los colombianos. Una polarización que desorienta, que descalifica de un lado y de otro, unas fuerzas que se repelen, unos dirigentes que dan el triste espectáculo público de ventilar sus odios y sus rencillas, y el resultado final será el que se firmen unos acuerdos, desconocidos para muchos, (hasta el momento), pero una paz lejana, porque el país seguirá estando tan polarizado y tan desinformado, como lo ha estado a lo largo de los últimos 200 años. Definitivamente no somos un país unido, ni siquiera para algo tan vital como es la paz. Nosotros creemos que la paz no es sólo una construcción de la sociedad humana, sino que es también un don de Dios, el Señor de la Paz. El diálogo que comienza desde el encuentro filial y fraterno en los hogares, el diálogo en la escuela (colegios, universidades y demás), el diálogo en el mundo del trabajo y de la cultura, el diálogo en todos los estamentos, y el dialogo que se va expandiendo y va permeando todas las capas de la sociedad, podrá lograr el efecto contrario a la polarización y nos podrá llevar hasta donde los dirigentes del país no lo han podido lograr y si siguen la ruta actual, ni ellos, ni nosotros lo lograremos. + Cesar A. Balbín Tamayo Obispo de Caldas

Sáb 23 Abr 2016

La clave es el amor

Por Mons. Omar de Jesús Mejía Giraldo. Dos términos del santo evangelio de este domingo les propongo que meditemos: “Glorificar” y “amar”. Glorificar En el lenguaje bíblico, glorificar significa hacer visible a alguien en el luminoso esplendor de su verdadera realidad; glorificar: es evidenciar, visibilizar lo más profundo del otro, sacar a la luz su grandioso misterio escondido (P. Fidel Oñoro). Dice la Palabra: “Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en él”. Éste pasaje nos invita a centrar nuestra atención en el amor que hay entre el Padre y el Hijo y éste amor se da a conocer definitivamente por medio de la “glorificación en la cruz”. En el misterio de la cruz comprendieron los discípulos cuanto los amaba Jesús (aunque no todos, Judas se quedo a mitad de camino). Dice el Papa San Juan Pablo II: “La cruz es sobreabundancia de amor de Dios hacia el mundo”. En la cruz Jesús, el Señor, fue congruente, puso en práctica todo lo que le había enseñado a sus discípulos y a las gentes. En la cruz murió perdonando: “Padre perdónalos, porque no saben lo que hacen”. En la cruz Jesús, el Señor, murió salvando: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. En la cruz Jesús, el Señor, murió amando y confiando absolutamente en el Padre: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. La cruz manifiesta en su plenitud el amor de Dios Padre y Dios Hijo. La cruz visibiliza el verdadero amor del padre hacia el Hijo y del Hijo hacia el Padre. La cruz saca a luz el misterio escondido, que en el misterio trinitario es el Espíritu Santo. El amor mutuo entre el Padre y el Hijo se ve reflejado en la fuerza del Espíritu. Por eso, queridos hermanos, la vida cristiana consiste no tanto en que nosotros amemos a Dios, no. La vida cristiana es fundamentalmente, experimentar el amor de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, en nuestra vida. Vivir cristianamente no es centrar la atención en una idea o ideología, no. La vida cristiana es experimentar en lo cotidiano la fuerza vivificadora del Espíritu Santo. La vida cristiana es permitirle a Dios que se glorifique en nosotros, es dejar que se haga su voluntad (Hágase tu voluntad). La vida cristiana es participar con Jesús, el Señor, del amor de Dios Padre. Dice el Papa Francisco: La vida cristiana es “sencilla”: escuchar la Palabra de Dios y ponerla en práctica, no limitándonos a“leer” el Evangelio, sino preguntándonos de qué forma sus palabras hablan a nuestra vida. Si glorificar es poner en evidencia lo profundo del otro y precisamente en la cruz, se manifiesta el amor de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo; quiere decir, que la evidencia del amor de una persona hacia otra se manifiesta realemente en los instantes de cruz. No en vano, el día del matrimonio, lo snovios se prometen murtuamente amor eterno: “Prometo serte fiel en la alegría y en el dolor, en la salud y en la enfermedad, amarte y respetarte durate todos los día de mi vida”. Es precisamente en las circunstancias de cruz, de pasión de sufrimiento del otro, donde el conyugue glorifica al otro y una vez que es glorificado, responde con una nueva glorificación. No en vano escuchamos con frecuencia estas palabras: El oro se prueba en el crisol. Hermanos queridos, el amor, amor, amor real, se conoce en los momentos de prueba. La persona muestra que es fiel cuando tiene la oportunidad de ser infiel, pero permanece fiel. Se manifiesta realemente el amor, cuando una persona posee todo como para odiar, pero no se deja llenar de dolor y resentimiento y todo lo cambia por amor y misericordia. Amar Dice la Palabra: “Ámense los unos a los otros como yo los he amado. El mundo conocerá que son mis discípulos si se aman los unos a los otros”. Jesús, el Señor, no está enseñando una teoría sobre el amor, no da ideas sobre la manera como debe ser el amor. Jesús, el Señor, parte de su experiencia práctica. “Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”. “A ustedes no los llamo siervos, los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que le he escuchado a mi Padre”. Esta segunda parte del evangelio se centra en el amor que debe reinar entre los discípulos…, ese amor es aquel que los discípulos han contemplado entre el padre y el Hijo y es el amor que Jesús le ha manifestado a ellos y a las multitudes, durante su ministerio público. Lo nuevo está en la experiencia de base: Jesús no habla de amor en abstracto o de forma genérica sino que su referente es Él, “como yo los he amado”. Es el comportamiento y las actitudes de Jesús lo que da los límites y el estilo de este amor; en este sentido el mandato de Jesús es completamente nuevo, porque sólo los discípulos han experimentado su amor y porque sólo en la Cruz se reveló en plenitud el amor de Jesús y el del Padre” (P. Fidel Oñoro). + Monseñor Omar de Jesús Mejía Giraldo Obispo de la diócesis de Florencia

