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Un regalo de 4500 árboles
Tags: siembra de árboles arquidiócesis de Bogotá iglesia católica casa comun sembratón

Por: Oficina Arquidiocesana de Comunicaciones de Bogotá - Desde hace varias semanas la Iglesia católica, a través de la Arquidiócesis de Bogotá, ha adelantado una gran siembra de árboles en la ciudad y en sus alrededores. La meta es llegar a sembrar 4500. Es un dato importante si se tiene en cuenta que la Alcaldía Mayor apunta por sus propios medios a sembrar 5000 en todo el año. Los sembradores han sido niños, jóvenes y adultos de todas las localidades de la ciudad y los recursos para la compra y la logística de esta operación a favor de la Casa Común han sido donados por los fieles de todas las parroquias.
Ha sido una suma de voluntades y un signo muy potente de lo que se puede hacer cuando la fuerza de la fe une a las personas y les propone acciones muy concretas por el bien de todos.
Este importante gesto ecológico, promovido a fondo por monseñor Ricardo Pulido, vicario para el desarrollo humano integral en la Arquidiócesis de Bogotá, resulta ser también un nuevo lenguaje en la acción misma de la Iglesia. Como tantas veces lo ha insistido el papa Francisco, todos somos responsables de esta Casa Común, la única que tenemos, y los creyentes hemos de ser cuidadores activos de la misma.
Es también una forma de “sembrar evangelio” pues el mismo es el evangelio de la vida. Y es una conexión muy bien lograda con las aspiraciones de muchísimas personas que ven en el cuidado del planeta una tarea inaplazable y a quienes la Iglesia, con este tipo de campañas, les da la posibilidad de realizar una acción concreta a favor de la creación.
Y la campaña tiene también otra virtud. Sitúa muy claramente a la Arquidiócesis de Bogotá como una institución y comunidad en sintonía con los signos de estos tiempos y las acciones que se requieren para el bien común.
La sana mentalidad ecológica es ya un lenguaje capaz de comunicar realidades muy importantes, en este caso, por ejemplo, la urgencia de participar todos en el cuidado del planeta y la forma correcta de hacerlo. Porque también es cierto que este tipo de signos deben ser bien hechos para que produzcan los efectos deseados y en este sentido la Arquidiócesis de Bogotá ha sabido asesorarse muy bien del Jardín Botánico para escoger especies y lugares de lo que ha dado en llamarse justamente “la sembratón”.
Finalmente, también hay otro mensaje en una campaña como la promovida por el vicario Pulido Aguilar: la Iglesia no tienen que hacerlo todo, pero sí se puede sumar con alegría y eficiencia a acciones por el bien común que ya se adelantan desde diversos ámbitos públicos, privados, comunitarios, institucionales. Esta es una buena lección para quienes se angustian en ocasiones porque “la Iglesia ya no está al mando de todo”. Mucho mejor. Con humildad puede aportar la generosidad de todos los bautizados en la construcción del bien común, el cual no es propiedad de nadie, sino tarea de todos.
Sembrando árboles, distribuyendo alimentos a los pobres, atendiendo a los adultos mayores, acogiendo a los enfermos y a sus familias, amparando a los desplazados e inmigrantes, son entre otras muchas, varias de las acciones con las cuales la Arquidiócesis de Bogotá está respondiendo con el Evangelio de Jesús a las necesidades concretas de miles de personas. Esto también es nueva o renovada evangelización.



El Samaritano se acercó y curó las heridas
Mar 21 Nov 2023

“Para ser libres, Cristo nos ha liberado” (Gálatas 5, 1)
Vie 17 Nov 2023


Mié 1 Nov 2023
Arquidiócesis sinodal y misionera
Por Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - El pasado 29 de octubre culminó en el Vaticano la primera sesión del Sínodo ordinario sobre la sinodalidad. La segunda sesión se realizará en octubre de 2024. Ha sido un tiempo maravilloso durante el cual el Papa, con los miembros de la asamblea sinodal, han hecho el ejercicio de orar, de dialogar, de escucharse y de proponer, dejando espacio a la acción del Espíritu Santo que, seguramente, marcó las líneas diciéndoles a ellos y a nosotros lo que quiere para la Iglesia de hoy y de mañana.PRIMERO: Los tiempos de la Iglesia y del mundo no son fáciles. Los retos siguen siendo enormes. La llamada de la Iglesia a caminar juntos, sinodalmente, daría la impresión que no ha sido entendida ni valorada. Es una llamada que va más allá de lo religioso, para que la humanidad comprenda que el único camino de avanzar, de crecer y de superar los problemas es caminar juntos, aún en medio de la diferencia.Las noticias de las acciones bélicas entre diversos pueblos del mundo, y en nuestros territorios, no solo nos llenan de dolor, sino que nos deben llenar de vergüenza, pues cómo es posible entender, que en un mundo donde el desarrollo científico, industrial social y de la conciencia de los derechos y la dignidad de los seres humanos son tan evidentes, nos podamos ver sumidos en una hecatombe de estas dimensiones. Es como decir que el ser humano no aprende las lecciones de vida, con guerras por doquier, guerras que solo dejan a su paso destrucción, muerte y desolación.Es una pena que deba iniciar este editorial haciendo referencia a lo que desde mediados del pasado mes de octubre se está viviendo en el medio oriente, con la guerra entre el grupo Hamás e Israel, y el continuar de la guerra entre Rusia y Ucrania, entre otros. En palabras del Papa Francisco, estamos sumidos en una guerra mundial fraccionada.Es nuestro deber orar. No nos podemos cansar de hacerlo. Como arzobispo los exhorto para en todo momento, en los templos y las casas, se hagan oraciones y súplicas al Señor, para que nos regale la paz que tanto necesitamos.Pero en medio de estas realidades, que tocan también a nuestro país, que acaba de celebrar comicios lectorales regionales, también está el llamado para que los nuevos gobernantes (gobernadores, alcaldes, miembros de las asambleas departamentales y concejos municipales y los ediles) acojan este mensaje de unidad, que sean valientes para trabajar y caminar juntos en favor de las comunidades a las que están llamados a servir y sean artesanos de la paz.SEGUNDO: Nuestra Arquidiócesis está de fiesta. Después de varios años de arduo trabajo se ha podido concluir una primera etapa de las asambleas sinodales. En ellas, cientos de fieles, en la parroquias y grupos de clérigos, religiosos, religiosas, movimientos apostólicos, familias y jóvenes, se pusieron a la escucha de lo que el Espíritu Santo nos estaba diciendo, para discernir acerca de nuestra historia eclesial, y vislumbrar los planes y acciones pastorales que animen la Iglesia que peregrina en la Arquidiócesis de Cali. Sea esta la oportunidad para agradecerles a todos. Estoy seguro que sus aportes harán más fructífera la misión de nuestra Iglesia.Para recoger estos trabajos y socializarlos, tendremos el sábado 11 de noviembre, en el Coliseo del Pueblo, la Gran Asamblea Sinodal Arquidiocesana. Allí, en ambiente de oración, testimonio y fiesta, daremos a conocer los resultados y algunas de las conclusiones de las asambleas pastorales parroquiales. Que nadie se sienta excluido de esta fiesta eclesial. A todos los invito.Nos acompañará el Nuncio Apostólico en Colombia, monseñor Paolo Rudelli, quien viene a Cali en su calidad de Legado pontificio, para imponerme también el palio Arzobispal y así concluir, por así decirlo, el protocolo del inicio de mi servicio como arzobispo de Cali, que comencé oficialmente el 8 de diciembre de 2022.El palio, hecho de lana virgen, que es bendecido por el Papa y se coloca en la tumba del apóstol Pedro, es entregado solo por el Papa o por quien él delegue, pues es un signo con el que se fortalece la comunión del arzobispo con el Sucesor de Pedro, y se carga simbólicamente sobre los hombros, la responsabilidad de buscar y cuidar las ovejas, en la caridad, por la senda de la cruz liberadora de Cristo.Los invito pues para que nos acompañen en esta celebración y con el Nuncio Apostólico que representa en nuestra casa al Papa, asumamos el compromiso de trabajar y caminar juntos en la Arquidiócesis. En ella somos llamados a ser discípulos misioneros.+Luis Fernando Rodríguez VelásquezArzobispo de Cali