Vie 22 Abr 2016

Nuestro compromiso por la paz: el diálogo

Por: Mons. Cesar Balbín Tamayo - Parece ser que la historia de nuestro país, desde los tiempos de la independencia, no ha sabido superar las marcadas diferencias entre las diversas tendencias y formas de ver y de pensar el Estado y el país mismo. Así como se puede constatar que han sido muy pocos los tiempos de verdadera paz que en los últimos 200 años se han vivido en Colombia, se puede constatar también que el país ha vivido una marcada polarización. Incluso yendo más atrás se pondría pensar que algo de las profundas divisiones de los tiempos de la colonia se ha quedado enquistado en el ser y en el quehacer de los colombianos. Se comienza muy pronto, después de la independencia, a gestar una fuerte división entre la concepción centralista y la concepción federal del Estado. A partir de aquí se van configurando, y hasta nuestros días, los dos partidos políticos tradicionales: liberal y conservador, con una marcada concepción de Estado, diametralmente opuesta, pero también ambos excesivamente excluyentes. Sólo a partir de la segunda mitad del siglo pasado han ido ingresando paulatinamente otras concepciones de Estado, tal vez influenciados por regímenes socialistas, la mayor parte de ellos. Pero esa polarización paradójicamente se viene sintiendo con más fuerza en nuestros días. Digo paradójicamente cuando se puede estar más cerca de llegar a unos acuerdos, al menos de cese al fuego y del regreso de uno de los grupos armados a la vida civil y política del país. El problema de la polarización es que radicaliza las posiciones, que es lo que estamos viviendo en los últimos tiempos en el país. Todo ello no hace sino demostrar que muchos quieren la paz como un logro personal, o un triunfo, que no quieren dar a degustar al contradictor, al oponente o al enemigo. Es claro, y así lo afirman todos, (porque nadie ha dicho, al menos públicamente, que no quiere a paz), que la paz es, hoy más que nunca necesaria, que nunca se ha estado tan cerca de la misma. Y en esta polarización definitivamente quienes salen perdiendo es la paz misma y todos los colombianos. Una polarización que desorienta, que descalifica de un lado y de otro, unas fuerzas que se repelen, unos dirigentes que dan el triste espectáculo público de ventilar sus odios y sus rencillas, y el resultado final será el que se firmen unos acuerdos, desconocidos para muchos, (hasta el momento), pero una paz lejana, porque el país seguirá estando tan polarizado y tan desinformado, como lo ha estado a lo largo de los últimos 200 años. Definitivamente no somos un país unido, ni siquiera para algo tan vital como es la paz. Nosotros creemos que la paz no es sólo una construcción de la sociedad humana, sino que es también un don de Dios, el Señor de la Paz. El diálogo que comienza desde el encuentro filial y fraterno en los hogares, el diálogo en la escuela (colegios, universidades y demás), el diálogo en el mundo del trabajo y de la cultura, el diálogo en todos los estamentos, y el dialogo que se va expandiendo y va permeando todas las capas de la sociedad, podrá lograr el efecto contrario a la polarización y nos podrá llevar hasta donde los dirigentes del país no lo han podido lograr y si siguen la ruta actual, ni ellos, ni nosotros lo lograremos. + Cesar A. Balbín Tamayo Obispo de Caldas