Mié 1 Nov 2023
Se acaba la vida, no el amor
Por Mons. Miguel Fernando González Mariño - Una antigua lápida decía: “terminus vitae, non amoris”. Se acaba la vida, no el amor. “Para este fin de amor hemos sido creados", dice San Juan de la Cruz.Cada año en el mes de noviembre nuestra santa madre la Iglesia, muy pedagógicamente nos recuerda la realidad más evidente de nuestra vida: que un día tendremos que morir. A pesar de ser tan evidente, el mundo se empeña por evadirla, desconocerla o desfigurarla, y en el peor de los casos, jugar con ella de las más diversas formas, queriéndole arrebatar a Dios su soberanía como el único Señor y dador de vida. Algunos científicos se creen con el derecho de fabricar, manipular y matar embriones humanos. Hay también, magistrados que, con aberrante soberbia, les conceden a las madres el derecho de matar a sus hijos antes de que nazcan. Es tan insidiosa la insistencia de “la cultura de la muerte” que hoy en día atentan contra sus vidas o directamente piden la muerte ya no solo adultos desesperados por graves problemas o enfermos terminales en gran sufrimiento, sino también adolescentes y cada vez más niños y jóvenes, que están comenzando a vivir y por cualquier contrariedad les parece que no vale la pena vivir. Lo cierto es que hoy, son cada vez más los imbuidos por la cultura del descarte que demuestran que, quien no valora la muerte, es porque no valora la vida.Cuando san Pablo escribió “Para mí la vida es Cristo y morir una ganancia” (Flp 1,21) no padecía de ideación suicida, ni mucho menos. El suicida es el que quiere erróneamente escaparse de la vida, huir, evadirlo todo. En cambio, para tener la convicción de Pablo, se requiere estar enamorado de Cristo. Para ver la muerte como una ganancia, Pablo primero asumió a Cristo, no solo como un maestro, o como un modelo a seguir, sino como su vida misma, la razón de su existencia, y entonces toda su vida en esta tierra, cada día y cada momento los utilizó para asimilarse más a Cristo, para tener sus mismos sentimientos, su misma forma de pensar, de tratar al prójimo, y a sí mismo como hijos de Dios. En fin, preparó su alma para encontrarse cara a cara con Él, para vivir en Él eternamente.“La muerte es el final de la vida terrena” dice el Catecismo de la Iglesia Católica (1007) y agrega que “el recuerdo de nuestra mortalidad sirve también para hacernos pensar que no contamos más que con un tiempo limitado para llevar a término nuestra vida.” Y en qué puede consistir “llevar a término nuestra vida” sino en aprender a amar y, como dice el Papa Francisco, como dice el Papa Francisco en términos futbolísticos: la vida terrena es como el campo de entrenamiento para el gran partido. Estamos aquí para “entrenarnos en el amor. La vida eterna que nuestro Padre Dios nos ofrece es vivir no junto a Él sino en Él, que es Amor absoluto, o sea que para estar en el cielo ciertamente tenemos que ser “expertos en amar.” Todo el evangelio es una continua exposición de cómo Jesús ama, me ama, incluso hasta dar su vida por mi salvación. “Qué bonita que es la vida” dice la conocida canción. Pero toda su belleza sólo se reconoce cuando la asumimos como el único medio que Dios nos presenta para llegar al cielo, cuando vivimos con los pies muy en la tierra pero el corazón en el cielo, puesto en Dios, cumpliendo a cabalidad los deberes de cada día, queriendo ayudar a hacer más feliz la vida de nuestros hermanos, ayudándoles a conocer, ya aquí en este mundo una muestra del infinito amor de Dios. Cuando valoramos así la vida, en su justa medida, valoramos entonces la muerte, como lo que es: el momento del abrazo del Padre que nos acoge en su casa. Entonces sí entendemos porque hay que morir para vivir. Mortem, terminus vitae, non amoris.+Miguel Fernando González MariñoObispo de la Diócesis de El Espinal

Jue 19 Oct 2023
Renovados en Cristo por el Evangelio
Por Mons. José Libardo Garcés Monsale- Avanzamos en este mes de octubre dedicado en la Iglesia a la oración, reflexión y ayuda a las misiones en todo el mundo y sobre todo a tomar conciencia de la tarea evangelizadora de la Iglesia y de cada uno de los bautizados, quienes en salida misionera estamos convocados para comunicar el Evangelio a otros, para que renovados en Cristo, participen de la comunidad de creyentes que es la Iglesia y todos podamos caminar como peregrinos en la fe, la esperanza y la caridad hasta llegar a participar de la gloria de Dios.La Iglesia es comunidad de creyentes que acoge a los que son bautizados, para hacerlos miembros activos de la transmisión de la fe a otros. El Concilio Vaticano II nos enseña esta verdad cuando afirma: “El Espíritu Santo, que llama a todos los hombres a Cristo por la semilla de la palabra y proclamación del Evangelio, y suscita el homenaje de la fe en los corazones, cuando engendra para una nueva vida en el seno de la fuente bautismal a los que creen en Cristo, los congrega en el único pueblo de Dios que es ‘linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo de adquisición’ (1Pe 2, 9)” (Ad Gentes 15), siendo la Iglesia esa comunidad cristiana que es signo del amor de Dios para todos.La comunidad de creyentes empieza a gestarse en la familia, Iglesia doméstica, donde se siembran las semillas del Evangelio con el ejemplo y la enseñanza de los padres y luego viene a reforzarse con el testimonio y acompañamiento de la comunidad cristiana que sostiene en la fe. El ser humano por la gracia del bautismo se renueva permanentemente por el Evangelio que va impregnando toda su existencia. Así lo expresa el Papa Francisco cuando afirma: “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría” (Evangelii Gaudium 1) y luego también se experimenta un gran gozo en transmitir el Evangelio a otros para que, de la misma manera, sean renovados en Cristo.Todos los cristianos que formamos parte de la comunidad de creyentes que es la Iglesia, estamos llamados a renovar permanentemente el encuentro con Jesucristo, en un esfuerzo constante por la conversión personal, que tiene que llegar al nivel de la transformación de la vida en Cristo, es decir, que sea el Señor quien obre a través de nosotros y atraiga a muchos a la salvación por el testimonio cristiano y las palabras con las que se comunica el Evangelio. El Papa Francisco se refiere a esta realidad cuando convoca al encuentro con el Señor: “Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. No hay razón para que alguien piense que está excluido de la alegría reportada por el Señor” (EG 3).Con todo esto tomamos conciencia que la fe en Jesucristo no es algo individual, que se vive de manera egoísta, encerrado en su propio mundo, al contrario, una vez se experimenta la alegría de la renovación en Cristo por el Evangelio, el fervor interior que se siente hace que el creyente esté presto a comunicar con la vida y con las palabras el Evangelio que ha renovado su vida en Cristo. El Concilio Vaticano II es claro al convocarnos al testimonio de vida y a la Evangelización: “No basta que el pueblo cristiano esté presente y establecido en un pueblo, ni basta que desarrolle el apostolado del ejemplo; se establece y está presente para anunciar con su palabra y con su trabajo a Cristo a sus conciudadanos no cristianos y ayudarles a la recepción plena de Cristo” (AG 15).Con este mandato del Concilio, todo bautizado ha de tomar conciencia que su renovación en Cristo, ocurrida por el Evangelio, tendrá que ser proclamada en voz alta a otros que no conocen a Jesús, están alejados o simplemente lo rechazan, porque, Dios no quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva (Cfr Ez 18, 21-28) y es nuestra responsabilidad ser instrumentos del Señor, para que muchos lleguen al conocimiento de Jesucristo y se salven.Comunicar el Evangelio significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva de la Salvación a todos los ambientes de la humanidad, a los que están cerca y a los que están lejos. El Papa Francisco nos recuerda que la Evangelización se debe realizar en tres ámbitos: “En primer lugar, el ámbito de la pastoral ordinaria, animada por el fuego del Espíritu, para encender los corazones de los fieles que regularmente frecuentan la comunidad y que se reúnen en el día del Señor para nutrirse de su Palabra y del Pan de vida eterna. En segundo lugar, el ámbito de las personas bautizadas que no viven las exigencias del bautismo, no tienen una pertenencia cordial a la Iglesia y ya no experimentan el consuelo de la fe. Finalmente el ámbito de quienes no conocen a Jesucristo o siempre lo han rechazado” (EG 14). Estos tres ámbitos deben ser objeto de la entrega pastoral de cada sacerdote y de todos los bautizados en la Iglesia.La Iglesia comunidad de creyentes en su tarea evangelizadora tiene el mandato de la salida misionera. En nuestra Diócesis de Cúcuta estamos disponibles a cumplir con esta tarea, siendo comunidad de discípulos misioneros que nos involucramos y acompañamos a todos y les entregamos con gozo el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo. Que la Santísima Virgen María Estrella de la Evangelización y el Glorioso Patriarca San José fiel custodio de la fe, alcancen del Nuestro Señor Jesucristo el fervor pastoral, para estar siempre en salida misionera. En unión de oraciones. Reciban mi bendición.+José Libardo Garcés MonsalveObispo de la Diócesis de Cúcuta

Mar 10 Oct 2023