Mié 20 Abr 2016

¿Qué hicimos con el agua?

Por: Darío de Jesús Monsalve Mejía - En el día de la tierra, 22 de abril, estamos invitados todos a responder. La Arquidiócesis de Cali, con el apoyo de la Corporación del Valle del Cauca (CVC) y de otras entidades públicas, convoca a manifestarnos públicamente. La concentración será a las nueve de la mañana (9 a.m.), en la carrera 1ª. con la calle 6ª , inicio del Paseo o Boulevard del Río Cali. ¡Más vale tarde que nunca! Aunque los daños ambientales y el calentamiento global son enormes, unidos podemos desagraviar la creación y al Creador, restaurar la armonía entre la población humana y la esfera de la vida, la biosfera. ¿Qué hicimos con el agua, que tan generosamente recibimos de nuestro suelo y territorios? ¿Qué seguirá haciendo Cali con sus siete ríos y sus fuentes de agua? ¿Calmamos el hambre y la sed de nuestros pueblos o los convertimos en masas desnutridas y sin agua potable? ¿Brindamos abrigo y protección o despojamos y desplazamos a nuestros pueblos, a nuestros campesinos, negros e indígenas? ¿Construimos verdadero hábitat humano o llenamos de habitantes de calle, de tugurios y de viviendas inhumanas, muchas veces llamadas “de interés social”, nuestros caminos, carreteras, orillas de ríos y quebradas, nuestras ciudades? ¿Educamos a hombres y mujeres para que sean personas y ciudadanos responsables o preferimos hacinarlos y degradarlos en cárceles, lanzarlos a la ilegalidad y delincuencia, e inventarnos a diario sistemas de represión y muerte? ¿Cuidamos la salud humana y prevenimos epidemias y pestes, o dejamos que se roben los presupuestos y comercialicen con la salud de nuestro pueblo? Las obras de misericordia hoy no son un mero llamado sino una pregunta, una denuncia, una exigencia de cambios culturales y estructurales. Perdamos el miedo a la verdad y al cambio, antes que la codicia y el engaño nos devoren sin remedio. + Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali

Mar 19 Abr 2016

La alegría del amor – primeras reflexiones

Por: Mons. Luis Fernando Rodríguez - Acaba de regalar el Papa Francisco a la Iglesia y a todas las personas de buena voluntad, la Exhortación Apostólica Postsinodal AMORIS LAETITIA, la alegría del amor, sobre el amor en la familia. Este es el resultado de los trabajos de los sínodos extraordinario y ordinario sobre la familia, realizados en Roma en octubre de 2014 y 2015 respectivamente. El mismo Papa en el número seis describe la estructura y el contenido básico presente en los nueve capítulos del documento con los 325 numerales.Dice así el Sumo Pontífice: “En el desarrollo del texto, comenzaré con una apertura inspirada en las Sagradas Escrituras, que otorgue un tono adecuado. A partir de allí, consideraré la situación actual de las familias en orden a mantener los pies en la tierra. Después recordaré algunas cuestiones elementales de la enseñanza de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia, para dar lugar así a los dos capítulos centrales, dedicados al amor. A continuación destacaré algunos caminos pastorales que nos orienten a construir hogares sólidos y fecundos según el plan de Dios, y dedicaré un capítulo a la educación de los hijos. Luego me detendré en una invitación a la misericordia y al discernimiento pastoral ante situaciones que no responden plenamente a lo que el Señor nos propone, y por último plantearé breves líneas de espiritualidad familiar”. Haciendo caso a lo que nos pide el Papa de que “no recomiendo una lectura general apresurada” (AL, 7), he considerado útil en esta primera reflexión, destacar algunos aspectos interesantes del documento: La continuidad del magisterio respecto del matrimonio y la familia. Personalmente diría, que es una traducción en lenguaje sencillo, coloquial, misericordioso, de la doctrina evangélica y eclesial que podemos encontrar tanto en la Sagrada Escritura, como también, por ejemplo, en el Concilio Vaticano II, el Catecismo de la Iglesia Católica, los documentos de Juan Pablo II Familiaris Consortio y Evangelio Vitae, y la Deus Caritas Est, de Benedicto XVI. No están exentas sendas reflexiones más técnicas y filosóficas, sobre todo en lo que tiene que ver en la forma de entender la norma moral y el discernimiento pastoral, como aparece en el capítulo octavo. La pertinencia del contenido. El Papa habla, de “mantener los pies en la tierra” (AL, 6) cuando se refiere al análisis de la realidad y la situación actual de la familia, que no sólo está presente en el capítulo segundo, sino prácticamente de forma transversal a lo largo de todo el texto. El Papa parte de hechos e informes reales que se puede deducir de las certeras y fraternas recomendaciones de diversa índole, que hace, sobre todo en los capítulos cuarto, quinto y séptimo. La conversión pastoral. Retoma el Papa su invitación hecha al pueblo de Dios en la exhortación Evangelii Gaudium y en la Bula MitisIudex DominusIesus, a que con creatividad, los pastores y líderes de pastoral familiar asuman el reto de evangelizar las familias, en todas sus realidades, acompañándolas, discerniendo e integrando caso por caso, comenzando por las que están bien, hasta llegar a las que él mismo denomina, familias “en situaciones irregulares”. La pastoral familiar diocesana y parroquial ha de fortalecerse. La recuperación del sentido del amor conyugal. En los capítulos cuarto y quinto, casi como retomando y releyendo el capítulo 13 de la carta San Pablo a los Corintos, el conocido himno de la caridad “el amor es comprensivo, el amor es servicial…”, el Papa propone la forma como debe ser vivido el amor en familia y cómo ese amor ha de ser el eje para la felicidad de todos los que conforman la institución familiar, comenzando por el varón y la mujer, padre y madre, que hacen parte del “designio de Dios sobre el matrimonio y la familia” (AL, 251). Ante la desvirtualización del amor que se ha vuelto egoísta, el Papa propone la vivencia de un amor conyugal generoso, abierto y alegre. La dimensión misionera. Es un aporte bien significativo de la Exhortación. Motiva desde lo que denomina “la lógica de la misericordia pastoral” (AL, 307), primero, en los casos complejos, después de un adecuado discernimiento pastoral, a “identificar elementos que favorezcan la evangelización y el crecimiento humano y espiritual” (AL, 293) y, segundo, a acompañar las personas de toda condición, creyentes y no creyentes, teniendo en cuenta el punto de partida de que “hay que evitar los juicios que no toman en cuenta la complejidad de las diversas situaciones, y hay que estar atentos al modo en que las personas viven y sufren a causa de su condición” (AL, 296). De esta forma, se aplica aquello de que la Iglesia debe estar en salida, es decir, al encuentro de todos. Esta dimensión misionera está marcada, como lo ha dicho el mismo Papa, por la misericordia, pues “procura alentar a todos para que sean signos de misericordia y cercanía allí donde la vida familiar no se realiza perfectamente o no se desarrolla con paz y gozo” (AL, 5). En síntesis, Amoris Laetitia es un nuevo llamado a renovar la confianza en la familia, reconociendo que es don de Dios para bien de los esposos, sus hijos y la entera sociedad. + Luis Fernando Rodríguez Velásquez Obispo Auxiliar de Cali