Discípulos misioneros
Por Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - Es tradicional que el mes de octubre sea dedicado a reflexionar en torno del compromiso misionero que nos compete como bautizados.Es muy importante tener presente que la dimensión misionera tiene varias aristas que deben ser consideradas. La misión que Jesús encomienda a sus discípulos tiene como fin inicial la salvación de los seguidores del Señor, es decir, una misión ad intra, que parte de la conversión personal; luego acompañar y educar en las verdades de la fe y el conocimiento de Jesucristo, es decir, misión ad extra, que se manifiesta en el testimonio del cristiano a través de la coherencia de vida; y la que está orientada a proponer el mensaje de salvación a aquellos que no lo conocen, es decir, misión ad gentes.El Catecismo de la Iglesia católica dice que “La fidelidad de los bautizados es una condición primordial para el anuncio del Evangelio y para la misión de la Iglesia en el mundo. Para manifestar ante los hombres su fuerza de verdad y de irradiación, el mensaje de la salvación debe ser autorizado por el testimonio de vida de los cristianos” (Catecismo, 2044).Esto que afirma el Catecismo es clave para que tomemos conciencia de la imperante necesidad que tenemos todos de vivir conscientemente los compromisos del bautismo. El anuncio misionero del Evangelio de Jesucristo nunca puede estar alejado de la vida, de la forma de vivir de los creyentes. Los primeros cristianos hacían misión viviendo unidos, siendo solidarios, amándose los unos a los otros, siendo felices en medio de las persecuciones. Por eso los paganos cuando los veían afirmaban, como es el caso de Tertuliano en el siglo II: “¡pero miren cómo se aman!” Los Hechos de los apóstoles dirá de los primeros cristianos que “los que aceptaban su palabra se hicieron bautizar, y ese día se unieron a ellos unas tres mil personas” (Hch. 2, 41) y que “alaban a Dios y gozaban de la simpatía de todo el pueblo. Cada día el Señor incorporaba a la comunidad a los que se salvaban” (Hch. 2, 47).Esto quiere decir que no podemos ser “cristianos del montón”, esto es, cristianos de partidas de bautismo, pero alejados de los compromisos de la vida cristiana. Es muy posible que muchos católicos se pasen a engrosar los templos de iglesias hermanas no católicas por el anti-testimonio que, consciente o inconscientemente, podemos estar dando los católicos.Vivamos con alegría, con esperanza y solidariamente nuestra fe. Es la mejor forma de hacer misión. Por eso acojamos con gozo la reiterada invitación del Papa a hacer de nuestra Iglesia una Iglesia en salida.Leamos este aparte de la Exhortación apostólica Evangelii Gaudium, el Gozo del Evangelio, del Papa Francisco, que nos dice que “la intimidad de la Iglesia con Jesús es una intimidad itinerante, y la comunión «esencialmente se configura como comunión misionera». Fiel al modelo del Maestro, es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo. La alegría del Evangelio es para todo el pueblo, no puede excluir a nadie” (n. 23).Pero hay otro aspecto que no quiero dejar pasar de largo y es el compromiso misionero de nuestra Arquidiócesis, que tiene en cuenta lo que el Catecismo de la Iglesia católica, entre otros documentos dice a los ministros ordenados: “En virtud del sacramento del Orden, los presbíteros participan de la universalidad de la misión confiada por Cristo a los apóstoles. El don espiritual que recibieron en la ordenación los prepara, no para una misión limitada y restringida, sino para una misión amplísima y universal de salvación hasta los extremos del mundo, dispuestos a predicar el Evangelio por todas partes” (Catecismo, 1565). Y esto se aprende desde el seminario.Los invito a orar por los presbíteros de nuestra Arquidiócesis que están presentes en Iglesias necesitadas como Cádiz, Valencia, Albacete y Lérida, en España; en San Jacinto, Ecuador; en Idaho, USA; en Roma, en Buenaventura y en Popayán. También un sacerdote ad gentes en Bogotá en la Universidad Uniminuto. 17 sacerdotes y un diácono transitorio que están sirviendo en Iglesias donde escasean los ministros ordenados. Nosotros, que también tenemos limitaciones en el número de sacerdotes, damos de nuestra pobreza, seguros de que el Señor nos recompensará.Octubre es el mes del Santo Rosario, homenaje a Nuestra Señora del Rosario, cuya fiesta se celebra el 7 de octubre. A ella nos encomendamos con fe.Y en octubre es la colecta por las misiones, el DOMUND, el 22 de octubre. Seamos generosos con la oración, el sacrificio personal y el aporte económico para la misión de la Iglesia universal, colecta que se envía a las Obras Pontificias Misionales.+Luis Fernando Rodríguez VelásquezArzobispo de Cali